lunes, 3 de julio de 2017

Filosofía

Las Bases de los Juicios Morales

(Quinta Parte)

Howard Selsam

LA FILOSOFÍA DEL PLACER, como se llamaba, se vió puesta al margen durante muchos siglos. Reapareció en el Renacimiento, posteriormente en Inglaterra, en forma apropiadamente moderada, y finalmente alcanzó un nuevo apogeo en la Francia del siglo XVIII. Esta vez se hizo posible para disfrutar de toda clase de placeres; pero los problemas sociales intensos y la resultante exigencia de un cambio radical, provenientes de las clases medias y de los intelectuales, llevó hacia una reconstrucción profunda de todo el sistema hedonista. Helvetius dirigió la empresa, no sin hacer algunos sacrificios personales, pues su libro “Del l’ Espirit” fue quemado públicamente por las autoridades de París, cuando apareció, en 1758, mientras su autor se veía obligado a huir del país. Parece que Helvetius hizo, al tratarse de los seres humanos, lo que Newton había hecho al tratarse de los cuerpos celestes, es decir, descubrir las leyes básicas de todos los actos humanos. Parece también que él llegó a suponer que, en la misma forma que un ordenado sistema surge y marcha obedeciendo a las leyes de la gravitación universal, así también puede surgir y marchar una sociedad armoniosa siguiendo las leyes básicas de la conducta humana. Esta ley consistía en que el hombre actúa siempre, en cualquier circunstancia, en la forma que le parece conveniente a sus intereses –de este modo, el interés personal fue el principio de toda conducta. – Pero (aquí es donde aparece el gran genio de Helvetius), los hombres son un producto de su ambiente; de tal manera que, todo lo que ellos juzgan benéfico para su interés, está determinado por las costumbres, tradición y educación. Hace falta agregar, claro está, la premisa negativa de que el hombre no nace con ideas innatas y que, fundamentalmente, no es un ser desigual en dotes naturales.

        Helvetius pasa por alto lo que el hombre encuentra que es su interés personal –salvo al tratarse de la forma en que sus actos afectan a lo que otros hombres creen que es su interés personal.– Así dice, por ejemplo, en un pasaje impresionante de la obra citada anteriormente, que el hombre virtuosos no es aquel que sacrifica sus placeres y pasiones al interés público, por la sencilla razón de que ello resulta inútil. En cambio, es virtuosos el hombre en quien la pasión más fuerte está armonizada con el interés general en tal forma que él resulta ser virtuosos por necesidad26. Y este representante vigoroso, optimista, de la joven burguesía francesa, voceaba la opinión de que todo dependía, en este caso, de la educación. Los hombres no aprendieron a valorizar correctamente lo que significa su interés, pues, si no hubiera sido así, habría una perfecta armonía social. ¿Esto es ingenuo? No tanto como parece a simple vista. La educación viene a ser, para Helvetius, todo el conjunto de las influencias del ambiente, no solamente lo que se enseña en las escuelas; significa lo que una sociedad hace valer por medio de su organización y funcionamiento; lo que hace que los hombres aprecien, busquen, deseen o rechacen. De esta manera, él puede llegar a la conclusión justa de que las instituciones sociales son las culpables cada vez que los hombres se encuentran ante un conflicto al tratarse del ejercicio de la ley natural del interés personal. Helvetius piensa que precisamente este conflicto es lo que se ha producido casi siempre en el pasado y lo que sigue produciéndose en la actualidad. La sociedad elogia una virtud, pero da en recompensa un vicio. Las instituciones existentes y la enseñanza de las cuestiones morales separan nuestros intereses de los de nuestros semejantes; mientras, por otro lado, nuestro interés personal nos enseña que cada individuo puede vivir dichosamente solo en caso de que marchen bien nuestros intereses personales.

        Karl Marx escribe, refiriéndose a las escuelas éticas materialistas francesas del siglo XVIII, lo siguiente:

        “No hace falta una gran agudeza para ver el vínculo necesario que existe entre el bien original, las virtudes inteligentes del hombre, el poder de la experiencia, costumbres y educación, la influencia de las condiciones exteriores sobre el hombre, la extrema importancia de la industria, la justificación de la dicha, etc., de un lado, y el comunismo y el socialismo, del otro.

        Si el hombre recibe todas sus impresiones y forma todos sus conceptos según el mundo de sus sentidos, deduciendo también sus experiencias según este mismo mundo de sus sentidos, surge naturalmente la deducción de que el mundo empírico debe construirse en tal forma que pueda ofrecer una gran riqueza de verdaderas experiencias humanas.

        Si el interés personal ennoblecido es el principio de toda moralidad, fácil es deducir que los intereses privados de los hombres deben armonizarse con los intereses humanos. Si el hombre no es libre en el sentido materialista, es decir, si es libre, no en razón de su fuerza negativa para evitar esto o aquello, sino en razón de su fuerza positiva para afirmar su verdadera individualidad, en tal caso, el hombre no debe castigar los crímenes de los individuos sino destruir las causas antisociales del crimen y dar a cada persona un campo social suficiente para la expresión de su propia individualidad. Si el hombre está formado por las circunstancias, en tal caso, solo dentro de la sociedad podrá desarrollar su naturaleza. Y la fuerza de su naturaleza debe medirse, no por la fuerza del individuo aislado, sino por la fuerza de la sociedad”27.

        Marx no quiere decir que Helvetius y sus correligionarios fueran socialistas o comunistas, ni que ellos hayan desarrollado una ética para el comunismo. Lo que él trata de hacer ver, más bien, es que la burguesía radical, en su periodo revolucionario, desarrolló una ética que trascendió de sus intereses y necesidades particulares. Marx escribe, en otra parte, que ninguna clase particular puede ejercer el poder sin alegar que lo hace así en nombre de los derechos generales de la sociedad28. Y este sector de la burguesía, al hacer tal alegato, contribuyó sustancialmente a la formación de la teoría moral. Nosotros no tenemos necesidad de examinar mayormente la clase de sociedad que Helvetius y su discípulo Holbach trataban de organizar siguiendo los dictados de su ética; bastará, en este caso, con darnos cuenta de la manera cómo transformaron ellos, el interés personal, en una exigencia para la organización de una sociedad racional. Holbach manifiesta que una sociedad racional es aquella que puede hacer felices a los hombres, y que ello requiere, en primer lugar, que se le satisfagan las necesidades materiales de la vida y, después, que esto se haga en tal forma que no se vea la diferencia entre el interés de cada individuo y el de los demás. Esto excluye en absoluto una sociedad de categorías o un Estado que se sitúe por encima de los individuos: lo único que propugna es la vinculación total de las relaciones individuales que constituye una sociedad.

