viernes, 31 de agosto de 2012

Literatura




Las Dimensiones de la Realidad:
El Surrealismo en el Mundo

(Cuarta Parte)


Jorge Oshiro


El suprarrealismo de Frank

¿Por qué considera Mariátegui al autor de «Our America» un suprarrealista? Porque según el autor peruano Frank da en este libro una versión aventurera, temeraria,

"...que no retrocede antes ninguna hipótesis ni ante ninguna conjetura; versión de un espíritu nómade...mesiánico y ecuménico, que rebasa a cada instante la realidad para descubrir sus contornos extremos y sus dimensiones inmateriales" (Subr.JO)

Aquí está la clave para el entendimiento del concepto mariateguiano del suprarrealismo. «Our América» es en su núcleo íntimo un libro suprarrealista, como lo son también la «España Virgen» y «Rahab», otros libros importantes del norteamericano, porque es en primera línea un libro de creación artística. Frank es un artista , es un poeta. Y su dominio no es la contabilización de la realidad sino su creación. Frank insistía en que:

"Nosotros creemos ser los verdaderos realistas, nosotros que insistimos en que el ideal es la esencia de toda realidad".

Frank es un verdadero suprarrealista porque no describe la realidad «tal como es», sino que la interpreta a partir de sus ideales, y no solamente a partir de sus fantasías. La realidad que trata Frank en su libro «no existe», si se entiende por existencia el simple «estar-allí». En este sentido escribe el ensayista norteamericano:

«Para nosotros de la nueva generación, América es una promesa y un sueño» («Our America»1919:8.Introductory).

"Pero este idealismo" se apresura a aclarar Mariátegui, "no empaña su mirada con ninguna bruma metafísica ni retórica cuando escruta el panorama de la historia de los Estados Unidos" (1950:187).

Es en esta perspectiva abierta por Frank, de una realidad «como promesa y sueño» que hay que entender la reiterada fórmula mariateguiana: "El Perú es todavía una nacionalidad en formación" y que es uno de los pilares conceptuales de «Los Siete Ensayos de la Realidad Nacional».

El corto análisis que hace Mariátegui sobre «Nuestra América» y «España Virgen» será tratado en el próximo capítulo dentro del contexto de los <
El «Descubrimiento del Nuevo Mundo»

En un artículo de diciembre de 1929 escribe Mariátegui:

"Contra mi hábito quiero comenzar este artículo con una nota de intención autobiográfica"(1950:192).

Y continúa diciendo que la admiración por el autor norteamericano se ha agrandado y que ha leído con interés excepcional cuanto de él ha llegado a sus manos.

"Lo que más me ha aproximado a Waldo Frank es cierta semejanza de trayectoria y de experiencia. La razón íntima, personal, de mi simpatía por Waldo Frank reside en que, en parte hemos hecho el mismo camino" (op.cit.).

Aclara el crítico peruano que no hablará de las discrepancias entre ellos, que como se verá en su lugar oportuno, son muchos y mayores, sino solamente de sus afinidades. Mariátegui:

"Diré de qué modo Waldo Frank es para mi un hermano mayor".

Ya hemos comentado anteriormente otra confesión autobiográfica de Mariátegui al referirse al poeta peruano Alcides Spelucín, a quien consideraba «el buen hermano» . En el mismo sentido escribe Mariátegui:

"Como él, yo me sentí americano sino en Europa. Por los caminos de Europa, encontré el país de América que yo había dejado y en el que había vivido casi extraño y ausente" .

Aquí «americano» no significa «iberoamericano», «latinoamericano», sino más bien «Nuevo Mundo», que encierra tanto los países del norte centro y sur de América. En este sentido decía Waldo Frank:

"La tarea de crear los valores del nuevo mundo necesita de cada una de las naciones en ambas Américas. Cada potencialidad de nuestros varios pasados étnicos debe tener su lugar en este nuevo mundo. No debe haber una cristalización en una forma que excluya memoria alguna, racial, blanca, roja o negra; que excluya ninguna tradición nacional de las miriadas que han creado el vasto y fértil caos américano".

Mariátegui se expresa con una fórmula parecida:

"Europa me reveló hasta qué punto pertenecía yo a un mundo primitivo y caótico.

Las palabras «primitivo y caótico» tiene el significado de la palabra de Frank: «fértil caos americano». Por esto añadirá nuestro autor en la siguiente frase:

"Y al mismo tiempo me impuso, me esclareció el deber de una tarea americana".

En el texto anterior hablando de Alcides Spelucín escribía Mariátegui: "Partimos al extranjero en busca no del secreto de los otros sino en busca del secreto de nosotros mismo" (1928:274). Estos dos pasajes se complementan y se profundizan. Europa es el espejo descubridor tanto de la dimensión interior como de la realidad con la cual esa «interioridad» forma una indisoluble unidad dialéctica. El «fértil caos americano», por lo tanto no era solamente una realidad exterior, correspondía también al resultado de un examen introspectivo.

