Espontaneidad y Dirección Consciente*
Antonio Gramsci
SE PUEDEN DAR VARIAS DEFINICIONES de
la expresión espontaneidad, porque el fenómeno al que se refiere es
multilateral. Hay que observar, por de pronto, que la espontaneidad pura
no se da en la historia coincidiría con la mecanicidad pura. En
el movimiento más espontáneo los elementos de "dirección
consciente" son simplemente incontrolables, no han dejado documentos
identificables. Puede por eso decirse que el elemento de la espontaneidad es
característico de la "historia de las clases subalternas", y hasta de
los elementos más marginales y periféricos de esas clases, los cuales no han
llegado a la consciencia de la clase para sí y por ello no
sospechan siquiera que su historia pueda tener importancia alguna, ni que tenga
ningún valor dejar de ella restos documentales.
Existe,
pues, una multiplicidad de elementos de dirección
consciente en esos movimientos, pero ninguno de ellos es predominante
ni sobrepasa el nivel de la ciencia popular de un determinado
estrato social, del sentido común, o sea, de la concepción del
mundo tradicional de aquel determinado estrato.
Este
es precisamente el elemento que De Man contrapone empíricamente al marxismo,
sin darse cuenta (aparentemente) de que está cayendo en la misma posición de
los que, tras describir el folklore, la hechicería, etc., y tras demostrar que
estos modos de concebir tienen una raíz históricamente robusta y están
tenazmente aferrados a la psicología de determinados estratos populares, creyeran
haber superado con eso la ciencia moderna y tomaran por ciencia
moderna los burdos artículos de las revistas de difusión popular de la
ciencia y las publicaciones por entregas. Este es un verdadero caso de
teratología intelectual, del cual hay más ejemplos: los hechiceristas relacionados
con Maeterlinck, que sostienen que hay que recoger el hilo de la alquimia y de
la hechicería, roto por la violencia, para poner a la ciencia en un camino más
fecundo de descubrimientos, etc. Pero De Man tiene un mérito incidental:
muestra la necesidad de estudiar y elaborar los elementos de la psicología
popular, históricamente y no sociológicamente, activamente (o sea, para
transformarlos, educándolos, en una mentalidad moderna) y no descriptivamente
como hace él; pero esta necesidad estaba por lo menos implícita (y tal vez
incluso explícitamente declarada) en la doctrina de Ilich (LENIN), cosa que De
Man ignora completamente. El hecho de que existan corrientes y grupos que
sostienen la espontaneidad como método demuestra indirectamente que en todo
movimiento "espontáneo" hay un elemento primitivo de dirección
consciente, de disciplina. A este respecto hay que practicar una distinción
entre los elementos puramente ideológicos y los elementos de
acción práctica, entre los estudiosos que sostienen la espontaneidad como método inmanente
y objetivo del devenir histórico versus los politicastros que la sostienen como
método "político". En los primeros se trata de una concepción
equivocada; en los segundos se trata una contradicción inmediata y mezquina que
trasluce un origen práctico evidente, a saber, la voluntad práctica de
sustituir una determinada dirección por otra. También en los estudiosos tiene
el error un origen práctico, pero no inmediato como el caso de los políticos.
El apoliticismo de los sindicalistas franceses de anteguerra contenía ambos
elementos: era un error teórico y una contradicción (contenía el elemento soreliano y
el elemento de concurrencia entre la tendencia anarquista-sindicalista y la
corriente socialista). Era, además, consecuencia de los terribles hechos de
París de 1871: la continuación, con métodos nuevos y con una teoría brillante,
de los treinta años de pasividad (1870-1900) de los obreros franceses. La lucha
puramente económica no podía disgustar a la clase dominante,
sino al contrario. Lo mismo puede decirse del movimiento catalán, que no
"disgustaba" a la clase dominante española más que por el hecho de
que reforzaba objetivamente el separatismo republicano catalán, produciendo un
bloque industrial republicano propiamente dicho contra los terratenientes, la
pequeña burguesía y el ejército monárquico. El movimiento torinés fue acusado
al mismo tiempo de ser espontaneísta y voluntarista o
bergsoniano (!).