        La continuación de esta doctrina se llevó a cabo en Inglaterra, en forma de utilitarismo, desarrollado especialmente por Jeremy Bentham y John Stuart Mill. Pero esta “evolución” de Helvetius daba demasiada importancia al aspecto superficial de su doctrina en detrimento de su contenido profundo. Como Belfort Bax, uno de los últimos socialistas ingleses del siglo XIX, lo hizo ver, “el interés personal ennoblecido” se hizo la ética de los bellacos y de los millonarios. Teóricamente, la doctrina comete la falta de identificar la fuerza impulsora de la conducta humana con el objetivo que se busca. Aristóteles hizo ver magistralmente, en la “Etica a Nicómano”, que el hombre encuentra en todos sus actos voluntarios cierta satisfacción, pero que la naturaleza de esta satisfacción es tan amplia y ramificada según sea la naturaleza de cada uno. Hay hombres que solo encuentran satisfacciones del estómago, otros en la sensualidad, mientras que hay otros que las encuentran en el honor, en las obras artísticas, en los descubrimientos científicos y en el sacrificio de sí mismos en bien de los demás –de un grupo, clase o sociedad– con el cual ellos están identificados.

        De esta manera, el interés personal es, en su mejor aspecto, una descripción ambigua de los motivos de la conducta humana, y, en la forma como lo interpretan los teóricos burgueses, resulta totalmente incapaz de explicar los sacrificios, ya sea de los capitalistas o de los trabajadores, en beneficio de su propia clase, su país o el orden social que les es más querido. Solo a causa de una fantástica limitación del término puede afirmarse que el heroico sacrificio de los cristianos primitivos y de otros hombres que murieron defendiendo su causa se debió únicamente al impulso del “interés personal”. En casos como estos, el hombre sacrifica el interés personal y hasta su vida misma en bien de una aspiración que se ha hecho su ideal, el beneficio de su clase, su pueblo o su nación. El bien personal es, pues, una pésima explicación de toda la conducta humana. Además, en las manos de los escritores ingleses, la doctrina presupone la existencia de individuos atómicos, separados de sus múltiples y dinámicas relaciones dentro de la sociedad constituida.

        Históricamente, puede decirse que la ética de Helvetius degeneró, de ser un impulso militante, que tendía a la transformación de las instituciones sociales, a ser ahora una defensa de las instituciones existentes, alegando que ellas están basadas en los intereses del hombre, dentro de los moldes económicos y sociales del sistema capitalista de explotación. La causa de esta degeneración radica en la falsa suposición económica de que las relaciones de producción capitalista operan en interés de todos los hombres y los materialistas predicaron a los capitalistas, por eso, la conveniencia de moderar su pillería en interés de su perpetuidad como clase. Por otra parte, elogiaron ante los trabajadores el maravilloso funcionamiento de la ley natural por medio del sistema capitalista, dentro del cual el bien de cada uno era el bien de todos. En la actualidad esta doctrina está muerta teórica y prácticamente, pues ya no sirve como desafío revolucionario ni como defensa plausible. Los pueblos lucharán hasta lo último por la conservación de las instituciones democráticas, pero no por la defensa del “libre cambio” capitalista. Ciertamente, en su forma fascista, el capitalismo no puede presentarse adecuado al “interés especial” del pueblo.

        Como otras formas de la ética del espiritualismo, con sus preocupaciones por la salvación del alma de cada individuo, así también la ética del “interés personal”, que pretende ser empírica y práctica, resulta disolvente en la misma forma que el primitivo “laissez- faire”, o competencia libre en los negocios, abre el camino al imperialismo político. Parafraseando a Bax, mientras el burgués puede pensar que no hay nada bueno fuera del alma individual y del talonario de cheques, el trabajador encuentra que su individualidad está sumergida en la existencia colectiva de su clase de productores. La verdadera naturaleza de la industria en gran escala, que ha sumido el trabajo del individuo en el del grupo, ha fusionado asimismo los intereses de los trabajadores individuales con los de la clase trabajadora en un todo orgánico. La ética marxista empieza donde la teoría del capitalismo fenece, cuando la práctica del capitalismo la ha encarnado en la abrumadora masa del pueblo.
____________
(26) Helvetius, ob. Cit. Discurso III. Cap. 16.
(27) Karl Marx. “La Sagrada Familia”.
(28) Marx. “Crítica de la filosofía del derecho de Hegel”.

sábado, 1 de julio de 2017

Política

Nota:

Los textos de nuestro compañero Eduardo Ibarra aludidos en el artículo que sigue, han sido publicados en diferentes fechas en las páginas de esta revista electrónica.

01.07.2º17.

Comité de Redacción.


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!

De Cómo los Liquidadores Abjuran del Marxismo-Leninismo y Falsifican la Creación Heroica de Mariátegui

(Quinta Parte)


Eduardo Ibarra




Los métodos criollos de los liquidadores

En la lucha contra los liquidadores, ha quedado demostrado no solo la total falta de base de sus posiciones relativas al marxismo-leninismo, a la identidad ideológica de Mariátegui y el PSP, al camino de la revolución y al partido del proletariado, sino también sus métodos criollos, métodos utilizados en sus relaciones internas y externas, así como en el ámbito de la polémica y en relación a la literatura de los maestros del proletariado.

Veamos, primero, tales métodos en lo que a la literatura de los maestros del proletariado se refiere.

        El leninismo expresa el contenido fundamental y las tendencias fundamentales del imperialismo y el contenido fundamental y las tendencias fundamentales de la revolución proletaria y de la dictadura del proletariado, y, por esto, su definición como el marxismo de nuestra época, es correcta (véanse, por lo menos, el capitulo ¿Qué hay detrás del maoísmo delirante? de nuestro libro El pez fuera del agua, los capítulos II y IV  de nuestro folleto El desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su denominación y nuestro artículo La creación heroica de Mariátegui y el liquidacionismo de derecha). 

        Sin embargo, dejando por fuera la cuestión del desarrollo del marxismo, García reniega el leninismo, y, así, ha abjurado del marxismo-leninismo con el burdo pretexto de que el problema de la denominación de la doctrina es una cuestión formal: “un guion más o un ismo menos” (El partido de Mariátegui).

Por eso no debe extrañar a nadie que terminara calificando de “carroña” el término marxismo-leninismo (véase el artículo Las cinco caídas de Yo el Supremo). 

Como es de conocimiento general, los fundadores Marx y Engels y el continuador Lenin sostuvieron, con toda razón, que el nombre de Partido Comunista es el nombre científicamente exacto del partido del proletariado.

