sábado, 1 de noviembre de 2014

Política



La Estrategia Revolucionaria del Desarrollo o Propuestas Reformistas Revolucionarias:
Una Respuesta y Explicación


Jan Lust


El artículo “¿Qué es lo que se queda de la izquierda peruana? La transformación social o la conformación social: cuatro puntos para discutir” publicado en el número de octubre de Creación Heroica, tiene como intención fomentar la discusión sobre lo que nos queda en la izquierda y quiénes son de la izquierda. Aparentemente el debate se está iniciando con las observaciones de los camaradas de Polémica Comunista. Escribieron lo siguiente:

«La idea del c. Jan Lust de las “propuestas reformistas revolucionarias” pueden terminar en el mismo “saco” junto con las propuestas reformistas oportunistas de los “izquierdistas” de palabra. ¿En que se diferenciarían? ¿En qué unas son más radicales que otras? Pero igual, ambas serian inviables dentro de los marcos del actual sistema. Insistir en ella terminaría despertando falsas ilusiones en las masas. Lo que si no podemos evadir es el impulso de la lucha cotidiana de las masas por sus necesidades inmediatas, lo que comúnmente se denomina lucha directa. Lo que puede empezar como una simple lucha local por agua y desagüe, con el desarrollo de la lucha de clases puede convertirse en una multitudinaria lucha por traerse abajo a un gobierno, dependiendo de las condiciones de la coyuntura política y de los avances en los niveles de conciencia y organización de las masas. Hace poco en Turquía se produjo casi un levantamiento popular que se inició con la defensa de un parque. El asunto es estar codo a codo con las masas que hoy, ciertamente, están en niveles de conciencia política muy lamentables; y una importante razón de ello es que los cuadros políticos revolucionarios están en todas partes menos con las masas».

Con el objetivo de diferenciar los de la izquierda que solamente quiere reformar el sistema capitalista de explotación y de opresión, es decir, los que creen en la posibilidad de humanizar el capitalismo, y los que consideran que hay que destruir el sistema capitalista, hablé sobre la izquierda que apunta a la transformación social y la izquierda de la conformación social. Esta división es la misma entre la izquierda revolucionaria y la izquierda reformista. Eso fue lo principal del artículo. En el artículo no hablé sobre ideas radicales y menos “radicales”, sino sobre la liberación social o vivir bajo el yugo del capitalismo con un poco más de dinero y más derechos sociales. Ideas radicales tienen los anarquistas; los comunistas tienen ideas revolucionarias. ¿Los compañeros de Polémica Comunista son de tendencia anarquista?

Una vez de haber diferenciado a la izquierda reformista y revolucionaria se debe distinguir a los verdaderos revolucionarios de los supuestos revolucionarios. Es decir, muchas personas podrían estar de acuerdo, teóricamente, con la posición revolucionaria, pero en la práctica, en la lucha no quieren concretizar esta posición. Y de ahí viene la parte sobre la estrategia revolucionaria del desarrollo.

La estrategia revolucionaria del desarrollo es la combinación de la lucha reivindicativa con  la lucha para la toma del poder. Eso no debería quedarse en palabras sino debe concretizarse en un plan con metas de corto, mediano y de largo alcance. En este sentido estoy de acuerdo con las observaciones de los camaradas del grupo Polémica Comunista que dicen que «no podemos evadir […] el impulso de la lucha cotidiana de las masas por sus necesidades inmediatas, lo que comúnmente se denomina lucha directa. Lo que puede empezar como una simple lucha local por agua y desagüe, con el desarrollo de la lucha de clases puede convertirse en una multitudinaria lucha por traerse abajo a un gobierno, dependiendo de las condiciones de la coyuntura política y de los avances en los niveles de conciencia y organización de las masas. Hace poco en Turquía se produjo casi un levantamiento popular que se inició con la defensa de un parque. El asunto es estar codo a codo con las masas que hoy, ciertamente, están en niveles de conciencia política muy lamentables; y una importante razón de ello es que los cuadros políticos revolucionarios están en todas partes menos con las masas”. Sin embargo, no estoy de acuerdo con Polémica Comunista que dice que «insistir» en las diferencias entre la izquierda revolucionaria y la izquierda reformista «terminaría despertando falsas ilusiones en las masas».

Pienso que los camaradas de Polémica Comunista están cayendo en la trampa del  espontaneísmo y han olvidado la necesidad de la organización y de la lucha por las ideas correctas dentro de la organización con el objetivo de fortalecer y desarrollar la organización. El objetivo de la organización comunista debe ser la toma del poder. Entonces, cualquier participación en la lucha reivindicativa debe ser con el objetivo de fortalecer la lucha para la toma del poder. La estrategia revolucionaria del desarrollo no puede considerarse sin una organización comunista. Debo convencer que en el mencionado artículo no hablé sobre la organización comunista, sin embargo, pensé que era obvio que solamente una organización comunista podría llevarse a cabo una estrategia revolucionaria de desarrollo con proyecciones a la toma del poder.

Entiendo que una organización política de izquierda debe participar en la lucha directa como dicen los camaradas de Polémica Comunista,  más aún, eso es imprescindible para una organización del y para el pueblo, sin embargo, considero que de acuerdo con la correlación de fuerzas de clase y de la crisis de la izquierda revolucionaria en el país, ahora deberíamos enfocarnos en dos cosas: i) el desarrollo de una organización revolucionaria; y, ii) el desarrollo de nuestras capacidades políticas e ideológicas. El desarrollo de los puntos i) y ii) no es posible si pensamos que deberíamos contestar políticamente a todas las ocurrencias coyunturales.

Otro tema que los camaradas de Polémica Comunista plantean es el asunto de la conciencia de clase. Dicen: «El asunto es estar codo a codo con las masas que hoy, ciertamente, estas en niveles de conciencia política muy lamentables; y una importante razón de ello es que los cuadros políticos revolucionarios están en todas partes menos con las masas». Pienso que la razón del nivel lamentable de la conciencia de clase de las masas no es solamente causado porque los cuadros revolucionarios no están con las masas sino también porque los cuadros revolucionarios ya no tienen los conceptos revolucionarios y ya no saben en qué país viven. Es decir, no solamente el nivel de la conciencia de clase tiene un lamentable nivel sino también el desarrollo de la teoría marxista en el país. 

Es cierto, como el Che dice en su escrito “El partido de la clase obrera. El partido Marxista- Leninista”, «los partidos marxistas no pueden cruzarse de brazos esperando que las condiciones objetivas y subjetivas, formadas a través del complejo mecanismo de la lucha de clases, alcancen todos los requisitos necesarios para que el poder caiga en manos del pueblo como una fruta madura». Sin embargo, en el Perú no existen las condiciones objetivas y subjetivas (en el sentido como las definió Lenin) para un proceso revolucionario.[i]

No cabe ninguna duda que las condiciones objetivas se madurarán en el tiempo. Las dinámicas capitalistas mismas nos van a ayudar en eso. Pero, las condiciones subjetivas dependen de nosotros, depende si tenemos cuadros, si tenemos organización y si tenemos las capacidades políticas, ideológicas y organizativas para ayudar a que el pueblo peruano llegue al poder. En el texto mencionado arriba, Che dice que «la misión […] es la de crear todas las condiciones necesarias para la toma de poder y no convertirse en nuevos espectadores de la ola revolucionaria que va naciendo en el seno del pueblo».

