sábado, 7 de diciembre de 2013

Exposición



A propósito de “Nuestras raíces y el problema de la lengua”, de Jorge Oshiro*

Santiago Ibarra

El colonialismo se expresa en el plano individual a través de distintos dramas. Para ilustrarlo, quisiera compartir con ustedes brevemente el testimonio de Jorge Oshiro, filósofo peruano radicado en Alemania, quien en una conferencia dictada el 31 de enero de 2009 en el “Kulturzentrum Lagerhaus-Migration”, Bremen, cuenta que en 1980, mientras trabajaba como profesor, un estudiante le observó que en tanto otras personas hablaban de “nosotros, los uruguayos”, “nosotros los argentinos”, él hablaba de “los peruanos”, haciéndole notar que él evitaba el “nosotros”. Oshiro afirma que tenía un sentimiento que Freud llamó “Unbehagen”, “un no sentirse muy bien en la propia piel”. Ese malestar venía desde su infancia, del hecho de ser hijo de japoneses.

Sucede que sus padres y otros japoneses migraron al Perú, con la esperanza de regresar a su tierra, en las dos primeras décadas del siglo XX. En aquel entonces Japón experimentaba un fuerte proceso de industrialización, y la ciudad no podía absorber a la totalidad de la gente que migraba del campo, de manera que ésta se iba hacia los Estados Unidos, pero cuando este país le cerró las puertas migró hacia el sur, y uno de los lugares donde se asentaron fue el Perú. Aquí trabajaron en las haciendas de caña de azúcar y algodón del norte costeño, donde todavía imperaban las relaciones serviles y la esclavitud. Los hacendados no pagaban a sus trabajadores en efectivo, sino a través de bonos, para comprar los alimentos en los almacenes de la hacienda, que eran más caros que las tiendas del pueblo. Así, los trabajadores quedaban endeudados, y los padres de Jorge Oshiro jamás pudieron ahorrar el dinero necesario para regresar a su tierra.

Un buen día escaparon de la hacienda, su padre conjuntamente con otros trabajadores. Oshiro cuenta que estas huidas eran repetidas, y muchos eran atrapados por los capataces. Pero su padre llegó a Lima. En Lima su trabajó como peluquero, y cuando se produjo la Segunda Guerra Mundial, la vida de los japoneses y gente de origen asiático en general se puso muy difícil, pues los japoneses fueron etiquetados como “enemigos de la patria”. Se llegó a acusar a los japoneses de ser la quinta columna del ejército japonés. “Entonces comenzó sistemáticamente el despojo de sus bienes y se produjeron saqueos de tiendas de japoneses”, dice Oshiro. Su padre tenía que esconderse de los policías y vivir en la clandestinidad. “Dormía en otras casas. Y la familia vivía en un estado de terror permanente. Fue un choque brutal que iría a marcar la vida de los japoneses y okinawenses en el Perú. Pero en los 50 la situación ya se había normalizado, es decir se había vuelto a la situación de antes de la guerra; no hubo más saqueos, robos y deportaciones, pero existían todavía los viejos prejuicios raciales. En esos años comenzó la guerra de Corea. Entonces éramos objeto de burlas y pequeños ataques porque éramos “coreanos”. Antes habíamos sido “chinos”, porque para muchos peruanos no hay ninguna diferencia entre el japonés y el chino. Todos éramos chinos”, cuenta Oshiro.

Afirma Oshiro que fue leyendo a varios autores peruanos, y especialmente a José Carlos Mariátegui, que pudo superar el malestar, pues ninguno de ellos ponía en cuestión la imagen que tenía de ese “Perú odioso”. Incluso estos autores ponía en cuestión la idea misma del Perú, y Mariátegui afirmaba que el Perú es “una nacionalidad todavía en formación”. Jorge Basadre hablaba del “Perú oficial”, de la costa y sobre todo de Lima, y del “Perú profundo”, de la sierra, del mundo andino, de la población indígena. El antropólogo José Matos Mar hablaba del Perú como un “archipiélago”, con poca comunicación entre los grupos étnicos. El Perú es entonces un proyecto a realizar. 

Oshiro dice que una vez superado este malestar aparece otro, mientras estudiaba japonés. Oshiro estudiaba este idioma porque consideraba que la cultura japonesa “era algo constitutivo” de su raíz cultural. Los síntomas de este malestar eran “cólera (…) rencor –y un difuso sentimiento de inferioridad. Era como un fantasma que me atormentaba la vida –dice Oshiro-”.