        No obstante, con argumentos sofísticos e incluso tergiversando afirmaciones de Mariátegui, García silencia dicha verdad para postular el nombre de socialista para el partido (véase nuestro artículo El nombre del partido).

        Al acordar, a propuesta suya, el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP, Mariátegui no solo puso de manifiesto la filiación doctrinal de su partido, sino también la suya propia. Este hecho agota absolutamente la cuestión.

Empero, esgrimiendo el mismo método estadístico con el que Kautsky renegó la dictadura del proletariado, García ha renegado la filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP: “Este término [el término marxismo-leninismo] sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época” (El movimiento comunista)

Mariátegui postuló un partido de clase bajo la forma orgánica de partido de masas (“partido de masas y de ideas”).

Pero, silenciando que lo determinante del carácter de clase del partido es la ideología, García tergiversa la frase mariateguiana y pretende que ella expresa la idea de un partido doctrinariamente heterogéneo.

Estos, y muchos otros, son los métodos criollos con los que García tergiversa a los maestros del proletariado en su pretensión de fundamentar su revisionismo liquidacionista.

Veamos ahora tales métodos en el ámbito de la polémica.

Desde el principio de la polémica  con nosotros, en lugar de afrontar las cuestiones en litigio, García se deslizó al campo del egotismo burgués, del ninguneo, del sofisma, de la falacia, de la maniobra, del truco, de la diatriba, de la calumnia, de la manipulación de citas de los maestros.

Peor aún, en el mismo lugar donde se desbordó en insultos, tuvo el cinismo de manipular una cita de Mariátegui donde éste señala que las diversas tendencias no deben emplear “sus armas ni dilapiden su tiempo en herirse unos a otros, sino en combatir el orden social, sus instituciones, sus injusticas y sus crímenes”.

Obviamente, este cinismo revela una doble  moral, la cual, desde luego, fue oportunamente desenmascarada. 

Por lo demás, todo manipulador, García calificó de “decadente” nuestra defensa del marxismo-leninismo y del nombre científicamente exacto del partido,  de crítica entre comillas a nuestra crítica a sus posiciones oportunistas (y por lo tanto de crítica correcta sus insultos y, en general, sus métodos criollos), de espíritu unitario estos métodos antimarxistas y nuestras críticas de no unitivas.

Pero es claro que lo que buscó entonces García con sus métodos criollos (y que después ha buscado todas las veces), fue desenfocar las cuestiones en debate, es decir, dejar fuera de la visión del lector el contenido de nuestras críticas a sus posiciones.

Este es el objetivo inalterable del uso que hace de semejantes métodos.

Por eso, mientras nuestras críticas continúan en pie, todo lo que logró nuestro liquidador fue poner en evidencia su impotencia argumentativa, mal envuelta en papel celofán.

La impotencia de García llegó luego a la ridiculez cuando, profundizada nuestra crítica a sus posiciones, esgrimió la falacia de que las mismas tienen como motivación el odio a su persona.

Con esta falacia, lo que quiso decir y decía de hecho, es que nuestra defensa del marxismo-leninismo y por consiguiente nuestra crítica a su “marxismo” a secas no son correctas, pues tienen tal motivación.

Así también, que nuestra defensa del nombre científicamente exacto del partido y nuestra crítica a su silenciamiento, tienen tal motivación.

Etcétera, etcétera. 

Ya en otro lugar he demostrado que no guardo ningún sentimiento de odio por ningún liquidador, y, precisamente por esto, señalé hace un tiempo, que deberían desembarazarse de sus posiciones revisionistas si no quieren cargar por siempre con la vergüenza de haber abjurado del marxismo-leninismo y falsificado cuestiones fundamentales de la Creación Heroica de Mariátegui.

Nuestra motivación es algo transparente: el deber –a la vez político y moral– de defender, entre otras cuestiones, el marxismo-leninismo, la Creación Heroica de Mariátegui, la táctica revolucionaria, el partido de clase.      

De hecho, pues, la falacia de García apenas es el viejo truco de poner en ojo ajeno la viga que se tiene en el propio.

En conclusión, con sus métodos criollos y su traslado de la polémica al plano de lo personal (exactamente como hizo Haya en su polémica con Mariátegui), García mismo se encargó de probar que sigue el estilo polémico de Haya, y no el de Mariátegui.

Y, así, con sus métodos criollos y su burda falacia, dio la pauta a sus copartidarios para afrontar la polémica con nosotros.

En cuanto a las relaciones externas del grupo liquidacionista, basta reseñar aquí los siguientes hechos.

El mal llamado “Comité 80”, en cuyo espacio concurrían diversas tendencias, fue un intento por convertir el frente unido en partido, exactamente como lo intentó Haya en los tiempos del Apra naciente. Digo “exactamente”, porque, como se sabe, el partido que entonces pretendió Haya fue precisamente un partido-amalgama (partido-frente, partido-alianza), que es lo que hoy propone García.

Naturalmente, la emboscada liquidacionista terminó en fracaso.

Luego, también en el más puro estilo hayista, los liquidadores recurrieron al bluff promoviendo un evento con el pomposo título de “Conferencia Política Consultiva del Pueblo Peruano”.

Pero, el “pueblo peruano” resultó siendo apenas veinte liquidadores.

Naturalmente, este nuevo engaño también terminó en fracaso.

Después, los liquidadores realizaron un seminario con el concurso de algunas tendencias que, así, se mostraron en principio conciliadores, pero que, andando las sesiones, se dieron cuenta de la nueva emboscada y se retiraron denunciando el propósito liquidacionista.

Este fue un nuevo fracaso de los liquidadores.

Finalmente, con bombos y platillos promovieron un evento con el fin de fusionarse con el PCP-Unidad, representante del revisionismo tradicional en el Perú. Es decir la sardina pretendió tragarse al tiburón. Y un emocionado liquidador (emocionado tanto como despistado), dijo en una de las sesiones algo como lo que sigue: “Este evento demuestra que el socialismo no ha muerto”.

Es decir, en boca de los liquidadores, el revisionismo (el suyo propio y el del PCP-Unidad) se convirtió en socialismo.

No obstante, el objetivo del evento no se cumplió. Este fue un fracaso más de los liquidadores.

Pero, lo que sobre todo hay que tener en cuenta, es la predisposición de los liquidadores de fusionarse con el partido de Jorge del Prado, lo cual, desde luego, no tiene por qué extrañar a ningún marxista-leninista, pues dicha fusión habría sido la fusión de una forma de revisionismo con otra forma de revisionismo, y, como ya señalamos en otro lugar, revisionismo más revisionismo igual revisionismo.

