Acerca del Conflicto Social en Cotabambas
Santiago Ibarra
CON EL ASESINATO DE
QUINTINO CERECEDA en Cotabambas son ya cuatro los campesinos asesinados por
protestar contra el proyecto Las Bambas, entre setiembre de 2015 y octubre de
2016. La inversión minera es impuesta
en el país a balazos. El capital (no solo el minero) impone así su lógica a los
pobres del Perú y el mundo. Efectivamente, para los que resisten, la respuesta
es material, la bala y la cárcel. En cambio, a una proporción considerable de
las clases medias y populares los engañan con la promesa del progreso y el
desarrollo. “Tú eres pobre hoy, mañana puedes ser rico, si te lo propones”,
dicen, aun cuando los hechos demuestran que eso no es verdad, que es una gran
falsedad. Para eso está la televisión, para reforzar ese mito, para distraerte
de la reflexión de los problemas esenciales del país y del mundo y para
contarte mentiras acerca de ellos cuando los tocan. Para los desorganizados y
desmovilizados, pues, no es necesaria la coerción, la violencia abierta,
descarnada, sino la demagogia, la mentira, el engaño, el embuste.
Los campesinos no
hacen sino defender sus tierras y la calidad del ambiente en el que viven.
¿Puede parecerle a alguien ilegítimo este comportamiento? Sí: a las transnacionales,
al gran capital local y a un sector considerable de las clases medias y aun de
las populares. Porque lo que busca el capital para llevar adelante sus planes
es la sumisión absoluta del trabajador urbano y del campesino a sus planes de
acumulación. Es esa sumisión que encontramos en el citadino y en el hombre
urbano, en los que se combinan la alienación economicista, el consumismo y el
racismo.
Ninguna
indemnización podrá resarcir el daño causado. ¿Y los responsables de esas
muertes? Lo más probable es que, como siempre, no vaya uno solo a la cárcel. La
impunidad en el Perú es la regla general para este tipo de crímenes. Para los dirigentes
campesinos el trato es otro: son perseguidos, apresados o asesinados. En la
capital, mientras tanto, todavía hay mucha indiferencia, sea por
desinformación, sea por el prejuicio colonial de menosprecio por la población
andina.
El proyecto Las Bambas, ubicado en la provincia de
Cotabambas, Apurímac, es el proyecto minero más grande del país, con diez mil
millones de dólares de inversión, y representa el 7,5% de la producción mundial
de cobre. Podemos imaginar un poco las ganancias astronómicas de la empresa a
cargo del proyecto, la estatal china MMG. Para estas empresas, sin embargo,
esas ganancias son insuficientes. Condicionan a los estados su inversión exigiendo
que les permitan “externalizar costos”, esto es, tomar los menores recaudos
posibles en la producción de minerales con el consiguiente efecto adverso para
la naturaleza, o que les exoneren o reduzcan fuertemente el pago de impuestos.
Y los estados satisfacen a esas empresas, en el Perú, en el caso de MMG, por
ejemplo, con la viabilización de la construcción de una carretera en lugar de
un mineroducto (que hubiera elevado los costos de producción), y la postergación
del pago del “canon minero” hasta el año 2021.
Cuando los
campesinos y el pueblo trabajador protestan, se ponen de pie y luchan contra
las políticas que los afectan, el estado y los medios de comunicación
inmediatamente los oponen al “progreso”, al “desarrollo”, a la “modernidad”, al
“libre mercado”, a la “democracia”. El movimiento campesino y el pueblo
trabajador aparecen así en el lado de la “pre-modernidad” y de lo
“anti-democrático”; el capital y el estado, en el de la “modernidad” y de lo
“democrático”.
La verdad, no
obstante, es que el campesinado no se
opone a la inversión minera. Por eso Las
Bambas ha podido iniciar sus operaciones y empezar la exportación del
mineral. Los campesinos únicamente exigen el pago por las tierras que usa la
empresa para su propio beneficio. Y exigen, además, que la explotación del
mineral y su transporte no contaminen el ambiente donde viven. Los campesinos solamente
defienden sus intereses, su vida y la de sus familias. Son exigencias
absolutamente racionales. Pero los intereses que están detrás de esta
racionalidad son opuestos a los intereses del capital.
El primer Estudio
de Impacto Ambiental consideraba la construcción de un mineroducto para
transportar el mineral hasta el Puerto de Matarani, Arequipa, pero en su lugar
se ha construido una carretera de tierra a lo largo de 750 kilómetros. Por esta
carretera transitan todos los días ida y vuelta 300 camiones transportando el
mineral, dejando a su paso grandes polvaredas que provocan enfermedades
respiratorias y dejan desechos tóxicos que causan la muerte de animales y la
disminución de la vegetación.
Rodolfo Abarca, presidente del Frente de Defensa de Cotabambas, afirmó que:
“La carretera genera mucha polvareda, afecta a nuestros cultivos, rajaduras en
nuestras casas, y afecta a nuestra salud” (1)
Por su parte, la señora Guadalupe Soto Martínez, de la comunidad Mara, que
no obstante no estar considerada dentro del área de impacto directo también es
afectada, explica: “Antes nuestro producto daba normal, ahora apenas se
cosecha. Han muerto cuatro ganados y como 60 chivos. Les atropellan. Los
animales comen el pasto con polvo y beben el agua que dispersan los camiones
cisterna por la carretera. Sus estómagos comienzan a hincharse y mueren” (2).
