El Racismo: Instrumento de Dominación Social
(Segunda Parte)
Santiago Ibarra
Las comunidades campesinas hoy
NO ES NINGUNA
CASUALIDAD que a mediados de la segunda década del siglo XXI la sierra y las
comunidades campesinas exhiban los peores indicadores sociales y económicos. El
sometimiento de estas bajo el colonialismo español continuó por la casta
criolla en la época republicana acentuándolo aún más. Y aunque desde la segunda
mitad de la década de 1970 asistimos a la liquidación de la vieja forma feudal
y semifeudal de dominio sobre la clase campesina, el estado peruano mantuvo a
las comunidades campesinas andinas y amazónicas en el atraso, sin destinar a
ellas una parte sustancial del presupuesto público. Al contrario, la prioridad
para el estado ha sido siempre la agricultura a gran escala y, hoy en día, la
agroindustria.
En términos
sociales -como hemos mencionado en nuestro artículo “Sin el indígena no hay
peruanidad posible”-, como resultado de este relegamiento, en la sierra son
pobres una de cada dos personas, en tanto que en Lima metropolitana son pobres
una de cada diez personas. Pero esto no es todo: el 82,3% de las personas que
viven en la indigencia viven en el área rural.
Desde luego, no es
cierto, como pretende el sentido común reproductor del sistema, que la pobreza
indígena, mestiza y negra sean un producto del poco esfuerzo, porque
precisamente es este sector de la población el que presenta las mayores tasas
de actividad económica: 79,3%, 75,9% y 70,4%, respectivamente (INEI, 2015).
La población indígena y mestiza en la ciudad de Lima y
en el país
Como se sabe, desde
mediados del siglo XX grandes oleadas de corrientes migratorias han
reconfigurado las grandes ciudades de la costa y, especialmente, Lima. Esta ha
pasado de contener a 645 mil habitantes a principios de la década de 1940, a
cerca de diez millones de personas setentaicinco años después. Cerca de cien
años después de que Mariátegui escribiera sobre la “cuestión indígena”, la
población ha pasado a ser predominantemente urbana, alcanzando esta a
constituir el 77% del total. Recordemos que en los tiempos de Mariátegui
aproximadamente el 75% de la población peruana era rural. Tres cuestiones
quisiera resaltar en esta oportunidad: 1) la persistencia de la alta
correlación entre etnia, clase y precarización de la existencia, 2) la
emergencia de una burguesía chola(1), y, 3) la proletarización de un sector de
la población autoidentificada como blanca. En el presente artículo
presentaremos algunas estadísticas acerca de la primera cuestión, dejando el
análisis de las otras para otra oportunidad.
A escala nacional,
y de modo particularmente acentuado en Lima metropolitana, las desigualdades de
ingreso afectan sobre todo, y en ese orden, al negro, al indígena y al mestizo.
Ilustremos lo afirmado en el siguiente cuadro.
Cuadro 1
Ingreso promedio mensual proveniente del trabajo, según
etnia y ámbito geográfico, 2014 (nuevos soles corrientes)
Etnia/ámbito geográfico
|
Total
|
Hombre
|
Mujer
|
Total
|
1229,9
|
1399
|
984,2
|
Indígena(*)
|
976,3
|
1140,3
|
730,1
|
Blanco
|
1374,3
|
1572,6
|
1118,3
|
Mestizo
|
1383,3
|
1560,8
|
1131,2
|
Otro(**)
|
989,9
|
1173,6
|
676
|
Lima Metropolitana
|
1656,0
|
1903,8
|
1353,9
|
Indígena(*)
|
1394,8
|
1721,7
|
1046,6
|
Blanco
|
2038,2
|
2366,0
|
1666,5
|
Mestizo
|
1718,4
|
1948,6
|
1435,4
|
Otro(**)
|
1529,7
|
1838,3
|
1074,7
|
Rural
|
635,6
|
735,8
|
414,2
|
Indígena(*)
|
607,5
|
712,2
|
383,2
|
Blanco
|
569,9
|
694,6
|
318,6
|
Mestizo
|
737,4
|
825,7
|
522,2
|
Otro(**)
|
530,6
|
630,4
|
312,3
|
Fuente: INEI, Perú.
Evolución de los indicadores de empleo e ingresos por departamentos, 2004-2014.
Lima: INEI-Editora Diskcopy, agosto de 2015, p. 422.
(*) Incluye
quechuas, aymaras y nativos de la amazonía.
(**) Incluye negro,
mulato, zambo y afroperuano.
