domingo, 3 de diciembre de 2017

Aclaración necesaria

Aclaración Necesaria


EN UNA NOTA PUBLICADA en la red con el título de Presentación de la conversación de Ernesto Guevara con Mao Zedong, su autor, Miguel Aragón, después de gastar un poco de fingida ponderación y otro poco de inútil lagotería, comentó la publicación de la entrevista Mao-Guevara en octubre del presente en CREACIÓN HEROICA, dejando escrito lo siguiente: “no comparto la utilización de la denominación  ‘Presidente Mao’ que precede a las palabras de Mao Zedong. Para nosotros, lo correcto sería simplemente colocar ‘Mao Zedong’ o ‘Mao’. El cargo de ‘presidente’ es válido que sea utilizado por los socialistas chinos, pero no es de uso obligatorio para  los socialistas de otros países”.

Dejando a un lado el uso oportunista del término socialista, es claro que la cita insinúa que la redacción de CREACIÓN HEROICA introdujo el término Presidente Mao en la entrevista Mao-Guevara.

        Ocurre, sin embargo, que la verdad es la siguiente: como tenía que ser –y como cualquier lector puede entenderlo fácilmente– CREACIÓN HEROICA se limitó a transcribir la entrevista Mao-Guevara exactamente como aparece publicada en la red, versión que se supone es la oficial dada a conocer por la prensa china.

Así pues, llama la atención que Aragón no haya sido capaz de darse cuenta de esa realidad evidente.

Pero además, tampoco es cierto que fuera de China no sea válido utilizar el término Presidente Mao, pues en el mundo de la diplomacia es de rigor mencionar el cargo del dirigente, e incluso en las relaciones entre los partidos políticos dicha mención también es usanza legítima.

Solo en la propaganda política de fuera de China no es correcto utilizar el término Presidente Mao, como precisamente puede observarse en nuestra producción literaria. Pero Aragón finge no conocer nuestra literatura.
   
En nuestro medio, solo en la propaganda del PCP-SL se hace uso del término Presidente Mao, pues Abimael Guzmán lo impuso por la sencilla razón de que quería que sus partidarios le llamaran Presidente Gonzalo.

Es claro pues que Aragón no pensó un minuto en lo que escribió.

01.12.2017.

Comité de Redacción de CREACIÓN HEROICA.

Política

¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


Acerca de un Caso de Escamoteo e Impotencia

(Décima y Última Parte)

Eduardo Ibarra

PUES BIEN, NO ES NECESARIO recapitular las falacias, las calumnias y, en general, los métodos criollos puestos en juego por Aragón en su comentario, pues es seguro que el lector ha tomado nota de los mismos.

Por eso, para terminar, me limitaré a subrayar un hecho especialmente expresivo: en mi folleto El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, hay una crítica específica a:

1. los sofismas con los cuales Aragón pretende sustentar la negación de la filiación marxista-leninista de Mariátegui (capítulo II);

2. su intención de escamotear el carácter marxista-leninista del Socialismo Peruano, de falsificar la verdad de su primera generación, de disolver el socialismo marxista en el mapa del nebuloso socialismo en general (capítulo VII).

3. la infidencia que cometió al revelar la fundación y la composición del “nivel secreto” del grupo liquidacionista (nota 63 del capítulo I).

Huelga decir que las dos primeras cuestiones expresan el servilismo de Aragón respecto a García, por lo que los adjetivos que ha utilizado para calificar a sus congéneres (“peones sumisos”, “genuflexos”, etc.) le caen a él mismo también, pues, no obstante haber sido desenmascaradas las posiciones liquidacionistas de García, no ha sido capaz de desembarazarse de las mismas.

La tercera cuestión es un hecho que solo pudo darse en el clima de descomposición que reina en el grupo liquidacionista, lo cual se expresó asimismo en el hecho de que ni uno solo de sus miembros fue capaz de hacer la crítica necesaria.

Como es claro, ante mis aludidas críticas, el deber político y moral de Aragón era afrontarlas.

Sin embargo, como se ha podido ver, lo que hizo fue escamotearlas. Este escamoteo es prueba de su impotencia.

Así, pues, el caso de Aragón es una expresión entre otras de la descomposición ideológica (abjuración del marxismo-leninismo, negación del partido de clase, etc.) y de la decadencia moral (métodos criollos, doble moral, etc.) de la tendencia liquidacionista.

Finalmente: el análisis del comentario de Aragón ha demostrado que el mismo ha sido un intento fallido por descalificar mi folleto, el cual, por tanto, SIGUE EN PIE.

16.03.2017.



Contra el Oscurantismo


E.I.


I

EN EL NÚMERO 3 DE LA PUBLICACIÓN Todas las Sangres (octubre de 2017), apareció el artículo El socialismo proletario forma superior de organización para la humanidad (pp. 9-11). En este artículo, bajo el subtítulo “Más vale encender una lumbre que maldecir la oscuridad”, puede leerse lo siguiente: “… la construcción del socialismo con sus variadas formas nacionales como ocurre actualmente en la República Popular de China, en la República Popular de Vietnam, en la República Socialista de Cuba, nos permiten señalar que aún existen elementos que avizoran la vitalidad de la concepción materialista de la historia, como una realidad a la que podemos dirigirnos, aunque la utopía que representa sea hoy por hoy difícil de lograr, pero no imposible. He ahí el reto de la nueva generación.”

Es perceptible que el anónimo autor cree haber dicho una profunda verdad, pero veamos si el análisis corrobora su creencia o por el contrario la desmiente categóricamente.

Es posible entender que el vocablo oscuridad ha sido utilizado en el sentido de que la experiencia histórica del socialismo es una experiencia sin luz y, por esto, no pasible de ser estudiada, investigada, conocida.

Pero también es posible entender que el mismo vocablo ha sido utilizado como metáfora, es decir, para referirse a la experiencia histórica del socialismo como una experiencia negativa, como una experiencia vergonzosa.

