viernes, 2 de enero de 2015

Filosofía



Interacción de los Contrarios en el Desarrollo

(Tercera Parte)

S. Meliujin

En física y química, esta ley se expresa en el principio de Le Chatelier, llamado a veces principio de la reacción atenuadora. Según ese principio, todo sistema estable en equilibrio tiende a conservar su estado de equilibrio, y si sobre el sistema se ejerce alguna acción, se originan en ella procesos que tienden a anular o debilitar el efecto de dichas acciones. Por ejemplo, si en un recipiente aislado se tiene gas y se eleva la presión, en el caso de que el calor abandone el gas, este se comprimirá como si se tratase de restablecer la temperatura anterior. Al recibir calor, el gas se dilatará a fin de conservar la temperatura anterior. La compresión de un cuerpo elástico por fuerzas exteriores suscitará en ese cuerpo la aparición de fuerzas internas que tratarán de restablecer la forma inicial del mismo. El principio señalado también actúa en forma específica  en la naturaleza viva, donde todo influjo desfavorable para el organismo suscita en él diversos cambios dirigidos contra dicho influjo. Algo semejante se produce en algunos fenómenos sociales, aunque en este caso las fuerzas interactuantes tienen una esencia totalmente distinta. 

        Es interesante señalar que en los sistemas mecánicos la unidad de lo estable y variable se expresa en la masa de los cuerpos. La masa representa la medida de la inercia y al mismo tiempo la medida de la propia energía interna del sistema, pues caracteriza sus capacidades potenciales para diversas conversiones y la realización de trabajo. De este modo, en la masa se expresa la unidad de tendencias opuestas propias de la materia.

        Subrayando la existencia de la inercia y de la estabilidad cualitativa de los cuerpos, hemos de observar que esa estabilidad no es algo absolutamente antepuesto al movimiento. Engels había calificado la inercia mecánica de “expresión negativa de la indestructibilidad del movimiento” (8), es decir, de una propiedad de los cuerpos que está relacionada con su cambio. Del mismo modo, la estabilidad cualitativa de los cuerpos está condicionada por su movimiento interno, por el carácter de las interacciones de los elementos integrantes de la materia. Por ejemplo, la estabilidad de algunas propiedades físico-químicas de un cuerpo sólido está determinada por un tipo especial de conexiones entre sus átomos y moléculas. Pero toda conexión e interdependencia constituyen un movimiento de género especial; por consiguiente, debemos reconocer que el reposo y la estabilidad son el resultado o el caso particular del movimiento.

        La ciencia contemporánea ha descubierto una expresión interesante de la unidad de los contrarios en el movimiento en el hecho de la mutua conversión de las partículas. Gracias a esa capacidad, la micropartícula en cada momento dado existe y no existe como una formación dada.

        Para demostrarlo debemos, primeramente, explicar en pocas palabras cómo entendía la física clásica el concepto de partícula y cómo se entiende hoy día. La física clásica consideraba que las micropartículas eran siempre idénticas, pese a su movimiento e interacciones; que la suma total de partículas de uno u otro género no variaba en todas las reacciones y que los productos finales de la reacción se diferenciaban de los cuerpos iniciales por el mero reagrupamiento de unos y mismos elementos invariables: A + B = AB *. La física actual ha refutado la idea de la invariabilidad de los microobjetos y ha establecido su propiedad universal de su convertibilidad. Como resultado de esas transformaciones los productos finales de la reacción se distinguen radicalmente de las partículas iniciales: A + B = C + D. Por ejemplo, la interacción de las partículas y de las antipartículas conduce a su transformación en cuantos de campo electromagnético y, en algunos casos, en mesones. Estos últimos se desintegran en electrones (positrones) y neutrino.

      Pero no solo se trata de eso. Cada micropartícula interactúa incesantemente con diversos campos y otras partículas. Esta interacción se produce en forma de radiación absorción de cuantos de los campos correspondientes. Como los cuantos representan formaciones materiales especiales, todos esos procesos conducen a determinadas modificaciones en la estructura y en las propiedades de las micropartículas. En virtud de ello, en cada momento dado la micropartícula es y no es la misma de antes.

