Las Razas
Humanas
(Octava
Parte)
M.F.
Niesturj
SEGÚN
QUIENES SOSTIENEN LA FALSA TEORÍA de las razas superiores e inferiores, los
negros son más afines a los monos que los europeoides. Desde el punto de vista
de la ciencia esto es completamente falso. Los negros tienen el pelo rizado y
duro gruesos los labios, la frente es recta o algo convexa, carecen de vello en
el cuerpo y la cara y sus piernas son muy largas en relación al tronco. Todas
estas peculiaridades ponen de manifiesto que los negros se diferencian más del
chimpancé que los europeos. Estos, a su vez, difieren grandemente de los
antropoides por el color claro de la piel y otros rasgos. La teoría
darviniana, según la cual el hombre desciende de una sola especie antropoidea,
y la de Engels sobre la humanización del mono bajo la influencia del trabajo
social contribuyen a esclarecer el problema de las razas humanas. Los datos
científicos sólo permiten concluir que todas las razas humanas actuales
derivaron de un solo tronco común, bajo la acción conjunta de leyes biológicas
y sociales.
A
través del millón de años que, aproximadamente, ha transcurrido desde comienzos
de la Era Cuaternaria, durante los períodos glaciales e interglaciales y hasta
la época actual o postglacial, el hombre primitivo se extendió más y más por
todo el mundo. El desarrollo de los grupos humanos se produjo a menudo en
regiones diferentes, aisladas, bajo la influencia de las condiciones naturales
locales. Es oportuno mencionar aquí el papel de la selección natural y sexual
en la formación del hombre primitivo. Los hombres más antiguos se transformaron
en neanderthalenses y éstos, a su vez, en hombres de Cro-Magnon. Las razas no
sólo surgían continuamente, sino que también volvían a nivelarse. Mientras se
diferenciaban entre sí a causa de las diferencias en las condiciones
geográficas bajo las cuales vivían, las razas, sometidas a la influencia del
trabajo, del desarrollo cultural y otros factores especiales, adquirían cada
vez más semejanza entre sí en lo referente a las características generales del
hombre actual. A consecuencia de las diferencias cualitativas de sus vías de
desarrollo las razas humanas comenzaron a diferir cualitativamente más y más de
las subespecies en el reino animal.
El estudio de los vestigios óseos de
neanderthalenses y de Homo
sapiens fos- silis ha llevado a ciertos científicos a creer que
hace 100 000 años ya había signos de dos grandes divisiones raciales en el
hombre primitivo (Roguinski, 1941, 1956).
Uno
de los grandes grupos primitivos se formó en la mitad nororiental de Asia, al
norte y este de los Himalayas. Se trata de la gran raza protoasiática o
protomongoloide, de la cual derivaron diversas razas pequeñas y grupos antropológicos
mongoloides.
El
grupo racial mongoloide que mucho después, 25 000 a 30 000 años ha, penetró en
América a través del actual estrecho de Bering (entonces era un istmo) y de las
islas Aleutianas, también derivaba de la gran raza protomongoloide. Este grupo
se extendió cada vez más hacia el sur y, con el tiempo, se transformó en la
pequeña raza india o americana, que los científicos usualmente dividen en
varios grupos de tipos antropológicos.
Otra
gran rama de la raza humana era la suroccidental, que se separó en dos grandes
grupos raciales primarios: el euroasiático o europeoide y el ecuatorial o
negro-australoide.
Uno
de los rasgos distintivos más importantes de estas dos grandes razas sur-
occidentales, durante el proceso de su desarrollo en direcciones diversas, es
el color de su piel, que se volvió fijo. Actualmente la piel es más oscura
entre los representantes de la raza negro-australoide y los de las razas
europeoides que viven en los países cálidos del sur. Los grupos europeoides que
viven en los países más septentrionales han adquirido gradualmente una piel más
clara. Se supone que primero se aclaró la piel, luego los ojos y finalmente los
cabellos.
El
factor de aislamiento desempeñó un papel importante en el desarrollo de las
razas humanas primitivas. Cuando se extendieron sobre la Tierra (Zubov, 1963)
grupos físicamente similares, llegaron a regiones cuyas condiciones naturales
eran completamente diferentes. Al asentarse en esas zonas durante largo tiempo
ya no pudieron entrar en contacto con los demás grupos, y es perfectamente natural
que tras milenios y decenas de milenios de existencia aislada, bajo la influencia
de las condiciones sociales y naturales del lugar, las peculiaridades anátomo-
fisiológicas de los grupos se hayan desarrollado en direcciones diversas. Bajo
tales circunstancias, aun los cambios leves de la estructura física, al ocurrir
en la misma dirección, se acumulaban y consolidaban con el paso de las
generaciones. Los diversos grupos comenzaron a diferir más netamente unos de
otros, principalmente respecto a numerosas características externas que
adquirieron importancia no pequeña al convertirse en rasgos indicadores de la
pertenencia tribual.
El
proceso de formación de razas bajo la acción del aislamiento natural se puede
apreciar aun hoy en la humanidad actual. Así, al parecer, se formaron los tipos
antropológicos y sus grupos en las regiones límites de las áreas pobladas por
la humanidad, en las lindes de la ecumene, adquiriendo un conjunto de
características raciales que claramente los distinguen de los otros. Entre los
grupos de este tipo se cuentan, por ejemplo, los lapones del norte europeo
(saamis); los esquimales (inuits), del extremo norte en América y Asia; los
indios de Tierra del Fuego en el rincón más meridional de América; los
aborígenes australianos; en Nueva Guinea, los papúes; al sur de Africa, en los
desiertos de Kalahari y Namib, los joisanoides (bosquimanos y hotentotes) y en
las densas junglas tropicales, los pigmeos.
Ya
desde tiempos muy remotos se produjo un desarrollo progresivo, aunque muy
lento, de la sociedad: se desarrollaban las fuerzas productivas, los grupos de
seres humanos crecían numéricamente y algunas razas se ponían más en contacto
con otras. Los grupos humanos comenzaron a entremezclarse más libremente y el
cruzamiento se tornó, en lugar del aislamiento, en el factor decisivo en la
aparición de razas nuevas. Pero la influencia de este factor llevó — y lleva —
más frecuentemente a la formación de grupos raciales mixtos.
El
comienzo del proceso de mestizaje coincide con la fase final de los procesos
antropogénicos básicos, vale decir, con la aparición del hombre de tipo actual.
El alto grado de adaptación que el cuerpo humano ha alcanzado respecto a la
actividad laboral, facilitó el surgimiento de un tipo único de hombre actual y
la nivelación de las diferencias raciales.
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