La Estrategia
Revolucionaria del Desarrollo o Propuestas Reformistas Revolucionarias:
Una Respuesta y Explicación
Jan Lust
El artículo “¿Qué es lo que se queda de la izquierda peruana? La transformación social o la conformación
social: cuatro puntos para discutir” publicado en el número de octubre de Creación Heroica, tiene como intención
fomentar la discusión sobre lo que nos queda en la izquierda y quiénes son de
la izquierda. Aparentemente el debate se está iniciando con las observaciones
de los camaradas de Polémica Comunista.
Escribieron lo siguiente:
«La idea del c. Jan Lust de las “propuestas
reformistas revolucionarias” pueden terminar en el mismo “saco” junto con las
propuestas reformistas oportunistas de los “izquierdistas” de palabra. ¿En que
se diferenciarían? ¿En qué unas son más radicales que otras? Pero igual, ambas
serian inviables dentro de los marcos del actual sistema. Insistir en ella
terminaría despertando falsas ilusiones en las masas. Lo que si no podemos
evadir es el impulso de la lucha cotidiana de las masas por sus necesidades
inmediatas, lo que comúnmente se denomina lucha directa. Lo que puede empezar
como una simple lucha local por agua y desagüe, con el desarrollo de la lucha
de clases puede convertirse en una multitudinaria lucha por traerse abajo a un
gobierno, dependiendo de las condiciones de la coyuntura política y de los
avances en los niveles de conciencia y organización de las masas. Hace poco en
Turquía se produjo casi un levantamiento popular que se inició con la defensa
de un parque. El asunto es estar codo a codo con las masas que hoy,
ciertamente, están en niveles de conciencia política muy lamentables; y una
importante razón de ello es que los cuadros políticos revolucionarios están en
todas partes menos con las masas».
Con el objetivo de diferenciar los de la izquierda que
solamente quiere reformar el sistema capitalista de explotación y de opresión,
es decir, los que creen en la posibilidad de humanizar el capitalismo, y los
que consideran que hay que destruir el sistema capitalista, hablé sobre la
izquierda que apunta a la transformación social y la izquierda de la
conformación social. Esta división es la misma entre la izquierda
revolucionaria y la izquierda reformista. Eso fue lo principal del artículo. En
el artículo no hablé sobre ideas radicales y menos “radicales”, sino sobre la
liberación social o vivir bajo el yugo del capitalismo con un poco más de
dinero y más derechos sociales. Ideas radicales tienen los anarquistas; los
comunistas tienen ideas revolucionarias. ¿Los compañeros de Polémica Comunista son de tendencia
anarquista?
Una vez de haber diferenciado a la izquierda
reformista y revolucionaria se debe distinguir a los verdaderos revolucionarios
de los supuestos revolucionarios. Es decir, muchas personas podrían estar de
acuerdo, teóricamente, con la posición revolucionaria, pero en la práctica, en
la lucha no quieren concretizar esta posición. Y de ahí viene la parte sobre la
estrategia revolucionaria del desarrollo.
La estrategia revolucionaria del desarrollo es la
combinación de la lucha reivindicativa con
la lucha para la toma del poder. Eso no debería quedarse en palabras
sino debe concretizarse en un plan con metas de corto, mediano y de largo
alcance. En este sentido estoy de acuerdo con las observaciones de los
camaradas del grupo Polémica Comunista
que dicen que «no podemos evadir […] el impulso de la lucha cotidiana de las masas por
sus necesidades inmediatas, lo que comúnmente se denomina lucha directa. Lo que
puede empezar como una simple lucha local por agua y desagüe, con el desarrollo
de la lucha de clases puede convertirse en una multitudinaria lucha por traerse
abajo a un gobierno, dependiendo de las condiciones de la coyuntura política y
de los avances en los niveles de conciencia y organización de las masas. Hace
poco en Turquía se produjo casi un levantamiento popular que se inició con la
defensa de un parque. El asunto es estar codo a codo con las masas que hoy,
ciertamente, están en niveles de conciencia política muy lamentables; y una
importante razón de ello es que los cuadros políticos revolucionarios están en
todas partes menos con las masas”. Sin embargo, no estoy de acuerdo con Polémica Comunista que dice que
«insistir» en las diferencias entre la izquierda revolucionaria y la izquierda
reformista «terminaría despertando falsas ilusiones en las masas».
Pienso que los camaradas de Polémica Comunista están cayendo en la
trampa del espontaneísmo y han olvidado la necesidad de la
organización y de la lucha por las ideas correctas dentro de la organización
con el objetivo de fortalecer y desarrollar la organización. El objetivo de la
organización comunista debe ser la toma del poder. Entonces, cualquier
participación en la lucha reivindicativa debe ser con el objetivo de fortalecer
la lucha para la toma del poder. La estrategia revolucionaria del desarrollo no
puede considerarse sin una organización comunista. Debo convencer que en el
mencionado artículo no hablé sobre la organización comunista, sin embargo,
pensé que era obvio que solamente una organización comunista podría llevarse a
cabo una estrategia revolucionaria de desarrollo con proyecciones a la toma del
poder.
Entiendo que una organización política de izquierda debe participar en
la lucha directa como dicen los camaradas de Polémica Comunista, más aún,
eso es imprescindible para una organización del y para el pueblo, sin embargo, considero que de acuerdo con la correlación de fuerzas de clase y de la
crisis de la izquierda revolucionaria en el país, ahora deberíamos enfocarnos
en dos cosas: i) el desarrollo de una organización revolucionaria; y, ii) el
desarrollo de nuestras capacidades políticas e ideológicas. El desarrollo de
los puntos i) y ii) no es posible si pensamos que deberíamos contestar
políticamente a todas las ocurrencias coyunturales.
Otro tema que los camaradas
de Polémica Comunista plantean es el
asunto de la conciencia de clase. Dicen: «El asunto es estar codo a codo con
las masas que hoy, ciertamente, estas en niveles de conciencia política muy
lamentables; y una importante razón de ello es que los cuadros políticos
revolucionarios están en todas partes menos con las masas». Pienso que la razón
del nivel lamentable de la conciencia de clase de las masas no es solamente
causado porque los cuadros revolucionarios no están con las masas sino también
porque los cuadros revolucionarios ya no tienen los conceptos revolucionarios y
ya no saben en qué país viven. Es decir, no solamente el nivel de la conciencia
de clase tiene un lamentable nivel sino también el desarrollo de la teoría
marxista en el país.
Es cierto, como el Che dice
en su escrito “El partido de la clase obrera. El partido Marxista- Leninista”,
«los partidos marxistas no pueden cruzarse de brazos esperando que las
condiciones objetivas y subjetivas, formadas a través del complejo mecanismo de
la lucha de clases, alcancen todos los requisitos necesarios para que el poder
caiga en manos del pueblo como una fruta madura». Sin embargo, en el Perú no
existen las condiciones objetivas y subjetivas (en el sentido como las definió
Lenin) para un proceso revolucionario.[i]
No cabe ninguna duda que las condiciones objetivas se madurarán en el
tiempo. Las dinámicas capitalistas mismas nos van a ayudar en eso. Pero, las
condiciones subjetivas dependen de nosotros, depende si tenemos cuadros, si
tenemos organización y si tenemos las capacidades políticas, ideológicas y
organizativas para ayudar a que el pueblo peruano llegue al poder. En el texto
mencionado arriba, Che dice que «la
misión […] es la de crear todas las condiciones necesarias para la toma de
poder y no convertirse en nuevos espectadores de la ola revolucionaria que va
naciendo en el seno del pueblo».
