sábado, 2 de enero de 2021

Filosofía

El Concepto de Totalidad en Hegel* 

Roger Garaudy

EL CONCEPTO PRINCIPAL del método hegeliano es el de la totalidad.

        Desde la primera página del Prefacio de su Fenomenología del espíritu, Hegel evoca el carácter necesariamente sistemático de la filosofía y retoma la analogía del organismo viviente: “La anatomía –el conocimiento de las partes del cuerpo consideradas al margen de sus relaciones vitales”1 no nos permite poseer la misma cosa. “Es sólo como ciencia, o como sistema, que el saber es efectivamente real, y es sólo así que puede ser representado.”2

        Pero la totalidad, en el sentido dialéctico hegeliano de la palabra, no es una armonía simple: es la síntesis de la unidad y de la negatividad. En ella el Ser se reafirma en su identidad después de haberse negado a sí mismo. El método expresa esa estructura de la totalidad orgánica del ser: “”El método no es otra cosa que la estructura del todo expuesta en su pura esencialidad.”3

        Esa totalidad orgánica no puede concebirse de una manera estática: está en movimiento, en devenir; está viva.

        El “Todo” de la realidad no se expresa solamente por su resultado final, ni por las solas etapas del desarrollo por el que se ha encaminado, ni por el impulso inicial que lo ha llevado a ese resultado, sino por el conjunto de esos “momentos” de una totalidad orgánica viviente: “La cosa, en efecto, no se halla agotada en sus fines, sino en su actualización; tampoco el resultado es el todo efectivamente real; sólo lo es con su devenir; por sí, el fin es lo universal sin vida, lo mismo que la tendencia es sólo el impulso que falta todavía, de su realidad efectiva, y el resultado desnudo es el cadáver que la tendencia ha dejado detrás de sí”.4

        Todo conocimiento real debe pasar por tres momentos: el de lo inmediato o de lo universal abstracto, luego el de su negación, que es reflexión, mediación, y el de la totalidad concreta, de lo universal concreto, es decir, del resultado que conserva y contiene en sí el momento de la negación, de la reflexión, de la mediación.

        Decir que el método del conocimiento es dialéctico, es decir que no puede haber conocimiento inmediato. Es negar no solamente la posibilidad de poseer la verdad mediante una intuición sensible directa, sino también alcanzar la verdad por un concepto aislado. Lo propio del método dialéctico, es expresar la imposibilidad tanto de la intuición sensible directa como del aislamiento absoluto del concepto.

        Esta doble negación se basa en la consideración de la naturaleza misma del ser por conocer: si el mundo constituye una totalidad orgánica y si se mueve como un ser viviente, toda concepción estática y acabada del conocimiento, todo cercenamiento de la intuición sensible del entendimiento abstracto es ilegítimo; él no puede darnos un conocimiento real del ser así como un balde de agua arrojado al río no nos permite estudiar la corriente.

        Pero esta última metáfora es inadecuada, porque uno de los rasgos más importantes de la concepción hegeliana de la dialéctica es exigir, para que sea posible un saber absoluto, la conclusión del movimiento para el cual el Ser se constituye.

        En efecto, si una intuición sensible o un concepto no pueden adquirir todo su sentido y tener una verdad más que por sus relaciones con el todo, no podría existir ninguna realidad absoluta si el Todo no estuviera acabado. La detención definitiva de la historia es la condición primera de la posibilidad de una verdad absoluta.5

        Sólo así puede Hegel dar un fundamento a lo que para él es el criterio supremo de la verdad: la circularidad. “Lo verdadero es el devenir de sí mismo, el círculo que presupone y que tiene en el comienzo su propio fin como su objetivo, y que es efectivamente real solamente mediante su actualización desarrollada y mediante su fin.”6

