La angustia ¿Está en el Sujeto o en el Objeto?1
Julio
Carmona
HAY
MUCHOS ESTUDIOSOS de la obra de César Vallejo que pretenden reducirla a sus
logros puramente formales. Y, desde esa perspectiva, cuando no pueden evitarlo
y se ven impelidos a relacionar ese estudio formal con su contenido, lo
restringen a los temas de la angustia, la desesperanza y el absurdo. Uno de
ellos, el estudioso italiano de la literatura, Giuseppi Bellini, opina lo
siguiente sobre esa supuesta angustia que domina en la poesía de CV. Dice:
«En opinión de Vallejo la muerte es únicamente un
mal y el hombre la ve acercarse con angustia, puesto que todavía no le ha sido
posible vivir. En “Imagen española de la muerte”2, de España,
aparta de mí este cáliz, una serie de acentos angustiados ofrecen la
medida del sentido de desesperación con que el poeta entiende la muerte»3.
Y,
ahondando en mi posición contraria a esta interpretación, preciso que, más
bien, se da todo lo contrario: que en la poesía de Vallejo se refleja una
visión exultante, pues el llamado que se hace a los oyentes anónimos —en el
poema referido por Bellini— para dirigirse a la muerte es como cuando pasa
alguien conocido y se los insta a llamarlo:
¡Llamadla! No hay que perderle el hilo en que la
lloro.
De su olor para arriba, ¡ay de mi polvo, camarada!
De su pus para arriba, ¡ay de mi férula, teniente!
De su imán para abajo, ¡ay de mi tumba!
Esta
es la parte final del poema aludido por Bellini. Y, en principio, se debe decir
que no hay que perder de vista la prescripción crítica específica de que el yo poético (la voz que habla en el poema)
no es, necesariamente, la del autor: ‘no hay que confundir a Vallejo con su
llanto’. Por otro lado, se debe advertir que CV escribe los poemas de España, aparta de mí este cáliz en el
año 374 y, para entonces, ya han pasado dos de que se iniciara la guerra
civil. Y como la muerte avanza con celeridad para seguir matando, el yo poético
adopta la voz del pueblo español que quisiera llamar a la muerte para impedir
que avance en su apresuramiento genocida. Porque el hilo (tan frágil) en que se
llora a la muerte es el de la vida y este no debe perderse. Y, asimismo, los
versos que siguen a ese llamado se pueden considerar como tres de las diversas
maneras que tiene la muerte de presentarse. Y es así que una forma de
interpretar el segundo verso de la estrofa citada es relacionándolo con la
práctica poética vallejiana de recurrir a las funciones del organismo humano. Y
una de ellas es la función sexual en la que a la eyaculación se la denomina
«polvo», y para muchos es equiparable a una «dulce agonía» (como la metaforizó
el excelente poeta popular que fue Manuel Acosta Ojeda5). Y es el
olor de este acto, que se percibe de la pelvis para arriba, al que alude el yo
poético como una «forma de la muerte», y de cuya inminente pérdida se hace
partícipe al confidente más próximo: al camarada. La otra forma de la muerte
—la trágica— es la herida de guerra, y está relacionada con la «férula» en su
acepción médica de ‘tablilla que se emplea en el tratamiento de las fracturas’
que, en el caso poético, está purulenta, y de la cual se da cuenta al superior
inmediato: teniente. Y, por último, la definitiva forma de la muerte, la tumba,
en su versión tradicional de hacerse bajo tierra: «De su imán para abajo». Y el
«ay» de cada una de esas pérdidas no es, pues, personal; es, en todo caso,
social: es el «ay» del pueblo español. Es decir que no hay tal angustia de CV.
Es la angustia social que vive España. Es la “Imagen española de la muerte”. No
es la imagen de su muerte que tiene
el poeta.
Otra muestra de esa apresurada calificación
que se hace a la poesía de CV de ser expresión de la «angustia del poeta», la
he encontrado en el crítico inglés James Higgins quien dice que:
«El poeta se angustia ante el misterio de la
progresión de los números, ante la imposibilidad de formular 1 sin formular a
la vez 2, 3 y luego todos los demás números indefinidamente [y cita los
siguientes versos]:
Pues no deis 1, que resonará al infinito.
Y no deis 0, que callará tanto
hasta despertar y poner de pie al 1. (T, V)».6
Y
la pregunta cae por su propio peso: ¿dónde se ve la angustia en los versos
citados? Se nota, más bien, una gran serenidad que deviene consejo a un alguien plural. Yo lo veo, pues, como un alegato
contra la soledad. La expresión «no deis» proviene del habla coloquial por la
cual —por ejemplo— alguien dice: ‘he dado en estar solo’, lo que equivale a
‘dar en uno’. Y el yo poético recomienda no hacerlo, porque ese uno no existe,
en tanto —en la más absoluta soledad— en la conciencia del solo resuenan sus
pares. Y, por eso, en los primeros cinco versos del poema, alude a expresiones
plurales:
Grupo dicotiledón. Oberturan
desde él petreles, propensiones de trinidad,
finales que comienzan, ohs de ayes
creyérase avaloriados de heterogeneidad.
¡Grupo de los dos cotiledones!
Si
se examinan estos versos, en sus expresiones significativas, se verá que «Grupo
cotiledón» hace referencia a «plantas que tienen dos cotiledones»; por lo tanto
el poema empieza aludiendo a un grupo formado por dos elementos, y, como más
adelante hará referencia a «novios de eternidad», lo que está haciendo el yo
poético es augurar la unión de ese número
par para siempre. Es evidente que los elementos singulares del «Grupo
cotiledón» se están pluralizando. Y, luego, se lee que desde ese grupo se abren «petreles»7
(«oberturan», dice el yo poético y, obviamente, está haciendo un neologismo al
convertir en verbo —oberturar— al sustantivo «obertura» o composición musical
que abre o introduce una obra más amplia) y los «petreles» son aves que viven
en bandadas entre las rocas marinas, y con ellos se está sugiriendo el
crecimiento de la familia, con propensión a hacer «trinidad»: aludiendo al trío
de personas divinas, pero en este caso: madre, padre e hijo, que es el futuro
de los novios, que vienen a ser «finales que comienzan» pues están en los
finales de su soltería y comienzan, juntos, otra etapa de sus vidas. Y la
expresión «ohs de ayes» pluraliza el «oh» del placer y el «ay» del dolor, que
eran individuales y devienen asociados con la palabra «avaloriados» (evidente
neologismo: formado con el sustantivo abalorio
o cuentas de un collar —para indicar la unión de los novios—, y con el verbo avalorar con el que ‘se da valor a algo’: el valor que tanto se releva en el libro primero de El Capital de Marx) y, así, el yo poético
está formando el sentido de valoración
que adquiere la unión de lo «heterogéneo» que es aquello que está formado por
elementos de distinta clase o naturaleza. Ese es el «¡Grupo de los dos
cotiledones!» que no debe ‘dar en uno’(como vimos arriba), ni tampoco «dar en
0» porque «callará tanto» que ‘despertará y pondrá de pie al 1’, reiniciándose
la ronda de la vida. Como se puede apreciar, Higgins ha citado los tres
penúltimos versos del poema V de Trilce.
Y el último es el siguiente: «Ah grupo
bicardiaco», es decir: un grupo de dos corazones.
Ahora
bien, si yo he comentado los versos que cita Higgins (del final del poema) y, a
mi vez, lo he hecho con los cinco iniciales, faltaría hacer lo mismo con los
versos intermedios para redondear la interpretación del poema total que,
observado así, configura la triada dialéctica: tesis, antítesis, síntesis.
Falta analizar, entonces, la antítesis, formada por los siguientes versos:
A ver. Aquello sea sin ser más.
A ver. No trascienda hacia afuera,
y piense en són de no ser escuchado,
y crome y no sea visto.
Y no glise en el gran colapso.
