¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Nuestro Mayor Problema Histórico*
Eduardo Ibarra
La
cuestión nacional en el Perú comprende no sólo el problema de la tierra, sino
también el problema de nuestra dualidad histórica. ¿Cuándo apareció esta
dualidad? ¿Qué aspectos comprende? ¿Qué relación guarda con el problema
primario del Perú? ¿Por qué no ha sido resuelta hasta hoy? ¿Cuál es su
solución?
I
Mariátegui
señaló que "Hasta la Conquista se desenvolvió en el Perú una economía que
brotaba espontánea y libremente del suelo y la gente peruanos". Hay que
señalar que, hasta la
Conquista, se desenvolvieron, también, en el Perú, una
política y una cultura que brotaban igualmente del proceso autónomo de la
población originaria. La Conquista aparece, por lo tanto, como una solución de
continuidad del Tawantinsuyu, tanto en el plano de la economía, como en los
planos de la política y la cultura. Desarticulada la civilización incaica,
España impuso una economía, una política y una cultura feudales. A esto se sumó
el hecho de que la Conquista significó asimismo un conflicto entre la raza
blanca y las razas indígenas. Así, el feudalismo impuesto por España dio inicio
a la vía colonial que caracteriza hasta hoy nuestro proceso histórico. La Conquista aparece, pues,
como el punto de partida de nuestra dualidad. Por eso Mariátegui sostuvo que
esta dualidad "nace... del pecado de la Conquista. Del pecado original
trasmitido a la República, de querer constituir una sociedad y una economía
peruana 'sin el indio y contra el indio'" (1)
La economía que impusieron los españoles en el Perú
combinaba la explotación del suelo y de las minas de oro y plata. En la
explotación del suelo, impusieron relaciones feudales, pero, tal cual anotó
Mariátegui, “como para el trabajo de las haciendas de la costa se recurrió a la
importación de esclavos negros, a los elementos y características de una
sociedad feudal se mezclaron elementos y características de una sociedad
esclavista" (2). La explotación de las minas determinó que las bases
económicas de la Colonia
se establecieran en la sierra, aunque su centro político-administrativo
estuviera en Lima. Esta situación fue rectificada sin embargo en la República
con la explotación del guano y el salitre. Desde entonces el centro económico y
el centro político-administrativo del país empezaron a coincidir en la costa.
Por eso Mariátegui puntualizó que la explotación del guano y el salitre
"Fortalecieron el poder de la costa. Estimularon la sedimentación del Perú
nuevo en la tierra baja. Y acentuaron el dualismo y el conflicto que hasta
ahora constituyen nuestro mayor problema histórico" (3). Por eso, mantuvo
que "la dualidad de la historia y del alma peruanas, en nuestra época, se
precisa así como un conflicto entre la forma histórica que se elabora en la
costa y el sentimiento indígena que sobrevive en la sierra hondamente enraizado
en la naturaleza" (4).
"En el período dominado y caracterizado por el
comercio del guano y del salitre –observó Mariátegui– el proceso de la
transformación de nuestra economía, de feudal en burguesa, recibió su primera
enérgica propulsión" (5). Esta enérgica propulsión se expresó, pues, en el
desarrollo del capitalismo prevalentemente en la costa, mientras el
colectivismo indígena aún permanece en la sierra despojado de su autonomía al
encontrarse reducido al papel de apéndice del latifundio, semifeudal o
capitalista; como consecuencia de esto, el gamonalismo aparece sustentado en un
sistema de latifundio-comunidad, en el que el colectivismo indígena se
encuentra ciertamente degradado en sus relaciones externas. Es necesario, sin
embargo, precisar el destino histórico de ambos polos de este sistema, pues la
comunidad es potencialmente célula económica del Estado socialista. El
socialismo deberá cancelar el latifundio, pero, al mismo tiempo, deberá recrear
la comunidad.
En el plano político, puede decirse que la política
peruana se presenta, aún ahora, como burguesa en la costa y semifeudal en la
sierra (aunque la semifeudalidad no exista ya con los contornos de antes). La
causa originaria de esto reside en el hecho de que la Independencia fue actuada
por una burguesía inorgánica, "confundida y enlazada en su origen y
estructura con la aristocracia, formada principalmente por los encomenderos y
terratenientes de la colonia, pero obligados por su función a adoptar los
principios fundamentales de la economía y la política liberales" (6). En
ciento ochenta años de gestión, la burguesía peruana no ha sabido superar completamente
esta limitación consustancial a su origen. Y esta limitación no podía menos de
traer aparejada una doble política. El gamonalismo es, a la postre, una
expresión de este dualismo. Por eso Mariátegui señaló que "El centralismo
se apoya en el caciquismo y el gamonalismo regionales" (7). Por eso anotó
que "El gamonalismo dentro de la república central y unitaria, es el
aliado y el agente de la capital en las regiones y en las provincias" (8).
Y por eso sostuvo que "El Estado no controla sino una parte de la
población. Sobre la población indígena su autoridad pesa por intermedio y al
arbitrio de la feudalidad o el gamonalismo" (9). Esta situación, desde
luego, ha cambiado bastante, pero no ha sido cabalmente liquidada.
En el plano de la cultura, con la Conquista, primero,
y con la Colonia después, se instaló asimismo en nuestra sociedad un conflicto
entre la cultura feudal y la cultura indígena. España impuso en el Perú la
jerarquía feudal, el catolicismo, la Inquisición, la Contrarreforma
-espíritu reaccionario, método jesuítico, casuismo escolástico- entre otras
formas culturales. No obstante, debido a una serie de factores, la cultura
indígena, si bien fue desarticulada, en cambio no pudo ser destruida del todo,
sobreviviendo hasta hoy sus elementos más esenciales, como las lenguas y el
espíritu colectivista por ejemplo, aunque en una situación de evidente
precariedad. Este conflicto, por lo demás, ha ido resolviéndose, desde la Colonia misma, con la fusión de elementos
de la tradición cultural indígena y elementos de las tradiciones culturales
española y republicana (10).
Un elemento nada desdeñable de este aspecto cultural
de nuestra dualidad es el factor étnico (11). Al desprecio del blanco español
por el indio en la Colonia
le siguió el desprecio del criollo por el indio en la República. Por eso
Mariátegui señaló que "Los elementos feudales o burgueses, en nuestros
países, sienten por los indios, como por los negros y mulatos, el mismo
desprecio que los imperialistas blancos. El sentimiento racial actúa en esta
clase dominante en un sentido absolutamente favorable a la penetración
imperialista. Entre el señor o el burgués criollo y sus peones de color, no hay
nada de común. La solidaridad de clase, se suma a la solidaridad de raza o de
prejuicio, para hacer de las burguesías nacionales instrumentos dóciles del
imperialismo yanqui o británico. Y este sentimiento se extiende a gran parte de
las clases medias, que imitan a la aristocracia y a la burguesía en el desdén
por la plebe de color, aunque su propio mestizaje sea demasiado evidente"
(12).
El racismo de las clases explotadoras con respecto a
las razas de color se complica pues con el racismo entre estas últimas. Por eso
Mariátegui sostuvo que "La raza negra, importada a la América Latina por
los colonizadores para aumentar su poder sobre la raza indígena americana, llenó
pasivamente su función colonialista. Explotada ella misma duramente, reforzó la
opresión de la raza indígena por los conquistadores españoles. Un mayor grado
de mezcla, de familiaridad y de convivencia con éstos en las ciudades
coloniales, la convirtió en auxiliar del dominio blanco, pese a cualquier
ráfaga de humor turbulento y levantisco. El negro o mulato, en sus servicios de
artesano o doméstico, compuso la plebe de que dispuso siempre más o menos
incondicionalmente la casta feudal. La industria, la fábrica, el sindicato,
redimen al negro de esta domesticidad. Borrando entre los proletarios la
frontera de la raza, la conciencia de clase eleva moral, históricamente, al
negro. El sindicato significa la ruptura definitiva de los hábitos serviles que
mantienen, en cambio, en él la condición de artesano o criado" (13).
Y aun puntualizó Mariátegui que "Del prejuicio
de la inferioridad de la raza indígena, empieza a pasarse al extremo opuesto:
el de que la creación de una nueva cultura americana será esencialmente obra de
las fuerzas raciales autóctonas. Suscribir esta tesis es caer en el más ingenuo
y absurdo misticismo. Al racismo de los que desprecian al indio, porque creen
en la superioridad absoluta y permanente de la raza blanca, sería insensato y peligroso
oponer el racismo de los que superestiman al indio, con fe mesiánica en su
misión como raza en el renacimiento americano" (14).
En suma, si en la Conquista y en la Colonia la
dualidad aparecía como un conflicto entre el feudalismo colonial y el colectivismo
indígena, entre el español y el indio, entre el castellano y el quechua, entre
la costa y la sierra, entre la cultura feudal y la cultura indígena, en la
República aparece como un conflicto entre el capitalismo y el feudalismo, entre
el criollo y el indio, entre el castellano y el quechua, entre la costa y la
sierra, entre la ciudad y el campo, entre el individualismo burgués y el
colectivismo indígena.
Nuestra dualidad histórica está aparejada al problema
de la tierra. Si la revolución de la Independencia hubiese liquidado el feudalismo, el
Perú hubiese podido ser una nación. Pero la Independencia fue
una revolución anticolonial mas no antifeudal. Y la República, malgrado su
retórica liberal, ha sido incapaz de resolver el problema de la tierra. De
hecho, la solución de nuestra dualidad histórica depende en principio de la
solución de este problema.
