sábado, 2 de enero de 2021

Política

Lineamientos programáticos

  

La Cuestión de la Alianza Obrero-Campesina en el Programa del Partido 

Eduardo Ibarra

La alianza obrero-campesina es una alianza estratégica que cubre un proceso que va de la revolución socialista a la construcción del socialismo y algunas etapas a lo largo de ese proceso.

Mariátegui sostuvo:


La doctrina socialista es la única que puede dar un sentido moderno, constructivo, a la causa indígena, que, situada en su verdadero terreno social y económico, y elevada al plano de una política creadora y realista, cuenta para la realización de esta empresa con la voluntad y la disciplina de una clase que hace hoy su aparición en nuestro proceso histórico: el proletariado” (Ideología y política, p. 188).

De hecho, aquí Mariátegui sostiene la necesidad de la alianza obrero-campesina en la revolución y, concretamente, postula la dirección del proletariado en el cuadro de la misma.

La revolución de nueva democracia o, más exactamente, la etapa novodemocrática de nuestra revolución socialista no es posible sin la alianza obrero-campesina. Por eso “la cuestión campesina es una parte de la cuestión general de la dictadura del proletariado” y, por tanto, el campesinado debe convertirse en reserva del proletariado, en aliado de éste” (Stalin, Los fundamentos del leninismo).

Después de la liquidación de la semifeudalidad y el desarrollo de la diferenciación campesina (crecimiento de los campesinos ricos), la dictadura derivada de la revolución no puede ser sino la dictadura del proletariado y de los campesinos pobres. 

La alianza obrero-campesina ha pasado por diversas etapas en lo que va del proceso de nuestra revolución socialista. La primera etapa cubre el período 1928-1930 (el de la acción de Mariátegui y el PSP), y es cuestión de determinar mediante un estudio minucioso las etapas subsiguientes. Es importante esta cuestión para constatar cuándo y cómo se efectivizó la alianza obrero-campesina, cuándo y cómo esta alianza anduvo rota.

Todo marxista sabe la importancia que tiene la alianza obrero-campesina en el trabajo de masas de la vanguardia, en la construcción del frente unido, en la revolución. Por eso puede decirse que su consideración en el Programa del Partido es ociosa. Pero ocurre que, a lo largo de la experiencia internacional de la revolución (desde la Comuna de París hasta hoy) la relación entre la clase obrera y el campesinado no ha sido un camino fácil y, de hecho, ha presentado a veces problemas de envergadura.

Por eso es necesario subrayar, muy enfáticamente, que sin la alianza obrero-campesina no es posible desarrollar la causa proletaria y, por tanto, hoy como ayer, hay que ir al campo, hay que ganar al campesinado a la idea de la revolución, a la idea del socialismo.

Esta constatación basta para reconocer que la cuestión de la alianza obrero-campesina debe considerarse en el Programa del Partido.

17.06.2019.


Economía

Neoliberalismo y Ley de Promoción Agraria1 

César Risso

SE DICE, por parte de los empresarios, que la Ley de Promoción Agraria que se ha derogado recientemente, ha sido la base del dinamismo del sector agroexportador. Pues bien, esto lleva a dos conclusiones: la primera es que de ser así, sería el modelo anhelado para el dinamismo o crecimiento de la actividad privada en su conjunto; la segunda sería que los llamados “sobrecostos laborales” son efectivamente una traba en el desarrollo económico del sector agropecuario y de nuestra economía en su conjunto.

        Curiosamente, los especialistas en la medición del crecimiento e impactos positivos de la agroexportación, aplicando técnicas econométricas, llegan a la siguiente conclusión: “A pesar de la evolución favorable de distintos indicadores, así como de los beneficios mencionados, la evidencia econométrica sobre los efectos de la Ley de Promoción Agraria es limitada.”2


“Muchos especialistas coinciden en que el despegue de las agroexportaciones, en un contexto de apertura comercial, ha sido posible gracias a la Ley de Promoción del Sector Agrario (LPA). Esta ley, que fue aprobada en octubre de 2000, introdujo una serie de beneficios, como el pago de 15 por ciento como concepto de impuesto a la renta, depreciación acelerada, recuperación anticipada del IGV, pago de una remuneración diaria (RD) que incluye la CTS y las gratificaciones, y un aporte mensual de 4 por ciento a la seguridad social a cargo del empleador. Estos se reflejan en costos laborales no salariales de 21 por ciento del salario bruto, en comparación al régimen laboral general, cuyos costos representan el 57 por ciento”3

Con estas medidas es imposible no crecer. Si las empresas pagan solo la mitad del impuesto a la renta, si pueden depreciar aceleradamente, esto es, recuperar el valor monetario de las máquinas y equipos, si pueden recuperar anticipadamente el IGV (devolución del IGV), y pagos de remuneraciones diarias que incluyen la CTS y las gratificaciones, entonces el supuesto crecimiento no es otra cosa que una repartición del valor creado por los trabajadores que favorece largamente a los empresarios.

        ¿Qué es lo que ha estado sucediendo en el sector agroindustrial que ha provocado la reacción organizada y masiva de los obreros agrícolas?


“La CGTP dice en un comunicado emitido que la Ley 227360, Ley de Promoción Agraria, conocida como Chlimper, modifica las reglas laborales. ‘En la remuneración se incluye la CTS, 2 gratificaciones, y las vacaciones anuales, anulando los beneficios sociales de 270 mil trabajadores agroindustriales’, señala el sindicato que además contabiliza dicha acción como un ahorro por parte de los empresarios de S/. 1200 millones.”4

Además de afectar considerablemente a los trabajadores en sus remuneraciones y en la jornada laboral, esta Ley afectó a los llamados sectores vulnerables al restar recursos al Estado para la función de protección:


“Un estudio objetivo habría revelado que entre 2005 y 2020 el fisco perdió S/. 2,900 millones y que EsSalud perdía S/. 300 millones al año”5

Si sumamos lo que las empresas se han “ahorrado” por el régimen laboral que las ha venido beneficiando con las ventajas tributarias, se tendría una suma de 4100 millones de soles, en términos gruesos, que pasaron a engrosar las utilidades de estas empresas.

        Esta Ley que raya en la esclavitud, es poco más o menos lo que la burguesía en el Perú ha estado tratando de imponer. Las ganancias a las que aspiran pasa necesariamente por la sobre explotación de los trabajadores, disfrazando su discurso con argumentos supuestamente técnicos. Su propuesta de eliminar los derechos laborales (vacaciones, gratificaciones, etc), que de manera recurrente han venido exigiendo, no ha prosperado debido a la actitud vigilante de los mismos trabajadores, como en el caso de los jóvenes, en quienes se quiso aplicar estas medidas como una suerte de plan piloto para hacerlas extensivas a todos los trabajadores.

        El llamado modelo neoliberal vigente en el Perú y en el mundo, destaca la necesidad del libre mercado, puesto que, según los intelectuales burgueses, este sería el mejor asignador de recursos. Por esto es que señalan que no debe de haber salario mínimo, sino que más bien el salario se debe determinar por la “ley” de la oferta y la demanda de la fuerza laboral. Si, por ejemplo, por el libre mercado, el salario fuese de 500 soles, entonces el Estado no debería intervenir, puesto que la oferta y la demanda así lo determinan. Esto estaría significando, según el libre mercado, que hay un exceso de fuerza de trabajo, o que hay una escasa demanda de fuerza de trabajo. Cada quien puede imaginarse cómo se puede resolver el problema de este ridículo salario, sabiendo que la canasta básica familiar es de S/ 1408 por hogar.