Para el desarrollo de la organización revolucionaria no basta elaborar
un programa máximo y mínimo. Tampoco es suficiente participar en movilizaciones
con volantes, banderas, etc. La organización debe tener vida, debe tener
cultura propia. Además, el desarrollo de la organización como organización
nunca termina, y tampoco el estudio. Seguramente nadie va a estar en contra de
esto pero hay que tomar en cuenta que cada militante debe convertirse en cuadro
y cada cuadro en dirigente. No podemos tener dirigentes, algunos cuadros y una
masa de militantes como cañón de fuego. Nadie es imprescindible.
Para el desarrollo de nuestras capacidades políticas e ideológicas
considero oportuno hacer una investigación de todo lo que debemos saber y en
base de eso desarrollar un programa de estudio. Solamente con el estudio y con
la participación en la lucha, desarrollando la organización revolucionaria, se
puede llegar, como dice el Che en “El partido de la clase obrera. El partido Marxista-Leninista”, a la «condición esencial del revolucionaria» que es «saber interpretar
la realidad». Actualmente carecemos de estudios profundos sobre la
realidad política, económica y social de nuestro país. Y ese conocimiento es
clave para la lucha por otra sociedad. Considero que una versión actualizada de
los Siete Ensayos de Interpretación de la
Realidad Peruana, es clave para un proceso hacia el comunismo.
Notas
[[1]] En su trabajo “La bancarrota de la II
Internacional”, Lenin describe una situación revolucionaria de la siguiente
manera: «Para un marxista es indiscutible que una revolución es imposible sin
una situación revolucionaria, aunque no toda situación revolucionaria conduce a
la revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de
una situación revolucionaria? Estamos seguros de no equivocarnos cuando
señalamos los siguientes tres síntomas principales: 1) cuando es imposible para
las clases gobernantes mantener su dominación sin ningún cambio; cuando hay una
crisis, en una u otra forma, entre las “clases altas”, una crisis en la
política de la clase dominante que abre una hendidura por la que irrumpen el
descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la
revolución no basta, por lo general, que “los de abajo no quieran” vivir como
antes, sino que también es necesario que “los de arriba no puedan vivir” como
hasta entonces; 2) cuando los sufrimientos y las necesidades de las clases
oprimidas se han hecho más agudos que habitualmente; 3) cuando, como
consecuencia de las causas mencionadas, hay una considerable intensificación de
la actividad de las masas, las cuales en tiempos “pacíficos” se dejan expoliar
sin quejas, pero que en tiempos agitadas son compelidas, tanto por todas las
circunstancias de la crisis como por las mismas “clases altas”, a la acción
histórica independiente. Sin estos cambios objetivos, que son independientes de
la voluntad, no solo de determinados grupos y partidos sino también de la
voluntad de determinadas clases, una revolución es, por regla general,
imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se
llama situación revolucionaria”. Para que una situación revolucionaria pueda llevarse
a una revolución, a las condiciones objetivas tienen que juntarse las
condiciones subjetivas; es decir, “la habilidad de la clase revolucionaria para
realizar acciones revolucionarias de masas suficientemente fuertes como para
destruir (o dislocar) el viejo gobierno, que jamás, ni siquiera en las épocas
de crisis “caerá” si no se lo “hace caer”».
Socialismo
Proletario y Socialismo Pequeño Burgués
Eduardo Ibarra
I
En el capítulo III del Manifiesto Comunista,
titulado Literatura Socialista y Comunista, Marx y Engels analizaron el
socialismo no proletario (socialismo feudal, socialismo pequeño burgués
y socialismo alemán o socialismo “verdadero”), el socialismo conservador o
burgués y el socialismo y el comunismo crítico-utópicos.
Este análisis demuestra que en
ese tiempo la palabra socialismo servía para designar una gama de corrientes no proletarias, algunas de las cuales coexistían
en el movimiento obrero con el socialismo científico recientemente fundado por
Marx y Engels.
El desarrollo del capitalismo en
los países de Europa occidental en los veintitantos años posteriores a la
revolución de 1848 y el consiguiente desarrollo de la clase obrera y de la
lucha entre el capital y el trabajo demostraron la omnipotencia del socialismo
científico y la impotencia de todas las tendencias del socialismo no proletario. Entonces solo faltaba el
veredicto de la praxis para que este socialismo enterrara el pico.
En su famosa Introducción
al célebre libro La Guerra Civil en Francia, de Marx, Engels sostuvo que
la Comuna de París “fue la tumba de la escuela proudhoniana del socialismo”,
pues demostró prácticamente la inconsistencia de la posición de Proudhon
contraria a la asociación de los obreros para el ejercicio de la dirección de
la producción, y que, al mismo tiempo, fue también la tumba del blanquismo,
pues asimismo demostró, también prácticamente, que la revolución proletaria no
es ni puede ser el resultado de la acción conspiradora de un pequeño grupo de
individuos sino el producto de la lucha de las amplias masas populares.
El resultado de este doble
entierro fue que el socialismo científico se reveló como el único socialismo
científicamente fundamentado, como el único socialismo realmente contrapuesto
al capitalismo, como el único socialismo con un proyecto de sociedad que
responde enteramente a la necesidad histórica.
Así, pues, luego de las lecciones
de La Comuna de París, el socialismo científico alcanzó el triunfo completo sobre
las diversas corrientes del socialismo no
proletario
En su conocido artículo Vicisitudes históricas
de la doctrina de Carlos Marx, Lenin señaló que "La dialéctica de la
historia es tal, que el triunfo teórico del marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas. El liberalismo,
interiormente podrido, intenta renacer bajo la forma de oportunismo socialista".
Esta aserción es completamente
correcta. En efecto, el socialismo no revolucionario, el socialismo
reformista, oportunista, no es sino liberalismo interiormente podrido. Por eso
José Carlos Mariátegui sostuvo en sus fundamentales 7 Ensayos: "El pensamiento revolucionario, y
aún el reformista, no puede ser ya liberal sino socialista". Esto quiere
decir que en el mundo contemporáneo el pensamiento revolucionario no puede ser
ya liberal sino socialista en el sentido proletario del término, y que, por
razones completamente obvias, el reformismo no puede aparecer ya como
liberalismo sino únicamente como socialismo, pero como socialismo oportunista,
es decir, como socialismo ideológicamente contrapuesto al socialismo
proletario.
Pero ese renacimiento del
liberalismo bajo la forma de socialismo oportunista, determina que el marxismo
confronte a su adversario en su propio terreno, es decir, en el terreno del
socialismo. Y, naturalmente, esto comporta una evidente ventaja para el
proletariado revolucionario, pues, como consecuencia el socialismo científico puede
demostrar mil veces más que el socialismo oportunista no es más que socialismo
de palabra y liberalismo de hecho.
II
Desde los años ochenta, las
diversas clases sociales que conforman los pueblos de la periferia reaccionaron
de distintas formas frente a los efectos perniciosos de la aplicación del
neoliberalismo.
El
proletariado, fraccionado y debilitado, si bien tuvo una respuesta importante
en el plano teórico, en la práctica no ha tenido la potencia necesaria para
luchar contra el neoliberalismo hasta el punto de tomar el poder en algún país.
No obstante, su lucha práctica ha tenido relevantes méritos.
La
pequeña burguesía, en cambio, respondió con algunos discursos teóricos, y, en
el plano práctico, ha alcanzando el gobierno en algunos países.
En
Nuestra América, el caso más publicitado es el del gobierno del Partido
Socialista Unificado de Venezuela, que, como se sabe, se reconoce inspirado en
la teoría del “socialismo del siglo XXI”.
Pues bien, lo característico de este gobierno es
que publicita la idea de la vía pacífica al socialismo y que, en el curso de su
ejercicio, convive con la gran burguesía intermediaria del imperialismo.
La idea de una vía pacífica al socialismo revela
una concepción evolucionista y no revolucionista, y, esto, como es claro, es liberalismo y no marxismo.
No es un hecho casual que el teórico del
“socialismo del siglo XXI”, Heinz Dieterich Steffan, ponga un signo de igualdad
entre su socialismo y la llamada
democracia participativa, que es, en algunos casos, muy participativa, pero que
no por esto deja de ser democracia burguesa.