Para el desarrollo de la organización revolucionaria no basta elaborar un programa máximo y mínimo. Tampoco es suficiente participar en movilizaciones con volantes, banderas, etc. La organización debe tener vida, debe tener cultura propia. Además, el desarrollo de la organización como organización nunca termina, y tampoco el estudio. Seguramente nadie va a estar en contra de esto pero hay que tomar en cuenta que cada militante debe convertirse en cuadro y cada cuadro en dirigente. No podemos tener dirigentes, algunos cuadros y una masa de militantes como cañón de fuego. Nadie es imprescindible.

Para el desarrollo de nuestras capacidades políticas e ideológicas considero oportuno hacer una investigación de todo lo que debemos saber y en base de eso desarrollar un programa de estudio. Solamente con el estudio y con la participación en la lucha, desarrollando la organización revolucionaria, se puede llegar, como dice el Che en “El partido de la clase obrera. El partido Marxista-Leninista”, a la «condición esencial del revolucionaria» que es «saber interpretar la realidad». Actualmente carecemos de estudios profundos sobre la realidad política, económica y social de nuestro país. Y ese conocimiento es clave para la lucha por otra sociedad. Considero que una versión actualizada de los Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, es clave para un proceso hacia el comunismo.

Notas
[[1]] En su trabajo “La bancarrota de la II Internacional”, Lenin describe una situación revolucionaria de la siguiente manera: «Para un marxista es indiscutible que una revolución es imposible sin una situación revolucionaria, aunque no toda situación revolucionaria conduce a la revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Estamos seguros de no equivocarnos cuando señalamos los siguientes tres síntomas principales: 1) cuando es imposible para las clases gobernantes mantener su dominación sin ningún cambio; cuando hay una crisis, en una u otra forma, entre las “clases altas”, una crisis en la política de la clase dominante que abre una hendidura por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no basta, por lo general, que “los de abajo no quieran” vivir como antes, sino que también es necesario que “los de arriba no puedan vivir” como hasta entonces; 2) cuando los sufrimientos y las necesidades de las clases oprimidas se han hecho más agudos que habitualmente; 3) cuando, como consecuencia de las causas mencionadas, hay una considerable intensificación de la actividad de las masas, las cuales en tiempos “pacíficos” se dejan expoliar sin quejas, pero que en tiempos agitadas son compelidas, tanto por todas las circunstancias de la crisis como por las mismas “clases altas”, a la acción histórica independiente. Sin estos cambios objetivos, que son independientes de la voluntad, no solo de determinados grupos y partidos sino también de la voluntad de determinadas clases, una revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se llama situación revolucionaria”. Para que una situación revolucionaria pueda llevarse a una revolución, a las condiciones objetivas tienen que juntarse las condiciones subjetivas; es decir, “la habilidad de la clase revolucionaria para realizar acciones revolucionarias de masas suficientemente fuertes como para destruir (o dislocar) el viejo gobierno, que jamás, ni siquiera en las épocas de crisis “caerá” si no se lo “hace caer”».





Socialismo Proletario y Socialismo Pequeño Burgués


Eduardo Ibarra

I
En el capítulo III del Manifiesto Comunista, titulado Literatura Socialista y Comunista, Marx y Engels analizaron el socialismo no proletario (socialismo feudal, socialismo pequeño burgués y socialismo alemán o socialismo “verdadero”), el socialismo conservador o burgués y el socialismo y el comunismo crítico-utópicos.

Este análisis demuestra que en ese tiempo la palabra socialismo servía para designar una gama de corrientes no proletarias, algunas de las cuales coexistían en el movimiento obrero con el socialismo científico recientemente fundado por Marx y Engels.

El desarrollo del capitalismo en los países de Europa occidental en los veintitantos años posteriores a la revolución de 1848 y el consiguiente desarrollo de la clase obrera y de la lucha entre el capital y el trabajo demostraron la omnipotencia del socialismo científico y la impotencia de todas las tendencias del socialismo no proletario. Entonces solo faltaba el veredicto de la praxis para que este socialismo enterrara el pico.

En su famosa Introducción al célebre libro La Guerra Civil en Francia, de Marx, Engels sostuvo que la Comuna de París “fue la tumba de la escuela proudhoniana del socialismo”, pues demostró prácticamente la inconsistencia de la posición de Proudhon contraria a la asociación de los obreros para el ejercicio de la dirección de la producción, y que, al mismo tiempo, fue también la tumba del blanquismo, pues asimismo demostró, también prácticamente, que la revolución proletaria no es ni puede ser el resultado de la acción conspiradora de un pequeño grupo de individuos sino el producto de la lucha de las amplias masas populares.

El resultado de este doble entierro fue que el socialismo científico se reveló como el único socialismo científicamente fundamentado, como el único socialismo realmente contrapuesto al capitalismo, como el único socialismo con un proyecto de sociedad que responde enteramente a la necesidad histórica.

Así, pues, luego de las lecciones de La Comuna de París, el socialismo científico alcanzó el triunfo completo sobre las diversas corrientes del socialismo no proletario

En su conocido artículo Vicisitudes         históricas de la doctrina de Carlos Marx, Lenin señaló que "La dialéctica de la historia es tal, que el triunfo teórico del marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas. El liberalismo, interiormente podrido, intenta renacer bajo la forma de oportunismo socialista".

Esta aserción es completamente correcta. En efecto, el socialismo no revolucionario, el socialismo reformista, oportunista, no es sino liberalismo interiormente podrido. Por eso José Carlos Mariátegui sostuvo en sus fundamentales 7 Ensayos: "El pensamiento revolucionario, y aún el reformista, no puede ser ya liberal sino socialista". Esto quiere decir que en el mundo contemporáneo el pensamiento revolucionario no puede ser ya liberal sino socialista en el sentido proletario del término, y que, por razones completamente obvias, el reformismo no puede aparecer ya como liberalismo sino únicamente como socialismo, pero como socialismo oportunista, es decir, como socialismo ideológicamente contrapuesto al socialismo proletario.

Pero ese renacimiento del liberalismo bajo la forma de socialismo oportunista, determina que el marxismo confronte a su adversario en su propio terreno, es decir, en el terreno del socialismo. Y, naturalmente, esto comporta una evidente ventaja para el proletariado revolucionario, pues, como consecuencia el socialismo científico puede demostrar mil veces más que el socialismo oportunista no es más que socialismo de palabra y liberalismo de hecho.

II

Desde los años ochenta, las diversas clases sociales que conforman los pueblos de la periferia reaccionaron de distintas formas frente a los efectos perniciosos de la aplicación del neoliberalismo.

El proletariado, fraccionado y debilitado, si bien tuvo una respuesta importante en el plano teórico, en la práctica no ha tenido la potencia necesaria para luchar contra el neoliberalismo hasta el punto de tomar el poder en algún país. No obstante, su lucha práctica ha tenido relevantes méritos.

La pequeña burguesía, en cambio, respondió con algunos discursos teóricos, y, en el plano práctico, ha alcanzando el gobierno en algunos países.

En Nuestra América, el caso más publicitado es el del gobierno del Partido Socialista Unificado de Venezuela, que, como se sabe, se reconoce inspirado en la teoría del “socialismo del siglo XXI”.

Pues bien, lo característico de este gobierno es que publicita la idea de la vía pacífica al socialismo y que, en el curso de su ejercicio, convive con la gran burguesía intermediaria del imperialismo.

La idea de una vía pacífica al socialismo revela una concepción evolucionista y no revolucionista, y, esto, como es claro, es liberalismo y no marxismo.

No es un hecho casual que el teórico del “socialismo del siglo XXI”, Heinz Dieterich Steffan, ponga un signo de igualdad entre su socialismo y la llamada democracia participativa, que es, en algunos casos, muy participativa, pero que no por esto deja de ser democracia burguesa.

