Creación
Un Poema de Gonzalo Rose
Os Invito a Pensar en Esa Muerte
Amigos, amigos,
¿hay algo más doliente
que la muerte de un hombre verdadero
cuando aún su estación dictaba frutos?
Ya sé, resulta fácil, a veces,
sólo a veces
cuando alguna amargura del corazón nos colma,
marcharse a ver el mar…
¿Pero qué mar, amigos,
es tierra del olvido, o del consuelo,
para la muerte de este hombre? ¡Qué mar!
unidos meditemos esta ausencia
ocurrida en el reino de la especie
y en la hora de la pérdida más honda.
En verdad, os digo,
no ha debido morirse José Carlos;
al menos, no tan pronto;
y sin embargo,
cualquier fecha en que se hubiera muerto,
habría sido demasiado pronto.
Lo contemplo pasar
-silueta del combate sin permuta-
en estampas distintas.
Y lo cierto, no sé cuándo parece más Mariátegui:
si uniendo a los obreros en torno e la causa del obrero,
si ejerciendo solares magisterios en Universidades Populares,
si hablando a los poetas de su misión profunda,
o si
sencillamente
es más Mariátegui
sentado
frente a su máquina de escribir,
redactando en el linde de la aurora
los temas de la aurora,
los cantos de la aurora,
las humanas razones de la aurora.
Oigo su voz, amigos,
enseñando entre máquinas y estrellas
las letras del amor elemental
del amor del oprimido al oprimido,
del amor del diente por la harina blanda,
del amor de la luz por la ventana,
del amor del patrón por el verdugo,
del amor del gerente por el poeta puro.
Amigos, él es nuestro Lenin,
sólo le falta su octubre rojo;
pero con cada día que transcurre,
octubre está más cerca de su víspera.
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