        De ser la situación de un exceso de oferta de fuerza de trabajo, entonces el asunto es cómo reducir la cantidad de trabajadores; pero si fuese de una escasez de demanda de fuerza de trabajo, que no sería sino el reverso de la situación anterior, habría que ver igualmente la forma de resolver el problema. La pregunta sería ¿para quién es un problema el exceso de oferta de fuerza de trabajo? Este exceso de fuerza de trabajo permite que la burguesía, basándose en el libre mercado, pueda justificar salarios miserables. De modo que este supuesto exceso de oferta de fuerza de trabajo favorece los intereses de la burguesía que así puede justificar que, independientemente de su voluntad, por las leyes “naturales” de la oferta y la demanda, se determine el salario de “equilibrio”.

        Sin embargo, lo que apreciamos con la Ley de Promoción Agraria, es precisamente la intervención del Estado. Esta ha servido para beneficiar tributariamente a las empresas agroindustriales, así como para afectar los ingresos de los trabajadores. De modo que, aquello que es válido en términos generales, universalmente, en la conciencia burguesa, para el normal desenvolvimiento de la economía, es decir, el libre mercado, resulta no siendo válido cuando se trata de sacar el máximo provecho. El Estado burgués, es aprovechado por la clase social que lo sostiene y a la que representa, para beneficiarse a través de normas legales que permite redistribuir la riqueza creada por los trabajadores, haciendo mucho mayor la tajada que se apropia. La ganancia no es otra cosa que la apropiación legal por la burguesía de parte de la riqueza que ha sido creada por los trabajadores, y que con la Ley de Promoción Agraria, se amplía considerablemente a costa de privar a los trabajadores de una porción mayor de la que ellos han creado, reduciéndolos a la situación de parias.

        Este neoliberalismo, que tiene como sustento la desregulación y el retiro del Estado de la actividad empresarial, que desprotege a los trabajadores, y que busca de todas las formas posibles agigantar las ganancias, que postula el libre mercado como la panacea para toda la sociedad, renuncia por sus propios intereses al libre mercado y recurre al Estado cuando así le parece, cuando así le conviene, como en la Ley de Promoción Agraria.

        Es ya un estribillo escuchar a los representantes de la burguesía en los gremios empresariales decir que las pequeñas empresas no podrán soportar el aumento de remuneraciones de los trabajadores, que éstas no podrán pagar el impuesto a la renta, etc. Pareciera que las empresas informales y pequeñas existen para que las grandes empresas puedan justificar su ventajosa situación.

        El neoliberalismo vigente actualmente, se da para proteger los intereses de la burguesía y promover la sobre explotación de los trabajadores.

        Dentro de poco, con seguridad, toda la burguesía empezará a exigir el mismo tratamiento laboral y tributario que el sector agroexportador. Argumentando el éxito de la agroexportación, propondrán que esta debería ser la nueva “normalidad” económica que nos permita aumentar la inversión privada y con ello ubicarnos en el primer mundo. Este es el cuento que los intelectuales burgueses y los representantes de los gremios empresariales, quieren que brote espontáneamente en la conciencia de los trabajadores.

        Por ahora los trabajadores no ven la propuesta general de la burguesía, sino solo las necesidades inmediatas de los trabajadores. Esto es lo que no permite avanzar a las clases trabajadoras a nivel nacional. Ven la situación en la empresa que laboran, o en el sector de empresas en el que laboran, pero en su conciencia no se funde en una visión única la situación, de la que son víctimas, y que es la misma en el conjunto de nuestra sociedad, y que el Estado, más allá de algunas actitudes y propuestas, incluyendo el llamado “populismo”, es justamente el representante de los intereses de la burguesía, como se ha demostrado en los hechos hasta la saciedad.

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(1) “Ley del régimen laboral agrario y de incentivos para el sector agrario y riego, agroexportador y agroindustrial”. En https://es.scribd.com/document/489391625/Ley-Agraria-2#fullscreen&from_embed

(2) https://www.bcrp.gob.pe/docs/Publicaciones/Revista-Moneda/moneda-181/moneda-181-06.pdf

(3) Ibíd.

(4) https://cuadernoborrador.com/2020/11/30/ica-arde-en-protestas-contra-la-agroexportacion-%F0%9F%9A%A8/

(5) https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=896399094438836&id=408068936605190

Internacionales

 

La Disputa Comercial Capitalista por la Vacuna, Entre Patentes y Ganancias Millonarias 

Eduardo Camín

ANTE LA EVIDENCIA DE QUE LOS PAÍSES RICOS del núcleo central del capitalismo tienen suficientes dosis para vacunar a todo el mundo casi tres veces mientras las naciones pobres no tienen siquiera vacunas para llegar a los trabajadores sanitarios y a las personas en situación de riesgo, la Organización Mundial de Comercio explora la forma en que la política comercial puede contribuir a asegurar su rápido despliegue.

En la nota informativa “Desarrollo y distribución de vacunas contra la Covid 19 en todo el mundo”, la secretaria de la OMC analiza el comercio en relación con la producción, la fabricación y el despliegue de la vacuna contra la Covid 19.

Parece obvio que ante semejante flagelo todos los avances científicos tienen que coordinarse, poniendo todas las estructuras de la ciencia y medicina a disposición, pero en realidad no es así. Estamos presenciando lo contrario, un ejemplo brutal de lo nocivo que es que la salud, incluida la investigación científica y producción de vacunas cuando están en manos privadas.

Y esto no es un asunto menor ya que las necesidades insatisfechas -a pesar de algunos avances-, las enfermedades prevenibles con vacunas siguen siendo una de las causas principales de morbilidad y mortalidad.

        La adopción de nuevas vacunas por parte de los países con ingresos medianos y bajos (donde la carga por enfermedades suele ser la más alta) ha sido históricamente más lenta que en los países con ingresos altos.

 

En 67 países sólo se podrán vacunar al 10%

Según un informe de la Oxfam, nueve de cada 10 personas en los países pobres no tendrán acceso a la vacuna contra la Covid 19 el próximo año.

        Cerca de 70 países pobres -67 para ser más preciso – solo podrán vacunar una de cada 10 personas, a menos que los gobiernos y la industria farmacéutica tomen medidas urgentes para asegurarse de que se produzcan suficientes dosis, advierte un grupo de organizaciones activistas.

Las naciones más ricas han comprado suficientes dosis para vacunar casi tres veces más de lo necesario a toda su población para finales de 2021 si se aprueba el uso de las vacunas. Canadá encabeza la clasificación con suficientes dosis para vacunar a cada canadiense cinco veces.

Los datos actuales muestran que los países ricos, que representan apenas el 14% de la población mundial, han adquirido el 53% de todas las vacunas más prometedoras. Organizaciones como Amnistía Internacional, Frontline AIDS, Global Justice Now y Oxfam, forman parte de una alianza que reclama una vacuna universal.