La
acusación contradictoria muestra, una vez analizada, la fecundidad y la justeza
de la dirección que se le dio. Esa dirección no era abstracta, no
consistía en una repetición mecánica de las fórmulas científicas o teóricas; no
confundía la política; la acción real, con la disquisición teorética; se
aplicaba a hombres reales, formados en determinadas relaciones históricas, con
determinados sentimientos, modos de concebir, fragmentos de concepción del
mundo, etc., que resultaban de las combinaciones espontáneas de
un determinado ambiente de producción material, con la casual aglomeración
de elementos sociales dispares. Este elemento de espontaneidad no
se descuidó, ni menos se despreció: fue educado, orientado, depurado de todo
elemento extraño que pudiera corromperlo, para hacerlo homogéneo, pero de un
modo vivo e históricamente eficaz, con la teoría moderna. Los mismos dirigentes
hablaban de la espontaneidad del movimiento, y era justo que
hablaran así: esa afirmación era un estimulante, un energético, un elemento de
unificación en profundidad; era ante todo la negación de que se tratara de algo
arbitrario, artificial, y no históricamente necesario. Daba a la masa una
conciencia teorética de creadora de valores históricos e
institucionales, de fundadora de Estados. Esta unidad de la espontaneidad y
la dirección consciente, o sea, de la disciplina, es
precisamente la acción política real de las clases subalternas en cuanto
política de masas y no simple aventura de grupos que se limitan a apelar a las
masas.
A
este propósito se plantea una cuestión teórica fundamental: ¿puede la teoría
moderna encontrarse en oposición con los sentimientos espontáneos de
las masas? (Espontáneos en el sentido de no debidos a una actividad
educadora sistemática por parte de un grupo dirigente ya consciente, sino
formados a través de la experiencia cotidiana iluminada por el sentido común, o
sea, por la concepción tradicional popular del mundo, cosa que muy pedestremente
se llama instinto y no es sino una adquisición histórica
también él, sólo que primitiva y elemental).
No
puede estar en oposición: hay entre una y otros diferencia cuantitativa,
de grado, no de cualidad: tiene que ser posible una reducción, por
así decirlo, recíproca, un paso de los unos a la otra y viceversa. (Recordar que
Kant quería que sus teorías filosóficas estuvieran de acuerdo con el sentido
común; la misma posición se tiene en Croce; recordar la afirmación de Marx en
la Sagrada Familia, según la cual las fórmulas de la política
francesa de la Revolución se reducen a los principios de la filosofía clásica
alemana.) Descuidar -y aun más, despreciar- los movimientos llamados espontáneos,
o sea, renunciar a darles una dirección consciente, a elevarlos a un plano
superior insertándolos en la política, puede a menudo tener consecuencias
serias y graves. Ocurre casi siempre que un movimiento, espontáneo de
las clases subalternas coincide con un movimiento reaccionario de la derecha de
la clase dominante, y ambos por motivos concomitantes: por ejemplo, una crisis
económica determina descontentos en las clases subalternas y movimientos
espontáneos de masas, por una parte, y, por otra, determina complots de
los grupos reaccionarios, que se aprovechan de la debilitación objetiva del
gobierno; para intentar golpes de estado. Entre las causas eficientes de estos
golpes de estado hay que incluir la renuncia de los grupos responsables a dar
una dirección consciente a los movimientos espontáneos para convertirlos así en
un factor político positivo. Ejemplo de las Vísperas sicilianas y discusiones
de los historiadores para averiguar si se trató de un movimiento espontáneo o
de un movimiento concertado: me parece que en las Vísperas sicilianas se
combinaron los dos elementos: la insurrección espontánea del pueblo italiano
contra los provenzales -ampliada con tanta velocidad que dio la impresión de
ser simultánea y, por tanto, de basarse en un acuerdo, aunque la causa fue la
opresión, ya intolerable en toda el área nacional- y el elemento consciente de
diversa importancia y eficacia, con el predominio de la conjuración de Giovanni
da Procida con los aragoneses. Otros ejemplos pueden tomarse de todas las
revoluciones del pasado en las cuales las clases subalternas eran numerosas y
estaban jerarquizadas por la posición económica y por la homogeneidad. Los
movimientos espontáneos de los estratos populares más vastos
posibilitan la llegada al poder de la clase subalterna más adelantada por la
debilitación objetiva del Estado. Este es un ejemplo progresivo,
pero en el mundo moderno son más frecuentes los ejemplos regresivos.
Concepción
histórico-política escolástica y académica, para la cual no es real y digno
sino el movimiento consciente al ciento por ciento y hasta determinado por un
plano trazado previamente con todo detalle o que corresponde (cosa idéntica) a
la teoría abstracta. Pero la realidad abunda en combinaciones de lo más raro y
es el teórico el que debe identificar en esas rarezas la confirmación de su
teoría, traducir a lenguaje teórico los elementos de la vida
histórica, y no al revés, exigir que la realidad se presente según el esquema
abstracto. Esto no ocurrirá nunca y, por tanto, esa concepción no es sino una
expresión de pasividad. (Leonardo sabia descubrir el número de todas las
manifestaciones de la vida cósmica, incluso cuando los ojos del profano no
veían más que arbitrio y desorden).
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(*) Tomado de https://www.marxists.org/espanol/gramsci/gra1931.htm
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