Por tanto, se impone la pregunta: ¿qué es, pues, concretamente, la “oscuridad” de la que habla el anónimo autor? ¿La dictadura del proletariado?, ¿el Estado burocrático militar? ¿Lenin, Stalin? ¿El ascenso del revisionismo al poder?, ¿la restauración del capitalismo?, ¿la implosión de la URSS y otros países?

El anónimo autor no indica nada, no precisa nada, no esclarece nada, y, por tanto, todo lo deja en la oscuridad.

Veamos ahora el subtítulo copiado arriba. ¿Quién ha “maldecido” la “oscuridad” de la experiencia histórica del socialismo?

Que se sepa, en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado los marxistas-leninistas del mundo, con el PCCH a la cabeza, desarrollaron una justa y correcta lucha contra el revisionismo contemporáneo, a cuya cabeza estaba el PCUS. ¿Puede decirse que esa lucha no fue más que “maldecir”? ¿La crítica del PCCH y otros partidos al revisionismo no fue una justa y correcta defensa del marxismo-leninismo, de la dictadura el proletariado, de la revolución proletaria?

Entonces, es claro que, con aquello de que no se trata de “maldecir la oscuridad”, el anónimo autor ha pretendido escamotear la luz que significó la crítica al revisionismo contemporáneo y a la restauración del capitalismo, escamotear la defensa del marxismo-leninismo y del sistema socialista.

Por tanto, la oscuridad se encuentra más bien en el anónimo autor, es decir, en su falta de luces para comprender las vicisitudes de la experiencia histórica del socialismo.

O tal vez su “más vale encender una lumbre que maldecir la oscuridad”, sea una frase astuta para encubrir la realidad histórica del revisionismo, de la restauración del capitalismo, etc.

En conclusión: por considerar la experiencia histórica del socialismo una “oscuridad”, el anónimo autor se revela como un oscurantista, es decir, como una persona opuesta al conocimiento de la experiencia histórica del socialismo, y, por tanto, contraria a que el proletariado y las clases trabajadoras en general asimilen las lecciones que ha arrojado dicha experiencia.

Veamos ahora la “lumbre” que cree haber encendido el anónimo autor.

Como se ha podido ver, esa “lumbre” es la idea de que lo que ocurre en China y otros países es “la construcción del socialismo con sus variadas formas nacionales”.

Pero la realidad es que en China se restaura desde hace décadas el capitalismo, y, en el resto de países que menciona el anónimo autor, el Estado burocrático-militar, premisa estructural de la restauración del capitalismo, es una realidad objetiva, a la cual se suma en algunos casos el revisionismo, premisa ideológica de dicha restauración.

Y, naturalmente, esa realidad no representa “la vitalidad de la concepción materialista de la historia”.

La vitalidad de esta concepción está en otra parte: en el marxismo-leninismo –no verbal, sino real–, en la  dictadura del proletariado, y, por tanto, en la lucha  contra el Estado burocrático-militar y el revisionismo, en la revolución cultural proletaria, etc., etc.

En conclusión, la “oscuridad” y la “lumbre” del anónimo autor no pasan de ser palabrejas con las que pretende escamotear el estudio, la investigación, la penetración en las vicisitudes de la experiencia histórica el socialismo, y, por tanto, la necesaria asimilación de sus lecciones.

II

En la Presentación de Amauta, Mariátegui escribió: “(…) ’Amauta’ no es una tribuna libre, abierta a todos los vientos del espíritu. (…) Para nosotros hay ideas buenas e ideas malas. En el prólogo de mi libro ‘La Escena Contemporánea’, escribí que soy un hombre con una filiación y una fe. Lo mismo puedo decir de esta revista, que rechaza todo lo que es contrario a su ideología así como todo lo que no traduce ideología alguna”.

Pero Todas las Sangres parece ser una tribuna libre, y, por esto, bien podría llamarse Todas las Ideologías.

Desde luego, rechazar todo lo que es contrario al marxismo-leninismo, no significa necesariamente expurgar todo material que no represente de alguna forma a la mencionada doctrina.

Es claro, sin embargo, que si se publica un texto extraño al marxismo-leninismo (más allá de la creencia de su autor, el artículo examinado en el primer apartado en su contenido central, encierra una actitud extraña al marxismo), entonces hay que publicar también un texto criticando sus argumentos.

Pero, como es claro, eso no ha ocurrido, pues la dirección de Todas las Sangres se ha limitado a encabezar el aludido artículo con las siguientes palabras: “El autor opina que la China hoy capitalista es una forma nacional de socialismo, lo que revela que todavía sigue el debate”.

Claramente, tales palabras son completamente insuficientes, y, por tanto, los lectores pueden creer que lo único negativo del artículo se reduce a creer que en China continúa construyéndose el socialismo, cuando la verdad es que el mismo contiene una concepción errónea de la experiencia histórica de la dictadura del proletariado, cuestión que hemos analizado arriba brevemente.

Pues bien, si “sigue el debate”, entonces es de esperar que en el próximo número de Todas las Sangres se publique un artículo que responda como corresponde al artículo que hemos comentado aquí en algunas de sus aristas. Esperaremos.

Por otro lado, cabe llamar la atención sobre el hecho de que quienes publican Todas las Sangres y los que le colaboran se mantienen en el anonimato, evitando así asumir la responsabilidad de sus ideas. En pleno debate sobre cuestiones candentes del Marxismo Peruano y del Marxismo Universal, eso es ciertamente inadmisible.

Finalmente, es necesario aclarar que la revista electrónica CREACIÓN HEROICA no tiene absolutamente nada que ver con el “Comité Creación Heroica”, a nombre del cual circula Todas las Sangres.

25.12.2017.

Economía

Lucha Económica Interburguesa

César Risso

LA EXPLOTACIÓN CAPITALISTA se encubre en varias formas, a tal punto que hasta se nos presentan como generosa ayuda a los pequeños productores.