La creada voz rebélase y no quiere
ser malla, ni amor.8
La expresión «A ver», tiene también una connotación
coloquial, que se da cuando alguien ha opinado sobre algo, y quien la usa es
porque va a responder a esa opinión. Y esta respuesta —en el poema— es la
negación de la negación. Porque se ve que esta primera negación trata de
inmiscuirse en la vida de los novios, sugiriendo cómo debe ser su matrimonio. Y
la respuesta a esa proposición es que «Aquello sea sin ser más», que solo sean
«novios de eternidad». Y la otra contradicción se resuelve así: que eso que es
sin ser mas (sin ser otra cosa que unión) «No trascienda hacia afuera»,
es decir, que nadie de afuera se inmiscuya en él. Y que este nuevo ser «piense
en són de no ser escuchado»: que sus cuitas las resuelvan quienes lo conforman:
ellos mismos (que hagan caso omiso de quienes circunstancialmente los pudieran
escuchar). Que ese nuevo ser «crome», es decir, que use sus colores y que sean
tan propios que se proyecten a no ser vistos por nadie. Que ese nuevo ser no
«glise9»: no resbale «en el gran colapso» que significa cambiar de
vida para iniciar la suya propia.
Y los
dos siguientes versos que, propiamente son los dos primeros de la tercera
estrofa, que es la síntesis de la oposición de contrarios advertida en las
estrofas precedentes, aluden asimismo al nuevo ser que es, también, la nueva
voz de dos contrarios conciliados, unidos; es, pues, ‘la creación de una nueva
voz que se rebela’, que no admite interferencias en sus dominios, y no quiere
ser malla, es decir, una red que separe a sus miembros, y, por eso, tampoco
quiere ser amor, porque este también entrará en contradicción —como en los
versos de Miguel Hernández: «El amor ascendía entre nosotros/ como la luna
entre las dos palmeras/ que nunca se abrazaron»10, o también para
decirlo en la voz de Neruda: «Para que nada nos amarre/ que no nos una nada»11—,
y, por tanto, el nuevo ser debe ser él —sin mediaciones—: «Ah grupo
bicardiaco»: dos corazones unidos sin interferencias.
Ahora
bien, dejar el análisis hasta ahí significaría, casi, no trascender el nivel semántico.
Y, en realidad, la poesía trílcica toma a este como un trampolín para
convertirse en símbolo12. Ergo, el siguiente paso debe consistir en
preguntarse: ese símbolo de los novios (con todos los correlatos analizados) ¿a
qué otra «realidad» apunta, qué otra preocupación poética subyace en él? Y yo
me atrevo a establecer una relación con el «arte poética» de CV, tomando como
referencia inmediata el verso siguiente: «La creada voz rebélase y no quiere/ ser
malla, ni amor», en el sentido de que, para CV, los copartícipes de ese
noviazgo eterno son los elementos ineludibles de la «forma» y el «fondo», para
decirlo en lenguaje marxista: ‘la forma es tal por serlo de su contenido’. Y CV
se ha manifestado (en sus escritos de reflexión) a favor de una poética del
equilibrio. Porque lo más resaltante cuando se trata de este
tópico de la angustia (del mismo modo que el de la vanguardia) es que se olvida
cotejar la opinión del poeta mismo. En 1927 escribía:
«Ya viene el equilibrio. El propio espíritu
revolucionario presiente ya la necesidad de las contrarias disciplinas de
ponderación y justeza. Basta de pataleos de pesadilla y de angustioso
barroquismo. En el orden político, artístico y económico, los ensayos
culminan ya y se presiente el advenimiento de las fórmulas cabales, de las
fórmulas creatrices»13.
Lo más interesante de este juego dialéctico es que esa
confrontación de dos ideologías se puede constatar en la conciencia de un mismo
poeta, como se puede ver que se da en el caso de CV por su vínculo con las
poéticas de su época, que son dos; por un lado, el realismo clásico y, por otro, el romanticismo moderno. Su relación con el primero se percibe porque
sigue, instintivamente, apegándose a la realidad. Mientras que del segundo
adopta su afán de ruptura con «el lugar común» (al decir de Basadre) dándole
jerarquía a la experimentación formal. Para explicar esa clasificación y
oposición de clásico/romántico (y así también la calificación que he hecho de
«romanticismo moderno») voy a citar
al crítico británico Middleton Murry:
«… la distinción fecunda no es entre el escritor
romántico y el realista, sino entre el clásico y el romántico. Esta distinción
es de la mayor importancia; pero es más filosófica y ética que literaria. El
escritor clásico se siente miembro de una sociedad organizada, como hombre al
cual le impone deberes y restricciones una ley moral que él reconoce
profundamente. El romántico está en rebeldía contra la ley externa, y, con la
misma profundidad, se niega a acatar su sanción. Afirma los derechos de su
individualidad contra mundum. (…) A mí me parece que Shakespeare era
esencialmente un escritor romántico, a pesar de su conservadurismo político. El
Rey Lear es la más grande obra de toda la literatura romántica. Todos
los grandes escritores desde Rousseau han sido románticos»14.
Es decir, que lo romántico viene a
ser la segunda oposición contra lo clásico, propiamente estética: la primera
corresponde al barroco. Y aunque después irá perdiendo vigencia —por la
degeneración en que devino15— es aplicable a los movimientos
artísticos o literarios que adoptan una posición de «individualidad contra mundum», que sería el caso del modernismo y del vanguardismo. Como
dice Guillermo de Torre, aludiendo a la predominancia de lo «poético puro»,
propia del romanticismo, por encima de las «ideas poéticas», que abunda más en
lo clásico:
«La literatura de la época de las vanguardias [que
es la época del joven poeta CV] fue esencialmente poesía, del mismo modo
que años después habría de ser “pathos”, rebelión metafísica, trascendencia
social… Por lo demás —como es notorio—, la predominancia de lo poético corresponde
al período de pubertad en los seres y en las literaturas. Superado aquél,
alcánzase otro estadio en que cobran predominio las ideas y conceptos sobre los
sentimientos y las palabras»16.
Nótese
que las expresiones «esencialmente poesía» y «predominancia de lo poético»
aluden a la idea metafísica de poesía que tienen quienes la consideran «pura»,
es decir, libre de las «escorias» del mundo real, y que se podría definir con
la paráfrasis que CV hace de lo que piensa Julien Benda. De él dice que:
«… acusa en su libro, a los pensadores del delito
de traición al pensamiento puro, perpetrado a favor de las pasiones políticas.
Pensamiento puro, a juicio de Benda, es la actividad abstracta y desinteresada
del espíritu, ejercida por sobre las exigencias inmediatas de la realidad; un
juego místico y libre de creación suprema cuyos móviles y fines no se
relacionan con los intereses momentáneos de la vida social ni con las luchas
políticas en general»17.
Por
lo que respecta a CV, se puede decir que su accionar poético, en el trabajo de
sus dos libros iniciales, va a pendular entre ambos extremos. En tal sentido,
no es necesario aclarar que él no es un iconoclasta ad usum, o a la moda. Es un revolucionario. Y
sabe que el futuro no se construye destruyendo el pasado sino asentándose en lo
mejor de este, y así lo dice expresamente: «Las
primitivas formas, pues, cumpliendo la ley del doble mecanismo destructivo
y constructivo al mismo tiempo que se opera en todo orden de procesos, son modificadas»18. Este
atisbo de concepción dialéctica (aunque todavía idealista, en tanto corresponde
al año de elaboración de su tesis académica: 1915) corrobora su actitud
revolucionaria (de la que nunca abdicará). En 1930, es decir, en su madurez
ideológica, escribirá: «Los superrealistas, burlando la ley del devenir vital,
se academizaron en su famosa crisis moral e intelectual y fueron impotentes
para excederlas y superarlas con formas
realmente revolucionarias, es decir, destructivo-constructivas»19,
pero también —en sus años juveniles— deja ver su adhesión a los cambios
liberales (de orientación burguesa) que ha constatado se daban contra la España
monárquica, y de los que da cuenta en la tesis académica citada:
«La Constitución de 1812 —dice— había declarado sin
duda muchas libertades para la sociedad y el individuo, pero quedaban aún
latentes en el espíritu social otras tantas convicciones y anhelos de derechos
y libertades. Por esto, en más de la mitad del siglo pasado ha continuado en
(sic) España viviendo la vieja tendencia llamada el liberalismo, en que se
agitan tantos sanos ideales de perfección individual y social, y que ha dado
lugar a las diferentes revoluciones habidas en España y en las que han tomado
parte, como era lógico, casi todos los poetas»20.
Y
las dos poéticas, descritas supra, no son: totalmente antigua una ni
absolutamente moderna la otra. Ambas tienen sus ascendientes —opuestos también—
en el pasado: la poesía de Homero y Anacreonte, respectivamente, en la
antigüedad, o la poesía del renacimiento y del barroco en la modernidad. Es
más, CV —en entrevista con César González Ruano— dice que: «Conocía bien los
clásicos castellanos. Pero creo, honradamente, que el poeta tiene un sentido
histórico del idioma, que a tientas busca con justeza su expresión»21.