Anna Marriott responsable de políticas de salud de Oxfam, afirma “que nadie debería quedarse sin vacuna que salva vidas por culpa del país en el que vive o por la cantidad de dinero que tiene en el bolsillo. A menos que algo cambie dramáticamente, miles de millones de personas en todo el mundo no recibirán vacuna segura y efectiva contra la Covid19 en los próximo años”.

Por su parte, Heidi Chow, de Global Justice Now añade “todas las empresas farmacéuticas y las instituciones de investigación que trabajan en una vacuna deben compartir la ciencia, los conocimientos tecnológicos y la propiedad intelectual que subyacen a su vacuna para que puedan producir dosis seguras y eficaces. Los gobiernos también deben asegurarse de que la industria farmacéutica antepone la vida de las personas a sus propios beneficios”.

Hasta ahora las dosis de Moderna y el 96% de Pfizer BioNTech han sido adquiridas por los países ricos. En cambio, Oxford AstraZeneca se ha comprometido a proporcionar el 64% de sus dosis a las poblaciones de los países en desarrollo.

Los acuerdos de Oxford-AstraZeneca también se han suscrito en su mayoría con algunos de los grandes países en desarrollo como China e India, mientras que la mayoría de los países en desarrollo no han hecho tratos y tienen que compartir el fondo común de vacunas Covax entre ellos.

Steve Cockurn, director de Justicia Económica y social de Amnistía Internacional, declaró que “El acaparamiento de vacunas socava activamente los esfuerzos mundiales para asegurar que todo el mundo, en todas partes, puedan estar protegido contra el Covid 19”. 

“Los países ricos tienen claras obligaciones en materia de derechos humanos, no solo abstenerse de adoptar medidas que puedan perjudicar el acceso a las vacunas en otros lugares del mundo, sino también cooperar y prestar asistencia a los países que la necesiten. Al comprar la gran mayoría del suministro de vacunas del mundo, los países ricos incumplen sus obligaciones en materia de derechos humanos”, añadió.

Las vacunas desarrolladas por AstraZeneca-Oxford, Moderna y PfizerBioNTech han recibido más de cinco mil millones de dólares de financiación pública, lo que, según la Alianza, les confiere la responsabilidad de actuar en el interés público mundial.

Es evidente que los países ricos del núcleo central del capitalismo tienen suficientes dosis para vacunar a todo el mundo casi tres veces, mientras que los países pobres no tienen ni siquiera vacunas para llegar a los trabajadores sanitarios y a las personas en situación de riesgo.

El sistema actual, en el que las empresas farmacéuticas utilizan fondos gubernamentales para la investigación, retienen los derechos exclusivos y mantienen su tecnología en secreto para aumentar sus beneficios, muestra la miopía de una política que podría costar muchas vidas.

Varios líderes de alto nivel de la salud pública, organizaciones religiosas, de justicia racial y laboral tratan de crear los mecanismos para generar conciencia con el objetivo de apoyar una vacuna universal, que cuenta con el apoyo de algunas personalidades como Cyril Ramaphosa, Imran Khan, Ellen Jhonson Sirleaf, Helen Clark, Mary Robinson, Joseph Stiglitz o Thomas Piketty entre otros.

Los discursos de los gobernantes del mundo y el conjunto de los grandes medios de comunicación hablan todo el tiempo sobre el coronavirus y cómo enfrentarlo, pero es imprescindible identificar en primer lugar que estamos en manos de una siniestra cúpula política burguesa comandada por un núcleo de países industrializados, en asociación con corporaciones financieras.

La lógica cotidiana del sistema capitalista manifiesta un desprecio total por la vida humana, ya que está ordenado por sus ganancias.

La cuestión de acceso a la vacuna tiene como telón de fondo la brutal guerra comercial que libran las principales potencias capitalistas del planeta para obtener una ventaja, en una carrera comercial y una disputa irracional entre potencias que adquiere dimensiones trágicas.

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(*) Eduardo Camín. Periodista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

Fuentes: Rebelión / CLAE

Campesinado y socialismo

 

Indigenismo y Socialismo

Intermezzo Polémico*

José Carlos Mariátegui

NO ME TOCARÍA RESPONDER a la crítica de Luis Alberto Sánchez –quien en el último número de Mundial arremete contra el indigenismo de los costeños– si en uno de sus acápites no me mencionara y –refiriéndose sin duda a lo que he dicho a veces en Mundial– no me atribuyera la diversión teorética de oponer, como gallos o boxeadores, colonialismo e indigenismo. Y si además, no citara la revista de doctrina y polémica que dirijo. Porque, en verdad, no me siento responsable de las contradicciones y ambigüedades que Sánchez denuncia, ni he asumido, en general, la actitud que mi colega condena uniformando inexactamente en ella a todos los escritores costeños, sin excluirse él mismo, acaso porque de otro modo su artículo no habría podido empezar con la palabra nosotros.

        Con la impaciencia y nerviosidad peculiares a “nosotros los costeños”, Sánchez reclama absoluta coherencia y rigurosa unidad –tal vez si hasta unanimidad– en algo que no es todavía un programa sino apenas un debate, en el cual caben voces e ideas diversas, que se reconozcan animadas del mismo espíritu de renovación. La crítica de Sánchez mezcla y confunde todas las expresiones positivas y negativas del movimiento indigenista. Sin distinguir al menos las expresiones teoréticas de las estéticas y de las prácticas, exige una perfecta congruencia entre especulaciones críticas, afirmaciones doctrinales e imágenes poéticas, de todo lo cual hace previamente una ensalada para enfadarse, luego, de encontrar juntas tantas cosas. Mi estimado colega me permitirá que le diga que la confusión está más en el sujeto que en el objeto.

        Los indigenistas o pseudo-indigenistas, a su juicio, adoptan simultáneamente los puntos de vista de Valcárcel y López Albújar. Pero este es un error de su visión. Que se contraste, que se confronte dos puntos de vista, no quiere decir que se les adopte. La crítica, el examen de una idea o un hecho, requieren precisamente esa confrontación, sin la cual ningún seguro criterio puede elaborarse. Las tendencias o los grupos renovadores no tienen todavía un programa cabalmente formulado ni uniformemente aceptado. Como he escrito, polemizando con Falcón, mi esfuerzo no tiende a imponer un criterio, sino contribuir a su formación. Y, a riesgo de resultar demasiado lapalissiano, debo recordar a Sánchez que un programa no es anterior a un debate sino posterior a él.

        El conflicto entre la tesis de Valcárcel y Ló­pez Albújar, por otra parte, no está esclarecido. No es cierto, como Sánchez pretende, que del estudio de López Albújar "surja la necesidad de ir a la raza indígena, pero para exterminar­la". No, querido Sánchez. Seguramente, López Albújar, -cuya aptitud para opinar sobre las consecuencias de su propio estudio es inobjeta­ble-, no piensa de este modo.