        Un caso particular es el financiamiento barato que las pymes obtienen a través del factoring.

“Cerca de 4,000 millones de soles fueron financiados a través del factoring por las pequeñas y medianas empresas (pymes) en lo que va del año, informó el presidente de la Bolsa de Valores de Lima (BVL), Marco Zaldívar.

Destacó que este esquema de la factura negociable le ha dado a las pymes la oportunidad de salir del sistema bancario donde les cobraban un interés más alto para vender esa factura.

‘Esta es una manera de democratizar este escenario de financiamiento para las pequeñas empresas’, manifestó.” (http://diariouno.pe/2017/12/02/factoring-financio-a-4000-pymes/)

Tomemos el dato en su valor redondo, de 4000 millones de soles. A este monto asciende el financiamiento de 4000 pymes. Esto quiere decir que, en promedio, cada pyme recibió un financiamiento de un millón de soles.

        Quiere decir, también, que este monto fue el que dejó de financiar la banca, en lo que va del año 2017. Esto implica dejar de recibir por parte de los bancos los intereses por el servicio de crédito, o de factoring.

        Este mecanismo, que consiste en el adelanto del valor de las facturas, aplicándosele un descuento, que viene a ser el pago por el servicio de adelanto de valor de la factura, constituye otra modalidad de financiamiento de las empresas.

        Las formas de financiamiento cambian, pero el contenido es el mismo. Aunque se nos habla del valor del dinero en el tiempo, en realidad, se trata de lo que se puede obtener como beneficio al aplicar el dinero en una actividad económica.

        Supongamos que el dinero prestado (hemos dicho que la forma cambia, pero el contenido es el mismo), se destina a financiar la producción de una mediana empresa. De dónde paga esta empresa los intereses por el crédito obtenido. Lo hace de las utilidades que obtiene por la producción. Esta utilidad es posible, porque a través del trabajo asalariado, el empresario (pequeño o mediano) puede quedarse con una parte del nuevo valor creado por los obreros. El trabajo no remunerado es la fuente de la utilidad. No es, pues, el tiempo el que le da valor o hace crecer el dinero, sino el despliegue de la fuerza humana de trabajo.

        De todo el nuevo valor creado, una parte corresponde a los trabajadores, en sus diversas modalidades; otra parte corresponde a los industriales bajo la forma de ganancia industrial, por la creación de las mercancías; otra parte se destina a los propietarios de los comercios, por la venta de las mercancías producidas; una parte se la apropian los propietarios de las instituciones financieras, por el servicio de financiamiento de las actividades económicas, y finalmente una parte pasa a manos de los propietarios de los locales e instalaciones en donde se realizan las actividades económicas.

        En síntesis, la plusvalía extraída al trabajador en la actividad industrial, se reparte entre los propietarios de las diversas formas de capital.

        Otro aspecto a tener en cuenta, consiste en la competencia entre los diversos sectores de la burguesía por apropiarse de una mayor parte de la plusvalía extraída en el sector industrial.

        Y, finalmente, en el seno de cada sector de la burguesía, se da la lucha entre las empresas, por obtener una mayor tajada de los resultados de la explotación del trabajo asalariado.

        Así, las pymes se ven obligadas a ceder una parte de la plusvalía obtenida, a las empresas financieras.

        Es como si el gran capital expropiase a los trabajadores asalariados, utilizando como intermediarios a los diversos sectores de la burguesía, y a las pequeñas y medianas empresas.

        Si agregamos, para completar el cuadro, a la burguesía imperialista; esta última, explota a la humanidad entera, a través de las burguesías nacionales.

        Las pymes, que son un medio para la gran burguesía nativa y para la gran burguesía imperialista, son agentes de explotación. En esta condición, sea alto o bajo el costo del crédito, o de cualquier forma de financiamiento, son parte del engranaje de la explotación capitalista, y, en consecuencia, es parte de las formas a ser superadas por el socialismo, que no consiente ninguna forma de explotación del hombre por el hombre.

Internacionales

Socialismo y Antiimperialismo1

Claudio Katz2

LA RELACIÓN ENTRE EL SOCIALISMO Y ANTIIMPERIALISMO presentó varias certezas durante el siglo XX. La meta anticapitalista sería alcanzada a través de diversos caminos nacionales en una lucha contra la opresión imperialista. La radicalización de esas batallas determinaría el debut del socialismo en cada país de la periferia. ¿Cómo se procesó esa dinámica? ¿Cuál es su vigencia en el siglo XXI?

ANTECEDENTES Y CONFIRMACIONES

Los primeros vínculos entre el socialismo y el antiimperialismo fueron establecidos por Marx en sus denuncias de la opresión colonial. Supuso que la transformación socialista se localizaría en Europa y que la periferia jugaría un rol secundario en esa mutación.

        Posteriormente el autor de El Capital resaltó el efecto positivo de los grandes levantamientos en las regiones subdesarrolladas y elogió especialmente la sublevación de Irlanda. Destacó que su convergencia con las luchas sociales de Inglaterra favorecía la gestación de una conciencia solidaria en el proletariado.

        El internacionalismo cosmopolita inicial de Marx evolucionó hacia un enfoque centrado en el empalme de los movimientos anticoloniales, con las acciones obreras en las metrópolis.

        En el escenario de guerras inter-imperialistas de principios del siglo XX, Lenin transformó esa hipótesis en una estrategia integral. Rechazó las ideas socialdemócratas de padrinazgo sobre las colonias, denunció frontalmente al imperialismo y objetó la distinción entre modalidades regresivas y benévolas de esa dominación.

        Con esa actitud postuló la retroalimentación de las luchas nacionales y sociales, en el complejo mosaico de Europa Oriental. Subrayó el derecho de los pueblos oprimidos a la auto-determinación y polemizó con los partidarios del internacionalismo puro, que cuestionaban las potencialidades progresivas de ese reclamo. Estas ideas contribuyeron a forjar la corriente comunista que lideró la insurrección bolchevique.