Es decir que CV se siente un hombre y un poeta de su época. Y en su época lo
que podía considerarse como teoría literaria estaba bifurcado en las tendencias
de lo clásico y lo romántico. No se olvide el famoso dicho de Darío:
«Románticos somos… ¿Quién que es, no es romántico?»22 No se trata,
pues, de insinuar que CV fuera un ecléctico —ni que, por la cita, él lo
estuviera admitiendo—. Lo que ocurre es que busca el equilibrio entre esas dos
dimensiones de la objetividad y la subjetividad. Equilibrio que, ya en 1927
(transcurrida una década de la revolución rusa y casi el mismo tiempo del final
de la primera guerra mundial), CV siente que hace falta otro tipo de acción
constructiva dentro de una inercia de reposo, que no se contrarían sino que se
complementan. Y es así que la aludida «poética del equilibrio» (no de la
mescolanza, es preciso destacarlo) ya es distinguible en su etapa formativa, en
los inicios de su búsqueda de una voz propia. Sin que esto signifique que
después fuera clausurada. Y, por eso, en ella no se ve que haga el deslinde en
esa lucha de contrarios. En su etapa de madurez no solo se reflejará en su
poesía última (hago elipsis de su narrativa y teatro de esta etapa, no menos
valiosos) sino también en su reflexión teorética postrema que así lo deja ver,
y es la que hace la demarcación definitiva. Hoy por hoy, pues, no se puede
estar ubicando la producción poética de CV ni dentro de lo clásico, ni de lo
romántico. Y tampoco dentro del vanguardismo porque en esta última pretensión
es, realmente, un abuso de confianza desoír los múltiples reclamos que él
esgrime en contra de este. Y porque el vanguardismo, precisamente, estaba en
contra de ese equilibrio que CV releva. El húngaro Miklós Szabolscsi dice que:
«El delicado equilibrio entre forma y contenido,
equilibrio que se salvaguardó incluso en las extremas formas del romanticismo y
del simbolismo, se deshace; la lengua comienza a vivir de manera autónoma,
adquiere importancia en sí, el significante rebasa al significado, las palabras
se convierten en magia, la imagen se emancipa del contexto poético, comienza a
vivir independientemente, y la propia estructura de la lengua se desgarra»23.
Y,
por último, existiendo ya la polarización teórica en dos poéticas claramente
diferenciadas, realismo/formalismo24, no es lo más pertinente
referirse a la concepción estética vallejiana tratándola en sentido plural,
como si en toda su obra se manifestaran varias poéticas. Luego de producida la
obra total de un autor se puede constatar una cierta indecisión de trabajo
entre una u otra tendencia —de dos: no hay más—, pero, aun en ese caso, siempre
se detectará el predominio de una sobre la otra. Por eso aquí puedo completar
mi observación de la que he llamado «poética del equilibrio» entre
clásico/romántico (ahora: realismo/formalismo) detectable en los dos primeros
libros de CV, señalando que en Los
heraldos negros, hay un predominio clásico-realista, ocurriendo lo
contrario en Trilce, en el que
predomina lo romántico-formalista (sin dejar de percibir en cada uno la
presencia del contrario). O, como dice Bronislaw Malinovski:
«Es un proceso en el cual ambas partes de la
ecuación resultan modificadas. Un proceso en el cual emerge una nueva realidad,
compuesta y compleja; una realidad que no es una aglomeración mecánica de
caracteres, ni siquiera un mosaico, sino un fenómeno nuevo, original e
independiente»25.
______________
(1)
Paráfrasis inversa de la siguiente frase de José Carlos Mariátegui: «Otra vez
tengo que decirle, pues, a Sánchez que la confusión no está en el objeto sino
en el sujeto» (Ideología y política,
Lima, Biblioteca Amauta, 1969, p. 226). Y, en el caso del poema, ‘la angustia
no está en el sujeto (vallejo) sino en el objeto (España)’.
(2)
Hay algo que destaca Ricardo González Vigil, sobre este poema: que el título
fue puesto al final del mismo como consta en los originales mecanografiados
(¿tal vez con la intuición de que se podría pensar que ese llamado a la muerte
estaba relacionado con su caso personal?)
(3)
Giuseppi Bellini (1998). Vallejo-Neruda:
divergencias y convergencias. s/l: Fundación del libro total. p. 32.
(4)
Georgette Vallejo testimonia que el poemario España, aparta de mí este cáliz, fue escrito entre los meses de
setiembre, octubre, noviembre de 1937 (Philippart de Vallejo, Georgette (2012). Allá ellos, allá ellos, allá ellos. Lima: Universidad Alas
Peruanas.72).
(5)
«Cada mujer liba cual mariposa/ de nuestros labios la miel escondida/ nos va
matando y no es querida/ es agonía lenta, silenciosa».
(6)
James Higgins, «El absurdo en la poesía de César Vallejo», en: Revista Iberoamericana N° 71,
abril-junio de 1970, Pensilvania: Universidad de Pittbusrgh, p. 220.
(7)
Alfredo José Delgado Bravo cambia el nombre a estas aves, las llama «preteles» (1988.
Los móviles existenciales de Trilce. Lima:
Luces.: 79. Y este autor explica el término en el sentido de que corresponde al
acto de quitarse las ropas que hacen los presos, y toda su interpretación gira
en torno al tema de la prisión. Julio Ortega, hace lo mismo respecto de petreles (1974. La imaginación crítica. Lima: Peisa: 1249). En algunos aspectos la
observación de Ortega coincide con la mía (especialmente en la unión de hombre
y mujer), pero no llega a considerar al poema como un arte poética.
(8)
Estos dos versos ya forman parte del tercer grupo (o de la «síntesis»).
(9)
Los significados tanto de «crome» como de «glise» los he tomado de Ricardo
González Vigil: crome: con el
significado de «coloree» o «luzca color», por conexión con cromático, [y] glise:
barbarismo del francés glisser,
resbalar. (B-2013: 227).
(10)
Cancionero y romancero de ausencias,
Buenos Aires: Losada, 1963, p. 90.
(11)
Crepusculario, «Farewell», Buenos
Aires: Losada, 1961, p. 38.
(12)
«Considerado desde el punto de vista del pensamiento causal, el simbolismo es
comparable a un cortocircuito espiritual. El pensamiento no busca la unión
entre dos cosas, recorriendo las escondidas sinuosidades de su conexión causal,
sino que la encuentra súbitamente, por medio de un salto, no como una unión de
causa y efecto, sino como una unión de sentido y finalidad» (Huizinga, Johan
(1994). El otoño de la edad media.
Madrid: Alianza. p. 289).
(13)
C. Vallejo (1987). Desde Europa. Crónicas y artículos (1923-1938). Lima: Fuente de
Cultura Peruana.: 197. Y en carta a Emilio Armaza dice: «Su libro me ha gustado
singularmente por las disciplinas de equilibrio
y de medida que hay en él. En estos tiempos de epilepsia, una obra así, de
euritmia y justeza, hace bien y nos reconcilia con “los números severos y
apostólicos” de que gustan las cosas eternas» (C. Vallejo (2002). Correspondencia completa. Lima:
Pontificia Universidad Católica del Perú: 213). Bertolt Brecht pensaba igual:
«… se hace evidente que el todo está constituido por partes, y estas solo conservan
su importancia propia, que es poca (…) la salud es equilibrio» (Brecht, Bertolt
(1977). Diario de trabajo II. 1942/1944.
Buenos Aires: Nueva Visión: 336).
(14)
Middleton Murry, J. (1951). El estilo
literario. México: F.C.E.: 35-36. Asimismo, aprovecho para justificar el
uso profuso de citas de autores, que considero autoridades, para refrendar los
objetivos de este trabajo, con un juicio del mismo Middleton Murry, quien dice
que hay «una vieja y segura regla de juzgar al crítico por las citas que hace;
no tanto porque sean necesariamente una prueba de su buen gusto, como porque
son una salvaguarda contra la abstracción y la inexactitud» (op. cit.: 37). Y
debo precisar que no encuentro oposición, sino más bien complementariedad,
entre esta cita y la de José Carlos Mariátegui cuando reconviene a Luis Alberto
Sánchez ‘que no deduzca sus ideas de sus citas’ (J. C. Mariátegui, Ideología y política, Lima, Biblioteca
Amauta, 1969, p. 226).).