En el cuadro
anterior puede observarse que las diferencias de ingreso entre indígenas y
blancos en Lima metropolitana son mayores que las que existen entre ambos grupos
étnicos a escala nacional, alcanzando esa diferencia la suma de 645 soles; a
escala nacional, en cambio, la diferencia es menor: de 398 soles. De otro lado,
las diferencias salariales entre blancos y mestizos son de 319.8 soles en Lima
Metropolitana, en tanto que la diferencia entre ambos grupos étnicos a escala
nacional es solamente de 9 soles a favor de los mestizos, posiblemente por el
menor peso demográfico de los blancos en el país.
Asimismo, si a escala nacional la menor remuneración promedio la reciben los
indígenas, 976,3 soles mensuales promedio, en Lima Metropolitana la menor
remuneración mensual la reciben los negros: 1529,7 soles mensuales. Entre tanto, en el área rural la diferencia de
ingreso más notable se da entre indígenas y mestizos, de 129.9 soles a favor de
los últimos.
Estos son algunos de
los rasgos fundamentales que toma el mercado laboral nacional, y de modo
marcadamente especial, el mercado laboral limeño, que fuera centro del
colonialismo español, un mercado laboral fuertemente segmentado según la etnia
a la que se pertenece o la persona se adscribe, y según el sexo.
En el siguiente cuadro presentamos las
diferencias de acceso a un “empleo adecuado” según
la etnia a la que se pertenece o se adscribe.
Cuadro 2
Perú: Tasa de empleo adecuado, subempleo y desempleo,
según etnia, 2014
(Porcentajes)
Etnia
|
Tasa de empleo adecuado
|
Tasa de subempleo
|
Tasa de desempleo
|
Mestizo
|
56,7
|
39,1
|
4,3
|
Blanco
|
50,4
|
45,4
|
4,2
|
Indígena(*)
|
39,5
|
58,4
|
2,1
|
Otro(**)
|
42,5
|
53,5
|
4,0
|
Fuente: INEI, Perú.
Evolución de los indicadores de empleo…op. cit. p. 62.
(*) Incluye
quechuas, aymaras y nativos de la amazonía.
(**) Incluye negro,
mulato, zambo y afroperuano.
Destaca, como se
observa, que la tasa más baja de empleo adecuado la tienen los
autoidentificados como indígenas (39,5% frente a un 50,4% de la población
blanca), así también los indígenas son quienes exhiben la tasa más alta de
subempleo (58,4% frente a un 45,4% de la población blanca). Si el indígena
presenta la tasa más baja de desempleo posiblemente se deba a la mayor
participación económica de sus familias, lo que no expresa necesariamente
bienestar.
En cuanto al empleo
informal, de acuerdo al INEI, “cumple las siguientes condiciones, según la
categoría de ocupación del trabajador: i) los patronos y cuenta propia cuya
unidad de producción pertenece al sector informal, ii) los asalariados sin
seguridad social financiada por su empleador, iii) los trabajadores familiares
no remunerados, independientemente de la naturaleza “formal” o informal de la
unidad productiva donde labora” (INEI, 2015: 105)
Cuadro 3
Perú: Población ocupada en empleo informal por etnia y
sexo, 2014
(Porcentaje)
Etnia
|
Hombre
|
Mujer
|
Total
|
Indígena(*)
|
28,6
|
32,6
|
30,4
|
Blanco
|
4,7
|
5,1
|
4,9
|
Mestizo
|
50,6
|
46,5
|
48,7
|
Otro(**)
|
9,2
|
8,3
|
8,8
|
Fuente: INEI, Perú.
Evolución de los indicadores de empleo…op. cit. p.110
(*) Incluye
quechuas, aymaras y nativos de la amazonía.
(**) Incluye negro,
mulato, zambo y afroperuano.
El empleo informal,
en el que menos ingresos se obtiene y en el que más se carece de derechos
laborales, como podemos ver en el cuadro 3, está copado mayoritariamente por
indígenas, mestizos y negros: en un 30,4%, un 48,7% y 8,8%, respectivamente.
La situación de la mujer en el mercado laboral y al
interior de cada grupo étnico
En el conjunto del
país y dentro de cada grupo étnico la mujer es la que está en peor situación.
El siguiente cuadro grafica lo afirmado.
Cuadro 4
Ingreso promedio mensual proveniente del trabajo de
hombres y mujeres, según etnia, 2014
(En nuevos soles corrientes)
Etnia
|
Mujeres
|
Hombres
|
Blanco
|
1118,3
|
1572,6
|
Mestizo
|
1131,2
|
1560,8
|
Otro(*)
|
676
|
1173,6
|
Indígena(**)
|
730,1
|
1140,3
|
Fuente: INEI, Perú.