        Sánchez llega a una conclusión precipitada, simplista, dogmática, como las que reprocha a los indigenistas de la hora undécima. Si relee "con la calma y la hondura precisas" el estu­dio de López Albújar encontrará que el nove­lista piurano hace preceder sus observaciones sobre la “psicología del indio huanuqueño” por una prudente advertencia. "El indio –escribe- es una esfinge de dos caras: con la una mira al pasado y con la otra al presente, sin cuidar­se del porvenir. La primera le sirve para vivir entre los suyos; la segunda para tratar con los extraños. Ante los primeros se manifiesta co­rno es; ante los segundos, como no querría ser". "Esta dualidad -agrega- es la que norma su vida, la que lo exhibe bajo esta doble personalidad, que unas veces desorienta e indu­ce al error y otras hace renunciar a la observación por creerlo impenetrable. Una cosa es pues el indio en su ayllu, en su comunidad, en su vida íntima y otra en la urbe del misti, en sus relaciones con él, como criado suyo o co­mo hombre libre”. La mayor parte de las observaciones de López Albújar corresponde a la actitud del indio ante el blanco, ante el misti. Retratan la cara que López Albújar, desde su posición, pudo enfocar mejor.

        La llamada hipocresía del indio, según Valcárcel, es una actitud defensiva. Esto, López Albújar no lo ha contradicho en ninguna parte. El autor de Cuentos Andinos se ha limitado a registrar las manifestaciones de esa actitud defensiva. En cambio, su cuento "Ushanan Jam­pi" es una confirmación de la tesis de Valcárcel sobre la nostalgia andina.

        De Otro lado el trabajo de Valcárcel es de índole distinta del trabajo de López Albújar. Valcárcel es lírico, López Albújar, crítico. Hay en Valcárcel el misticismo, el mesianismo de la generación post-bélica, hay en López Albújar el naturalismo, el criticismo, tal vez hasta el escep­ticismo, de la generación anterior. Los planos en que ambos actúan son, en fin, diversos. No trataré, por mi parte, de conciliarlos. Pero nie­go a su diferencia -más que oposición- el al­cance que Sánchez le supone.

        El "indigenismo" de los vanguardistas no le parece sincero a Luis Alberto Sánchez. No tengo por qué convertirme en fiador de la sinceridad de ninguno. Es a Sánchez, además, a quien le toca precisar su acusación, especificando los ca­sos en que se apoya. Lo que afirmo, por mi cuenta, es que de la confluencia o aleación de "indigenismo" y socialismo, nadie que mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sor­prenderse. El socialismo ordena y define las rei­vindicaciones de las masas, de la clase trabaja­dora. Y en el Perú las masas -la clase trabaja­dora- son en sus cuatro quintas partes indíge­nas. Nuestro socialismo no sería, pues, peruano, -ni sería siquiera socialismo- si no se solida­rizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas. En esta actitud no se esconde nada de oportunismo. Ni se descubre nada de artifi­cio, si se reflexiona dos minutos en lo que es socialismo. Esta actitud no es postiza, ni fingi­da, ni astuta. No es más que socialista.

        Y en este "indigenismo" vanguardista, que tantas aprensiones le produce a Luis Alberto Sánchez, no existe absolutamente ningún calco de "nacionalismos exóticos"; no existe, en todo caso, sino la creación de un "nacionalismo pe­ruano".

        Pero, para ahorrarse todo equivoco, -que no es lo mismo que equivocación como preten­de alguien-, en lo que me concierne, no me llame Luis Alberto Sánchez "nacionalista", ni "indigenista", ni "pseudo-indigenista", pues pa­ra clasificarme no hacen falta estos términos. Llámeme, simplemente, socialista. Toda la clave de mis actitudes -y, por ende, toda su coheren­cia, esa coherencia que lo preocupa a usted tan­to, querido Alberto Sánchez- está en esta sen­cilla y explícita palabra. Confieso haber llegado a la comprensión, al entendimiento del valor y el sentido de lo indígena, en nuestro tiempo, no por el camino de la erudición libresca, ni de la intuición estética, ni siquiera de la especulación teórica, sino por el camino, -a la vez intelectual, sentimental y práctico- del socialismo.

        "El indigenismo", contra el cual reacciona belicosamente el espíritu de Sánchez, no aparece, exclusiva, ni aun principalmente, como una elaboración de la inteligencia o el sentimiento costeños. Su mensaje viene, sobre todo, de la sierra. No somos "nosotros los costeños" los que agitamos, presentemente, la bandera de las rei­vindicaciones indígenas. Son los serranos; son particularmente, los cuzqueños. Son los serra­nos más auténticos. Y, además, los más insospechables. El "Grupo Resurgimiento" no ha sido inventado en Lima. Ha nacido, espontáneamente, en el Cuzco. Y es él, con su primer manifiesto, el que se ha encargado de responder al señor José Ángel Escalante.

        No hay en mi dogmatismo alguno. Lo que sí hay es convicción, pasión, fervor. Esto creo que el propio Luis Alberto Sánchez lo ha dicho, generosamente, más de una vez. Mi espíritu no es dogmático; pero sí afirmativo. Creo que es­píritus constructivos son los que se apoyan en una afirmación, sin temor exagerado a su res­ponsabilidad y a sus consecuencias. Mi posición ideológica está esclarecida. La que está aún por esclarecer es, en todo caso, la de Luis Alberto. Si nos atenemos a su último artículo, tendremos que considerarlo, en este debate, un "especta­dor". Yo soy un combatiente, un agonista. Seguramente, es, ante todo, por esto, que no coin­cidimos.

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(*) José Carlos Mariátegui. Ideología y política, Indigenismo y socialismo.

 

 

 

Principios de Política Agraria Nacional

José Carlos Mariátegui

COMO UN APÉNDICE O COMPLEMENTO del estudio del problema de la tierra en el Perú, a que puse término en el número anterior de Mundial, estimo oportuno exponer, en un esquema sumario, los lineamientos que, de acuerdo con las proposiciones de mis estudios, podía tener dentro de las condiciones históricas vigentes, una política agraria inspirada en el propósito de solucionar orgánicamente ese problema1. Este esquema se reduce necesariamente a un cuerpo de conclusiones generales, del cual queda excluida la consideración de cualquier aspecto particular o adjetivo de la cuestión, enfocada sólo en sus grandes planos.

1.— El punto de partida, formal y doctrinal, de una política agraria socialista no puede ser otro que una ley de nacionalización de la tierra. Pero, en la práctica, la nacionalización debe adaptarse a las necesidades y condiciones concretas de la economía del país. El principio, en ningún caso, basta por sí sólo. Ya hemos experimentado cómo los principios liberales de la Constitución y del Código Civil no han sido suficientes para instaurar en el Perú una economía liberal, esto es capitalista, y cómo, a despecho de esos principios, subsisten hasta hoy formas e instituciones propias de una economía feudal. Es posible actuar una política de nacionalización, aún sin incorporar en la carta constitucional el principio respectivo en su forma neta, si ese estatuto no es revisado integralmente. El ejemplo de México es, a este respecto, el que con más provecho puede ser consultado. El artículo 27º de la Constitución Mexicana define así la doctrina del Estado en lo tocante a la propiedad de la tierra: "1.— La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de trasmitir el dominio de ellos a los particulares, constituyendo la propiedad privada. 2.— Las expropiaciones sólo podrán hacerse por causa de utilidad pública y mediante indemnización. 3.— La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, para hacer una distribución equitativa de la riqueza pública y para cuidar de su conservación. Con ese objeto se dictará las medidas necesarias para el fraccionamiento de los latifundios; para el desarrollo de la pequeña propiedad; para la creación de nuevos centros que sean indispensables para el fomento de la agricultura y para evitar la destrucción de los elementos naturales y de los daños que la propiedad pueda sufrir en perjuicio de la sociedad. Los pueblos, rancherías y comunidades que carezcan de tierras y aguas, o no las tengan en cantidades suficientes para las necesidades de su población tendrán derecho a que se les dote de ellas, tomándolas de las propiedades inmediatas, respetando siempre la pequeña propiedad. Por tanto, se confirman las dotaciones de terrenos que se hayan hecho hasta ahora de conformidad con el decreto de 6 de marzo de 1915. La adquisición de las propiedades particulares necesarias para conseguir los objetos antes expresados, se considerará de utilidad pública".