        Cuando la expectativa revolucionaria decayó en Europa y se desplazó a Oriente, Lenin precisó su política antiimperialista. Distinguió el nacionalismo conservador de los capitalistas locales del nacionalismo revolucionario de los sectores oprimidos. Propició distintos puentes con esa vertiente para apuntalar desemboques socialistas.

        Esta estrategia guió a los marxistas de posguerra durante el esplendor del antiimperialismo. Ese florecimiento acompañó a la descolonización de África y Asia y a los triunfos revolucionarios en China y Vietnam. Estas victorias indujeron, además, a percibir cómo el antiimperialismo contribuía a iniciar transiciones económicas socialistas para erradicar el subdesarrollo.

        Para alcanzar esas metas la mayoría de los Partidos Comunistas promovía una etapa inicial de capitalismo nacional, en alianza con la burguesía. Los críticos de izquierda objetaban la viabilidad o conveniencia de ese periodo intermedio.

        Esas corrientes postulaban estrategias de revolución permanente o ininterrumpida, enfatizando el protagonismo del Tercer Mundo o la confluencia con la clase obrera de las metrópolis. Todos coincidían en la prioridad de confrontar con el atropello estadounidense a los países que actuaban con independencia.

ÉXITOS Y FRUSTRACIONES

La estrecha conexión entre radicalización antiimperialista y desemboque socialista fue confirmada por la revolución cubana. Esa sublevación respondió a las agresiones yanquis con transformaciones anticapitalistas.

        Ese curso demostró que era posible iniciar un proceso socialista a 90 millas de Miami. También aportó argumentos a los críticos de la estrategia de forjar alianzas con la burguesía y reforzó las propuestas de convergencias con el nacionalismo revolucionario.

        La revolución cubana intentó una extensión continental a través de la gesta del Che. Postuló que el socialismo debía plasmarse a escala regional, en fuerte contrapunto con la Unión Soviética que apostaba a la coexistencia pacífica con Estados Unidos. Con este espíritu se forjó la OLAS y se convocaron las Conferencias Tricontinentales.

        La revolución era el principal presupuesto de esa estrategia. Se esperaba desplazar por esa vía a las clases dominantes del manejo del estado. Esa convicción sintonizaba con la preeminencia de dictaduras sostenidas por el Pentágono. La vía soviético- insurreccional y el camino guerrillero de guerra popular prolongada eran vistas como las principales opciones para la conquista del poder.

        Una transición pacífica al socialismo era poco imaginable en el Tercer Mundo. Esos senderos eran promovidos en Europa Occidental, apostando a un efecto imitativo de los éxitos obtenidos por el bloque socialista.

        Como todas las revoluciones irrumpían en la periferia para alcanzar alguna meta nacional, democrática o agraria, la idea de radicalizar esos procesos contaba con gran aceptación.

        Ese período de esperanzas en un acelerado avance del proyecto socialista se cerró en América Latina en los años 80 con tres grandes frustraciones. La primera decepción fue la derrota de los movimientos guerrilleros, que generó balances muy críticos de la estrategia foquista.

        El fracaso de la Unidad Popular en Chile fue el segundo shock. Como ese país arrastraba una larga tradición de continuidad institucional, algunos pensaban que allí era factible soslayar el eslabón revolucionario.

        Salvador Allende intentó ese curso gradual mediante un acuerdo con la oposición. Pero quedó entrampado en la tolerancia suicida al golpe y no supo utilizar el respaldo popular para desbaratar al pinochetismo. Esa trágica experiencia confirmó la necesidad de la revolución en disyuntivas críticas.

        La tercera frustración fue lo ocurrido en Nicaragua. El triunfo contra la dictadura y el acoso de bandas financiadas por el Pentágono parecían repetir al principio el camino cubano.

        Pero los sandinistas sucumbieron ante el cerco militar, detuvieron las transformaciones sociales y pactaron con sus viejos adversarios. Al perder las elecciones precipitaron un clima de gran pesar en toda la izquierda regional.

        Los resultados de esas experiencias no refutaron la centralidad de la radicalización antiimperialista para alcanzar la meta socialista. Más bien indicaron erróneos cursos para desenvolver esa estrategia. Pero la actualidad de esta política debe evaluarse a la luz de las enormes mutaciones de los últimos 30 años.

TRES CAMBIOS SUSTANCIALES

La primera modificación del periodo ha sido la etapa neoliberal, que empezó en años 80 con la instauración de un modelo capitalista muy alejado del keynesianismo de posguerra.

        El neoliberalismo es una práctica reaccionaria, un pensamiento conservador y un sistema de agresión contra trabajadores. Genera deterioro del salario y precarización laboral, mediante el desplazamiento de la industria a Oriente. Utiliza la informática para ampliar el desempleo, acentuar la marginalidad urbana y ensanchar la desigualdad.

        Ese esquema opera al servicio de empresas transnacionales que promueven el libre-comercio para bajar aranceles y demoler competidores locales. Aprovechan la revolución digital para incrementar utilidades y facilitar la actividad especulativa de bancos mundiales que operan sin ningún control.

        Ese modelo potencia los sufrimientos populares y precipita grandes crisis. Estas convulsiones irrumpen por la contracción de los ingresos populares, la sobreproducción y la expansión de las burbujas financieras.

        El capitalismo neoliberal transmite ilusiones en la sabiduría de los mercados, la prosperidad espontánea y el derrame de beneficios. Pero también multiplica el miedo al desempleo y socava la legitimidad de los sistemas políticos. Si la izquierda no logra canalizar el descontento social, ese malestar es capturado por la derecha.

        El segundo cambio del periodo derivó de la caída de la Unión Soviética. La relevancia de este acontecimiento fue corroborada por la periodización del siglo XX como una centuria corta (1917-1989), fechada en el surgimiento y desaparición de ese sistema.

