Literatura en
Ayacucho, la visión de Juan Alberto Osorio T.
Roque Ramírez
EL ESTUDIO O ANÁLISIS DEL PROCESO LITERARIO en Ayacucho o la investigación crítica de
algunas etapas del mismo, incluso si la indagación es acerca de la literatura generada
en el ámbito de Huamanga, es sin duda un estudio esperado, no sabemos si
largamente mas si expectante. Si es aguardado con mesura o desmesura ya depende
de la visión que tengan los lectores, y, desde luego, del punto de vista de quien
ejerza la crítica literaria del mismo. Nosotros lo recibiremos con expectativa
y emoción en tanto –como hemos dicho en varias oportunidades y por escrito- en
Huamanga se quitaron la legaña, se alertaron, profundizaron su visión del país,
se enriquecieron decenas de escritores, desde Julio Ramón Ribeyro, Oswaldo
Reynoso, Miguel Gutiérrez, Marco Martos a otros de menos fama, quienes
incluyeron los ámbitos de Ayacucho en su obra literaria, Juan A. Osorio les
dedica un ensayo más adelante. Desde luego, los escritores de Ayacucho
convivieron y saben de esa realidad fragmentada del Perú, donde nacieron.
Desde esta premisa comentamos los ensayos y artículos que se han hecho
de un estudio y análisis de diversos poetas, narradores y ensayistas que
crearon lírica y prosa en la Región de Ayacucho; los mismos que su autor, Juan
Alberto Osorio Ticona, los ha reunido bajo el nombre de Literatura en Ayacucho, Huamanga, editorial Amarti, Junio 2018. Es
un libro trabajado en décadas, sus
páginas fueron escritas en el lapso de etapas diferentes, 1978-2014 , reflejan la
labor persistente, madura y continúa de la mayoría de escritores, y muestra la
aparición de otros que con el paso del tiempo han crecido y cuajado. La mayor
parte son creadores nacidos en los lares de Ventura Ccalamaqui y Basilio Auqui,
otros como el autor del libro se huamanguinizaron y los pocos produjeron cuando
estuvieron allí conociendo ese mundo andino y fuimos acogidos en los ámbitos de
la Universidad San Cristóbal de Huamanga.
Es obvio también que el realizar un estudio
crítico sobre el desarrollo de la literatura en Ayacucho es un desafío a la vez
que implica arriesgar opiniones parciales y/u objetividades en tanto en las
décadas comprendidas se tiene que considerar un antes, un durante y un después
de sucesos sociales acontecidos que -como bien señalaba Miguel Gutiérrez-
“conmocionaron” y trastocaron la vida provinciana y tradicional de esa región.
No obstante, para Juan Alberto Osorio es menos complicado porque él conocía Huamanga,
a los escritores escrutados y, ya en ese antes, asumió un trabajo crítico al
cual se ha seguido manteniendo leal, en el que impuso su sello personal
sustentado en el estudio lingüístico, en la deconstrucción de estructuras y
connivencia con el análisis total, metodología que la habían asumido otros
críticos importantes como el cubano Fernández Retamar, quien apostaba por la imbricación
e interrelación de métodos entre el estructuralismo y el marxismo.
En todo caso, el compromiso de riesgo, si
lo hubiera, de Osorio sería mostrar complacencias subjetivistas por los amigos,
discípulos y colegas a quienes estudia; y por el contrario es imparcial, más en
esto tiene algo a su favor, el tiempo, que no lo ha desmentido respecto de opiniones
críticas dadas en diversos medios donde se difundieron los trabajos reunidos
hoy en el libro Literatura de Ayacucho.
No olvidemos que la mayor parte de artículos y ensayos los ha realizado hace décadas,
desde 1978, y hoy esos escritores abordados por él tienen una trayectoria innegable,
y con una obra reconocida no sólo en la Región sino en todo el país. Está muy claro cuáles son los propósitos de
estos estudios publicados, el autor lo explica claro en la introducción: “Como se verá, se trata de una porción de la
literatura hecha en Ayacucho, expresión de la labor académica, y de tareas en
proyección social y extensión universitaria, que fueron particularmente
intensas…”. Y no sólo es inserción académica y labor en Huamanga y su
universidad, también desde y en otras regiones.
Es un volumen interesante de estudios
porque, apasionamientos válidos aparte, en ellos se evidencia una inclinación
favorable por averiguar si poetas y narradores deconstruidos (es expresión nuestra,
no el procedimiento principal del autor) han elaborado y elaboran un trabajo
que en lo formal cumpla o supere esa condición creadora. Sin el manejo de la
forma, tanto en narración como en poesía, es difícil concederles tal función de
creadores de literatura. Con ello no quiero respaldar que lo formal sea la
única manera de validar a los productores de versos y prosa; pero sí es
necesario, en mi inmodesta opinión, en el caso de quienes han trabajado y
laboran con la belleza de la palabra, en un ámbito como lo es la Región de
Ayacucho, por las connotaciones sociales y políticas que implica. El avisado
lector crítico que es Juan Alberto Osorio, no obstante no ha evadido inferirnos
la influencia de las disturbaciones sociales en la obra de los creadores, ni el
equilibrio dicotómico entre lo social y lírico que estos expresan en su
producción.
Juan A. Osorio no establece una
periodificación del proceso literario en la
ciudad de Huamanga –ya se dijo, el libro es una reunión de trabajos
varios- por no venir al caso, pero señala que la historia de la literatura en
Ayacucho tiene dos etapas definidas antes y después de la Universidad San Cristóbal. Antes de reabrir la
universidad una literatura pasadista que tuvo influencia de una vena cusqueña
modernista y española; y después, el ingreso a una experiencia moderna vitalista
en el que los ecos de César Vallejo y Javier Heraud signan los versos de los
poetas que surgieron en los años sesenta.
El siguiente artículo comenta la poesía de
un profesor iqueño que trabajó en la U de Huamanga, Augusto Escalante y su
libro Voces y Cantos, quien aporta con su trabajo a nuevas vertientes
líricas. Luego, analiza a escritores huamanguinos que se vinculan a la U San
Cristóbal. Mas, se otorga un espacio en ese comentar obra de autores para
dejarnos ver que lo importante de la labor crítica de J.A. Osorio es su digresión
estética y social sobre la concepción miope y centralista con la que se valida
la producción literaria de las regiones: “Todo indica que aún no
hemos superado viejos hábitos y que el tratamiento literario aguarda un
replanteo que, sin olvidar el rigor y la exigencia que la realización literaria
reclama como primerísima condición, superen cercos de diversa índole. A estas
alturas se impone una visión más global y coherente de la literatura nacional,
la que sin duda revelará concepciones diversas.”