2.— En contraste con la política formalmente liberal y prácticamente gamonalista de nuestra primera centuria, una nueva política agraria tiene que tender, ante todo, al fomento y protección de la "comunidad" indígena. El "ayllu", célula del Estado incaico, sobreviviente hasta ahora, a pesar de los ataques de la feudalidad y del gamonalismo, acusa aún vitalidad bastante para convertirse, gradualmente, en la célula de un Estado socialista moderno. La acción del Estado, como acertadamente lo propone Castro Pozo, debe dirigirse a la transformación de las comunidades agrícolas en cooperativas de producción y de consumo. La atribución de tierras a las comunidades tiene que efectuarse, naturalmente, a expensas de los latifundios, exceptuando de toda expropiación, como en México, a los pequeños y aun a la de medianos propietarios, si existe en su abono el requisito de la "presencia real". La extensión de tierras disponibles permite reservar las necesarias para una dotación progresiva en relación continua con el crecimiento de las comunidades. Esta sola medida aseguraría el crecimiento demográfico del Perú con mayor proporción que cualquiera política "inmigrantista" posible actualmente.

3.—El crédito agrícola, que sólo controlado y dirigido por el Estado puede impulsar la agricultura en el sentido más conveniente a las necesidades de la agricultura nacional, constituiría dentro de esta política agraria el mejor resorte de la producción comunitaria. El Banco Agrícola Nacional acordaría la preferencia a las operaciones de las cooperativas, las cuales, de otro lado, serían ayudadas por los cuerpos técnicos y educativos del Estado para el mejor trabajo de sus tierras y la instrucción industrial de sus miembros.

4.—La explotación capitalista de los fundos en los cuales la agricultura esté industrializada, puede ser mantenida mientras continúe siendo la más eficiente y no pierda su aptitud progresiva; pero, tiene que quedar sujeta al estricto control del Estado en todo lo concerniente a la observación de la legislación del trabajo y la higiene pública, así como a la participación fiscal en las utilidades.

5.—La pequeña propiedad encuentra posibilidades y razones de fomento en los valles de la costa o la montaña, donde existen factores favorables económica y socialmente a su desarrollo. El "yanacón" de la costa, cuando se han abolido en él los hábitos, tradiciones de socialismo del indígena, presenta el tipo en formación o transición del pequeño agricultor. Mientras subsista el problema de la insuficiencia de las aguas de regadío, nada aconseja el fraccionamiento de los fundos de la costa dedicados a cultivos industriales con sujeción a una técnica moderna. Una política de división de los fundos en beneficio de la pequeña propiedad no debe ya, en ningún caso, obedecer a propósitos que no miren a una mejor producción.

6.—La confiscación de las tierras no cultivadas y la irrigación o bonificación de las tierras baldías, pondrían a disposición del Estado extensiones que serían destinadas preferentemente a su colonización por medio de cooperativas técnicamente capacitadas.

7.—Los fundos que no son explotados directamente por sus propietarios, —pertenecientes a grandes rentistas rurales improductivos—, pasarían a manos de sus arrendatarios, dentro de las limitaciones de usufructo y extensión territorial por el Estado, en los casos en que la explotación del suelo se practicase conforme a una técnica industrial moderna, con instalaciones y capitales eficientes.

8.—El Estado organizaría la enseñanza agrícola, y su máxima difusión en la masa rural, por medio de las escuelas rurales primarias y escuelas prácticas de agricultura o granjas escuelas, etc. A la instrucción de los niños del campo se le daría un carácter netamente agrícola.

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No creo necesario fundamentar estas conclusiones que se proponen, únicamente, agrupar en un pequeño esbozo, algunos lineamientos concretos de la política agraria que consienten las presentes condiciones históricas del país, dentro del ritmo actual de la historia en el continente. Quiero que no se diga que de mi examen crítico de la cuestión agraria peruana se desprenden sólo conclusiones negativas o proposiciones de un doctrinarismo intransigente.

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* Publicado en Mundial, Lima, 1º de julio de 1927.

1 Véase "El Problema de la Tierra", 7 Ensayos págs. 50-101, Volumen 2 de la primera serie Popular (N. de los E.).

Filosofía

El Concepto de Totalidad en Hegel* 

Roger Garaudy

EL CONCEPTO PRINCIPAL del método hegeliano es el de la totalidad.

        Desde la primera página del Prefacio de su Fenomenología del espíritu, Hegel evoca el carácter necesariamente sistemático de la filosofía y retoma la analogía del organismo viviente: “La anatomía –el conocimiento de las partes del cuerpo consideradas al margen de sus relaciones vitales”1 no nos permite poseer la misma cosa. “Es sólo como ciencia, o como sistema, que el saber es efectivamente real, y es sólo así que puede ser representado.”2

        Pero la totalidad, en el sentido dialéctico hegeliano de la palabra, no es una armonía simple: es la síntesis de la unidad y de la negatividad. En ella el Ser se reafirma en su identidad después de haberse negado a sí mismo. El método expresa esa estructura de la totalidad orgánica del ser: “”El método no es otra cosa que la estructura del todo expuesta en su pura esencialidad.”3

        Esa totalidad orgánica no puede concebirse de una manera estática: está en movimiento, en devenir; está viva.

        El “Todo” de la realidad no se expresa solamente por su resultado final, ni por las solas etapas del desarrollo por el que se ha encaminado, ni por el impulso inicial que lo ha llevado a ese resultado, sino por el conjunto de esos “momentos” de una totalidad orgánica viviente: “La cosa, en efecto, no se halla agotada en sus fines, sino en su actualización; tampoco el resultado es el todo efectivamente real; sólo lo es con su devenir; por sí, el fin es lo universal sin vida, lo mismo que la tendencia es sólo el impulso que falta todavía, de su realidad efectiva, y el resultado desnudo es el cadáver que la tendencia ha dejado detrás de sí”.4

        Todo conocimiento real debe pasar por tres momentos: el de lo inmediato o de lo universal abstracto, luego el de su negación, que es reflexión, mediación, y el de la totalidad concreta, de lo universal concreto, es decir, del resultado que conserva y contiene en sí el momento de la negación, de la reflexión, de la mediación.

        Decir que el método del conocimiento es dialéctico, es decir que no puede haber conocimiento inmediato. Es negar no solamente la posibilidad de poseer la verdad mediante una intuición sensible directa, sino también alcanzar la verdad por un concepto aislado. Lo propio del método dialéctico, es expresar la imposibilidad tanto de la intuición sensible directa como del aislamiento absoluto del concepto.