Mariátegui señaló con absoluta razón: “los cauces legales no pueden contener una acción revolucionaria” (t.12, p.143). Por eso la democracia burguesa, en cualquiera de sus formas, no es el cauce de la revolución.

Los cauces legales solo sirven para que el proletariado lleve su lucha de clase al terreno de la burguesía y para acumular fuerzas. Nada más.

Pues bien, la convivencia aludida arriba –convivencia conflictiva en cierto grado en algunos aspectos– significa, como se ha podido ver, que la gran burguesía tiene en Venezuela, cada cuatro años, la posibilidad de recuperar el gobierno mediante elecciones.

Esa convivencia presenta, pues, la nota fundamental de que, no obstante los quince años de chavismo, el poder económico de la gran burguesía intermediaria del imperialismo mantiene inalterado su poder económico.

Este hecho expresa el respeto supersticioso del gobierno venezolano por la propiedad privada de la gran burguesía, y, como es claro, esto es liberalismo y no marxismo.

De acuerdo a la experiencia histórica, el marxismo sostiene que la revolución implica la liquidación de la burguesía como clase social, y creer que esta liquidación puede hacerse por vía pacífica es un sueño de opio.

Por eso Mariátegui señaló que no existe la revolución anestésica, y, por esto, señaló que “la revolución es la gestación dolorosa, el parto sangriento del presente” (La escena contemporánea, p.21).

Así, pues, no obstante su retórica, el gobierno venezolano solo cumple el papel de planificar y administrar el crecimiento del capitalismo, aunque de un modo reformativo.

Este modo de impulsar el crecimiento capitalista beneficia a las clases trabajadoras en algunos de sus intereses básicos y al propio país en algunos de sus intereses generales. Por eso es mejor que el neoliberalismo. Pero tan pronto se le considera en relación al proyecto de Marx y Engels, revela todas sus limitaciones de clase.

Pues bien, por su concepción democrático burguesa y su convivencia con la gran burguesía, el “socialismo bolivariano” se revela como liberalismo que ha reaparecido como socialismo reformista. 

III

Como escribió Lenin con toda razón y con justificado sarcasmo, "Quien, después de la experiencia de Europa y de Asia, hable de una política que no sea de clase y de un socialismo que no sea de clase, merece simplemente que se le meta en una jaula y se le exhiba junto a un canguro australiano".

Los marxistas, pues, debemos precisar que el único socialismo de clase, proletario, es el socialismo marxista, y que el “socialismo bolivariano” es, en realidad, liberalismo que, obligado por las circunstancias económicas y políticas del mundo, ha reaparecido como socialismo reformista.

Luchando en su propio terreno, el socialismo marxista está ante la necesidad de desenmascarar el socialismo oportunista de ciertas tendencias, aunque por otro lado deba apoyar específicas medidas, económicas y políticas, de cualquier gobierno que se opongan en algún grado a los intereses del imperialismo, y, en otro plano, deba asumir una actitud frenteunionista con tendencias con las cuales coincida ante un problema concreto. 

Pero, se sobreentiende, en ambos casos manteniendo firmemente la independencia ideológica, política y orgánica del socialismo marxista. Y, se sobreentiende también, esta independencia tiene que sustentarse francamente.

Puede decirse, pues, por consiguiente, que, en el marco de la acción conjunta, combatimos el confusionismo ideológico defendiendo nuestra independencia. 

En general, el socialismo marxista debe criticar todas las concepciones ideológicas, políticas y orgánicas no proletarias. Este es el único modo de alcanzar la hegemonía en el seno de las masas.

Y, finalmente, ante el bastardeo del concepto de revolución, debe reivindicar estricta e intransigentemente el sentido clasista y doctrinal de este concepto fundamental del marxismo.

14.10.2014.





El Imperialismo. EE.UU. El Imperio

(Segunda Parte)


                                                                              Julio Roldán

Por su parte el publicista Andrés Ortega, siguiendo a estudiosos como Hassner, Johnson y especialmente Philip Bobbitt, sostiene que después de los hechos del 11 de septiembre: "Estaríamos así asistiendo al surgimiento, en parte por diseño, en parte sobrevenido, de un nuevo imperio global, basado en la absoluta superioridad militar de EE.UU..." y dos páginas después reitera: "Para Bobbitt, la globalización ha llevado a dejar atrás el Estado-nación para dar paso al Estado-mercado, cuyo mejor ejemplo es EE. UU., que tiene que estar dispuesto a intervenir militar y políticamente para defender este orden."

Terminamos este cruce de ideas, al interior de la izquierda, con las opiniones de la filósofa norteamericana Ellen Meiksins. Ella acepta la globalización; pero en contraposición a los antes citados sostiene que este proceso necesita de los Estados-nación para su acumulación y para mantener el control y orden. Leamos: "... el capitalismo no puede existir sin el respaldo del poder extra-económico, aún si ese poder es esgrimido como una quita del capital mismo. La capacidad de imponer su poder económico a tan amplia escala depende de la capacidad que tenga de apartarse de las limitaciones de la dominación militar y política. Pero todavía necesita de la ayuda de los poderes políticos y militares, para mantener el orden social y crear condiciones de acumulación de capital. De hecho el capitalismo más que cualquier otra formación social necesita un elaborado, estable y predecible orden legal, político y administrativo."

Haciendo ver la relación de necesidad de la globalización con el Estado-nación, continúa: "Sin duda es verdad que el Estado-nación está teniendo que responder a las demandas del capital global. Y sin duda es verdad que ciertos principios administrativos que se han internacionalizado para facilitar los movimientos del capital a través de las fronteras nacionales. También es cierto que hay ciertas organizaciones internacionales que hacen el trabajo del capital global. Si eso es a lo que la gente se refiere cuando habla de la `internacionalización´ del Estado no tengo objeciones. Pero afrontémoslo: los principales instrumentos de gobierno global siguen siendo, sobre todo, Estados-nación."

Y finalmente termina, nosotros terminamos con los especialistas sobre el tema, reiterando: "El punto básico es que el capital global se beneficia de lo que nosotros llamamos globalización, pero lo que no hace ni puede hacer es organizar la globalización. Algunos investigadores han demostrado que las corporaciones globales no pueden organizar sus propias operaciones internacionales, ni hablar de la economía global. De todas maneras, necesitan Estados que organicen el mundo para ellos, y mientras más global se haya convertido la economía, más circuitos económicos han sido organizados por relaciones estatales e interestatales. Son los Estados, no las organizaciones internacionales como el FMI o la OMC, los que son indispensables para el capital global."

En primer lugar, el tema del imperialismo y el actual Imperio con su manto, la globalización y sus consecuencias teórico-prácticas, sin ser nuevo, es un tema complejo y sugerente, en la medida que obliga a los científicos sociales iniciar un replanteamiento teórico-metodológico del concepto de Estado-nación, de imperialismo, de la relación entre economía y política, de la división internacional del trabajo, de la teoría de los Tres Mundos, de la violencia y de la revolución. Todo esto pasa por comprender objetivamente cuánto ha cambiado la realidad económica y las relaciones político-sociales en los últimos veinte o treinta años.

     En segundo lugar, detectar con precisión si los cambios son de grado o forma; o si los cambios son de fondo o contenido. Ésta es la tarea de los científicos sociales y especialmente de los políticos contestatarios al sistema imperante. En la medida que la comprensión cabal de los nuevos actores sociales en las nuevas circunstancias políticas obligará, si es que son coherentes, a cambiar las formas y los métodos de lucha, sean éstos en lo táctico o formal o quizás en el fondo o estratégico.