Evolución de los indicadores de empleo… op. cit. p. 134.
(*) Incluye negro,
mulato, zambo y afroperuano
(**) Incluye
quechuas, aymaras y nativos de la amazonía.
Como hemos dicho, y
como hemos visto en los cuadros presentados, el mercado laboral nacional y urbano
está fuertemente segmentado en función de la etnia y el sexo. Quienes están en
la cúspide de la pirámide social son en general blancos, mientras que mestizos,
indígenas y negros, en este orden, están más abajo. Los hombres están por
encima de las mujeres en términos de capacidad adquisitiva y de condiciones
laborales, y esta jerarquización se repite al interior de cada grupo étnico. De
manera que la mujer negra, indígena y mestiza es la que sufre las peores
condiciones de existencia y de trabajo.
La renovada acumulación primitiva de capital deteriora
aún más las condiciones de vida de los indígenas
De otro lado, es
fundamental dirigir la mirada al proceso de acumulación
primitiva de capital que renovadamente desde fines del siglo XX ha
despojado y despoja aún a campesinos e indígenas amazónicos de sus tierras,
para la explotación de petróleo, gas y minerales, la producción agroindustrial
y la explotación de los bosques. Los campesinos e indígenas que resisten la
embestida del capital extranjero y nativo son motejados de “antimodernos”,
“salvajes” o “terroristas mineros”. Desde luego, en oposición a ellos, están
colocados el capital y el estado, considerados modernos.
Como consecuencia
tenemos no solo la expansión del gran capital sobre las tierras de los campesinos
e indígenas, sino además el asesinato de indígenas y campesinos por las fuerzas
represivas del estado cuando aquellos defienden sus tierras y los recursos que
estas les proveen para su reproducción biológica y social. El caso más sonado
ha sido la masacre de Bagua, en 2009, durante el gobierno de Alan García, que
dejó treintaitrés muertos -diez nativos y veintitrés policías (2)-, y
doscientos heridos, en el que indígenas amazónicos y pobladores de la región
bloquearon la carretera F. Belaúnde durante cincuentaicinco días como protesta
contra un decreto que permitía a las transnacionales explotar petróleo, gas y
minerales. Otros casos sonados son Conga, en Cajamarca, con un saldo de cinco
muertos el 2012; el de Tía María, en Arequipa, con un saldo de cuatro muertos
en cuatro años de protestas, entre el 2011 y el 2015, y Las Bambas, en
Apurímac, con un saldo de cinco muertos.
El racismo: un modo de clasificación social
Así, la igualdad de
los individuos más allá de su origen social, étnico o de sexo, proclamada por
la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por la Constitución Política
del estado, cae en saco roto. Pues bien, existen ideologías que justifican esas
desigualdades de distintos modos. Una de esas ideologías es el racismo.
El racismo es una
ideología que clasifica socialmente a las personas en función del color de su
piel. De acuerdo a esta ideología el indígena es pobre porque es indígena en tanto que el blanco está en una situación
económica mejor porque es blanco. El
racismo, consiguientemente, justifica las desigualdades sociales en función del
color de la piel.
Sin duda, el
racismo continúa siendo uno de los pilares ideológicos que contribuyen a
mantener el orden social actual, sus desigualdades sociales, las relaciones de dominio
de una etnia hacia otra. Justifica la situación de pauperismo de las mayorías
nacionales, la de la sierra y la de las comunidades indígenas amazónicas, y
justifica o es indiferente frente al uso de la fuerza (incluso masacres) contra
esas personas y comunidades para expropiarles sus tierras y desarrollar
proyectos mineros, petroleros y agroindustriales contaminantes y hasta
antieconómicos al mediano y largo plazo, en nombre siempre del progreso y el
desarrollo.
Desde la segunda
mitad de la década de 1970 la servidumbre como forma dominante de control del
trabajo fue sustituida por otra forma de control del trabajo, como el
asalariado, la que coexiste con la producción de subsistencia y la producción mercantil. En los
tiempos en que la servidumbre era el modo principal de controlar a la fuerza de
trabajo en el campo, el discurso dominante explicaba las desigualdades sociales y
económicas por supuestas desigualdades de origen natural: la humanidad del
indígena era negada y éste era objeto de los peores vejámenes. El sueño del pongo de José María
Arguedas describe con claridad esta situación, así como el anhelo de
liquidación de ese mundo, el deseo de rebelión y hasta de venganza.