        Esta doble negación se basa en la consideración de la naturaleza misma del ser por conocer: si el mundo constituye una totalidad orgánica y si se mueve como un ser viviente, toda concepción estática y acabada del conocimiento, todo cercenamiento de la intuición sensible del entendimiento abstracto es ilegítimo; él no puede darnos un conocimiento real del ser así como un balde de agua arrojado al río no nos permite estudiar la corriente.

        Pero esta última metáfora es inadecuada, porque uno de los rasgos más importantes de la concepción hegeliana de la dialéctica es exigir, para que sea posible un saber absoluto, la conclusión del movimiento para el cual el Ser se constituye.

        En efecto, si una intuición sensible o un concepto no pueden adquirir todo su sentido y tener una verdad más que por sus relaciones con el todo, no podría existir ninguna realidad absoluta si el Todo no estuviera acabado. La detención definitiva de la historia es la condición primera de la posibilidad de una verdad absoluta.5

        Sólo así puede Hegel dar un fundamento a lo que para él es el criterio supremo de la verdad: la circularidad. “Lo verdadero es el devenir de sí mismo, el círculo que presupone y que tiene en el comienzo su propio fin como su objetivo, y que es efectivamente real solamente mediante su actualización desarrollada y mediante su fin.”6

        Esta noción de circularidad le es indispensable a Hegel para justificar el método de desarrollo de su sistema que tiene en sí mismo su propia prueba. Si existe, en efecto, una totalidad completa, acabada, de los conceptos y de las cosas, se puede partir no importa de dónde, porque “ese punto de vista que parece así inmediato debe, en el interior de la ciencia (es decir, del sistema, R. G.), convertirse en el resultado y aun en el resultado último; en ello alcanza nuevamente su comienzo y retorna a sí misma. Es así que la filosofía se presenta como un círculo que gira sobre sí mismo”.6

        En las últimas páginas de la Lógica a propósito de “la Idea absoluta”, Hegel señala que esta noción de circularidad es la clave de su método, de su dialéctica especulativa: “También el método de la verdad conoce el comienzo como algo incompleto, porque es comienzo; pero, al mismo tiempo, conoce este incompleto en general como algo necesario, porque la verdad no es sino el venir hacía sí mismo a través de la negatividad de la inmediación… A causa de la naturaleza del método, que se ha iniciado, la ciencia se presenta como un círculo enroscado en sí mismo…”7

        Esta concepción da un carácter finalista a la dialéctica hegeliana: el motor primero es la finalidad, y la contradicción misma no adquiere todo su sentido sino en función de esta finalidad.8 Sólo conociendo el fin se puede comprender la historia del desarrollo. Todo el desarrollo está ya contenido en el germen.9 Porque el comienzo es ya totalidad concreta y lo que en él aparece como contradictorio, como contradicción motora, no es en realidad sino la imposibilidad para ese comienzo o ese germen, o esa realidad inmediata, de bastarse a sí mismos. Pero esta insuficiencia no existe y sólo se experimenta con relación a la totalidad. Respecto del todo, cada momento es, en efecto, abstracción y, como tal, insuficiente. “Los dos primeros momentos de la triplicidad son momentos abstractos, no verdaderos; por esa misma razón, son dialécticos, y se convierten en sujeto gracias a esta negatividad suya.”10

        Así es desde el principio en la Lógica de Hegel. El ser y la nada no existen como tales para constituir el devenir por medio de síntesis. Por el contrario, el devenir es la primera realidad concreta de la cual el ser y la nada se presentan sólo como abstracciones en su insuficiencia y su contradicción.

        “Yendo al fondo de las cosas, se encuentra todo el desarrollo incluido en ese germen.”11 Se lo encuentra incluido porque en realidad la totalidad concreta, lejos de estar construida a partir de términos abstractos, insuficientes y contradictorios y haber sido puesta en movimiento por el hecho mismo de la contradicción de los mismos, de su insuficiencia y su abstracción, es, por el contrario, el fin que atrae a sí todo el devenir y que, por su presencia, ya actuante desde el principio, vuelve sensible la abstracción, la insuficiencia, la contradicción de cada término.

        En resumen, esta concepción de la totalidad, obra maestra del método dialéctico hegeliano:

      1° Implica un, mundo finito, una historia concluida, o, por lo menos, cuyo término puede percibirse;

        2° Implica que conozcamos ese fin, sin lo cual la circularidad necesaria a la existencia de una verdad absoluta no se realiza.

        Con esta doble condición, la realidad puede ser perfectamente transparente a la razón, porque en su fondo es idéntica a la razón.

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(*) Roger Garaudy, Dios ha muerto, capítulo El método de Hegel: La dialéctica especulativa. Editorial Platina, Buenos Aires, 1965, pp. 175-178.

(1) Fenomenología del espíritu, op. cit. Prólogo, p. 4.

(2) Ibid, p. 30. Ver, asimismo, p. 9.

(3) Ibid, p. 62.

(4) Fenomenología del Espíritu, op. cit. Prólogo, p.7.

(5) Ver al respecto A. Kojève, Introduction à la lectura de Hegel, p. 466-467.

(6) Enciclopedia, § 17.

(7) Lógica, op. cit. T. II, 581.

(8) En ello está una de las diferencias más profundas entre la dialéctica hegeliana y la dialéctica marxista.

(9) Ver Lógica, I, p. 54; II, p. 566.

(10) Ibid, t. II, p. 576.

(11) Ibid, t. I, p. 54.


Literatura

 

Vallejo Para No Iniciados: INTERPRETACIÓN del poema «Espergesia» de César Vallejo

Julio Carmona

ESTE POEMA ES EL QUE CIERRA el libro Los heraldos negros. En este artículo hago una interpretación que contradice en muchos aspectos la lectura de otros críticos, como es el caso de James Higgins1 cuyas ideas aquí confuto. Este texto forma parte del libro Vallejo para no iniciados. Una lectura de Los heraldos negros, recientemente publicado (diciembre de 2020). En este libro los textos de Vallejo figuran completos antes de la interpretación. En este caso, para ahorrar espacio en este medio, se presentan las partes analizadas, siguiendo el esquema de análisis usado para la interpretación.


Yo nací un día

que Dios estuvo enfermo. (1)

(1) Algunos críticos —como es el caso del ya mencionado Higgins— creen ver en esta exclamación el reflejo de una angustia. Por ejemplo, Higgins dice: «El título2 presenta al poeta como víctima del destino, que arbitrariamente lo condena a sufrir. Elaborando esta idea, la primera estrofa atribuye sus desgracias a las circunstancias de su nacimiento, insinuando que Dios malogró su creación por no estar en forma» (p. 23). Yo me resisto a aceptar la interpretación que presenta «al poeta como víctima del destino», y que «atribuye sus desgracias a las circunstancias de su nacimiento», cuando en el poema no se encuentra nada que se refiera a «desgracias». Y la única referencia habida es la constatación de este hecho: que, por descuido de Dios (descuido debido a esa acusada «enfermedad»), el locutor poético no tiene la misma característica de obediencia y conformismo (a lo Job) que tienen todos los demás seres creados por Dios cuando este está sano.


Todos saben que vivo,

que soy malo; (2) y no saben

del Diciembre de ese Enero. (3)

Pues yo nací un día

que Dios estuvo enfermo. (4)

(2) Y esos otros seres, creados en serie, lo ven diferente, a pesar de que, como ellos, está vivo; pero como no se les parece, lo consideran «malo». No es que el locutor poético se esté, atrevidamente, autocalificando de malo. Dice: que, así como ‘todos saben que vive’, igual ‘todos saben (o piensan) que es malo’. Es la punición al diferente.  