En la segunda vuelta de las últimas elecciones generales, el grupo liquidacionista intentó sorprender a organizaciones, tendencias y activistas de la izquierda, agitando una consigna-señuelo: “una sola organización, un solo programa, una sola dirección colectiva” (véase nuestro artículo Las ambiciones desmesuras del grupo liquidacionista).

Naturalmente, este último intento por sorprender a las diversas tendencias, fracasó igualmente.

Así, pues, el plan liquidacionista de fundar un partido-amalgama el 22 de junio de 2018 sobre la base de la dilución-integración del PCP-Unidad, PCP-PR, PCP-SL, PSP, PST y otras organizaciones y tendencias activas en la escena nacional, es la crónica de un fracaso anunciado.

Por eso, ese día todo lo que hay que hacer es ponerle su mortaja al plan liquidacionista.

En cuanto a las relaciones internas, basta señalar aquí dos cosas: 1) En el grupo liquidacionista no existe el centralismo democrático; lo que hay es una mixtura de despotismo-servilismo; 2) el plan de un partido con dos niveles orgánicos, uno secreto (la dirección) y otro público (sector dirigido), es el más oscuro intento de negación del centralismo democrático: imposición al nivel público el despotismo de un pequeño grupo de encapuchados.

Por último, unas palabras sobre el espíritu de partido.

Mariátegui fue un ejemplo imperecedero de espíritu de partido: incluso en minoría en el CC, no renunció ni pidió licencia al Partido (véase nuestro artículo El proyectado viaje a Buenos Aires de José Carlos Mariátegui).

El espíritu de partido es el espíritu de clase, contrario por principio al espíritu de círculo, al individualismo cursi, al anarquismo señorial.

Pero ocurre que, como es de conocimiento general, en 1975 García renunció a su cargo en el CC y pidió licencia al Partido, comprometiéndose a reincorporarse en un plazo determinado. No obstante, como también es de conocimiento general, no hizo honor a su palabra, y, así, su licencia apareció como la cubierta de su deserción del Partido.

De esta forma siguió el camino de Luciano Castillo, el “socialista” de los años 1920.

Los métodos proletarios de Mariátegui en las relaciones internas y externas, en el ámbito de la polémica y en relación a la literatura de los maestros, así como su ejemplar espíritu de partido, son parte inalienable de su Creación Heroica.

        Por eso, es un hecho que, en punto a las cuestiones señaladas, García se ha extrañado de la Creación Heroica de Mariátegui. Y con él su pequeña grey.

Por eso, es deber ineludible de los continuadores de Mariátegui combatir semejantes expresiones del espíritu burgués y establecer el estilo proletario en las relaciones internas y externas y en la polémica, así como, al mismo tiempo, desarrollar el espíritu de partido. 

20.12.2016.


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!

Acerca de un Caso de Escamoteo e Impotencia

(Cuarta Parte)


Eduardo Ibarra


ARAGÓN DICE: “Ambos autores, García e Ibarra, nos presentan a un Mariátegui apresurado y prácticamente “desesperado” por constituir el partido en el transcurso del año 1928. Por eso, entre otras cosas, ambos coinciden en el reconocimiento y defensa de la supuesta legitimidad de la espuria  Reunión en la Herradura del 16 de setiembre  de 1928, reunión en la cual Mariátegui no estuvo presente, y no estuvo presente porque esa reunión se realizó  sin su conocimiento y a espaldas  de Mariátegui”. “El solo hecho, de convocar la reunión en un peñón conocido como El Salto del Fraile, lugar inaccesible para una persona que se desplazaba en silla de ruedas, nos levanta sospechas que ese fue el pretexto para justificar ante algunos de los incautos asistentes,  la imposibilidad de la presencia de Mariátegui. Las nuevas investigaciones, desarrolladas en los últimos años, apuntan a que esa reunión fue promovida por Bernardo Regman obedeciendo a sugestiones ajenas al socialismo peruano, para apresurar la formación de la organización partidaria. Sobre esta situación todavía hay mucho por comentar e indudablemente no es “un tópico superado” como muy ligeramente  afirmó, oculto en el anonimato,  un perezoso y servil segundón, incapaz de atreverse a pensar por cuenta propia. Esta situación histórica, como muchas otras, todavía  continúa en investigación”.

Para confutar estas afirmaciones del comentarista, comenzaré por transcribir algunos párrafos de mi artículo La reunión de Barranco y el liquidacionismo histórico (28.02.2015), con el cual respondí otro de Aragón: Acerca del aniversario 86 de la reunión de Barranco (publicado en la red entre el 22 y el 29 de enero de 2016).
   
Empeñado en negar la validez de esta reunión y sus acuerdos, Aragón escribió: “Portocarrero trajo consigo una Propuesta del Secretariado de la ISR, en la cual se proponía  ‘constituir el Partico Comunista en el Perú’”. “Algunos pocos  militantes del Comité de Lima, del Comité de Paris y del Comité del Cusco, acicateados por esa entrometida e impertinente  comunicación, comenzaron a presionar con impaciencia en el Comité de Lima, para constituir de inmediato el partido, posición apresurada que no era compartida por Mariátegui”.Incluso  en su desesperación, algunos de esos ‘impacientes’, sorprendiendo  con engaños a otros militantes,   convocaron y realizaron a espaldas de Mariátegui una  Reunión en la Herradura el día domingo 16 de setiembre de 1928…”. En La Herradura… acordaron ‘constituir la célula inicial del Partido… cuyo nombre sería el de Partido Socialista del Perú’ (negritas en el original; elipsis mías).

“Posición apresurada que no era compartida por Mariátegui”, dice Aragón. Pero ocurre que, tal como he recordado arriba, el maestro señaló que el proceso de constitución del PSP fue “indirectamente acelerado por lo que podemos llamar la desviación ‘aprista’”. Precisamente las reuniones de La Herradura y Barranco, la aprobación del programa del partido (cuestión que veremos más adelante) y el intento de fundar públicamente el PSP, constituyen los casos más relevantes de aceleramiento en el proceso de Constitución. Así, pues, si Aragón fuese consecuente con su lógica, tendría que acusar al maestro de haber sido víctima del “temperamento criollo” y, por lo tanto, calificarlo de “impaciente”.

Portocarrero trajo consigo una Propuesta del Secretariado de la ISR en la cual se proponía  ‘constituir el Partico Comunista en el Perú’”, afirma Aragón, y, unas líneas después, recuerda que la Reunión de la Herradura acordó “constituir la célula inicial del Partido… cuyo nombre sería el de Partido Socialista del Perú”.