        El neoliberalismo se consolidó con ese desplome. La existencia de la URSS había aterrorizado a las clases dominantes que otorgaron concesiones sociales inéditas. El estado de bienestar, la gratuidad de ciertos servicios básicos, el objetivo del pleno empleo y el aumento del consumo popular surgieron por temor al comunismo. Con el fin de la URSS los capitalistas retomaron los mecanismos clásicos de la explotación.

        Los problemas económicos no determinaron el derrumbe de ese sistema. La URSS superaba a sus equivalentes en PBI per cápita, calidad de vida o niveles de salud y educación.

        El desplome del régimen fue consecuencia de un vaciamiento político. Los gobernantes apostaban a su propia conversión en burgueses. Cuando encontraron la oportunidad para consumar ese salto, abandonaron el incómodo maquillaje socialista.

        La población toleró ese viraje al cabo de varias décadas de inmovilidad y despolitización. Con la frustración del último gran intento de renovación (Primavera de Praga) se extinguió la oportunidad de rehabilitar el socialismo.

        El tercer cambio del período se localiza en la estructura del imperialismo. Ese dispositivo incluye mayor coordinación de las acciones de gendarme, para lidiar con la nueva integración mundial de los capitales.

        Estas formas de gestión colectivas prevalecen frente a la extinción de las viejas guerras inter-imperialistas. Nadie vislumbra la repetición de conflictos armados entre Estados Unidos, Alemania o Japón. La ausencia de proporcionalidad entre la supremacía económica y la hegemonía político-militar de las distintas potencias, impide la reaparición de esas conflagraciones.

        A pesar de su relativa pérdida de preeminencia económica Estados Unidos mantiene su función protectora del capitalismo. Preserva una preponderancia militar absoluta y una dirección de las operaciones internacionales más riesgosas.

        Pero los imperios centrales ya no actúan como únicos protagonistas de la gobernanza mundial. Apéndices integrados a la estructura dominante (Israel, Australia, Canadá) tienen mayor relevancia y formaciones subimperiales autónomas (Turquía, India) son más gravitantes a escala regional. Cumplen un papel tan reaccionario como desestabilizador del orden global.

        También los adversarios de largo plazo de Estados Unidos (Rusia, China) son más influyentes. Actúan en forma defensivas frente al imperialismo y de manera ofensiva hacia sus vecinos. Buscan forjar estructuras propias de dominación.

        Estos convulsivos roles de las potencias centrales, los apéndices, los subimperios y los imperios en formación se verifican en escenarios de guerra permanente, como Medio Oriente.

        ¿En este contexto de neoliberalismo, desaparición de la URSS y remodelación de los dispositivos imperiales sigue gravitando el antiimperialismo?

OTRO PERFIL DEL MISMO DATO

Algunos analistas estiman que el antiimperialismo perdió incidencia con la globalización. Estiman que decayó junto al declive de los senderos nacionales, en el nuevo escenario de luchas anti-sistémicas a escala mundial.

        Pero no brindan ejemplos de esas resistencias directamente globales. Es evidente que las tradiciones, organizaciones y programas nacionales continúan singularizando las movilizaciones de cada región.

        Otros autores afirman el antiimperialismo es obsoleto. Consideran que se extinguió junto a los movimientos de liberación nacional, en un contexto de pocas colonias y muchos países soberanos.

        Pero no registran cómo la opresión nacional ha resurgido con nuevas guerras, migraciones y rediseños de fronteras. Tampoco notan hasta qué punto la intervención imperial se ha intensificado con pretextos humanitarios. Basta observar la demolición de Medio Oriente o la desintegración de África para dimensionar las consecuencias de ese atropello.

        Hay pensadores que reconocen la gravitación del antiimperialismo, pero lo observan como un dato negativo. Señalan que divide a los trabajadores, generando tensiones artificiales por las costumbres, idiomas o razas de cada grupo nacional.

        Este cuestionamiento es ciertamente válido para el nacionalismo reaccionario de Trump o Le Pen. Pero no se aplica a Chávez-Maduro o Evo Morales. Ambas variantes están separadas por el mismo abismo que en el pasado oponía a un Mussolini con un Sandino.

        Es absurdo clasificar a esa diversidad de liderazgos dentro de un paquete común de “populistas”. La nueva combinación de neoliberalismo con xenofobia -para restringir inmigración- se ubica en las antípodas del nacionalismo radical de Venezuela, Bolivia o Palestina.

        Es también erróneo suponer que el antiimperialismo conduce al abandono de posturas anticapitalistas. La experiencia ha demostrado que las demandas nacionales y sociales no son antagónicas. Constituyen dos formas de reacción frente a la explotación padecida por los asalariados y la sujeción nacional, racial o religiosa sufrida por los oprimidos. Esa adversidad compartida conduce al empalme de resistencias comunes.

        El antiimperialismo persiste como un dato central del siglo XXI. Esa gravitación ha sido confirmada por todos los procesos latinoamericanos de las últimas dos décadas.

        En esa región se registraron significativos cambios en los levantamientos populares. Las clásicas revoluciones del siglo XX (México en 1910, Bolivia en 1952, Cuba en 1959 y Nicaragua en 1979) fueron reemplazadas por rebeliones de otro alcance. Ya no irrumpieron formas de poder paralelo, ni organismos desafiantes del estado para coronar desenlaces militares.

        Hubo importantes alzamientos populares en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina que superaron el alcance de cualquier revuelta, sin traspasar el umbral de las revoluciones. Esas sublevaciones modificaron los regímenes políticos, pero no demolieron al estado, ni su ejército o instituciones.

        Esos levantamientos mantuvieron un contenido antiimperialista mixturado con demandas contra neoliberalismo. En Bolivia las sucesivas “guerras del agua y del gas” ((2000-03) confrontaron con las empresas extranjeras que lucraban con las privatizaciones. En Ecuador (1997-2000) se libraron batallas contra los bancos extranjeros, la entrega del petrolero y la presencia de bases militares estadounidenses.