(3) Pero ellos ignoran el resultado (diciembre) de ese inicio (enero), es decir que no saben cómo acaeció su diferencia de los demás (diciembre), porque ignoran el acontecimiento originario (enero). Porque no es —como interpreta Higgins— que el «“Diciembre de ese Enero” es el estado de desolación.» Dice: «—“Diciembre” evoca esa imagen del invierno y de todo lo negativo asociado con esa estación— al cual sus tristes orígenes lo han llevado» (23). En primer lugar, no es que Diciembre tenga que ver con el invierno. En Perú, en particular, contrariamente a lo que ocurre en Europa (que es a este diciembre que se refiere Higgins), lo que se inicia es el verano. Lo que ha de interpretarse de esa frase poética es que los otros «no saben/ del Diciembre de ese Enero» (y, por lo visto, esa frase otros no saben incluye a Hinggins), y es que no saben cuál es el resultado (diciembre) de aquel comienzo (enero).

(4) Y el comienzo es que cuando el locutor poético nació (enero) «Dios estuvo enfermo», sin que eso comprometiera a su salud física o mental; el enfermo era Dios; no, el locutor poético: este es diferente, no demente.


Hay un vacío

en mi aire metafísico

que nadie ha de palpar:

el claustro de un silencio

que habló a flor de fuego. (5)

(5) Higgins dice que esta estrofa «aclara la índole de la fatalidad que persigue al poeta, aunque ya hay indicios de ella en las dos primeras. Creación malograda de un Dios enfermo, el poeta también ha resultado un hombre enfermo, en cuanto nunca ha conocido la salud espiritual gozada por los demás, sino que vive asediado por la angustia metafísica.» (Ibíd.) En principio, si se leen las dos ‘primeras estrofas’ aludidas por Higgins no se verá en ellas la ‘fatalidad’ que ahí alude. Y en ninguna parte del poema se lee que el poeta insinúe ‘ser un hombre enfermo’ que se lamente por ‘no haber conocido la salud espiritual gozada por los demás’ ni «que vive asediado por la angustia metafísica.». Todo eso es un agregado del crítico. No dice que él se sienta enfermo, sino al contrario iluminado, porque es ‘una creación malograda positiva’ —es el uso que el locutor poético hace de la antítesis, paradoja u oxímoron3— para liberarse de la ‘enfermedad espiritual generalizada’. Y no es que su aire metafísico devenga angustia. Todo lo opuesto a ello. Sin embargo, de esa apreciación negativa adjudicada a César Vallejo por Higgins, este pasa a una visión relativamente certera. Dice: «… es así porque, a diferencia de los otros, que no ven más allá de la superficie de las cosas y aceptan la vida sin cuestionarla, él ha nacido con una sensibilidad malsana [esta palabra Higgins debió ponerla entre comillas] que lo hace cuestionar y analizar todo, penetrando el velo de las apariencias para descubrir el vacío que yace detrás» (Ib.), (¿todo eso es malsano?) Y, más adelante, el crítico contradice lo dicho en la cita anterior, y asevera: «… ese “aire metafísico” es su mundo interior, donde sufre un vacío causado por su incapacidad para descubrir un sentido en la vida» (24). Pero si antes ha dicho que esa sensibilidad malsana «lo hace cuestionar y analizar todo, penetrando el velo de las apariencias para descubrir el vacío que yace detrás», ¿cómo es que después dice que «su mundo interior (…) sufre un vacío causado por su incapacidad para descubrir un sentido en la vida»? Léanse los versos donde se habla del ‘vacío de su aire metafísico’ y se verá que este es el que los demás perciben, pero que ellos nunca podrán palpar: manipular, hurgar, sentir, porque es «el claustro [la celda de retiro] de un silencio [para los demás] que habló a flor de fuego»: el fuego de la poesía que habla solo a los elegidos: creadores o lectores tocados por ese fuego.


Yo nací un día

que Dios estuvo enfermo. (6)

(6) Entonces, el locutor poético se explica a sí mismo (porque los demás: los que están demás, nunca lo entenderán) y dice que él es el producto positivo de una enfermedad de Dios, a diferencia de los otros que si-guen los designios de Dios, y son el producto negativo del estado sano del mismo Dios.


Hermano, escucha, escucha... (7)

Bueno. (8) Y que no me vaya

sin llevar diciembres,

sin dejar eneros. (9)

Pues yo nací un día

que Dios estuvo enfermo. (10)

(7) El locutor poético, entonces, no se siente un ser angustiado, al contrario. Se siente un hombre libre. Y quiere que todos puedan comprender lo que está exclamando, pero sabe que las condiciones de la libertad son silenciosas4, son condiciones que solo pueden hablar «a flor de fuego»: el fuego de la poesía, en particular, o del arte, en general. Por eso, dentro de ese «todos» hay pocos que pueden comprenderlo, son sus «hermanos» no de sangre o de apellido sino de desarraigo del sistema creado por Dios. Y por eso clama: «Hermano, escucha, escucha…».

(8) Y esa expresión «Bueno», equivale a entender que alguien lo está escuchando: el lector. Sin embargo, Higgins le da otra interpretación. Dice: «(“Bueno”) es una especie de encogimiento de hombros verbal, con el cual reconoce que su dilema no le interesa a nadie. Pero tal es su desesperación que les ruega a sus semejantes que, si no están dispuestos a escucharlo con simpatía, al menos lleven “diciembres” y dejen “eneros”, que lo libren de su desolación y le den la oportunidad de comenzar una vida nueva» (24).

(9) Pero no es como dice Higgins, pues no les dice a los demás que sean ellos que ‘lleven diciembres y dejen eneros’; es él quien dice: ‘no quiero irme sin llevar diciembres y sin dejar eneros’. Es decir, que él espera no irse sin haber logrado que otros despierten como él, que sepan cuál es el fin para el que han nacido (diciembre), lo cual implica dejar nuevos comienzos (eneros), como si dijera: antes de morir quisiera haber despertado en los demás hombres la inquietud de no avanzar hacia el morir (al fin, al diciembre) con esa resignación obsecuente, sino que tomen en cuenta, más bien, su visión poética de la vida para la que él, en todo su poemario, ha insinuado en las alternativas del amor y una nueva religión basada en la justicia para todos. Y esta visión del final (diciembre) de los hombres se complementa con la otra: ‘que no me vaya’/ «sin dejar eneros», es decir: antes de morir quisiera haber dejado el nacimiento de nuevos hombres. Y no es, como dice Higgins, que le pida a los demás «que lo libren de su desolación y le den la oportunidad de comenzar una vida nueva.» Todo lo contrario, él les pide a todos que se liberen de la sumisión a «su Dios sano».