Mariátegui señaló con absoluta razón: “los cauces
legales no pueden contener una acción revolucionaria” (t.12, p.143). Por eso la
democracia burguesa, en cualquiera de sus
formas, no es el cauce de la revolución.
Los cauces legales solo sirven para que el
proletariado lleve su lucha de clase al terreno de la burguesía y para acumular
fuerzas. Nada más.
Pues bien, la convivencia aludida arriba
–convivencia conflictiva en cierto grado en algunos aspectos– significa, como
se ha podido ver, que la gran burguesía tiene en Venezuela, cada cuatro años,
la posibilidad de recuperar el gobierno mediante elecciones.
Esa convivencia presenta, pues, la nota
fundamental de que, no obstante los quince años de chavismo, el poder económico
de la gran burguesía intermediaria del imperialismo mantiene inalterado su
poder económico.
Este hecho expresa el respeto supersticioso del
gobierno venezolano por la propiedad privada de la gran burguesía, y, como es claro, esto es liberalismo y no marxismo.
De acuerdo a la experiencia histórica, el
marxismo sostiene que la revolución implica la liquidación de la burguesía como
clase social, y creer que esta liquidación puede hacerse por vía pacífica es un
sueño de opio.
Por eso Mariátegui señaló que no existe la
revolución anestésica, y, por esto, señaló que “la revolución es la gestación
dolorosa, el parto sangriento del presente” (La escena contemporánea, p.21).
Así, pues, no obstante su retórica, el gobierno
venezolano solo cumple el papel de planificar y administrar el crecimiento del
capitalismo, aunque de un modo reformativo.
Este modo de impulsar el crecimiento capitalista
beneficia a las clases trabajadoras en algunos de sus intereses básicos y al
propio país en algunos de sus intereses generales. Por eso es mejor que el
neoliberalismo. Pero tan pronto se le considera en relación al proyecto de Marx
y Engels, revela todas sus limitaciones de clase.
Pues bien, por su concepción democrático burguesa
y su convivencia con la gran burguesía, el “socialismo bolivariano” se revela
como liberalismo que ha reaparecido como socialismo reformista.
III
Como escribió Lenin con toda razón y con
justificado sarcasmo, "Quien, después de la experiencia de Europa y de
Asia, hable de una política que no sea
de clase y de un socialismo que no
sea de clase, merece simplemente que se le meta en una jaula y se le exhiba
junto a un canguro australiano".
Los marxistas, pues, debemos
precisar que el único socialismo de clase, proletario, es el socialismo
marxista, y que el “socialismo bolivariano” es, en realidad, liberalismo que, obligado
por las circunstancias económicas y políticas del mundo, ha reaparecido como
socialismo reformista.
Luchando en su propio terreno, el
socialismo marxista está ante la necesidad de desenmascarar el socialismo
oportunista de ciertas tendencias, aunque por otro lado deba apoyar específicas
medidas, económicas y políticas, de cualquier gobierno que se opongan en algún
grado a los intereses del imperialismo, y, en otro plano, deba asumir una actitud
frenteunionista con tendencias con las cuales coincida ante un problema
concreto.
Pero, se sobreentiende, en ambos
casos manteniendo firmemente la independencia ideológica, política y orgánica
del socialismo marxista. Y, se sobreentiende también, esta independencia tiene
que sustentarse francamente.
Puede decirse, pues, por
consiguiente, que, en el marco de la acción conjunta, combatimos el
confusionismo ideológico defendiendo nuestra independencia.
En general, el socialismo
marxista debe criticar todas las concepciones ideológicas, políticas y
orgánicas no proletarias. Este es el único modo de alcanzar la
hegemonía en el seno de las masas.
Y, finalmente, ante el bastardeo
del concepto de revolución, debe reivindicar estricta e intransigentemente el
sentido clasista y doctrinal de este concepto fundamental del marxismo.
14.10.2014.
El
Imperialismo. EE.UU. El Imperio
(Segunda Parte)
Julio Roldán
Por
su parte el publicista Andrés Ortega, siguiendo a estudiosos como Hassner,
Johnson y especialmente Philip Bobbitt, sostiene que después de los hechos del
11 de septiembre: "Estaríamos así asistiendo al surgimiento, en parte por
diseño, en parte sobrevenido, de un nuevo imperio global, basado en la absoluta
superioridad militar de EE.UU..." y dos páginas después reitera:
"Para Bobbitt, la globalización ha llevado a dejar atrás el Estado-nación
para dar paso al Estado-mercado, cuyo mejor ejemplo es EE. UU., que tiene que
estar dispuesto a intervenir militar y políticamente para defender este
orden."
Terminamos este cruce de ideas, al interior
de la izquierda, con las opiniones de la filósofa norteamericana Ellen
Meiksins. Ella acepta la globalización; pero en contraposición a los antes
citados sostiene que este proceso necesita de los Estados-nación para su
acumulación y para mantener el control y orden. Leamos: "... el
capitalismo no puede existir sin el respaldo del poder extra-económico, aún si
ese poder es esgrimido como una quita del capital mismo. La capacidad de
imponer su poder económico a tan amplia escala depende de la capacidad que
tenga de apartarse de las limitaciones de la dominación militar y política.
Pero todavía necesita de la ayuda de los poderes políticos y militares, para
mantener el orden social y crear condiciones de acumulación de capital. De
hecho el capitalismo más que cualquier otra formación social necesita un
elaborado, estable y predecible orden legal, político y administrativo."
Haciendo ver la relación de necesidad de la
globalización con el Estado-nación, continúa: "Sin duda es verdad que el
Estado-nación está teniendo que responder a las demandas del capital global. Y
sin duda es verdad que ciertos principios administrativos que se han
internacionalizado para facilitar los movimientos del capital a través de las
fronteras nacionales. También es cierto que hay ciertas organizaciones
internacionales que hacen el trabajo del capital global. Si eso es a lo que la
gente se refiere cuando habla de la `internacionalización´ del Estado no tengo
objeciones. Pero afrontémoslo: los principales instrumentos de gobierno global
siguen siendo, sobre todo, Estados-nación."
Y finalmente termina, nosotros terminamos
con los especialistas sobre el tema, reiterando: "El punto básico es que
el capital global se beneficia de lo que nosotros llamamos globalización, pero
lo que no hace ni puede hacer es organizar la globalización. Algunos
investigadores han demostrado que las corporaciones globales no pueden
organizar sus propias operaciones internacionales, ni hablar de la economía global.
De todas maneras, necesitan Estados que organicen el mundo para ellos, y
mientras más global se haya convertido la economía, más circuitos económicos
han sido organizados por relaciones estatales e interestatales. Son los
Estados, no las organizaciones internacionales como el FMI o la OMC, los que
son indispensables para el capital global."
En primer lugar, el tema del imperialismo y
el actual Imperio con su manto, la globalización y sus consecuencias
teórico-prácticas, sin ser nuevo, es un tema complejo y sugerente, en la medida
que obliga a los científicos sociales iniciar un replanteamiento
teórico-metodológico del concepto de Estado-nación, de imperialismo, de la
relación entre economía y política, de la división internacional del trabajo,
de la teoría de los Tres Mundos, de la violencia y de la revolución. Todo esto
pasa por comprender objetivamente cuánto ha cambiado la realidad económica y
las relaciones político-sociales en los últimos veinte o treinta años.
En segundo lugar,
detectar con precisión si los cambios son de grado o forma; o si los cambios
son de fondo o contenido. Ésta es la tarea de los científicos sociales y
especialmente de los políticos contestatarios al sistema imperante. En la
medida que la comprensión cabal de los nuevos actores sociales en las nuevas
circunstancias políticas obligará, si es que son coherentes, a cambiar las
formas y los métodos de lucha, sean éstos en lo táctico o formal o quizás en el
fondo o estratégico.