Debemos
preguntarnos no obstante si la liquidación de la servidumbre ha significado
para los trabajadores del agro y para los indígenas citadinos un mejoramiento
de su situación social. Es necesario discutir esta cuestión. Para su
consideración debemos tener en cuenta la falta de tierras, de capital dinero y
de tecnología en las comunidades campesinas; la concentración de la pobreza y
de la extrema pobreza en la sierra del país; el deterioro del salario real; el
gran porcentaje de personas (aproximadamente el 50%) que gana menos de un
salario mínimo; la amplitud del empleo informal; la paulatina liquidación de
derechos laborales para las mayorías del país; la mayor participación económica
de la población, especialmente femenina, y la sobrecarga laboral.
Ciertamente amplios
grupos de la población peruana y limeña van asimilando el discurso de la
igualdad. Millones de personas provenientes especialmente de la sierra hacen mayoría
en la ciudad de Lima. Lima -¿hace falta recordarlo?- no es una ciudad de blancos. Limeños son indígenas, cholos,
mestizos, blancos y negros, así como los
descendientes de chinos, japoneses y de otras nacionalidades. Pero continúa
siendo la población indígena, chola, mestiza, negra, principalmente, la que es
víctima del racismo. Pues ahora en el centro económico y político del país el
cuestionamiento al racismo no viene ya solo desde unos pequeños grupos de
intelectuales, sino que manifiesta o latentemente está presente en un sector
considerable de la población, a través de la música andina tradicional y
contemporánea (por ejemplo, mediante el enaltecimiento del elemento humano y de
los valores indígenas y la reivindicación de la relación armónica entre hombre
y naturaleza, propia de la milenaria cultura andina), el arte en sus múltiples
manifestaciones, la producción intelectual, la denuncia y el activismo en
grupos políticos y culturales.
Sin embargo, este
cuestionamiento apunta al racismo visto solamente como un prejuicio mental,
como una mera deficiencia de la educación recibida en las familias y las escuelas;
no se observa la conexión del racismo con las desigualdades étnicas en torno al
salario, la educación, la salud, etc. No se observa la relación de
funcionalidad del racismo con respecto al capitalismo.
Hemos intentado mostrar que el racismo no
puede abordarse ni comprenderse cabalmente si partimos de la premisa de que se
trata solo de un prejuicio mental; hemos intentado mostrar que el discurso racista
(no necesariamente procesado intelectualmente, sino sobre todo pensado, sentido,
hablado y actuado) ancla sus raíces en las estructuras materiales del mundo y
del país, en el capitalismo realmente
existente, en la superexplotación de la fuerza de trabajo, que es más
acentuada en los negros, indígenas y mestizos. El racismo entronca con la alta
correlación entre clase y etnia, entre ricos y pobres y grupo étnico al que se
pertenece o se adscribe. De ahí que no es suficiente con criticar el racismo
como una mera cuestión de prejuicio mental. Y de ahí que el racismo solo podrá
ser atacado fructuosamente sino cuando se ataquen sus raíces materiales.
El racismo continúa
no obstante siendo fomentado desde las familias, los medios de comunicación,
las instancias estatales, los partidos políticos de derecha.
Mencionemos, a modo
de ejemplo, algunos casos de conocidos políticos, quienes se han manifestado con
expresiones y comportamientos racistas en diferentes oportunidades. Entre
otros, tenemos los casos del dictadorzuelo Alberto Fujimori, quien, en
declaraciones al Neue Kronen Zeitung de Viena, 05.10.96, afirmó que
"los peruanos son ociosos e incapaces de gobernarse por sí mismos" (http://cavb.blogspot.pe/2011/04/fujimori-los-peruanos-son-ociosos-e.html),
o el caso de la fujimorista Martha Hildebrandt, quien, con ínfulas de
sabihonda se oponía a la oficialización de todas las lenguas y dialectos
hablados en el país en un debate congresal el año 2007, con lo cual mostró su
ignorancia, pues en el Perú diez millones de personas tienen como lengua
materna un idioma que no es el castellano y aprenden éste después, en tanto que
dos millones de personas solamente hablan un idioma nativo que no es el
castellano (https://www.youtube.com/watch?v=5JL4A9N5IC0;
https://www.youtube.com/watch?v=8ahn-tidVwU);
el del aprista Alan García, quien, en una caminata presidencial, en actitud prepotente
le propinó una patada a un trabajador: no lo habría hecho con una persona
blanca vestida con saco y corbata (https://www.youtube.com/watch?v=ShqFj8UHKVU),
y quien en una charla con banqueros internacionales asoció la supuesta “genética”
(¡sí, señores, genética dijo Alan García!) del mundo andino con la tristeza, al
tiempo que cortejaba a esos mismos banqueros (https://www.youtube.com/watch?v=56Ea1qjiB0s).