       En tercer lugar, comprender a cabalidad el nuevo rol que desempeñan en el plano económico y su influencia política, en las últimas décadas, los organismos económicos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el encuentro anual de Davos (16), etc., es de importancia capital para comprender el momento político y su perspectiva.

      En cuarto lugar, el cuestionamiento del concepto de Estado-nación en el plano político. Teniendo en cuenta que los Estados más poderosos, comenzando por el de EE. UU. y continuado por el de Alemania, tiene una deuda astronómica (para algunos hasta impagable) con el sector privado y con los organismos económicos internacionales.

       Y en quinto lugar, el desarrollo y privatización de la violencia en el plano militar (el 11 de septiembre sólo habría sido su pico más alto en un determinado momento) son los cinco temas, que sin ser totalmente nuevos, están en primera línea en la mesa de discusión en los últimos años. La izquierda tiene mucho que decir al respecto, la derecha casi nada, allí reside la ventaja de lo nuevo en perspectiva.

        La investigación, el análisis y la síntesis que se haga de estos cinco temas nos brindará nuevas ideas, y por consiguiente, nuevos retos que sugerirán nuevas respuestas teóricas que no sólo tienen que acometerse en este nivel, sino sobre todo, en el terreno teórico y práctico, resolverse. (17)

       En el contexto de los últimos cien años, EE.UU. en el plano económico, político y militar, ha tenido su evolución, algo particular, que lo diferencia de los otros imperialismos. Con lo ocurrido en la Primera Guerra Mundial, desplazando principalmente a Inglaterra del escenario económico-político mundial. Con los hechos de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en la primera potencia imperialista en el mundo. Y finalmente con el derrumbe del llamado Campo Socialista devino la potencia única en el planeta.

        En estos tres momentos, con sus respectivos hitos, hay una constante, la acción político-militar condicionó, desarrolló y fortaleció el desarrollo económico y viceversa. Los triunfos políticos y militares le han dado mucha seguridad en sí misma, una elevada auto-estima y un gran prestigio ante los ojos del mundo. De esa manera la seguridad y las ganancias de los que controlan el mundo descansan en paz.

        EE.UU. es en la actualidad la primera potencia político-militar en el mundo. Esta situación condiciona la profusa y variada investigación científico-tecnológica, especialmente, en el campo militar. La investigación en las ramas fundamentales de la industria está militarizada y controlada por el Estado. Como consecuencia, las inversiones y las ganancias de los capitalistas que buscan orientación y apoyo están de igual modo garantizadas. Ningún otro país, en el planeta, tiene la capacidad política y sobre todo militar que tiene EE.UU. para brindar a los trusts, a los monopolios y consorcios mundiales tanta seguridad y ganancia.

       Los centros de operaciones de donde se extrae la mayor plusvalía están ubicados en los más alejados rincones del planeta, pero el centro de administración, control, decisión y sobre todo de ganancias, está ubicado principalmente en EE.UU., de allí su importancia. Si hace más de doscientos años el conde de Mirabeau (1715-1789) con respecto al Estado prusiano dijo: "El ejército tiene su Estado".

      Hoy se podría decir que los más importantes consorcios que dominan el mundo económico y financiero tienen su Estado, tienen su nación y tienen su país. Ese Estado, que a la vez es policía y empresario, es el Estado de EE.UU. Allí radica su importancia, su poder, y a la larga también su debilidad, como no puede ser de otra manera, en el mundo actual.

       El poder del Estado norteamericano es impresionante y hasta aplastante por muchas razones, entre ellas en el campo de la investigación. Cuando hablamos de investigación que tiene fines de poder y control principalmente, se da en todos los ámbitos del conocimiento. Y dentro de ello el dominio del espacio es fundamental. Si las antiguas potencias se interesaron en dominar la superficie terrestre, desde hace cerca de 600 años el interés pasó al dominio de los mares. Hoy, desde hace unas cuatro décadas atrás, el gran desafío es el espacio, es decir el dominio tridimensional del mundo. Estas investigaciones, bajo el concepto de "dominio tridimensional" en EE.UU. son el centro de su accionar en este nivel.

Notas
[16] El politólogo  norteamericano Samuel Huntington, resaltando el encuentro anual de Davos, él lo llamada la "cultura Davos", escribe: "Cada año, aproximadamente, un millar de hombres de negocios, banqueros, funcionarios estatales, intelectuales y periodistas de decenas de países se reúnen en Davos, Suiza, en el Foro Económico Mundial. Casi todas estas personas tienen titulación universitaria en ciencias de la naturaleza, en ciencias sociales, empresariales o derecho, trabajan con palabras y/o números, hablan con razonable fluidez el inglés, están contratados por organismos oficiales, empresas e instituciones académicas con amplias relaciones internacionales y viajan con frecuencia fuera de sus respectivos países. (...) Estas personas de Davos controlan prácticamente casi todas las instituciones internacionales, muchas de las administraciones estatales del mundo y la mayor parte del potencial económico y militar del mundo. La cultura Davos, por lo tanto, es tremendamente importante." (Huntington 1997: 66 y 67).
Para él, lo pensado, analizado y planificado en Davos tiene su correlato en lo que hacen los demás organismos; cuando se refiere a uno de ellos, dice: "A través del FMI y otras instituciones económicas internacionales, Occidente promueve sus intereses económicos e impone a otras naciones las directrices económicas que considera oportunas. Sin embargo, en cualquier encuesta que se llevara a cabo entre pueblos no occidentales, el FMI sin duda obtendría el apoyo de los ministros de finanzas y unos pocos más, pero recibiría de forma aplastante una valoración desfavorable de casi todos los demás." (Huntington 1997: 218).
[17] La importancia de los organismos económicos internacionales, la crisis del Estado-nación, la privatización de la violencia (es decir que el monopolio de la violencia ha sido arrebatado a los Estados). El paso del imperialismo al Imperio y sobre todo la no ubicación del poder económico en un determinado Estado o Estados con nombre y apellido hace recordar la polémica en torno al imperialismo y sus consecuencias políticas desarrollada a principios del siglo XX entre Lenin y Karl Kautsky. Para algunos, el presente habría dado la razón al jefe bolchevique, pero el futuro habría dado la razón al socialdemócrata alemán. En particular, con respecto a su teoría del ultraimperialismo. ¿Cuánto de verdad encierra esta afirmación?
Lo cierto es que la base sobre la cual se levanta el sistema en su conjunto no ha cambiado, nos estamos refiriendo a la contradicción capital-trabajo o producción social y apropiación privada. La forma pre-monopólica y monopólica del capital ya fue analizada y precisada. La tarea es sintetizar la forma pre-imperial e imperial propiamente dicho si es que hay razones objetivas para utilizar esos términos. En lo que debemos estar seguros es que la mundialización, la globalización o el ultraimperialismo en esencia no es más que una nueva forma de acumulación acelerada de capital al interior del capitalismo.





Izquierda y Derecha


Eduardo Ibarra 


I
Los dos términos que dan título al presente artículo han sido desahuciados por algunos intelectuales burgueses con el espurio argumento de que son anacrónicos. Según ellos, en el mundo no existe ya la contradicción entre capitalismo y socialismo, y, en consecuencia, en todos los países ha desaparecido la división de las fuerzas políticas en izquierda y derecha. Con esta burda falacia buscan borrar de la conciencia de las clases trabajadoras toda precisa demarcación entre revolución y reacción. Por otro lado, hay quienes, sin parar mientes, utilizan los mencionados términos de una manera abusiva, es decir, sin tener en cuenta su estricto significado. Por último, hay también quienes, so capa de su origen, pretenden expulsar ambos términos del lexicón marxista, o, cuando menos, descalificar el término izquierda como calificativo de las fuerzas revolucionarias.