        Para ilustrar esos cambios examinaremos los procesos que se producen en el neutrón. El neutrón es una partícula neutra con una masa de 1838,6 de masa (en masa de electrón); su período de semidesintegración en estado libre es, aproximadamente, de 17 minutos. Como el electrón no posee carga eléctrica no debería tener, al parecer, momento magnético, si se considera que las propiedades magnéticas son producidas siempre por el movimiento de las partículas cargadas. Sin embargo, se ha descubierto que el neutrón tiene momento magnético, igual, más o menos, a – 1,91 del magnetón nuclear. Por otra parte, se ha establecido que el protón posee mo9mento magnético de 2,79 del magnetón nuclear y no igual a 1 como se suponía en teoría.

        Para explicar esos fenómenos se expuso la teoría de que los momentos magnéticos sobrantes se deben a la interacción de protones y neutrones con el campo mesónico cargado, inseparable de esas partículas; es decir, que los protones y neutrones no existen como partículas invariables, sino que experimentan constantemente transformaciones internas. El neutrón se “disocia” constantemente en protón y mesón-n-, después de lo cual ambas partículas vuelven a combinarse en la forma inicial: n = p + n-.  

        Lo mismo ocurre con el potrón, que pasa una parte determinada de su tiempo de existencia en estado de neutrón y mesón-n+: p = n + n+. Los protones y neutrones existen en estado “disociado” un 20 por ciento, aproximadamente, de todo el tiempo.

        Es inherente a los mesones-n un determinado momento magnético y lo transfieren a los nucleones, con la particularidad de que el momento magnético del protón y del neutrón que se origina debido a ello está en consonancia con el observado experimentalmente. La “desintegración” temporal del protón en neutrón y mesónn+ y del neutrón en protón y mesón-n- recibe el nombre de proceso virtual. Las partículas que se originan virtualmente existen en un radio del orden de 7.10-14 cm, y en un intervalo aproximado de tiempo de 10-23 seg. La extraordinaria pequeñez de dichas magnitudes no permite, por ahora, la observación directa de esas “desintegraciones” en los experimentos. Eso no significa, sin embargo, que la idea de las conversiones virtuales sea una ficción teórica. La realidad de los procesos dados se demuestra indirectamente por los experimentos que se hacen a fin de precisar la estructura de los protones. Gracias a esos experimentos se ha establecido que el protón representa, efectivamente, una formación muy compleja, en el centro de la cual, existe un “núcleo” denso, rodeado de un campo mesónico cargado. Ese campo se considera como un conjunto de mesones-n virtuales.

       Esos procesos son igualmente posibles con relación a otras micropartículas. Por ejemplo, según la electrodinámica cuántica, el electrón engendra, constante y virtualmente, al fotón y lo absorbe en el acto. Otras partículas cargadas se comportan de igual modo. Eso significa que las partículas elementales no existen durante un período de tiempo duradero en un mismo estado, sino que experimentan incesantes transformaciones internas. Sus propiedades no poseen valores fijados con absoluta exactitud, sino que son estadísticamente medios en el tiempo. Cada micropartícula existe y, al mismo tiempo, no existe en la forma dada. En ello radica la profunda unidad dialéctica de los contrarios, totalmente incompatible con el concepto metafísico de los microfenómenos.

*Como en el scaner ni en el tablero de la computadora no aparece el signo que le corresponde a esta fórmula (dos flechas superpuestas: la de arriba en sentido de derecha al izquierda y la de abajo en sentido contrario), hemos adoptado por el signo de igualdad. Este recurso aparece una segunda vez en el mismo párrafo (en el cual la flecha de arriba va de izquierda a derecha y la de abajo en sentido contrario), así como también en las fórmulas que aparecen en los párrafos ocho y nueve (en ambos casos con la flecha de arriba en sentido de izquierda a derecha y la de abajo en sentido contrario).

Notas
[8] F. Engels, Dialéctica de la naturaleza, ed. esp. cit., pág.1.
         

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