(15)
«Desde muy antiguo, ha tenido el simbolismo la inclinación a reducirse a un
puro mecanismo. Una vez erigido en principio, no se contenta con los brotes de
la fantasía y del entusiasmo poéticos, sino que se adhiere como una planta
parásita al pensamiento y degenera en un puro hábito y en una enfermedad de
éste» (op. cit.: 294).
(16)
Torre, Guillermo de (1971). Historia de
las literaturas de vanguardia. Madrid: Guadarrama. Tomos 1: 30.
(17)
C. Vallejo (1987). Desde Europa. Crónicas
y artículos (1923-1938). Lima: Fuente de Cultura Peruana.: 317.
(18)
C. Vallejo (1988). El romanticismo en la
poesía castellana. Trujillo: Ediciones Universidad de Trujillo.: 12.
(19)
C. Vallejo (1987). Desde Europa. Crónicas
y artículos (1923-1938). Lima: Fuente de Cultura Peruana.: 401.
(20)
C. Vallejo (1988). El romanticismo en la
poesía castellana. Trujillo: Ediciones Universidad de Trujillo.: 16.
(21)
González Ruano, César (1988). «César Vallejo en Madrid», en: Lundero,
suplemento cultural de La Industria.
Chiclayo-Trujillo.: 7.
(22)
Szabolscsi, Miclós (1972). «La “vanguardia” literaria y artística como fenómeno
internacional», en: Casa de las Américas,
N° 74, La Habana, setiembre-octubre.: 6.
(23)
Szabolscsi, Miclós (1972). «La “vanguardia” literaria y artística como fenómeno
internacional», en: Casa de las Américas,
N° 74, La Habana, setiembre-octubre.: 6.
(24)
Sobre el particular es interesante ver la clasificación propuesta por E.F.
Carritt, la que distingue con las alternativas de «representativa» y «formal»,
y dice que «la primera tiene por objeto recordarnos, por semejanza o asociación
el mundo real, y la segunda sólo agradar por su superficie sensible» (C#, E. F.
(1965). Introducción a la estética.
México: FCE.: 166).
(25) Rama, Ángel (1998). La ciudad letrada. Montevideo: Arca.:
40.
Confesiones de Tamara Fiol ¿un novelón indigesto?
(Vigésima Parte)
Julio Carmona
20. En
la p. 24, TF dice: «… me destinaron a otra sección donde no era mucho lo que
podía hacer bajo la mirada de un nuevo jefe, un sujeto medio amanerado nacido
en Costa Rica», los dos últimos datos son perfectamente prescindibles: ‘sujeto
medio amanerado y nacido en Costa Rica’, puesto que nunca se volverá a hablar
de él, entonces ¿qué función cumplen esos datos? Ninguna. Igual que en la p. 15
se dice que en el bar donde el narrador se reunió con TF había «un sujeto
cuarentón (que) bebía cerveza en la barra», lo de cuarentón no viene al caso:
ha podido decir, corpulento, pensativo, indiferente, etc., pero ¿cuarentón? Es
un dato irrelevante.
21. En
la p. 24 dice: «Y la prensa más reaccionaria había empezado una campaña de
desprestigio contra la oficina de Derechos Humanos de la ONU en el Perú», lo
cual es correcto; pero en la p. 413 se lee: «¿Acaso los apristas no habían
hecho campaña contra ti, la coordinadora de la sección de derechos humanos de
la UNO?» En este caso se ha equivocado la sigla y se cambió las mayúsculas por
minúsculas de Derechos Humanos.
22. En
la p. 26, dice: «Te estabas refiriendo de las habladurías de las que fue
víctima la alcaldesa…» En lugar de la primera preposición «de» ha debido ir la
preposición «a», para evitar, incluso, duplicar la segunda preposición «de»,
que sí corresponde.
23. En
la p. 28, dice: «En cuanto a la alimentación, el padre Xavier le llevaría
víveres cada dos días. En cuanto a Taylor, en vez de tomar el avión…»
Repetición viciosa de la frase «en cuanto».
24. En
la p. 30, dice: «Entre cerveza y cerveza y platitos de maní y sándwiches de
pollo la plática duró una (sic) tres horas.» Ha debido decir: «unas».
25. En
la p. 31, dice: «Después de que el grupo se despidió para tomar el metro,
Taylor nos propuso a Azpur y a mí tomar una copa de vino…», hay repetición
viciosa de «tomar el metro» y «tomar una copa».
26. En
la p. 31, dice: «Era una noche sofocante en extremo que a Taylor le hizo
recordar a ciertas noches de Bangkok y a mí, a un pasaje de una vieja novela,
creo que de Bellow, donde describe los veranos de Nueva York.» Hay varios
errores: a) Si dice «sofocante en extremo» ha debido agregar ‘tanto que…’; en
caso contrario debió decir: ‘sofocante al
extremo que…’; b) después de Bangkok ha debido ir coma para separar frases
distintas, si no da a entender que «le hizo recordar a ciertas noches de
Bangkok y a mí» (es decir, que también lo recordó a él); y se justifica la coma
que va después de «mí» por el verbo suprimido (‘y a mí me hizo recordar…’); c)
en la expresión: «a un pasaje de una vieja novela, creo que de Bellow, donde
describe los veranos…» ha debido suprimirse la preposición «a», y, para evitar
la cercanía de los artículos «un» y «una», pudo quedar así: ‘el pasaje de una
vieja novela’; obviamente, la frase «creo que de Bellow» es explicativa y, por
lo tanto, prescindible, porque no hay seguridad de que sea de él, lo cual
obliga a tratarla de manera impersonal: ‘donde se describe’, y no «donde
describe», ¿Bellow es el que describe?, pero si acaba de decir que no está
seguro que la novela sea de él; en todo caso debió decir: ‘el pasaje de una
vieja novela de Bellow donde describe’.
27. En
la p. 31 se dice que van al apartamento ocupado por Taylor (a donde han sido
invitados el narrador y Azpur a tomar una copa de vino) y ahí dice el narrador
que retoman la charla y hay un breve paréntesis en que recuerda que Azpur habló
de Nora, la mujer de Abimael Guzmán; pero ni antes ni después de esto ha
mencionado si ya tomaron una botella previa de vino y si han comido ya algo
(porque lo narrado ha sido muy breve); sin embargo, comenzando la p. 32, dice:
«Recuerdo que en algún momento Taylor pidió una pausa, mientras iba a la cocina
a traer otra botella de vino blanco
del Rin y un par de latas más de anchoas ahumadas de Noruega y sardinas del
Mediterráneo». Lo que ha debido decir es: ‘… pidió una pausa para traer una (y
no otra) botella de vino y un par de latas (y no más)’, porque, insistimos, no
se ha generado la situación de un tiempo transcurrido suficiente como para dar
por supuesto que ya se tomaron una primera botella de vino y han comido otras
latas de conservas de pescado, de las cuales tampoco se ha dicho nada.
28. «Te
lo cuento, Morgan. Pero rapidito porque aquí Malenita, que es mi ángel guardián
pero también mi tirana…» (p. 33). La segunda conjunción «pero» (para evitar la
repetición viciosa) pudo cambiarse por la conjunción «y»: ‘y también mi
tirana’.
29. En
la p. 34, dice: «Lo que hice fue adelantar la fecha sin consultar a mis jefes
de Nueva York. Sé que hice mal, que me criticarían.» El tiempo ha debido
mantenerse en el pasado: ‘Sabía que hacía mal, que me criticarían’. Igualmente
en la p. 35, está contando las acciones del cura que protegía a Azpur, y dice
de él que «se vio obligado a espaciar a tres días su visita de auxilio a Azpur.
Precisamente hoy logró burlar una hora antes del fin del toque de queda a los
piquetes de efectivos del Ejército que patrullaban la ciudad.» Si dice «hoy» se
estaría refiriendo al momento de la entrevista, en que recuerda lo que está
narrando, por lo tanto debió decir: «Ese día» o «aquel día».
30. En
la p. 36, sigue hablando de Azpur y lo describe en su desesperación de
fugitivo: «El aspecto de Azpur era impresionante. Y lo peor no era su rostro
demacrado, los ojos hundidos, la barba de más de quince días, sino su abandono.