Ciertamente estas son razones suficientes para intentar un esclarecimiento de la cuestión.

En la Convención Nacional francesa de 1791 se produjo el hecho fortuito de que los jacobinos, que luchaban por liquidar el feudalismo, ocuparon el lado izquierdo del foro, mientras los girondinos, que seguían el camino de la conciliación con la monarquía, ocuparon el lado derecho. De esta azarosa circunstancia se tomó la costumbre de llamar izquierda a los jacobinos y derecha a los girondinos. En consecuencia, ambos términos adquirieron un contenido político preciso: empezaron a designar las dos tendencias fundamentales de la burguesía francesa del siglo XVIII: los jacobinos y los girondinos, la  tendencia revolucionaria y la tendencia oportunista.

Ahora bien, es evidente que la clase feudal era entonces la derecha por antonomasia. Así, pues, en la época de que tratamos, en el seno del pueblo eran de izquierda quienes luchaban por liquidar la sociedad feudal y establecer la sociedad capitalista, mientras eran de derecha quienes conciliaban con la monarquía. Esto quiere decir que, desde un principio, ambos términos definieron la posición de las distintas fuerzas políticas en el seno del pueblo por su posición ante al poder político. Y, precisamente en esto reside el quid de la cuestión.

En virtud de su adquirido contenido político, los términos izquierda y derecha cobraron carta de ciudadanía más allá de los marcos de la Francia dieciochesca y hasta acabaron trascendiendo los marcos de la lucha de la burguesía contra el feudalismo. Es decir que, en virtud de su transformación en verdaderos conceptos políticos, ambos términos se universalizaron y perduraron a través del tiempo.

Como no podía ser de otro modo, esta realidad -determinada históricamente- influyó en el lexicón marxista. Así por ejemplo, entre 1901 y 1902, Lenin escribió: “La comparación de las dos tendencias existentes en el seno del proletariado revolucionario (la revolucionaria y la oportunista) con las dos corrientes de la burguesía revolucionaria del siglo XVIII (la jacobina -la Montaña- y la girondina)  fue hecha en el artículo de fondo del número 2 de Iskra (febrero de 1901). El autor de dicho artículo fue Plejánov. Los demócratas-constitucionalistas, los ‘sin título’ y los mencheviques gustan aún ahora de hablar del  ‘jacobinismo’ en la socialdemocracia rusa. Pero hoy día prefieren callar u... olvidar el hecho de que Plejánov lanzó por primera vez este concepto contra el ala derecha de la socialdemocracia” (¿Qué hacer? Cursiva y elipsis en el original).

Y en 1904 sostuvo: “De por sí el hecho de la división del Congreso (del partido) en ala izquierda y derecha, en ala revolucionaria y oportunista, no sólo no representa aún nada terrible ni nada crítico, sino ni siquiera absolutamente nada anormal” (Un paso adelante, dos pasos atrás). Así, pues, ya a principios del siglo XX los términos izquierda y derecha estaban consagrados en el lexicón marxista, y, como se ha visto, tales términos designan las dos tendencias fundamentales en el seno del proletariado (y por extensión en el seno del pueblo): la tendencia revolucionaria, que lucha por liquidar el capitalismo y reemplazarlo por el socialismo; y la tendencia oportunista, que lucha por atenuar algunas expresiones extremas del capitalismo pero no por liquidarlo como sistema económico-social. Este es el contenido que tienen en nuestra época ambos términos.

Con estos términos ha sucedido, pues, lo que Engels señaló con toda razón en su famoso Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana: las palabras valen no “lo que deberían denotar por su origen”, sino lo que “significan con arreglo al desarrollo histórico de su empleo real”.

II

Exactamente como ayer la clase feudal fue la derecha por antonomasia, hoy la clase burguesa es la derecha por antonomasia. Por consiguiente, en nuestra época cualquier fuerza política en el seno del pueblo se define como de izquierda o de derecha en función de su posición ante al poder político de la burguesía.

Los gobiernos del Frente Amplio en Uruguay, del Partido de los Trabajadores en Brasil, del Partido Socialista Unificado de Venezuela, por ejemplo, son considerados por algunos como de izquierda. Pero la verdad es que ninguno de estos gobiernos (ni otros como ellos) es verdaderamente revolucionario, pues no tienen más horizonte que mejorar un poco las condiciones de vida de los trabajadores mediante algunas reformas.

No obstante, es un hecho que, con arreglo a su empleo real, el término izquierda ha cobrado una nueva acepción: designa también a las fuerzas políticas reformistas. Entonces, así las cosas, es necesario precisar que estas fuerzas son en realidad la izquierda de la derecha, pues objetivamente cumplen la función de hacer potable el sistema capitalista.

Existe, pues, una diferencia radical entre la izquierda que lucha por liquidar el capitalismo y la izquierda que lucha por maquillarlo, entre la izquierda revolucionaria y la izquierda reformista, entre la izquierda auténtica y la izquierda demagógica.

Por otra parte, hay quienes creen decir algo muy profundo con aquello de que el marxismo “no es de derecha ni de izquierda, sino de avance”. Con esto niegan que, con arreglo al desarrollo histórico de su empleo real, los mencionados términos encierren el concepto de avance (izquierda) y el concepto de conservación (derecha). Pero ocurre que el marxismo es la doctrina de izquierda por antonomasia, pues precisamente de su aplicación por el movimiento revolucionario dimana el avance histórico de la humanidad hacia su emancipación.

Contra la pretensión reaccionaria, hay que reivindicar los términos izquierda y derecha como conceptos políticos que dan cuenta del revolucionarismo y del conservadurismo respectivamente.

Contra la maniobra oportunista de cubrirse detrás del término izquierda, hay que reivindicar su estricto significado.

Contra la pretensión de descalificar ambos términos como adecuados para calificar las opuestas fuerzas políticas en el mundo de hoy, hay que reivindicar la acertada observación de Engels de que las palabras valen no “lo que deberían denotar por su origen”, sino lo que “significan con arreglo al desarrollo histórico de su empleo real”, pues el árbol del lenguaje vivo es siempre más verde que cualquier consideración etimológica.

30.03.2005.





Intelectuales: Una Crítica Marxista de los Post-Marxistas

James Petras


Dos perspectivas de la transformación social: la organización de clases y las  ONGs

Para avanzar, la lucha contra el imperialismo y sus colaboradores neo-compradores nacionales pasa a través de un debate ideológico y cultural con los post-marxistas dentro y en la periferia de los movimientos populares. El neo-liberalismo opera hoy en dos frentes: el económico y el político-cultural; y en dos niveles: el régimen y las clases populares. En la cima las políticas neo-liberales se formulan y se implementan por los personajes conocidos: el Banco Mundial, el FMI trabajando con Washington, Bonn y Tokio asociados con los regímenes neo-liberales y los exportadores nacionales, y los conglomerados de los grandes negocios y los banqueros.
       
A principios de los años 1980 los sectores más perceptivos de las clases dominantes neo-liberales se dieron cuenta de que sus políticas estaban polarizando la sociedad y provocando un gran descontento a escala social. Los políticos neo-liberales comenzaron a financiar y a promover una estrategia paralela promoviendo “desde abajo” las organizaciones de base con una ideología “antiestatal” para intervenir entre las clases potencialmente conflictivas, y crear así un “cojín social”. Estas organizaciones eran, financieramente dependientes de fuentes neo-liberales y estaban directamente involucradas en competir con los movimientos socio-políticos por la lealtad de líderes locales y comunidades activistas. En los años 1990 estas organizaciones descritas como “no-gubernamentales” eran miles y estaban recibiendo del mundo entero cerca de 7 billones de dólares.
       