        Esta noción de circularidad le es indispensable a Hegel para justificar el método de desarrollo de su sistema que tiene en sí mismo su propia prueba. Si existe, en efecto, una totalidad completa, acabada, de los conceptos y de las cosas, se puede partir no importa de dónde, porque “ese punto de vista que parece así inmediato debe, en el interior de la ciencia (es decir, del sistema, R. G.), convertirse en el resultado y aun en el resultado último; en ello alcanza nuevamente su comienzo y retorna a sí misma. Es así que la filosofía se presenta como un círculo que gira sobre sí mismo”.6

        En las últimas páginas de la Lógica a propósito de “la Idea absoluta”, Hegel señala que esta noción de circularidad es la clave de su método, de su dialéctica especulativa: “También el método de la verdad conoce el comienzo como algo incompleto, porque es comienzo; pero, al mismo tiempo, conoce este incompleto en general como algo necesario, porque la verdad no es sino el venir hacía sí mismo a través de la negatividad de la inmediación… A causa de la naturaleza del método, que se ha iniciado, la ciencia se presenta como un círculo enroscado en sí mismo…”7

        Esta concepción da un carácter finalista a la dialéctica hegeliana: el motor primero es la finalidad, y la contradicción misma no adquiere todo su sentido sino en función de esta finalidad.8 Sólo conociendo el fin se puede comprender la historia del desarrollo. Todo el desarrollo está ya contenido en el germen.9 Porque el comienzo es ya totalidad concreta y lo que en él aparece como contradictorio, como contradicción motora, no es en realidad sino la imposibilidad para ese comienzo o ese germen, o esa realidad inmediata, de bastarse a sí mismos. Pero esta insuficiencia no existe y sólo se experimenta con relación a la totalidad. Respecto del todo, cada momento es, en efecto, abstracción y, como tal, insuficiente. “Los dos primeros momentos de la triplicidad son momentos abstractos, no verdaderos; por esa misma razón, son dialécticos, y se convierten en sujeto gracias a esta negatividad suya.”10

        Así es desde el principio en la Lógica de Hegel. El ser y la nada no existen como tales para constituir el devenir por medio de síntesis. Por el contrario, el devenir es la primera realidad concreta de la cual el ser y la nada se presentan sólo como abstracciones en su insuficiencia y su contradicción.

        “Yendo al fondo de las cosas, se encuentra todo el desarrollo incluido en ese germen.”11 Se lo encuentra incluido porque en realidad la totalidad concreta, lejos de estar construida a partir de términos abstractos, insuficientes y contradictorios y haber sido puesta en movimiento por el hecho mismo de la contradicción de los mismos, de su insuficiencia y su abstracción, es, por el contrario, el fin que atrae a sí todo el devenir y que, por su presencia, ya actuante desde el principio, vuelve sensible la abstracción, la insuficiencia, la contradicción de cada término.

        En resumen, esta concepción de la totalidad, obra maestra del método dialéctico hegeliano:

      1° Implica un, mundo finito, una historia concluida, o, por lo menos, cuyo término puede percibirse;

        2° Implica que conozcamos ese fin, sin lo cual la circularidad necesaria a la existencia de una verdad absoluta no se realiza.

        Con esta doble condición, la realidad puede ser perfectamente transparente a la razón, porque en su fondo es idéntica a la razón.

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(*) Roger Garaudy, Dios ha muerto, capítulo El método de Hegel: La dialéctica especulativa. Editorial Platina, Buenos Aires, 1965, pp. 175-178.

(1) Fenomenología del espíritu, op. cit. Prólogo, p. 4.

(2) Ibid, p. 30. Ver, asimismo, p. 9.

(3) Ibid, p. 62.

(4) Fenomenología del Espíritu, op. cit. Prólogo, p.7.

(5) Ver al respecto A. Kojève, Introduction à la lectura de Hegel, p. 466-467.

(6) Enciclopedia, § 17.

(7) Lógica, op. cit. T. II, 581.

(8) En ello está una de las diferencias más profundas entre la dialéctica hegeliana y la dialéctica marxista.

(9) Ver Lógica, I, p. 54; II, p. 566.

(10) Ibid, t. II, p. 576.

(11) Ibid, t. I, p. 54.


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