Su resignación, su fatalismo, ¿entiendes? Su cansancio moral. Créeme, varón,
era como si quisiera entregarse a las fuerzas que lo querían asesinar.» En
principio, la expresión «¿entiendes?», en un diálogo, es irrespetuosa pues
minimiza la capacidad de entendimiento del interlocutor; debe decirse: ‘¿me
dejo entender?’, y esto es algo que ha debido sumarse como elemento positivo
para mejorar la imagen de TF. Por lo demás, ¿por qué referirse a «las fuerzas»
(en plural), si solo era SL la fuerza que quería asesinar a Azpur, o se pudiera
pensar que, tal vez subliminalmente, se quiere filtrar en el lector la idea de
que Azpur era perseguido por el ejército?, lo cual será desmentido al momento
de pasar la revisión en el aeropuerto.
31. En
la p. 37, dice: «… no me sentí segura hasta que el avión levantó vuelto…», obviamente ha debido decir:
‘vuelo’.
32. En
la p. 41, dice: «las revelaciones que ella misma me hizo en las entrevistas que
sostuvimos, algunas de los (sic: las) cuales después he incorporado…» (se
refiere a las revelaciones) “… de modo que los escasos datos que obtuve de doña
Evalina y de sus relaciones con Tamara se las (sic: los) debo a Emperatriz» (se
refiere a los datos).
33. Al
final de la p. 42, se abre un paréntesis para iniciar una evocación de Pepe
Corso hecha por el narrador, por lo tanto se inicia con comillas; y en la p.
43, hay un momento en que esa ‘evocación’ es interrumpida por el narrador, sin
embargo no cierra las comillas, como si esa acotación también perteneciera al
mismo Corso. Y debió ser así: «… siempre ante sus ojos —como otros parajes de
Milán— aparecían velados por una niebla que ocultaba el sol maravilloso que
iluminaba los muros de las vetustas edificaciones—. (Aquí ha debido cerrarse
las comillas, porque hasta ahí habla Corso, luego de punto seguido y sin
comillas viene la acotación del narrador). «Corso, con algo de fanfarronería y
sin venir a cuento, remataba de esta manera su carta a Tamara Fiol:». Y se abre
comillas de la carta que ha sido mencionada de paso por Corso en su evocación
anterior, por tanto ha debido escribirse así: ‘Corso, con algo de fanfarronería
y sin venir a cuento, me dijo que había
rematado de esta manera su carta a Tamara Fiol:’. Por otro lado, debe
precisarse que el largo paréntesis de la evocación de Corso, tiene otro
paréntesis en su interior, lo recomendable en este caso, y como la atingencia
es extensa, para esta se ha debido usar los corchetes. (Este error, de un
paréntesis dentro de otro paréntesis, se va repetir en las pp. 325-326).
34. Al
final de la p. 43 se alude a «siete experiencias carcelarias que Ramiro Fiol
tuvo a lo largo de su vida», y empieza narrando la primera vez, pero luego, en
la p. 44, y al comenzar el segundo párrafo omite hablar de la segunda vez, es
decir, continúa con «la tercera vez que Ramiro cayó preso», y después de esta
mención dice: «De las tres temporadas carcelarias restantes», entonces hay que
observar que si ha hablado de «tres veces» que estuvo preso (sin mencionar la
segunda), y al comienzo ha dicho que fueron siete experiencias carcelarias,
entonces lo que ha debido decir es: «De las cuatro temporadas carcelarias
restantes», o sea que falta describir la segunda, y por supuesto la séptima es
ignorada sin más ni más.
35. En
la p. 43, dice: «… recorrí entonces los barrios obreros que ahora proliferaban
debido al auge de las industrias textil, metalurgia (sic) y química…» Ha debido
escribir ‘metalúrgica’.
36. En
la p. 45, habla de unas fotografías, y dice: «En una de ellas, a González Prada
se ve rodeado por Manuel y Delfín Lévano…» Hay un error que tuvo dos opciones
de corrección: a) suprimir la preposición «a» después de la coma, y queda así:
‘En una de ellas, González Prada se ve rodeado…’; b) se conserva la preposición
«a», pero se debe agregar el pronombre «le», y queda así: ‘En una de ellas, a
González Prada se le ve rodeado…’
37. En
la p. 47, dice: «… centró su actividad a (sic: en) divulgar cuestiones
doctrinarias».
38. En
la p. 48, dice: «… era de estatura más que mediana, con huesos sólidos y lucía
fuerte, invensible» (sic), obviamente el error está en la «s» de la palabra
‘invencible’.
39. En
la p. 48, dice: «… el propio González Prada estableció la verdad sobre la
autoría, si bien reconoció ante los Lévano y el “ciudadano Barba” que algunas
veces Ramiro Fiol le daba a leer los (sic: sus) textos antes de entregarlos a
la imprenta.» (¿Los textos de quién? Si son textos de Ramiro Fiol, debe decir
«sus»).
40. En
la p. 49, dice: «Ramiro Garibaldi
Fiol tuvo la revelación que (sic: de que) era la mujer que había estado
buscando toda la vida.» En la p. 50 se escribe Garibladi. Y en la p. 168, ocurre lo mismo con Arancibia, que es
escrito así: ‘Aranciaba’.
41. En
la p. 51, veamos los siguientes errores: «Enseguida la secretaria me trasmitió
el mensaje que Tamara me había dejado: la cita sería en su propio (sic)
domicilio, el sábado 26 de marzo (…). Consulté mi reloj: hoy era (sic) jueves
23 (sic). Revisé mi agenda: tenía por (sic) hacer un par de llamadas por (sic)
la noche, luego (sic) un almuerzo en la casa de Emperatriz (…), y a las cinco
de la tarde (…) una entrevista con Nelson Bracamonte (…) que (…) había sido la
persona más cercana a Arancibia, pues mantuvo su vínculo con él aun después de
que este rompió (o fue expulsado del partido, según otros) (sic) y traicionó a
sus amigos del pasado.» El primer «sic» indica que el adjetivo «propio» está
demás, basta con decir que es en «su domicilio»; el segundo «sic» hace ver que
si se dice «hoy» (que es además impropio, pues está hablando todo en tiempo
pasado) debió decir ‘es’ y no «era»; el tercer «sic» se usa para resaltar que
si la cita era para el sábado 26, el 23 no era jueves, sino miércoles (o, en
todo caso, fue jueves 24); el cuarto y quinto «sic» resaltan la repetición
cercana de la palabra «por»; el sexto «sic» advierte la impertinencia de la
palabra «luego», pues la acción del almuerzo no puede darse «luego» de la
acción de la noche, en todo caso ha debido decir «antes»; el séptimo «sic»
indica que debe modificarse todo lo que va entre paréntesis, puesto que si es
una frase explicativa se puede suprimir, en cuyo caso la idea pierde todo sentido,
pues quedaría así: ‘después de que este rompió y traicionó a sus amigos del
pasado’ (¿rompió a sus amigos del pasado?); entonces, la explicación entre
paréntesis debió quedar así: ‘después de que este rompió con (o, según otros,
fue expulsado de) el partido, y traicionó a sus amigos del pasado.’ (En
realidad, se ha hecho todo un intríngulis en un párrafo tan breve).
42. En
la p. 52, dice: «En la única postal que le
envié a mi madre unos días después de mi llegada a Lima le había prometido escribirle
una carta…» Se ha puesto en cursiva la forma pronominal «le» para indicar que
es una repetición viciosa y que, por lo menos, pudo suprimirse la segunda.
43. En
la p. 53, dice: «Pero hubo una…, empecé diciendo, pero Muriel me atajó»:
repetición viciosa de la conjunción adversativa «pero».