Pues bien, si “algunos pocos militantes”, “acicateados por esa entrometida e impertinente  comunicación” del Secretariado de la ISR, hubiesen convocado y realizado la Reunión de La Herradura “a espaldas de Mariátegui”, como cree Aragón, entonces, como es lógico, dicha Reunión hubiese acordado la propuesta de dicho Secretariado de fundar el partido con el nombre de Partido Comunista, y no con el de Partido Socialista (7).

Sin embargo, como es de conocimiento general, la Reunión de la Herradura acordó el punto de vista de Mariátegui y, así, rechazó la propuesta del Secretariado de la ISR.

Esta constatación basta para probar que la Reunión de la Herradura no se realizó “a espaldas de Mariátegui”, y, por otro lado, para probar la absoluta falta de lógica de la conjetura de Aragón.

Pero también para confirmar el testimonio de Martínez: “José Carlos Mariátegui no pudo asistir, pero sus puntos de vista los presentó Martínez de la Torre” (8).

Lo primero que salta a la vista es que, mientras en el artículo Acerca del aniversario 86…, Aragón sostiene que Portocarrero trajo una “Propuesta del Secretariado de la ISR, en la cual se proponía  ‘constituir el Partido Comunista en el Perú’”, apresurando así la Reunión de La Herradura “a espaldas de Mariátegui”, ahora, en el artículo Dos folletos y dos conmemoraciones, sostiene que “esa reunión fue promovida por Bernardo Regman obedeciendo a sugestiones ajenas al socialismo peruano”.

¿En qué quedamos? ¿Fue Portocarrero o Regman quien trajo “sugestiones ajenas al socialismo peruano”?

Puesto que, en su comentario sobre mi folleto, Aragón dice que “Las nuevas investigaciones, desarrolladas en los últimos años”, lo han llevado a esta nueva conclusión, llamo la atención sobre el hecho de que su ya citado artículo Acerca del aniversario 86…, cae dentro del marco de “los últimos años” (véase arriba la fecha de su escritura). Por tanto, todo se vuelve un embrollo: ¿quién, pues, trajo “sugestiones ajenas al socialismo peruano”, produjo impaciencia en los activistas, apresuró la constitución de la organización partidaria y determinó la realización de “la espuria  Reunión en la Herradura del 16 de setiembre  de 1928”? ¿Portocarrero o Regman?

Precisamente la sugestión, ajena al Socialismo Peruano, de constituir el partido con el nombre de Comunista y no con el de Socialista, no fue asumida por la Reunión de La Herradura, que aprobó la propuesta de Mariátegui de constituir el partido con el nombre de Socialista, ¡precisamente con los votos de Portocarrero y Regman!, lo cual, por lo demás, fue ratificado por la Reunión de Barranco, ¡también con los votos de los dos mencionados fundadores!    

En consecuencia, todo lo que queda de la fabulación del comentarista es que la Reunión de La Herradura se realizó en un peñón para justificar, según cree el aludido, la ausencia de Mariátegui. Pero ¿para qué hubiera sido necesaria la ausencia de Mariátegui? En la óptica de Aragón, para aprobar la sugestión ajena de titular Comunista al partido. Pero ya se ha visto que la reunión aprobó titularlo Socialista. Por tanto, no era necesaria la ausencia de Mariátegui, cuya propuesta era precisamente titular al partido como fue titulado. Por tanto, la reunión se realizó en un peñón no para justificar la ausencia de Mariátegui, sino sencillamente porque Mariátegui no podía asistir a ella por razones de salud. Pero Aragón no se ha dado cuenta de esto, o, todo confusionista, ha embrollado las cosas deliberadamente.     

Por lo demás, es menester subrayar, muy especialmente, que Aragón se limita a hacer simples afirmaciones sin aportar ni una sola prueba y que, en su exposición, atropella toda lógica. Este es su estilo de “investigación”.

Una característica adicional de ese estilo es la fabulación: si, según el comentarista, los “impacientes” fueron tales por haber realizado la reunión del 16 de setiembre (Reunión de La Herradura), ¿cómo así Mariátegui no fue también “impaciente” al participar, apenas veintiún días después, en la reunión del 7 de octubre (Reunión de Barranco)?

En realidad, lo que esclarece la cuestión de la Reunión de La Herradura es la ligazón de sus acuerdos con aquellos otros de la Reunión de Barranco, en relación a lo cual me permito citar otros párrafos de mi ya citado artículo La reunión de Barranco y el liquidacionismo histórico.

Aragón dice: “En esa reunión conspirativa [la Reunión de La Herradura],  ellos llegaron a cuatro acuerdos… puntos que en lo fundamental no fueron aprobados en la reunión del 7 de octubre en Barranco”.En La Herradura… acordaron “constituir la célula inicial del Partido...”. Mientras que, en Barranco el 7 de octubre… se aprobó “dejar constituido el grupo organizador del Partido  Socialista del Perú”. El 16 de setiembre en La Herradura acordaron ‘afiliar (sic) la célula inicial del partido a la III Internacional’. El 7 de octubre en Barranco, no se aprobó esa afiliación…”. “El 7 de octubre, no se constituyó ningún ‘comité ejecutivo’ del Partido, sino ‘el grupo organizador’ del Partido” (elipsis mías).

Sin explicar claramente su intención, Aragón recuerda que la Reunión de La Herradura acordó constituir “la célula inicial del Partido”, mientras la Reunión de Barranco constituyó “el grupo organizador del Partido”. Pero ocurre que, habiendo sido “la célula inicial” precisamente “la célula secreta de los siete”, la Reunión de Barranco, en la cual, como se sabe, participaron algunos militantes que no eran parte de esta célula (Luciano Castillo y Chávez León), no pudo sino aprobar la fundación del “grupo organizador del Partido” con la totalidad de los asistentes.

También sin explicar claramente su intención, Aragón indica que la Reunión de Barranco no acordó la afiliación a la Tercera Internacional. Pero esta observación resulta irrelevante para su posición, pues, como él mismo lo sabe, la Reunión del 4 de marzo de 1930 aprobó la moción de Mariátegui de afiliación del CC del PSP a la Internacional.

Aragón dice que “El 7 de octubre, no se constituyó ningún ‘comité ejecutivo’ del Partido”. De esta forma silencia el hecho –tremendamente expresivo– de que, en la moción presentada por Mariátegui y aprobada por la Reunión de Barranco, se señala que “Los suscritos declaran constituido un Comité”, el mismo que es mencionado también en los numerales 2, 3 y 6 de la misma moción.