La confusión relacionada con el carácter político de las ONGs brota desde sus inicios en los años 1970 durante los días de las dictaduras. En aquel periodo ellas fueron activas en proveer ayuda humanitaria a las víctimas de las dictaduras militares y denunciando las violaciones de los derechos humanos. Las ONGs apoyaron las “sopas familiares” que permitió a las familias víctimas sobrevivir a la primera ola de tratamiento de choque administrados por las dictaduras neo-liberales. Este periodo creó una imagen favorable de las ONGs incluso en la izquierda, fueron consideradas partes del “terreno progresivo”. Incluso entonces, sin embargo, los límites de las ONGs eran evidentes. Mientras ellas atacaban las violaciones de los derechos humanos de los dictadores locales raramente denunciaron a sus patrones norteamericanos y europeos que los financiaban y asesoraban. Tampoco había un esfuerzo serio para vincular las políticas económicas neo-liberales y las violaciones de los derechos humanos para los que estaban de turno en el sistema imperialista. Obviamente las fuentes externas de financiamiento limitaban la esfera de crítica y la acción de los derechos humanos.

A medida que la oposición al neo-liberalismo crecía en los años 1980, los gobiernos de EE.UU. y Europa y el Banco Mundial incrementaban el financiamiento de las ONGs. Hay una relación directa entre el crecimiento de los movimientos sociales retando al modelo neoliberal y el esfuerzo para subvertirlo creando formas alternativas de acción social a través de las ONGs. El punto básico de convergencia entre las ONGs y el Banco Mundial era su oposición común al “estatismo”. En la superficie las ONGs criticaban al Estado desde una perspectiva de “izquierda” defendiendo la sociedad civil, mientras que la derecha lo hacía en nombre del mercado. En realidad, sin embargo, el Banco Mundial, los regímenes neo-liberales y las fundaciones neo-liberales captaron y animaron a las ONGs para minar el Estado de bienestar nacional brindando servicios sociales para compensar a las víctimas del ajuste. En otras palabras, a medida que los regímenes neo-liberales en la cima desbastaban comunidades inundando el país de importaciones baratas, pagos de la deuda externa y aboliendo la legislación laboral, creando una masa creciente de trabajadores mal pagados y desempleados, las ONGs eran apoyadas económicamente para ejecutar proyectos de “auto-ayuda”, “educación popular”, entrenamientos de trabajo, etc. Para absorber temporalmente, pequeños grupos de pobres, para captar líderes locales y minar las luchas en contra del sistema.

Las ONGs se convirtieron en la “cara de la comunidad” del neo-liberalismo íntimamente relacionadas con los de la cima y complementando su labor destructiva con proyectos locales. En efecto, los neo-liberales organizaron una operación “pinza” o una estrategia dual. Desafortunadamente muchos en la izquierda se concentraron solo en el “neo-liberalismo” visto desde arriba y el exterior del FMI y el Banco Mundial y no en el neo-liberalismo desde abajo (ONGs, micro-empresas). Una razón principal para esta visión general era la conversión de muchos ex-marxistas en la práctica de la fórmula ONG. El post-marxismo fue el boleto de tránsito ideológico de las clases políticas al “desarrollo de la comunidad”, del marxismo de las ONGs.

Mientras que los neo-liberales estaban transfiriendo propiedades estatales lucrativas a la riqueza privada, las ONGs no formaban parte de la resistencia de los sindicatos. Por el contrario, ellas fueron activas en los proyectos privados locales, promoviendo el discurso de la empresa privada (auto-ayuda) en las comunidades locales centrándose en las micro-empresas. Las ONGs construyeron puentes ideológicos entre los pequeños capitalistas y los monopolios que se beneficiaban de la privatización –todos en nombre del “anti-estatismo” y la construcción de la sociedad civil. Mientras que los ricos acumulaban vastos imperios financieros de la privatización, los profesionales de las ONGs de clase media obtuvieron pequeñas sumas de fondos para financiar oficinas, transporte y una actividad económica a pequeña escala. El punto político importante es que las ONGs despolitizaron a sectores de la población, minando su compromiso con los empleados públicos, y captando a sus principales líderes para trabajar en pequeños proyectos. Las ONGs se abstuvieron de participar en las luchas de los maestros de escuelas, a medida que los regímenes neo-liberales atacaban la educación pública y a los educadores públicos. Raramente, si alguna vez lo hicieron, las ONGs apoyaron las huelgas y protestas contra los bajos ingresos y los cortes al presupuesto. Como su financiamiento educacional venía de los gobiernos neo-liberales ellos evitaron la solidaridad con los educadores públicos en su lucha. En la práctica, “no-gubernamental” se traduce en actividades de gasto anti-público, liberando la mayoría de los fondos para los neo-liberales para subsidiar a los capitalistas exportadores mientras que pequeñas sumas se escurrían del gobierno a las ONGs.

En realidad las organizaciones no-gubernamentales no son no-gubernamentales. Ellas reciben fondos de gobiernos extranjeros o trabajo como subcontratos privados de gobiernos locales. Frecuentemente, ellos colaboran abiertamente con agencias gubernamentales nacionales o internacionales. Esta “subcontratación” mina a los profesionales (con contratos fijos) remplazándolos con profesionales de grupos. Las ONGs no pueden ofrecer extensos y comprensibles programas que sí puede ofrecer un Estado de Bienestar. En vez de ello, ellos ofrecen unos servicios limitados a pequeños grupos de comunidades. Más importante, sus programas no se pueden contabilizar a personas nacionales sino a donantes internacionales. En ese sentido las ONGs minan la democracia quitando programas sociales de las manos de personas locales y de sus funcionarios elegidos y creando dependencia sobre los no-elegidos, funcionarios internacionales y sus untados funcionarios locales.

Las ONGs distraen la atención y las luchas del pueblo del presupuesto nacional hacia la auto-explotación para garantizar los servicios sociales locales. Esto permite a los neo-liberales recortar los presupuestos sociales y transferir los fondos del estado para subsidiar los déficits de bancos privados, préstamos a exportadores, etc. La auto-explotación (auto-ayuda) quiere decir que, además de pagar impuestos al Estado y no obtener nada a cambio, los trabajadores tienen que trabajar horas extra con recursos marginales, gastando las escasas energías para obtener servicios que la burguesía recibe del Estado. Más profundamente, la ideología de las ONGs de “actividad voluntarista privada” mina el sentido de lo público: la idea de que el gobierno tiene la obligación de velar por sus ciudadanos y garantizarles la vida, la libertad y la búsqueda de felicidad; que la responsabilidad política del Estado es esencial para el bienestar de los ciudadanos. En contra de esta noción de responsabilidad pública las ONGs incentivan la idea neo-liberal de responsabilidad privada para los problemas sociales y la importancia de los recursos privados para resolver estos problemas. En efecto, ellos imponen una doble carga sobre los pobres; pagando impuestos para financiar el Estado neo-liberal para servir a los ricos; la autoexplotación privada para satisfacer sus necesidades.