II
Ciertamente
la realidad peruana presenta una pluralidad que parece contrariar la tesis del
dualismo. De este hecho se sirven Augusto Salazar Bondy, Matos Mar, Bravo
Bresani, Aníbal Quijano, entre otros, para oponer la tesis de la pluralidad a
la tesis de la dualidad (15). Pero todos ellos han pasado por alto esta
advertencia de Mariátegui: "En la sociedad peruana distingo dos elementos
fundamentales, dos fuerzas sustantivas. Esto no quiere decir que no distingo
nada más. Quiere decir solamente que todo lo demás, cuya realidad no niego, es
secundario" (16). Así pues, Mariátegui era plenamente consciente de la
pluralidad peruana. Por eso, anotó que "en el Perú actual coexisten
elementos de tres economías diferentes. Bajo el régimen de economía feudal
nacido de la Conquista
subsisten en la sierra algunos residuos vivos todavía de la economía comunista
indígena. En la costa, sobre un suelo feudal, crece una economía burguesa que,
por lo menos en su desarrollo mental, da la impresión de una economía
retardada" (17). Y observó que "En la Montaña, o más propiamente
hablando, en el antiguo departamento de Loreto, existen pueblos de costumbres y
tradiciones propias, casi sin parentesco con las costumbres y tradiciones de
los pueblos de la Costa y de la Sierra. Loreto tiene indiscutible
individualidad en nuestra sociología y nuestra historia. Sus capas biológicas
no son las mismas. Su evolución social se ha cumplido diversamente" (18).
Y aun señaló que "El mestizaje es un fenómeno que ha producido una
variedad compleja, en vez de resolver una dualidad, la del español y el
indio" (19).
Como se ve, Mariátegui habló no de dos sino de tres
economías diferentes, distinguió los pueblos de Loreto, con sus costumbres y
tradiciones propias, y hasta señaló que el mestizaje no ha resuelto
precisamente una dualidad. Pero, en tanto el juicio "bajo el régimen de economía feudal nacido de la Conquista subsisten
en la sierra algunos residuos vivos todavía de la economía comunista
indígena" (cursiva nuestra) encierra la idea de que esta última economía
está absorbida, en calidad de apéndice, por el latifundio, resulta pertinente,
entonces, hablar, como lo hemos hecho arriba, del sistema latifundio-comunidad
como la base que sustenta la supervivencia del gamonalismo; por lo tanto, puede
decirse que, en un cierto sentido, latifundio y comunidad constituyen uno de
los términos de nuestra dualidad en el terreno de la economía (20).
Mariátegui, pues, mantuvo la tesis de la dualidad,
sencillamente porque los elementos fundamentales, las fuerzas sustantivas, son,
efectivamente, dos: capitalismo y feudalismo. Los demás elementos, las demás
fuerzas son, ciertamente, secundarios. En consecuencia, la dualidad se presenta
como un concepto de alto nivel de abstracción que revela lo esencial de nuestra
diversidad. De hecho, este concepto sirve para precisar el conflicto entre
capitalismo y precapitalismo en la estructura de la sociedad peruana. Y,
consiguientemente, para revelar los verdaderos conflictos de clase que se
agitan en el fondo de nuestra diversidad.
Sin embargo, cualquiera podría aducir que Mariátegui
negaba la pluralidad de nuestra realidad, recordando esta opinión suya:
"La unidad peruana está por hacer; y no se presenta como un problema de
articulación y convivencia, dentro de los confines de un Estado único, de
varios antiguos pequeños estados o ciudades libres. En el Perú el problema de
la unidad es mucho más hondo, porque no hay aquí que resolver una pluralidad de
tradiciones locales o regionales sino una dualidad de raza, de lengua y de
sentimientos nacida de la invasión y conquista del Perú autóctono por una raza
extranjera que no ha conseguido fusionarse con la raza indígena ni eliminarla
ni absorberla" (21). Pero lo que en realidad encierra esta afirmación es
la idea de que lo que hay que resolver es la dualidad surgida de la Conquista y vigente
hasta hoy, pues la solución de nuestra diversidad sólo puede tener curso a condición
de resolver primero el problema primario del Perú. En sentido estricto, el Perú
no es todavía una comunidad nacional: es solamente una comunidad estatal, en
cuyos confines se procesa lenta y difícilmente la nación que, por lo demás, es
probable que tenga su coronamiento con la revolución socialista.
III
Por
otro lado, hay que señalar que Mariátegui no concebía la dualidad como si el
capitalismo y la feudalidad fuesen compartimentos
estancos. Los impugnadores de la dualidad, como Gunder Frank o Rodolfo
Stavengahen, por ejemplo, pretenden invalidar la tesis de la dualidad con
argumentos que, sin embargo, no afectan la concepción mariateguiana. Mientras
el primero considera que la tesis de la dualidad implicaría la coexistencia de
dos estructuras con su propia lógica cada una y sin relación ninguna entre sí
(22), el segundo pretende que no puede hablarse de dualidad en tanto la
"estructura arcaica" y la "estructura moderna" están
siempre recíprocamente ligadas en cuanto "representan el funcionamiento de
una sola sociedad global de la que ambos polos son partes integrantes"
(23). Ciertamente el fondo común de estas impugnaciones es la negación del
feudalismo en la Colonia y de la semifeudalidad en la República.
De hecho, hay más de un concepto de la dualidad (24).
Así las cosas, el caso es que Mariátegui comprendió la feudalidad subsistente
como un elemento constitutivo de la sociedad peruana sujeto, a partir de un
momento dado, a la lógica del modo de producción capitalista (25). Por la forma
dialéctica en que Mariátegui comprendió esta articulación y sus manifestaciones
más fundamentales, su tesis de la dualidad es inmune a sus impugnadores.
IV
Mariátegui
sostuvo que "El mestizaje necesita ser analizado, no como cuestión étnica,
sino como cuestión sociológica" (26).
Como cuestión sociológica, "el mestizaje descubre... sus verdaderos
conflictos; su íntimo drama. El color de la piel se borra como contraste; pero
las costumbres, los sentimientos, los mitos, -los elementos espirituales y
formales de esos fenómenos que se designan con los términos de sociedad o de
cultura- reivindican sus derechos. El mestizaje, -dentro de las condiciones
económico-sociales subsistentes entre nosotros-, no sólo produce un nuevo tipo
humano y étnico sino un nuevo tipo social" (27). De hecho, con esto
Mariátegui planteó el problema de la formación del "carácter
nacional". No se trata pues de un mestizaje exclusivamente racial, sino
fundamentalmente cultural. Dicho con otras palabras, aquí Mariátegui esclareció
precisamente las bases del proceso de
formación de la cultura nacional (28).
Mariátegui sostuvo también que "En el Perú, por
la impronta diferente del medio y por la combinación múltiple de las razas
entrecruzadas, el término mestizo no tiene siempre la misma significación. El
mestizaje es un fenómeno que ha producido una variedad compleja, en vez de
resolver una dualidad, la del español y el indio" (29). En efecto, en el
Perú se ha producido, desde la Colonia, una mezcla de españoles, indios y
negros fundamentalmente. Es decir, el mestizaje no ha resultado de una
dualidad, sino de una pluralidad. Puede decirse entonces que, en principio, el
mestizaje ha dado como resultado natural una compleja variedad de tipos étnicos.
Pero además, Mariátegui observó que "El Dr. Uriel
García halla el neo-indio en el mestizo. Pero este mestizo es el que proviene
de la mezcla de las razas española e indígena, sujeta al influjo del medio y la
vida andinos. El medio serrano en el cual sitúa el Dr. Uriel García su
investigación, se ha asimilado al blanco invasor. Del brazo de las dos razas,
ha nacido el nuevo indio, fuertemente influido por la tradición y el ambiente
regionales" (30). Y agregó
que "Este mestizo, que en el proceso de varias generaciones, y bajo la
presión constante del mismo medio telúrico y cultural, ha adquirido ya rasgos
estables, no es el mestizo engendrado en la costa por las mismas razas. El
sello de la costa es más blando. El factor español, más activo" (31). De
este modo, pues, Mariátegui hizo una distinción entre el mestizo de la sierra y
el mestizo de la costa: mientras el primero está influido por la tradición y el
ambiente andinos, el segundo presenta una fisonomía occidental; entre el uno y el otro la diferencia es, pues, de
orden cultural. En consecuencia, puede decirse que, sobre un fondo plural de
tipos étnicos, el mestizaje ha producido, finalmente, una dualidad de tipos sociales.
Con relación al chino y al negro, Mariátegui señaló
que "Ninguno de estos dos elementos han aportado aún a la formación de la
nacionalidad valores culturales ni energías progresivas" (32). Y subrayó
que "El chino... no transfiere al mestizo ni su disciplina moral, ni su
tradición cultural y filosófica, ni su habilidad de agricultor y artesano. Un
idioma inasequible, la calidad del inmigrante y el desprecio hereditario que
por él siente el criollo, se interponen entre su cultura y el medio" (33).
Y que "El aporte del negro, venido como esclavo, casi como mercadería,
aparece más nulo y negativo aún. El negro trajo su sensualidad, su superstición,
su primitivismo. No estaba en condiciones de contribuir a la creación de una
cultura sino más bien de estorbarla con el crudo y viviente influjo de su
barbarie" (34).
No obstante, Mariátegui fue consciente de la
posibilidad de aportes del negro y del chino a la cultura nacional. Por eso
escribió que "Ninguno de estos dos elementos han aportado aún…" (cursiva nuestra). Y,
justamente, el desarrollo de nuestra sociedad ha traído aparejados algunos
elementos positivos aportados por el negro y el chino a la formación de nuestra
cultura (35).