        En Argentina (2001) la lucha de los desocupados y la clase media confrontó con los ajustes del FMI. También en Venezuela (1989) las revueltas apuntaron contra el encarecimiento de la gasolina y las confiscaciones impuestas por el custodio de los bancos internacionales.

        En todos los casos la deuda externa operó como un gran detonante. El pago de ese pasivo generó recortes de salarios que precipitaron movilizaciones por la auditoría y la moratoria. La masividad de esa demanda confirmó su centralidad en las economías dependientes. En todos los casos el antiimperialismo continuó operando como un eje articulador de la lucha popular.

VIGENCIA EN DISTINTOS GOBIERNOS

Es también llamativa la permanencia de la problemática antiimperialista en las distintas variantes de gobiernos latinoamericanos de las últimas décadas.

        Esa centralidad se verificó en las administraciones de centroizquierda (Lula-Dilma, Kirchner, Correa), que introdujeron reformas en el sistema político e intentaron modelos económicos neo-desarrollistas. Ensayaron cierta autonomía frente a los Estados Unidos, tomaron distancia de la OEA y trataron de ampliar el margen de UNASUR.

        Pero cuando declinaron los proyectos de integración regional abandonaron esas pretensiones. Fueron gobiernos autónomos pero no antiimperialistas y esa carencia explica su total adaptación a la agenda de las clases dominantes.

        La segunda variante de mandatarios mantuvo un perfil derechista (México, Perú o Colombia), que se ha expandido con la restauración conservadora perpetrada a través de victorias electorales (Argentina) y golpes institucionales (Brasil, Honduras, Paraguay).

        En estos casos se verifica la contracara del antiimperialismo, a través de una descarada asunción de políticas pro-estadounidenses. Como siempre ocurre en América Latina, los gobiernos ultra-liberales son fanáticamente afines a la preeminencia de su viejo tutor.

        Todos apuntalan la política exterior de Trump, convalidan la agresión contra México, recomponen la OEA, participan en las conspiraciones propiciadas por la CIA y 6 delegan soberanía en materia de espionaje. Si en los gobiernos de centroizquierda hubo carencia de antiimperialismo, en sus pares de derecha abruma el sometimiento a Washington.

        La gravitación de la problemática imperial se verifica finalmente en los gobiernos radicales de Venezuela y Bolivia. Esas administraciones han implementado políticas de redistribución de la renta, en choque con las clases dominantes y el padrino estadounidense.

        Venezuela se ha transformado actualmente en el epicentro de esos conflictos. Resiste las pretensiones estadounidenses de recuperar el control de la principal reserva continental de crudo. El Departamento de Estado trata de repetir los operativos de Irak o Libia, busca instaurar el modelo de privatización imperante en México e intenta expulsar a Rusia y China de su patio trasero.

        Esos objetivos explican la escalada de violencia que genera la oposición, ensayando variantes golpistas que combinan el sabotaje de la economía con la virulencia callejera.

        Esta confrontación definirá el próximo escenario de la región. Un triunfo derechista generalizaría la sensación de impotencia frente al imperio y un resultado inverso permitiría apuntalar la nueva oleada de luchas sociales.

        El antiimperialismo continúa definiendo la dinámica política latinoamericana. Su gravitación aumenta frente el proyecto recolonizador de Trump, que complementa la agresión contra Venezuela con el reforzamiento del embargo a Cuba. Esos atropellos reavivan la gran memoria de rechazo al intervencionismo estadounidense.

SINGULARIDADES LATINOAMERICANAS

El caso latinoamericano también ilustra la especificidad regional de la relación entre emancipación nacional y social. En ese terreno no hay recetas comunes para todo el planeta. Sólo existe un enfoque general de objetivos socialistas contrapuestos a la opresión imperial, que se adaptan a las diferentes situaciones de cada lugar.

        La singularidad latinoamericana está determinada por la resistencia histórica al imperialismo estadounidense. El Pentágono ya no ejerce su dominación a través de dictaduras e intervenciones abiertas. Pero mantiene una gran primacía geopolítica (que no comparte con las potencias europeas).

        Trump intenta utilizar ese poderío para retomar la supremacía total de Estados Unidos, frente a la novedosa presencia de China. Percibe que esa llegada no ha desbordado aún el terreno económico.

        La impactante incursión del gigante asiático reviva todos los debates sobre el antiimperialismo. Durante los años de bonanza de las exportaciones latinoamericanas, no se aprovechó la posibilidad de una asociación integral con China para contrapesar la subordinación a Estados Unidos.

        En vez de negociar en bloque con la nueva potencia, los gobiernos mantuvieron el bilateralismo. Ahora China tiende a erigirse como un referente del libre-comercio frente a Trump y ambas potencias disputan la apropiación del botín latinoamericano.

        Otra peculiaridad del antiimperialismo regional es su estrecha conexión con el anhelo de unidad. Ese objetivo constituye una asignatura histórica pendiente. En la última década hubo algunos esbozos de integración con UNASUR y varias iniciativas solidarias del ALBA, contrapuestas a los tratados neoliberales de libre-comercio y diferenciadas del regionalismo capitalista del MERCOSUR.

        Pero la oportunidad para concretar esos proyectos se frustró y los gobiernos de derecha recrean nuevamente la balcanización. Congelan UNASUR y paralizan el MERCOSUR para facilitar los negocios excluyentes de cada burguesía.

        Como ese vaciamiento empalma con la crisis del Tratado del Pacífico (que promovían Obama y Clinton) predomina un clima de indefiniciones. Esa incertidumbre facilita el relanzamiento de los planteos antiimperialistas.

