jueves, 1 de octubre de 2020

Política

Lineamientos programáticos

 

La Cuestión de la Dictadura del Proletariado en el Programa del Partido 

Eduardo Ibarra 

La dictadura del proletariado es una cuestión fundamental que exige ocupar un lugar de primer orden en el programa del Partido. Toda la experiencia de la revolución socialista prueba que la dictadura del proletariado ha estado y sigue estando en el centro de la lucha política del proletariado triunfante, así como específicamente en el debate con la burguesía y el revisionismo. 

Lenin señalaba con toda razón que «el problema del poder es el problema fundamental de toda revolución.» (A propósito de las consignas). Y precisaba que «no hay otro camino hacia el socialismo que la dictadura del proletariado.» (Informe sobre la actividad del Consejo de comisarios del pueblo, en el III Congreso de los Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos de toda Rusia). 

Por eso, en El estado y la revolución, pueden leerse estos precisos conceptos suyos:


Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista, puede mantenerse todavía dentro del marco del pensamiento burgués y de la política burguesa. Circunscribir el marxismo a la doctrina de la lucha de clases es limitar el marxismo, bastardearlo, reducirlo a algo que la burguesía puede aceptar. Marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En esto es en lo que estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño (o un gran) burgués adocenado. En esta piedra de toque es en la que hay que contrastar la comprensión y el reconocimiento real del marxismo.

Es decir, la diferencia entre un marxista y alguien que no lo es, reside en que el primero reconoce la dictadura del proletariado como el necesario camino al socialismo y el segundo se limita a reconocer la lucha de clases. 

        Por eso el mismo Lenin subraya:

 

… predicamos la dictadura del proletariado, y la pondremos en práctica cuando estemos en el poder, a pesar de que todo el desarrollo lleva a la supresión de la dominación violenta de una parte de la sociedad sobre otra. La dictadura es la dominación de una parte de la sociedad sobre toda la sociedad, una dominación, por cierto, que se apoya directamente en la violencia. La dictadura del proletariado, única clase revolucionaria hasta el fin, es imprescindible para derrocar a la burguesía y rechazar sus tentativas contrarrevolucionarias. La cuestión de la dictadura del proletariado tiene tanta importancia que quien la niega o la reconoce sólo de palabra no puede ser miembro del Partido Socialdemócrata. (Sobre la caricatura del marxismo y el economismo imperialista). 

Por tanto, la diferencia entre un partido proletario y otro que no lo es, reside en que mientras el primero reconoce la dictadura del proletariado, el segundo llega a lo mucho a reconocer la lucha de clases. 

Pues bien, en el Programa del Partido (Principios programáticos del Partido Socialista), aparentemente no existe ninguna alusión a la dictadura del proletariado, pero, en realidad, sí la hay:

 

8º-Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria. El partido del proletariado, capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y el desarrollo de su propio programa, realiza en esta etapa las tarea de la organización y defensa del orden socialista” (Ideología y política, p. 162).

Como puede entenderse, con las frases «ejercicio del poder» y «organización y defensa del orden socialista», el Programa del Partido se refiere a la dictadura del proletariado. 

(Entre paréntesis, es necesario indicar que, como hemos observado en otro lugar, en nuestro caso la dictadura del proletariado no resulta a partir de la revolución socialista-proletaria, sino de la victoria de la propia revolución «democrático-burguesa», revolución dirigida por el proletariado y en cuyo marco la dictadura del proletariado aparece bajo la forma de dictadura de los obreros y los campesinos; por tanto, en este punto hay que corregir el Programa del Partido). 

Ciertamente el hecho de que en el Programa del Partido no aparezca el término dictadura del proletariado –aunque sí el concepto, como acabamos de ver–, por el hecho de que Mariátegui consideraba, en concordancia con los demás fundadores, que la situación nacional de su tiempo no era propicia para consignar en el programa un término –el término dictadura del proletariado– no conocido por la inmensa mayoría de las clases trabajadores en la versión de Marx y Lenin y que, por esto, era pertinente sustituirlo por otro término que encerrase sin embargo el concepto de la dominación política del proletariado. 

Pero el Perú de hoy no es el mismo que el del tiempo de Mariátegui. Después de casi cien años de desarrollo de la lucha de clases a escala nacional (y a escala internacional), y de la creciente circulación en nuestro medio de literatura marxista, vastos sectores de las clases trabajadoras han asimilado el concepto marxista que encierra el término dictadura del proletariado. 

Si, en su impotencia teórica, la burguesía utiliza el concepto vulgar de dictadura para descalificar la dictadura del proletariado, el revisionismo, desde Bernstein hasta el Jruschov y sus epígonos, reniega la dictadura del proletariado. 

Es un hecho que el término dictadura provoca en algunas personas absurdas suspicacias, pero cualquier persona inteligente puede superar las mismas tan pronto tenga en cuenta que el surgimiento del Estado significó precisamente el surgimiento de la dictadura de una clase sobre otra, de la clase explotadora sobre la clase explotada, de los esclavistas sobre los esclavos, y que, consiguientemente, las siguientes formas de Estado no fueron más que otras tantas formas de dictadura. 

Como señaló Mariátegui, el dilema de nuestra época es capitalismo o socialismo, es decir, o dictadura de la burguesía o dictadura del proletariado. No existe ni puede existir una «tercera vía», una «tercera solución». Desde 1948 hasta hoy la lucha de clases prueba que solo la burguesía y el proletariado pueden dar lugar a un tipo determinado de sociedad y, por tanto, a un tipo determinado de dictadura. Ni la pequeña burguesía ni el campesinado son capaces de dar lugar a un tipo de sociedad distinto al capitalismo o al socialismo. 

La prueba más irrefutable de que entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado no existe ningún peldaño intermedio, ninguna «tercera solución», es la experiencia histórica. La Comuna de París de 1871 fue una dictadura del proletariado surgida espontáneamente del suelo capitalista. En la Rusia de 1917 los soviets fueron los aparatos, surgidos espontáneamente, de la dictadura del proletariado: la cuestión planteada entonces por la historia fue o dictadura de la burguesía o dictadura del proletariado, y la solución de esta disyuntiva fue la revolución de octubre que instauró la dictadura del proletariado. Por eso el sueño de un «tercer camino» es un sueño embrutecedor en lo teórico y un prejuicio de filisteo en lo práctico.  

En su campaña anticomunista, la burguesía de todos los países –coreada por cierta pequeña burguesía intelectual– opone la dictadura a la democracia, es decir, la dictadura en general a la democracia en general, encubriendo así el carácter de clase de toda dictadura concreta y de toda democracia concreta. Con este recurso sofístico procura presentar al capitalismo como la democracia y al socialismo como la dictadura. 

Pero, claro está, el concepto vulgar de la dictadura y la democracia que manejan la burguesía y sus adláteres se cae tan pronto planteamos el problema en sus verdaderos términos. 

La democracia esclavista surgió en las ciudades-estado de la Grecia clásica, la democracia feudal existió en las ciudades de la edad media y, actualmente, existe la democracia burguesa. Los dos primeros tipos de democracia representaron a una minoría explotadora, así como el último tipo representa a la explotadora minoría capitalista. La democracia esclavista fue un aspecto de la dictadura de la clase esclavista y la democracia feudal fue un aspecto de la dictadura de los señores feudales, así como ahora la democracia burguesa es un aspecto de la dictadura de la burguesía. 

El proletariado tiene el encargo histórico de sustituir la dictadura de la burguesía por su propia dictadura, la democracia burguesa por su propia democracia, es decir, la dictadura y la democracia de la minoría por la dictadura y la democracia de la mayoría, como ha ocurrido ya en más de un país. Así la cantidad se transformó en cualidad. 

La dictadura del proletariado alcanza su plenitud cuando la democracia socialista se realiza como democracia directa del proletariado y las amplias masas trabajadoras y, de este modo, la más justa combinación de dictadura y democracia viabiliza la emancipación de la humanidad de toda explotación, de toda opresión y de toda dominación del hombre por el hombre. 

Así pues, la necesidad y la importancia de la dictadura del proletariado en el proceso histórico de la lucha revolucionaria por la emancipación de la humanidad son de tal magnitud, que su reconocimiento debe consignarse expresamente en el Programa del Partido. 

07.06.2019

 

Un Intento Más de Abortar la Reconstitución

  

Eduardo Ibarra

  

La Reconstitución del Partido de Mariátegui es una grandiosa tarea cuya realización corre a cargo de los continuadores del maestro, plenamente conscientes de que para alcanzar tal objetivo es menester proceder conforme al método y al estilo de trabajo del maestro. 

Como es obvio, para reconstituir el Partido de Mariátegui hace falta, en primer lugar, conocer a ciencia cierta el proyecto mariateguiano y la experiencia histórica del PSP, conocer a ciencia cierta el contenido ideológico, teórico, político y orgánico de la Constitución. 

Ya en el año de 1923 (cuando Mariátegui estaba de regreso en el Perú y daba inicio a su acción por constituir el partido del proletariado peruano), se enfrentaron dos proyectos distintos de constitución del Partido: el inmediatista-organicista de Falcón y el de definición ideológico-política, de largo plazo, de Mariátegui. 

Como bien se sabe, el proyecto que terminó en la fundación del PSP fue el de Mariátegui, y cualquier persona inteligente tiene que darse cuenta de que, en los cinco años comprendidos entre 1923 y 1928, el maestro se centró en producir todo lo necesario para dotar al Partido de una teoría. Así, deslindó con el revisionismo y sustentó el marxismo-leninismo; construyó la teoría de la realidad y la revolución peruanas; trazó la línea política general del Partido; y, de este modo, pudo fundar un partido de cuadros e ideas con la orientación estratégica de transformarlo en un partido de masas y de ideas tan pronto la situación concreta lo permitiese. 

Toda esa producción, publicada en Amauta, Labor y otros medios, fecundó la constitución del Partido. 

Hoy los continuadores de Mariátegui afrontamos la tarea de reconstituir su Partido y, naturalmente, la realización de esta tarea implica la construcción ideológica, teórica, política y orgánica del Partido. 

Pero, como es natural, actualmente no pocas cuestiones se presentan bajo términos distintos, aunque la esencia de las mismas se conserve inalterable. Por ejemplo en cuanto a la cuestión de la verdad universal del proletariado, afrontamos el problema de deslindar con el revisionismo de derecha (“marxismo” a secas, es decir, “marxismo” antileninista y antimaoísta), así como con el revisionismo de izquierda (maoísmo como “tercera etapa” del marxismo, o sea, como negación del leninismo como el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria). 

Así también, actualmente es necesario deslindar con el revisionismo liquidacionista, que ha abandonado completamente la tarea de la Reconstitución (planteando un partido-amalgama y, en expresión extrema de su descomposición ideológica, intentando fusionarse con el partido de Jorge del Prado –el PCP-Unidad, incluso bajo la forma actual de su existencia, es hechura del susodicho personaje), así como, al mismo tiempo, es necesario deslindar igualmente con quienes tergiversan completamente el contenido de la Reconstitución. 

En el marco de quienes alguna vez agitaron la Reconstitución y quienes todavía la agitan formalmente, tenemos el oportunismo de izquierda que, antaño, desvió la Reconstitución actuándola “para la guerra popular” y, hogaño, pretende una segunda reconstitución para la lucha electoral, pues, ¿para qué otra cosa puede ser actualmente?; tenemos asimismo el liquidacionismo de derecha que, con su partido-amalgama, ha renunciado completamente a la Reconstitución; por último, tenemos el oportunismo de derecha que, sin el menor rubor, confiesa compartir “la misma doctrina” y construir “un proyecto común” con las diversas corrientes del oportunismo (incluido el liquidacionismo), y que, de esta forma, se ha aderezado su propia “reconstitución” . 

Ya para el año 2011, sin que ni de lejos estuvieran dadas las condiciones, Jaime Lastra pretendió la realización del V Congreso Reconstituyente del Partido, y esta pretensión da cuenta de su absoluta incomprensión de la Reconstitución, así como, a la par, de sus afanes personalistas. Entonces fue criticado con toda puntualidad y con toda justicia, y no tuvo más remedio que retroceder. 

Hace dos años, si no recordamos mal, volvió a las andadas e intentó sorprender a los activistas de algunos grupos convocando a reuniones para tratar la cuestión de la Reconstitución. Pero, igual que la vez anterior, sin que se hubieran dado las condiciones para ello. Entonces fue criticado una vez más, y no tuvo más remedio que retroceder. 

Hoy, cubriéndose con las siglas de la USJCM y, por tanto, comprometiendo en la aventura a algunos activistas, intenta una vez más sorprender a algunos grupos. De entrada, sin embargo, hay que precisar algo que no puede dejar de comprenderse: la USJCM no es una organización política sino un centro de enseñanza, y ya solo por esto no puede arrogarse la potestad de convocar a los grupos políticos para tratar la cuestión del partido. 