Ello quiere decir que dicha Reunión tomó dos acuerdos en el terreno orgánico: uno, dejar constituido “el grupo organizador del Partido” con la totalidad de los asistentes; otro, dejar constituida una instancia de Dirección: el “Comité Ejecutivo del Partido”, al que precisamente se había referido la Reunión de La Herradura.

En fin, la acusación de que presento a un Mariátegui “apresurado y prácticamente ‘desesperado’” (para no perder la costumbre de intentar confundir al lector, Aragón entrecomilla también la palabra desesperado), es una calumnia más, pues ha quedado plenamente demostrado que fue el propio Mariátegui quien sostuvo que el proceso de constitución del PSP fue “indirectamente acelerado por lo que podemos llamar la desviación ‘aprista’”, y no por ninguna sugestión ajena al Socialismo Peruano.

Por tanto –como resulta obvio– la acusación del comentarista le cae a Mariátegui. ¡Mariátegui era, según su parecer, uno de los impacientes que apresuraron la fundación del partido del proletariado peruano en un período impropio para ello!      

16.03.2017.


Economía

Sobre la Muerte de Dos Jóvenes en el Incendio de la Galería Nicolini


Santiago Ibarra



LA TRÁGICA MUERTE DE DOS JÓVENES, Jorge Luis Huamán Villalobos y Jovi Herrera Alania, de 21 y 20 años de edad, respectivamente -en el incendio de la galería Nicolini, ubicada en la zona comercial de Las Malvinas, el 22 de junio-, nos muestra dolorosamente la naturaleza y la ética del capital.

Jovi y Jorge trabajaban de siete de la mañana a siete de la noche, los siete días de la semana, percibiendo un salario de 20 soles diarios, lo que hace un aproximado de 600 soles mensuales, un monto muy por debajo del ya miserable salario mínimo, establecido en 850 soles.

En el momento en que ocurrió el incendio se encontraban en la azotea del edificio, dentro de uno de los nueve contenedores que existían en el último piso, encerrados con llave, candado y gruesas cadenas, sin ninguna posibilidad de salvarse por esfuerzo propio. El dueño del negocio los había reducido a condiciones laborales propias de la antigua esclavitud.

El negocio consistía en empaquetar fluorescentes chinos, los más baratos, lijarlos previamente para borrar la marca de origen y ponerle la de Philips, y finalmente venderlos estafando al público en la tienda que tienen en el primer piso del edificio.

El taller (que no era clandestino) era de Jonny Coico Sirlopú, alias “El Gringo”, quien apareció el día del incendio para decirles a los bomberos cómo llegar hasta el contenedor. Su empresa tiene el nombre de Ecolux S.A.C., y la gerente es su esposa, Vilma Zeña.

El taller nunca fue fiscalizado ni por la Municipalidad de Lima ni por el Ministerio de Trabajo. El alcalde Castañeda declaró a los medios televisivos al día siguiente de iniciado el incendio que esos contenedores no habían sido instalados durante su gestión, sino en anteriores. Los periodistas retrucaron que la gente del lugar les había dicho que habían sido colocados recientemente. Castañeda respondió ambiguamente: “Todos tenemos que hacer un mea culpa”, como quien sabe que tiene responsabilidad pero busca disiparla. Mediante Google Maps se ha determinado que esos contenedores no estaban antes de 2015. Y el alcalde declaró que los funcionarios de la municipalidad sí habían fiscalizado el local, pero no el quinto piso, el último, porque los negociantes les dijeron que era un almacén, y que la alcaldía no estaría facultada para hacer una inspección en ese lugar. ¿Cómo? ¿La municipalidad no puede inspeccionar almacenes? Al parecer, aquí hay gato encerrado. De cualquier manera, ya la sola existencia de los contenedores, que son visibles desde la calle, debía haber sido motivo suficiente de inspección. Por su parte, el Ministro de Trabajo, Alfredo Torres, ha afirmado que no inspeccionó el lugar.... ¡porque no recibió denuncias del hecho!, eludiendo también así su responsabilidad.

Una de las cosas que más nos ha provocado indignación es el hecho de que las autoridades políticas que se acercaron al lugar del siniestro no hicieron ningún esfuerzo significativo para rescatar a esos dos jóvenes que desde una de las rendijas del contenedor gritaban pidiendo auxilio. Como se ha señalado, otra hubiese sido la historia si esos dos jóvenes hubiesen sido hijos de un empresario, de un ministro o de algún congresista fujimorista, aprista o de la bancada de PPK. Pero eran dos proletarios, dos jóvenes pobres, humildes, que para el capital y las autoridades políticas no tenían gran valor. Esa es la estatura moral de la gente que gobierna este país. De las carencias que debieron padecer mientras estuvieron vivos, los dos jóvenes pasaron directamente a una muerte trágica impuesta por el compulsivo afán de lucro de un capitalista.

En bloque, miembros de los partidos de derecha que gobiernan el país y los medios de comunicación, nombraron a un culpable: la informalidad, ese sector de la economía que está fuera de la ley, para, de esta manera, evitar nombrar al verdadero responsable de las muertes de Jovi y Jorge: el capitalismo. Porque el capitalismo es un sistema único, y responsabilizar a la “informalidad” de esas dos muertes equivale en el fondo a sostener que las deplorables condiciones laborales de millones de trabajadores se acabarían si todas las empresas se formalizaran. Es decir, se nos dice en el fondo que se podría construir un capitalismo “ético”, sometido a la ley y en sintonía con el “bienestar general”, si todas las empresas se formalizaran. Lo saben, pero no lo dicen: el capital transgrede la ley siempre y contraviene el bienestar general, desde el “sector informal”, sí, pero también desde las grandes transnacionales y las pequeñas empresas “formales”, en el Perú y en cualquier otra parte del mundo, en San Isidro y en San Juan de Lurigancho. Y es que la maximización de la tasa de ganancia no es una opción para el capital, sea este “informal” o “formal”, sino un imperativo, y si para conseguir ese fin debe violar la ley, la viola; si debe esclavizar, esclaviza; si debe matar, mata.

Además, es precisamente “la empresa formal”, grande o mediana, la que subcontrata a “empresas informales” para abaratar sus costos de producción, al eludir de esta forma la cancelación de los costos laborales que como “empresa formal” debería cumplir. Asimismo, es la “empresa formal” la que promueve el “empleo informal” en sus mismas entrañas y la que hoy en día busca abaratar aún más el salario de los “trabajadores formales” mediante nuevos instrumentos legales. En síntesis, es la empresa formal, dirigidos por el gran capital local y extranjero y las instituciones financieras internacionales, la que libró la mayor de las ofensivas contra los trabajadores peruanos.