En tercer lugar,
comprender a cabalidad el nuevo rol que desempeñan en el plano económico y su
influencia política, en las últimas décadas, los organismos económicos
internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el
encuentro anual de Davos (16), etc., es de importancia capital para comprender
el momento político y su perspectiva.
En cuarto lugar, el
cuestionamiento del concepto de Estado-nación en el plano político. Teniendo en
cuenta que los Estados más poderosos, comenzando por el de EE. UU. y continuado
por el de Alemania, tiene una deuda astronómica (para algunos hasta impagable)
con el sector privado y con los organismos económicos internacionales.
Y en quinto lugar,
el desarrollo y privatización de la violencia en el plano militar (el 11 de
septiembre sólo habría sido su pico más alto en un determinado momento) son los
cinco temas, que sin ser totalmente nuevos, están en primera línea en la mesa
de discusión en los últimos años. La izquierda tiene mucho que decir al
respecto, la derecha casi nada, allí reside la ventaja de lo nuevo en
perspectiva.
La investigación,
el análisis y la síntesis que se haga de estos cinco temas nos brindará nuevas
ideas, y por consiguiente, nuevos retos que sugerirán nuevas respuestas
teóricas que no sólo tienen que acometerse en este nivel, sino sobre todo, en
el terreno teórico y práctico, resolverse. (17)
En el contexto de
los últimos cien años, EE.UU. en el plano económico, político y militar, ha
tenido su evolución, algo particular, que lo diferencia de los otros
imperialismos. Con lo ocurrido en la Primera Guerra Mundial, desplazando
principalmente a Inglaterra del escenario económico-político mundial. Con los
hechos de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en la primera potencia
imperialista en el mundo. Y finalmente con el derrumbe del llamado Campo
Socialista devino la potencia única en el planeta.
En estos tres
momentos, con sus respectivos hitos, hay una constante, la acción
político-militar condicionó, desarrolló y fortaleció el desarrollo económico y
viceversa. Los triunfos políticos y militares le han dado mucha seguridad en sí
misma, una elevada auto-estima y un gran prestigio ante los ojos del mundo. De
esa manera la seguridad y las ganancias de los que controlan el mundo descansan
en paz.
EE.UU. es en la
actualidad la primera potencia político-militar en el mundo. Esta situación
condiciona la profusa y variada investigación científico-tecnológica,
especialmente, en el campo militar. La investigación en las ramas fundamentales
de la industria está militarizada y controlada por el Estado. Como
consecuencia, las inversiones y las ganancias de los capitalistas que buscan
orientación y apoyo están de igual modo garantizadas. Ningún otro país, en el
planeta, tiene la capacidad política y sobre todo militar que tiene EE.UU. para
brindar a los trusts, a los monopolios y consorcios mundiales tanta seguridad y
ganancia.
Los centros de
operaciones de donde se extrae la mayor plusvalía están ubicados en los más
alejados rincones del planeta, pero el centro de administración, control, decisión
y sobre todo de ganancias, está ubicado principalmente en EE.UU., de allí su
importancia. Si hace más de doscientos años el conde de Mirabeau (1715-1789)
con respecto al Estado prusiano dijo: "El ejército tiene su Estado".
Hoy se podría decir
que los más importantes consorcios que dominan el mundo económico y financiero
tienen su Estado, tienen su nación y tienen su país. Ese Estado, que a la vez
es policía y empresario, es el Estado de EE.UU. Allí radica su importancia, su
poder, y a la larga también su debilidad, como no puede ser de otra manera, en
el mundo actual.
El poder del Estado
norteamericano es impresionante y hasta aplastante por muchas razones, entre
ellas en el campo de la investigación. Cuando hablamos de investigación que
tiene fines de poder y control principalmente, se da en todos los ámbitos del
conocimiento. Y dentro de ello el dominio del espacio es fundamental. Si las
antiguas potencias se interesaron en dominar la superficie terrestre, desde
hace cerca de 600 años el interés pasó al dominio de los mares. Hoy, desde hace
unas cuatro décadas atrás, el gran desafío es el espacio, es decir el dominio
tridimensional del mundo. Estas investigaciones, bajo el concepto de
"dominio tridimensional" en EE.UU. son el centro de su accionar en este
nivel.
Notas
[16] El politólogo
norteamericano Samuel Huntington, resaltando el encuentro anual de
Davos, él lo llamada la "cultura Davos", escribe: "Cada año,
aproximadamente, un millar de hombres de negocios, banqueros, funcionarios
estatales, intelectuales y periodistas de decenas de países se reúnen en Davos,
Suiza, en el Foro Económico Mundial. Casi todas estas personas tienen
titulación universitaria en ciencias de la naturaleza, en ciencias sociales,
empresariales o derecho, trabajan con palabras y/o números, hablan con
razonable fluidez el inglés, están contratados por organismos oficiales,
empresas e instituciones académicas con amplias relaciones internacionales y
viajan con frecuencia fuera de sus respectivos países. (...) Estas personas de
Davos controlan prácticamente casi todas las instituciones internacionales,
muchas de las administraciones estatales del mundo y la mayor parte del
potencial económico y militar del mundo. La cultura Davos, por lo tanto, es
tremendamente importante." (Huntington 1997: 66 y 67).
Para
él, lo pensado, analizado y planificado en Davos tiene su correlato en lo que
hacen los demás organismos; cuando se refiere a uno de ellos, dice: "A
través del FMI y otras instituciones económicas internacionales, Occidente promueve
sus intereses económicos e impone a otras naciones las directrices económicas
que considera oportunas. Sin embargo, en cualquier encuesta que se llevara a
cabo entre pueblos no occidentales, el FMI sin duda obtendría el apoyo de los
ministros de finanzas y unos pocos más, pero recibiría de forma aplastante una
valoración desfavorable de casi todos los demás." (Huntington 1997: 218).
[17] La importancia de los organismos económicos
internacionales, la crisis del Estado-nación, la privatización de la violencia
(es decir que el monopolio de la violencia ha sido arrebatado a los Estados).
El paso del imperialismo al Imperio y sobre todo la no ubicación del poder
económico en un determinado Estado o Estados con nombre y apellido hace
recordar la polémica en torno al imperialismo y sus consecuencias políticas
desarrollada a principios del siglo XX entre Lenin y Karl Kautsky. Para
algunos, el presente habría dado la razón al jefe bolchevique, pero el futuro
habría dado la razón al socialdemócrata alemán. En particular, con respecto a
su teoría del ultraimperialismo. ¿Cuánto de verdad encierra esta
afirmación?
Lo cierto es que la base sobre la cual se levanta el
sistema en su conjunto no ha cambiado, nos estamos refiriendo a la
contradicción capital-trabajo o producción social y apropiación privada. La
forma pre-monopólica y monopólica del capital ya fue analizada y precisada. La
tarea es sintetizar la forma pre-imperial e imperial propiamente dicho si es
que hay razones objetivas para utilizar esos términos. En lo que debemos estar
seguros es que la mundialización, la globalización o el ultraimperialismo en
esencia no es más que una nueva forma de acumulación acelerada de capital al
interior del capitalismo.
Izquierda y
Derecha
Eduardo Ibarra
I
Los dos términos que dan
título al presente artículo han sido desahuciados por algunos intelectuales
burgueses con el espurio argumento de que son anacrónicos. Según ellos, en el
mundo no existe ya la contradicción entre capitalismo y socialismo, y, en
consecuencia, en todos los países ha desaparecido la división de las fuerzas
políticas en izquierda y derecha. Con esta burda falacia buscan borrar de la
conciencia de las clases trabajadoras toda precisa demarcación entre revolución
y reacción. Por otro lado, hay quienes, sin parar mientes, utilizan los
mencionados términos de una manera abusiva, es decir, sin tener en cuenta su
estricto significado. Por último, hay también quienes, so capa de su origen,
pretenden expulsar ambos términos del lexicón marxista, o, cuando menos,
descalificar el término izquierda como calificativo de las fuerzas
revolucionarias.