Las ONGs y los movimientos político-sociales

Las ONGs apoyan proyectos no movimientos; ellas “movilizan” personas para producir marginalmente, no a que luche para controlar los medios básicos de producción y riqueza; ellos se concentran en la asistencia técnico-financiera de proyectos no sobre las condiciones estructurales que conforman la vida diaria de la gente. Las ONGs captan el lenguaje de la izquierda: “poder popular”, “otorgar poder”, “igualdad sexual”, “desarrollo sostenible”, “liderazgo de los de abajo”, etc. El problema es que este lenguaje está unido a un marco de colaboración con donantes y agencias gubernamentales que subordinan la actividad práctica a las políticas de no-enfrentamiento. La naturaleza local de la actividad de las ONGs que significa “dar poder” nunca va más allá de la influencia de pequeñas áreas de la vida social con recursos limitados dentro de las condiciones permitidas por el Estado neo-liberal y la macroeconomía.
       
Las ONGs y su personal profesional post-marxista compiten directamente con los movimientos socio-políticos por la influencia entre los pobres, las mujeres, los excluidos raciales, etc. Su ideología y práctica desvía la atención de las fuentes y soluciones de la pobreza (mirando hacia abajo y hacia adentro en vez de hacerlo hacia arriba y hacia afuera). El hablar de microempresas en lugar de hacerlo de la explotación de los bancos extranjeros como soluciones está basado en la idea de que el problema es de iniciativa individual más que de la transferencia de ingresos extranjeros. La ayuda de las ONGs afectan a pequeños sectores de la población, estableciendo la competencia entre comunidades rivales socavando así la solidaridad de clase. Lo mismo es cierto entre los profesionales: cada uno establece su ONG para solicitar financiamiento extranjero. Ellos compiten presentando propuestas cercanas a los gustos de los donantes extranjeros a precios inferiores, mientras que dicen que hablan por muchos seguidores. El efecto neto es una proliferación de ONGs que fragmenta las comunidades pobres en grupos sectoriales y subsectoriales que no pueden ver el amplio cuadro social que los aflige y son menos hábiles aún para unirse en la lucha contra el sistema. La experiencia reciente también demuestra que los donantes extranjeros también financian proyectos durante las “crisis” –retos políticos y sociales al status quo. Una vez que los movimientos han amainado, ellos cambian el financiamiento a las ONGs – “colaboración” con el régimen, adecuando los proyectos de las ONGs dentro de la agenda neo-liberal. El desarrollo económico compatible con el “mercado libre” más que con la organización social para el cambio social se convierte en el artículo dominante de la agenda financista. La estructura y naturaleza de las ONGs con su postura “apolítica” y su enfoque de auto-ayuda despolitiza y desmoviliza a los pobres. Ellas refuerzan el proceso electoral apoyado por los partidos neo-liberales y los medios de comunicación. Se evita la educación política acerca de la naturaleza del imperialismo, la base clasista del neo-liberalismo y la lucha de clases entre explotadores y trabajadores temporales. En vez de eso, las ONGs discuten “los excluidos”, los “sin poder”, la “extrema pobreza”, la “discriminación racial o de sexo” sin ir más allá de los síntomas superficiales, para comprometerse con el sistema social que produce estas condiciones. Al incorporar  los pobres en la economía neo-liberal a través de una pura “acción privada voluntaria” las ONGs crean un mundo político donde la aparición de la solidaridad y la acción social ampara una conformidad conservadora con las estructuras de poder nacional e internacional.

No es una coincidencia que, como lo han hecho las ONGs, a medida que ellas se vuelven dominantes en ciertas regiones la acción política de la clase independiente va declinando y el neo-liberalismo no tiene contestatario. El límite inferior es que el crecimiento de las ONGs coincide con un incremento del financiamiento del neoliberalismo y la profundización de la pobreza en todas partes. A pesar de sus clamores de muchos éxitos locales, el poder total del neo-liberalismo se mantiene sin reto y las ONGs buscan nichos en forma creciente en los intersticios del poder. El problema de formular alternativas se ha impedido en otra forma. Muchos de los antiguos líderes de la guerrilla y los movimientos sociales, los sindicatos y las organizaciones femeninas populares han sido captados por las ONGs. La oferta es tentadora: altos salarios (ocasionalmente en moneda dura), prestigio y reconocimiento por donantes, conferencias en el extranjero y redes, personal de oficina y una seguridad relativa contra la represión. En contraste los movimientos socio-políticos ofrecen escaso beneficio material pero mayor respeto e independencia y más importante aún, la libertad para retar al sistema económico y político. Las ONGs y los bancos extranjeros que las financian (Banco Inter Americano, Banco Mundial) publican boletines destacando historias exitosas de microempresas y otros proyectos de autoayuda –sin mencionar las altas tasas de fracasos a medida que el consumo popular disminuye, las importaciones a bajos precios llenan el mercado y aumentan los intereses– como en el caso actual de México.

Hasta los “éxitos” afectan solamente a una pequeña fracción del total de pobres y solo salen adelante mientras otros no pueden entrar en el mismo mercado. El valor de la propaganda del éxito de la microempresa individual es importante, sin embargo, en incentivar la ilusión de que el neoliberalismo es un fenómeno popular. Las frecuentes y violentas explosiones sociales que tienen lugar en las regiones donde se promueve la microempresa nos sugiere que la ideología no es hegemónica y que las ONGs todavía no han desplazado a los movimientos de clase independientes.

Finalmente, las ONGs incentivan un nuevo tipo de colonialismo cultural y hegemónico y la dependencia. Los proyectos se diseñan o al menos se aprueban dentro de las “prioridades” de los centros imperiales o en sus instituciones. Ellos son administrados y “vendidos” a las comunidades. Las evaluaciones se hacen por y para las instituciones imperiales. Los cambios en el financiamiento de las prioridades, o una mala evaluación resultan en el dumping de grupos, comunidades, fincas y cooperativas. Esto ayuda a que todo el mundo sea más disciplinado para cumplimentar las demandas de los donantes y sus evaluadores de proyectos. Los nuevos virreyes supervisan y aseguran la conformidad con los objetivos, valores e ideologías del donante como también del uso adecuado de los fondos. Donde hay “éxitos” estos son altamente dependientes del apoyo extranjero continuado, de otra forma ellos colapsarían.

Mientras que la masa de ONGs se convierte cada vez más en instrumento del neo-liberalismo, hay una pequeña minoría que trata de desarrollar una estrategia alternativa que se apoye en las clases y en la política antimperialista. Ninguna de ellas recibe fondos del Banco Mundial o bancos europeos ni de las agencias gubernamentales norteamericanas. Ellas apoyan los esfuerzos por vincular el poder local a las luchas por el poder estatal. Ellas vinculan proyectos locales a movimientos socio-políticos nacionales que ocupan grandes extensiones de tierra, defendiendo la propiedad pública y la propiedad nacional en contra de las transnacionales. Ellas brindan solidaridad política a los movimientos sociales envueltos en luchas para expropiar la tierra. Ellas apoyan la lucha de las mujeres vinculadas a perspectivas de clase. Ellas reconocen la importancia de la política dominante al definir las luchas locales e inmediatas. Ellas creen que las organizaciones locales deben luchar a nivel nacional y que los líderes nacionales deben ser responsables de activistas locales. En una palabra ellas no son post-marxistas.

*El presente texto ha sido tomado del libro LOS RETOS DE LA GLOBALIZACIÓN. Ensayos en Homenaje a Theotonio Dos Santos. (Nota del Comité de Redacción).