Pero hay más. La USJCM es, hasta donde estamos informados, una amalgama de tendencias, entre ellas el liquidacionismo de derecha y un matiz del revisionismo contemporáneo. ¿Es con la participación de representantes de estas tendencias que se auspicia una reunión para tratar el problema del partido del proletariado peruano o, concretamente, la Reconstitución del Partido de Mariátegui? 

Caer en la celada, como es lo que quiere Lastra que les ocurra a los distintos grupos políticos, sería perder el tiempo en el caso de que lo que se quiere es tratar, en general, la cuestión del partido, y sería intentar abortar por tercera vez la Reconstitución, en el caso de que sea este el tema de la reunión. 

Para que se capte la verdad de nuestro aserto, reseñemos algunas pruebas. 

En los dos números de la revista Pizarra Socialista que conocemos (revista vocero de la USJCM), se publicitó bajo formas específicas la concepción de la cuestión nacional de Eudocio Ravines, y se silenció la concepción de Mariátegui sobre el tema. ¿Y es así como se pretende abordar la cuestión del partido? 

Además, en la misma revista, se publicitaron como revolucionarios los gobiernos reformistas de Venezuela y Ecuador (entonces bajo el gobierno de Correa), metiendo así confusión entre los lectores. De esta forma se desechó la posición marxista sobre la revolución y el reformismo. ¿Y es así como se pretende abordar la cuestión del partido? 

La «Declaración del I Concejo de la Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu», recoge de hecho la ravinesca posición de Pizarra Socialista (o sea de la USJCM) sobre la cuestión nacional y, como ya debe haber observado el lector, presenta a nuestro pueblo como dividido en «pueblo peruano» y «pueblo tawantinsuyano». Obviamente, levantar eso de “pueblo tawantinsuyano”, es prácticamente levantar una bandera programática, lo cual queda corroborado por la idea, publicitada en Pizarra Socialista, de reivindicación territorial del pueblo “indígena originario” (“patrimonio territorial”) y del “derecho a la libre determinación”. Esta arbitraria y archioportunista concepción del pueblo peruano es completamente contraria al pensamiento de Mariátegui. ¿Y es así como se pretende abordar la cuestión del partido? 

Etcétera, etcétera, etcétera. 

¿Es así, pues, como Lastra “fecunda” la Reconstitución del Partido de Mariátegui?  

El proceso de la Reconstitución del Partido entraña la centralización de las ideas correctas y la erradicación de las ideas incorrectas tanto entre los elementos de vanguardia como entre las amplias masas populares. 

Sin embargo, como hemos visto, la USJCM centraliza las ideas incorrectas y desecha las ideas correctas. ¡Precisamente desecha las ideas de Mariátegui! Por tanto, es un hecho que dicha institución no hace honor a su nombre y, por esto, bien podría llamarse Universidad Socialista (!) Eudocio Ravines, pues este nombre le haría honor a lo que publicita. 

Esta es la segunda razón, y la principal, por la cual la USJCM no tiene ninguna autoridad política para convocar a los grupos marxistas a una reunión para tratar la cuestión del partido. 

¿Pero qué significa que, no obstante, la USJCM convoque a reunión con dicho objetivo? 

Significa que, fracasados sus dos intentos anteriores, Lastra (principal promotor del nuevo intento sin ninguna duda), se encubre ahora, como ya hemos señalado, tras las aludidas siglas, esperando que esta vez le funcione la cosa. 

Pero la cuestión de fondo es que los horrores reseñados son nada más que un botón de muestra de la política de conciliación de Lastra con los diversos matices del oportunismo, o, más exactamente, de la asunción por su persona de posiciones oportunistas. 

La problemática de la Reconstitución es, grosso modo, la siguiente. 

En lo ideológico: verdad universal (marxismo-leninismo –o doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao– o marxismo a secas o marxismo-leninismo-maoísmo; método de Stalin para el estudio del desarrollo del marxismo; tesis de Stalin sobre el leninismo; lucha contra el revisionismo de derecha y de izquierda). 

En lo teórico: vigencia del pensamiento de Mariátegui; el método de Mariátegui; desarrollo del método mariateguiano (el marxismo-leninismo como guía, el pensamiento de Mariátegui como base, la situación actual como centro); actualización y desarrollo del pensamiento de Mariátegui; corrección de los errores que pueda contener la obra mariateguiana. 

En lo político: programa general del partido (línea política general); programa de la revolución novodemocrática; programa agrario; políticas específicas; línea de masas; trabajo de masas (trabajo obrero y campesino, formas de organización, etc.); reivindicaciones inmediatas (en lo económico, político, social, educacional y cultural); la lucha por la emancipación de la mujer; frente unido; táctica y estrategia; métodos de dirección; política internacional (internacionalismo proletario, etc.). 

En lo orgánico: estructura orgánica, sistema orgánico, trabajo orgánico; militancia pensante y operante; partido de cuadros y de ideas y partido de masas y de ideas; relaciones internas y externas; crítica y autocrítica; lucha contra los métodos criollos; lucha contra el espíritu de círculo; lucha contra el anarquismo señorial; el espíritu de partido; nombre del Partido. 

Como debe saberlo todo marxista atento a la producción literaria de los diversos grupos, el Comité de Reconstitución José Carlos Mariátegui (CRJCM) desarrolla desde hace años un trabajo de análisis y toma de posición sobre los diversos aspectos de la Reconstitución (como los reseñados aquí y algunos más), así como de crítica del “orden social, sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes” (Mariátegui). Más de cien artículos y ensayos y algunos libros prueban nuestra dedicación a la Reconstitución del Partido y, no obstante lo avanzado, consideramos que aún falta mucho trabajo para crear las condiciones a efecto de que lo organizativo pase a ocupar el primer plano en la actividad de los continuadores de Mariátegui, lo que, desde luego, no nos ha inhibido de dejar escrito en uno de nuestros libros: “La Reconstitución se realiza no en un invernadero, sino en medio de la lucha de clases y de la lucha en dos frentes (lucha entre las dos líneas). Por eso, respondiendo a la necesidad de centralizar las ideas correctas, sus impulsores deberán asumir un conjunto de tareas ideológicas, teóricas, políticas y orgánicas”; “la concentración político-orgánica implica crear la instancia necesaria para dirigir la construcción partidaria y la dirección de la lucha política de las amplias masas populares”; “El camino es tortuoso porque hay que afrontar las vueltas y revueltas de la lucha de clases; y es difícil porque en el seno del pueblo hay que luchar contra el espíritu de círculo”; “Contra este espíritu, limitado y limitante, es necesario desarrollar, en cada uno y en todo el movimiento marxista-leninista, el espíritu de clase, es decir, el espíritu de partido”; “Por eso, todos los marxista-leninistas, sin excepción, estamos emplazados por el desarrollo de los acontecimientos; por consiguiente, SER O NO SER: ¡ESA ES LA CUESTIÓN!.” (El partido de Mariátegui hoy: Constitución, nombre, reconstitución) 

        Y bien, ¿cuál es la contribución a la centralización de las ideas correctas de cada grupo y cada persona marxista-leninista? Cada grupo y cada persona pueden responder para sí mismos al interrogante. 

        Aquí es necesario únicamente señalar que, en lo que concierne a Lastra, su contribución es tan extremadamente pobre que, por esta incuestionable y poderosa razón, no tiene ninguna autoridad política para erigirse en convocante de reuniones para tratar la cuestión del partido. Más aún, ya hemos visto que ha centralizado ideas incorrectas –y particularmente peligrosas, por lo demás–, y que, al mismo tiempo, ha desechado las ideas de Mariátegui. ¡Precisamente de Mariátegui! 

        Pero hay que subrayar un hecho que debe preocuparnos a todos por igual. La centralización de las ideas correctas implica debate y, de hecho, en un grado muy importante, no tiene curso ningún debate centralizado, organizado, no obstante que, según nos parece, los diversos grupos marxista-leninistas están en condiciones de llevar al papel sus ideas sobre los distintos aspectos de la Reconstitución. La conspiración del silencio no es política marxista, y el diálogo de  sordos solo puede convenirle al oportunismo. 

        Por tanto, de lo que se trata, ahora mismo, es de impulsar el debate, y no de realizar reuniones que solo tendrían como resultado una discusión extremadamente limitada y, eventualmente, una solución “organicista” y la instalación de una “juntucha”. 

        Sigamos el ejemplo de Mariátegui. La Constitución del Partido fue un largo trabajo de producción teórica, de centralización de las ideas correctas, de extensión de lazos de solidaridad entre los representantes de estas ideas, trabajo que, como sabemos, dio por fin sus frutos orgánicos con las dos reuniones de real sustancia doctrinal y política: las reuniones de La Herradura y de Barranco.      

        Así que, igual que en 2011 y en 2018, la visión inmediatista-organicista, la desesperación pequeño burguesa y el carrerismo político están demás. No sirven para nada que no sea para abortar la Reconstitución. 

        Pero ya que existe la intención de ese aborto, es menester interpretar lo que sucede: si hay quienes han renunciado a la Reconstitución y, por tanto, buscan liquidarla desde afuera (caso del liquidacionismo), hay también quienes, en la medida en que formalmente utilizan el término reconstitución, intentan liquidarla desde adentro (caso del PCP-SL y caso de Lastra, empeñado en realizar, sin confesarlo, el partido-amalgama de los liquidadores)   

Y, ahora, algo elemental: en esta hora de debate y centralización de las ideas correctas, las relaciones entre los grupos y las personas marxista-leninistas deben ser horizontales, y no debe haber entre los mismos una relación vertical susceptible de ser utilizada para desinformar, manipular, mangonear. En 2010-2011 Lastra, imponiendo una relación vertical, impidió que el CRJCM tuviera relación directa con los activistas que estaban por organizarse, y esto le permitió ocultar documentación nuestra y encubrir sus maniobras. 

Ante el nuevo intento de abortar la Reconstitución, los activistas de los diversos grupos tienen la palabra: o proceden principistamente, o proceden según intereses subalternos (amiguismo, compadrería, parentesco, egotismo sectario, etc.); o proceden como marxistas y dignos continuadores de Mariátegui, o proceden ambiguamente aviniéndose a una línea, a un método y a unas aspiraciones personales completamente ajenos a la Reconstitución del Partido de Mariátegui. 

En la medida en que se establezcan las relaciones horizontales entre los grupos y las personas marxista-leninistas, serán posibles algunas reuniones de coordinación a efecto de dar un primer paso en la lucha por centralizar las diversas tareas de la Reconstitución, según plan y cronograma. 

El CRJCM espera recibir, por la vía que fuese, los correos electrónicos de los grupos y personas y sus respectivas producciones literarias, lo que facilitaría que, a nuestra vez, podamos enviarles directamente gran parte de nuestra producción. Ciertamente el establecimiento de estas relaciones horizontales fortalecería notablemente la lucha por la Reconstitución. 

Anexamos al presente artículo algunos textos, a efecto de que los interesados se informen del mariateguismo de palabra y antimariateguismo de hecho de Jaime Lastra. 

01.10.2020.

CRJCM   

 

 

Material Anexo

 

La Reconstitución del Partido y la Verdad Universal del Proletariado

  

E.I.

 

 En la segunda mitad de 2010 un pequeño número de activistas hizo un esfuerzo por organizar un grupo de debate que debía definir la cuestión de la Reconstitución a efecto de contribuir a su desarrollo y culminación. 

Pero los acuerdos tomados con vistas a ese objetivo fueron rápidamente pisoteados por Jaime Lastra, quien, por circunstancias perfectamente explicables, apareció entonces como cabeza orgánica del aludido grupo.(1) 

A cuatro años de ese malogrado intento, se constata el desarrollo de dos líneas antagónicas entre quienes originalmente lo asumieron. 

Como es de conocimiento común, la constitución del Partido Socialista del Perú, fundado el 7 de octubre de 1928, comprendió una lucha en los planos ideológico, teórico, político y orgánico. En el presente artículo me limitaré a un rápido pero suficiente análisis de esa lucha en el plano ideológico. 

Pues bien, en los tiempos de Mariátegui, la cuestión del leninismo era una controversia fundamental. Entonces el maestro escribió el libro Defensa del marxismo(2), y acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP: «El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha.» (Ideología y política, p. 160). 

Así pues, la adhesión al marxismo-leninismo fue el contenido ideológico de la Constitución del Partido. 

Ahora bien, la Reconstitución comprende igualmente una lucha en los cuatro planos aludidos arriba. 

Específicamente, en el plano ideológico la lucha se presenta como la defensa del leninismo en tanto marxismo de nuestra época y del pensamiento de Mao en cuanto desarrollo del marxismo-leninismo. 

Lenin señaló: «La época se llama precisamente época porque abarca toda una suma de diversos fenómenos y guerras, típicos y no típicos, grandes y pequeños, propios de los países avanzados y de los atrasados. Eludir estas cuestiones concretas por medio de frases generales acerca de la “época”, como hace P. Kíevsky, significa abusar del concepto “época”.» (Obras escogidas en doce tomos, t. VI, Editorial Progreso, Moscú, 1976, p. 69). 