Ciertamente estas
son razones suficientes para intentar un esclarecimiento de la cuestión.
En la
Convención Nacional francesa de 1791 se produjo el hecho fortuito de que
los jacobinos, que luchaban por liquidar el feudalismo, ocuparon el lado
izquierdo del foro, mientras los girondinos, que seguían el camino de la
conciliación con la monarquía, ocuparon el lado derecho. De esta azarosa
circunstancia se tomó la costumbre de llamar izquierda a los jacobinos y
derecha a los girondinos. En consecuencia, ambos términos adquirieron un
contenido político preciso: empezaron a designar las dos tendencias
fundamentales de la burguesía francesa del siglo XVIII: los jacobinos y los
girondinos, la tendencia revolucionaria y la tendencia oportunista.
Ahora bien, es
evidente que la clase feudal era entonces la derecha por antonomasia. Así,
pues, en la época de que tratamos, en el seno del pueblo eran de izquierda
quienes luchaban por liquidar la sociedad feudal y establecer la sociedad capitalista,
mientras eran de derecha quienes conciliaban con la monarquía. Esto quiere
decir que, desde un principio, ambos términos definieron la posición de las
distintas fuerzas políticas en el seno del pueblo por su posición ante al poder político. Y, precisamente
en esto reside el quid de la cuestión.
En virtud de su
adquirido contenido político, los términos izquierda y derecha cobraron
carta de ciudadanía más allá de los marcos de la Francia dieciochesca
y hasta acabaron trascendiendo los marcos de la lucha de la burguesía contra el
feudalismo. Es decir que, en virtud de su transformación en verdaderos
conceptos políticos, ambos términos se universalizaron y perduraron a través
del tiempo.
Como no podía ser
de otro modo, esta realidad -determinada históricamente- influyó en el lexicón
marxista. Así por ejemplo, entre 1901 y 1902, Lenin escribió: “La comparación
de las dos tendencias existentes en el seno del proletariado revolucionario (la
revolucionaria y la oportunista) con las dos corrientes de la burguesía
revolucionaria del siglo XVIII (la jacobina -la Montaña- y la
girondina) fue hecha en el artículo de fondo del número 2 de Iskra (febrero
de 1901). El autor de dicho artículo fue Plejánov. Los
demócratas-constitucionalistas, los ‘sin título’ y los mencheviques gustan aún
ahora de hablar del ‘jacobinismo’ en la socialdemocracia
rusa. Pero hoy día prefieren callar u... olvidar el hecho de que Plejánov lanzó
por primera vez este concepto contra el ala derecha de la socialdemocracia” (¿Qué
hacer? Cursiva y elipsis en el original).
Y en 1904 sostuvo:
“De por sí el hecho de la división del Congreso (del partido) en ala izquierda
y derecha, en ala revolucionaria y oportunista, no sólo no representa aún nada
terrible ni nada crítico, sino ni siquiera absolutamente nada anormal” (Un
paso adelante, dos pasos atrás). Así, pues, ya a principios del siglo XX
los términos izquierda y derecha estaban consagrados en el lexicón marxista, y,
como se ha visto, tales términos designan las dos tendencias fundamentales en
el seno del proletariado (y por extensión en el seno del pueblo): la tendencia
revolucionaria, que lucha por liquidar el capitalismo y reemplazarlo por el
socialismo; y la tendencia oportunista, que lucha por atenuar algunas
expresiones extremas del capitalismo pero no por liquidarlo como sistema
económico-social. Este es el contenido que tienen en nuestra época ambos
términos.
Con estos términos ha
sucedido, pues, lo que Engels señaló con toda razón en su famoso Ludwing
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana: las palabras valen no
“lo que deberían denotar por su origen”, sino lo que “significan con arreglo al
desarrollo histórico de su empleo real”.
II
Exactamente como ayer la clase
feudal fue la derecha por antonomasia, hoy la clase burguesa es la derecha por
antonomasia. Por consiguiente, en nuestra época cualquier fuerza política en el
seno del pueblo se define como de izquierda o de derecha en función de
su posición ante al poder político de la burguesía.
Los gobiernos del Frente
Amplio en Uruguay, del Partido de los Trabajadores en
Brasil, del Partido Socialista Unificado de Venezuela, por ejemplo, son
considerados por algunos como de izquierda. Pero la verdad es que ninguno de
estos gobiernos (ni otros como ellos) es verdaderamente revolucionario, pues no
tienen más horizonte que mejorar un poco las condiciones de vida de los
trabajadores mediante algunas reformas.
No obstante, es un
hecho que, con arreglo a su empleo real, el término izquierda ha
cobrado una nueva acepción: designa también a las fuerzas políticas
reformistas. Entonces, así las cosas, es necesario precisar que estas fuerzas
son en realidad la izquierda de la derecha, pues objetivamente
cumplen la función de hacer potable el sistema capitalista.
Existe, pues, una
diferencia radical entre la izquierda que lucha por liquidar el capitalismo y
la izquierda que lucha por maquillarlo, entre la izquierda revolucionaria y la
izquierda reformista, entre la izquierda auténtica y la izquierda demagógica.
Por otra parte,
hay quienes creen decir algo muy profundo con aquello de que el marxismo “no es
de derecha ni de izquierda, sino de avance”. Con esto niegan que, con
arreglo al desarrollo histórico de su empleo real, los mencionados términos
encierren el concepto de avance (izquierda) y el concepto de conservación
(derecha). Pero ocurre que el marxismo es la doctrina de izquierda por
antonomasia, pues precisamente de su aplicación por el movimiento
revolucionario dimana el avance histórico de la humanidad
hacia su emancipación.
Contra la
pretensión reaccionaria, hay que reivindicar los términos izquierda y derecha
como conceptos políticos que dan cuenta del revolucionarismo y del
conservadurismo respectivamente.
Contra la maniobra
oportunista de cubrirse detrás del término izquierda, hay que reivindicar su
estricto significado.
Contra la
pretensión de descalificar ambos términos como adecuados para calificar las
opuestas fuerzas políticas en el mundo de hoy, hay que reivindicar la acertada
observación de Engels de que las palabras valen no “lo que deberían denotar por
su origen”, sino lo que “significan con arreglo al desarrollo histórico de su
empleo real”, pues el árbol del lenguaje vivo es siempre más verde que
cualquier consideración etimológica.
30.03.2005.
Intelectuales:
Una Crítica Marxista de los Post-Marxistas
James
Petras
Dos
perspectivas de la transformación social: la organización de clases y las ONGs
Para avanzar, la
lucha contra el imperialismo y sus colaboradores neo-compradores nacionales pasa
a través de un debate ideológico y cultural con los post-marxistas dentro y en
la periferia de los movimientos populares. El neo-liberalismo opera hoy en dos
frentes: el económico y el político-cultural; y en dos niveles: el régimen y
las clases populares. En la cima las políticas neo-liberales se formulan y se
implementan por los personajes conocidos: el Banco Mundial, el FMI trabajando
con Washington, Bonn y Tokio asociados con los regímenes neo-liberales y los
exportadores nacionales, y los conglomerados de los grandes negocios y los
banqueros.
A
principios de los años 1980 los sectores más perceptivos de las clases
dominantes neo-liberales se dieron cuenta de que sus políticas estaban
polarizando la sociedad y provocando un gran descontento a escala social. Los
políticos neo-liberales comenzaron a financiar y a promover una estrategia paralela promoviendo “desde abajo” las
organizaciones de base con una ideología “antiestatal” para intervenir entre
las clases potencialmente conflictivas, y crear así un “cojín social”. Estas
organizaciones eran, financieramente dependientes de fuentes neo-liberales y
estaban directamente involucradas en competir con los movimientos
socio-políticos por la lealtad de líderes locales y comunidades activistas. En
los años 1990 estas organizaciones descritas como “no-gubernamentales” eran
miles y estaban recibiendo del mundo entero cerca de 7 billones de dólares.