En fin, Mariátegui puntualizó que si, por “[la]
abigarrada combinación de razas”, la imprecisión del mestizo como tipo racial
"no importa en sí misma una inferioridad" (36), el "hibridismo del tipo social, se traduce, por un
oscuro predominio de sedimentos negativos, en una estagnación sórdida y
morbosa. Los aportes del negro y del chino se dejan sentir, en este mestizaje,
en un sentido casi siempre negativo y desorbitado. En el mestizo no se prolonga
la tradición del blanco ni del indio: ambas se esterilizan y contrastan. Dentro
de un ambiente urbano, industrial, dinámico, el mestizo salva rápidamente las
distancias que lo separan del blanco, hasta asimilarse la cultura occidental,
con sus costumbres, impulsos y consecuencias. Puede escaparle -le escapa
generalmente- el complejo fondo de creencias, mitos y sentimientos, que se
agita bajo las creaciones materiales e intelectuales de la civilización europea
o blanca; pero la mecánica y la disciplina de ésta le imponen automáticamente
sus hábitos y sus concepciones. En contacto con una civilización maquinista,
asombrosamente dotada para el dominio de la naturaleza, la idea del progreso,
por ejemplo, es de un irresistible poder de contagio o seducción. Pero este proceso
de asimilación o incorporación se cumple prontamente sólo en un medio en el
cual actúan vigorosamente las energías de la cultura industrial. En el
latifundio feudal, en el burgo retardado, el mestizaje carece de elementos de
ascensión. En su sopor extenuante, se anulan las virtudes y los valores de las
razas entremezcladas; y, en cambio, se imponen prepotentes las más enervantes
supersticiones" (37).
Y observó que "para el hombre del poblacho
mestizo... la civilización occidental constituye un confuso espectáculo, no un
sentimiento. Todo lo que en esta civilización es íntimo, esencial,
intransferible, energético, permanece ajeno a su ambiente vital. Algunas
imitaciones externas, algunos hábitos subsidiarios, pueden dar la impresión de
que este hombre se mueve dentro de la órbita de la civilización moderna. Mas,
la verdad es otra" (38).
Y agregó que "Desde este punto de vista, el
indio, en su medio nativo, mientras la emigración no lo desarraiga ni lo
deforma, no tiene nada que envidiar al mestizo. Es evidente que no está
incorporado aún en esta civilización expansiva, dinámica, que aspira a la
universalidad. Pero no ha roto con su pasado. Su proceso histórico está
detenido, paralizado, mas no ha perdido, por esto, su individualidad. El indio
tiene una existencia social que conserva sus costumbres, su sentimiento de la
vida, su actitud ante el universo. Los 'residuos' y las derivaciones de que nos
habla la sociología de Pareto, que continúan obrando sobre él, son los de su
propia historia. La vida del indio tiene
estilo. A pesar de la conquista, del latifundio, del gamonal, el indio de la Sierra se mueve todavía, en
cierta medida, dentro de su propia tradición. El 'ayllu' es un tipo social bien
arraigado en el medio y la raza". "El indio sigue viviendo su antigua
vida rural. Guarda hasta hoy su traje, sus costumbres, sus industrias típicas.
Bajo el más duro feudalismo, los rasgos de la agrupación social indígena no han
llegado a extinguirse. La sociedad indígena puede mostrarse más o menos
primitiva o retardada; pero es un tipo orgánico de sociedad y de cultura. Y ya
la experiencia de los pueblos de Oriente, el Japón, Turquía, la misma China,
nos han probado cómo una sociedad autóctona, aun después de un largo colapso,
puede encontrar por sus propios pasos, y en muy poco tiempo, la vía de la
civilización moderna y traducir, a su propia lengua, las lecciones de los
pueblos de Occidente" (39).
Este magistral análisis de Mariátegui es de
extraordinaria importancia tanto en sus premisas como en su corolario. En
efecto, sólo teniendo en cuenta su significado, es posible comprender el
trasfondo de la dualidad peruana y la vía de su solución. No es el tipo racial,
sino el medio social lo que determina el desarrollo o la estagnación del
individuo, del ser social. Desde el medio rural -precapitalista todavía en
parte- la civilización occidental aparece como un confuso espectáculo, tanto
para el indio como para el mestizo, porque el sentimiento de éstos es otro
distinto al del individualismo burgués; del mismo modo como, para el hombre de
la urbe, la vida rural aparece como un curioso espectáculo, en virtud de su
distinto ritmo y diferente ánima, de su "cierto quietismo y cierto
éxtasis" (40). En efecto, en una cierta medida el indio no ha roto con su
pasado y, por esta razón, no ha perdido su individualidad, por cuya causa su
vida tiene estilo y continúa desenvolviéndose en algún grado dentro de su
propia tradición, no obstante los avances del capitalismo. Así, la comunidad
indígena aparece como una institución social orgánicamente arraigada en el
medio y la raza, es decir, como un factor a la vez económico y cultural
realmente fundamental en la vida del hombre andino; esta realidad, dicho sea de
paso, ha sido recreada, ejemplarmente, en el plano de la literatura, por Ciro
Alegría en su descripción de la vida en la comunidad de Rumi en su famosa
novela El Mundo es Ancho y Ajeno, así
como por José María Arguedas en su descripción de la comunidad de Lahuaymarca
en su no menos famosa Todas las Sangres.
Estas son, pues, las premisas. Ahora bien, en tanto los caracteres del
colectivismo indígena no han llegado a extinguirse como organización económica
y social y, en consecuencia, tampoco como elemento cultural, tiene de hecho la
posibilidad de encontrar, por sus propios pasos, la vía de la civilización
moderna y traducir, a su propia lengua, las conquistas de los pueblos de
occidente. Lo que quiere decir que, mutatis mutandis, la comunidad
indígena puede revitalizarse en la praxis del socialismo contemporáneo. Si la
revolución peruana alcanza la victoria a tiempo, esta revitalización, o, mejor
dicho, esta recreación sería, ni más ni menos, el maravilloso punto de
encuentro de los elementos supervivientes del socialismo indígeno-originario
con el socialismo proletario. He aquí el corolario.
V
Mariátegui
señaló que "Era fatal que lo heteróclito y lo abigarrado de nuestra
composición étnica trascendiera a nuestro proceso literario" (41). Y
agregó que "El dualismo peruano se refleja y se expresa, naturalmente, en
la literatura" (42). Con esto indicó que, sobre el mismo fondo étnico plural
de que hemos hablado arriba, en la literatura peruana se refleja el dualismo de
raza, lengua y sentimiento que caracteriza la historia y el alma peruanas desde
la Conquista. Por eso sostuvo que "El dualismo quechua-español del Perú,
no resuelto aún, hace de la literatura nacional un caso de excepción que no es
posible estudiar con el método válido para las literaturas orgánicamente nacionales,
nacidas y crecidas sin la intervención de una conquista. Nuestro caso es
diferente del de aquellos pueblos de América, donde la misma dualidad no
existe, o existe en términos inocuos" (43).
De hecho, este dualismo marca el proceso histórico y
el corpus de nuestra literatura,
precisamente porque se expresa de una manera concreta en la creación de algunos
de nuestros escritores. En nuestra literatura contemporánea, el caso más típico
de esto último es, probablemente, el de José María Arguedas. Arguedas refleja
en su obra nuestro mayor problema histórico y, a la vez, representa un caso
excepcional de expresión del alma indígena en idioma español. Este es un hecho
ciertamente paradójico e indudablemente expresivo.
En un artículo publicado en la revista Casa de las Américas, el Vargas Llosa socialista dejó escrito a propósito de
este logro arguediano: "Había que encontrar un estilo que permitiese reconstituir en español y dentro de
perspectivas culturales occidentales, un mundo cuyas raíces profundas son
diferentes y hasta opuestas a las nuestras. El obstáculo principal, claro está,
era el idioma. El indio habla y piensa en quechua... La solución residía en
encontrar en español un estilo que diera por su sintaxis, su ritmo y aun su
vocabulario, el equivalente del
idioma del indio... Arguedas ha conseguido llevar a los lectores de habla
española una traducción del lenguaje
propio del indio. Y de este modo pudo, a la vez, recrear en español el mundo íntimo
del indio, su sensibilidad, su psicología, su mítica: ya sabemos que todas las
características emocionales y espirituales de un pueblo se hallan representadas
en su lengua" (44).
Por su parte, Antonio Cornejo Polar sostiene sobre el
tema: “La creación del quechua-español de Arguedas importa la expresión más
cabal de la problemática de toda su obra. Y, en concreto, de esa nueva
oposición que encontramos en Yawar Fiesta y Los ríos profundos.
El mundo costeño, que brutalmente se inserta en el andino, dominándolo, exige
el uso del español, de su lengua. El aceptar este requerimiento, aceptación
condicionada por la estructura básica de la sociedad peruana, al margen de
cualquier otra motivación específicamente estética, implica que, de hecho, los
sucesos del mundo andino, su índole más íntima, será revelada ante los ojos del
otro mundo, del costeño. En efecto: si bien el esfuerzo máximo es por confundir
el español con el quechua para dar la impresión de éste y para revelar el mundo
en él subyacente, el solo uso primario del español, aunque modificado, señala
la necesidad de una comunicación
efectiva con el otro sector del universo”. “El lenguaje de Arguedas es, pues,
polivalente. Se proyecta hacia dos metas: por una parte, como postula Alejo
Carpentier, debe ser adánico, mencionador de dimensiones inéditas del hombre y
del mundo, capaz de revelar lo aún no revelado, de decir lo todavía no dicho;
esto es, la intimidad real del mundo indio y, en general, del mundo andino;
pero, de otro lado, esta revelación no puede cerrarse al nivel de la pura expresión, tiene que
resolverse comunicativamente en una
sociedad distinta de la que ha sido materia de esa expresión. Por consiguiente,
la problemática del lenguaje de Arguedas queda instaurada dentro de una doble y
contradictoria solicitación: la de la fidelidad, por un lado, y la de la
inteligibilidad, por otro. Es ésta, sin duda,
la vieja oposición entre comunicación y expresión; sin embargo, en el
caso de la narrativa de Arguedas, entran en juego órdenes y categorías de
complejidad enorme, que tiñen el conflicto de auténtico dramatismo, y su
significado es individual y social al mismo tiempo: incluye la especificidad de
un hombre y la peculiaridad de una sociedad múltiple y contradictoria, la
dispersa y heterogénea sociedad peruana” (45).
