miércoles, 30 de abril de 2014

Cultura


Transculturización y Resistencia Cultural

Roque Ramírez Cueva


A PARTIR DEL MOMENTO HISTÓRICO DE LA INVASIÓN europea a América  nuestra sociedad estructurada en base a un eje andino amazónico, desde tiempos del tawantisuyo, empezó a padecer un proceso de transculturización casi permanente. Esto quiere decir que se nos impusieron los rasgos de la cultura occidental dominante, como la europea mediante los imperios coloniales inglés, español y portugués. Proceso de imposiciones que se dieron de modo no tan fácil, debido a los fenómenos de resistencia que se generaron desde tiempos de nuestros bisabuelos pan-tawantisuyanos hasta los migrantes campesinos y citadinos de hoy en día.

        Si, bien es cierto, ya se sabe, a pesar que dicho proyecto de transculturización occidental no pudo hacer tabla rasa ni extirpar las principales raíces de nuestra cultura andino amazónica, sus prácticas y acciones políticas e ideológicas persisten aun en estos tiempos de la segunda década del siglo actual –XXI- . Aclaramos esto porque la generación de jóvenes, desprovista de una formación humanista integral, desconocedora de lecturas básicas acerca de política e ideología, y que tienen nociones tergiversadas de lo que significa política (asimilan sólo la información que le dan los medios masivos, por decir, del comportamiento corrupto de los candidatos, congresistas y autoridades del gobierno nacional y local); decía, hay un vasto número de ellos que intuitivamente se preguntan ¿cómo es posible que aún hoy en día existan actos de transculturización? Más, si consideran que son tiempos donde no se aceptan colonialismos ni práctica alguna de ellos.
Antes de continuar, es claro que tengo la intención de dirigirme a lectores jóvenes. La respuesta a la pregunta anterior no la tienen clara porque, tal vez no han llegado a comprender la noción o idea de transculturización. Apelando a los sociólogos, diremos que es  el proceso gradual o acelerado mediante el cual una cultura ajena de condición dominante influencia o determina al cambio de nuestras identidades nacionales, de nuestras manifestaciones culturales; es decir nuestra forma de SER gente heredera de componentes andinos y amazónicos. Lo hace en diversos planos de la superestructura: en el idioma afectando nuestros dialectos al invadirlo de extranjerismos esnobistas con la pretensión de modernizarnos; en usos y costumbres al orientar nuestra forma de vestir, de celebrar festividades; en lo productivo al enfatizar y privilegiar individualismos arribistas que socaven las formas de convivencia y cooperación colectivas, etc.  En suma, su fin es cambiar los modos de vida culturales que tenemos y que los heredamos de nuestros padres, éstos a su vez de sus abuelos para, en su lugar, asumir lo ajeno de perspectiva alienante. 

        O tal vez, no han llegado a comprender que la transculturización es tan intencional en sus propósitos de sometimiento que obliga, muchas veces, a que se abandonen experiencias tecnológicas, cuyos conocimientos han costado milenios de síntesis, por ejemplo tecnologías de probada eficiencia en lo que a medicina tradicional, a agricultura se refiere; la educación que transferían los abuelos a sus hijos casi se ha perdido, ello impide que las generaciones nuevas desconozcan tecnologías de prevención que reduzcan los riesgos en caso de desastres, sobre todo en un país vulnerabilidad ambiental y de permanente crisis de su sistema    económico capitalista en que no se puede acceder al costo de las tecnologías de punta.

        Esto es en lo general, por tanto es necesario conocer las parcialidades históricas de cómo se inicia y evoluciona este proceso. La historia empieza desde los tiempos, ya se dijo, de la invasión y el colonialismo en que se proscribe la religiosidad –espiritualidad si se quiere-  practicada en las sociedades precolombinas, donde se eliminó la vida de miles de sus sacerdotes y cultores indios, mediante las políticas de extirpación de idolatrías, además de proscribirse el uso de las lenguas maternas, entre ellas el runa simi.

        Desde luego que estas acciones obtuvieron respuestas culturales y religiosas con el movimiento del Taqui Onqoy, junto a las persistentes prácticas clandestinas de los sacerdotes indios que conservaron la religiosidad andina entre las familias  étnicas. Resultado de esa tenaz oposición, hoy en día debajo de las faldas de las representaciones de la Virgen María, se cobija la piedra tutelar de la Mama Cueva, deidad del agua, la cual podemos hallar en la fiesta del agua de San pedro de Casta (Huarochiri, Lima), y en la región Junín bajo los faldones de la Virgen de Cocharcas o Mamacha de las Mercedes. Respecto a los idiomas ancestrales, no sólo se habla el Quechua sino también lenguas pre incas como el aymara y qakaru, aparte de las 40  ó 50 lenguas con que se comunican sendas nacionalidades de la Amazonía.