Es decir, toda época histórica tiene un contenido concreto. 

Stalin señaló: «Marx y Engels actuaron en el período prerrevolucionario (nos referimos a la revolución proletaria) cuando aún no había un imperialismo desarrollado, en un período de preparación de los proletarios para la revolución, en el período en que la revolución proletaria no era aún directa y prácticamente inevitable. En cambio, Lenin, discípulo de Marx y de Engels, actuó en el período del imperialismo desarrollado, en el período en que se despliega la revolución proletaria, cuando la revolución proletaria ha triunfado ya en un país, ha destruido la democracia burguesa y ha inaugurado la era de la democracia proletaria, la era de los Soviets.» (Cuestiones del leninismo, recopilación, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1977, p. 3). 

Es claro, pues, que entre las condiciones en que actuaron Marx y Engels y las condiciones en que actuó Lenin, existe, dentro del marco general de la continuidad del capitalismo, una discontinuidad: el paso del capitalismo competitivo al capitalismo imperialista, y, dentro del marco general de la continuidad de la revolución proletaria, existe, también, una discontinuidad: el paso de la preparación de dicha revolución a su actualidad histórico-universal. 

Estas discontinuidades, íntimamente ligadas entre sí, significaron el cambio de época histórica. 

Por eso, entre la teoría de la revolución de Marx y Engels y la teoría de la revolución de Lenin, existe, igualmente, en este caso dentro del marco general de la continuidad de los principios del marxismo, una discontinuidad: el leninismo es marxismo, pero es marxismo de nuestra época. 

El imperialismo es la época en que un puñado de países capitalistas avanzados explota a una mayoría de países coloniales y semicoloniales, y, por tanto, la revolución proletaria y la revolución democrática están directamente interconectadas: la segunda es parte de la primera. 

No tener en cuenta la interconexión entre los países imperialistas y los países del mundo colonial, es no comprender el contenido de nuestra época, y, por tanto, no tener en cuenta la interconexión directa entre el pensamiento de Lenin y el pensamiento de Mao, es escamotear la realidad de sus comunes raíces históricas. 

Es decir, entre el pensamiento de Lenin y el pensamiento de Mao no existe ninguna discontinuidad de naturaleza raigal, epocal, sino por el contrario una interconexión directa; o sea, ambos pensamientos llevan el sello de nuestra época; así, el pensamiento de Mao aparece como un desarrollo directo del leninismo. 

El pensamiento de Mao se desarrolló: 1) en función de la lucha de clase del proletariado en las condiciones generales del imperialismo; 2) en función de la particular realidad de un país como la China prerrevolucionaria; 3) en función de la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado. 

Pues bien, en la segunda mitad del año pasado, Jaime Lastra hizo circular un conjunto de documentos, entre los cuales hay uno de su autoría, El marxismo y su desarrollo (¿07.07.2013?), en el cual intenta argumentar el «marxismo-leninismo-maoísmo» que ha tomado de Abimael Guzmán. 

En dicho documento, Lastra dejó escrito: «… en mis estudios sobre esta cuestión cada vez me queda claro que la denominación de la doctrina no tiene que ver mecánicamente con la “época”, como que si bastara la aparición de esa nueva época para que automáticamente surja el conocimiento que le corresponda, sino con el tipo de conocimiento que se ha producido en esa época determinada. Y esto lleva, inevitablemente, a ver la causa del salto de la teoría (el desarrollo doctrinal) no en un determinado lapso de tiempo, sino en el contenido teórico de las soluciones a los nuevos problemas, logrado mediante la aplicación de la doctrina frente a una determinada realidad; es decir, el desarrollo de la teoría marxista se comprueba en un nuevo aporte teórico-práctico, corroborado por la experiencia. Resulta evidente que el nuevo aporte se da en un tiempo específico; es decir, en un periodo determinado, pero no es el tiempo el que genera el conocimiento, sino la práctica social correspondiente. Sabemos, como  caso similar, que tanto el tiempo como el espacio son formas fundamentales de la materia, pero no explican el cambio de la materia. Lo que explica su desarrollo son las contradicciones que operan al interior de la materia. Y es frente a esas contradicciones como se desarrolla la teoría. Tiempo y espacio reflejan solo la forma en que se plasma el desarrollo en tanto son condicionantes, más no determinantes. Por eso, es conocido el razonamiento materialista dialéctico de que no puede existir materia sin movimiento fuera del espacio y tiempo»  (negritas en el original). 

Este es el argumento central con el que Lastra pretende solventar su «marxismo-leninismo-maoísmo», argumento resultante, como dice, de sus «estudios de esta cuestión», y, por tanto, es suficiente que en estas líneas me limite a la crítica de sus términos. 

Como hemos visto, Lastra califica de «mecánica» la relación establecida entre nuestra época y el leninismo, pero, no ha tenido la honradez intelectual de mencionar puntualmente a qué autores critica por el supuesto mecanicismo. 

En Los fundamentos del leninismo (1924), Stalin señaló: «El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria.» En Principios programáticos del Partido Socialista (1928), Mariátegui sostuvo: «El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios.»(3) En Sobre la contradicción (1938), Mao subrayó: «Stalin analizó lo universal de las contradicciones del imperialismo, demostrando que el leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria.» (Obras escogidas, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1972, t. I, p. 352). 

Así pues, según se implica de la afirmación de Lastra, los mecanicistas son Stalin, Mariátegui, Mao, entre otros teóricos marxistas que igualmente definen el leninismo teniendo en cuenta sus raíces históricas. 

Lenin señaló: «Cuando los ortodoxos han tenido que manifestarse contra ciertas concepciones anticuadas de Marx (como, por ejemplo, Mehring respecto de ciertas tesis históricas), lo han hecho siempre con toda precisión y de forma tan detallada, que nadie ha encontrado jamás en sus trabajos la menor ambigüedad.» (Materialismo y empiriocriticismo, prólogo a la primera edición, Editorial Progreso, Moscú, s/f, p. 14; cursivas mías). 

Por tanto, si Lastra cree que los dirigentes mencionados arriba cayeron en mecanicismo al adherir al leninismo como el marxismo de nuestra época –y es esto, precisamente, lo que cree–, debió decirlo francamente y demostrarlo con toda precisión y de forma detallada, pero está claro que no ha sido capaz de proceder de acuerdo a esta norma marxista. 

Luego dice nuestro articulista que no basta el surgimiento de una nueva época histórica «para que automáticamente surja el conocimiento que le corresponda.» Pero ¿quién ha planteado jamás que el surgimiento de, por ejemplo, la época del imperialismo y de la revolución proletaria, bastó para que surgiera «automáticamente» el leninismo? 

De suyo se comprende que el surgimiento del leninismo se debió a la creación teórica de Lenin en las nuevas condiciones históricas, creación que, como es obvio, se derivó de la participación del jefe de la revolución rusa en la lucha de clase del proletariado. La afirmación de Lastra no pasa, pues, de ser una argucia con la que escamotea las raíces históricas del leninismo. De esta forma reniega el método de Stalin en el análisis del desarrollo del marxismo. 

También dice Lastra que «la denominación de la doctrina» tiene que ver «con el tipo de conocimiento que se ha producido en esa época determinada.» 

Pero ¿qué quiere decir con la frase «tipo de conocimiento»? Ciertamente la frase es oscura y, de hecho, no dice nada. Pero inmediatamente después, agrega que «esto lleva, inevitablemente, a ver la causa del salto de la teoría… no en un determinado lapso de tiempo, sino en el contenido teórico de las soluciones a los nuevos problemas.»(4) Y redondea su idea diciendo que «no es el tiempo el que genera el conocimiento, sino la práctica social.»  

Como vemos, Lastra utiliza el concepto de tiempo en su acepción más general, en su acepción física, lo que se revela de un modo indubitable en sus afirmaciones finales: «tanto el tiempo como el espacio son formas fundamentales de la materia, pero no explican el desarrollo de la materia»; «Tiempo y espacio reflejan solo la forma en que se plasma el desarrollo en tanto son condicionantes, más no determinantes.» 

Es decir, Lastra entiende nuestra época histórica–y toda época histórica– como mera fluencia de los meses y los años, haciendo desaparecer, de esta forma, su contenido concreto. 

Ciertamente es la práctica social la que genera el conocimiento relativo a la sociedad, pero, puesto que Lastra ha suprimido en su argumentación el contenido concreto de nuestra época, su «práctica social» se revela como un concepto sin ninguna determinación concreta, y, por tanto, como un concepto sin referente, como un concepto vacío. Lo mismo puede decirse de sus frases «los nuevos problemas», «una determinada realidad», «corroborado por la experiencia», «nuevo aporte». 

Porque, ¿cuáles «nuevos problemas», cuál «determinada realidad», corroboración de cuál «experiencia» y cuál «nuevo aporte» si, como hemos visto, nuestro «maoísta» pretende que la época del imperialismo y de la revolución proletaria es nada más que un «lapso de tiempo»? 

Es un hecho, pues, que, sorprendentemente, en sus estudios sobre el leninismo, a Lastra le quedaba cada vez más claro que nuestra época histórica es un «lapso de tiempo» que, según se desprende de su argumentación, se limita a reflejar «la forma en que se plasma el desarrollo» del marxismo («de la materia», dice, o sea que para él el marxismo no es una doctrina, ¡sino materia!), pues, según le quedaba cada vez más claro también, el tiempo, es decir nuestra época histórica (en traducción nuestra), es condicionante pero no determinante de dicho desarrollo. 

Este es el materialismo de Lastra: el ser social (las condiciones concretas de nuestra época), no determinan la conciencia social (el desarrollo del marxismo en el caso que analizo), y, de esta forma inverosímil, termina por escamotear las raíces históricas del leninismo y por convertir el propio desarrollo del marxismo en algo místico. 

La verdad, sin embargo, es que las concretas condiciones de nuestra época y la lucha de clase del proletariado en tales condiciones determinaron el desarrollo del marxismo, es decir, el surgimiento del leninismo.(5) 

En consecuencia, la verdad, simple y sencilla, es que el leninismo es el marxismo de nuestra época, justamente porque su contenido expresa el contenido fundamental y las tendencias fundamentales del imperialismo y de la revolución proletaria, y esta realidad no tiene absolutamente nada de mecanicismo; por el contrario, es profundamente dialéctica, tal como lo explicó Mao.(6) 

Ahora bien, puesto que la época del imperialismo y de la revolución proletaria no ha cambiado, entonces cae de su peso que el pensamiento de Mao se revela como un desarrollo directo del leninismo.  

En conclusión: 1) Lastra reniega el método de Stalin en el análisis del desarrollo del marxismo; 2) no ha sido capaz de plantear ni siquiera medianamente bien la cuestión del leninismo; 3) sus argumentos, analizados aquí, son una suma de disparates; 4) por tanto, su «marxismo-leninismo-maoísmo» no tiene ninguna base argumental. 

En el documento ¿Reafirmación o reformulación de la Base de Unidad Ideológica?, circulado al mismo tiempo que el documento que acabamos de analizar, Lastra sostiene lo siguiente: «Nuestra base doctrinal es el marxismo-leninismo, que al mismo tiempo, defiende los aportes de Engels, Stalin y Mao.»(7) Pero también puede leerse, allí mismo, que se plantea «reformular la Base de Unidad Partidaria». Esto  quiere decir que el documento El marxismo y su desarrollo (título copiado de un artículo de Ramón García, dicho sea de paso) representa la posición personal de Lastra, quien, se sobreentiende, de esa forma está tratando de imponer su «marxismo-leninismo-maoísmo» como nueva base ideológica de su grupo. 

La lucha por la Reconstitución del Partido de Mariátegui implica la adhesión de la militancia al marxismo-leninismo, es decir, a la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao. Este es el contenido ideológico de la Reconstitución y, por tanto, la base de la unidad doctrinal del Partido: se unen los elementos doctrinariamente homogéneos, no los heterogéneos, y, como es obvio, aquí no caben el eclecticismo ni el conciliacionismo, menos todavía la capitulación. 

Así pues, es deber de los marxista-leninistas deslindar con el rebajamiento del leninismo a simple «etapa del marxismo» y la caricaturización del pensamiento de Mao que, siguiendo los pasos de Guzmán, promueve Lastra en su grupo. 

Para concluir: no sé si otros autores lo hagan, pero yo no pienso reclamar derecho de autor sobre algunas cuestiones que Lastra dice en su documento, aunque no puedo dejar de llamar la atención acerca de su irresistible inclinación a copiar de aquí y de allá, haciendo de todo un indigesto menjunje. 