La
confusión relacionada con el carácter político de las ONGs brota desde sus
inicios en los años 1970 durante los días de las dictaduras. En aquel periodo
ellas fueron activas en proveer ayuda humanitaria a las víctimas de las
dictaduras militares y denunciando las violaciones de los derechos humanos. Las
ONGs apoyaron las “sopas familiares” que permitió a las familias víctimas
sobrevivir a la primera ola de tratamiento de choque administrados por las
dictaduras neo-liberales. Este periodo creó una imagen favorable de las ONGs
incluso en la izquierda, fueron consideradas partes del “terreno progresivo”.
Incluso entonces, sin embargo, los límites de las ONGs eran evidentes. Mientras
ellas atacaban las violaciones de los derechos humanos de los dictadores
locales raramente denunciaron a sus patrones norteamericanos y europeos que los
financiaban y asesoraban. Tampoco había un esfuerzo serio para vincular las
políticas económicas neo-liberales y las violaciones de los derechos humanos
para los que estaban de turno en el sistema imperialista. Obviamente las
fuentes externas de financiamiento limitaban la esfera de crítica y la acción
de los derechos humanos.
A
medida que la oposición al neo-liberalismo crecía en los años 1980, los
gobiernos de EE.UU. y Europa y el Banco Mundial incrementaban el financiamiento
de las ONGs. Hay una relación directa entre el crecimiento de los movimientos
sociales retando al modelo neoliberal y el esfuerzo para subvertirlo creando
formas alternativas de acción social a través de las ONGs. El punto básico de
convergencia entre las ONGs y el Banco Mundial era su oposición común al
“estatismo”. En la superficie las ONGs criticaban al Estado desde una
perspectiva de “izquierda” defendiendo la sociedad civil, mientras que la
derecha lo hacía en nombre del mercado. En realidad, sin embargo, el Banco
Mundial, los regímenes neo-liberales y las fundaciones neo-liberales captaron y
animaron a las ONGs para minar el Estado de bienestar nacional brindando
servicios sociales para compensar a las víctimas del ajuste. En otras palabras,
a medida que los regímenes neo-liberales en la cima desbastaban comunidades
inundando el país de importaciones baratas, pagos de la deuda externa y
aboliendo la legislación laboral, creando una masa creciente de trabajadores
mal pagados y desempleados, las ONGs eran apoyadas económicamente para ejecutar
proyectos de “auto-ayuda”, “educación popular”, entrenamientos de trabajo, etc.
Para absorber temporalmente, pequeños grupos de pobres, para captar líderes
locales y minar las luchas en contra del sistema.
Las
ONGs se convirtieron en la “cara de la comunidad” del neo-liberalismo
íntimamente relacionadas con los de la cima y complementando su labor
destructiva con proyectos locales. En efecto, los neo-liberales organizaron una
operación “pinza” o una estrategia dual. Desafortunadamente muchos en la
izquierda se concentraron solo en el “neo-liberalismo” visto desde arriba y el
exterior del FMI y el Banco Mundial y no en el neo-liberalismo desde abajo
(ONGs, micro-empresas). Una razón principal para esta visión general era la
conversión de muchos ex-marxistas en la práctica de la fórmula ONG. El post-marxismo fue el boleto de tránsito
ideológico de las clases políticas al “desarrollo de la comunidad”, del
marxismo de las ONGs.
Mientras
que los neo-liberales estaban transfiriendo propiedades estatales lucrativas a
la riqueza privada, las ONGs no
formaban parte de la resistencia de los sindicatos. Por el contrario, ellas
fueron activas en los proyectos privados
locales, promoviendo el discurso de la empresa privada (auto-ayuda) en las
comunidades locales centrándose en las micro-empresas. Las ONGs construyeron
puentes ideológicos entre los pequeños capitalistas y los monopolios que se
beneficiaban de la privatización –todos en nombre del “anti-estatismo” y la
construcción de la sociedad civil. Mientras que los ricos acumulaban vastos imperios
financieros de la privatización, los profesionales de las ONGs de clase media
obtuvieron pequeñas sumas de fondos para financiar oficinas, transporte y una
actividad económica a pequeña escala. El punto político importante es que las
ONGs despolitizaron a sectores de la
población, minando su compromiso con los empleados públicos, y captando a sus
principales líderes para trabajar en pequeños proyectos. Las ONGs se
abstuvieron de participar en las luchas de los maestros de escuelas, a medida
que los regímenes neo-liberales atacaban la educación pública y a los
educadores públicos. Raramente, si alguna vez lo hicieron, las ONGs apoyaron
las huelgas y protestas contra los bajos ingresos y los cortes al presupuesto.
Como su financiamiento educacional venía de los gobiernos neo-liberales ellos
evitaron la solidaridad con los educadores públicos en su lucha. En la
práctica, “no-gubernamental” se traduce en actividades de gasto anti-público,
liberando la mayoría de los fondos para los neo-liberales para subsidiar a los
capitalistas exportadores mientras que pequeñas sumas se escurrían del gobierno
a las ONGs.
En
realidad las organizaciones no-gubernamentales no son no-gubernamentales. Ellas
reciben fondos de gobiernos extranjeros o trabajo como subcontratos privados de
gobiernos locales. Frecuentemente, ellos colaboran abiertamente con agencias
gubernamentales nacionales o internacionales. Esta “subcontratación” mina a los
profesionales (con contratos fijos) remplazándolos con profesionales de grupos.
Las ONGs no pueden ofrecer extensos y comprensibles programas que sí puede
ofrecer un Estado de Bienestar. En vez de ello, ellos ofrecen unos servicios
limitados a pequeños grupos de comunidades. Más importante, sus programas no se
pueden contabilizar a personas nacionales sino a donantes internacionales. En
ese sentido las ONGs minan la democracia quitando
programas sociales de las manos de personas locales y de sus funcionarios
elegidos y creando dependencia sobre los no-elegidos, funcionarios
internacionales y sus untados funcionarios locales.
Las
ONGs distraen la atención y las luchas del pueblo del presupuesto nacional
hacia la auto-explotación para garantizar los servicios sociales locales. Esto
permite a los neo-liberales recortar los presupuestos sociales y transferir los
fondos del estado para subsidiar los déficits de bancos privados, préstamos a
exportadores, etc. La auto-explotación (auto-ayuda) quiere decir que, además de
pagar impuestos al Estado y no obtener nada a cambio, los trabajadores tienen
que trabajar horas extra con recursos marginales, gastando las escasas energías
para obtener servicios que la burguesía recibe del Estado. Más profundamente,
la ideología de las ONGs de “actividad voluntarista privada” mina el sentido de
lo público: la idea de que el gobierno tiene la obligación de velar por sus ciudadanos y garantizarles la vida, la
libertad y la búsqueda de felicidad; que la responsabilidad política del Estado
es esencial para el bienestar de los ciudadanos. En contra de esta noción de
responsabilidad pública las ONGs incentivan la idea neo-liberal de
responsabilidad privada para los problemas sociales y la importancia de los
recursos privados para resolver estos problemas. En efecto, ellos imponen una
doble carga sobre los pobres; pagando impuestos para financiar el Estado
neo-liberal para servir a los ricos; la autoexplotación privada para satisfacer
sus necesidades.