La experiencia europea de Mariátegui le había posibilitado a descubrir una realidad que pensaba ya conocida, pero que en el fondo se le escapaba. Pero dice el autor peruano, que aún no se había detenido a analizar este complejo proceso de reintegración.

"Fue al leer en agosto de 1926, en «Europe», las bellas páginas en que Waldo Frank explicaba la función de su experiencia Europa en su descubrimiento del Nuevo Mundo, que medité en mi propio caso" (1950:192-193).

El crítico peruano hace un corto semblante del pensador norteamericano, habla de la niñez y juventud holgada de Frank, de su familia de origen judío y de posición acomodada, de la cultura musical que gozó el joven Frank en su juventud, de su viaje a Europa, de sus estudios en la universidad de Yale, de su carrera de periodista y escritor. Pero los Estados Unidos no satisfacían las íntimas búsqueda de este pensador. Lo creyó encontrar en París. Pero después de un cierto tiempo en pleno gozo de la existencia en la capital francesa, Frank decide regresar a su patria.

La conciencia de la propia necesidad

París satisfacía las necesidades culturales y artísticas de Frank, vivía cómodamente y era reconocido por su calidad literaria. Pero,

"A su fuerza creadora", dice Mariátegui, "a su equilibrio sentimental, no bastaba el goce fácil de Europa"

"Yo era feliz -escribía Frank-; yo no era necesario.(subr.en el original) Me nutría de lo que otros, en el curso de los siglos, habían creado. Vivía en parásito; éste es al menos el efecto que yo me hacía" (1950:193)
Mariátegui comenta el pasaje:

"En esta frase profunda, exacta, terriblemente cierta: «yo no era necesario»(subr. en el orig.) Frank expresa el sentimiento íntimo del emigrado al que Europa no puede retener"(op.cit.).

Para Mariátegui la vida del fácil placer, de la satisfacción de los más exquisitos deseos no era la cúspide del existir humano. La existencia era en su núcleo más íntimo, tensión, lucha, «agonía» y «violencia». Era la vida confrontada con su limitación absoluta, la muerte, era lucha contra ella.

Y el sentimiento de la superación de la muerte lo encuentra Mariátegui, como Waldo Frank, en el sentimiento de la necesidad de la propia existencia. Waldo Frank escribió en 1958 en su libro de apunte:

"Siempre me he sentido como un extraño, ávido, luchando por entrar. En mi propio hogar ... en Francia (más tarde en España, en Los Estado Unidos literarios (7 Arts, Our America y los años 20), en la Revolución ... Nunca lo logré,..."

Este sentimiento «de-estar-fuera», es decir de un estar «desraizado», es el intenso deseo de pertenencia a una comunidad y alcanzar el sentimiento de necesidad dentro de esta comunidad.

Pero Frank no buscaba ni anhelaba una comunidad cualquiera. Esta búsqueda estaba enlazada con otra búsqueda: la del Absoluto. En este sentido el desarrollo de estas dos biografías se desenvuelven paralelamente:

"Mi alma había desde muy temprano en busca de Dios", decía el peruano en una entrevista ya reiterada anteriormente( 1955:154).

Frank, por su lado, escribirá en uno de sus primeros libros de apuntes que "Todos los libros que escriba serán pruebas de Dios" (1975:59).

En ambos hay una temprana conciencia de la necesidad de la búsqueda de sí mismo a la par de la búsqueda del Absoluto pero que este «sí-mismo» no podía ser alcanzado en la abstracción del individualismo, sino en la integración de una unidad mayor: las multitudes en Mariátegui, el «Cosmos» en Waldo Frank. Este absoluto imperativo de integración en un «individuo-colectivo» lo va expresar Mariátegui en el siguiente pasaje:
"El hombre ha menester, para el empleo gozoso de sus energías, para alcanzar su plenitud, de sentirse necesario"(1950:193).

Y este sentimiento de necesidad es un sentimiento dentro del colectivo de personas y expresa una elevada conciencia del sentimiento de comunidad adleriana.

El individuo aislado es un ser abstracto, por lo tanto incapaz de alcanzar esta plenitud solamente realizable dentro del contexto de la colectividad. ¿Hubiera podido Frank o Mariátegui encontrar plenitud en Europa? Ambos responderán que no, porque Europa está en un proceso de decadencia y que frente a esta decadencia el «Nuevo Mundo» representaba para estos dos pensadores el principio de la Esperanza. Mariátegui escribe:

"El americano, al que no sean suficientes espiritualmente el refinamiento y la cultura de Europa, se reconocerá, en París, Berlín, Roma extraño, diverso, inacabado".