44. En
la p. 57, dice: «Y en efecto era una calle bella que la caída de la tarde y las
brumas del vino la tornaban aun más hermosa.» El artículo ‘la’ que va después
«del vino», está demás. En la misma p. 13 se lee: «Pero me había esmerado aun
más en mi higiene»). Primero, si se relaciona esta oración con lo dicho de
manera precedente, se verá que aquella es impropia, pues se justificaría si
hubiera dicho que, en el pasado, su aseo era mínimo; pero lo que dice es que su
aseo era nulo, entonces lo que sigue es simplemente: ‘me había esmerado en mi
higiene’ y no «aun más», porque antes no había sido menos, sino «nada». Aquí
debemos hacer referencia a algunos casos de acento diacrítico; en el caso
precedente «aun» lleva tilde, pues equivale a «todavía». El mismo error se ve
en la p. 18: «Esta vez me costó aun
más permanecer callado», y en la p. 288 se lee: «… decidí caminar, despejarme aun más y colmar el vacío que todavía
sentía en la boca del estómago.» Y aunque la Real Academia de la Lengua
Española ya exonera a este adverbio del uso de la tilde, en realidad, MG ha
optado por suprimir la tilde de la palabra ‘aun’ en la mayoría de los casos —y
son varios— aunque hace contadas excepciones, por ejemplo: en la p. 17, dice:
«… que aún soy una luchadora social…»; en la p. 132, dice: «Aún con todo, las
veladas …», en este caso pensamos que no debe llevar tilde, pues equivale a
decir: ‘Inclusive con todo eso…’ (que también es redundante: o se dice
‘inclusive con eso’ o, simplemente: ‘con todo eso’, pero no ‘inclusive con todo
eso’); en la p. 173, dice: «… y de paso echar una mirada a la Amazonía peruana
que aún yo no conocía.» Igualmente, en la p. 287 dice: «… permanecí aún un
largo rato…» Estas inconsecuencias, constituyen errores evidentes. El criterio
recomendado es que si se opta por no poner tilde a «aún» (salvo en los casos de
anfibología), debe considerarse como una situación unificada, y no hacerlo de
manera antojadiza. Algo similar ocurre con el adverbio «solo». Como se sabe, se
suprime la tilde en el caso del adverbio «solo», cuando equivale a «solamente»,
pero lo recomendable es que se tilde en caso de anfibología, cuando se confunde
con el adjetivo homónimo, como es el caso que se da en la p. 279 de CTF, donde se lee: «Él solo lo había
sabido días después», porque no se sabe si él era el único (solo) en saberlo, o
si solamente (sólo) lo supo días
después y no antes (y este último es el caso). En la p. 308 hay otro caso de
anfibología, dice: «… tenía veinte minutos por delante y solo me bastarían diez
para llegar al Café de la Paz», lo que ha querido decir es que ‘solamente le
bastarían diez minutos’; pero al no tener tilde la palabra ‘solo’ también se
puede entender que ‘acompañado hubiera ocurrido algo distinto’. Lo mismo ocurre
con el adjetivo y el pronombre «este» o «esta» que, en el segundo caso (de
pronombre), lleva tilde cuando hay riesgo de anfibología. Y en CTF se ha optado por suprimir la tilde
en todos los casos, incluso en los que no se debió hacer. El 31 de marzo de
2011, nos llegó un mensaje por Internet en el que se anuncia que «Fue
presentada en Buenos Aires la obra que intenta abarcar toda la normativa de la
lengua española.» Y ahí se dice que una de las propuestas de dicha obra es «la no tildación de “solo”, “esta”,
“este” —por ser graves terminadas en vocal— y de “aquel” (por ser aguda
terminada en “l”), lo que también sucede con sus respectivos plurales». Parece
ser que esa «propuesta», de la Academia de la Lengua Argentina, finalmente fue
admitida por la Real Academia de España. Pero siempre queda vigente la
consideración de que se trata del «acento diacrítico» o especial que no se rige
por las reglas comunes de acentuación, sino que se propone como opción para
evitar la anfibología. Si se escribe, por ejemplo: «Mamá, hoy estaré solo en la
universidad», hay dudas sobre el significado primordial: a) que no estará en
ningún otro sitio, sino solamente en
la universidad, o b) que quiere decir que no habrá nadie en la universidad, que
quien escribe estará solo; entonces es imperativo hacer la diferenciación
colocando la tilde si es que se refería a lo primero y así evitar la anfibología.
45. En
la p. 63, dice: «Tamara le contó a Corso que el abuelo miró con ternura a su
mujer y rio de sus palabrotas. Unos días después le entregó otro volumen. Le
dijo que era un libro distinto, de otra naturaleza. “Te apuesto a que te
gustará”, apostó.» En segundo término, debió evitarse el segundo verbo:
‘apostó’, pues ya ha dicho «te apuesto».
46. En
la p. 65, dice: «—decía Corso que decía Tamara—» (repetición viciosa de esa
forma del verbo decir).
47. En
la p. 67, dice: «Músorgski». En todos los diccionarios revisados se escribe sin
tilde.
48. p.
68: Pablo Fiol «… engendraría a Tamara en la apenas adolescente Evalina, hija
de los Galloso Vellamil, al que estos le dieron refugio en su vieja casona
huanuqueña, cuando el joven Pablo Fiol aprovechaba la persecución de la policía
para hacer campaña proselitista del Partido Aprista por todos los pueblos y
ciudades por las (sic) que pasaba.» Hay hasta tres errores: a) La expresión «al
que estos le dieron» es impropia, el primer sujeto (Pablo Fiol) ha quedado muy
lejos, entonces el nuevo sujeto «los Galloso Vellamil (son) quienes le dieron
refugio». b) la expresión «aprovechaba la persecución de la Policía para hacer
campaña proselitista» no es la más apropiada, pues da a entender que lo hacía a
vista y paciencia de la policía. Lo que ha querido decir es, seguramente, que
‘aprovechaba su situación de perseguido y de clandestino’. c) La parte final de
la cita debió decir: ‘por todos los pueblos y ciudades por los que pasaba’.
49. p.
70: «… pero el animal estrella era un elefante, cuyos excrementos eran
removidos por la pala de uno de los cuidadores.» Como si la pala se moviera por
sí sola; ha debido decir: ‘removidos con la pala de uno de los cuidadores’, o
‘removidos con pala por uno de los cuidadores’.
50. p.
71: «El muchacho de apellido Sal y Rosas acaba (sic) de ingresar a San Fernando
y deseaba especializarse en Psiquiatría.» Ha debido decir ‘acababa’, así como
‘deseaba’.
51. p.
71 «… manifestó que, para cualquier libertario de corazón y mente (,) la tesis
de la “dictadura del proletariado” resultaba aberrante a la naturaleza
humana...» Después de la frase «manifestó que» no debe ir coma, y, en todo
caso, debió ir otra coma después de la palabra «mente» —que justifique a la
anterior.
52. p.
77: A partir de esta página se desarrolla un diálogo de recurso dramático, pero
el nombre de Tamara Fiol se escribe TF, mientras que el del narrador va
completo: Morgan, cuando se ha podido unificar, con la letra «M» o «MB».
53. p.
76: «En la edición he hecho» (frase en primera persona) «unos pocos reajustes
en relación con el orden del discurso y se han» (forma impersonal) «eliminado
los pasajes que ofrecían problemas de audición.» Falta unificar criterio: o se
expresa en forma personal o impersonal.
54. En
las pp. 79-80: TF dice que iba a visitar todos los domingos a su padre a la
cárcel, y agrega: «Él trataba de disuadirme de que no fuera». Ha debido decir:
‘Disuadirme de que fuera’, o: ‘convencerme de que no fuera’, porque Tamara
había decidido ir, por lo tanto se la tenía que ‘disuadir de que fuera’ o
‘convencer de que no fuera’; pero no ‘disuadir de que no fuera’. Ver p. 395 en
la que sí se emplea bien el verbo disuadir: «… cuando ella presentó su renuncia
al partido no traté de disuadirla de su decisión…».217
55. p.
84: TF, en la continuación de la primera entrevista —por teléfono—, le dice a
MB que no tendría problema en referirle sobre sus «lecturas marxistas», y
agrega: «Pero esto no es necesario, Morgan,
revisa los casetes de la entrevista que me hicieron las feministas.
Media entrevista versa sobre el asunto.» Sin embargo, ocurre que en esa primera
reunión: pp. 20-21 (previa al diálogo por teléfono), TF le ofreció dichos casetes:
«Me entregaron una copia de las grabaciones. Si lo deseas, te las hago llegar»,
pero no se dice que Morgan aceptara o que mostrara ningún interés (él que
siempre se muestra exultante ante este tipo de ofrecimientos); y en el
supuesto, negado, de que hubiera convenido en esa entrega de los casetes, no
hay indicio de que estos ya estuvieran en su poder pues el segundo encuentro de
los dos es «por teléfono», y entonces no le puede decir —como si ya se hubiera
realizado esa entrega—: «revisa los casetes de la entrevista», en todo caso ha
debido decir: ‘Cuando te entregue los casetes vas a poder satisfacer tu
curiosidad, pues media entrevista versa sobre el asunto’.