CONTRASTES CON MEDIO ORIENTE Y EUROPA

Las singularidades del antiimperialismo se clarifican en los contrastes entre regiones. América Latina comparte con el mundo árabe una batalla común contra el saqueo. Ambas zonas han sido avasalladas y colonizadas por distintos imperios. Pero la reacción frente a esos atropellos transita por carriles diferentes.

        En Medio Oriente las demandas antiimperialistas están entremezcladas con agudas tensiones regionales y globales, en escenarios bélicos. Como ya ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, en una misma confrontación se combinan choques entre potencias, batallas democráticas y resistencias antiimperialistas.

        Las demandas nacionales en el mundo árabe están mixturadas con esos intrincados conflictos geopolíticos. Esa complejidad explica, por ejemplo, que triunfos del movimiento nacional kurdo (y su conquista de zonas autónomas) se logren bajo la coyuntural protección de Estados Unidos. Una sintonía de ese tipo es inconcebible en América Latina.

        Otra peculiaridad son los yihadistas, que disputan con el Pentágono mediante acciones totalmente ajenas al antiimperialismo. Operan como movimientos reaccionarios que han sido tan enemigos de la primavera árabe, como las dictaduras de la región. Esta dualidad tampoco tiene parangón en América Latina.

        Por distintas razones históricas -como el peso de la teocracia y la sofocación de los procesos de democratización secular- la relación entre emancipación nacional y social presenta en el mundo árabe, complejidades muy superiores a las imperantes en América Latina.

        Las diferencias con Europa son también significativas. En el Viejo Continente conviven en un mismo radio geográfico opresores imperiales y naciones dependientes (Alemania con Grecia, Inglaterra con Irlanda). Comparten la misma integración a los organismos de la Unión Europea.

        Esa estructura neoliberal afronta manifiestos rechazos populares cada vez que se vota. También suscita un fuerte despertar nacional contra la burocracia de Bruselas, al servicio de las empresas multinacionales. Esta tensión recuerda las resistencias nacionales de principios del siglo XX contra los viejos imperios.

        En estos rechazos resurgen contradictorios sentimientos de soberanía y desintegración nacional. La gran variedad de culturas, tradiciones e idiomas que irrumpen en esos conflictos contrasta con la mayor homogeneidad de la configuración latinoamericana. Por esa razón el tipo de problemas creados con la fragmentación de Yugoslavia, la partición de Checoeslovaquia o los impulsos soberanistas de Cataluña y Escocia no se verifica en el Nuevo Mundo.

        Solo el ajuste impuesto por la Troika a Grecia presenta parecidos. Ahí se verifica el mismo catálogo de crueldades que padece América Latina. Alemania comandó la cirugía económica y Estados Unidos reforzó su primacía militar en las bases helenas de la OTAN.

        En Grecia se procesó también una gran experiencia de resistencia popular. Esa lucha quedó abortada por el sometimiento a la Troika, generando frustraciones superiores a las experimentadas durante el ciclo progresista latinoamericano.

        Los contrastes con el mundo árabe y con Europa ilustran la centralidad y las peculiaridades del antiimperialismo contemporáneo. ¿Pero su vigencia se extiende a la meta socialista?

PERSISTENCIA DE UN PROYECTO

Algunos pensadores retoman las viejas críticas al proyecto igualitario estimando que el socialismo perdió sentido. Señalan que es innecesario en los períodos de estabilidad y peligroso en las coyunturas de crisis.

        Pero no explican cómo el capitalismo podría erradicar los sufrimientos populares, las guerras o la destrucción del medio ambiente. Tampoco han podido demostrar de qué manera podría ser reformado o humanizado un régimen que funciona acrecentando esas desgracias.

        El neoliberalismo ha confirmado que el capitalismo se asienta en la explotación. También demuestra que la conquista de mayor democracia y logros sociales requiere implantar otro modelo de sociedad.

        Es indudable que la caída de la URSS afectó seriamente la batalla por el socialismo, pero no generó la primera derrota sufrida por los oprimidos, ni ha implicado el fin de ese proyecto.

        La historia de la humanidad incluye victorias inesperadas y amargas decepciones. La URSS fue un ensayo de socialismo que no logró eliminar la desigualdad. Pero conviene recordar que en otros casos (como la revolución francesa) los ideales de igualdad política se plasmaron en períodos muy posteriores.

        Las ideas del socialismo no han perdido vigencia por su identificación con la Unión Soviética. Muchos conceptos sufrieron una deformación semejante y nunca fueron reemplazados. La bandera de la democracia ha sido utilizada para todo tipo de tropelías y esa usurpación no disoció ese concepto de la soberanía popular.

        Al igual que otros principios de la acción política, el socialismo no tiene sustituto para batallar por el ideario pos-capitalista. La lucha por esa meta requiere nociones y estrategias que no se sustituyen con vaguedades sobre el pos-capitalismo.

        El socialismo del siglo XXI recobra fuerza en su contraposición con el capitalismo, que es actualmente percibido como sinónimo de desempleo, pobreza y exclusión. El ideal comunista no es más utópico que el imaginario neoliberal del mercado, ni más irrealizable que las fantasías heterodoxas de intervención estatal. El socialismo ofrece un horizonte de emancipación real, a los jóvenes indignados que protestan en todo el mundo.

EXPERIENCIAS ESPECÍFICAS

En cada región el socialismo está asociado con ciertas experiencias. En América Latina está muy identificado con el proceso cubano, que aportó a varias generaciones el mayor ideario de transformación social.

        Cuba también demostró cómo un esquema económico-social no capitalista permite evitar el hambre, la delincuencia generalizada y la deserción escolar en una economía con pocos recursos.

        La isla ya no está en condiciones de continuar el camino precedente. Debió intentar una renovación luego del colapso de la URSS, mediante la expansión del turismo, la llegada de empresas extranjeras y los mercados de divisas. Este curso generó serios problemas de segmentación social entre los receptores y huérfanos de remesas.