Más recientemente tenemos el caso del último candidato presidencial por Acción
Popular, Alfredo Barnechea, quien en un acto proselitista le devolvió
agresivamente su sombrero a un trabajador que se lo ofreció (https://www.youtube.com/watch?v=xnXW_lxbjoU).
Y así por el estilo, los ejemplos abundan en la esfera estatal.
Repetimos, pues, no
es ninguna casualidad que las comunidades campesinas no hayan sido objeto de
políticas de desarrollo, ni que las grandes mayorías que conforman las ciudades
del país, indígenas, mestizos y negros, queden socialmente relegados.
El racismo debe ser
visto como una ideología funcional al capitalismo. Al lado del universalismo,
existe el particularismo del racismo. La igualdad es una norma, pero el racismo
también lo es. Como afirma Immanuel Wallerstein (2010), es una norma negativa,
pero no es disfuncional al sistema capitalista:
todo lo contrario. Wallerstein apunta así que el racismo no es una anomalía en el “sistema-mundo capitalista.”
A la crítica del
racismo debe unírsele entonces la crítica del capitalismo. La “cuestión de las
razas” es fundamentalmente un problema social. A la crítica del racismo debe
unírsele, en particular, la lucha por las reivindicaciones indígenas-populares:
desarrollo de la economía agraria, elevación del salario real, empleos con
derechos laborales, derecho a la educación en todos sus niveles, derecho a la
salud, derecho a una pensión de vejez digna, derecho de la mujer indígena a un
trato igualitario, derecho al agua potable, etc.
A la vez, el
estudio y la reflexión sobre el racismo no pueden quedar por fuera de la
teorización y la praxis del movimiento contestatario del país. Hace falta
estudiarlo más y vincularlo con la reproducción del sistema social en su
conjunto. A la crítica del capitalismo y del imperialismo debe unírsele entonces
la crítica de los particularismos, como el racismo, la xenofobia, la ideología
patriarcal, el eurocentrismo y toda clase de culturalismos. Es decir, debemos
superar radicalmente el reduccionismo clasista y desentrañar la lógica y los mecanismos
de funcionamiento de los particularismos en el país y el mundo. Considero que
este enfoque ayudaría mucho en la construcción de una estrategia de lucha adecuada
contra el sistema-mundo capitalista. Porque si de lo que se trata es de
construir una nueva racionalidad, eso
no es posible si todo lo reducimos a un problema de clases y a la toma del
poder estatal –ambas cuestiones insoslayables, fundamentales-, ni tampoco es
posible si no hacemos un esfuerzo por renovar nuestros enfoques teóricos.
Notas
(1) Conversación
con el psicoanalista André Gautier.
(2)Sobre las
acusaciones contra los indígenas como perpetradores de la muerte de los
veintitrés policías, véase, “Caso Bagua: 10 razones por las que no deben ser
condenados”, anónimo, publicado en el muro del facebook del poeta Juan
Cristóbal, el 22 de setiembre del año en curso. Véase también la reciente
absolución por la Corte Superior de Justicia de Amazonas de los 52 indígenas
acusados de ser los perpetradores del asesinato de los veintitrés policías. El
proceso continuará en la Corte Suprema de Justicia, en Lima. En cambio, no
existe proceso judicial contra los responsables políticos de las matanza, como
Mercedes Cabanillas, entonces Ministra del Interior; Yehude Simon, ex -Primer
Ministro y Mercedes Aráoz, entonces Ministra de Comercio Exterior y segunda
vicepresidenta del actual gobierno, quien afirmaba por entonces que si se
derogaba el decreto no se firmaría el Tratado de Libre Comercio con los Estados
Unidos. Véase: https://www.servindi.org/noticias/22/09/2016/bagua-lee-la-sentencia-completa-del-caso-curva-del-diablo
y https://www.servindi.org/actualidad-producciones-audios-resumen-peru-radioteca-audios/25/09/2016/mundo-indigena-peru-el.
Bibliografía
citada
ANÓNIMO (2016), “Caso
Bagua: 10 razones por las que no deben ser condenados”, publicado en el muro
del facebook del poeta Juan Cristóbal.
INEI (2015), Evolución
de los indicadores de empleo e ingresos por departamentos, 2004-2014. Lima:
INEI-Editora Diskcopy.
WALLERSTEIN,
Immanuel (2010), Análisis de sistemas-mundo. Una introducción. México-Argentina-España:
Siglo XXI Editores.
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