El propio Arguedas confesó con respecto a esto mismo
lo siguiente: "Mi pelea ha sido por encontrar un estilo que se adecuara a
la revelación de este mundo tal como yo lo sentía, tal como estaba dentro de
mí... Cuando un novelista es el continuador de una tradición literaria,
probablemente no tiene grandes problemas técnicos, pero cuando tiene que
revelar algo que no han dicho los demás, entonces tiene la necesidad de crearse
una técnica y esa necesidad de crear la nueva técnica es una consecuencia de
que no existe un instrumento ya hecho para revelar ese mundo. En mi caso, el
problema de la técnica ha sido una pelea con el lenguaje" (46).
Como resultado de esta pelea con el lenguaje, Arguedas logró finalmente crear un estilo,
una técnica, un instrumento lingüístico para revelar la tradición indígena: esa
suerte de castellano-quechua que
caracteriza su literatura; castellano-quechua que, por lo demás, caracteriza
también, aunque con rasgos distintos, la fabla popular de vastos sectores de
nuestra población (47).
Mariátegui mantuvo que "Materia primaria de
unidad de toda literatura es el idioma" (48). Y agregó que "La
literatura nacional es en el Perú, como la nacionalidad misma, de irrenunciable
filiación española. Es una literatura escrita, pensada y sentida en español,
aunque en los tonos, y aún en la sintaxis y prosodia del idioma, la influencia
indígena sea en algunos casos más o menos palmaria e intensa. La civilización
autóctona no llegó a la escritura y, por ende, no llegó propia y estrictamente
a la literatura, o más bien, ésta se detuvo en la etapa de los aedas, de las
leyendas y de las representaciones coreográfico-teatrales. La escritura y la
gramática quechuas son en su origen obra española y los escritos quechuas pertenecen
totalmente a literatos bilingües como el Lunarejo, hasta la aparición de
Inocencio Mamani, el joven autor de Tucuípac
Munashcan. La lengua castellana, más o menos americanizada, es el lenguaje
literario y el instrumento intelectual de esta nacionalidad cuyo trabajo de
definición aún no ha concluido" (49).
El castellano es, pues, "el lenguaje literario y
el instrumento intelectual" de nuestra nación en formación. Esta es la
realidad. Por eso, Mariátegui señaló que nuestra literatura tiene una
"irrenunciable filiación española". Pero, señalando esta verdad,
constató, al mismo tiempo, que, en algunos casos, está fuertemente influida por
los modos y el espíritu indígenas. La producción de Guamán Poma de Ayala,
Garcilaso de la Vega, Mariano Melgar, César Vallejo, Ciro Alegría, José María
Arguedas, por ejemplo, confirman este aserto. La literatura de estos autores,
escrita en castellano pero marcada de alguna forma por modulaciones indígenas,
aparece así como una expresión viva de nuestra dualidad. Mariátegui dijo
"como la nacionalidad misma", sencillamente porque el proceso de
formación de la nación peruana presenta cuatro filiaciones, y, en consecuencia,
expresarse así es como decir que nuestra nacionalidad tiene filiación indígena,
filiación republicana o filiación socialista. Si se tiene en cuenta que el
elemento fundamental que aporta al proceso de definición de la peruanidad la
tradición española es, precisamente, el idioma castellano, entonces la
afirmación de Mariátegui puede ser entendida en su verdadero significado.
El castellano es el idioma oficial del Perú, pero no
es el idioma común de todos los peruanos. La dualidad quechua-español no ha
sido resuelta en ciento ochenta años de gestión burguesa, entre otras cosas
porque si bien el crecimiento del mercado interno favorece el avance espontáneo
del castellano, el gamonalismo superviviente ha obstaculizado la incorporación
de la población indígena al proceso formativo de la nación, y, de este modo, ha
impedido la constitución del castellano como idioma común.
Es necesario señalar que esta dualidad lingüística
hay que entenderla como una abstracción legítima de nuestra pluralidad
idiomática, en virtud de la mayor densidad de uso del castellano y el quechua
con respecto a las otras lenguas que se hablan en el territorio nacional. Lo
que quiere decir, por lo tanto, que, con lo de dualidad quechua-español, se
indica en última instancia el conflicto entre el castellano por una parte y los
idiomas originarios por otra.
En 1975 el gobierno de Velazco oficializó el quechua
mediante la ley 21156. De este modo nos convertimos, por breve tiempo, en un
país legalmente bilingüe. Pero en tanto tal medida respondió a un demagógico
plan de integración de la población indígena a la vida nacional, terminó como
tenía que terminar: en el fracaso. Esto demuestra que, por no ser lo mismo
idioma oficial que idioma común, la solución de nuestra dualidad
lingüística no pasa por la simple oficialización de los idiomas aborígenes.
La dualidad quechua-español es un problema vigente.
Ciertamente los quechua-hablantes y los aymara-hablantes –para referirnos
únicamente a dos casos– han disminuido
en términos relativos, pero han aumentado en términos absolutos. Por lo que se
puede afirmar que la dualidad quechua-español es uno de los problemas cruciales
que deberá resolver el socialismo. En efecto, el socialismo triunfante deberá
preservar el uso de todas las lenguas vigentes en el territorio nacional, al
mismo tiempo que resolver el problema de un idioma común para todos los
peruanos.
VI
¿Por
qué la dualidad es nuestro mayor problema histórico? Porque la Conquista fue
una solución de continuidad del Tawantinsuyu. Porque luego la Colonia instituyó dos repúblicas: una de españoles y otra de
indios. Porque la República
ha mostrado su impotencia para integrar la población sobre la base de una
economía única. Porque no puede haber nación peruana sin una verdadera
integración nacional.
Precisamente esta dualidad histórica es "el
drama del Perú contemporáneo" (50). Es la expresión de un capitalismo
larvado, lastrado, semicolonial. Es el problema fundamental en la labor de
propaganda y organización clasistas. Es uno de los mayores problemas a resolver
en la constitución del Perú Integral.
Ciertamente la base de la solución de nuestra
dualidad es la liquidación de los resabios de servidumbre. Pero en tanto el
capitalismo ha dejado de coincidir con el progreso, esta liquidación no tiene
ya ni puede tener un carácter liberal. Esto explica por qué Mariátegui sostuvo
que "Las reivindicaciones campesinas no triunfaron contra la feudalidad en
Europa, mientras no se expresaron sino en las 'jacqueries'. Triunfaron con la
revolución liberal burguesa, que las transformó en un programa. En nuestra
América española, semi-feudal aún, la burguesía no ha sabido ni querido cumplir
las tareas de la liquidación de la feudalidad. Descendiente próxima de los
colonizadores españoles, le ha sido imposible apropiarse de las
reivindicaciones de las masas campesinas. Toca al socialismo esta empresa"
(51).
En países como el nuestro, el capitalismo, además, ha
dejado de coincidir con la nación. Esta es una realidad más evidente aún en
estos tiempos de globalización capitalista. De hecho, la posibilidad de una
constitución de la nación peruana por acción de la burguesía ha caducado
históricamente. Pero, como en nuestro caso "la idea de la nación no ha
cumplido aún su trayectoria ni ha agotado su misión histórica" (52), toca
al socialismo la constitución de la nación peruana.
La liquidación de lo que queda del régimen de
servidumbre y la constitución de la nación peruana no tienen, pues, ni pueden
tener su concreción en el marco del antagonismo capitalismo-precapitalismo sino
en el marco del antagonismo capitalismo-socialismo. Por eso, Mariátegui
puntualizó que "El advenimiento político del socialismo no presupone el
cumplimiento perfecto y exacto de la etapa económica liberal, según un
itinerario universal" (53). Por
eso, agregó que "es muy posible que el destino del socialismo en el Perú
sea en parte el de realizar, según el ritmo histórico a que se acompase,
ciertas tareas teóricamente capitalistas" (54). En efecto, teóricamente, la liquidación del
gamonalismo y la constitución de la nación son tareas capitalistas,
democrático-burguesas; pero, prácticamente,
son asumidas por el proletariado debido a que nuestro capitalismo y nuestra burguesía
no tienen la capacidad de cumplir, por la vía revolucionaria, la función que
históricamente les concierne. Es así como la liquidación del gamonalismo y la
constitución de la nación aparecen como tareas del socialismo, marcando este
hecho su impronta. En consecuencia, el elemento integrador y aglutinante
de nuestras tradiciones es precisamente la praxis del socialismo proletario.
La revolución democrática es una revolución campesina
y, por esto, sus realizadores deben ser los propios campesinos. Pero la
revolución democrática para ser de nueva, y no de vieja democracia, tiene que ser dirigida por el proletariado. Por
eso Mariátegui observó que "La doctrina socialista es la única que puede
dar un sentido moderno, constructivo, a la causa indígena, que, situada en su
verdadero terreno social y económico, y elevada al plano de una política
creadora y realista, cuenta para la realización de esta empresa con la voluntad
y disciplina de una clase que hace hoy su aparición en nuestro proceso
histórico: el proletariado" (55). De esta forma Mariátegui planteó dos cosas:
la alianza obrero-campesina y la hegemonía del proletariado en el proceso
general de la revolución; en último análisis, la revolución socialista con dos
etapas (56).
En la realización de esta empresa, sin embargo,
"La barrera del idioma se interpone entre las masas campesinas indias y
los núcleos obreros revolucionarios de raza blanca o mestiza" (57). Y no
sólo el idioma, también la mentalidad. Por eso agregó Mariátegui que "sólo
militantes salidos del medio indígena pueden, por la mentalidad y el idioma,
conseguir un ascendiente eficaz e inmediato sobre sus compañeros" (58).
Esta concepción mariateguiana es la solución correcta
de la dualidad quechua-español en el trabajo campesino del proletariado
consciente. Pero el maoísmo delirante reemplazó esta política con el traslado
mecánico de cuadros urbanos al campo, de hispano-parlantes a un medio de
quechua-hablantes y aymara-hablantes, con lo que no hizo otra cosa que ignorar
nuestra realidad y sembrar los gérmenes de su propio fracaso. Este fracaso no
se explica pues por falta de combatividad de quienes lucharon en dichas filas,
sino por una concepción que hizo tabla rasa de nuestra realidad concreta así en
el trabajo campesino como en otros terrenos. Así pues, en la experiencia del
PCP-SL se expresó también, de una forma específica y trágica, el drama del Perú
contemporáneo.
En fin, Mariátegui sostuvo enfáticamente: "He
constatado la dualidad nacida de la conquista para afirmar la necesidad
histórica de resolverla. No es mi ideal el Perú colonial ni el Perú incaico
sino un Perú integral" (59).
Resolviendo nuestro mayor problema histórico, la
revolución socialista sentará una de las bases necesarias para la integración
de las cuatro tradiciones que concurren a la construcción de la nación peruana,
a la constitución del Perú Integral.
Notas:
[1] José Carlos Mariátegui, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Editorial
Minerva, septuagésima edición, Lima, 2007, p.13.
[2] Ibídem,
p.15.
[3] Ibídem,
p.23.
[4] J.C. Mariátegui, OC, t.11, Editorial Minerva, Lima, 1980, p.65. Elipsis nuestra.
Algunos autores toman la dualidad sostenida por Mariátegui como exclusivamente
cultural, pero esto es erróneo. En realidad el concepto mariateguiano de
“dualidad histórica” tiene una triple dimensión: económica, política y
cultural, tal como quedará claro en lo que sigue del presente artículo.
[5] 7
Ensayos, p.23.
[6] Ibídem,
p.22.
[7] Ibídem,
p.195.
[8] Ibídem,
p.202.
[9] OC,
t.11, p.90.
[10]
En los 7 Ensayos y en otros escritos Mariátegui examinó distintos
aspectos de esta fusión, cuyo proceso no ha concluido ni mucho menos. Desde
luego, otros autores han contribuido también al esclarecimiento de este
proceso, y, entre ellos, José María Arguedas, quien estudió el tema en trabajos
como El complejo cultural en el Perú y La sierra en el proceso de la
cultura peruana, incluidos en la recopilación Formación de una cultura
nacional indoamericana, editada en 1975 por Siglo XXI, pp.1-8 y 9-27
respectivamente.
[11]
En la actualidad el término “étnico” implica generalmente
lo racial y lo cultural al mismo tiempo, pero, a fin de evitar confusiones, en
el presente artículo lo utilizamos con el mismo significado que tiene en las
citas de Mariátegui sobre el tema: como sinónimo del término “racial”.
[12]
OC, t.13, p.27.
[13]
Ibídem, pp.27-28.
[14]
Ibídem, p.30.
[15]
Ver Augusto Salazar Bondy, Entre Escilas y Caribdis; José Matos Mar, Dominación,
Desarrollos Desiguales y Pluralismos en la Sociedad y Cultura Peruanas;
Jorge Bravo Bresani, A Propósito de las Tesis de Bourricaud; Aníbal
Quijano, Naturaleza, Situación y Tendencia de la Sociedad Peruana Contemporánea.
[16]
7 Ensayos, p.205, nota al pie de
página.
[17]
Ibídem, p.28.
[18]
Ibídem, p.206.
[19]
Ibídem, p.340.
[20] Precisamente en el sentido de que la comunidad campesina ha sido
funcional al latifundio feudal y semifeudal.
[21] Ibídem,
p.206.
[22] Ver América Latina: Subdesarrollo o Revolución, Ediciones Era, México,
1973, pp.205-207.
[23]
Ver Siete Tesis
Equivocadas sobre América Latina, en Tres
Ensayos sobre América Latina, autores varios, Cuadernos Anagrama,
Barcelona, 1973, p.13.
[24] Por ejemplo el holandés Boeke, el francés
Lambert y el inglés Lewis manejan un concepto de la dualidad (o del dualismo, o de la sociedad
dual, como
dicen algunos de ellos) completamente distinto al de Mariátegui.
[25] En marzo de 1927 Mariátegui señaló: “El
Virreinato no sobrevive en el ‘perricholismo’ de algunos trovadores y algunos
cronistas. Sobrevive en el feudalismo, en el cual se asienta, sin imponerle
todavía su ley, un capitalismo larvado e incipiente” (7 Ensayos, p.53). Pero en octubre de 1928 observó que “El
capitalismo se desarrolla en un pueblo semi-feudal como el nuestro…” (OC, t.13, p.160). Finalmente, en junio
de 1929, concluyó que “Un formal capitalismo está ya establecido. Aunque no se
ha logrado aún la liquidación de la feudalidad y nuestra incipiente y mediocre
burguesía se muestra incapaz de realizarla, el Perú está en un período de
crecimiento capitalista” (ibídem,
p.266).
[26] 7 Ensayos, p.343.
[27]
Ibídem. Elipsis nuestra.
[28]
Utilizamos este término para designar una cultura nacional-popular, en cuyo
seno, a más de una cultura democrática, existen elementos de cultura socialista
como expresión particular del proletariado, y, asimismo, elementos de cultura
indígena prehispánica como expresión específica del campesinado indígena, aunque
en simbiosis con elementos de las tradiciones hispánica y republicana.
[29]
Ibídem, p.340.
[30]
Ibídem.
[31]
Ibídem.
[32]
Ibídem, p.341.
[33]
Ibídem, pp.341-342. Elipsis nuestra.
[34]
Ibídem, p.342.
[35]
Basta mencionar dos aportes por cada parte: el chino ha aportado a nuestra
historiografía, a la mesa peruana y a la medicina extra-académica; y el negro
ha contribuido en la música, la danza y la literatura.
[36]
Ibídem, p.343.
[37]
Ibídem, p.344.
[38]
Ibídem, pp.344-345. Elipsis nuestra.
[39]
Ibídem, pp. 345-346. Negritas en el
original.
[40]
Ibídem, p.336.
[41]
Ibídem, p.243.
[42]
Ibídem, p.251.
[43]
Ibídem, p.236.
[44]
José María Arguedas y el indio, Casa de las Américas, año IV, Nº26, octubre-noviembre, 1964, p.144. Cursivas en el original. Elipsis nuestras.
[45]
El sentido de la narrativa de Arguedas, Revista Peruana de Cultura, Nº13-14, Lima, diciembre, 1970, pp.39-40.
[46]
Primer encuentro de narradores peruanos,
Arequipa, 1965, Casa de la Cultura
del Perú, Lima, 1969, pp.171-173. Elipsis nuestra.
[47]
El lingüista Cerrón Palomino habla de un “español
peruano” que se caracteriza por la simbiosis de la sintaxis quechua y el léxico
español.
[48] 7 Ensayos, p.233.
[49]
Ibídem, p.235.
[50]
J.C. Mariátegui, OC, t.11, p.65.
[51]
OC, t.13, p.187-188.
[52]
Ibídem, p.221.
[53]
Ibídem,
p.273.
[54]
Ibídem.
[55]
Ibídem, p.188.
[56]
Esta alianza es la base para la liquidación del gamonalismo y la opresión
imperialista, las dos tareas centrales de la etapa democrático-burguesa de
nuestra revolución.
[57]
Ibídem, p.33.
[58]
Ibídem, p.45.
[59]
Ibídem, p.222.
*El presente ensayo fue escrito el 15.12.2000, y originalmente publicado en la revista Alma Matinal, así como más
tarde en la internet. El ensayo es parte del libro Perú: Una Nación en Formación. (Nota del Comité de Redacción).
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Notas Sobre la “Célula Secreta de los Siete”
Eduardo Ibarra
La
negación de la “validez histórica” de los Acuerdos de la Reunión de la
Herradura (1), que he confutado en el artículo A propósito de algunas “Observaciones”, obliga, sin embargo, a un
análisis puntual de la cuestión de “la célula secreta de los siete”, que es
contra lo que centralmente apunta el negador (2).
Como se sabe, en el tomo 2 del libro de
Martínez Apuntes para una interpretación
marxista de historia social del Perú,
aparece el Acta de la Reunión de la Herradura, realizada el 16 de setiembre de
1928.
De acuerdo al numeral 1 de este documento,
la Reunión constituyó “la célula inicial del Partido”. Precisamente esta célula fue “la célula secreta de los siete”, que
se menciona en el numeral 3, donde se especifica su razón de ser: copar el
Comité Ejecutivo del Partido.
En la Reunión de Barranco, realizada con la participación
de dos nuevos elementos, Luciano Castillo y Chávez León, la célula secreta copó
el Grupo Organizador del Partido. Así comenzó a cumplir con su razón de ser.
En la Conferencia Comunista de Buenos Aires, junio
1929, los delegados del Partido aludieron, con el nombre de “grupo”, la
existencia de la célula secreta, aunque distorsionando su alcance y su carácter
(3).
Pues bien, ninguno de los nombrados por Martínez
como participantes de la Reunión de la Herradura, negó jamás la realización, la
fecha y los acuerdos de esta Reunión: ni en 1942, cuando Jorge del Prado la
mencionó en su libro Mariátegui y su obra;
ni en 1948, cuando Martínez publicó sus Apuntes…
Por estas constataciones, brevemente apuntadas, en
nuestro artículo mencionado arriba asumimos la constitución de la célula
secreta como un hecho.
Ahora bien, para comprender esta constitución, hay
que tener en cuenta las condiciones objetivas en las que el grupo de Mariátegui
desarrolló su actividad organizadora de lo que debió ser el primer partido de
masas y de ideas de nuestra historia republicana.
En los años 1920, tales condiciones no facilitaban
el trabajo legal con vistas a un tal objetivo. El gobierno de Leguía, como se
sabe, sometió a Mariátegui a una constante vigilancia y a una represión que se
expresó en el asalto a su casa, en su apresamiento y en la clausura de su
revista Amauta y de su periódico Labor. Esta acción represiva afectó
asimismo al movimiento popular: “complot comunista”, confinamiento y
deportación de activistas, etcétera (4).
Debido, pues, a esas condiciones adversas,
Mariátegui y sus compañeros adoptaron, como era lógico que hicieran, ciertas
medidas orgánicas a fin de preservar su actividad organizativa partidaria. Entre
tales medidas se destacaron dos: 1) la realización de una reunión secreta; y, 2)
la fundación del PSP en una reunión clandestina.
La reunión
secreta de “los compañeros de más solvencia, de más responsabilidad, capaces de
imprimir, desde el primer momento, una buena dirección al Partido que se trataba
de fundar” (Martínez, Apuntes, t.II,
p.397), tuvo como objetivo la preparación de la fundación clandestina del Partido y la constitución de “la célula
secreta de los siete” con el objetivo arriba señalado.
Reunión secreta-reunión
clandestina. Dadas las condiciones de operatividad, estos fueron los primeros
pasos organizativos de los fundadores.
La Reunión
de la Herradura fue una reunión secreta
porque era necesario preservar, a los ojos de quienes iban a ser incorporados
posteriormente, el propósito de copar, con los compañeros más solventes y responsables, el “Comité Ejecutivo
del Partido”.
La Reunión de Barranco fue una reunión clandestina, porque, por las razones
anotadas, se hizo al margen del orden jurídico vigente.
Tanto la Reunión de la Herradura como la Reunión de
Barranco, sentaron las bases doctrinarias y organizativas para la fundación pública del Partido.
La constitución del Grupo Organizador del Partido con
los miembros de la célula secreta buscaba
asegurar el éxito del proceso de constitución, proceso que, como es obvio,
debía concluir con la mencionada fundación.
Esta fundación fue un objetivo expresado por el
propio Mariátegui: “La libertad del Partido para actuar pública y legalmente,
al amparo de la Constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus
ciudadanos, para crear y difundir sin restricciones su prensa, para realizar
sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por el acto mismo de
fundación pública de esta agrupación” (Ideología
y política, p.164).
Y expresado también, con cierto detalle, por Martínez:
“… cuando discutimos con Mariátegui el Manifiesto con el que surgía
públicamente el Partido Socialista…” (Apuntes…,
t.I, p.209). Este Manifiesto “… debía llevar la firma de todos nosotros…” (ibídem, t.II, p.508).
Así pues, por la vía de la labor organizativa clandestina, el Partido marchó hacia su
fundación pública.
Pues bien, en marzo de 1930, cuando se intentó dicha
fundación, su Comité Ejecutivo no había podido ser copado, como lo había
acordado la Reunión de la Herradura, por una simple pero decisiva razón: prácticamente
desde la Conferencia Comunista de Buenos Aires, la célula secreta había entrado
en un proceso de desintegración (5).
Así pues, la
célula secreta, según se consideró, habría perdido su vigencia con la fundación
pública del Partido, pero, cuando se intentó esta fundación, hacía un tiempo
que había dejado de existir debido al imprevisto curso que había cobrado el
desarrollo de los hechos.
Puede decirse, no obstante, que, durante algunos
meses, la célula secreta cumplió un papel positivo en el desarrollo del proyecto
de partido de José Carlos Mariátegui (6).
En conclusión: la
célula secreta fue concebida con un alcance estrictamente temporal.
Reunión secreta de la Herradura-reunión clandestina
de Barranco-fundación pública… He aquí la vía concebida –y actuada en parte– para
constituir el PSP como un partido de clase bajo la forma de partido de masas
(7).
Naturalmente,
la idea de la fundación del PSP no fue una idea secreta ni clandestina.
En el debate
con Haya, Mariátegui había anunciado: “Los elementos de izquierda que en el
Perú concurrimos a su formación [del Apra], constituimos de hecho –y
organizaremos formalmente– un grupo o Partido Socialista, de filiación y
orientación definidas…” (Martínez, Apuntes…,
t.II, p.301).
Y, paralelamente
a la Reunión de la Herradura, anotó: “En nuestra bandera, inscribimos esta
sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. (Con este lema afirmamos nuestra
absoluta independencia frente a la idea de un Partido Nacionalista, pequeño
burgués y demagógico)” (Ideología y
política, p.246).
Así pues, en el marco del debate interno en
el movimiento político popular, Mariátegui comunicó explícitamente la próxima fundación
del partido proletario, mientras que, en el marco del trabajo legal, lo hizo en
lenguaje alusivo.
Que en dicho
marco Mariátegui apelara al aludido lenguaje, da cuenta de lo que pensaba acerca
de las condiciones objetivas en las que desarrollaba su actividad organizativa
partidaria y, por consiguiente, de las medidas que tales condiciones imponían.
En conclusión:
Mariátegui y sus compañeros consideraron que, dadas las condiciones de
operatividad, la fundación pública del Partido tenía que alcanzarse a partir de
una actividad clandestina previa y, dadas
las condiciones subjetivas en el
naciente movimiento marxista,
bajo la acción dirigente de una instancia orgánica secreta.
En términos generales,
puede decirse, por consiguiente, que si la labor de propaganda (Amauta, Labor, etc.) contribuyó poderosamente a preparar la base de masas
del PSP (CGTP, Federación de Yanaconas, etc.), la actividad organizativa
clandestina coadyuvó potentemente al trabajo por fundar públicamente el Partido.
En el numeral 1 de los Acuerdos de la Reunión de la
Herradura se puede leer esta esclarecedora afirmación: “Constituir la célula
inicial del Partido, afiliado a la III Internacional…”.
Cualquiera que sepa leer, puede entender
perfectamente que lo citado sostiene la afiliación del Partido a la Tercera
Internacional, y no de la célula secreta
en particular.
Por lo tanto, la célula secreta no sólo que fue una
instancia orgánica de alcance temporal, sino que no se distinguió, por ninguna diferencia doctrinaria, del resto de los
organismos partidarios.
En conclusión: la
célula secreta fue un recurso temporal de carácter estrictamente orgánico.
II
Como
se ha señalado, nada más nueve meses después de la Reunión de la Herradura, Julio
Portocarrero tergiversaba el alcance y el carácter de la célula secreta en la
Conferencia Comunista de Buenos Aires.
En
este evento, en efecto, presentó a dicha célula como si hubiera sido concebida
con un alcance permanente: “Si con nuestro grupo podemos controlar el partido
y dirigir sus acciones, ¿no es acaso un medio bueno de ligazón con las masas?”
(Martínez, Apuntes, t.II, p.422). Además,
la presentó como doctrinariamente diversa al resto de los
organismos partidarios: “¿El partido socialista es la expresión de nuestro
pensamiento, de nuestra línea? El partido socialista lo hemos constituido como
táctica, como medida de ligazón con las masas. No venimos a decir que el partido socialista es la expresión
profunda de los que luchamos por los intereses de proletariado” (ibídem, p.422). “El
partido socialista se basa en nuestro Grupo, el cual es enteramente afín con la
ideología de la Internacional Comunista” (ibídem,
p.423.).
Después, Jorge del Prado presentó también la
célula secreta como permanente: “… dentro del Comité Organizador del Partido,
formado en 1928, él [Mariátegui] se preocupó de organizar una <<célula>> (o fracción) comunista, encargada de garantizar, en forma
permanente, la justa línea política del Partido”. Y, sin solución de continuidad,
agregó: “Por si esto fuera poco, Mariátegui en ningún momento dejó de pensar
que dicho partido debería adherirse a los principios marxistas-leninistas de la
III Internacional…” (Mariátegui y su obra,
Ediciones Nuevo Horizonte, Lima, 1946, p.99) (8).
Esta afirmación obliga a preguntar: si el partido era adherente del
marxismo-leninismo, ¿para qué, pues, una célula secreta permanente?
En
los años 1960, Ramón García se sumó a la tergiversación de la verdad histórica de
la célula secreta: “Un punto importante de la discusión para la formación del
Partido, fue el concerniente a su carácter legal. Como consta en el Acta [de
Constitución], de acuerdo a las circunstancias concretas, el Partido fue
denominado Socialista, para poder aprovechar en algo las posibilidades legales.
Pero todos estuvieron de acuerdo en constituir, dentro de la organización, los
grupos secretos que velarían por el carácter bolchevique del Partido” (La organización del proletariado, p.197,
nota al pie de página).
Como
se ve, en García la tergiversación cobra un aspecto más grotesco: no se trata
ya de un grupo –como en el discurso de Portocarrero–, sino de muchos grupos, es
decir, de toda una estructura dentro del Partido, o sea, de un partido dentro
de otro partido.
Así pues, García concebía al PSP con dos estructuras orgánicas, una
dentro de otra, pero sin diferenciar todavía doctrinariamente una estructura de
la otra.
Sin embargo, su afirmación “los grupos secretos que velarían por el
carácter bolchevique del Partido”, obliga a preguntar: si el PSP era un partido
marxista-leninista (como entonces admitía García), ¿para qué, pues, “grupos
secretos que velarían por el carácter bolchevique del Partido”?
Ni Jorge del Prado ni Ramón García fueron capaces, cada uno en su
momento, de explicar convincentemente cómo así una fracción secreta en el caso
del primero y toda una estructura de grupos secretos en el del segundo, podía
ser garantía de consecuencia en un partido marxista-leninista (9).
La consecuencia de la militancia con respecto al marxismo-leninismo
resulta de su lucha en dos frentes (lucha permanente contra el dogmatismo y el
empirismo), y, asimismo, de la lucha entre dos líneas (lucha recurrente contra
el oportunismo y el revisionismo), y no
de la vigilancia de algunos pocos o muchos encapuchados (10).
Cuarenta años después, en 2007, Ramón García insistió en su monserga:
“El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y
doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’); externamente
aspiraba a ser ‘el primer partido de masas e ideas de toda nuestra historia
republicana” (La creación heroica de José
Carlos Mariátegui. 80 aniversario, p.22).
Así, a la suposición de que el PSP tenía dos estructuras orgánicas
permanentes, García le ha agregado la suposición de que ambas estructuras eran
doctrinariamente diversas.
Siguiendo, pues, la línea iniciada por Julio Portocarrero y Hugo Pesce, García ha profundizado su negación de la
verdad orgánica y doctrinal del PSP.
Precisamente con base en esa negación,
promueve ahora un partido de dos niveles: uno secreto, restringido, doctrinariamente
homogéneo (marxista a secas, es decir marxista no leninista), y otro público, masivo, doctrinariamente híbrido.
Así las
cosas, el partido de García no solo que no sería un partido de clase, sino que tampoco
sería un partido de masas en el sentido marxista del término.
En la
concepción de Mariátegui, el PSP debió ser un partido de masas con un carácter
de clase, mientras el proyecto de García es de un partido de masas con un carácter
policlasista (11).
Por lo tanto,
el pretendido partido de García es absolutamente contrario al Partido de
Mariátegui.
Pero la marrullería
del grupo revisionista es tal, que pretende disimular su desenmascarada trastienda
con el señuelo que es la frase “[nuestro] objetivo… [es] la
constitución [de un] partido de clase”.
También con el señuelo que es la frase “reconstitución
del PS” (12).
Asimismo con el señuelo que es levantar la frase “partido
de masas y de ideas”, pero vaciada del concepto que encierra en Mariátegui (13).
Igualmente con el señuelo que es la idea de “una organización de proyección nacional” (14).
Tales
señuelos, sin embargo, no le han servido en todos los casos, pues hay tendencias
y activistas que tuvieron la capacidad de calar, más o menos tempranamente, en
el carácter oportunista de su proyecto de partido (15).
III
En
carta del 04.11 del año en curso, dirigida a César Risso, Miguel Aragón,
activista de la tendencia revisionista, ha planteado, entre otras cuestiones,
sus reparos al proyecto de un partido de dos niveles.
Aragón intenta sustentar su crítica en la conjetura
de que los acuerdos de la Reunión de la Herradura no tienen “validez histórica”
(16), y en la creencia de que, entre estos acuerdos, el “central fue la propuesta de formación de la ‘célula secreta de
los siete’" (cursivas en
negritas en el original), a la que considera como
el “Punto de referencia, que más de un caudillo
personalista ha utilizado posteriormente para dar sustento a la antojadiza
propuesta del ‘partido de dos niveles’".
Como se ve, esta crítica está centrada en el aspecto orgánico, y no en el aspecto doctrinal del proyecto de García.
Es menester apuntar, de pasada, que el “punto central” de la Reunión de
la Herradura no fue la cuestión de la célula secreta sino la afiliación, o
mejor, la declaración de afiliación del Partido a la Tercera Internacional, pues
ello representó su definición como partido marxista-leninista, cosa que se hizo
evidente en el Programa del Partido, redactado por Mariátegui a
solicitud del Grupo Organizador del Partido.
Como se sabe, el proyecto de García no sólo se basa
en la negación de la verdad orgánica del PSP, sino también en la negación de su
verdad doctrinaria.
Entre estas dos negaciones existe una relación de
causa y efecto: la idea de un partido doctrinariamente heterogéneo se ha
derivado de la suplantación del marxismo-leninismo por un marxismo a secas. En
otras palabras, el partido de “dos niveles” se presenta como la materialización
orgánica de su heterogeneidad doctrinaria.
Así pues, este proyecto de partido: 1) niega el
modelo de partido legado por Mariátegui; 2) niega el principio del centralismo
democrático; 3) sobrevalora el papel del individuo en las personas que forman
el nivel secreto y subvalora este papel en las personas que formarían el nivel
público; 5) conculca la independencia ideológica, política y orgánica del
proletariado, es decir, niega el partido de clase.
Desde luego, no es que la crítica de Aragón no sea justa. Un partido
con dos niveles orgánicos permanente es una concepción contraria al
marxismo. Pero, por no ver Aragón el aspecto doctrinal de la cuestión, o
sea su esencia, su crítica no contribuye a esclarecer cabalmente el carácter
oportunista del proyecto de García. Como se sabe, Aragón comparte el proyecto de
un partido del variopinto socialismo en general, es decir no de clase, y, por esto, no está en condiciones de hacer
una crítica de fondo a dicho proyecto.
Para decirlo de una vez por todas: lo que Aragón pone
en evidencia con su crítica limitada a lo orgánico, es una completa incapacidad
de desembarazarse de la carga oportunista y revisionista que hace mucho García le
colgó en las espaldas.
Puede decirse, por otra parte, que dicha
crítica expresa el límite al que se puede llegar en un grupo donde el
seguidismo y el servilismo han hecho fáciles víctimas.
Finalmente, quienquiera puede darse cuenta
hasta dónde puede llegar, en el marco de la izquierda, el grupo revisionista con
su negación del marxismo-leninismo; su tergiversación del pensamiento de
Mariátegui; su plan de reestructurar el Estado burgués en sus bases
municipales; su negación del partido de clase.
Desde luego, no
está descartado que un grupo oportunista pueda convertirse en un partido de
masas. En los años treinta el grupo de Haya (tipificado como oportunista
pequeño burgués por José Carlos Mariátegui), se convirtió en el primer partido
de masas y de ideas de nuestra historia republicana. Esto es un hecho que sólo
la más extrema ceguera intelectual puede negar.
El drama del
Socialismo Peruano en su período auroral fue, pues, que, debiendo haber
constituido el primer partido de masas y de ideas de nuestra historia
republicana, esta condición la alcanzó un grupo oportunista, por razones que no
es el caso explicar aquí.
Los agonistas
del Socialismo Peruano –tú, yo, él, nosotros, vosotros, ellos– debemos tener
muy en cuenta esa negativa experiencia y, en estos tiempos decisivos, debemos saber
deslindar con el proyecto de partido del grupo revisionista, al mismo tiempo
que centralizar los esfuerzos por llevar hasta el fin la Reconstitución del Partido de
Mariátegui.
La
Reconstitución de Partido de Mariátegui implica construir un partido adherido
al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario, con una correcta
concepción de la revolución y una justa estrategia de masas, una militancia
pensante y operante y, de continuar las condiciones actuales, con un estatus
legal.
ESTE PARTIDO DE
CLASE SERÍA EL PRIMER PARTIDO DE MASAS Y DE IDEAS EN LA HISTORIA DEL
PROLETARIADO PERUANO.
Notas:
[1] En su carta a César Risso del 4 de noviembre del presente, Aragón
cuestiona “la validez histórica” de los acuerdos
de la Reunión de la Herradura. Dice: “Hasta donde yo he podido avanzar en mis
investigaciones, en el transcurso de los dos últimos decenios, ese texto es de
dudosa procedencia” Pero no dice por qué es “de dudosa procedencia”, lo que
implica ya un vicio de argumentación.
[2]
Puesto que Aragón no ha presentado ni una sola prueba, su negación de la
constitución de una célula secreta en la Reunión de la Herradura no pasa de ser
una conjetura. Aragón dice: “Mariátegui en ninguna de sus cartas y artículos
posteriores al 16 de setiembre, nunca informó ni comentó sobre
los supuestos ‘acuerdos’ de esa reunión”. ¿Pero cómo
puede creer Aragón que Mariátegui podía comentar en artículos y cartas UNA
REUNIÓN SECRETA? Mariátegui no era infidente, y tampoco ingenuo para creer que
sus cartas no eran pasibles de ser reveladas o de caer en manos de la policía.
[3] La
presencia de Hugo Pesce en la Conferencia DE
Buenos Aires hace necesario preguntarse: ¿la célula secreta fue ampliada con
este militante? Por otro lado, es menester señalar que la publicación de los
debates habidos en la Conferencia de Buenos Aires reveló ante la militancia
partidaria la existencia de un “Grupo”, y, de esta forma, la célula secreta
perdió su condición de secreta.
[4]
Para una idea más precisa de la represión contra Mariátegui y el movimiento
popular de su tiempo, puede verse el ensayo El
proyectado viaje a Buenos Aires de Mariátegui publicado en este mismo blog.
[5]
Como se sabe, en dicha Conferencia Julio Portocarrero había distorsionado la
concepción mariateguiana del PSP, y, además, había retornado al país con la
actitud de cambiarle el nombre al Partido. Tan es así, que en la Reunión de
Santa Eulalia del 20 de mayo de 1930 –a poco más de un mes de la muerte de
Mariátegui– votó a favor del cambio de nombre.
[6]
Incluso en la Conferencia de Buenos
Aires, la actuación de Julio Portocarrero fue contradictoria. Mientras por una
parte distorsionó –junto a Hugo Pesce– la concepción de Mariátegui del PSP, por
ejemplo, por otra parte defendió –también junto a Hugo Pesce– sus tesis Antecedentes y desarrollo de la acción
clasista, Punto de vista
anti-imperialista y El problema
indígena (parte del trabajo El
problema de las razas en América Latina).
[7]
Para la fundación clandestina del PSP bastó un pequeño número de cuadros como
los que se reunieron en Barranco el 7 de octubre de 1928. Para su fundación
pública hacía falta una extensa militancia de obreros y campesinos y, al mismo
tiempo, era necesario concretar una dirección directa, centralizada, operativa
sobre las amplias masas obreras y campesinas organizadas. Pero, en el marco de
la lucha contra el oportunismo pequeño burgués del Apra naciente, el Partido no
podía esperar alcanzar dicha situación en su grado más óptimo: la lucha por la
hegemonía en el movimiento popular obligó a saltar algunas etapas y, así, en
marzo de 1930, el Partido intentó su fundación pública, cosa que no se produjo
por la oposición de dogmáticos y reformistas.
[8]
Del Prado es inexacto. No es cierto que Mariátegui impulsara una célula secreta
“dentro del Comité Organizador del
Partido” (cursiva nuestra), pues este Comité fue copado por dicha célula.
[9]
Eso de más solventes y más responsables
es un factor relativo. Así lo prueba el derrotero de la célula secreta. En un
plano general, es un hecho que ninguna instancia orgánica secreta puede garantizar
consecuencia con respecto a las premisas establecidas. Conocedor de la
dialéctica en el Partido, Mariátegui no concibió, por eso, la célula secreta
como una instancia permanente, sino temporal. Concebir un nivel orgánico
permanente en el Partido no solo es una flagrante negación del principio del
centralismo democrático, sino también de la dialéctica inherente al Partido, o
sea, del reflejo de la lucha de clases en todas sus instancias orgánicas. Esto
es lo que hacen Ramón García y sus repetidores.
[10]
Precisamente el proyecto de García de
un partido de “dos niveles” expresa una concepción que niega a la militancia la
función de luchar conscientemente contra el dogmatismo, el empirismo, el
oportunismo y el revisionismo, pues en dicho proyecto la suerte del partido
está librada a la vigilancia del nivel secreto. Ahora mismo puede observarse esta
desviación en la actividad del nivel secreto y en la pasividad de su inicial
nivel público que se limita a repetir el discurso y los ucases del nivel
secreto. Esto es lo que García pretende hacer extensivo a la entera izquierda
peruana. Por eso Aragón lo acusa de “caudillismo personalista”.
[11] Para que las cosas queden claras: el carácter de
clase del Partido está determinado no
por la extracción social de sus militantes, sino
por la ideología a la que adhieren.
Por lo tanto, el Partido es de clase porque
sus militantes adhieren al
marxismo-leninismo. Ahora bien, un partido doctrinariamente heterogéneo,
tampoco tiene esta condición por la extracción social de sus militantes, sino porque estos adhieren a diversas ideologías. Es por esto que el
partido de García es policlasista.
[12] Hace ya un tiempo el
grupo revisionista renunció a la Reconstitución del Partido de Mariátegui. En
el artículo Organización:
contenido y forma, Ramón García escribió que “La propia
experiencia, la propia lucha enseñó a través de la investigación de
continuadores, que la Reconstitución se hundía en un círculo vicioso”.
“La ‘reconstitución’ ha devenido fiasco en el país”. Y, en el artículo Organización:
nombre posible, reveló con qué pretendía reemplazar la Reconstitución: con
“una organización de proyección nacional”, integrada, por supuesto, por toda
clase de oportunismo y toda clase de revisionismo. Así pues, el hecho de que en
su cuarto seminario el grupo revisionista haya pretendido sorprender a los
participantes con la frase que ha dado lugar a la presente nota, da la medida
de sus métodos criollos y, por lo tanto, de su descomposición moral.
[13] Casi no es necesario decirlo:
el proyectado partido de masas y de ideas de Mariátegui era un partido de clase
y de ideas marxista-leninistas, mientras el “partido de masas y de ideas” de
García es un partido policlasista y de ideas revisionistas.
[14] Señuelo, porque es la forma en
que el grupo de García pretende que la izquierda se una partidariamente bajo su
línea revisionista. Por lo demás, una organización-amalgama es la más completa
negación de lo que fue el PSP. Dadas las notorias y notables diferencias
doctrinales, la unidad de la izquierda peruana no es posible bajo la forma de
partido, pero sí de frente. Es hacia
esta meta que hay que moverse.
[15] Otras tendencias y activistas, sin embargo, han participado –en calidad
de “organizadores” unos, de invitados otros– en los seminarios y eventos
promovidos por el grupo revisionista a fin de fundar el nivel público de su
partido. De esta forma mostraron un cierto espíritu seguidista, pero, después, en
el curso de los eventos, mostraron el suficiente criterio para no caer en la
emboscada.
[16]
Aragón es ambiguo. En una parte de su carta habla de “los supuestos
‘acuerdos’” de la Reunión de Barranco, mientras en otras partes pone en duda “la
validez histórica del mencionado texto” y apunta esta frase: “la mencionada
reunión supuestamente realizada en La Herradura el 16 de setiembre de 1928”.
¿Qué es, pues, lo que cuestiona Aragón? ¿La realización de la Reunión misma?
¿La fecha de su realización? ¿Son “supuestos” los Acuerdos de la Reunión de la
Herradura? ¿Considera reales estos Acuerdos, pero, como dice, no tienen “validez
histórica”? Ciertamente Aragón tiene un embrollo en la cabeza, no obstante que
su pesquisa lleva dos décadas.
20.11.13.
Las
Calificaciones de Arriba del Poder
Roque Ramírez
Los
actuales tiempos dicen que se caracterizan por situar y fraccionar a la
humanidad en dos sociedades: del conocimiento y la de la información. La
primera es exclusiva de la élite que domina, manipula y controla el
conocimiento; y la segunda está asignada a las masas, y no precisamente por
controlar la información sino porque están sentenciadas (por la poderosa y
mangoneadora élite) a recibirla sin contar con los medios para rechazarla (eso
creen).
Estas calificaciones sociales que no
se rigen por la conformación de clases, y que se identifican por colocar al
pueblo en roles de segundo orden, buscan, entre otros fines no santos,
“elevarnos la autoestima” para no sentirnos menos, pero en su trasfondo eluden
su objetivo de ser corteses para manipularnos
En otras palabras sugieren que vamos
a mejorar en nuestra condición social, aparte que existe la posibilidad
fabulada de la cenicienta de ser iguales si cumplimos con los requisitos de
quien tiene el poder, si nos desprendemos de nuestra nominación de obreros, de
campesinos, de trabajadores de la educación y dejamos de llamarlos burgueses,
latifundistas, poderosos (en elecciones no lo son).
Sin embargo, derrochando dizque
nobleza los “caballeros y las damas de las altas esferas” nos piden sutileza en
los epítetos o apelativos que les endilguemos y “amor propio y superación” para
abandonar los nombres pasados de moda con que nos agrupamos, según la clase
social a la que pertenecemos.
Se incomodan cuando los nombramos
países ricos, y les molesta que nos llamemos países pobres, prefieren nombres
elegantes como grupo de los ocho y grupo de los veinte, o mejor países del
hemisferio norte y países del hemisferio sur, muy siúticos los Dones y las
Doñas dueños del mundo.
Eso si, que quede claro, digo que
nos quede claro, que podemos intentar o soñar con ser sus iguales, pero que no
se nos ocurra intentar alternar ni ganar como ellos, que todo está permitido
pero menos pretender ni aspirar a tanto, eso pues no nos compete.
Porque las cosas tienen su orden
cuando no su destino: unos han nacido para hacerse del mando y de la riqueza, y
mejor si se trata de sobre ganancias; y otros han crecido para ser mandados y
sobrevivir en pobreza y que con medios soles les basta, y no hablo de partir al
astro rey o al apu Inti.
Aunque
claro, el narciso hombretón de la labia pico de oro, antes nos hizo con los
intis (moneda inflacionaria) millonarios y el Perú, por supuesto tantos
bolsillos cargaos de millones no cabían en un mismo país, por eso decía, el
Perú se fue al carajo, y ahora quiere
con el vil dinero de la minería llenarnos de progreso y desarrollo futuro.
¿Cabrán tantos futuros desarrollos y progresos y empleos
y niveles de vida inciertos? Tantos como
para que el Perú no se contamine de agua pura, agua natural, miskicha
(dulcecita), y sobreviva a los benéficos ácidos de la minería, a los adelantos
que abrirá el tajo abierto suplantando al bosque seco y al bosque de montaña
por aridez pura.
Y, claro, habremos desarrollado
tanto como el mundo urbano porque ese nuevo paisaje desértico nos dejó sin
perdices, sin pumas, sin venados y tendremos un mejor futuro. Y las cosas del
pasado, aunque hermosas, no se oirán (¡mira ese sol de venado!) habremos dejado
los lamentos y obtenido las optimistas bondades de la minería.
Supongo que imaginan, como dicen
ciertos sociólogos, que las mujeres y hombres del ande se han quedado
estacionados en el tiempo, siguen sin tener voz, no tienen hijos suyos
profesionales e intelectuales que se involucren con el conocimiento y que no
puedan enfrentar la arremetida de los medios de información aliados del poder.
Supongo que imaginan que el miedo y
el terror aplicados desde el poder intimidará a gente que cada día enfrenta con
coraje la áspera vida campesina. Tal vez ignoran que los niños y niñas desde
antes de los diez años recorren y cruzan caminos en los cuales se topan con
serpientes para cuidar, no tanto vacas, sino la garantía de su alimento.
O tal vez equivocaron sus lecturas
sobre el comportamiento de nuestras gentes andinas. Cierto, las personas del
ande en cualquier edad son “un pan de Dios”, en valores éticos o cristianos no
los igualan, ofrecen lo mejor al foráneo. Tal vez su bondad la ven como
candidez “los señorones del progreso minero”.
O lo que es peor, imaginan que
siguen siendo la clientela política a quien la pueden manipular con ofertas,
con “obras o donaciones de la autoridad”. Como si mis paisanos del ande no distinguieran
que es una obligación del Estado y que
más bien la aprovechan los funcionarios “vivos” y oportunistas para pedir
comilonas gratis.
Entonces, por eso las
calificaciones: las formas y representantes
del poder son parte de la sociedad del conocimiento y los otros
sostienen la sociedad de la información. Los ronderos, los ambientalistas y
líderes católicos populares son el atraso, la manutención de la pobreza; el
gobierno y su partido y los dueños del poder y plumíferos son el progreso, el
futuro desarrollo.
Y, otra vez la sucia manipulación, o
estas con ellos o estas conmigo. Si es conmigo, digo a favor de la minería,
eres ciudadano respetable que apuesta por el progreso de la riqueza. Si estás
en contra eres un comunista, no eres “mesías” ni apóstol y, ya sabes, hasta
pedir diálogo o dar una alternativa viable también te enfrenta al poder.
No olvidemos que desde el
feudalismo, a las mujeres y varones inteligentes les decían brujas o brujos y
los quemaban vivos. Sin embargo cuantos derechos y libertades ha ganado el
pueblo a pesar de la amenaza del poderoso.
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