Oshiro dice: “Como lo había hecho antes con el problema que tenía en relación al Perú, leí ahora muchos libros sobre el Japón. Luego comencé a escribir un libro sobre mi familia. Viajé a Lima y entrevisté a mis cuatro hermanos con mucha intensidad, escribí mis recuerdos. Y así surgió un pequeño libro de 250 páginas. Pero sentía que todavía era insuficiente, no había llegado al núcleo de mi dificultad, entonces, estando otra vez en Europa, volví a viajar a Lima, hice una serie de entrevistas por segunda vez, esta vez también a otros miembros de la familia. Seguí escribiendo mis recuerdos, hasta que esta vez sí llegué al núcleo del problema. Era un trauma familiar, un trauma cultural que viven todos los pueblos que han sido invadidos y colonizados como había sido el caso de Okinawa.  Pero esto lo supe después.”

Su familia había llegado al Perú de Japón, pero específicamente de Okinawa, una cadena de islas que está al sur de Japón, a dos horas de vuelo de Tokio. Okinawa había sido un reino independiente hasta 1879, “con una cultura milenaria propia, con su propia lengua”. Japón anexó por la fuerza a Okinawa, como luego invadiría a Corea, China, y toda una franja del continente asiático hasta Indonesia, pasando por Vietnam y Tailandia. Oshiro comenta que esta colonización, como todas, tiene mucho de una violación sexual. Los japoneses prohibieron a los okinawenses el uso de su propia lengua y los obligaron a aprender el japonés en las escuelas. Sus padres habían sufrido esta opresión. Pero ellos nunca hablaron con sus hijos de este problema. “Se limitaban a sufrirlo en silencio. El problema se convirtió en un fantasma en cuanto que había un acuerdo tácito de no hablar sobre él, tanto era el dolor que causaba –acota Oshiro”.

Oshiro afirma que el sentimiento de inferioridad es una consecuencia directa de la colonización. En su familia se hablaba tres lenguas: el okinawense (hablado por sus padres y amigos de ellos), el japonés (entre sus padres y sus hijos) y el castellano (entre los hermanos). Estas “tres lenguas no existían neutralmente una al lado de la otra”. “Mientras el castellano era la lengua exterior, en el interior de la casa las otras lenguas vivían en conflicto. La lengua japonesa oprimía a la lengua okinawense (…) Dentro de la perspectiva psicoanalítica, el castellano correspondía al nivel de la conciencia, con el pasar de los años en Europa para mí el okinawense, se convertía en subconciencia, mientras que el japonés asumía una especie de muro o censura que me impedía el acceso directo a la subconciencia.”

De esta situación se daba en Oshiro, según sus propias palabras, “una relativa identificación de la cultura dominada con la cultura dominante”. Hay una pérdida de identidad cultural. Oshiro dice finalmente que gracias al psicoanálisis, a la filosofía del lenguaje y a la lingüística, pudo llegar a ese estrato profundo y descubrir su propia identidad como peruano-okinawense, pasando por el redescubrimiento de su lengua materna, el okinawense.

De este importante autoanálisis de Jorge Oshiro, quisiera pasar a señalar muy brevemente algunas cuestiones:

1.   Mariátegui decía que el Perú es “una nación en formación”. Y decía además que el mayor drama del Perú contemporáneo es su “dualidad histórica”, esto es, la coexistencia conflictiva de dos culturas: la indígena y la europea. Esta dualidad se expresa en todos los niveles de la vida social (1). El testimonio de Jorge Oshiro tiene como fondo histórico el colonialismo (relaciones de producción serviles en la hacienda peruana, conquista y colonización violenta de Okinawa por el Japón), así como la modernidad capitalista y el imperialismo (fuerte proceso de industrialización del Japón, Segunda Guerra Mundial). Es decir, podemos observar que hay un nivel estructural que se expresa en las distintas situaciones traumáticas de la vida personal y familiar, correspondientes al colonialismo y al capitalismo imperialista. 