        En el Perú post independencia  y tiempos de la oligarquía se le pretendió  encerrar, vía la servidumbre, al indio negándole no sólo la identidad de su nacionalidad sino su condición humana, sin derechos básicos, se quiso anular todo lo que representa como etnia, sangre, religiosidad, idioma y cultura; a la par que usurparon sus tierras de comunidad por parte de los hacendados (latifundistas) a favor de una moderna industrialización agraria que nunca llegaría a consolidarse ni en su mejor remedo de producción algodonera y azucarera. De esta manera se fue agrediendo las  estructuras y superestructuras de la organización comunal donde destaca el trabajo y producción colectivos, en provecho de una producción individualista y fraccional se  empobreció el campo y obligó al campesinado a migrar a las grandes urbes. Despoblando comunidades y aldeas rurales, fenómeno que hoy aún se repite en la historia del país.

        Sin embargo, a pesar de esta situación de agresión oligárquica apareció un movimiento político, ideológico, literario, sobre todo social, que conquistó reivindicaciones en pro de la masa campesina nativa y de la cultura peruana (en proceso de composición) y que produjo decisivos cambios en la vida del país.  Este movimiento fue el Indigenismo, el cual vindicó la cultura andina que era la misma  del indio y es muy nuestra, como eje de la cultura nacional, junto al amazónico. Antes del movimiento indigenista, el único soporte cultural vigente era lo foráneo, sustentado en una cultura pro occidental acriollada. Después del indigenismo, los elementos andinos camuflados, clandestinos diríamos, pasaron a incorporarse como parte del proceso de integración nacional que todavía se está forjando.

        En tiempos actuales, épocas de globalización, gracias a la sofisticada tecnología de punta que ha llegado a desarrollar la ciencia, donde los medios masivos de comunicación han llegado a límites insospechados y prácticamente incontrolables, la transculturización  arremete con fuerza insostenible, sobre todo vía la televisión y los sistemas multimedia computarizados del internet. Es tanto el peligro de que se nos manipule con ellos que las escuelas y todo tipo de proyecto educativo, se han convertido en actos protocolares, esto es aparentar educar cuando el real e influyente medio de aprendizaje son dichos medios masivos. Con esto no digo que los avances tecnológicos de la computación no sean necesarios, lo serán mientras el que los usa esté en capacidad de discernir sobre los efectos de su uso.
       
        El asunto es que los niños y jóvenes aprenden rápida y fácilmente y con más empatía de estos nuevos agentes educativos, los cuales por cierto les ofrecen modelos y formas foráneas superficiales, carentes de la raigambre nuestra. De la TV y el internet reciben y prefieren una indiscriminada e hipnótica información donde la atracción por lo científico logra ínfimos porcentajes y la mera diversión altos porcentajes, información no dosificada ni clasificada que los acerca más a ídolos de pie de barro del deporte, del cine y el espectáculo, quienes dicho sea de paso  tienen un perfil bastante frívolo y alienado, todo lo cual aporta en dichos estudiantes a una formación insustancial y vacía. Si ya en las escuelas secundarias y superiores se manifestaban brotes de analfabetismo funcional, con estos nuevos agentes se reproducen millones  de analfabetos modernos que es lo mismo. Los resultados del diagnóstico son elocuentes, hay deficiencias en razonamiento lógico matemático y en la comprensión de textos; esto es no se infiere ni se lee. Obvio el abuso del chat, del inbox, de una reescritura casi jeroglífica en las redes y soportes on line o digitales más la caja boba (TV) priorizando la diversión por la diversión, no lo permiten.
       
        Permítasenos que se insista en señalar el real peligro de la transculturización en estos tiempos y eso no es otra cosa que advertir el abandono de la educación informal en los hogares, de la no trasmisión de experiencias vía oral, vía la conversación de adultos a jóvenes, en el seno familiar en particular. Ya se adelantó que toda transculturización genera asimilar moldes foráneos sobre todo cuando no nos son útiles, aparte de su mayor costo. Esto induce a desprenderse y desarraigarse de las experiencias vivenciales y cognoscitivas de los abuelos, ignorándose y hasta olvidando asuntos tan importantes como lo es el conocimiento de tecnologías que los pueblos han adquirido en cientos y miles de años.
       