        Ahora el país necesita ampliar la gravitación del mercado, ahorrar divisas y reanimar la agricultura, sin consagrar el retorno al capitalismo y evitando la formación de una clase dominante. Ese curso requiere reforzar las cooperativas, superar los ahogos burocráticos, transformar las divisas atesoradas en inversión y facilitar la pequeña propiedad.

        Esa estrategia permitiría lograr altas tasas de crecimiento, limitando al mismo tiempo la desigualdad social. Es un curso que exige ejemplaridad de los dirigentes y continuidad de los sistemas educativos y sanitarios públicos.

        La epopeya cubana afronta los nuevos desafíos en condiciones regionales adversas. Pero mientras el ideal socialista persista en la isla, esa meta permanecerá abierta también para América Latina.

        Es importante registrar el estrecho camino que existe en la actualidad para mantener el proyecto de emancipación. Lo más peligroso para Cuba sería volver al período especial. Las reformas son tan necesarias como impedir la restauración capitalista.

        Con la misma óptica hay que evaluar a Venezuela. El proceso bolivariano se desenvolvió junto a un enunciado socialista, que alcanzó gran difusión en las misiones, los hospitales, las empresas y las comunas. También la crítica a la burguesía fue incorporada al lenguaje corriente de amplios sectores populares. Ese giro ideológico empezó con la rehabilitación que hizo Chávez del proyecto comunista.

        Todo ese rumbo afronta actualmente una crisis de gran alcance. Pero en lugar de sepultar los logros alcanzados corresponde discutir dónde se localizan las fallas, en un país (que a diferencia de Cuba) no consumó un debut del socialismo.

        En Venezuela existe un grave problema económico por la obstrucción que impone la renta a cualquier proyecto de desarrollo igualitario. El socialismo es incompatible con ese escollo.

        Bajo el chavismo la renta fue redistribuida a favor de los sectores populares, pero no fue utilizada para gestar una economía productiva. Por eso la industrialización quedó bloqueada y se recreó la convivencia con la burguesía, olvidando que la condición de un proyecto socialista es privar a la clase dominante de su poder económico.

        También falló la política económica por una errónea utilización de las divisas, que potenció el desabastecimiento y la inflación. No hubo expansión del empleo productivo y en lugar de apuntalar un esquema combinado de plan, mercado y desarrollo socialista, persistió el consumo irracional y la baja productividad.

        Además, se soslayaron ciertas nacionalizaciones claves -como los bancos y el comercio exterior- y se abusó de otras, que se volvieron perniciosas. Estos errores recrearon una larga tradición rentista de ineficiencia, que impide utilizar los ingresos petroleros para el desenvolvimiento industrial. No se pudo (o no se quiso) generar una cultura pos-rentista de producción y responsabilidad.

        La corrección de esos desaciertos depende del desenlace de la crisis actual. Si la derecha triunfa el ideal socialista quedara afectado por mucho tiempo. Una victoria del proceso bolivariano permitiría, por el contrario, encarar un programa de erradicación de la boliburguesía y la corrupción. El escenario es difícil, pero los grandes proyectos revolucionarios siempre despegaron en la adversidad.

        La experiencia de Bolivia transita por carriles menos dramáticos. En el plano económico hubo un manejo austero de la macroeconomía y en el plano político se recuperó el orgullo nacional y la auto-estima.

        El gobierno de Evo logró consolidar una nueva configuración plurinacional del estado para ejercer su autoridad sobre todo el territorio. Las tensiones han sido menores a partir de un piso de subdesarrollo mayor. El Altiplano tampoco afrontó una hostilidad estratégica equiparable a Venezuela por parte del imperialismo estadounidense.

VIGENCIA DE UNA ESTRATEGIA

En la última década el socialismo volvió a discutirse en América Latina. Ese proyecto recobró vitalidad a partir de las nuevas experiencias de Cuba, Venezuela, Bolivia y el ALBA.

        Resulta necesario debatir con seriedad las luces y sombras de esos procesos sin indulgencia, ni derrotismo. El desenlace de la crisis en Venezuela influirá sobre el alcance de la resistencia social, los procesos electorales y los resultados de la agresión imperial.

        En estos turbulentos escenarios la meta socialista continúa tan vigente como la mediación antiimperialista para alcanzarla. La dinámica clásica de radicalización persiste pero con nuevos ritmos y formas. La combinación de lucha nacional y social asume inéditos contornos y transita por inesperados senderos.

2-8-2017.

RESUMEN

En el siglo XX la batalla por el socialismo transitó en la periferia por la radicalización de la resistencia antiimperialista. Las rebeliones anticoloniales, el protagonismo del Tercer Mundo y los triunfos de posguerra confirmaron ese curso. Cuba aportó otra ratificación que fue ensombrecida por varias frustraciones posteriores.

        En la nueva etapa de neoliberalismo, desaparición de la URSS y remodelación de la dominación global, el antiimperialismo persiste como articulador de la lucha popular. Esa centralidad se verificó en las rebeliones sudamericanas, en la fallida autonomía de los gobiernos progresistas y en el contrapunto de los gobiernos radicales con la restauración conservadora.

        La confrontación con Estados Unidos y el anhelo de unidad regional singularizan al antiimperialismo latinoamericano. Los contrastes con el mundo árabe y Europa confirman esas peculiaridades.

        El socialismo no ha perdido vigencia por la implosión de la URSS. Las experiencias de Cuba, Venezuela y Bolivia indican nuevas pistas de combinación de las batallas nacionales y sociales.

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(1) Este artículo actualiza conceptos expuestos en Katz Claudio Neoliberalismo, Neodesarrollismo, Socialismo, Batalla de Ideas, 2016, Buenos Aires (primera, cuarta y quinta parte). Las disyuntivas de la izquierda en América Latina, Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, 2008 (primera y segunda parte). Artículos sobre la Teoría de la Dependencia www.lahaine.org/katz. Toda la bibliografía puede ser consultada en esas fuentes.
(2) Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz