jueves, 1 de diciembre de 2016

Psicología

Algunos Problemas en la Lucha Contra el Psicoanálisis

(Segunda y Última Parte)

 Joseph C. Clayton

DOS FACTORES ADICIONALES intervienen en las "curas" psicoanalíticas. Primero, que el tratamiento psicoanalítico tiende a eximir al individuo de responsabilidad por sus acciones. Por ejemplo, si la conducta de supremacía masculina de un paciente hacia su es­posa es explicada como expresión de un instinto de agresión in­nato, determinado biológicamente, o como un "desplazamiento" de hostilidad inconsciente hacia su madre que lo trató mal cuando niño, entonces el paciente no puede ser criticado por tal conducta, que su mente consciente, racional, no puede controlar. En segundo lugar, si el paciente acepta el contenido reaccionario de la teoría de Freud, esto lo llevará hacia la solución de conflictos y problemas en un sentido morboso, corrompido. Por ejemplo, el freudis­mo rotula la rebelión de la mujer contra la supremacía masculina como "envidia" y exige que ella renuncie a esta lucha y "acepte su papel de mujer" mediante la sumisión y la subordinación a los hombres. Al resentimiento contra un jefe se le denomina "trans­ferencia de hostilidad inconsciente a la figura del padre" y se propone eliminar esto mediante la sumisión al jefe. Liberar al paciente de responsabilidad por su conducta y alterarla de tal mo­do que sus conflictos reales se suavicen mediante la sumisión pue­de llevar muy bien a un alivio de la tensión subjetiva y a una "curación". Pero el contenido de la "curación" es el abandono de la lucha, la aceptación de lo existente, la corrupción de los obje­tivos y valores sanos.

Así pues, el asunto fundamental no es si un individuo, puede ser o no aliviado de ciertos síntomas por el psicoanálisis. (Algu­nos psicoanalistas admiten francamente en periódicos profesionales que sus "curaciones" no son ni aproximadamente tan numerosas o permanentes como se proclama en público). El asunto funda­mental es más bien el precio destructivo y de largo alcance que paga quien cede a la ideología freudiana con el fin de ser "curado".

Las numerosas críticas del freudismo, no sólo en círculos marxistas sino también de parte de sectores profesionales burgueses, han producido muchos intentos de eliminar sus aspectos teóri­cos más groseramente reaccionarios y de modificar ciertas prácticas terapéuticas del psicoanálisis. Varias "escuelas" de psicoanálisis han surgido, especialmente en este país, con diferentes rótulos, tales como "neo-freudianos", "no-freudianos" y "culturalistas". Mu­chas personas liberales y progresistas se muestran impresionadas con lo mucho que uno u otro de estos grupos se desvía de Freud, con lo que hablan respecto a las fuerzas culturales y sociales y con su aparente rechazo de la teoría de los instintos de Freud. Aplauden estas desviaciones y las señalan como evidencia de que el psicoanálisis puede desarrollarse y se desarrollará en fin sentido materialista, científico. Pero para que ocurriera tal cosa, el psico­análisis tendría que abandonar su orientación subjetivista, y en­tonces dejaría de ser psicoanálisis.

Ninguna de las más nuevas escuelas de psicoanálisis que han surgido como resultado de desacuerdos con la escuela freudiana clásica muestra ruptura alguna con el subjetivismo del psicoanáli­sis. Por el contrario, todas lo mantienen, en una u otra variante. Horney, que atacó a Freud por ignorar los factores culturales, trata las fuerzas sociales en los términos más abstractos y mecánicos. El capitalismo es para Horney una "sociedad de competidores" sin clases, en la que todos, sean capitalistas o trabajadores, están supuestamente infectados de "competivismo" de la misma manera. Las fuerzas básicas que determinan las alteraciones mentales si­guen siendo para él, como para Freud, subjetivas. En vez de la "libido" y los instintos reprimidos de Freud, Horney tiene su "an­siedad básica", "imagen idealizada inconsciente" y "conflictos inter­nos". El cambio en la personalidad no se produce para Horney por ningún proceso de práctica social alterada que hace cambiar la conciencia, sino por un proceso subjetivo y aun místico de "autocomprensión".

Sullivan ha formado un amplio grupo de discípulos en nuestro país con su teoría de las relaciones interpersonales, la cual es presentada como un substituto "orientado culturalmente" de la teoría de la "libido" de Freud. La mente humana es moldeada, según Sullivan, no por los instintos sino por la interacción del individuo con otras personas, en primer término y principalmente con sus padres en la niñez. "Casi todo lo que una persona hace con otra es en grado notable función de su experiencia pasada con la gente y de la cronología particular de esa experiencia".3 Pero para Sullivan, las personas influyen las unos sobre las otras a través de sus ideas, actitudes y sentimientos que están relacionados, de algún modo vago y abstracto con su "cultura", lo cual no tiene nada que ver con la posición de clase, la actividad productiva o las ideas concretas de una clase, tales como la idea de la supre­macía masculina o la discriminación racial. En esencia, esta teoría afirma que la conciencia se forma por el impacto en el individuo de fuerzas subjetivas que están en el interior de ciertos otros in­dividuos. (Freud dice que se forma por fuerzas dentro de él mis­mo). En otras palabras, el subjetivismo de Sullivan requiere dos o más personas para realizarse; el de Freud, sólo una.

El proclamado interés de Sullivan en las fuerzas sociales, que atrae a muchos liberales, es realmente sólo una fachada tras la cual se oculta una actitud completamente subjetiva ante la mente humana y la sociedad. Como ejemplo, allí está la contribución de Sullivan a un estudio colectivo de la UNESCO realizado en 1947: "Las tensiones que causan las guerras". Todo el artículo está de­dicado a las tensiones que surgen de "relaciones interpersonales trastornadas", como si el fascismo, el imperialismo y las crisis económicas no tuvieran nada que ver con el tema. A las convicciones y creencias políticas intensas él las cataloga como "efectiva protección contra la gran ansiedad".4 La cuestión de si esas creencias reflejan con precisión una realidad objetiva, externa, es demasiado carente de importancia para la estructura idealista sub­jetiva de la teoría de Sullivan; tal cuestión ni siquiera es planteada.

Las implicaciones reaccionarias de la escuela interpersonal quedan expuestas más plenamente en la obra de Erich Fromm, quien es considerado en este grupo un "experto sociológico". Fromm ha desarrollado una teoría destinada a explicar la extensión de los trastornos mentales que termina virtualmente en una apología del feudalismo y del fascismo. Según Fromm todos los hombres se sentían "seguros" y 'relacionados" entre sí en la sociedad feu­dal, con su estructura rígida, estática. El capitalismo, en su etapa revolucionaria progresiva destruyó el feudalismo y, con él, destru­yó este lugar seguro, inmutable del individuo en la sociedad. Aho­ra el hombre era libre, pero estaba solo y aislado, y comenzó a sufrir "angustia e inseguridad". Como resultado, el hombre mo­derno está dispuesto ahora a abandonar esta libertad sometiéndose a un régimen autoritario, fascista, que le devolverá la "seguridad" que tenía en la Edad Media.5 De este modo, el capitalismo monopolista, decadente, es limpiamente liberado de culpa y ésta recae ahora en el capitalismo ascendente del pasado y en un mítico hombre del presente que no sabe cómo usar la "libertad". No es sorprendente que Fromm elogie a Nietzsche como líder del "pensamiento liberal progresivo del siglo XIX".6

Finalmente está Kardiner que se empeña, a su manera, en hacer el freudismo más aceptable para los liberales. También él afirma que relaciona la mente humana con el ambiente social y exhibe sus propios "estudios" de la psicología de diferentes grupos socio-económicos como evidencia de su eminencia científica en este terreno. Pero, en realidad, su trabajo constituye la más descarada defensa del colonialismo, del racismo y del chovinismo bajo la máscara de la "objetividad científica" psicoanalítica. Su libro "La marca de la opresión" (escrito en colaboración con Lionel Ovesey), que él presenta como un estudio humanitario de los efectos psicológicos de la opresión de los negros, está saturado de las afir­maciones estereotipadas, falsas y anticientíficas de los racistas acer­ca de los negros.

En otro de sus libros Kardiner hace un presuntuoso "análisis" de los habitantes de Alor, una pequeña isla de las Indias Occi­dentales Holandesas. Descubre que "la personalidad básica en Alor es angustiada, llena de sospecha, insincera, desconfiada, sin inte­rés en el mundo exterior... No pueden construir, sistematizar, planear o prever; tienen escasa habilidad o interés por la mecá­nica; su desarrollo estético es deficiente; abandonan fácilmente las empresas que acometen; y se dejan morir sin lucha". Des­pués de 'tal descripción, ¿quién podría negar que los holandeses deben continuar gobernando y explotando a tales gentes que obviamente no pueden cuidar de sí mismas? ¿Y a qué causa atribuye Kardiner la miseria de este pueblo colonial aplastado por la dominación imperialista? ¡La "negligencia maternal" res­pecto a los niños!7 No es de extrañar que Kardiner haya lle­gado a ser tan popular en círculos antropológicos burgueses.

Es significativo el hecho de que los neo-freudianos, a pesar de todas sus bravatas de que combaten a Freud en una u otra forma, son fieles a las técnicas freudianas en la práctica psicoanalítica. Todos recurren a la "asociación libre", consideran el análisis de la "transferencia" un factor básico, examinan los sueños desde un ángulo subjetivo y hacen tenderse a sus pacientes en la clásica camilla. Concuerdan también con los freudianos más connotados en que las teorías del desarrollo psicológico humano pueden ser formuladas sin prestar ninguna atención a la fisiología de la cor­teza cerebral. Punto por punto, se mantienen plenamente de acuer­do con el subjetivismo reaccionario y anticientífico de la teoría y la práctica freudianas.

* * *

Afortunadamente, existe una base objetiva científica para el estudio de la conciencia humana en la obra fundamental de Pavlov sobre el funcionamiento de la corteza cerebral. Pavlov descubrió las leyes objetivas del funcionamiento de la corteza en función de las leyes de la formación y extinción de reflejos condicionados. El reflejo condicionado se forma sólo sobre la base de la reacción de la corteza cerebral a un estímulo proveniente del exterior, es de­cir, del mundo que rodea al individuo. Una vez formado, el re­flejo condicionado es la expresión de la influencia de las expe­riencias vitales pasadas del individuo en su cerebro y, a través de su cerebro, en todo su cuerpo. Las leyes del proceso de condicio­namiento unen así dialécticamente las dos fuerzas objetivas que participan en la conciencia humana: el mundo exterior real y la fisiología de los centros cerebrales superiores.

La ciencia pavloviana ofrece una base materialista para el es­tudio de los transtornos mentales y su tratamiento. ¿En qué di­fiere un enfoque pavloviano del psicoanalítico?

En primer término, un pavloviano buscará los determinantes primarios de la vida subjetiva del individuo fuera de él mismo, en sus condiciones de vida, y especialmente en su posición de clase y en su actividad productiva. Sus actitudes e ideas serán analizadas como reflejos de la lucha de clases y no como reflejos de fuerzas subjetivas interiores. Así, el intento de un hombre de dominar a su esposa no ha de ser visto como resultado de "un impulso de dominación", ni como "compensación de sentimientos de inferio­ridad", sino como el reflejo de una forma específica de la relación patrón-trabajador bajo el capitalismo. El problema de una mujer que tiene dificultades para desenvolverse independientemente no será entonces atribuido a "pasividad" o a "necesidad de dependen­cia" sino a problemas reales que se reflejan así en su mente. En general, la actitud pavloviana implica primero y principalmente delinear la situación objetiva que rodea al individuo cuyo reflejo es su reacción subjetiva. Entonces y sólo entonces pueden anali­zarse y comprenderse las distorsiones que se producen en este reflejo.

En segundo lugar, la ciencia pavloviana implica una compren­sión diferente de cómo las experiencias pasadas del individuo in­fluyen el actual funcionamiento de su mente. Los psicoanalistas encaran subjetivamente esta cuestión. Parten del supuesto de que estas experiencias son almacenadas de algún modo indefinido e "inconsciente" en el cerebro en forma de ideas y sentimientos, y que estas ideas y actitudes "inconscientes" permanecen ocultas y determinan las reacciones actuales del individuo. El mecanismo a través del cual las ideas "inconscientes" se forman e influyen en los procesos del individuo es formulado por los psicoanalistas de un modo puramente subjetivo: las ideas que son desagradables son "reprimidas"; los "deseos inconscientes" se expresan —con el fin de "engañar" a la conciencia— a través de la "sublimación" o de "formaciones reactivas", etc. No es extraño que sea imposible pro­bar científicamente la existencia de ninguno de tales procesos, dado que carecen de toda base en fenómenos objetivos.

La actitud pavloviana respecto a la cuestión de la influencia de las experiencias pasadas, por otra parte, es una actitud objeti­va, materialista. Establece que las experiencias del individuo pro­ducen nuevos reflejos condicionados o modificaciones de los ya existentes. Las experiencias pasadas se imprimen en el cerebro por este proceso material y no en la forma de hipotéticas ideas y emociones "inconscientes". Los reflejos condicionados que persis­ten lo hacen no solamente debido a las experiencias pasadas que los iniciaron sino porque continúan siendo reforzados por factores del mundo que rodea al individuo en el presente.

Las nuevas experiencias, al llegar a la corteza cerebral, se relacionan con estos reflejos ya existentes y la naturaleza de la intensidad de la nueva experiencia está determinada por esta rela­ción. Este concepto no es hipotético; ha sido probado por los hombres de ciencia soviéticos en experiencias realizadas con seres humanos. En estos experimentos, la interpretación consciente rea­lizada por la persona, de un estímulo exterior, podía ser modifi­cada radicalmente relacionando el estímulo con sistemas diferentes de reflejos condicionados. Así pues, no hay necesidad de invocar conceptos idealistas, seudocientíficos, como "represión", "sublima­ción", etc. Para comprender las experiencias pasadas influyen la conciencia actual del individuo y su funcionamiento. Las leyes ob­jetivas de los reflejos condicionados, descubiertas a través de un trabajo penoso por Pavlov y sus discípulos, y revalidadas científi­camente una y otra vez, proporcionan una apropiada base mate­rialista para la investigación de la mente humana.

En tercer lugar, estableciendo para la ciencia una base materialista, se enfrentaría la psicoterapia de un modo diferente. Para los psicoanalistas, la psicoterapia envuelve un proceso puramente subjetivo, que se desarrolla en una u otra dirección, ya sea "el Inconsciente que se hace consciente", o las "necesidades internas" llevadas a la conciencia, o la magia de una "relación interperso­nal" con el terapista. Para un pavloviano se plantea el problema en términos de enseñar y desenseñar al paciente, es decir, de crear­le nuevos reflejos condicionados y de modificar o cambiar sus viejos reflejos. Puesto que los reflejos condicionados se forman y se modifican bajo la influencia de las experiencias del individuo en el mundo real, el tratamiento habrá de orientarse en el sentido de modificar y cambiar su conducta en el mundo exterior. Al tratar a una persona mentalmente trastornada, el análisis de su estado subje­tivo es vital para saber qué reflejos condicionados deben ser cam­biados o modificados. Pero saber cómo influir en la forma más efectiva posible los reflejos condicionados requerirá un conocimien­to de cómo actúan las leyes de formación, modificación y extinción de los reflejos condicionados en la persona que tiene un tipo de­terminado de enfermedad mental u otro. En la medida que se trabaje en este sentido, la psicoterapia se desarrollará finalmente sobre una base sana, científica.

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Al agudizarse la crisis general del capitalismo, todas las formas del pensamiento burgués se apartan más y más de toda considera­ción del mundo objetivo, real y adquieren todas las formas del sub­jetivismo, la irracionalidad y el obscurantismo. La ideología del freudismo se hace, por esto, más y más atractiva en diversos círcu­los culturales e intelectuales burgueses. El movimiento obrero debe combatir la corrupción de esta ideología reaccionaria mediante una ofensiva sin cuartel contra ella. En esta ofensiva, la ciencia pavloviana debe desempeñar un papel vital, puesto que proporciona una base verdaderamente científica y materialista para la psicología y la psicoterapia, lo que permite dejar en evidencia el carácter com­pletamente anticientífico y reaccionario del freudismo y del psico­análisis.
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(3) H. S. Sullivan, "Tensions Interpersonal e Internacional — A Psychiatrist's View" en "Las tensiones que causan las guerras", Prensa de la Universidad de Illinois, 1950, p: 93.
(4) H. S. Sullivan, obra citada, p. 133.
(5) E. Fromm, "Escape from freedom" (N. Y., 1951).
(6) E. Fromm, "Man for himself" (N. Y., 1947), p.212. A. Kardiner, "The Psychological Frontiers of Society" (N. Y).
(7) A. Kardiner, “The Psychological Frontiers of Society” (N.Y., 1945), p.70.

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