Luego continúa
con Tránsito a la poesía primer poemario de Víctor Bueno Román (Lima),
profesor en la U de Huamanga, que tiene logrados versos y un discurso optimista
en la corriente conversacional, aún vigente en los poetas de la promoción del
70. Es en el breve ensayo “La poesía ayacuchana de hoy” que hace un recuento de
los escritores que nacieron en Ayacucho, quienes publican desde 1965 y forman grupo
en torno a la revista “Masa”: Marcial Molina, Víctor Tenorio, Teodosio
Olarte y Héctor García-Blásquez; y poetas jóvenes
nucleados en torno del Círculo Javier Heraud.
De
García-Blásquez nos dice de sus versos en tono y perspectiva popular y
testimonial; de Marcial Molina con versos también de tono lingüístico popular y
quechua, e iconoclastas, en él se nota influencia de los anti poemas de Nicanor
Parra, quien por cierto es publicado en Ayacucho en la revista “Universidad”, esta
nota crítica no comenta el mejor libro de M. Molina y el más importante de la
poesía ayacuchana, La palabra de los muertos o Ayacucho hora nona,
publicado en 1988, al cual le dedica un artículo en páginas posteriores. De
Teodosio Olarte nos señala sus ecos vallejeanos, su tono iconoclasta en su
logrado poema “Sabina es también junio en Ayacucho”, incluido en la antología
de Poesía Proletaria (Victor Mazzi
T.). De Víctor Tenorio, habla poco por ser poeta no frondoso más orientado a la
narrativa, tiene versos experimentales. Igual, más adelante incluye artículos
sobre su prosa y narrativa. Hace mención
aparte del poeta Carlos
Iván Degregori y su libro Para calmar la ira de los dioses, poesía de
matiz narrativo y lenguaje sencillo, hace crónica de circunstancias y
contrastes en el mundo, logra mención
honrosa en el concurso Poeta Joven del Perú, 1970. Incluye en este período a
Artidoro Velapatiño, poeta integrante del Grupo Primero de Mayo, se afincó en
Tacna, más su poesía posee rasgos del ande ayacuchano y la vitalidad y
optimismo de su gente. Sus libros no estuvieron al alcance de J.A. Osorio.
Y concluye con quienes se afincaron en Huamanga, por trabajo en la Universidad o por seguir
estudios en la misma. En estos párrafos incluye a Víctor Bueno,
Augusto Escalante, Gloria Mendoza, Raúl Zárate y Roquelín Ramírez. De los dos
primeros ya se extendió líneas atrás. Sobre Gloria Mendoza Borda, universitaria
nacida en Puno, dice que es la de mayor trajín poético a pesar de su juventud,
ya en Cusco publica un primer libro, su poesía es hermética y alto lirismo,
apela a un “discurso de oposiciones binarias con significados testimoniales”.
Igual los comentarios sobre la poeta no incluyen los varios libros publicados
después. Luego menciona la obra de Raúl Zarate Aquino, igual estudia en la U.
de Huamanga, nacido en Jauja, su poesía es de simbolismos fónicos que generan
un lenguaje ecléctico que juega con aspectos fónicos y semánticos de la palabra,
es ganador de Juegos Florales. De Roquelín Ramírez, nacido en Piura, comenta
que en su poesía se está “atendiendo a exigencias simétricas que afectan la
estructura misma de los poemas.”
Huamanga, ya se dijo, tiene vínculos
vitales con la Universidad San Cristóbal, desde que vuelve abrir sus puertas, y
los lazos son estrechos. La universidad no sólo es dinámica de aulas sino
proyección a diversos rincones de Ayacucho. Y los escritores no pueden aislarse
de esta urdimbre, por eso Osorio analiza la prosa del poeta Víctor Tenorio en
una obra que publicó antes de 1980, Ayacucho
Y San Cristóbal, destacando los efectos que la cátedra aportó a la
ciudad y a la región. Y adelante, pág. 119, se estudia la poesía de Víctor
Tenorio en su libro Miamor Enorillas
de Cantos, un poemario que evidencia la madurez y dominio formal del verso,
su entorno intimista, su “tonalidad lírica”.
En el último artículo de Literatura en Ayacucho, J.A. Osorio, pasa a estudiar la narrativa
de Tenorio en la novela Romances de
Imilla (libraries worldwide, edición digital), año 2000, en la cual
resalta la expresión alegórica de un choque bélico (valgan redundes) entre
grupos sociales de dos mundos antagónicos, donde se profetiza que el mundo
antiguo va a ser destruido por plagas casi bíblicas para erigir uno nuevo. Hay
en la novela, sugiere Osorio, un eco de Rulfo, apelando al elemento onírico los
personajes muertos cuentan sus vivencias entre los vivos. Romances de Imilla cuyo fragmento publicamos en la Revista Q’achqa Maqui, 1978, sería la primera
novela (concluida después de ¿1985?) que incluye el subtema del conflicto que
perturbó al Perú durante esa década del
80.
A raíz del concurso literario por el
Tricentenario de la Universidad San Cristóbal, salen ganadores jóvenes estudiantes
de allí, J.A. Osorio comenta el trabajo narrativo de Manuel Granados, Julián
Pérez, Raúl Zárate, y de un narrador mayor Martín Fierro, quienes al haber
ocupado los tres primeros lugares del evento, son incluidos en la antología de
cuentos Nueva narrativa peruana,
editado por la UNSCH. En esa edad temprana los tres narradores eran la promesa
que se ha hecho realidad, salieron galardonados en otros concursos; y son
escritores representativos de sus regiones, Zárate en Junín, y Granados que ganó
en otros eventos se dedica a escribir ensayos de sociología.
Sin embargo quien ha desarrollado una labor
narrativa expectante y lograda, de obra de dimensión nacional –por ahora- es
Julián Pérez Huarancca, con dos novelas excepcionales, Retablo y Criba ganadora absoluta del
Premio Copé 2013, la cual, según R. Gonzales Vigil -jurado- “es una de las pocas novelas mejor
logradas en el aspecto de la violencia política que vivió Ayacucho y que se
propone comprender lo ya supuesto” en los años 80, al igual que Retablo, donde su alter ego desanda
los pasos que la memoria recoge desde el anexo de la comunidad de su infancia
hasta su arribo a Huamanga y saltos a otras urbes, mientras hace digresión de
la moral andina en que se cría y la moral marxista que da el sustento para
inferir los mundos, su cosmogonía andina liberadora y la estructura occidental
que lo limita. Estas novelas y la ganadora del premio Novela Corta “J. R.
Ribeyro” 2017, BCR, Anamorfosis, no son estudiadas por J.A. Osorio al haberse
publicado después o no haber llegado a sus manos.
En esta suma de
comentarios críticos, con el sub título “En Busca de la Comarca Perdida” Osorio
estudia la narrativa de Hildebrando Pérez Huarancca (hermano mayor de Julián)
en su libro de cuentos Los Ilegítimos.
Algunos aparecen antes en la Revista “Narración” de Lima, y en la Revista
“Masa” de Huamanga. Sus relatos Hildebrando los ambienta en Chukara, un mundo
andino en decadencia, despojado, sin espacio para la juventud que se obliga a
migrar y retornar. Osorio lector indica los aires que tienen estos cuentos con
el “Calixto Garmendia” de Ciro Alegría, a veces el aura de Rulfo. Para el autor
de Literatura en Ayacucho, “Los Ilegítimos constituye una
tentativa de revitalizar la narrativa nuestra, que da cuenta de una realidad
actual…que tiene presente las interferencias y las diversificaciones que operan
en el campo”.
Juan Alberto
Osorio, Doctor en Lengua y Literatura, muestra mesura en su crítica literaria,
mas es sagaz –en buen término- en sus digresiones, y no deja pasar hitos
importantes de un proceso literario en una región. Así en el artículo “Huamanga
y la Literatura Peruana”, publicado en dos partes, ha estudiado el paso y dones
dejados por poetas y narradores importantes del país que pernoctaron en Huamanga
y le cantaron o describieron sus
ámbitos, perfilaron personajes lugareños en sus obras, tales como Ricardo
Palma, Julio Ramón Ribeyro, Edgardo Rivera Martínez, Oswaldo Reynoso, Miguel
Gutiérrez Correa. Y no faltan los poetas Joaquín Olmedo, José Santos Chocano, y
los modernos como Antonio Cisneros y Marco Martos. En otros artículos habla
sobre encuentros literarios realizados en Huamanga que trajeron decenas de
poetas, narradores y ensayistas como Manuel Scorza, Antonio Cornejo Polar,
Gregorio Martínez, Alfonso La Torre,
Alfredo Bryce, José Antonio Bravo, Eliodoro Vargas Vicuña, Marcos Yauri, entre
otros.
Dijimos que este
conjunto de estudios, Literatura en Ayacucho, concluye comentando la
novela de Víctor Tenorio, Romances de Imilla. Y su penúltimo artículo lo
dedica a la poesía con el sub título de “El cantar de Marcial”, en el que habla
del poemario de mayor interés publicado en los años 80 La palabra de los muertos o Ayacucho hora nona, 1988, cuya
voz poética representa a quienes dominan la región, el país, y desde esa voz
impuesta por los de arriba se infiere lo acontecido y se sustrae la voz de los
otros opuestos. J.A. Osorio propone que la poesía de Marcial Molina, es audaz
por apelar recurso insólito de afirmar negando denuncias sociales, aparte de
asumir, in situ, como tema central el conflicto interno que se suscitaba en
esos años.
La Psicología de Vygotski: Sobre la Larga Proyección de Una Corta Biografía*
María Benel
EN NUESTRO MEDIO Y TAMBIÉN a nivel
internacional, a L.S. Vygotski se le conoce sobre todo por sus conceptos de
“mediación” y “Zona de Desarrollo Potencial”, de gran utilidad en la educación
y en la pedagogía. Sin embargo, se ha
disimulado el carácter marxista de su propuesta, hasta el punto de intentar
colocarla como una tendencia más del constructivismo o como un aporte a la
psicología cognitiva, hoy en boga. Y ya ni hablar de la teoría de la génesis
social de las funciones psicológicas superiores, centro de la propuesta de
Vygotski, la cual no se conoce o se conoce mal hasta en el ámbito de la
psicología.
Para
tener una visión global de la importante obra de Vygotski, presentamos un
comprensivo trabajo de Ángel Rivière Gómez (Madrid, 1949-2000), uno de los más
notables estudiosos y difusores de las propuestas del gran psicólogo
bielorruso. En este trabajo, Rivière realiza una descripción ordenada y más o menos
lineal de la teoría de Vygotski, así como de otros aportes conexos.
Ángel
Rivière fue un notable psicólogo español que se hizo conocido por su trabajo
con niños autistas.
I. El período de formación
Como señala el
autor, Vygotski fue “el hombre adecuado en el tiempo propicio”. Su aparición
fue facilitada por un momento histórico único: la Revolución de Octubre, que
propugnaba no solo un nuevo orden social opuesto al capitalismo, sino que en
sus primeros años generó una ebullición cultural y científica, resultado
esperado del cambio político y social.
Lev Semionovich Vygotski nació el 5 de
noviembre de 1896 en Orsha, una pequeña ciudad a orillas del río Dnieper
cercana a Minsk, capital de Bielorrusia. Al año siguiente, la familia se
trasladó a Gomel, una de las localidades bielorrusas a la que habían sido
reducidos los judíos durante la Rusia zarista. Gomel, pequeña pero muy activa,
fue en la práctica la ciudad de Vygotski. En ella vivió su infancia y juventud
e inició su actividad profesional.
La familia de Vygostski gozaba de una
posición acomodada. El padre era jefe de departamento del Banco Central y
representante de una compañía de seguros. Hombre de mente abierta y preocupado
por la cultura, gracias a su gestión se abrió una biblioteca púbica en Gomel.
La madre dominaba varios idiomas (enseñó el alemán a Vygotski desde pequeño) y
era muy aficionada a la poesía. Es probable que este estimulante ambiente
familiar influyera sobre Vygotski, segundo de ocho hijos que tuvo la pareja.
Los padres, desconfiando de la educación
que se brindaba en Gimnasium público, contrataron a Solomon Ashpiz como su
tutor privado. Durante sus años de estudiante, Ashpiz había participado en el
movimiento revolucionario, por lo que había sido deportado a Siberia. Ashpiz tuvo
una gran influencia sobre Vygotski. De profesión era matemático, pero también
enseñaba otras materias y, sobre todo, enseñaba a pensar con independencia.
Durante sus épocas de bachiller, además
de la influencia de Ashpiz, Vygotski recibió el influjo de su primo David
Vygodski, varios años mayor que él. David, quien años más tarde se convertiría
en un importante lingüista (cercano a las propuestas de Jakobson), compartía
con Lev el interés por la semiología y los problemas lingüísticos, así como la
pasión por la poesía y el teatro, y la afición por la filatelia y el esperanto.
En los dos últimos años de bachillerato,
Vygotski asistió al “Gimnasium” judío dirigido por Ratner. Al concluir,
solicitó matrícula en la Facultad de Medicina de Moscú, donde fue admitido en
1913. Sin embargo, la matrícula en dicha carrera obedecía al pedido de sus
padres. Los genuinos intereses de Vygotski eran la lingüística, la literatura,
las lenguas clásicas y la filosofía. Por tal motivo, cambió su matrícula a
Derecho (en la Universidad de Moscú no había otras carreras de humanidades) y
siguió Filosofía e Historia en la Universidad Popular Shanyavski, cuyos títulos
no eran reconocidos por las autoridades educativas pero que contaba con
destacados intelectuales que habían sido expulsados de la Universidad de Moscú
por razones políticas.
Aunque ya desde el bachillerato Vygotski
había demostrado una forma de análisis histórico y dialéctico de los
acontecimientos y temas de discusión, durante sus estudios universitarios
desarrolló aún más este “estilo mental”, en gran parte debido a la profundidad
de sus estudios de Spinoza, Hegel, Marx y Engels, que ya le eran familiares
desde antes de ingresar a la universidad. Como señala Rivière:
“Para Vygotski, la dialéctica no era un
catecismo ni un dogma, sino sencillamente la estructura misma de su modo de
pensar, casi tan natural como la respiración. Comprender un problema era, para
él, situarlo en su génesis dialéctica.” (p. 12)
Los años
universitarios de Vygotski coincidieron con los agitados años previos a la
Revolución de Octubre. Y el año decisivo, 1917, lo fue también para la
conclusión de sus estudios. Vygotski fue un hijo de su tiempo. Un gran talento
que, en otra época, habría dejado aportes importantes; pero que dentro del marco
de la Revolución de Octubre tuvo la oportunidad concreta de desarrollarse al
máximo debido a las condiciones fundacionales: una nueva sociedad, una nueva
educación, un nuevo hombre.
Al concluir sus estudios, Vygotski
regresó a Gomel, donde permaneció hasta 1924. Esos años fueron fructíferos a
nivel profesional y personal (en 1924 contrajo matrimonio con su amiga de la
infancia, Roza Smekhova), aunque en 1920 fue internado por primera vez en un
sanatorio para enfermos de TBC.
Durante estos años, tres líneas de
acción cruzaron su vida:
·
Cuestiones pedagógicas y educativas.
·
Estética, crítica y promoción
institucional del arte.
·
Cuestiones psicológicas.
En cuanto a la
primera línea de acción, “Vygotski se dedicó profesionalmente a la enseñanza en
varias instituciones de Gomel. A finales de 1918, junto con David Vygodski
comenzó a dar clases de Literatura en la Escuela de Magisterio. También dio
cursos de Estética e Historia del Arte en el Conservatorio. Además enseñó
Psicología en la Escuela Normal. Posteriormente, en los años de Moscú, daría
clases en la Academia Krupskaya de educación comunista y se haría cargo de la
cátedra de Paidología de la Segunda Universidad Estatal de Moscú. En sus
últimos años, enseñó en el Instituto Pedagógico Herzen, de Leningrado.” (p. 14)
Asimismo, en 1922 elaboró un informe
sobre “los métodos de enseñanza de la literatura en la escuela secundaria”;
posteriormente continuó con la publicación de artículos sobre pedagogía, y en
1926 apareció su libro Psicología
pedagógica, el cual recogía temas importantes de su enseñanza de Psicología
en la Escuela de Magisterio de Gomel.
La vocación pedagógica de Vygotski es
innegable, a lo que sumaba dotes para hablar en público; pero él no se quedó estancado en el practicismo
cotidiano de las sesiones de clase, sino que utilizó todas estas experiencias
concretas para la sistematización y elaboración de una propuesta que explicase
los procesos de aprendizaje y desarrollo.
Esto es lo que lo vinculó casi inmediatamente con la psicología; sin
embargo, sus propuestas y teorizaciones recién se consolidaron durante su
estadía posterior en Moscú.
En cuanto a sus intereses por la
estética, la crítica y la promoción del arte, la etapa de Gomel fue muy activa:
“… fue director de la Sección de Teatro del Comisariado de Instrucción Pública
de la ciudad y fundó una revista, Veresk,
dedicada a la crítica y a la literatura de creación de vanguardia. Además
instituyó unos ‘lunes literarios’, con reuniones en que se discutía, presentaba
y comentaba la obra de novelistas, ensayistas y poetas nuevos de la Unión
Soviética. También realizó actividades de edición con Dobkin y David Vygodski.”
(p. 16)
Las investigaciones y estudios de
Vygotski sobre estética, crítica y teoría de la literatura se recogieron en el
libro Psicología del arte, publicado
en 1925. Sin embargo, algunos de estos trabajos databan de mucho antes, como el
estudio acerca de Hamlet, fechado en 1915, y que era una muestra del precoz
talento de Vygotski quien a la edad de 19 años había compuesto un trabajo
sobresaliente “por su claridad, erudición y finura crítica”.
Los trabajos en este campo se
interrumpieron bruscamente a partir del traslado de Vygotski a Moscú en 1924.
Sin embargo, fueron de gran utilidad
para su trabajo posterior. En primer lugar, le aportaron la comprensión de la
importancia de la semiología en el lenguaje y comunicación humanos, aspecto
que la gran mayoría de psicólogos –debido a su formación unilateral-
desconocía. Y en segundo lugar, lo
dotaron de una gran sensibilidad estética, la cual se refleja en sus
penetrantes observaciones de los hechos y en sus comentarios literarios con
motivo de ilustrar sus hallazgos en la investigación pedagógica y psicológica.
En suma, le brindaron una sólida y amplia formación humanista y estética, la
cual le permitió comprender más profundamente los hechos estudiados. Igual
ocurrió con Marx y Engels, asiduos lectores de los clásicos griegos, de
Shakespeare y de Balzac; y con Lenin, voraz lector de Shakespeare y los
clásicos rusos, donde encontraron claros ejemplos de los hechos y de las clases
sociales que analizaban en sus obras.
Antes de 1924, Vygotski no había
publicado ningún trabajo de psicología. Su contacto con ella se dio gracias a
que enseñaba psicología en la Escuela de Magisterio de Gomel, donde organizó un
pequeño laboratorio para prácticas. Sin embargo, la diversidad de sus
actividades y estudios, descritos líneas arriba, evidentemente confluyeron para
que reconociera las dificultades que afrontaba la psicología como ciencia en
ese momento histórico y, además, para que estuviera mejor preparado que los
psicólogos “oficiales” para emprender la tarea de zanjar entre las tendencias
objetivistas e idealistas.
II. La
psicología soviética en los años veinte: antecedentes y condiciones
La polémica
entre la psicología introspeccionista y los nuevos enfoques objetivistas se
vivió en Europa y en EE.UU. durante los años 20 del siglo XX. Pero en la
naciente Unión Soviética alcanzó especial importancia debido al proceso
revolucionario que se estaba viviendo, donde el cambio de la base económica
exigía el cambio de la superestructura. En ese camino, los intelectuales,
científicos y hombres de partido soviéticos se habían lanzado a la búsqueda de
alternativas materialistas dialécticas para cada aspecto del conocimiento, en
concordancia con la nueva concepción del mundo que se estaba generando en su
país.
En psicología, los intentos de construir
una psicología materialista databan del siglo XVIII, con las propuestas de
Lomonosov y Raditchev, recogidas por filósofos y pedagogos “liberales” del
siglo XIX, como Bielinski, Herzen, Chernishevski y Dobroliubov. Pero fue la
propuesta de Sechenov de reducir a reflejos las funciones psicológicas, la
expresión más completa de la tentativa materialista del siglo XIX. Durante los
primeros años del siglo XX, las investigaciones de Pavlov y Bekhterev
permitieron desarrollar parte del programa de Séchenov; sin embargo, la
corriente idealista tenía gran fuerza dentro de la psicología rusa. Su
representante más destacado era G.I. Chelpanov, catedrático de la Universidad
de Moscú. Para él, la psicología “… debía estudiar las leyes del alma, que se
sirven del funcionamiento cerebral, pero no se confunden con él y tienen
identidad propia.” (p. 19) En el Congreso de Psicología de 1909, sus tesis
ganaron terreno frente a sus adversarios Bekhterev, Nétchaïev, Berstein,
Rossolimo y Lange; y en 1912 fundó el Instituto de Psicología de Moscú, el cual
se dedicó –principalmente- a desarrollar propuestas de investigación al estilo
introspectivo.
Poco después de la Revolución de
Octubre, Chelpanov dejó la dirección del instituto, pero fue restituido en
1921. Entre 1917 y 1923 no se realizó ningún congreso de psicología, habituales
en la etapa prerrevolucionaria; pero el I Congreso Pan-ruso de Psiconeurología,
convocado en 1923, permitió la manifestación de las tensiones latentes entre
idealistas y materialistas.
En dicho congreso se hizo notoria la
figura de D.I. Kornilov, discípulo de Chelpanov, quien criticó tanto la idea
“metafísica” de pretender compatibilizar el pensamiento marxista con una
psicología introspectiva (propuesta de Chelpanov) como el intento de reducir
los fenómenos psicológicos a leyes biológicas y físicas (propuesta de
Bekhterev).
Kornilov denominó “reactología” a su
propuesta, la cual consistía en estudiar, de forma objetiva, las “reacciones
humanas en su ambiente biosocial”. Las propuestas de Kornilov trascendieron
públicamente (Izvestia y Pravda publicaron notas sobre el
desarrollo del congreso) y desataron una fuerte polémica que concluyó con el
nombramiento de Kornilov como nuevo director del Instituto de Psicología de
Moscú.
La reorganización del instituto convocó
a psicólogos muy jóvenes (Luria entre ellos), quienes tenían clara la tarea
apremiante de construir una psicología marxista. Sin embargo, todos ellos
tenían una formación marxista escasa; pero se dedicaron con todas sus fuerzas a
la investigación y al estudio teórico.
Kornilov jugó un papel importante en la
orientación marxista de la psicología soviética, pero no pudo construir una
psicología coherente con dichos principios.
La psicología soviética se encontraba en
un momento crucial de definiciones cuando se realizó el II Congreso Pan-ruso de
Psiconeurología en Leningrado (enero de 1924). Kornilov presentó su artículo El método dialéctico en psicología y un
aún desconocido Vygotski presentó la ponencia El método de investigación reflexológica y psicológica.
III.
Primeros aportes de Vygotski
La cuestión
central de la comunicación de Vygotski era “… la incapacidad de la reflexología
para explicar adecuadamente la conciencia.” (p. 22) Como señala Rivière:
“Vygotski (1924) criticaba lo que él
llamaba ‘idealismo vuelto del revés’ de Bekhterev y Pavlov; es decir, la
tendencia a prescindir de lo psíquico. Advertía perspicazmente que, si bien esa
tendencia conducía a una posición de materialismo puro en la esfera limitada de
la fisiología, terminaba por llevar a un enfoque implícito de idealismo
dualista en la esfera más general del problema de las relaciones entre mente y
materia.” (p. 23)
Además, Vygotski
reconocía que la crisis de la psicología no era un hecho circunscrito a la
URSS, sino que afectaba a la ciencia psicológica mundial. Era un debate entre
una psicología elemental, incapaz de explicar las funciones psicológicas
complejas, y una psicología subjetiva de la conciencia, incapaz de formular
objetivamente las leyes de las funciones superiores. Pero, a pesar de su lucidez para identificar la raíz del problema, Vygotski
todavía no había desarrollado su teoría y seguía usando nociones reflexológicas
para acometer el problema.
Esta presentación de Vygotski produjo
una impresión positiva en los jóvenes investigadores del Instituto de Moscú,
quienes lo invitaron a que colabore con ellos. En el otoño de 1924, Vygotski
dejó Gomel para instalarse en Moscú. Su primer aporte al instituto tuvo una
extraordinaria importancia en la polémica entre materialistas e idealistas.
Esta conferencia se realizó el 19 de octubre de 1924 en las instalaciones del
instituto y se tituló La conciencia como
problema de la Psicología de la conducta. En esta presentación se puede
apreciar el rápido proceso de construcción de lo que sería la futura teoría
vygotskiana: el principio de la génesis social de la conciencia, expresado en
dos frases potentes y agudas:
“Somos conscientes de nosotros mismos
porque somos conscientes de los otros; y de modo análogo, somos conscientes de
los otros porque en nuestra relación con nosotros mismos somos iguales que los otros en su relación con nosotros.”
“La palabra es el origen de la conducta
social y la conciencia.”
No obstante, a
pesar de todos sus avances, Vygotski todavía permanecía dentro del marco
reflexológico, sin percatarse aún de que el principio de la génesis social de
la conciencia rebasaba el modelo E-R. Es por eso que la afirmación de algunos
psicólogos norteamericanos –aclara Rivière- acerca de que esta presentación
constituye “el manifiesto de la escuela histórico-cultural” es errada. Vygotski
había avanzado notablemente en sus propuestas, pero todavía no alcanzaba las
ideas fundamentales de su teoría, como por ejemplo, la naturaleza histórica y
significativa de las funciones superiores.
Desde la llegada de Vygotski a Moscú se
formó lo que se conocería como la “troika”, constituida por Luria, Leontiev y
el mismo Vygotski. A pesar de la mejor
preparación en metodología experimental y el mayor rango institucional de los
dos primeros, era Vygotski el único que poseía una formación humanista y
marxista sólida y realmente asimilada, indispensable para realizar la ambiciosa
tarea de superar la crisis de la psicología y generar una psicología desde una
concepción científica del mundo. Es así que el liderazgo intelectual de
Vygotski fue reconocido sin reparos por sus dos compañeros.
IV.
La crisis de la psicología y el aporte metateórico de Vygotski
En 1926, debido
a una grave recaída en el proceso de TBC que padecía desde 1919, Vygotski tuvo
que ser hospitalizado por un largo periodo, tiempo que aprovechó para profundizar
en el análisis de la crisis de la Psicología. Como resultado de este estudio,
redactó el ensayo El sentido histórico de
la crisis de la Psicología. Este manuscrito no se publicó en vida de
Vygotski y, después de varios avatares, recién vio la luz en 1982. Rivière
afirma que es una transición entre los anteriores escritos vygotskianos y la
nueva teoría que ya se estaba forjando.
En El
sentido histórico…, Vygotski revisa la pluralidad de enfoques existentes en
la Psicología de ese entonces, lo cual no solo significaba riqueza de ideas
sino también escisión dentro de la Psicología. Es decir, cada enfoque poseía un
corpus teórico incompatible con el de los demás.
Para Vygotski, de la misma crisis de la
Psicología debía salir la síntesis que daría solución al problema; pero para
eso, era indispensable estudiar a profundidad la verdadera naturaleza de los
enfoques que pugnaban dentro de la Psicología. Con esta propuesta, Vygotski
rechazaba los intentos de síntesis a partir de la mezcla inopinada de conceptos
provenientes de diferentes orígenes teóricos, como por ejemplo, el
“freudomarxismo”.
El estudio profundo de los enfoques en
pugna dentro de la Psicología llevaría, inevitablemente, a ubicarlos en las
concepciones materialista o idealista. Y si bien Vygotski reconocía que la
salida se encontraba en una psicología marxista, deslindaba claramente de
quienes pretendían construir una psicología marxista en base a citas, sin
profundizar en el método dialéctico ni usarlo en sus propuestas. Dice Vygotski
(citado en Rivière):
“La aplicación inmediata de la teoría
del materialismo dialéctico a los problemas de la ciencia, y particularmente a
la biología y la psicología, es imposible,
como lo es su aplicación inmediata a la historia y la sociología.” (p. 31)
Rivière señala
que en base a su sólida formación marxista, Vygotski había comprendido que
“… la relación entre la psicología
científica y la filosofía marxista no podía ser una vinculación inmediata, sino
mediata. Es decir, era preciso
construir un conjunto de categorías intermedias (…), que permitieran establecer
una relación verdadera entre los principios más generales del marxismo y las
teorías psicológicas más específicas.” (p. 31)
Lo que Rivière no señala es que el gran nexo entre la
Psicología y la propuesta marxista es el criterio de que “el ser social
determina la conciencia social”. Pero lo que se
denomina “conciencia social” no es abarcado en su totalidad por la Psicología,
sino que se limita a cómo la conformación psicológica de los individuos se
construye bajo el impacto del medio social. Y para responder a este cómo se
tiene que identificar o crear los conceptos psicológicos que expliquen el
tránsito de la vida social a la construcción psicológica de los individuos. A
todo este conjunto de conceptos, Vygotski los denominaba “psicología general”.
Es así que, para superar la crisis de la
Psicología de los años veinte del siglo pasado y generar una psicología de
veras marxista, era indispensable el establecimiento de una psicología general
cuyos conceptos y principios debían cumplir con los siguientes requisitos: no
reduccionistas, explicativos y de carácter genético (dialéctico). Es decir,
todo lo contrario a los materialistas mecánicos, que habían reducido todo a
reflejos, con lo cual era prácticamente imposible explicar la complejidad y
desarrollo de las funciones psíquicas superiores.
En el pensamiento de Vygotski influyó
mucho la Dialéctica de la naturaleza
de Engels (publicada en la URSS en 1925) y los Cuadernos filosóficos de Lenin (editados entre 1929 y 1930).
La aplicación creativa del materialismo
dialéctico en la Psicología llevó a Vygotski a proponer la actividad (que, aunque Rivière no lo dice, no es otra cosa que la
práctica, con todo el poder de universalidad que ella posee) como la unidad
fundamental de análisis en la nueva Psicología que se debía fundar.
V.
La teoría de la génesis social de las funciones psíquicas superiores
Para Vygotski,
dos conceptos centrales de su nueva teoría estaban estrechamente relacionados:
el de actividad y el de mediación. Rivière define el primero como “… la
actividad (deyatel’nost) no era
respuesta o reflejo solamente, sino que implicaba un componente de
transformación del medio con ayuda de instrumentos.” (p. 35)
En cuanto al concepto de “mediación”,
Rivière nunca lo define en su artículo, aunque realiza algunos acercamientos al
mismo.
Haciendo una extensión de las
afirmaciones de Engels, Vygotski se percató de que los signos también cumplían
un rol de herramientas o instrumentos: herramientas para la comunicación, la
regulación de la propia conducta y la de los otros, y la formación de la
conciencia. Además de Engels, un punto de partida para sus propuestas fue el
aforismo de Bacon: “Nec manus nuda, nisi
intellectus sibi permissus multum valent. Instrumentis et auxilibus res
perfictur”, cuyo significado vendría a ser más o menos el siguiente: que la
mano o el intelecto del hombre, sin las necesarias ayudas y herramientas, son
impotentes.
Ahora bien, aunque Vygotski establecía
una analogía básica entre signos y herramientas (por la función mediadora de ambos), señalaba que sería peligroso extremar
sus semejanzas o considerarlos isomórficos en cuanto a sus funciones. Vygotski
afirmaba que, mientras la herramienta
está externamente orientada y acarrea cambios en los objetos, el signo está
internamente orientado y no genera cambios en el objeto de una operación
psicológica; solo es un medio de actividad interna que aspira a dominarse a sí
mismo. Sin embargo, antes de ser medios de actividad interna, los signos son
mediaciones externas, instrumentos brindados por el medio cultural del niño.
De todo lo anterior surge la teoría de
la génesis social del individuo, es decir, la conciencia y las funciones
superiores no son el resultado de asociaciones reflejas de un cerebro aislado,
ni un despliegue de predisposiciones prefiguradas de un espíritu solitario,
sino que son el resultado de la relación entre objetos y personas; en otras
palabras, son el resultado de las condiciones objetivas de la vida social (el ser social). Esto se expresa
claramente en la Ley de la doble formación, que Vygotski expresaba así en 1930:
“En el desarrollo cultural del niño,
toda función aparece dos veces: primero, a nivel social, y más tarde, a nivel
individual; primero entre personas (interpsicológica), y después, en el interior del propio niño (intrapsicológica).” (Rivière, p. 37).
En este momento
es pertinente indicar dos definiciones más dentro de la teoría de Vygotski:
internalización y funciones superiores. En cuanto a la primera, Vygotski
consideraba que era la reconstrucción interna de una actividad externa. Como
señala Rivière,
“Para él, la internalización implicaba
una reorganización de las actividades psicológicas sobre la base de las
operaciones con signos y suponía la incorporación de la cultura al sujeto al
mismo tiempo que la configuración del propio sujeto y la reestructuración de
las actividades reflejas del organismo.” (p. 37)
Y las funciones
psicológicas superiores venían a ser “… la combinación de herramienta y signo
en la actividad psicológica.” Sin embargo, Rivière
no reflexiona más acerca de esta definición, como para hacerla más cercana
al bagaje formativo clásico de un psicólogo, donde más que de funciones se
habla de procesos psicológicos. Tampoco problematiza si el concepto “funciones
psicológicas superiores” es más pertinente o no que el de “procesos
psicológicos”, cosa que hubiera sido muy útil para comprender mejor la potencia
de la teoría vygotskiana.
Rivière sí señala la gran cantidad de fuentes
que Vygotski consultó y sintetizó para dar forma a su teoría, la cual no pudo
desarrollar más debido a su prematura muerte. Además de la comprensión cabal
del pensamiento marxista (Marx, Engels, Lenin), conocía bien la psicología de
su tiempo y recogió los aportes de Kurt Lewin, Heinz Werner, Wolfgang Köhler,
William Stern, Karl Bühler y Charlotte Bühler. Asimismo, conocía a fondo las
propuestas de la biología evolucionista y mantuvo correspondencia con V.A.
Wagner, especialista en el estudio comparativo de la conducta animal.
VI. Implicancias de la teoría vygotskiana
La tesis de la
génesis social de las funciones psicológicas superiores implicaba un
replanteamiento de las relaciones entre aprendizaje y desarrollo. Al respecto,
había dos enfoques predominantes, y aparentemente opuestos, en Psicología:
·
Una tendencia objetivista que reduce
desarrollo a aprendizaje, es decir, al número de conexiones reflejas entre E-R.
·
Una tendencia endogenista del
desarrollo, la cual asume que el desarrollo es un proceso interno, mientras que
el aprendizaje es externo y no es condición fundamental del desarrollo.
Frente a estos
dos enfoques, Vygotski propuso que, si bien aprendizaje y desarrollo no son
idénticos, el aprendizaje puede convertirse en desarrollo. Es más, el
aprendizaje sería una condición necesaria para el desarrollo cualitativo desde
las funciones más elementales a las superiores.
Además, la relación entre aprendizaje y
desarrollo no es unidireccional, sino que entre ellos se da una relación
dialéctica: determinado desarrollo previo permite el aprendizaje, pero este
aprendizaje también puede llevar al desarrollo a ir más allá de su nivel actual
y explotar todo su potencial, a partir de las ayudas y apoyos que le pueden
brindar al sujeto las personas que lo rodean.
Es así que Vygotski propuso el concepto
de Zona de Desarrollo Potencial (ZDP): “No es otra cosa que la distancia entre
el nivel actual de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver
independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado
a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en
colaboración con otro compañero más capaz.”
Rivière no lo
resalta, pero este concepto es de gran potencia,
pues muestra que el desarrollo es el resultado de la interacción entre la
disposición genética que trae un ser humano como representante de su especie y
el entorno sociocultural de la sociedad en la que se encuentra. Dicha sociedad
es la que le brinda los instrumentos que le permitirán desarrollarse como ser
humano: signos, símbolos, lenguaje. Y estos instrumentos son el resultado del
desarrollo de la especie en su lucha por la supervivencia, para lo cual se
establecen determinadas relaciones entre los seres humanos. De una manera
creativa y elegante, Vygotski aplicó los principios fundamentales del marxismo
a la Psicología.
Por otro lado, el concepto de ZDP
permite una educación que de veras estimula el desarrollo. Por el contrario, la
tendencia a considerar solo el nivel actual de desarrollo conlleva una
educación conservadora, que solo repite lo que el niño ya sabe y que va siempre
detrás de lo que el niño podría hacer.
Dentro de la propuesta teórica que
Vygotski estaba construyendo, el concepto de desarrollo poseía un lugar
central. Vygotski criticaba a los enfoques clásicos del desarrollo por reducir
todas las explicaciones a “leyes eternas de la Naturaleza” o a “leyes eternas
del Espíritu”, desconociendo la naturaleza cultural e histórica del desarrollo.
Y por eso mismo criticaba a Piaget: en el fondo de su teoría había sustituido
la “ley eterna de la Naturaleza” por la “ley de la estructura”, una fuerza
interior o lógica inmanente que guía el desarrollo del ser humano por encima de
condiciones culturales e históricas.
Para Vygotski, el desarrollo humano es
la síntesis entre maduración orgánica e historia cultural. Sin embargo, al
fundamentar su propuesta, Vygotski se percató de que era indispensable explicar
la base material del desarrollo de las funciones superiores para sustentar cómo
es que la cultura puede influir en ella.
En primer lugar, Vygotski coincidió con
Pavlov en que el Sistema Nervioso humano y el de animales cercanos al hombre
tiene como función la formación de señales. Este sistema básico, el cual
permite que estímulos inicialmente neutros tomen el valor de “señales” de otros
estímulos relevantes para la adaptación del organismo, contribuye enormemente a
la supervivencia.
Sin embargo, Vygotski se percató de que
este sistema implica una adaptación pasiva al medio, mientras que el ser humano
siempre se ha caracterizado por transformar de manera activa su entorno. De ahí
que Vygotski insistiera en que, en el caso del ser humano, el Sistema Nervioso
cumplía una función adicional: la de significación, es decir, permite la
introducción de estímulos artificiales (los signos) como nexos entre los
estímulos y el comportamiento.
En resumen, el cerebro humano tiene la
posibilidad de desarrollar una función superior a la
señalización: la significación. Esta posibilidad es un resultado del desarrollo
histórico del ser humano como especie; pero requiere que, además, se realice
con todo ser humano desde que nace. Los signos, el lenguaje, los cuales darán
el contenido para que la función de significación se desarrolle, son
proporcionados por el grupo en el cual este nuevo ser humano se incluiría ni
bien nazca.
Esta propuesta de Vygotski requería
estudiar a fondo el cerebro humano y cómo es que el uso de signos podía
modificar la estructura orgánica del cerebro. En primera instancia, se asumía
que este Sistema Nervioso humano debía ser lo suficientemente plástico,
versátil y flexible como para admitir la posibilidad de una modificación
funcional debida a la cultura; pero Vygotski se dio cuenta de que su teoría del
desarrollo requería una nueva teoría de la organización de los sistemas
funcionales del Sistema Nervioso Central. Eso le llevó a interesarse, durante
sus últimos años de vida, en la medicina y en las alteraciones neurofuncionales;
pero su temprana muerte le impidió profundizar en el problema de la
organización de las funciones neurofisiológicas.
El problema al que se enfrentaba
Vygotski era que su tesis de la génesis social de las funciones superiores
planteaba la necesidad de un Sistema Nervioso Central que fuera capaz de
transformaciones relacionadas con el empleo de herramientas y de la
construcción de nexos significativos en función de convenciones culturales.
Vygotski rechazaba que esas
transformaciones producidas por el proceso de humanización fueran
transformaciones estructurales. Para él, la estructura del Sistema Nervioso o
de la corteza cerebral no se modifica por el hecho de que se adquieren
habilidades de empleo de herramientas, signos o símbolos lingüísticos.
Entonces, había que admitir que las transformaciones que se daban eran
funcionales, cambios en la organización funcional de la actividad de los
hemisferios cerebrales. Pero para admitir esto era necesario contar primero con
un modelo adecuado de la organización funcional del Sistema Nervioso.
Este modelo no podía ser el que proponía
una “localización” precisa de las funciones superiores, basado en los
descubrimientos de Broca y Wernicke sobre los “centros” reguladores del
lenguaje. Y tampoco podía ser el modelo “holista”, basado en la idea de que el
cerebro funciona como un todo, pues se contradecía con los hallazgos a nivel de
estructura cerebral.
Al igual que en la crisis de la
Psicología, Vygotski tuvo que encontrar una tercera alternativa. Para él, la
solución era una concepción “sistémica” de las funciones superiores, la cual,
como afirma Rivière
“… implicaba el supuesto de que tales
funciones corresponden a interrelaciones entre zonas corticales, que cumplen
aisladamente funciones específicas (asegurando así la significación funcional
de la estructura material del sistema nervioso), pero configuran relaciones
cambiantes a lo largo del proceso de desarrollo (con lo que podrían dar cuenta
de la naturaleza histórica de las funciones). En el curso de la historia, se
establecen conexiones, se crean órganos
funcionales, que no requieren organizaciones morfológicas nuevas, sino que
implican reorganizaciones dinámicas de las texturas de relaciones funcionales
establecidas en el sistema nervioso. Los órganos funcionales son, por tanto, un
resultado del desarrollo.” (p. 67)
Ahora bien,
Vygotski no rechazaba de plano la localización de ciertas funciones del sistema
nervioso, sino que consideraba que esta no bastaba para explicar la complejidad
del desarrollo de las funciones psicológicas superiores. Y propuso los siguientes
principios para un sistema de análisis psicológico adecuado de este tema:
·
Polivalencia de las relaciones y
conexiones interfuncionales.
· Formación de sistemas dinámicos
complejos, que integran una serie de funciones elementales.
·
Reflejo
generalizado de la realidad en la conciencia.
Estos principios
sentaron las bases de una nueva ciencia: la neuropsicología, desarrollada
principalmente por Luria.
Hasta aquí lo central del artículo de
Rivière sobre Vygotski. En las páginas que constituyen el texto se abordan brevemente dos temas adicionales: los estudios
experimentales que Vygotski dirigió y que le brindaron importantes datos para
corroborar y enriquecer su teoría, y sus trabajos en Paidología y Defectología.
Vygotski murió a los 37 años, el 11 de junio
de 1934, en el sanatorio Serebryany Bor. Dos meses después de su muerte
apareció la obra con la que se haría más conocido en el campo de la Psicología:
Myslene i rec, Pensamiento y habla, mal traducida como Pensamiento y lenguaje. Esta obra será motivo de un siguiente
artículo en esta misma revista.
__________
*El presente texto fue publicado originalmente en la Revista Peruana de Pensamiento Marxista.
Se agradece la colaboración. (Comité de Redacción).
Oorio se ha quedado en la década del 70
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