Aquí ocurre un proceso dialéctivo significativo: cuanto más se adentre en el seno de la cultura europea, en el deleite de sus refinamientos,

"...más imperiosamente sentirá su deber, su destino, su vocación de cumplir en el caos, en la germinación del Nuevo Mundo, la faena que los europeos de la Antigüedad, del Medioevo, del Renacimiento, de la Modernidad nos invita y nos enseña a realizar" (op.cit.).

La dialéctica del Viejo y el Nuevo Mundo

Lo que produce la lectura del artículo de Waldo Frank es la toma de conciencia de una dialéctica tan simple y a la vez complicada del «Viejo y el Nuevo Mundo». En los trabajos anteriores a esta fecha hay en los escritos de Mariátegui un análisis amplio, profundo y multifacético de Europa Occidental, de un mundo en franca decadencia. Lo que le trae la lectura y meditación de los escritos de Frank es la polarización consciente y dialéctica entre lo «Viejo» y lo «Nuevo».

Digo a la vez simple y complicado, pues el descubrimiento del Nuevo Mundo no podía ser logrado sin un estudio a profundidad del Viejo Mundo, cosa que ambos hacen con seriedad y consecuencia. Una clave del futuro americano estaba en el pasado europeo y no solamente en el estudio de su presente. La prueba la traía Frank en sus tres libros que Mariátegui conocía: «Nuestra América», «España virgen» y «El redescubrimiento de América», que la revista de Mariátegui había traducido y publicado.

La simple oposición mecánica entre el Viejo y el Nuevo Mundo no era naturalmente nada original. Lo original y novedoso era el contenido revolucionario y profético de esta oposición. En este sentido va escribir el pensador y ensayista mexicano A. Reyes:

"Los escritores de esta generación americana - Waldo y yo somos contemporáneos estrictos - nunca nos hemos resignado, ni en uno ni en otro lado de la frontera lingüística, a considerar el mundo americano como un acaso de la historia y de la geografía, sino que le hemos encontrado un sentido en cierto modo profético".

A. Reyes y W. Frank concebían la creación de América no como un mero producto histórico del azar. El «Nuevo Mundo» era más bien

"...aspiración prefigurada ya en la fantasía de los humanistas, los poetas y los navegantes desde antes del Descubrimiento, y proyectada hacia el futuro como una promesa de síntesis mejor, como sueño de una tierra más propicia para la familia de Adán" (op.cit.).

El paralelo entre estos dos pensadores no se da solamente a causa de una experiencia parecida, el descubrimiento de la propia realidad a través de Europa. Lo que hace verdaderamente interesante este acercamiento entre Frank y Mariátegui es el fondo filosófico de sus pensamientos respectivos.

Habíamos analizado la importancia de dos concepto para la comprensión del pensamiento filosófico de Mariátegui: el «mito» y la «agonía». Hemos dilucidado dentro de este contexto el terreno teórico en el cual se mueve el pensador peruano: el conatus spinoziano.

Es este concepto la base teórica de la teoría del mito y de la agonía. Es el determinismo de lo viviente; es la perspectiva de la concepción de una Naturaleza viviente, única, inmanente; es la diferencia entre la realidad «real» y modal; es la moral de la perseverancia que va a dar a la intuición mariateguiana una estructura teórica coherente. Es en el terreno spinoziano que el peruano puede hacer la síntesis creadora entre la pasión y el pensamiento, entre la ciencia y la religión. A través de estos fundamentos la revolución, desde la perspectiva de Mariátegui, es a la vez científica y religiosa.

Notas finales

El Surrealismo tuvo una influencia trascendental en la búsqueda de la identidad cultural latinoamericana, tal como se ha visto en el desarrollo del pensamiento mariateguiano, y luego en la novela de Carpentier como en la filosofía del poeta mexicano Octavio Paz.

Como rebelión (Octavio Paz) o como insurreción (Mariátegui) el movimiento inspirado por Breton fue una brecha profunda al cartesianismo racionalista, positivista y mecanicista dominante en el pensamiento europeo.

A través del surrealismo la «nueva generación» post-bélica europea, presintiendo el «alma matinal» que aparecía en el horizonte hace una radical autocrítica de la propia cultura decadente y este movimiento será una fuente de inspiración importante a los pensadores de la nueva generación latinoamericana que empieza a desarrollarse en los años veinte.

Será en Europa (surrealista) que pensadores como Waldo Frank, Mariátegui y poco después Carpentier van a descubrir «el vasto y fértil caos americano» (W.Frank) y es dentro de esta corriente renovadora que ellos van a sentir el imperativo del retorno a la patria para cumplir «la tarea americana» (Mariátegui).