El ingeniero agrónomo Henry Vásquez, de la ONG CooperAcción, sostiene que:
“Las partículas de polvo se acumulan sobre las hojas e impiden funciones
vitales como la respiración y la fotosíntesis; ralentizan el crecimiento de la
planta, y pueden afectar a la fecundación y la madurez del fruto”
(3).
El conflicto no solo abarca el daño ambiental y social, como ha quedado
graficado en estos tres testimonios, sino que está en cuestión también la
propiedad sobre la tierra: “el saneamiento… legal de las tierras, es decir,
ordenar y regularizar el derecho de propiedad. En este tema se pueden
identificar dos momentos: el primero, cuando las comunidades alquilaron sus
terrenos comunales (a diferentes precios) a la minera durante tres años
para transportar solamente material de construcción. En ese entonces, la
vía era tipo trocha y unía las comunidades. Alem Torre, asesor de los Frentes
de Defensa, calcula que la minera suscribió hasta 4.500 contratos
-ya vencidos-. Cuando se le consultó a la minera MMG no brindó información
sobre los contratos al considerar que son de ‘índole privado entre las partes’.”
“Una vez terminada la fase de construcción, correspondía la reposición de sus
tierras a los propietarios, sin embargo, esto nunca se hizo. Es entonces,
cuando se decide construir sobre esa trocha una carretera, sin la consulta ni
el conocimiento de la población (ya que en el EIA original no se contempló el
transporte del mineral por carretera, sino por mineroducto). De tal forma que,
como explica Ana Leyva, directora de CooperAcción, ‘parte de los territorios
comunales han sido despojados para convertirse en una vía de dominio público,
carretera que pertenece al Estado’” (4).
¿De qué progreso y
de qué desarrollo nos hablan cuando la producción minera afecta fuertemente el
ambiente, a las personas, el aire que respiramos, el agua que bebemos, las
plantas y los animales?
¿De qué progreso y
desarrollo nos hablan si la inversión minera no se ha reflejado en el
mejoramiento sustancial de la calidad de vida de las poblaciones que viven cerca
a los lugares donde se explota el mineral?
¿De qué progreso y
desarrollo nos hablan si la inversión en educación y salud se mantienen en el
país en los niveles más bajos de Sudamérica?
La inversión minera
tiene lugar sobre la base de la ocupación y el despojo de las tierras de los
campesinos. Hay uno que gana, la gran empresa, y otro que pierde, la comunidad
campesina. Pero el concepto de intercambio
mercantil supone el intercambio de valores iguales, de mercancías para cuya
producción se invirtieron cantidades de trabajo iguales. No es el caso de Las Bambas. Esta empresa basa su
proyecto en el despojo, el robo, en lo que Marx llamó la “acumulación primitiva de capital”.
Asimismo, en el
conflicto de Las Bambas no está en
juego el libre mercado, como errónea
y alegremente se afirma. MMG forma parte de un mercado capitalista, oligopólico, que es lo opuesto del concepto de
libre mercado. El libre mercado supone muchos ofertantes y muchos demandantes. El
concepto de mercado oligopólico implica que solo un puñado de empresas controla
casi la totalidad de la producción de algún bien o servicio. En el Perú y el
mundo solo un puñado de empresas se hace cargo de la producción y exportación
de minerales. Una tendencia inherente al capitalismo, pues, es la progresiva concentración y centralización
del capital. Y esto es lo que ha venido sucediendo a escala mundial. No hay
libre mercado, el capitalismo no es
igual a mercado; lo que tenemos al frente son grandes monopolios que imponen a
las grandes mayorías sus propios intereses corporativos.
Los que convocan el
“libre mercado” como el medio más eficaz para impulsar el crecimiento económico
y la distribución de los ingresos afirman que el estado es un agente negativo
para la acumulación de capital. En realidad es todo lo contrario, ¡es su
palanca más poderosa! Ha sido el estado precisamente el que ha favorecido a MMG
con la postergación del pago del impuesto a la renta hasta el año 2021 y con la
construcción de la carretera en lugar del mineroducto, como ya lo hemos mencionado.
Una cuestión más que debemos considerar es la mercenarización de la
policía. La empresa minera paga 100 soles diarios a cada policía, 150 soles
diarios a los mandos policiales y 20 mil soles mensuales al regimiento
policial, para su resguardo.
Así, en Las Bambas podemos ver la articulación
de intereses entre el gran capital monopólico, el capital local subalterno y el
estado y sus fuerzas represivas. Este bloque se enfrenta y somete a la
población campesina y al conjunto del país para el enriquecimiento de una
minoría privilegiada.
En un contexto así
vale la pena preguntarse qué es la democracia. Democracia como “gobierno del
pueblo” no existe en el Perú. Y vale entonces también preguntarse cuál es el
alcance de las protestas protagonizadas por los campesinos. Porque éstas
cuestionan el monopolio, el robo de sus tierras, la contaminación ambiental, la
racionalidad del capital, es posible verlas como movimientos democratizantes
que cuestionan la producción minera tal
como ésta viene desarrollándose y
buscan el desarrollo agrícola.
_____________
Notas:
(1) Citado en: Hiruelas, Nilva, “Las Bambas, un gigante con pies de barro”
en: http://elgranangular.com/lafiebredelcobreencotabambas/lasbambasungiganteconpiesdebarro/
(2) Citada en “Las
Bambas…” op. Cit.
(3) Citado en “Las
Bambas…” op. Cit.
(4) Hiruelas, Nilva, “Las Bambas, un gigante con pies de barro”.
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