Notas

[1] Si en 2010 apoyamos que Lastra asumiera la condición de cabeza orgánica del grupo de debate, no fue porque consideramos que reúne las condiciones necesarias para ejercer dicha función. En la porción de la tendencia que se aprestaba a organizarse, había compañeros con más nivel teórico que él, pero, infortunadamente, los mismos no tenían la necesaria voluntad política para asumir dicha responsabilidad. Lastra sí la tenía y, por tanto, no tuvimos más remedio que apoyarlo. Nuestra idea era que cumpliese con organizar el grupo y diera los primeros pasos. Después veríamos qué compañero podía asumir con mayor solvencia las tareas acordadas. Pero, tan pronto regresó al país de su breve estancia en Bolivia, Lastra cometió la deslealtad de pisotear los acuerdos, de hacer a un lado ciertas propuestas nuestras, de ocultar documentación, escamotear todo debate verdadero y marginar al COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI. Así quedamos fuera del grupo, así quedó truncado el proyecto, así Lastra se perpetuó como cabeza orgánica. No obstante, como correspondía, planteamos por vía interna una crítica inicial a su descarrío, y, luego, esperamos durante más de tres años que corrigiera sus errores y sus prácticas reñidas con el marxismo, pero los hechos demostraban cada vez que se hundía más y más en el eclecticismo, el conciliacionismo, el derechismo. Puesto que, con la rapidez de un rayo, Lastra hizo a un lado el proyecto acordado e implementó el suyo propio, es un hecho que su viaje a Bolivia para entrevistarse con nosotros solo tuvo por propósito utilizar el manto de nuestro respaldo a fin de autorizarse ante los ojos de quienes estaban por organizarse. Esto revela su oportunismo.

[2] Cualquiera que sepa leer este libro, tiene que percatarse de que Mariátegui sustentó coherentemente su adhesión al marxismo-leninismo. Para una reseña de sus argumentos, el lector puede consultar al respecto la nota 8 del primer capítulo de mi libro El partido de Mariátegui: Constitución, nombre, reconstitución .

[3] Con el término etapa (así como con los términos estadio y período) Mariátegui se refirió a nuestra época histórica. Esto es evidente y, por esto, indiscutible.

[4] Aquí también es menester preguntar: ¿quién ha planteado nunca que «la causa del salto de la teoría» es «un determinado lapso de tiempo»? Pero lo que hay que remarcar, es que Lastra cree –fíjese el lector– que «la causa» del desarrollo del marxismo, es «el contenido teórico de las soluciones a los nuevos problemas». Por cierto, esto es una enormidad, pues dicho «contenido teórico» es más bien el propio desarrollo del marxismo. Esta enormidad está en evidente contradicción con lo que sigue inmediatamente en el texto de Lastra: que es «la práctica social» la que «genera el conocimiento». Esta contradicción demuestra, pues, que Lastra dice y se desdice, es decir, que tiene un embrollo en la cabeza.

[5] La lucha de clase del proletariado («práctica social» en el  artículo de Lastra), es, ella misma, parte constitutiva de nuestra época, siendo, precisamente, uno de sus contenidos fundamentales: ¿acaso nuestra época no es, al mismo tiempo que la del imperialismo, la de la revolución proletaria?

[6] En efecto, en su genial artículo Sobre la contradicción, Mao señala: «Stalin, al explicar las raíces históricas del leninismo en su famosa obra “Los fundamentos del leninismo”, analizó la situación internacional en que nació el leninismo, analizó las distintas contradicciones del capitalismo, llegadas a su grado extremo bajo las condiciones del imperialismo, y mostró cómo ellas hicieron de la revolución proletaria una cuestión práctica inmediata y crearon condiciones favorables para el asalto directo al capitalismo. Además, analizó por qué Rusia fue la patria del leninismo, por qué la Rusia zarista constituía el punto de convergencia de todas las contradicciones del imperialismo y por qué el proletariado ruso se convirtió en la vanguardia del proletariado revolucionario internacional. De esta manera, Stalin analizó lo universal de las contradicciones del imperialismo, demostrando que el leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria, y, al mismo tiempo, analizó lo que de particular tenían estas contradicciones generales en el caso del imperialismo de la Rusia zarista, explicando por qué Rusia llegó a ser la cuna de la teoría y las tácticas de la revolución proletaria y cómo dicha particularidad encerraba la universalidad de la contradicción. Este análisis de Stalin nos ofrece un modelo para comprender la particularidad y la universalidad de la contradicción y su interconexión.» (Obras escogidas, t. I, p. 352). Obviamente, huelgan comentarios.

[7] Esta expresión revela que Lastra entiende los términos marxismo y leninismo con un alcance restrictivo, es decir, únicamente como el pensamiento de Marx y de Lenin respectivamente. Por eso se ve precisado a indicar que el término compuesto marxismo-leninismo «al mismo tiempo, defiende los aportes de Engels, Stalin y Mao». ¿Defiende? ¿El término marxismo-leninismo «defiende», o, más bien, comprende, no solo el pensamiento de Marx y Lenin sino también los pensamientos de Engels, Stalin y Mao?

 

02.07.2014.

 

 

 

La Reconstitución del Partido y el Pensamiento de Mariátegui

  

E. I.

  

Planteamiento de la cuestión. En el Programa del Partido (Principios programáticos del Partido Socialista), José Carlos Mariátegui señaló: «El Partido Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase.” (Ideología y política, p. 162). Es decir la Constitución del Partido tuvo como objetivo el único que podía tener: organizar la revolución. 

En la VI Conferencia Nacional, 1969, se acordó la tarea de la Reconstitución del Partido. De suyo se comprende que, como la Constitución, la Reconstitución tiene como objetivo el único que puede tener: organizar la revolución. 

Pero si en el proceso de Constitución había que adherir al marxismo-leninismo como la base de unidad ideológica del Partido (Defensa del marxismo, etc.); construir la teoría de la realidad peruana (7 Ensayos, etc); construir la teoría de nuestra revolución (Ideología y política, etc.); establecer una concepción del PSP y de la militancia (documentos partidarios, carta a César Vallejo del 14.10.1929, El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, etc); ahora, en el proceso de Reconstitución, hay que adherir al marxismo-leninismo, entendido como la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao; desarrollar la teoría de Mariátegui de la realidad peruana; desarrollar su teoría de nuestra revolución; desarrollar su concepción del partido del proletariado nacional. 

Es necesario subrayar que la Reconstitución solo puede llevarse exitosamente a su culminación sobre la base de la unidad partidaria: marxismo-leninismo, Camino de Mariátegui, línea política general. 

Pero hay que destacar que la piedra angular de la Reconstitución es el pensamiento de Mariátegui. Sin pensamiento de Mariátegui, no hay Reconstitución. 

Y, exactamente como en la Constitución, los cuatro aspectos de la Reconstitución forman un todo único, un sistema, una unidad indisoluble. Bastaría que faltase uno solo de dichos aspectos, para que se consuma un apartamiento del Pensamiento de Mariátegui, un apartamiento de la Reconstitución. 

Pues bien, en el presente artículo nos limitaremos a analizar las posiciones de Jaime Lastra con respecto a las de Mariátegui en punto a los cuatro planos de la Reconstitución.  

En lo ideológico. En el Programa del Partido, Mariátegui dejó sentado: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (ibídem, p.160). 

No se necesita ser especialmente inteligente para darse cuenta de que con esta definición del marxismo-leninismo, Mariátegui dejó en claro que comprendió el leninismo como el marxismo de nuestra época. 

Pero, como se ha visto en otro lugar, Lastra se opone furtivamente a la comprensión mariateguiana del leninismo como el marxismo de nuestra época. Furtivamente quiere decir aquí que, en lugar de proceder como marxista, o sea cuestionando francamente la mencionada comprensión mariateguiana, Lastra ha procedido como cualquier oportunista: con rodeos, ambigüedades, divagaciones. 

Y, obviamente, con esa manera de proceder  no hay ni puede haber Reconstitución. 

En lo teórico. En este período donde la tarea central del proletariado peruano es la Reconstitución del Partido de Mariátegui, es cuestión fundamental no sólo defender el pensamiento mariateguiano, sino desarrollarlo. Pero en décadas, Lastra se ha mostrado completamente incapaz de dar un solo paso adelante en cualquiera de los aspectos que conforman dicho pensamiento. Peor aún, lo tergiversa inescrupulosamente y se le opone en cuestiones importantes relativas a lo ideológico, lo teórico, lo político y lo orgánico. 

Y, obviamente, con esa incapacidad y esa oposición no hay ni puede haber Reconstitución.       

        En lo político. Mariátegui señaló: “En virtud de una orden del día de Serrati, el partido declaró su adhesión a la Internacional de Moscú y, en consideración al programa de Génova superado por los acontecimientos y por las condiciones internacionales creadas por la guerra, introdujo en él varias reformas. Conforme a estas reformas, el partido conceptúa que los instrumentos de dominación del estado burgués no pueden en ninguna forma transformarse en órganos de liberación del proletariado. Que a ellos deben ser opuestos nuevos órganos proletarios -consejos de obreros, de campesinos, etc.-, que, funcionando por ahora bajo la dominación burguesa como instrumentos de lucha, serán mañana los órganos de transformación social y económica del orden de cosas comunista. Que el régimen transitorio de la dictadura del proletariado debe marcar el paso del poder de la burguesía a los trabajadores”  (t.15, p.71-72. Cursivas nuestras).       

        También señaló: “Turati y su fracción observan que dos son las concepciones socialistas de la actualidad, basadas naturalmente en una diversa apreciación del instante histórico. La primera es la concepción maximalista de que frente a la crisis burguesa, la acción socialista debe ser exclusivamente insurreccional y revolucionaria. Y la segunda es la concepción evolucionista de que la acción socialista debe ser constructiva y no debe despreocuparse de los problemas de la crisis sino, más bien, trabajar porque aboquen a soluciones socialistas o semisocialistas. En suma, que el socialismo debe preparar dentro de la sociedad actual las bases de la sociedad futura” (Ibídem, p.189. Cursivas mías).       

        Por eso concluyó: “la praxis marxista… propone precisamente la conquista del poder político como base de la socialización de la riqueza” (Defensa del marxismo, p.26. Elipsis mía).       

        Pero, como es de conocimiento general, servilmente Lastra ha asumido la táctica reformista de reestructurar el Estado burgués en sus bases municipales (“nuevo municipio”, “gérmenes de socialismo”) que propone el grupo liquidacionista que encabeza Ramón García. Pues bien, esta táctica reformista, demagógica, es, constatadamente, opuesta a la táctica mariateguiana. (Los detalles del servilismo de Lastra en punto a esta cuestión serán analizados en otro lugar).       

        Mariátegui sostuvo: “La pequeña burguesía, sin exceptuar a la más demagógica, si atenúa en la práctica sus impulsos más marcadamente nacionalistas, puede llegar a la misma estrecha alianza con el capitalismo imperialista. El capital financiero se sentirá más seguro, si el poder está en manos de una clase social más numerosa, que satisfaciendo ciertas reivindicaciones apremiosas y estorbando la orientación clasista de las masas, está en mejores condiciones que la vieja y odiada clase feudal de defender y los intereses del capitalismo, de ser su custodio y su ujier” (Ideología y política, p.92). “Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera” (ibídem, p.91). “En conclusión, somos anti-imperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa” (ibídem, p.95). 

Pero Lastra ha terminado convirtiendo Pizarra Socialista, revista que dirige, prácticamente en tribuna de la “revolución bolivariana” y de la  “revolución ciudadana”. Y, esto, a título de “frente único”. 

Mariátegui subrayó: “El frente único no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única. (…) Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el confusionismo ideológico. Dentro del frente único cada cual debe conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por su propio credo. (…) Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente. No es renunciar a la doctrina que cada uno sirve ni a la posición que cada uno ocupa en la vanguardia”. 

Pero Lastra confunde frente con amalgama doctrinal, y, de este modo, ha anulado la filiación que parecía tener su grupo. Por eso hemos sostenido en otro lugar que lo que se constata en la revista que dirige es la abdicación de su grupo a favor de concepciones no proletarias. Prueba nuestro aserto el siguiente hecho: un activista del grupo de Lastra ha sostenido que “los logros alcanzados por el proceso bolivariano [alienta] un camino de mayor profundización para la revolución” (Pizarra Socialista, p.25). Si se tiene en cuenta que el mismo activista dice en el mismo artículo que la nacionalización de la industria petrolera por el gobierno venezolano fue una política “nacionalista revolucionaria” (p.24); que “El índice de la desigualdad social en Venezuela” es de “0,468, según medición de INE” (sic, ibídem); que allí “el desempleo se redujo al 6,2%” (ibídem); que “Respecto a los indicadores sociales, tenemos la erradicación del analfabetismo, la reducción de la tasa de mortandad infantil y un nivel de calidad educativa solo superada por Cuba” (ibídem); que países como Brasil, Ecuador, Venezuela, etcétera, están logrando “emanciparse de su dependencia económica” (ibídem); cualquier marxista puede darse cuenta de qué entiende por revolución este otro “marxista-leninista–maoísta”, cómo ha bastardeado el concepto de revolución y cómo a procesos reformistas los embellece con el rótulo de revolución, creando así confusión entre los lectores. Esta abdicación ideológica prueba, pues, el oportunismo de derecha que ha sentado sus reales en el grupo de Lastra.  