El Socialismo Heroico y Creador:
«Defensa del Marxismo»

(Novena Parte)

                                        Jorge Oshiro

En la visión filosófica del hombre mariáteguiano podemos encontrar tres perspectivas unidas orgánica y dialécticamente:

   1.  dimensión del deseo (conatus)
   2.  dimensión de la praxis (sociedad)
   3.  dimensión de la teoría (ratio)

La dimensión del deseo es la expresión mariateguiana del conatus spinoziano. Este conatus-deseo (Naturaleza) se expresa primeramente en una praxis comunitaria (económica-social-política). Esta praxis comunitaria es la base de la Historia.[1] El deseo sin esta praxis es abstracto, "subjetivo"(Hegel). El conatus se "objetiva", toma forma específica en la comunidad de los hombres, en la práctica social. Se articula, se concretiza en lo social, es siempre un fenómeno social-histórico, implica siempre una relación social específica. En este sentido el deseo original es el sentimiento de comunidad en el sentido adleriano. Este deseo original de comunidad no se reduce a la comunidad de los hombres sino procede de una comunidad aún más primaria: la comunidad con la Naturaleza. A esta primera relación Hombre-Naturaleza la denomina Mariátegui "emoción original" («Paisaje Italiano»).

        Por otro lado toda praxis sin el deseo es vacía, Mariátegui lo va llamar a veces "burocrática". El hacer sin el deseo de hacer es un movimiento "exterior", tiene la forma de una praxis, pero vacía de contenido; es un movimiento mecánico. En esta reflexión se basa gran parte de la crítica que hace Waldo Frank a la práctica capitalista.

        Y que Mariátegui recoge al coincidir con De Man en el sentido de que uno de los motores de la conciencia de clase de la clase trabajadora es precisamente la lucha contra este vacío de una praxis que representa la forma de producción capitalista.

        Pues esta atomiza, en su desarrollo de la competencia generalizada y su inevitable individualismo, el sentimiento original de comunidad humana. Para millones de trabajadores y empleados el trabajo se ha convertido en una praxis individual sin deseo, en una praxis mecánica, vacía de su contenido original.

        El disloque entre el trabajador (deseo comunitario) y su trabajo (expresión del sentimiento comunitario atomizado) se expresa en el vacío de una praxis carente de sentido (afectivo) y por lo tanto aburrido y monótono.

        El trabajo, dice De Man en formas precapitalistas, por ejemplo en el taller medieval aún mantenía el sentido, es decir era una praxis como expresión de un deseo. El capitalismo rompió esta dialéctica del deseo y su praxis.

        La tercera dimensión es el momento reflexivo. En ella el conatus se hace consciente de sí mismo. Este ha sido el origen de la ratio, que no es otra cosa que el conatus que reflexiona adecuadamente, el pensamiento claro y distinto (Spinoza).

        La Teoría es por lo tanto un tercer momento, que presupone necesariamente el conatus y su praxis social. No puede ser por lo tanto primero en el orden de su aparición. Pero la reflexión, también como una forma específica de la praxis del conatus, produce algo: la experiencia, el conocimiento.

        Lo que a su vez condiciona el conatus y su praxis. Pero decir experiencia y conocimiento es decir también "visión del mundo", ideología. Es decir que los individuos y los grupos sociales van a ir articulando paulatinamente a lo largo de la historia una imagen del mundo, naturalmente nunca neutral, ni "objetivo", sino una imagen del mundo correspondiente al complejo de sus deseos (individuales y de grupo) y a la praxis que "realizan"(en forma de modificación real de la naturaleza o en forma imaginaria de construcciones de utopías).

        Intuyendo el concepto del conatus (deseo) Mariátegui puede rechazar todo tipo de moral dogmática (decálogo, filosofía especulativa) sin caer por tal en ninguna suerte de relativismo moral, de escepticismo o de cinismo. La moral se basa en el conatus y la potencia real que éste contenga en el individuo o en el grupo, siempre específica, siempre diferenciada.

        Desde el momento que sabemos que la sociedad moderna está  dividida en clases, sabemos que cada segmento, grupo o clase expresa un "deseo" diferente, una voluntad colectiva distinta.

        Y en un primer momento este deseo corresponde exclusivamente al deseo propio del grupo o clase, y dentro de ella de los individuos específicos. El deseo es primariamente deseo excluyente. El proceso de la lucha de clases no puede ser por lo tanto un proceso "mecánico", es decir puramente económico. En este sentido Mariátegui le da la razón a Henri de Man. La lucha de clases es en último término lucha de deseos, luchas de voluntades.[2]

        Pero el deseo no es siempre y fatalmente un deseo egoísta, es decir incapaz de trascender los límites del individuo o del grupo. Aquí se separan radicalmente la visión de Mariátegui del crítico belga. De Man se queda en el deseo pequeño burgués del pequeño obrero, del pequeño artesano que quiere conservar sus utensilios de trabajo, que quiere gozar en su pequeño jardín, y si no lo tiene, en su pequeño balcón; que quiere gozar por lo menos parcialmente de su trabajo. La imaginación y la fantasía del socialista belga no da para más. La filosofía moral de De Man traduce este mundo ínfimo de la pequeña clase obrera, de un pequeño país, "tampón entre dos grandes" como dice Mariátegui.

        Se conforma con las pequeñas felicidades que la vida diaria aún pueden ofrecerle. Si la referencia comparativa y permanente del belga es la producción precapitalista de los talleres medievales, esto no es en absoluto un azar. Su sentimiento moral corresponde a esta clase de "pequeña gente" con sus "pequeños deseo" y sus "pequeños problemas". Su imaginación y su romanticismo no van más allá  de las preocupaciones cotidianas individuales.
  
        La imaginación y fantasía de Mariátegui es de otro calibre. Su visión de los obreros no es de un pequeño grupo, de un pequeño país que se contentan con que les dejen en vivir en paz. Su experiencia europea en períodos que ésta pasaba graves procesos convulsivos le posibilitó concebir el problema a nivel universal.

        Con él ya no estamos en una pequeña provincia de un país mediocre, estamos simultáneamente en todas las esferas del mundo donde se están jugando el destino de la humanidad. Moscú, París, Nueva York, Londres, Nueva Dehli, México, Buenos Aires, Lima, etc.etc.

"Todo lo humano es nuestro" escribía en la presentación de Amauta en setiembre de 1926. Esta visión universal de los problemas más importante en que se debatía la humanidad y una inquebrantable esperanza en lo humano y en su futuro, a pesar de su ascendrado "pesimismo de la realidad" hacía florecer en él una visión del deseo humano universal, de una voluntad que abarcara todo el género humano, de un deseo que superara todo tipo de barrera, de clases, de nacionalidad, de razas, aún de religiones y de ideología.

Esta es la "idea" (intuición) mariateguiana, que podemos ganarla a través de una transposición de una tesis que él hace de Marx. Mariátegui ha pensado en serio en una sociedad sin clases. Por haber tomado en serio esta utopía y haberse jugado enteramente la vida en esta fe, puede escribir y exigir de la clase obrera mundial esta misión de redención del género humano.

        Es una tarea de titanes, de héroes, se necesita regimentos de Rosa Luxemburgo y de Lenín y de Trotsky.

        La paradoja aparente de la visión revolucionaria de Mariátegui es que ya desde el comienzo la revolución exige hombres de nuevo tipo. Paradoja puramente aparente pues la revolución es un proceso que ya comenzado, allí están las revoluciones multitudinarias (La Revolución de Octubre, la Revolución Mexicana), el despertar del Oriente (Gandhi), las obras de un Marx y de un Lenín, de una Rosa Luxemburgo y la de un Waldo Frank que nos recuerda permanentemente este proceso en marcha.



[1] No se entienda aquí las dimensiones Naturaleza e Historia en el sentido cronológico, primero una y luego la otra. El hombre es Historia de la misma manera que Naturaleza. Ellas están siempre presentes y son siempre actuales en el hombre
[2] De voluntades "objetivadas", articuladas concretamente en el todo social.





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