Las
ONGs y los movimientos político-sociales
Las ONGs apoyan
proyectos no movimientos; ellas “movilizan” personas para producir
marginalmente, no a que luche para controlar los medios básicos de producción y
riqueza; ellos se concentran en la asistencia técnico-financiera de proyectos
no sobre las condiciones estructurales que conforman la vida diaria de la
gente. Las ONGs captan el lenguaje de la izquierda: “poder popular”, “otorgar
poder”, “igualdad sexual”, “desarrollo sostenible”, “liderazgo de los de
abajo”, etc. El problema es que este lenguaje está unido a un marco de
colaboración con donantes y agencias gubernamentales que subordinan la
actividad práctica a las políticas de no-enfrentamiento. La naturaleza local de
la actividad de las ONGs que significa “dar poder” nunca va más allá de la
influencia de pequeñas áreas de la vida social con recursos limitados dentro de
las condiciones permitidas por el Estado neo-liberal y la macroeconomía.
Las
ONGs y su personal profesional post-marxista compiten directamente con los
movimientos socio-políticos por la influencia entre los pobres, las mujeres,
los excluidos raciales, etc. Su ideología y práctica desvía la atención de las
fuentes y soluciones de la pobreza (mirando hacia abajo y hacia adentro en vez
de hacerlo hacia arriba y hacia afuera). El hablar de microempresas en lugar de hacerlo de la explotación de los bancos
extranjeros como soluciones está basado en la idea de que el problema es de
iniciativa individual más que de la transferencia de ingresos extranjeros. La
ayuda de las ONGs afectan a pequeños sectores de la población, estableciendo la
competencia entre comunidades rivales socavando así la solidaridad de clase. Lo
mismo es cierto entre los profesionales: cada uno establece su ONG para
solicitar financiamiento extranjero. Ellos compiten presentando propuestas
cercanas a los gustos de los donantes extranjeros a precios inferiores,
mientras que dicen que hablan por muchos seguidores. El efecto neto es una
proliferación de ONGs que fragmenta las comunidades pobres en grupos
sectoriales y subsectoriales que no pueden ver el amplio cuadro social que los
aflige y son menos hábiles aún para unirse en la lucha contra el sistema. La
experiencia reciente también demuestra que los donantes extranjeros también
financian proyectos durante las “crisis” –retos políticos y sociales al status quo. Una vez que los movimientos
han amainado, ellos cambian el financiamiento a las ONGs – “colaboración” con
el régimen, adecuando los proyectos de las ONGs dentro de la agenda
neo-liberal. El desarrollo económico compatible con el “mercado libre” más que
con la organización social para el cambio social se convierte en el artículo
dominante de la agenda financista. La estructura y naturaleza de las ONGs con
su postura “apolítica” y su enfoque de auto-ayuda despolitiza y desmoviliza a
los pobres. Ellas refuerzan el proceso electoral apoyado por los partidos
neo-liberales y los medios de comunicación. Se evita la educación política
acerca de la naturaleza del imperialismo, la base clasista del neo-liberalismo
y la lucha de clases entre explotadores y trabajadores temporales. En vez de
eso, las ONGs discuten “los excluidos”, los “sin poder”, la “extrema pobreza”,
la “discriminación racial o de sexo” sin ir más allá de los síntomas
superficiales, para comprometerse con el sistema social que produce estas
condiciones. Al incorporar los pobres en
la economía neo-liberal a través de una pura “acción privada voluntaria” las
ONGs crean un mundo político donde la aparición de la solidaridad y la acción
social ampara una conformidad conservadora con las estructuras de poder
nacional e internacional.
No
es una coincidencia que, como lo han hecho las ONGs, a medida que ellas se
vuelven dominantes en ciertas regiones la acción política de la clase
independiente va declinando y el neo-liberalismo no tiene contestatario. El
límite inferior es que el crecimiento de las ONGs coincide con un incremento
del financiamiento del neoliberalismo y la profundización de la pobreza en
todas partes. A pesar de sus clamores de muchos éxitos locales, el poder total
del neo-liberalismo se mantiene sin reto y las ONGs buscan nichos en forma
creciente en los intersticios del poder. El problema de formular alternativas
se ha impedido en otra forma. Muchos de los antiguos líderes de la guerrilla y
los movimientos sociales, los sindicatos y las organizaciones femeninas
populares han sido captados por las ONGs. La oferta es tentadora: altos
salarios (ocasionalmente en moneda dura), prestigio y reconocimiento por
donantes, conferencias en el extranjero y redes, personal de oficina y una
seguridad relativa contra la represión. En contraste los movimientos
socio-políticos ofrecen escaso beneficio material pero mayor respeto e
independencia y más importante aún, la libertad para retar al sistema económico
y político. Las ONGs y los bancos extranjeros que las financian (Banco Inter
Americano, Banco Mundial) publican boletines destacando historias exitosas de
microempresas y otros proyectos de autoayuda –sin mencionar las altas tasas de
fracasos a medida que el consumo popular disminuye, las importaciones a bajos
precios llenan el mercado y aumentan los intereses– como en el caso actual de
México.
Hasta
los “éxitos” afectan solamente a una pequeña fracción del total de pobres y
solo salen adelante mientras otros no pueden entrar en el mismo mercado. El
valor de la propaganda del éxito de la microempresa individual es importante,
sin embargo, en incentivar la ilusión de que el neoliberalismo es un fenómeno
popular. Las frecuentes y violentas explosiones sociales que tienen lugar en
las regiones donde se promueve la microempresa nos sugiere que la ideología no
es hegemónica y que las ONGs todavía no han desplazado a los movimientos de
clase independientes.
Finalmente,
las ONGs incentivan un nuevo tipo de colonialismo cultural y hegemónico y la
dependencia. Los proyectos se diseñan o al menos se aprueban dentro de las
“prioridades” de los centros imperiales o en sus instituciones. Ellos son
administrados y “vendidos” a las comunidades. Las evaluaciones se hacen por y
para las instituciones imperiales. Los cambios en el financiamiento de las
prioridades, o una mala evaluación resultan en el dumping de grupos,
comunidades, fincas y cooperativas. Esto ayuda a que todo el mundo sea más
disciplinado para cumplimentar las demandas de los donantes y sus evaluadores
de proyectos. Los nuevos virreyes supervisan y aseguran la conformidad con los
objetivos, valores e ideologías del donante como también del uso adecuado de
los fondos. Donde hay “éxitos” estos son altamente dependientes del apoyo
extranjero continuado, de otra forma ellos colapsarían.
Mientras
que la masa de ONGs se convierte cada vez más en instrumento del
neo-liberalismo, hay una pequeña minoría que trata de desarrollar una
estrategia alternativa que se apoye en las clases y en la política
antimperialista. Ninguna de ellas recibe fondos del Banco Mundial o bancos
europeos ni de las agencias gubernamentales norteamericanas. Ellas apoyan los
esfuerzos por vincular el poder local a las luchas por el poder estatal. Ellas
vinculan proyectos locales a movimientos socio-políticos nacionales que ocupan
grandes extensiones de tierra, defendiendo la propiedad pública y la propiedad
nacional en contra de las transnacionales. Ellas brindan solidaridad política a
los movimientos sociales envueltos en luchas para expropiar la tierra. Ellas
apoyan la lucha de las mujeres vinculadas a perspectivas de clase. Ellas
reconocen la importancia de la política dominante al definir las luchas locales
e inmediatas. Ellas creen que las organizaciones locales deben luchar a nivel
nacional y que los líderes nacionales deben ser responsables de activistas
locales. En una palabra ellas no son post-marxistas.
*El presente texto ha sido tomado del libro LOS RETOS DE LA GLOBALIZACIÓN. Ensayos en Homenaje a Theotonio Dos
Santos. (Nota del Comité de Redacción).