En conclusión, Lastra y algunos activistas de su grupo han renunciado a la independencia ideológica y política del proletariado que alegan representar. 

Y, obviamente, con esa abdicación no hay ni puede haber Reconstitución.  

 

En lo orgánico. En la moción aprobada por la reunión del 4 de marzo de 1930 del CC del PSP, Mariátegui señaló: “El P.S. es un partido de clase”.

 

El carácter de clase del PSP estaba dado por su adhesión al marxismo-leninismo, adhesión que se expresa en la Creación Heroica de Mariátegui. La teoría mariateguiana de la realidad y la revolución peruanas, por una parte, y, por otra, la lucha del fundador del PSP contra el dogmatismo, el revisionismo y, en general, contra todas las concepciones ideológicas, políticas y orgánicas no proletarias, son pruebas fehacientes de dicha adhesión. En otras palabras, tales luchas prueban la adhesión real, verdadera, efectiva de Mariátegui y el PSP al marxismo-leninismo.

 

Pero ocurre que Lastra no ha contribuido absolutamente con la teoría mariateguiana de la realidad y la revolución peruanas, por una parte, y, por otra, no desarrolla ninguna lucha contra el dogmatismo ni el revisionismo y hasta continúa haciendo de furgón de cola de este último y, en general, no solo que tampoco desarrolla ninguna crítica a las concepciones ideológicas, políticas y orgánicas no proletarias, sino que incluso las publicita.

 

Así, pues, su proclamado “marxismo-leninismo maoísmo” solo le sirve de tapadera de su oportunismo de derecha.

 

¿Qué tipo de organización puede ser la que pretende Lastra si alcanza a imponer a sus dirigidos su falso “marxismo-leninismo-maoísmo” y su verdadero oportunismo de derecha?

 

Que el partido es la materialización de la doctrina quiere decir que sus militantes son la encarnación de la doctrina. Pero, como se ha visto, Lastra no es precisamente la encarnación de la doctrina, sino del oportunismo de derecha.

 

Por eso cualquier marxista tiene que percatarse de que el proyecto partidario de Lastra no tiene nada que ver con Mariátegui.

 

Y, obviamente, así no hay ni puede haber Reconstitución.

 

10.10.2014.

 

 

 

La Reconstitución y la Política Concreta I

  

E.I.

  

En el artículo Las fuerzas socialistas italianas (abril de 1920), José Carlos Mariátegui observó: «En virtud de una orden del día de Serrati, el partido declaró su adhesión a la Internacional de Moscú y, en consideración al programa de Génova superado por los acontecimientos y por las condiciones internacionales creadas por la guerra, introdujo en él varias reformas. Conforme a estas reformas, el partido conceptúa que los instrumentos de dominación del estado burgués no pueden en ninguna forma transformarse en órganos de liberación del proletariado. Que a ellos deben ser opuestos nuevos órganos proletarios -consejos de obreros, de campesinos, etc.-, que, funcionando por ahora bajo la dominación burguesa como instrumentos de lucha, serán mañana los órganos de transformación social y económica del orden de cosas comunista. Que el régimen transitorio de la dictadura del proletariado debe marcar el paso del poder de la burguesía a los trabajadores.» (Cartas de Italia, p. 71-72; cursivas mías).       

        En el artículo El Partido Socialista Italiano y la Tercera Internacional (agosto de 1921), agregó: «Turati y su fracción observan que dos son las concepciones socialistas de la actualidad, basadas naturalmente en una diversa apreciación del instante histórico. La primera es la concepción maximalista de que frente a la crisis burguesa, la acción socialista debe ser exclusivamente insurreccional y revolucionaria. Y la segunda es la concepción evolucionista de que la acción socialista debe ser constructiva y no debe despreocuparse de los problemas de la crisis sino, más bien, trabajar porque aboquen a soluciones socialistas o semisocialistas. En suma, que el socialismo debe preparar dentro de la sociedad actual las bases de la sociedad futura.» (ibídem, p. 189; cursivas mías). 

Por eso, en el artículo La tentativa revisionista de «Más allá del Marxismo” (julio de 1928), concluyó: «la praxis marxista… propone precisamente la conquista del poder político como base de la socialización de la riqueza.» (Defensa del marxismo, p. 26).       

        De este modo José Carlos Mariátegui marcó la línea divisoria entre el marxismo y el revisionismo en punto a la táctica de la revolución.       

        Sin embargo, Ramón García, cabeza del grupo liquidacionista, postula la política reformista de reestructurar el Estado burgués en sus bases municipales con aquello del «nuevo municipio» o «gérmenes de socialismo».       

        Esta política se basa en la tesis de las «reformas estructurales» del Togliatti revisionista. En efecto, este Togliatti  creía que el proletariado italiano «puede, en el ámbito del régimen constitucional, organizarse como clase dirigente»; que «Podemos hablar de la posibilidad de la amplia utilización de las vías legales e incluso del Parlamento para realizar serias transformaciones sociales”; y que «El desmantelamiento de las más atrasadas y pesadas estructuras de la sociedad italiana y el inicio de sus transformaciones en sentido democrático y socialista, no pueden ni deben ser postergadas hasta la hora de la conquista del Poder por parte de la clase obrera y de sus aliados.» (citado en Una vez más sobre las divergencias entre el camarada Togliatti y nosotros, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1963, pp. 97 y 98).       

        En pocas palabras, Togliatti creía que los instrumentos de dominación del estado burgués pueden transformarse en órganos de liberación de las clases trabajadoras; creía en la construcción de «gérmenes de socialismo» sin derribar la dictadura de la burguesía; creía en las vías legales para pasar al socialismo; creía en un «camino parlamentario al socialismo». 

Con su planteamiento de que el municipio debe ser una «corporación de trabajo, legislativo y ejecutivo a la vez [que] tiene que planificar su economía, asumiendo sus funciones de producción, administración y gobierno», García también cree que los instrumentos de dominación del estado burgués pueden transformarse en órganos de liberación de las clases trabajadoras; cree en la construcción de «gérmenes de socialismo» sin derribar la dictadura de la burguesía; cree en las vías legales para pasar al socialismo; cree en un «camino municipal al socialismo».       

        Como vemos, entre el «nuevo parlamento» y el «camino parlamentario al socialismo» de Togliatti y el nuevo municipio y el camino municipal al socialismo, no hay diferencia sustancial. La idea del municipio como el “talón de Aquiles” del Estado burgués viene del revisionista Mauricio Thorez y, por tanto, no es original de García. En conclusión, el fondo de ambas políticas, la de Togliatti y la de nuestros liquidadores, es la reestructuración del Estado burgués en un nivel determinado de su estructura. 

Pues bien, mostrando una vez más su seguidismo con respecto al grupo liquidacionista, Lastra asumió la mencionada política opuesta a la praxis marxista, contraria al pensamiento de Mariátegui. 

Para que el lector se persuada de nuestra aserción, basta que lea el folleto Programa comunal de desarrollo integral de Ate, agosto 2010, publicado por Lastra: allí aparecen copiados, incluso literalmente, los argumentos del liquidador García. ¡Qué vergüenza!  

Cuando, en su visita a Bolivia en el año 2010, le hicimos al copista la observación correspondiente, solo atinó a salir del aprieto diciendo que él entendía «de otro modo lo del nuevo municipio.» Pero no fue capaz de explicar ese pretendido «otro modo». 

¿De qué otro modo, pues? ¿Alguien conoce algún artículo suyo donde haya explicado ese «otro modo»? Si dice entender «de otro modo» la política reformista que implica el «nuevo municipio» como «germen de socialismo», su deber era explicar ese «otro modo». ¿Por qué, no obstante haber pasado un montón de tiempo, no ha sido capaz de exponerlo por escrito o de viva voz?  

Como puede constatarlo cualquiera, Lastra no ha procedido en el indicado sentido, lo cual prueba que la verdad, monda y lironda, es que no tiene ningún «otro modo» de entender el «camino municipal al socialismo», y que de hecho ha asumido esta política reformista de los liquidadores. 

Entonces, aquello de «lo entiendo de otro modo» no fue más que una burda maniobra para, una vez más,  encubrir su extravío político y, así, eludir la crítica. 

Como es obvio, no hay ni puede haber Reconstitución del Partido con una política reformista, oportunista, contraria a la praxis marxista y al pensamiento de Mariátegui. 

10.11.2014.

 

 

 

La Reconstitución y la Política Concreta II

  

E.I.

  

La Reconstitución implica un proceso de construcción ideológica, teórica, política y orgánica del Partido conforme al modelo de partido legado por José Carlos Mariátegui: partido de cuadros y de ideas (como fue el PSP) y su transformación en partido de masas y de ideas (en lo que no alcanzó a convertirse por razones que no es posible exponer aquí). 

En el Programa del Partido, Mariátegui dejó sentado: «El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha.» (Ideología y política, p. 160). 

Por eso, en la reunión del CC del 4 de marzo de 1930, se aprobó una moción donde aparece esta afirmación incuestionable: «El P.S. es un partido de clase, y por consiguiente, repudia toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de las otras clases. Condena como oportunista toda política que plantee la renuncia momentánea del proletariado a su independencia de programa y de acción, que en todo momento debe entenderse íntegramente.» (Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p. 487). 

Como se ve, el PSP fue un partido de clase porque fue un partido adherido al marxismo-leninismo. 

Marxista-leninista consecuente, Mariátegui desarrolló en el trabajo de masas una intensa y extensa crítica de todas las concepciones ideológicas, teóricas, políticas y orgánicas no proletarias que circulaban en su tiempo y, de este modo, pudo alcanzar la hegemonía en el frente unido. 

Sin una base ideológica común el partido apenas sería una unidad mecánica. Por eso, su unidad orgánica tiene que ser la materialización de su unidad ideológica. Solo así puede tener unidad de pensamiento y de acción. Esta es una necesidad absoluta de la Reconstitución. 

El trabajo del partido entre las masas, tanto de arriba como de abajo, tiene como guía ideológica el marxismo-leninismo y como base teórica el pensamiento de Mariátegui. Solo así puede alcanzarse la necesaria unidad de pensamiento y acción del binomio partido-masas. Esta unidad es una necesidad absoluta de la Reconstitución. 

Pues bien, hoy como ayer, es necesario desarrollar en el trabajo de  masas una crítica intensa y extensa de todas las concepciones ideológicas, teóricas, políticas y orgánicas no proletarias. De otro modo no se puede construir un partido proletario arraigado en las masas, es decir, no puede alcanzarse la hegemonía en el frente unido, o sea,  no puede haber Reconstitución. 

En el plano ideológico, hay que llevar adelante la lucha contra el dogmatismo y el revisionismo, y principalmente contra el revisionismo.(1) 

El partido necesita desarrollar un trabajo intelectual con plan y equipo propios; necesita medios de propaganda y de agitación propios; necesita realizar un trabajo de masas propio; etcétera. 

En general, el partido requiere un camino propio en su construcción. Sin este camino, no hay ni puede haber Reconstitución. 

Por lo tanto, sin una dirección firme en lo ideológico, solvente en lo teórico, potente en lo político, macizo en lo orgánico, no es posible la Reconstitución. 

Pues bien, ocurre, sin embargo, que, atrapado en una concepción frentista, Lastra se pasó alrededor de ocho años haciendo de furgón de cola del plan partidario del grupo revisionista que encabeza García, es decir, durante todo ese tiempo se pasó poniéndole el hombro al plan de liquidar el partido de clase. Tercamente, durante años se negó a seguir el consejo de darle una organicidad a nuestro trabajo. 

Cuando finalmente en 2010 cedió ante la presión, viajó a Bolivia y tomamos algunos acuerdos que pisoteó tan pronto regresó a Lima. Desde entonces actuó un proyecto ajeno a los acuerdos y extraño a la Reconstitución, como veremos en seguida. 

Durante su breve estadía en este país, se opuso a la aparición del blog CREACIÓN HEROICA con el argumento de que publicara mis artículos en un blog del grupo liquidacionista a fin «de no dispersar el trabajo de propaganda». 

Así, pues, a título de trabajo frenteunitario, expresó su conciliacionismo con respecto al liquidacionismo, forma específica de revisionismo, peligro principal en la construcción del partido y en el trabajo de masas. 

Obviamente, cualquier marxista puede percatarse de que con esa posición no hay ni puede haber Reconstitución. 

En 2012 Lastra y Mauricio Domínguez participaron en un seminario organizado por el grupo revisionista que tenía por objetivo exclusivo y excluyente la fundación de un partido doctrinariamente heterogéneo, es decir, que directamente pretendía liquidar el partido de clase. 

Así, pues, en lugar de desenmascarar el siniestro designio liquidacionista y denunciarlo ante el Socialismo Peruano, ambos se prestaron a ponerle el hombro al evento. 

