Lineamientos
programáticos
La Cuestión
de la Emancipación de la Mujer en el Programa del Partido
Eduardo Ibarra
SI, COMO SEÑALÓ ENGELS en su célebre Origen de la Familia, “el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino”, entonces es un hecho que la emancipación de la mujer, en el sentido pleno del término, coincidirá con la desaparición de las clases.
El marxismo sostiene que el problema de la mujer es parte del problema de la explotación de las clases trabajadoras y que, por esto, existe un nexo entre la mujer explotada y oprimida y la propiedad privada de los medios de producción.
El esclarecimiento de este nexo permite
establecer varias cuestiones, a saber: 1) la diferencia entre la concepción
marxista de la emancipación de la mujer y las concepciones burguesa y pequeño
burguesa; 2) una línea demarcatoria entre el movimiento femenino revolucionario
y el movimiento femenino burgués; 3) la relación entre la lucha de la mujer por
su emancipación y la lucha general del proletariado por la revolución en sus
sucesivas etapas: toma del poder, construcción del socialismo, realización del
comunismo.
En efecto, sin la liquidación de la
propiedad privada no es posible la emancipación de la mujer. Por eso, mientras
el movimiento femenino revolucionario lucha por liquidar el régimen
capitalista, la lucha de los movimientos femeninos burgueses no van más allá de
los marcos de dicho régimen.
Marx señaló en los Estatutos generales de la Asociación
Internacional de los Trabajadores:
… la
emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera…
Así, también, la emancipación de la mujer debe ser obra de las propias mujeres, pero como parte de la lucha del proletariado por la emancipación de la humanidad. Por eso el movimiento femenino debe ser un movimiento de masas como parte del movimiento revolucionario de masas. Precisamente en esto reside su fuerza y su significación en la lucha por la revolución y la realización de la misión histórico-mundial del proletariado.
En la comunidad primitiva, la labor
doméstica a cargo de la mujer era una actividad socialmente necesaria como lo
era el trabajo de proporcionar los medios de vida a cargo de los hombres. Con
el surgimiento de la familia patriarcal y más tarde de la familia monogámica,
la labor del hogar perdió su carácter público, se convirtió en una actividad
privada, la sociedad ya no tuvo que ver con ella.
El capitalismo ha incorporado a la mujer del pueblo a la producción social, pero no ha liquidado la indiferencia de la sociedad con respecto a la labor doméstica: en gran medida ella continúa siendo una actividad ignorada por la sociedad.
Sin embargo, debido a la lucha de las mujeres trabajadoras, en algunos países capitalistas se han creado algunos medios materiales en la vía de su emancipación como género: comedores públicos, casas-cuna, jardines de la infancia. Pero estos medios no están generalizados en el capitalismo y, además, existen como empresas mercantiles y, por lo tanto, como fuentes de lucro.
En cuanto a la emancipación de la
mujer, en el socialismo se da un doble proceso: al tiempo que la mujer es
incorporada masivamente a la producción social, la labor doméstica recupera su
carácter público: la sociedad vuelve a interesarse en ella y, así, lo que en el
capitalismo apenas alcanza a ser un brote en la vía de la emancipación de la
mujer, en el socialismo se convierte progresivamente en un sistema: los medios
materiales en la vía de la emancipación de la mujer se generalizan y la mujer
deja de ser cocinera y niñera. De este modo se van acortando las diferencias
entre el hombre y la mujer.
Así se crean las bases económicas para una forma superior de familia y de relaciones humanas entre ambos sexos.
Engels escribió a propósito de ello:
Así, pues,
lo que podemos conjeturar hoy acerca de la regularización de las relaciones
sexuales después de la inminente supresión de la producción capitalista es, más
que nada, de un orden negativo, y queda limitado, principalmente, a lo que debe
desaparecer. Pero, ¿qué sobrevendrá? Eso se verá cuando haya crecido una nueva
generación; una generación de hombres que nunca se hayan encontrado en el caso
de comprar a costa de dinero, ni con ayuda de ninguna otra fuerza social, el
abandono de una mujer; y una generación de mujeres que nunca se hayan visto en
el caso de entregarse a un hombre en virtud de otras consideraciones que las de
un amor real, ni de rehusar entregarse a su amante por miedo a las
consecuencias económicas que ello pueda traerles. Y cuando esas generaciones aparezcan,
enviarán al cuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían hacer. Se
dictarán a sí mismas su propia conducta, y, en consonancia, crearán una opinión
pública para juzgar la conducta de cada uno. ¡Y todo quedará hecho! (El origen de la familia).
En fin, el socialismo crea las condiciones necesarias para una completa igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, tanto en los planos económico y político, como en los planos social y cultural. Y no una igualdad formal, sino real.
Esta igualdad real es posible en la
medida en que la sociedad subvierta todas las ideas pertenecientes al
pensamiento, a la cultura y a las costumbres feudales y burgueses, algunas de
las cuales pueden verificarse incluso en el varón comunista a poco que se le
escarbe.
Marx señaló: “Cualquiera que conozca
algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el
fermento femenino” (ver carta a Kugelman del 12 de diciembre de 1868).
En efecto, sin el fermento femenino no es posible la revolución peruana y, en un plano histórico-mundial, no es posible llevar adelante la revolución proletaria hasta la realización del comunismo.
Sin ir demasiado atrás, la participación de la mujer en la lucha general del proletariado por sus reivindicaciones tanto en el siglo XX como en lo que va del XXI, así como la lucha por reivindicaciones en la vía de su emancipación, prueban de manera irrefutable su temple. En la Comuna de París de 1871 y en todas las revoluciones socialistas que le siguieron la participación de la mujer fue sumamente importante.
En la lucha por la emancipación de la mujer, el movimiento femenino revolucionario debe mantener en todo momento su independencia de clase, pero al mismo tiempo debe saber unirse con todos los movimientos femeninos que en alguna medida y de alguna forma luchan contra la opresión de la mujer.
Puede decirse que, puesto que la
mujer representa la mitad de la población mundial, el destino de la humanidad
depende de la incorporación masiva de las mujeres a la lucha revolucionaria.
Siendo pues tan trascendental la lucha de la mujer por su emancipación como parte de la lucha general del proletariado, ¿cómo podría no estar explícitamente comprendida en el Programa del Partido proletario?
20. 06.2019.
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