El descubrimiento del Subconsciente, de la Sexualidad, del Deseo, del Sentimiento en una palabra, el descubrimiento de la «subjetividad del cuerpo» implicaba el descubrimiento de «los campos magnéticos», es decir de una visión de la Naturaleza como Potencia, como Sujeto, o mejor, como Individuo (Spinoza).

Esto era redescubrir la Naturaleza tal como lo había comprendido el pensamiento mítico y por lo tanto significaba redescubrir el mismo pensamiento mítico y de reivindicarlo.

El Surrealismo desvelaba la propia infancia y buscaba afanosamente la «reconquista de la inocencia del amor». Este retorno a los orígenes venía polarizado al mismo tiempo con la búsqueda del futuro: ver hacia atrás para percibir mejor el futuro, o bien buscando un nuevo camino hacia el futuro se retornaba hacia los comienzos.

Superar el capitalismo implicaba por tal redescubrir y revalorar aquello que la triada del «logos-mercado-escritura» había desplazado y reprimido para imponer su propio horizonte capitalista-burgués. Contra el Logos se reivindicaba el discurso del Deseo y contra la Escritura el Lenguaje oral viviente y contra el «horizonte de utensilio» (mercado), «los campos magnéticos» y contra la «triada de la soledad», «la poesía colectiva».

Así coincidían las tesis esenciales de los surrealistas con las que traía Mariátegui en su diálogo abierto con Unamuno y Sorel, entre otros. El revolucionario peruano encontraba en los surrealistas una amplia ratificación de sus intuiciones iniciales.

Había que reivindicar con fuerza y revalorizar aquello que el «accionismo productivo» capitalista (W.Frank) había desconocido y despreciado. Había que volver a revalorizar los Mitos, la Religiosidad y la Metafísica para comprender mejor las limitaciones intrínsecas del capitalismo-burgués y poder superarlo dialécticamente.

Pero esta voluntad de revalorizar lo original no era para él un volver mecánico hacía formas ya muertas, pues Mariátegui se había cansado de repetir que todo retorno al pasado era infructuoso, ahistórico. Su crítica al fascismo fue contundente al respecto.

El re-descubrimiento del Mitos si no quería ser un mecánico retornar al pasado necesitaba de una nueva racionalidad; de una racionalidad que permitiera al mismo tiempo que reconquistar los valores desplazados y reprimidos por la triada del logos, y al mismo tiempo conservar las contribuciones considerables aportadas por el desarrollo científico y tecnológico del pensamiento lógico-matemático.

En otras palabras se requería reconquistar el Sentimiento sin rechazar el Pensamiento, es decir, sin caer en el irracionalismo, tal como había pasado con Sorel y Unamuno, francos tiradores en el mundo decadente prebélico europeo y precursores de la «Nueva Generación».

Para esto era necesario, siguiendo a Sorel y Unamuno volver al pasado, poner en cuestión el punto de partida del pensamiento tecnológico y científico moderno (Descartes) y buscar una alternativa racional a él. Y este punto de partida era (es) Spinoza, la única alternativa posible al racionalismo cartesiano.

Así lo había entendido el mismo Hegel, así lo había comprendido Labriola, y entre los pensadores de la «nueva generación», el Surrealismo implícitamente y Waldo Frank de forma explícita. La cercanía teórica de Mariátegui al Surrealismo y a Waldo Frank, «el hermano mayor», la coincidencia en la crítica y en la afirmación descansa en la misma intuición spinoziana de la Naturaleza y del Hombre. Era insuficiente, como lo decía Waldo Frank retornar a Spinoza directamente, era necesario redescubrir a Spinoza a través de Marx y comprender a Marx a través de Spinoza tal como lo había hecho Labriola en su momento respectivo.

Había que complementar este horizonte con los aportes de Freud, afirmaba Waldo Frank, y en los análisis anteriores se ha visto que a los aportes del fundador del Psicoanálisis (que como dice Mariátegui ha sido primeramente una intuición colectiva) había que agregar los aportes de la Psicología Individual de Alfred Adler y su concepto de «Sentimiento de Comunidad», piedra angular en el pensamiento mariateguiano.

Todos estos aportes permitía a Mariátegui revalorar el Mito sin caer en el irracionalismo. Pero había aún otro elemento decisivo: Mariátegui no necesitaba revivir el pasado como el fascismo pretendía retornar al medioevo. Los Mitos en Latinoamérica y muy especialmente en el Perú era (es) una realidad viviente y actual, pues era (es) la visión y sentimiento del mundo de la gran mayoría de peruanos explotados y olvidados, los Indios.

Así la cuestión del Mito era una cuestión actual que era necesario replantear. Así entramos en la antesala de la obra capital mariateguiana, «Los Siete Ensayos».






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