Quizás no era necesario aclarar esta cuestión, porque el dueño del negocio, Jonny Coico, ¡tenía una “empresa formal”, Ecolux S.A.C.! Valga la aclaración que hacemos para mostrar que el capital sigue el mismo principio de búsqueda de la mayor rentabilidad, sea que esté en el sector “formal” o en el “informal”, y sea cual sea el precio a hacerle pagar a los demás. No se puede partir del supuesto de que el “sector formal” es justo y ético. Por lo demás, la tradicional división de la economía entre un sector formal y otro informal no tiene rigurosidad científica.

Ahora las autoridades políticas simulan sorpresa por las condiciones laborales bajo las que se desempeñaron Jovi y Jorge. En realidad, esas condiciones son muy frecuentes, sobre todo en la micro y en la pequeña empresa, pero está lejos de ser inusual en la gran empresa. Y las autoridades lo saben, pero lo que han venido haciendo desde hace mucho tiempo es anular la capacidad del Ministerio de Trabajo para fiscalizar a las empresas, y cuando la Municipalidad sale a hacerlo, no lo hace en realidad, porque algunos  de sus funcionarios prefieren la coima, como lo ha mostrado recientemente un video. Fingen sorpresa e indignación por el exiguo salario que percibían los dos jóvenes calcinados en el incendio, cuando en el Perú el 45% de los trabajadores percibe un ingreso menor a un salario mínimo. Saben muy bien que si los salarios reales de los trabajadores han disminuido respecto al que percibían en 1980, las utilidades de las grandes empresas se han disparado bien arriba, en la banca, la minería, la agroindustria, los centros comerciales, las universidades privadas, la industria manufacturera, el comercio, gracias al trabajo de los proletarios. Saben todas estas cosas, pero no lo dicen.

Tampoco se pueden santificar las leyes que tenemos en el Perú, nombrarlas como si fueran expresión de la justicia, pedir simple y llanamente que se cumpla la ley, porque debemos tener en cuenta que las leyes están hechas a la medida del gran capital extranjero y local y de la empresa privada en general. ¡La precarización del trabajo está legalizada, en el Perú y en casi todo el mundo! Que varios de los hechos ocurridos antes y durante el incendio estén fuera de la ley, como el que los dos jóvenes hayan sido encerrados con candado durante su jornada laboral, que ésta haya sido de doce horas diarias, el tener a los trabajadores dentro de contenedores en el último piso del edificio, el cambio de marca de los fluorescentes, no invalida nuestra aserción anterior. Las autoridades no hacen cumplir esas leyes porque no hay un interés real por hacerlas cumplir y porque algunos funcionarios buscan la coima a cambio de encubrir esos hechos.

Decíamos al principio que los dos jóvenes trabajaban en condiciones laborales de esclavitud. Sin embargo, en rigor debemos decir que Jovi y Jorge eran dos trabajadores asalariados reducidos a condiciones laborales de esclavitud. Hay quienes usan el término “semi-esclavitud” en oposición absoluta al de “trabajo asalariado”, asumiendo que el primero es peor que el segundo, y que el segundo está libre de explotación económica y del tratamiento despótico y autoritario del dueño de la empresa. La esclavitud y el servilismo han estado presentes en la historia del capitalismo desde los primeros tiempos coloniales, y en la actualidad sobreviven en muchos países y en el nuestro, y se cuentan por millones los trabajadores en esa condición. Pero el hecho concreto es que la inmensa mayoría de los trabajadores asalariados en el Perú y el mundo son objeto de la más salvaje explotación económica, trabajan en las peores condiciones y sufren el autoritarismo y el despotismo en las más diversas formas por parte de los dueños de esas empresas y de su personal ejecutivo. El trabajador asalariado es libre en un doble sentido, decía Marx en El Capital: a) porque está desposeído de los medios de producción y b) porque elige libremente al capitalista que lo va a explotar. Jovi y Jorge cumplían con ambas condiciones. Y en Trabajo asalariado y capital, decía Marx: “El esclavo no vendía su fuerza de trabajo al esclavista, del mismo modo que el buey no vende su trabajo al labrador. El esclavo es vendido de una vez y para siempre, con su fuerza de trabajo, a su dueño. Es una mercancía que puede pasar de manos de un dueño a manos de otro. Él es una mercancía, pero su fuerza de trabajo no es una mercancía suya”. Jovi y Jorge, a cambio de la venta de su fuerza de trabajo, recibían un salario, por paupérrimo que haya sido. Ninguno de los dos era mercancía, sino solo su fuerza de trabajo. Únicamente su encerramiento con candado durante doce horas al día los siete días de la semana le da la particularidad de haberse desenvuelto en condiciones laborales esclavistas. Ahora bien, Marx decía del trabajador asalariado, además, que “no pertenece a tal o cual capitalista, sino a la clase capitalista en su conjunto”. En este sentido preciso, el trabajador asalariado es un esclavo, pero moderno. No se puede embellecer el trabajo asalariado bajo ningún punto de vista.

Esta es la realidad. A Jovi y a Jorge los mató el sistema del capital, que en este caso tiene nombres y apellidos concretos (Jonny Coico Sirlopú es uno de ellos) y también responsables en el ámbito de la administración pública, en particular, en el Ministerio de Trabajo y en la Municipalidad de Lima. El día 30 de junio Jonny Coico Sirlopú se ha entregado a la policía, reconociendo haber encerrado a los dos jóvenes trabajadores, pero la fiscal ha optado por no darle prisión preventiva por el momento. Esperamos que esta decisión no sea una mala señal y que este sujeto y todos los que tengan responsabilidad reciban sanción ejemplar.




Capitalismo y “Esclavitud” Asalariada

César Risso

LA TRAGEDIA DEL CENTRO COMERCIAL Las Malvinas es una muestra de la situación de la clase trabajadora en general, al contrario de lo que pretenden hacernos creer los medios de comunicación de la burguesía, que tratan de presentarnos esta tragedia como un hecho aislado.

        El asombro por las revelaciones de la situación de “esclavitud” en la que trabajaban los jóvenes, víctimas de una forma cruel de sometimiento, aprovechándose de su situación de pobreza y de sus necesidades, es la reacción de quienes pareciera no conocen lo que es el capitalismo, desde sus formas más grotescas de explotación hasta las formas más encubiertas. En la mente de la burguesía las formas más crudas de explotación se separan de las formas más estilizadas, conceptuándolas como sistemas diferentes, como un sistema atrasado o como un sistema moderno, sin entender la esencia de la explotación capitalista, que unimisma ambas formas en la extracción de plusvalía.