56. p.
86: TF está hablando de sus inicios como universitaria de San Marcos, y dice:
«Aunque yo era de Ciencia (sic: debe ser en plural), participaba en las
actividades culturales y me paseé por algunos de esos círculos donde se
estudiaban (sic: debe ser en singular) a los grandes filósofos.»
57. p.
92: El nombre del personaje de Óscar Wilde, El
retrato de Dorian Gray, está mal escrito, dice: «Grey».
58. p.
93: «Para mi asombro, una vez se dirigió a mí, con una voz que me es imposible
reproducir: “¿Qué, bella? —me dijo, y quizá burlándose de la canción de Frank
Sinatra, agregó—: ¿tú también andas extraviada en la noche?”.» (sic), y,
obviamente, hay varios errores: «¿Qué, bella?» ha debido ir entre signos de
admiración, y el signo de interrogación, debió abrirse después de la
aclaración: ‘—me dijo, y quizá burlándose de la canción de Frank Sinatra,
agregó–: ¿tú también andas extraviada en la noche?’, por lo demás, no ha debido
decir “quizá burlándose de la canción…”, sino ‘parodiando la canción…’ el
aludir a la canción no significa burlarse de ella, en todo caso, de quien se
está burlando es del personaje. Asimismo, la canción de Sinatra no se refiere a
alguien que esté «extraviado» sino a alguien «extraño». Obsérvese, además, que
hay un error (destacado con el símbolo «sic»: poner punto después de cerrar el
signo de interrogación, y eso no se hace aunque este vaya seguido de un cierre
de comillas, porque el mismo signo de interrogación denota «punto». Este es un
error común, no hay un uso en la novela que constituya una excepción.
59. p.
94: «… sobre todo, la Casa de Pilatos (antes de que fuera reconstruida para
convertirse en la actual Casa de la Cultura…» En la época de esta reflexión
(1992) ya no se llamaba así; desde la época de la Junta Militar de Velasco
(1968-1980) empezó a llamarse Instituto Nacional de Cultura.
60. p.
98: «Para ocultarme de mi (sic: falta tilde) misma».
61. p.
101: TF cuenta que de Lima fue, acompañada de tres personajes, al Callao, y
que, al ser expulsados de una iglesia, el cura «llamaba a Américo cabrón y
pervertido; a Perla, puta y meretriz; al desconocido, vago y mequetrefe y a mí,
atea y zorra comunista.» ¿Cómo sabía el cura que esos eran los calificativos
que le correspondían a TF, si estaban en el Callao? (y lo mismo se puede decir
de los otros personajes), ¿acaso era (eran) tan conocida (os) como para que su
fama hubiera llegado a oídos de un cura del Callao? Es decir, es la única vez
que aparece este cura y no se ha establecido ningún vínculo con los personajes
para que indique ese conocimiento de ellos.
62. p.
106: aquí habla de «el olor de los (sic) chinches aplastados en el catre…», y
bien se sabe que la palabra «chinche», referida al insecto, es un sustantivo
femenino: «las chinches»; se usa en masculino cuando se hace referencia a la
especie de clavos pequeños muy puntiagudos y de cabeza grande.
63. p.
115: «A pedido de doña Evalina Gayoso, su impenetrable (sic) esposa…» Se ha
debido de usar, en todo caso, el adjetivo «hermética». Lo de «impenetrable»
tiene connotación sexual.
64. p.
116: «… llegó a la conclusión que (sic: de que) solo de esta manera Tamara podía
escuchar de sus propios labios su renuncia definitiva del (sic: al) Partido
Aprista.» El mismo error se comete en la p. 135: «… presentara su renuncia del
(sic: al) partido».
65. p.
121: «… lograron que el viejo revocara su propia decisión y permitió que la
sepultarán (sic: debe ir sin tilde) en el Presbítero Maestro.»
66.
Entre las pp. 122 y 123, se refiere que Pablo Fiol está recordando un hecho
(que le trasmite a Pepe Corso) relacionado con un personaje misterioso, del
cual dice incluso que «nunca recordó bien su nombre, ¿Alejandro, Abelardo?» (p.
122), pero sin mediar ninguna explicación (quién averiguó y cómo dicho nombre),
en las pp. 123-124 se dice: «La inmolación de Abelardo Mendoza Leyva —este era
el nombre del asesino de Sánchez Cerro.» ¿Es un dato conseguido por Pepe Corso,
por el narrador? No se especifica. Posteriormente vuelve a hacerse mención de
este personaje en la p. 264.
67. p.
126: «… frente amplia sobre el (sic: la) que caía un mechón.»
68. p.
132: dice: «palenteológos» y ha debido ser: ‘paleontólogos’.
69. p.
141: «La fiesta hace (sic) rato que debía haber terminado y la cuadra estaba
despejada de vehículos.» Ha debido cambiarse el tiempo del verbo: ‘La fiesta
hacía rato que debía…’
70.
Desde la p. 142, TF dice que le «consiguieron una beca para que me trataran en
Moscú» (aunque hay que preguntar: ¿para un tratamiento clínico se necesita una
beca? Incluso en la p. 143 MB dice: «¡Pero esto era un problema médico…»), y en
la misma p. 143 Morgan pregunta: «¿Cuántos años permaneciste en Moscú?» Y
Tamara responde: «Cerca de tres años», y si, aun en la p. 149, Tamara vuelve a
decir: «Los últimos exámenes confirman lo que hace muchos años me advirtió mi
médico en Moscú», y más aun si desde la p. 83 ya le ha dicho que viajó a Moscú
a rehabilitarse luego del accidente, todo ello indica que ese dato del viaje a
Moscú ya era conocido por Morgan, por tanto es impertinente que él diga en la
p. 155: «Pero una última pregunta. ¿Viajaste a Moscú?» [Aquí, en todo caso,
debió decir: ‘¿Cómo fue tu viaje a Moscú?’], e, igualmente, es erróneo que
Tamara vuelva a decir: «Allí permanecí tres años», porque esto ya había sido
preguntado y respondido en la p. 143. Y, hay más, en la p. 155, Tamara vuelve a
decir: «Pero esta es otra historia», que es casi lo mismo que en la p. 143:
«Pero esa es otra historia». (Y esta es una muletilla que se repite en otras
ocasiones. En la p. 89, TF dice: «Por razones de trabajo conversé algunas veces
con las senderistas cuando visitaba los penales. Pero esta es otra historia.»
En la p. 147, dice: «Aunque también decidí hacerlo [abortar], la única vez que
supe quien (sic: falta tilde) fue el coautor del encargo. Pero esta es otra
historia.» ¡Otras historias que nunca se llegan a especificar!)
71. En
relación con el viaje a Moscú, hay una incongruencia en la p. 83, que es donde
se hace la primera referencia a dicho viaje. TF está refiriendo que siempre vio
frustrado su deseo de leer el libro Los
endemoniados de Dostoievski, y acota que «Por fin, dos años después de mi
estancia en Moscú pude cumplir con don Garibaldi
Fiol», es decir recién entonces pudo leer el referido libro, y entonces relata
cómo fue que ocurrió este hecho, pero este relato indica que fue ‘durante su
estancia en Moscú’, y no «dos años después de ella», como se deduce de la cita.
Hay una anfibología, en todo caso ha debido decir: ‘Por fin, durante los dos
primeros años de mi estancia en Moscú…”
72. p.
144: «TF: Una parte de mis amigos (la mayoría eran de letras, humanidades y
artes y la otra parte eran mis compañeros de lucha en la Federación y en la
Juventud…” Las expresiones “una parte” y “la mayoría” son los núcleos
principales de: “Una parte de mis amigos” y “la mayoría (de mis amigos)”, la
expresión “de mis amigos” es la parte subordinada, o sea que la concordancia
del verbo tiene que hacerse con “una parte” y con “la mayoría”, es decir que el
verbo también debe ir en singular: ‘Una parte de mis amigos (la mayoría) era de
letras…’ Pero continuemos con la cita errónea: «… eran de letras, humanidades y
artes y la otra parte eran mis
compañeros de lucha…», en todo caso ha debido decir: (coma después de) ‘artes,
y la otra parte la formaban mis compañeros de lucha’, lo que equivale a decir:
‘mis compañeros de lucha formaban la otra parte’.218 El mismo error
se da en la p. 365: «La mayoría de las cosas que me contaste eran mentiras.» Ha
debido decir: `La mayoría de las cosas que me contaste era mentira’ o, en todo
caso: ‘Las cosas que me contaste eran mentiras’.219
73. pp.