El Socialismo
Heroico y Creador:
«Defensa del
Marxismo»
(Novena
Parte)
Jorge
Oshiro
En la visión filosófica del hombre mariáteguiano podemos
encontrar tres perspectivas unidas orgánica y dialécticamente:
1. dimensión del deseo (conatus)
2. dimensión de la praxis (sociedad)
3. dimensión de la teoría (ratio)
La dimensión del deseo es la expresión mariateguiana del
conatus spinoziano. Este conatus-deseo (Naturaleza) se expresa primeramente en
una praxis comunitaria (económica-social-política). Esta praxis comunitaria es
la base de la Historia.[1] El deseo sin esta
praxis es abstracto, "subjetivo"(Hegel). El conatus se
"objetiva", toma forma específica en la comunidad de los hombres, en
la práctica social. Se articula, se concretiza en lo social, es siempre un fenómeno
social-histórico, implica siempre una relación social específica. En este
sentido el deseo original es el sentimiento de comunidad en el sentido
adleriano. Este deseo original de comunidad no se reduce a la comunidad de los
hombres sino procede de una comunidad aún más primaria: la comunidad con la
Naturaleza. A esta primera relación Hombre-Naturaleza la denomina Mariátegui
"emoción original" («Paisaje Italiano»).
Por otro lado
toda praxis sin el deseo es vacía, Mariátegui lo va llamar a veces "burocrática".
El hacer sin el deseo de hacer es un movimiento "exterior", tiene la
forma de una praxis, pero vacía de contenido; es un movimiento mecánico. En
esta reflexión se basa gran parte de la crítica que hace Waldo Frank a la
práctica capitalista.
Y que Mariátegui recoge al coincidir con De
Man en el sentido de que uno de los motores de la conciencia de clase de la
clase trabajadora es precisamente la lucha contra este vacío de una praxis que
representa la forma de producción capitalista.
Pues esta
atomiza, en su desarrollo de la competencia generalizada y su inevitable
individualismo, el sentimiento original de comunidad humana. Para millones
de trabajadores y empleados el trabajo se ha convertido en una praxis
individual sin deseo, en una praxis mecánica, vacía de su contenido original.
El disloque
entre el trabajador (deseo comunitario) y su trabajo (expresión del sentimiento
comunitario atomizado) se expresa en el vacío de una praxis carente de sentido
(afectivo) y por lo tanto aburrido y monótono.
El trabajo,
dice De Man en formas precapitalistas, por ejemplo en el taller medieval aún
mantenía el sentido, es decir era una praxis como expresión de un deseo. El
capitalismo rompió esta dialéctica del deseo y su praxis.
La tercera
dimensión es el momento reflexivo. En ella el conatus se hace consciente de sí
mismo. Este ha sido el origen de la ratio, que no es otra cosa que el conatus
que reflexiona adecuadamente, el pensamiento claro y distinto (Spinoza).
La Teoría es
por lo tanto un tercer momento, que presupone necesariamente el conatus y su
praxis social. No puede ser por lo tanto primero en el orden de su aparición.
Pero la reflexión, también como una forma específica de la praxis del conatus,
produce algo: la experiencia, el conocimiento.
Lo que a su
vez condiciona el conatus y su praxis. Pero decir experiencia y conocimiento es
decir también "visión del mundo", ideología. Es decir que los
individuos y los grupos sociales van a ir articulando paulatinamente a lo largo
de la historia una imagen del mundo, naturalmente nunca neutral, ni
"objetivo", sino una imagen del mundo correspondiente al complejo de
sus deseos (individuales y de grupo) y a la praxis que "realizan"(en
forma de modificación real de la naturaleza o en forma imaginaria de
construcciones de utopías).
Intuyendo el
concepto del conatus (deseo) Mariátegui puede rechazar todo tipo de moral
dogmática (decálogo, filosofía especulativa) sin caer por tal en ninguna suerte
de relativismo moral, de escepticismo o de cinismo. La moral se basa en el
conatus y la potencia real que éste contenga en el individuo o en el grupo,
siempre específica, siempre diferenciada.
Desde el
momento que sabemos que la sociedad moderna está dividida en clases,
sabemos que cada segmento, grupo o clase expresa un "deseo"
diferente, una voluntad colectiva distinta.
Y en un
primer momento este deseo corresponde exclusivamente al deseo propio del grupo
o clase, y dentro de ella de los individuos específicos. El deseo es
primariamente deseo excluyente. El proceso de la lucha de clases no puede ser
por lo tanto un proceso "mecánico", es decir puramente económico. En
este sentido Mariátegui le da la razón a Henri de Man. La lucha de clases es en
último término lucha de deseos, luchas de voluntades.[2]
Pero el deseo
no es siempre y fatalmente un deseo egoísta, es decir incapaz de trascender los
límites del individuo o del grupo. Aquí se separan radicalmente la visión de
Mariátegui del crítico belga. De Man se queda en el deseo pequeño burgués del
pequeño obrero, del pequeño artesano que quiere conservar sus utensilios de
trabajo, que quiere gozar en su pequeño jardín, y si no lo tiene, en su pequeño
balcón; que quiere gozar por lo menos parcialmente de su trabajo. La
imaginación y la fantasía del socialista belga no da para más. La filosofía
moral de De Man traduce este mundo ínfimo de la pequeña clase obrera, de un
pequeño país, "tampón entre dos grandes" como dice Mariátegui.
Se conforma
con las pequeñas felicidades que la vida diaria aún pueden ofrecerle. Si la
referencia comparativa y permanente del belga es la producción precapitalista
de los talleres medievales, esto no es en absoluto un azar. Su sentimiento
moral corresponde a esta clase de "pequeña gente" con sus "pequeños
deseo" y sus "pequeños problemas". Su imaginación y su
romanticismo no van más allá de las preocupaciones cotidianas
individuales.
La
imaginación y fantasía de Mariátegui es de otro calibre. Su visión de los
obreros no es de un pequeño grupo, de un pequeño país que se contentan con que
les dejen en vivir en paz. Su experiencia europea en períodos que ésta pasaba
graves procesos convulsivos le posibilitó concebir el problema a nivel
universal.
Con él ya no
estamos en una pequeña provincia de un país mediocre, estamos simultáneamente
en todas las esferas del mundo donde se están jugando el destino de la
humanidad. Moscú, París, Nueva York, Londres, Nueva Dehli, México, Buenos
Aires, Lima, etc.etc.
"Todo lo humano es nuestro" escribía en la presentación de Amauta
en setiembre de 1926. Esta visión universal de los problemas más importante en
que se debatía la humanidad y una inquebrantable esperanza en lo humano y en su
futuro, a pesar de su ascendrado "pesimismo de la realidad" hacía
florecer en él una visión del deseo humano universal, de una voluntad que
abarcara todo el género humano, de un deseo que superara todo tipo de barrera,
de clases, de nacionalidad, de razas, aún de religiones y de ideología.
Esta es la "idea" (intuición) mariateguiana, que
podemos ganarla a través de una transposición de una tesis que él hace de Marx.
Mariátegui ha pensado en serio en una sociedad sin clases. Por haber tomado en
serio esta utopía y haberse jugado enteramente la vida en esta fe, puede
escribir y exigir de la clase obrera mundial esta misión de redención del
género humano.
Es una tarea
de titanes, de héroes, se necesita regimentos de Rosa Luxemburgo y de Lenín y
de Trotsky.
La paradoja
aparente de la visión revolucionaria de Mariátegui es que ya desde el comienzo
la revolución exige hombres de nuevo tipo. Paradoja puramente aparente pues la
revolución es un proceso que ya comenzado, allí están las revoluciones
multitudinarias (La Revolución de Octubre, la Revolución Mexicana), el
despertar del Oriente (Gandhi), las obras de un Marx y de un Lenín, de una Rosa
Luxemburgo y la de un Waldo Frank que nos recuerda permanentemente este proceso
en marcha.
[1] No
se entienda aquí las dimensiones Naturaleza e Historia en el sentido
cronológico, primero una y luego la otra. El hombre es Historia de la misma
manera que Naturaleza. Ellas están siempre presentes y son siempre actuales en
el hombre
[2] De
voluntades "objetivadas", articuladas concretamente en el todo
social.
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