        Ya afirmamos sobre el don curativo de las plantas, agreguemos la tecnología genética de las semillas que por ejemplo producen cerca de 800 variedades de papa. Así mismo los investigadores de la geografía y la ecología como el doctor Javier Pulgar Vidal y el  doctor Antonio Brack Egg, apelan al conocimientos y a la lengua de los pueblos andinos para proponer y sustentar sus teorías acerca de los pisos ecológicos regionales que demarcan nuestros ámbitos geográficos; mientras que, las juventudes influenciadas por culturas foráneas opuestas a nuestras raíces, desprecian y desperdician dichos conocimientos; a veces, hasta tomando a burla los mismos.
       
        Ahora bien, la respuesta o resistencia cultural a estas nuevas imposiciones de sujeción cultural, por ser recientes, no se dejan percibir todavía. No observamos que los maestros hayan tomado iniciativas. Es bastante seguro que una de las respuestas de resistencia sea el hecho que los pueblos migrantes han trasladado a Lima, Trujillo, Arequipa, Chimbote sus expresiones y manifestaciones culturales, vía clubes provinciales, extendiendo a soto voce el habla del quechua y peruanizando los bailes y cantos andinos a lo largo del país. No sabemos cuánto ha influido su accionar colectivo. Pero, sin duda, en la dinamización e interrelación de labor colectiva con nuestros rasgos andino amazónicos, en pro de un sincretismo que sea avanzada del proceso de cholificación, generado las últimas décadas del siglo XX (aún continuado las primeras del siglo XXI), tal vez seamos testigos de una respuesta de resistencia que se está gestando.

Resistencia a la Transculturización en la Literatura

Toda la anterior revisión histórica de lo que ha sido y es  el fenómeno de transculturización, no es algo que se desconozca, las esferas intelectuales y académicas lo saben bien, y lo han debatido y debaten cada vez con mayores luces. Particularmente, los escritores en sus obras han expuesto sus puntos de vista mediante sesudos o intuitivos personajes. Precisamente, y a propósito de la resistencia cultural de los indios, éstos dieron una respuesta que conmocionó las esferas culturales dominantes. Escribiendo ficción, narrando con su propia voz, desde su esencia interior sobre el mundo andino en la pluma de uno de sus hijos, el inolvidable José María Arguedas, después de todo, ellos lo amamantaron étnicamente.

        Resulta ocioso advertir que en la obra que en la obra de los escritores no sólo se debatió sino que se ha venido reconstruyendo dichos procesos: la transculturización y la resistencia cultural. Las obras de una élite consagrada a los cánones occidentales, áulica –señala Mariátegui- del poder centralista que maneja las riendas improductivas del país, ha venido tratando de persuadirnos con  en el clisé de la modernidad, de la aculturación, a una vana convivencia con el rostro de una metrópoli cosmopolita como expresión única de lo nacional, complementando esa visión con la supuesta imparcialidad y sesgo de las voces poéticas y de los narradores, consagrando un stablishment de predominancia occidentalista que vitupere a sus opositores.

        Cierto, hay las obras de los otros escritores que proponen puntos de vista parcializados, que presentan el connubio andino del soncco sua ante la favorecida y privilegiada urbe y la arcana y mágica aldea, que presentan voces poéticas y personajes de estirpe romántica, que expresan la no modernidad de cosmogonías y raíces telúricas con perspectiva universal, la herencia del Vallejo universal es irrefutable. Hay colectivo de escritores dedicados a desmontar cánones que camuflen cualquier tipo de sometimiento cultural; en fin, payadores que frecuentan junto con sus lectores lo recóndito del país, aun tomando forma de tal.

        Y, en definitiva, este es el meollo, dar respuesta a los áulicos consagrados   que cuentan con una maquinaria editorial controlada por el orden centralista que favorece sus planes de enajenación. Y dar respuesta sin huirle a los rigores que exige toda obra literaria, sin ser paternalista con las expresiones chauvinistas. Dar respuestas diversas que no solo resuelvan las urgencias sociales reivindicativas del momento, sino que apunten a contribuir al diseño y ejecución impostergable de horizontes utópicos.




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