2.   El racismo, expresión, efecto del colonialismo, es ciertamente uno de los grandes problemas de nuestras sociedades. Pero, es importante no perder de vista que, en principio, el racismo no debe ser comprendido como un problema que se presenta entre iguales, sino entre desiguales. Es decir, el racismo es consecuencia y es funcional a la perpetuación de las desigualdades sociales. El racismo no debe ser comprendido como una conducta patológica o desviada que se produciría dentro de un cuadro de “sociedad normal”. Primero fueron los españoles quienes sojuzgaron a los indígenas con el genocidio consiguiente; luego, en la República, los criollos quienes construyeron una sociedad y una economía sin y contra el indio, como decía Mariátegui. A esta situación es a lo que se ha llamado colonialismo interno. Las élites políticas pensaron que una política de mestizaje, en realidad, de asimilación, de homogenización cultural, sería la solución a este problema. Empero, el “mestizaje” reprodujo las divisiones y las relaciones étnicas y de clase de dominación. Considero importante observar que en el testimonio de Oshiro el Estado peruano juega un papel destacado en la persecución de los japoneses en los años 40, y luego el prejuicio racial se prolonga en el tiempo.   
3.   Este racismo, ejercido por las clases favorecidas contra la población indígena, mestiza y negra, y funcional por tanto a la reproducción de su status socioeconómico, se complica –como observaba agudamente Mariátegui- con el racismo entre los miembros de las clases subalternas. Así, por ejemplo, tenemos los insultos mutuos entre gente de origen quechua o aymara, la discriminación de la población negra o el menosprecio que se siente por los indígenas amazónicos y que sale a flote en ciertas circunstancias. Este racismo al interior de las clases subalternas refuerza el dominio de las clases favorecidas debilitando, consiguientemente, a las clases populares. En general, esta situación se revierte en las situaciones de revuelta, de sublevación popular, como sagazmente observaba Frantz Fanon. Por eso, para Fanon, la superación de esta fragmentación al interior de las clases populares y los propios dramas personales derivados del colonialismo pasaba por la transformación revolucionaria de la sociedad.     
4.   Jorge Oshiro dice que el trauma cultural que repercute en su vida se traduce en cólera, rencor y en un “difuso sentimiento de inferioridad”. Después dice que se dio cuenta de su relativa identificación con la cultura dominante y que el malestar es superado cuando logra descubrir su identidad como peruano-okinawense, luego de que redescubriera su lengua materna, el okinawense. Este sentimiento de inferioridad es un producto de la conquista y colonización violentas de Okinawa por el Japón, como lo dice el propio Oshiro. Ahora bien, Frantz Fanon decía que para el colonizado, “El mundo del colono es un mundo hostil, que rechaza, pero al mismo tiempo es un mundo que suscita envidia… el colonizado siempre sueña con instalarse en el lugar del colono”. Y agregaba Fanon que “Ese impulso de tomar el lugar del colono mantiene constantemente su tensión muscular” (2). Por un lado, el sentimiento de inferioridad es un resultado del colonialismo, de otro lado este sentimiento de inferioridad se traduce en el ejercicio de la violencia entre los propios colonizados, que todavía no son capaces de hacer frente al discurso del colonizador y están inconscientemente identificados con el agresor. Se aspira a ser como el colonizador. Pero esta identificación con el agresor, con el colonizador, identificación que puede darse en mayor o en menor grado, es posible revertir, como lo muestra el caso de Oshiro.
5.   La lucha contra el colonialismo supone traerse abajo sus estructuras y los muros que impiden la convivencia entre las personas, la superación de los prejuicios raciales. Si somos negados, invisibilizados en nuestra individualidad, hay una necesidad de afirmación identitaria, de valorización de lo propio, pero, como dice Jorge Oshiro, esta afirmación, a la vez que busca sus raíces, debe orientarse hacia la construcción de un solo nosotros, correspondiente a su vez (agrego yo) con el interés común. De aquí que esta afirmación identitaria no implica necesariamente la negación de lo occidental (que, además, se efectúa sobre la base de una construcción mítica de su historia e identidad), sino que puede incluir la aceptación de su gente en su especificidad.
6.   Decimos que esta construcción de un solo nosotros se corresponde con el interés común porque si el racismo de las clases dominantes es funcional a la concentración de la propiedad, de los ingresos y del poder, la lucha contra el colonialismo y el racismo en todas sus expresiones se corresponde con la lucha por una democratización de la economía y del poder.
7.   Finalmente, hay que hacer notar que la exaltación irracional de las diferencias solamente nos puede llevar a la catástrofe; en cambio, es muy prometedor buscar las semejanzas y el interés común, en el marco del respeto al derecho a la diferencia. De hecho, entre los diferentes grupos étnicos, así como hay mil diferencias, hay mil o diez mil semejanzas. Entonces, es posible construir un solo “nosotros” a escala nacional y a escala mundial. Este es el desafío de los pueblos.

* El presente texto fue expuesto en una mesa redonda organizada en el marco de las Jornadas de Psicoanálisis, Trauma y Descolonización, impulsadas por el Instituto de Terapia e Investigación (Bolivia) y el Instituto Latinoamericano de Psicoanálisis, en la Fundación Solón, el 7 de noviembre del año en curso.

Notas
(1)Cfr. Eduardo Ibarra, Nuestro mayor problema histórico, en esta misma edición de Creación Heroica.
(2)Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura Económica, 1965.

Bibliografía

Frantz Fanon, Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura Económica, 1965.

Eduardo Ibarra, Nuestro mayor problema histórico. Escrito el año 2000, ha circulado ampliamente en la internet y hoy vuelve a ser publicado en nuestra revista Creación Heroica.

Jorge Oshiro, Nuestras raíces y el problema de la lengua. Revista electrónica Creación Heroica, 4 de diciembre de 2010, (http://creacionheroica1928.blogspot.com/search?updated-min=2010-01-01T00:00:00-08:00&updated-max=2011-01-01T00:00:00-08:00&max-results=11)

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