Como no podía ser de otro modo, uno y otro fueron criticados con toda razón en el artículo Algo más que una respuesta a Miguel Aragón, publicado en el blog mencionado arriba. 

A propósito, no conocemos ninguna autocrítica de Domínguez, pero tampoco ningún intento de justificarse.(2)

 

Pero Lastra, en lugar de autocriticarse, en una carta al COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI (CRJCM) del 31.10.2012, intentó, más o menos indirectamente, justificar su oportunismo aduciendo que lo que pasa es que no es sectario, y aprovechó la oportunidad para acusarnos de sectarios.(3)

 

Pues bien, explicando el frente unido sindical de la clase obrera, Mariátegui señaló: «Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente.» (Ideología y política, p. 109).

 

Obviamente, este juicio puede hacerse extensivo a otros planos de la lucha de clases, como al plano político por ejemplo, y, por lo tanto, puede decirse que en todos los casos tanto el sectarismo como el no sectarismo son cuestiones que pueden ser identificadas únicamente en relación a la solidaridad o no solidaridad con respecto a un problema concreto, a una necesidad urgente, o, para decirlo de otro modo, en relación a si hay o no una determinada comunidad de objetivo que obligue o no a una acción común.

 

En el plano metodológico, esa constatación exige analizar concretamente tanto el sectarismo como el no sectarismo, y no a referirse a ambas cuestiones abstractamente como hace Lastra.

 

Por lo tanto, en la medida en que los miembros del CRJCM no somos solidarios con el objetivo de liquidar el partido de clase, no teníamos por qué participar del seminario liquidacionista y, por esto, mal se nos puede acusar de sectarios.

 

Ahora bien, ¿en qué pudo consistir la solidaridad de Lastra y Domínguez con el grupo revisionista que había organizado el seminario con el exclusivo y excluyente objetivo de liquidar el partido de clase? Es en torno a este objetivo, y no a ninguna otra cosa, que puede detectarse el sectarismo o no sectarismo de cualquier activista o tendencia. Cualquier otro argumento que prescinda del objetivo del evento, es pura fraseología.  

 

Por eso, no se entiende en absoluto que personas partidarias del partido de clase le hayan puesto el hombre a un evento que tenía por objetivo liquidar el partido de clase.

 

Así, pues, las causas de esa bochornosa participación hay que buscarlas en otro lugar: en el frentismo a ultranza de Lastra y Domínguez, en sus debilidades personales y, en el caso específico del primero, en su conocida actitud conciliadora y adulante con respecto a oportunistas y revisionistas. Pero, por supuesto, cualquier marxista puede darse cuenta de que ninguna de tales causas revela una posición marxista.

 

Ahora bien, en la medida en que Lastra aduce no ser sectario, habría que preguntar: ¿por qué, entonces, se retiró finalmente de las sesiones del evento? ¿Por qué, posteriormente, no participó del quinto seminario del grupo liquidacionista? ¿Por qué en esta oportunidad no aplicó «dialécticamente» los principios? ¿Se olvidó de las enseñanzas de la nociva «experiencia de trabajo político sectario»? ¿No cayó entonces en «un trabajo político purista»? ¿No quedó así su «política de frente único» «solamente en  cliché»? ¿No fue su abstención una de esas «prácticas erradas del trabajo político»? ¿No fue su inasistencia expresión del «estilo sectario en el trabajo político»? ¿No era que «Un seminario es un espacio de debate no vinculante orgánicamente»? ¿Su abstención no fue como pararse y decir «no voy porque ese seminario es revisionista»? ¿No es así como tiene que entenderlo «cualquier público sensato»? ¿No quedó así Lastra «en ridículo»?(4)

 

No cabe duda: el no sectario terminó enredado en la telaraña de su propia cháchara fanfarrona.

 

Es necesario desenmascarar el sentido de la siguiente afirmación que aparece en la aludida carta de Lastra: «Lo contrario de participar en ese seminario sería boicotearlo. ¿Eso es lo que podrían proponer, acaso? Toda abstención contradice la política revolucionaria del m-l-m» (cursivas mías).

 

Lastra se refiere al quinto seminario del revisionismo peruano. Como se ve, primero sostiene que no participar en tal evento, sería boicotearlo. ¡Qué barbaridad! ¡Cómo puede alguien atreverse a «boicotear» un seminario que tiene como objetivo liquidar el partido de clase! Después, dice que toda abstención contradice, etcétera, es decir que, según él, la política revolucionaria del «marxismo-leninismo-maoísmo», ¡exige ponerle el hombro a un seminario que tiene como objetivo exclusivo y excluyente la liquidación del partido de clase! Finalmente, contra su cacareada «política de frente único», terminó él mismo absteniéndose de participar en el mencionado seminario.(5) ¡Entiéndalo quien pueda!

 

Si desde hace casi una década Lastra actúa un frentismo a ultranza con el grupo liquidacionista, ahora lo practica también con otras tendencias: en el segundo número de la revista que dirige, Pizarra Socialista, ha publicitado ampliamente el «socialismo bolivariano» y la «revolución ciudadana».

 

El CRJCM apoya las medidas de todos los gobiernos que de alguna forma y en algún grado se oponen al imperialismo (medidas que, como puede entenderse, juegan en el tablero de la geopolítica, lo cual, por otra parte, no embarga nuestra posición ideológica ni nuestra independencia política, razón por la cual no compartimos la publicitada teoría del «socialismo del siglo XXI» de Heinz Dieterich Steffan, y menos todavía el discurso nacionalista burgués de la «revolución ciudadana»).

 

Más allá de toda fraseología, el «socialismo del siglo XXI» es socialismo pequeño burgués que vende la vieja tesis revisionista de la transición pacífica y que concibe el socialismo como una cuestión de distribución «equitativa» de la riqueza y no como la liquidación de la propiedad privada de la gran burguesía y la socialización de sus medios de producción. Por eso, después de casi quince años de chavismo, la contradicción fundamental en la sociedad venezolana continúa siendo entre el capital y el trabajo, es decir, continúa allí la explotación de la fuerza de trabajo de las clases populares, o sea, Venezuela sigue siendo un país capitalista.

 

Por otro lado, el nacionalismo burgués de la «revolución ciudadana» no ha cambiado ni puede cambiar absolutamente el carácter capitalista de Ecuador.(6)

 

En relación al «socialismo del siglo XXI», la «revolución ciudadana» y otras experiencias más o menos semejantes, no olvidamos nosotros esta luminosa enseñanza de Mariátegui: «Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera.» (Ideología y política, p. 91).

 

¿Dónde están, en las páginas de Pizarra Socialista, la necesaria explicación y la necesaria demostración de que solo la revolución socialista inspirada en el marxismo-leninismo, y no el socialismo pequeño burgués ni el nacionalismo burgués, pueden oponer al imperialismo una valla verdadera? ¿Dónde está la crítica a las concepciones ideológicas no proletarias del «socialismo bolivariano» y de la «revolución ciudadana»? ¿Dónde está este deslinde necesario? En ninguna parte.

 

Por eso, está por verse a qué tipo de socialismo se refiere el título de la revista.

 

Mariátegui señaló: «El frente único no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única» (ibídem, p. 108).

 

Como lo sabe cualquier marxista (y tal vez sobre todo cualquier «maoísta», pues Mao es uno de los grandes teóricos del frente unido), todo trabajo frenteunitario supone unidad y lucha, solidaridad y crítica.

 

Pero, como hemos visto, en Pizarra Socialista se publicita el socialismo pequeño burgués y el nacionalismo burgués sin que sean confutados absolutamente, y esto prueba que no es una revista de frente unido sino una revista-amalgama, en la que, notoriamente, sacan partido concepciones no proletarias. Esta amalgama no sirve en absoluto a la Reconstitución.

 

En lugar de llevar adelante una resuelta lucha contra el revisionismo, Lastra concilia vergonzosamente con este peligro principal en la lucha por la Reconstitución.

 

En lugar de llevar adelante una amplia crítica a todas las concepciones ideológicas, teóricas, políticas y orgánicas no proletarias, hace un revuelto de todas ellas más su «marxismo-leninismo-maoísmo».

 

Por eso, puede decirse, como conclusión, que tanto su conciliacionismo con respecto al grupo liquidacionista como su seguidismo con respecto al «socialismo bolivariano» y a la «revolución ciudadana», son expresiones de la ideología realmente existente en su cabeza.

 

Notas

[1] Tanto en la construcción del partido como en el trabajo entre las masas, el peligro principal es el revisionismo. Esto es indiscutible.

[2] Más aún, según tengo entendido, ha rectificado el rumbo. Esto es plausible.

[3] La aludida carta respondía a una mía del 16.10.2012, en la que le alcancé algunas críticas a varios aspectos de su práctica. La acusación que me hace de sectario es una repetición ciega de la acusación que me hizo Miguel Aragón a raíz de mi crítica a Lastra y Domínguez, y que fuera rápidamente desmontada en el artículo Algo más que una respuesta a Miguel Aragón. En el presente artículo no analizaré todas las falacias, todos los métodos criollos y todas las veces que Lastra toma prestadas algunas trampas de Manuel Velásquez (ver el artículo Acerca de la demagogia de una carta abierta, publicado en el mencionado blog).

[4] Todas las frases entre comillas de este párrafo pertenecen a la aludida carta de Lastra del 31.10.2012.

[5] No sólo contra su «política de frente único», sino también contra su «m-l-m», pues, según se ha visto, dice que «toda abstención contradice la política revolucionaria del m-l-m». ¡Este es el «m-l-m» monstruosamente adulterado por Lastra! ¡Este es el «m-l-m» que trata de imponer a su grupo! ¡Este es el «m-l-m» que utiliza para encubrir su oportunismo de derecha!  

[6] En pleno genocidio de Israel contra el pueblo de la Franja de Gaza, Correa, en una entrevista, se desbordó en elogios a los judíos y a Israel, con lo cual puso en evidencia por quién late realmente su corazón.

 

 

 

La Reconstitución y la Política Concreta III

 

E.I.

  

1. En un artículo que algunos lectores deben recordar, Lastra recurrió a algunas falacias a fin de justificar su seguidismo con respecto a la tergiversación del aniversario de la Creación Heroica de Mariátegui que, en oportunidad de la existencia del mal llamado «Comité 80», manejaba el grupo liquidacionista. 

Decía Lastra en ese artículo que era un aporte del suscrito haber identificado el primer escrito marxista de Mariátegui (El cisma del socialismo, marzo de 1921), pero que (con ese pero característico del ecléctico), en la medida en que las realizaciones más importantes del maestro son los 7 Ensayos y el PSP, entonces el aniversario de su Creación Heroica es en las fechas de la aparición de ese libro (noviembre de 1928) y de la fundación de este partido (octubre del mismo año), y, así, se sumó al coro tergiversador del grupo mencionado arriba, como consecuencia de lo cual aquello del «aporte» resultó apareciendo apenas como una frase con la que buscó estar bien con Dios y con el diablo. 

En una nota al pie del libro La poesía clasista. Poesía y lucha de clases en el Perú contemporáneo, Julio Carmona dejó escrito: «El conciliador, como el traidor, no sólo es vapuleado por sus copartidarios, también es visto con recelo por sus adversarios. De ningún modo el querer “estar bien con Dios y con el diablo” ofrece garantía de fidelidad.» (p. 19). 

Este es el caso de Lastra precisamente: por su actitud ecléctica, su espíritu conciliador, su afán acomodaticio, ha sido criticado constantemente por sus copartidarios a fin de que se corrija (sin ningún resultado positivo sin embargo), y, al mismo tiempo, es recelado y hasta vapuleado por sus adversarios (sin ninguna razonable reacción de su parte). 

Reconocer una fecha como el aniversario de la Creación Heroica de Mariátegui responde a la pregunta de cuándo comenzó esta Creación, y no, por supuesto, a la pregunta de cuáles son sus expresiones más altas. Esta es una verdad elemental al alcance de cualquier persona con dos adarmes de seso.(1)

 

Como se ha podido ver, la afirmación que comento data de octubre de 2012, y esto permite decir que, a pesar de sus reclamos favorables al partido de clase, Lastra participó del cuarto seminario liquidacionista porque suponía que, hombro con hombro con los liquidadores, estaba construyendo «un proyecto común».  

 

2. En 2010, en plenas conversaciones sobre la organización de una porción de activistas del Socialismo Peruano, Lastra reveló, súbitamente, que hacía unos años atrás se había infiltrado en el grupo liquidacionista que encabeza García a fin de «sacar de allí algunos elementos». 

Como dicen los abogados, a confesión de parte relevo de pruebas. 

Pues bien, el entrismo es vieja política oportunista de los Bakunin, los Trotski, etcétera. Precisamente esta política ha sido practicada por Lastra. 

Pero, contrariamente a sus intenciones, no ganó a nadie y, por último, terminó siendo expulsado. 

Como dicen los abogados, a confesión de parte relevo de pruebas. 