143-144: «… ahí estaban mis mejores amigos, antiguos y nuevos, la mayoría
hombres, pero a pesar de sus rostros compungidos y de tristeza, ellos
caminaban, se desplazaban libremente a lo largo del hall y los salones, y se pondrían a bailar si hubiera una
orquesta.» Ese cambio del tiempo pasado al presente es impertinente y erróneo.
Ha debido decir: ‘y se habrían puesto a bailar si hubiera habido una orquesta.’
Por lo demás, como es la manifestación de un deseo, hace que el narrador pase a
ser omnisciente.
74. p.
146: «(ya había entrado a trabajar como adjunta del farmacéutico a la antigua
botica inglesa del jirón de la Unión)». Nunca más se vuelve a mencionar este
trabajo, y no se precisa cuándo lo ejerció, si antes o después de graduarse.
75. p.
147: «… se manejaba un falo de veintiocho centímetros y no sé cuántos
milímetros de grosor…», el grosor de un pene no se mide por milímetros, máxime
si se habla de un pene enorme, debió seguirse hablando de centímetros: dos o
tres; si hasta decir «dos centímetros» resulta ridículo, con mayor razón si se
habla de milímetros.
76. p.
149: «Pero Arancibia lo espantó, pues él tiene el poder para amedentrar (sic:
‘amedrentar’) y extorsionar a la gente.» El tiempo del verbo no puede estar en
presente («tiene») sino en potencial (o pospretérito, según Bello): «tenía»,
pues no solo es en tiempo pretérito en que se está hablando: «Arancibia lo
espantó…», sino que la lógica narrativa indica que al momento del diálogo,
Arancibia ya está muerto.
77. p.
155: «Con tal de volver a ponerme de pie estaba dispuesta (…) aun a vender mi
alma al diablo, si esta criatura maldita existiera.» Si no cree en la
existencia del diablo, no debe calificarlo de maldito. En la misma página,
dice: «Allí (en Moscú) permanecí tres años. Pero esta es otra historia que sólo
tiene interés para mí.» Si es así, que solo tiene interés para ella, ¿por qué
en las pp. 83-84 ya ha hablado de una parte de su estancia allí, en el hospital,
cuando recién dice que pudo leer Los
endemoniados de Dostoievski?
78. p.
157: «Al contrario de Tamara, para Arancibia —Raúl Arancibia— el pasado
familiar ocupaba un espacio casi inexistente en su memoria.» En primer lugar,
hasta aquí solo se ha mencionado a un solo Raúl Arancibia (recién en el
desarrollo de este capítulo, VIII, que comienza con la frase aquí citada, se
hablará de su padre), entonces resulta ocioso o impertinente remarcar, después
de mencionar su apellido, que se trata de «Raúl Arancibia». De manera precisa
en la p. 162, recién se enuncian los nombres del padre (Adrián) y del abuelo
(Eleazar). En la p. 286 también se da la repetición viciosa, dice TF:
«“¿Todavía te interesa saber de mi relación con Raúl, me refiero a Arancibia,
Raúl Arancibia?”.» (sic) Y hay otra contradicción (en la cita de la p. 157),
pues dice que su pasado familiar era inexistente en su memoria, ¿solo porque
sabía muy poco de sus abuelos? Su padre y su madre también forman parte de su
pasado familiar como lo es también su infancia. En la p. 158 dice: «En los
tiempos más remotos de su memoria fue su adversario» (su hermano); en la p. 160
dice: «Le dijo que en su campo visual, aun antes de la memoria, siempre estuvo
la figura de ella…» (la hermana). Y Esto también es un despropósito, pues nada
que esté antes de la memoria se puede recordar, y esta aseveración es
confirmada (anulando la versión errónea) en la p. 262, donde se lee: «Sabía por
lo que le habían contado, pues esto ocurrió antes de que tuviera memoria»; pero
—con todo— desmiente lo dicho en la p. 157: que no tenía memoria de su infancia
familiar. En la p. 162: «Con los años Raúl Arancibia admitió que fue su padre
la persona más cercana a él.» Y la contradicción definitiva se da en la p. 163:
«En su mejor época, el abuelo Eleazar fue prefecto en Chachapoyas y Tarma
durante la dictadura de Cáceres, pero su buena estrella declinó de manera
irremediable cuando el Califa Piérola
entró a Lima por Cocharcas.» O sea que sí hay espacio en su memoria para su
abuelo. Luego en la p. 170 dice: «Te estaba hablando del viejo Adrián
Arancibia», y en la p. 187 dice que «hasta los nueve años (…) su casa fue el
centro del universo», o sea que sí hay un pasado familiar en su memoria.
79. p.
158: Aquí se trata de un supuesto hermano de Arancibia: «Tenía la piel blanca,
el pelo dorado, los ojos azules y cuando fuera grande sería un príncipe, un
rey, un galán de cine.» De ser cierta la versión del hermano, robado por los
gitanos, de niño [versión después reconocida como falsa]; su futuro sería
incierto, por lo tanto no se debe decir: «cuando fuera grande», sino: ‘y de
llegar a grande podría ser’.
80. p.
161: «¡Eres un mentiroso exagerado! O sino (sic: si no), pobre Arancibia,
tienes una mente enferma», después de la conjunción disyuntiva “o” no
correspondía usar la conjunción adversativa ‘sino’; sí, la conjunción
condicional ‘si’ junto al adverbio de negación ‘no’, ‘si no’, que equivale a
decir: ‘si no eres un mentiroso exagerado, tienes una mente enferma’. Similar
caso se da en la p. 251, donde se lee la siguiente expresión: «Por qué sino por
venganza?»; ha debido decir: ‘¿Por qué si no por venganza?’, que equivale a
decir: ‘Si no es por venganza, ¿por qué?’
81. pp.
161-162: «Guillermina era ya una mujer hecha y derecha, cuya suntuosa carnalidad
remataba en una cara pequeña, comprimida, como un puño cerrado que, sin embargo
llevaba impreso (sic) los rasgos de familia.» El error destacado con el símbolo
«sic» observa que los que están «impresos» son «los rasgos de familia». Pero
antes ha habido otro error, pues, según el diccionario, la palabra ‘carnalidad’
hace alusión a vicio y deleite de la carne, lo que se ha querido dar a entender
que la mujer tiene carnes abundantes, por tanto debió usarse el término
‘carnadura’ que, de acuerdo con el diccionario, sí hace referencia a la
‘abundancia de carnes’.
___________
(217)
Dos casos similares —que consideramos erróneos— los hemos detectado en la
novela Los enamoramientos, del
novelista español Javier Marías: «No la miré apenas.» (p. 52). Si queda así da
a entender que no la miró para nada, por lo tanto debió suprimir el adverbio
‘apenas’, pues este se usa para indicar una mirada muy sutil, y, en todo caso
debió decir ‘La miré apenas’. En la p. 70, se da un caso similar: «Yo no la
conocía apenas», con lo que se entiende lo contrario: que la conocía muy bien;
y se colige que lo deseado es decir: ‘Yo la conocía apenas’, es decir: la
conocía poco. (Lima, Alfaguara, Santillana Ediciones, 2012).
(218)
Esta expresión es similar a otra ya comentada, de la p. 13: «… los ojos de la
joven eran como si me advirtieran…» (¿qué cosa es ‘ser como si me
advirtieran’?)
(219)
El maestro argentino Arturo Capdevila hace referencia a una situación parecida,
cuando dice que reconoció «equivalente desafuero al debido acuerdo de sujeto y
número al oír que a las oficinas del Ministerio de Educación concurrieron (manifiesto plural) una delegación
(manifiesto singular) de estudiantes que no por ser tantos como quisieran ser,
dejaban de constituir una delegación, y ésta fue la que concurrió.» Y agrega el
maestro: «No. No ignoro el mecanismo de la sustitución, y ha de graduarse de
venial y no de grave la falta. Pero que alguna vez siquiera el colectivo se
salve…» (A. Capdevila, “Desazones idiomáticas argentinas”, en: Cuadernos del
idioma, N° 2, Buenos Aires, Editorial Códex, s/f, p. 21).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.