(10) Y él lo dice porque se siente libre, y no porque salga derrotado de su enfrentamiento con la vida: que es lo esencial del libro Los heraldos negros. En otras palabras: los versos (estribillos) del poema «Espergesia»: «Yo nací un día/ que Dios estuvo enfermo», si se aplica el principio poético vallejiano del yo representativo de todos5, implica el haber despertado de esa generalidad, pues se supone que escapó a su designio de ser un obediente de lo por Dios establecido, pues a este (dada su enfermedad) se le escapó de las manos. Y eso dice que lo saben todos: de su desubicación en ese estado de cosas. Por lo tanto, es «el malo». Pero «todos» no saben del fin de ese comienzo (del diciembre de ese enero). Sin embargo, es algo que él ya ha vislumbrado. «Todos» piensan que él anda perdido en las nebulosas de su «aire metafísico», pero a este «aire» nadie lo ha de palpar, porque es «el claustro de un silencio / que habló a flor de fuego» (habló solo para él).


Todos saben que vivo,

que mastico... Y no saben

por qué en mi verso chirrían,

oscuro sinsabor de féretro,

luyidos vientos

desenroscados de la Esfinge

preguntona del Desierto. (11)

(11) Y esta estrofa es analizada por Higgins de la siguiente manera: «La quinta estrofa reanuda el intento de explicar la actitud vital que lo distancia de los demás. Aquí se refiere específicamente a su poesía, la cual está dominada por una nota de angustia desesperada» (24).6 Pero, leída la estrofa, correctamente, no aparece por ningún lado esa supuesta «angustia desesperada» a la que alude Higgins. Ya se ha visto (incluso en interpretación del mismo Higgins, aunque después se contradijera) que el poeta observa a los demás, y por eso, dice Higgins, que se nota «el intento de explicar la actitud vital que lo distancia de los demás», es decir, que «Todos» ven en él al hombre material, igual a todos, y que come como todos. Pero ese «todos» no sabe lo que él ha visto [y que de vivir encerrado no hubiera podido ver]: la muerte generalizada que causa el Destino: la Esfinge del Desierto, que siempre los envuelve en sus preguntas y los destruye. Y en esto de la Esfinge también se equivoca Higgins, porque de ella dice que: «esta misteriosa figura está calificada de “preguntona”, se trata de una transposición del epíteto, ya que en realidad es el hombre que la contempla, que se ve impulsado a hacerse preguntas sobre la vida, preguntas que la insondable estatua se niega a contestar». [Y todavía agrega:] «Así los vientos desencadenados por la Esfinge y que chillan en su poesía son una metáfora de la angustia existencial que asola la vida del poeta y encuentra expresión en sus versos» (25). Y en esta cita hay dos equívocos. Primero, porque —al menos, la Esfinge que se conoce por Edipo Rey— es la «preguntona», y eso lo saben todos por eso evitan toparse con ella.7 Y segundo equívoco: que no es la Esfinge la que desenreda esos vientos, sino el locutor poético el que dice ‘haber desenroscado esos vientos’ porque —como Edipo— ha encontrado las respuestas a sus preguntas, y es así que en el Desierto (con mayúscula para aludir a la Vida) en el que impone su poder omnímodo el Destino (representado por la Esfinge), el locutor poético ha descubierto ese «oscuro sinsabor de féretro» y ‘otros vientos diluidos’ que chillan en sus versos; no es que esos elementos descubiertos por él constituyan una angustia existencial que lo anida.


Todos saben... Y no saben

que la luz es tísica,

y la Sombra gorda...

Y no saben que el Misterio sintetiza...

que él es la joroba

musical y triste que a distancia denuncia

el paso meridiano de las lindes a las Lindes. (12)

(12) Por eso constata que todos saben eso de él. Pero no saben que la luz también es un estado puro, visible, porque es producto de la enfermedad de Dios, que se le evaporó de su «Sombra gorda». Y todos ignoran que el Misterio (lo desconocido por ellos) es la síntesis de lo sufrido: el lado imperfecto de la perfección de vida (o de la perfección debida), pero que advierte a todos cuál es el paso de sus fronteras pequeñitas (lindes) hacia las fronteras mayores de la libertad (Lindes). El poeta es el producto esquivo de la obra divina. Pero, por ello mismo, sabe que Dios les oculta algo: que son los seres humanos mismos quienes lograrán vencer al «destino», quitándose la venda de los ojos que Dios les ha puesto. Del mismo modo, como lo desobedecieron Adán y Eva para conquistar la sabiduría: para conocer el bien y el mal. Pero Dios los castigó a vivir en el mal. Entonces son los hijos de Adán y Eva los que tienen que conquistar el bien que les es negado por Dios.


Yo nací un día

que Dios estuvo enfermo,

grave. (13)

(13) En conclusión: haber ‘nacido un día que dios estuvo enfermo, grave’, le permitió al locutor poético haber descubierto el enigma de la vida, que no se condice con la resignación sino con la liberación del esclavismo, que hace al ser humano depender de un ser divino que estando sano mantiene a los productos de su creación condenados a vivir en el mal. Pero que, habiendo enfermado ese dios, les deja abierta la opción de su liberación, que es la conquista del bien. Y esta declaración de sentencia de su libertad, el locutor poético la va a desplegar —de manera indubitable— en Trilce y en sus libros últimos.

        COMPRENSIÓN del poema «Espergesia»

        Este último poema ha desconcertado y apasionado y conmovido a muchos lectores. Pero, al ser asumido aisladamente, ha llevado a explicaciones múltiples y sesgadas; no, así, si se lo toma como una síntesis que conforman las dos últimas estancias [una síntesis, digo, de la tesis que componen las dos primeras estancias, y de la antítesis que conciertan las dos estancias intermedias]. Una síntesis de la que «Espergesia» es el modelo mayor, que anticipa la libre poestética que CV desarrollará a partir de Trilce8. Si se observa bien, a diferencia de todos los demás poemas que lo preceden, en este ya se ha prescindido de las estrofas tradicionales, de la métrica y de la rima, lo cual indica que está sentenciando su separación de la concepción poética modernista, y tradicional en general, de la que —no obstante— ha dejado un reconocimiento de compromiso al consignar los poemas más ligados a ella, especialmente, en la primera estancia (tanto en la forma como en el contenido).

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(1) Higgins, James (2015). César Vallejo en su poesía. Lima: Cátedra Vallejo.

(2) El significado de este título “Espergesia”, lo explica Higgins como: declaración de una sentencia.

(3) El mismo que Higgins usa como catacresis, y la define así: «juntar dos palabras desemejantes».

(4) Según Erich Fromm existe un miedo, generalizado, a la libertad. Y Pierre Bourdieu dice: «Marx sugería que, de cuando en cuando, algunos individuos consiguen liberarse tan completamente de las posiciones que les son asignadas en el espacio social que pueden aprehender ese espacio como un todo y transmitir su visión a aquellos que todavía están prisioneros de la estructura».

(5) Ver en el poema «Absoluta» los versos: «Oh lo que es uno / por todos».

(6) Del mismo modo, André Coyné dice que en «Espergesia» CV está «más lejos que nunca de la esperanza».

(7) Ver los poemas «El palco estrecho» y «La voz del espejo» en los que se alude a la Esfinge con el sentido de «preguntona» que CV le da aquí. El error no está en el escritor sino en el lector.

(8) Y es una concepción de la que Julio Ortega dice que en Trilce «la perspectiva idealista ha desaparecido casi del todo y con ella la presencia dramatizante de Dios». Por su parte, Álvaro Mendoza dice: «Trilce representa un sólido avance del proyecto vallejiano. En primer lugar, la hipótesis religiosa desaparece. Su autor la abandona».