Por cuanto tempranamente nuestro personaje marginó al CRJCM del proyecto orgánico que se inició en 2010, no pudimos criticarlo internamente de semejante acción. 

Hoy, no tenemos más remedio que hacerlo públicamente, pues el entrismo es una práctica inadmisible en la izquierda peruana y en la izquierda de cualquier país del mundo. 

El entrismo de Lastra es, pues –para decirlo con un poco de ironía– una expresión específica de sus afectos, de la construcción con oportunistas de un proyecto común. 

Todo lo expuesto hasta aquí, demuestra que, en último análisis, Lastra se encuentra definitivamente enredado en la contradicción existente entre su discurso y su práctica.  

Y, el contenido de ese enredo, analizado en el presente artículo y en otros publicados anteriormente, prueba que nuestro retórico personaje ha abandonado completamente la Reconstitución del Partido de Mariátegui.

 

3. Pretendiendo justificar su frentismo, Lastra escribió: «¿Qué es dirigir en el sentido marxista-leninista-maoísta? ¿Cuál es la justa relación entre diferentes niveles de organización? Ustedes no resuelven bien estas interrogantes. Por ello opinan como queda escrito en el punto 4. Todavía tienen fuerte influencia del método y estilo de ‘correa de transmisión’ y de el (sic) método y estilo de ‘organismos generados’. Lo correcto, dadas las condiciones concretas que enfrentamos hoy, es proponer, sustentar y persuadir no solo con la palabra, sino sobre todo y fundamentalmente con el ejemplo. No podemos tratar a […] como si fuera un ‘organismo generado’ ni aplicarle la ‘correa de trasmisión’. Por eso, comprenderán ustedes que resulta totalmente fuera de lugar su convicción de que la decisión de lo que debe hacer o no […] se deba determinar en un organismo político superior. La decisión debe tomarse siempre en el espacio donde debe de asumir y afrontar las consecuencias de sus determinaciones y acuerdos (sic). Y sobre esa base cabe cumplir la función dirigente. Esto es, nunca debemos actuar impositivamente.» (Carta al CRJCM del 31.10.2012).

 

Quienquiera que cale en la letra chica de la cita, puede percatarse de que allí se niega la hegemonía del proletariado en el frente unido.

 

En efecto, Lastra reduce la relación partido-frente a la sola cuestión de las decisiones en el frente, y, confiando en que los lectores sean víctimas de prejuicio con respecto a los dos tipos de organización que menciona, termina escamoteando la hegemonía del proletariado.

 

Es decir olvida, o pretende hacer olvidar, que la hegemonía del proletariado se expresa más bien en el hecho de que la línea del partido relativa a la lucha común contra el enemigo común, logra consenso en el frente.

       

Al mismo tiempo, olvida o pretende hacer olvidar, que los organismos generados, llamados también organizaciones propias, fueron una iniciativa del partido bolchevique para el trabajo de masas en determinadas condiciones, y que las correas de transmisión, llamadas también palancas, fueron parte del engranaje general de la dictadura del proletariado, y que ninguno de los dos tipos de organización fue concebido ni actuado como un espacio donde el partido pudiera actuar «impositivamente».    

 

Pues bien, como es obvio, en el frente no caben, bajo ninguna circunstancia, los métodos coercitivos sino los métodos democráticos. Esto es claro para cualquier marxista.

 

Pero, ¿qué dice Lastra al respecto? Pues que «Lo correcto, dadas las condiciones concretas que enfrentamos hoy, es proponer, sustentar y persuadir».

 

«Dadas las condiciones concretas que enfrentamos hoy», es decir que, según nuestro personaje, los métodos democráticos solo son legítimos en las condiciones actualmente dadas, y, en consecuencia, sugiere, sin querer queriendo, que en otras condiciones (y las condiciones siempre cambian), tales métodos perderían vigencia, y, por esto, tendrían que ser reemplazados por otros: obviamente, por los métodos antidemocráticos, pues los métodos democráticos no pueden ser cambiados por los métodos democráticos.

 

Este es el espíritu “democrático” de Lastra. Esta es su comprensión de la democracia en el frente unido. Este es su «nunca debemos actuar impositivamente».

 

En el frente, cualquier decisión tiene que acordarse en el frente. Esto es una verdad de Perogrullo. Pero la línea del partido relativa a la lucha común contra el enemigo común, se acuerda en el Partido. Esto también es una verdad de Perogrullo. Lastra, sin embargo, finge no saberlo.

 

Más aún. Cada tendencia participante en el frente establece internamente su línea relativa a la lucha común contra el enemigo común, y es en el espacio del frente donde estas líneas se confrontan, y donde, por lo tanto, una de ellas prevalece completa o relativamente. Esto es inevitable.

 

De manera que, en el frente puede darse la hegemonía del proletariado, entendida, claro está, como la hegemonía del marxismo-leninismo en lo relativo a los diversos aspectos de la lucha común contra el enemigo común, o, en su defecto, la hegemonía de alguna otra tendencia.

 

La «Universidad Socialista José Carlos Mariátegui» (USJCM), la revista Pizarra Socialista y la «Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu», son espacios de frente unido.

 

Por eso, surge inevitablemente la pregunta siguiente: ¿cuál tendencia ha alcanzado la hegemonía en tales espacios?

 

En los dos números publicados de Pizarra Socialista (revista de la USJCM), se han publicitado, bajo expresiones específicas, la tesis de Ravines sobre la cuestión nacional y, además, han sido apoyados incondicionalmente los procesos reformistas que tienen lugar en algunos países suramericanos.

 

Es claro que ninguna de estas posiciones pertenece originalmente al grupo de Lastra, sino al grupo desprendido del PCP-Unidad.

 

La aludida tesis de Ravines fue publicitada en el primer número de Pizarra Socialista, y, como era lógico, los marxistas esperábamos que en el segundo número fuera rebatida con la tesis de Mariátegui sobre la cuestión nacional y el Perú Integral. Pero esto no ocurrió.

 

En la «Declaración del I Concejo de la Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu», se presenta a nuestro pueblo como dividido en «pueblo peruano» y «pueblo tawantinsuyano». Esto es una expresión específica de la tesis de Ravines.

 

Los marxistas, como es natural, esperábamos que en el seno de la misma Asamblea se planteara una crítica sustentada de semejante punto de vista. Pero esto no ocurrió.

 

Así, pues, el suscrito tuvo que realizar la crítica correspondiente, la cual fue publicada, en la edición de octubre del blog CREACION HEROICA, como postscriptum al artículo Mariátegui y el «problema del indio».

 

En el segundo número, dedicado centralmente a publicitar incondicionalmente los procesos reformistas de Venezuela y Ecuador, el grupo de Lastra apareció asumiendo tal incondicionalidad. 

Ante este hecho, en el artículo Socialismo proletario y socialismo pequeño burgués, publicado en la edición de noviembre pasado del mencionado blog, el suscrito hizo la crítica correspondiente. Esta crítica pone el acento en tres cuestiones decisivas: 1) la convivencia de los mencionados procesos, dizque revolucionarios, con la gran burguesía intermediaria del imperialismo; 2) el respeto supersticioso a la democracia burguesa que lleva a los dirigentes a exponer en una elección el destino de sus propios gobiernos; 3) la ilusión de un tránsito pacífico al socialismo.

 

Los hechos demuestran, pues, que en la USJCM, en Pizarra Socialista y en la «Asamblea Nacional de los  Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu», ha hegemonizado la línea del grupo desprendido del PCP-Unidad.

 

Si este grupo se siente con derecho a plantear sus posiciones partidarias en los indicados espacios de frente unido (cosa que no discuto), la pregunta es por qué el grupo de Lastra no se siente con igual derecho a plantear lo que se supone son sus posiciones relativas a la cuestión nacional (cosa que, como se ve, sí discuto).

 

¿Dónde está, pues, el «proponer, sustentar y persuadir» de nuestro personaje? ¡En ninguna parte!

 

Por lo tanto, se constata que si en política nacional ha abdicado ante la tesis de Ravines sobre la cuestión nacional, en política internacional ha abdicado ante el nacionalismo burgués y el socialismo pequeño burgués.

 

Así, pues, la hegemonía del grupo desprendido del PCP-Unidad en los espacios de frente mencionados arriba, ha sido facilitada por la política de conciliación-abdicación del grupo de Lastra.

 

En conclusión, Lastra reniega la hegemonía del proletariado no solo en la teoría, sino también en la práctica, y, por esto, su «proponer, etcétera», no pasa de ser una cortina de humo con la que pretende ocultar su frentismo a ultranza, su oposición a la hegemonía del proletariado, su prosternación ante el reformismo, su abdicación ante posiciones discrepantes peligrosas, su completo abandono del camino propio de la Reconstitución del Partido de Mariátegui.

 

La lucha teórica activa es la filosofía del proletariado, mientras «dejar hacer, dejar pasar» es típica filosofía burguesa.

 

En el terreno del trabajo frenteunitario, unidad y lucha es política marxista, mientras lucha sin unidad es oportunismo de izquierda y unidad sin lucha es oportunismo de derecha.

 

Este oportunismo de derecha es el sello de las ideas y la práctica de Lastra.

 

Pues bien, en un artículo de hace algunas semanas, Miguel Aragón escribió: «El frente unido no… es una ‘correa de trasmisión’».

 

Es expresiva, pues, la coincidencia entre el derechista Lastra y el liquidador Aragón: con el mismo truco niegan ambos la hegemonía del proletariado en el frente unido: el primero silenciando que esta hegemonía es una cuestión de línea (partido) y consenso (frente); el segundo negando que actualmente sea necesario el partido.

 

Y, échese el acucioso a buscar quién ha copiado a quién.

 

4.   Lastra dice: «Este punto nos lleva a deslindar con el estilo sectario en el trabajo político. Pero antes, ¿cómo determinar si una participación es correcta o incorrecta? ¿Es una cuestión meramente principista o es una cuestión de estrategia y táctica política donde los principios se aplican dialécticamente? La experiencia del marxismo-leninismo-maoísmo indica que es  lo segundo. Esto en general, por supuesto. Respecto del trabajo político sectario tenemos suficiente experiencia nacional que vano sería redundar en ello. Solo invito a que no se olvide esta experiencia de trabajo político sectario, que generalmente se daba bajo el pretexto de realizar un trabajo político purista, con lo cual la aplicación de la política de frente único quedaba solamente en  cliché. Recordemos como Guzmán llamaba durante toda la década del 70 a no participar de los “Paros Nacionales revisionistas” porque eran convocados por el PCP-U revisionista. Recordemos como la izquierda legalista condenaba los “Paros Armados” porque eran convocados por el infantilismo-terrorismo. Veamos como el Magisterio tiene tres sindicatos en uno: SUTEP, CONARE dentro del SUTEP y un nuevo CONARE dentro de CONARE-SUTEP.  “Razones ideológicas” no les falta a ninguna de las tendencias que promueven estas divisiones. Nuestra tendencia no puede reproducir estas prácticas erradas del trabajo político. Claro, el seminario que promueve la tendencia derechista-revisionista no tiene el impacto de los ejemplos anotados. Ustedes también tienen sus “razones ideológicas” que los lleva a poner la participación o no en ese seminario como una cuestión de vida o muerte; es decir, cismática. ¿POR QUÉ? Analicen y se verán en una posición que lleva el estilo sectario en el trabajo político. IMAGINENSE ustedes sustentando el punto 5 de su posición sectaria ante el reducido público que asiste a ese seminario: “no voy porque ese seminario es revisionista”. Simplemente quedarían en ridículo. Un seminario es un espacio de debate no vinculante orgánicamente. Así lo entiende cualquier público sensato. Si la tendencia derechista-revisionista cree que con eso va a fundar su partido amalgama ESE ES SU PROBLEMA.  A  lo más que puede ser útil usar ese espacio, sería para reafirmar nuestra superioridad ideológica, teórica, política y orgánica, desinflando mucho más de lo que se encuentra ya desinflado el proyecto revisionista. Lo contrario de participar en ese seminario sería boicotearlo. ¿Eso es lo que podrían proponer, acaso? Toda abstención contradice la política revolucionaria del m-l-m» (ibídem).

 

Como vemos, Lastra habla de un «trabajo político sectario» y de un «trabajo político purista». Como él no es, según cree, ni sectario ni purista, porque «La experiencia del marxismo-leninismo-maoísmo», doctrina a la que dice estar asimilado, le enseña, según cree también, que los activistas de todas las tendencias de la izquierda peruana tienen que participar en todos los eventos y en todas las acciones de todas las tendencias sin excepción, ha llegado a la absurda conclusión de que «Toda abstención contradice la política revolucionaria del m-l-m», y, con este absurdo, quiere convencerse a sí mismo de que estuvo bien su participación en el seminario revisionista que tenía como objetivo exclusivo y excluyente liquidar el partido de clase.