        La diferencia entre la esclavitud, sistema con el cual se comparan ciertas formas de desenvolvimiento del capitalismo, y el capitalismo, consiste en que la fuerza de trabajo principal del sistema esclavista es el esclavo, quien es propiedad del esclavista, y por lo tanto este último puede decidir acerca de la vida y de la muerte de su esclavo, pero tiene el interés de mantenerlo vivo para seguir extrayéndole trabajo excedente, y en consecuencia tiene que alimentarlo al igual que alimenta a sus caballos. En cambio, el capitalismo se caracteriza por tener como fuerza de trabajo principal al obrero asalariado, quien es libre, y recibe un salario por su fuerza de trabajo, quedándose el capitalista con el excedente o plusvalía bajo el nombre de ganancia. Al capitalista no le interesa mantener vivo al obrero; le da su salario, sin importarle si le alcanza o no para vivir.

        En la historia no hemos sabido de la existencia de esclavos sin propietarios, que deambulan solicitando un propietario esclavista para que los explote, como sí encontramos obreros desempleados buscando capitalistas para que los exploten.

        Desde el punto de vista del derecho, el obrero es libre y en consecuencia está en una mejor situación que el esclavo, pero está sometido a condiciones económicas que lo dejan a su suerte, con un salario miserable y condiciones de explotación como la de los jóvenes que murieron quemados al trabajar encerrados en un estructura metálica, que no era otra cosa que una cárcel o un ataúd a punto de cerrarse.

        El capitalismo, donde se ha “asentado”, ha aprovechado las relaciones sociales existentes para generar trabajo excedente, como el caso del mercantilismo, para luego desarrollar el trabajo industrial, preparando a los trabajadores para el uso de máquinas, con las cuales se les podía extraer más excedentes, puesto que el trabajador se veía obligado a laborar a una mayor velocidad, impuesta por el capitalista a través del medio material que había logrado obtener, aprovechando el desarrollo científico y tecnológico. No se concibe a un esclavo ni a un siervo trabajando con máquinas-herramientas, pues el desarrollo de las fuerzas productivas implica el desarrollo de la fuerza de trabajo, constituyendo un contrasentido un esclavo que sabiendo leer y escribir, y habiendo sido capacitado para el trabajo, a la vez sea un “niño” en materia de la defensa de sus derechos e intereses.

        La necesidad de capacitar a los trabajadores para extraerles más trabajo excedente, no remunerado, llevó la situación a un punto en el cual seguir capacitando a los trabajadores era peligroso para los intereses de la burguesía, así que esta clase social tuvo que idear una educación que hiciera creer a los trabajadores, y a toda la sociedad en general, que la mejor forma de organización de la sociedad era el capitalismo, que es considerado como la democracia por antonomasia. Así se desarrolló toda la corriente positivista, que es la que predomina en el mundo actualmente.

        Si solo vemos un rasgo de “esclavitud” en las condiciones de encierro y pago miserable de los trabajadores, sin percibir que los trabajadores están obligados a someterse a algún capitalista para ser explotados, ya sea directamente, o por medio de algún mecanismo como el de la producción de bienes salario, como en el caso de los comuneros, de los trabajadores informales; de los esclavos temporales en la minería ilegal en Madre de Dios, de los llamados emprendedores, quienes ponen a merced de los capitalistas a sus familiares directos bajo la forma de trabajadores familiares no remunerados, de aquellos que trabajan más de setenta horas a la semana, o de quienes no reciben ni siquiera el salario mínimo legal, de la trata de personas, el negocio del narcotráfico, y la corrupción generalizada, como consecuencia de este mismo sistema, que nos crea la ilusión de que el dinero es el símbolo máximo de la riqueza, cuando realmente la riqueza está en el trabajo; estamos frente a un sistema económico que ya ha agotado sus posibilidades de desarrollo hace buen tiempo, y que no hay otra posibilidad de progreso humano que superándolo, a través de su superación por el socialismo.

        El desarrollo científico y tecnológico, y la producción capitalista, ya no caben dentro de las relaciones de producción existentes, no solo por las brutales formas de explotación a que se somete a los trabajadores, sino por la necesidad de recurrir a la destrucción masiva de la fuerza de trabajo a través de las guerras, de obtener las ganancias máximas agudizando la explotación de cada trabajador, y con ello generando más desempleo.

        Aunque hay quienes ven la solución a los problemas que ha provocado el capitalismo, como la corrupción, la sobre explotación, el deterioro medioambiental, etc., en la planificación, esta no puede ser la planificación capitalista, es decir, la planificación de la explotación del trabajo asalariado. Por ello, no es el Estado capitalista por medio de la planificación el que resolverá los problemas. La planificación tiene que ser socialista, puesto que el desarrollo de las fuerzas productivas y la división social del trabajo ha llevado a un entrelazamiento tal de la producción, que nadie puede sentirse dueño del resultado de la producción, pues cada quien solo ha contribuido a la producción de cada bien o servicio en una pequeña parte de este; además de la necesidad de eliminar la explotación capitalista, que es la apropiación de trabajo excedente bajo la forma de ganancia, eliminando con ella toda forma de explotación del hombre por el hombre.

        La propuesta de promoción del empleo juvenil, que trataba de eliminar los derechos adquiridos de los trabajadores, legalizando lo que es ilegal para los trabajadores formales, con la justificación de los sobrecostos laborales, y de ampliar el empleo, es la desregulación legal del mercado laboral, para lograr con ello aumentar las ganancias, las mismas que no tienen límite para la lógica y ambición del burgués, es el derecho de este de “contratar” y despedir sin justificación alguna, de pagar el salario que el burgués decida, de ampliar la jornada de trabajo hasta los límites que el burgués desee, de eliminar la CTS, las gratificaciones y las vacaciones. En una palabra, es la legalización de las condiciones de trabajo a la que fueron sometidos los jóvenes que murieron quemados encerrados bajo llave. Es la “esclavitud”, pero sin el interés del burgués por la vida de los trabajadores. Total, el burgués no se preocupa por si encontrará o no trabajadores dispuestos a someterse a tales condiciones, pues de un lado no tienen otra alternativa para poder vivir, y de otro, la introducción de “mejores” máquinas generan mayor desempleo, poniendo a disposición de los capitalistas grandes masas de desempleados, con lo cual pueden conseguir trabajadores a “precios bajísimos”, siendo más rentable asesinarlos con salarios bajos, pues tienen enormes cantidades de obreros a su disposición.

        De modo que hay varias cosas en común entre los esclavistas antiguos y los capitalistas (esclavistas actuales). Mientras que los esclavistas antiguos provocaban la muerte en masa de esclavos construyendo las pirámides, los esclavistas actuales provocan la muerte en masa de los obreros construyendo la “riqueza” de los capitalistas.