 

El vocablo cismático da cuenta de la separación de alguien de una autoridad reconocida. En consecuencia, es claro que, si Lastra sugiere que los que no asistimos a dicho seminario procedimos como cismáticos, es porque él, asistente inútil (inútil para su propio proyecto), le reconocía al grupo liquidacionista autoridad sobre su persona.

       

¡El «marxista-leninista–maoísta» Lastra le reconocía autoridad al grupo que quería y quiere liquidar el partido de clase!

 

Es necesario recordar, por lo demás, que quien nos acusa de cismáticos en relación al grupo liquidacionista, en 2011 marginó al CRJCM causando así un cisma en la tendencia, y, en el trabajo frenteunitario que significaba Ediciones Creación Heroica, causó otro cisma en 2013 al censurar el libro El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, impidiendo su publicación en la fecha en que hubiera tenido que publicarse.

 

Más todavía. Por cuanto Lastra calificó de boicoteadores a quienes no asistimos al seminario revisionista, diciendo que «Lo contrario de participar en ese seminario sería boicotearlo», hay que recordar también que en 2010 boicoteó la aparición del blog CREACIÓN HEROICA, sin poder sin embargo conseguir su oscuro propósito.

 

¡El bo¡coteador de un blog que surgía en el seno de lo que entonces él mismo consideraba su tendencia, se pasó casi una década poniéndole el hombro al proyecto de liquidar el partido de clase!

 

Finalmente, es necesario recordar también que nuestro personaje no asistió al quinto seminario del grupo liquidacionista, y, así, según su propia lógica, se reveló ¡como un cismático, como un boicoteador!

 

El CRJCM tiene poderosas razones ideológicas que le han permitido mantener su independencia en todo orden de cosas con respecto al grupo liquidacionista. Por eso jamás le ha reconocido a este grupo ninguna autoridad, y, por esto, mal puede Lastra calificarnos de cismáticos.

 

Como se sabe, cuando la mayoría del Grupo de Propaganda y Organización Socialistas pretendió convertirse en partido, Mariátegui no sólo que planteó una justa crítica, sino que además se apartó, y, no apuntaló con su presencia ninguna reunión con dicha pretensión.

 

Cuando Haya de la Torre intentó convertir en partido el frente llamado Apra, Mariátegui deslindó posiciones con el intento de manera resuelta y definida, y, no apuntaló con su presencia ninguna reunión de los hayistas.

 

¡Qué sectario había sido Mariátegui! ¡Qué cismático! ¡Qué boicoteador!

 

Pues bien, ¿por qué el «mariateguista» Lastra, después de que el grupo liquidacionista pretendió convertir en partido el frente mal llamado «Comité 80», participó en el cuarto seminario revisionista que tenía exactamente el mismo propósito de liquidar el partido de clase?

 

Porque, según dice, «Un seminario es un espacio de debate no vinculante orgánicamente». Un espacio de debate, pues, pero, ocurre que Lastra no debatió, es decir, no criticó precisamente lo que tenía que haber criticado: la intención del seminario de liquidar el partido de clase. Por lo tanto, al no hacer esto, su participación en el aludido evento resulta, por lo menos, incomprensible. Por eso, durante las primeras sesiones del seminario, su persona apenas apareció como un aderezo funcional al objetivo liquidacionista.

 

De esa forma puso en evidencia su incomprensión del antagonismo entre marxismo y liquidacionismo, su debilidad de espíritu ante el proyecto de liquidar el partido de clase, su irresistible propensión a ponerles buena cara a los oportunistas.

 

En fin, si, por una parte, su demagógico discurso le sirve para hacer creer que no es sectario ni cismático ni boicoteador, y que, por el contrario, es muy amistoso, tolerante y unitario, por otra parte, su práctica lo desenmascara más bien como un ecléctico, un conciliador, un mero frentista y, al mismo tiempo, como un sectario, un cismático, un boicoteador con respecto a la tendencia de la cual se reclama. 

 

5.  Lastra dice: «Reconocerse ser parte de una tendencia, grupo, partido o secta no es que sea negativo por el solo hecho del significado de esas palabras. Lo valorativo (sic) está en la praxis política del integrante y de su colectividad, que puede ser positiva o negativa. Por ejemplo, no es MALO ser marxista”, marxista-leninista”, marxista-leninista-maoísta”; tampoco lo es ser guevarista”, mariateguista”, trotskista”, fidelista”, etc. Lo positivo y negativo de cada colectividad se verá en su praxis política. Los antecedentes son solo una referencia a tener en cuenta. Con toda la importancia y consecuencias que esos antecedentes puedan significar, lo decisivo es el comportamiento actual y las perspectivas de esas tendencias, grupos, partidos y sectas políticas.» (Artículo publicado en el blog Camino Socialista con fecha del 10 de octubre de 2011). 

Lastra dice, pues, que la filiación doctrinal de las diversas tendencias no es algo negativo. Por eso precisa que no es malo ser, por ejemplo, «marxista», «trotskista» o cualquier otra cosa. 

Es claro que, con el término marxista, Lastra se refiere al grupo liquidacionista de derecha que, como se sabe bien, se autoproclama «marxista» a secas. 

Así, pues, resulta que, según su óptica, ser liquidador no es nada negativo, pues «Lo valorativo [del liquidacionismo] está en [su] praxis política».

 

Pero ocurre que «la praxis política» del liquidacionismo es, precisamente, liquidar el partido de clase, y esto, obviamente, es algo profundamente negativo, decididamente antiproletario y completamente contrarrevolucionario.

 

Sin embargo, Lastra, con su «no es que sea negativo», pretende silenciar dicha realidad.

 

En Aniversario y balance, Mariátegui señaló que las «designaciones» de las diversas tendencias «distinguen prácticas y métodos». Distinguen prácticas, es decir, Mariátegui sabía perfectamente que cada tendencia tiene prácticas diferentes, derivadas, obviamente, de sus distintas filiaciones doctrinales.

 

Pero, en el colmo de la inepcia, Lastra cree que la filiación doctrinal de las diversas tendencias es cosa del pasado (sus «antecedentes», dice), y que, por esto, tienen la misma práctica política («lo decisivo es el comportamiento actual»), y, así, sin ningún escrúpulo, ha levantado la falacia con la que pretende justificar su política de paz con las desviaciones del marxismo.

 

Así, pues, desde el ángulo de esa política de paz, resulta incomprensible la lucha de Mariátegui contra todas las expresiones ideológicas, teóricas, políticas y orgánicas no proletarias, y, en general, la lucha más que centenaria de los marxistas de todo el mundo contra todas las desviaciones de izquierda y de derecha.

       

Lastra ha puesto, pues, al desnudo su absoluta incomprensión de la relación entre filiación doctrinal y práctica política, y, así, ha puesto en evidencia que reniega el aserto mariateguiano de que las diversas tendencias tienen diferentes prácticas y métodos.

 

En conclusión, es Lastra –y no sus amigos oportunistas– quien ha dejado en el pasado su filiación («marxismo-leninismo-maoísmo» y mariateguismo), y es así como puede entenderse su eclecticismo y su conciliacionismo con toda forma de oportunismo y revisionismo (incluido el liquidacionismo, forma extrema de revisionismo).

 

6. Lastra dice: «Yo jamás trataré de forma infraterna a nadie con el que polemice. O sea, polemizaré desde los afectos, más aún, si son compañeros con los cuales compartimos espacios de trabajo común, pero que divergimos en otras cuestiones. Tanto más será mi afecto si compartimos la adhesión a la misma doctrina y construimos un proyecto común.» (Carta al CRJCM del 31.10.2012).

 

Como vemos, Lastra confiesa, sin avergonzarse, que comparte la misma doctrina con oportunistas y revisionistas, («Tanto más será mi afecto si compartimos la adhesión a la misma doctrina»).

 

Así, pues, por arte de birlibirloque, Lastra convierte en «marxista-leninista-maoístas» a los activistas de tales tendencias. O al revés: se convierte, él, en «marxista», «marxista-leninista», «guevarista», «trotskista», «fidelista», todo en uno o según sean las circunstancias.

 

Pues bien, la afirmación que comento data de octubre de 2012, y esto permite decir que, a pesar de sus reclamos favorables al partido de clase, Lastra participó del cuarto seminario liquidacionista porque suponía que, hombro con hombro con los liquidadores, estaba construyendo «un proyecto común».  

 

De Marx a Mao y de Mariátegui a sus actuales continuadores, los marxistas no polemizan «desde los afectos», SINO PRECISAMENTE DESDE EL MARXISMO.

 

Con su polemizar «desde los afectos», Lastra antepone lo sentimental a lo doctrinal, o sea, al marxismo le antepone sus afectos por los oportunistas, con quienes, como hemos podido ver, se siente en unidad doctrinal y comprometido en un proyecto común.

 

Pero, como en otros casos, ahora también es necesario comparar su discurso con su práctica.

 

En relación a los oportunistas, Lastra se muestra muy afectuoso, aunque, en puridad de verdad, lo que hace es nada más que mostrarse muy mimoso, muy adulador, muy lagotero.

 

Lagotero es el que hace zalamerías para congraciarse con alguien o para lograr algo. A Lastra le gusta congraciarse con todo tipo de oportunista a fin de lograr aparecer como «unitario», como «el hombre del frente unido».

 

Veamos ahora la otra cara de su impostura. En su última explosión contra el suscrito, Lastra se gastó estas afectuosas expresiones: «egotista», «jactancioso», «obtuso», «¡Puf!», «cháchara jactanciosa», etcétera.

 

Esta es su polémica «desde los afectos». Este es su «jamás trataré de forma infraterna a nadie con el que polemice». Este es su «Tanto más será mi afecto si compartimos la adhesión a la misma doctrina».

 

Así, pues, su polemizar «desde los afectos» no pasa de ser, por un lado, una frasecilla con la que pretende justificar su actitud lagotera con respecto a los oportunistas, y que, por otro lado, no le alcanza para ocultar su actitud insultante con respecto al suscrito.

 

Notas

[1] No me extenderé aquí sobre esta cuestión, pues, para una comprensión amplia y precisa de la misma, basta que el lector se remita a los artículos Notas sobre la Creación Heroica de José Carlos Mariátegui y Notas sobre la Creación Heroica de José Carlos Mariátegui II, publicados en la red.

 

11.02.2015.

 

 

 

La Reconstitución y el Trabajo Orgánico

 

E.I.

  

El proceso de Constitución del PSP dio cuenta de dos estilos en el trabajo orgánico del Grupo Organizador del PSP: el de José Carlos Mariátegui, y el de otros militantes como Julio Portocarrero, Hugo Pesce, etcétera.

 

I

 

A modo de introducción al tema, es necesario reseñar algunos hechos correspondientes al debate entre José Carlos Mariátegui y Haya de la Torre, pues entonces se expresaron tanto el correcto estilo de trabajo orgánico del primero como los métodos criollos del segundo. 

Como se sabe, en enero de 1928, Haya intentó convertir al Apra en el Partido Nacionalista Libertador del Perú. Entonces Mariátegui señaló: “Por mi parte, siento el deber urgente de declarar que no adheriré de ningún modo a este partido nacionalista peruano que, a mi juicio, nace tan descalificado para asumir la obra histórica en cuya preparación hasta ayer hemos coincidido. Creo que nuestro movimiento no debe cifrar su éxito en engaños ni señuelos. La verdad es su fuerza, su única fuerza, su mejor fuerza. No creo con Uds. que para triunfar haya que valerse de ‘todos los medios criollos’. La táctica, la praxis, en sí mismas son algo más que forma y sistema. Los medios, aun cuando se trata de movimientos bien adoctrinados, acaban por substituir a los fines” (Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p. 297). 

Martínez comentó años después: “La transformación del Apra de ‘alianza’ en ‘partido’, encontró en Mariátegui y los que lo acompañaban, una desaprobación sincera y explícita. Cerraba toda posibilidad de colaboración. Con una ‘alianza’ era posible entenderse. Con un ’partido’, no”. (ibídem, p. 295). Y agregó: “Hasta entonces, Mariátegui había tenido una actitud de espera. Deseaba que la actividad de Haya de la Torre se aclarara, se definiese. La algazara hecha en el extranjero en torno al Partido Nacionalista Peruano, que se hacía aparecer, como hemos visto, como organizado en el Perú, decidió a Mariátegui a encarar una situación falsa y llena de peligros” (ibídem, p. 296). 

Con fecha del 10 de julio de 1928, el maestro envió a los diversos grupos que formaban el Apra una carta colectiva en la que se lee: “2º-Los elementos de izquierda que en el Perú concurrimos a su formación [del Apra], constituimos de hecho –y organizaremos formalmente– un grupo o Partido Socialista, de filiación y orientación definidas…” (ibídem, p. 301). 

Martínez señaló posteriormente: “Mientras el grupo de compañeros que trabajábamos silenciosamente al lado de Mariátegui, analizaba objetivamente la situación, sin apasionamiento personal, sin vanidades egotistas…” (ibídem, p. 298). Y agregó: “Haya de la Torre no podía aceptar la discusión en el plano en que la situaba el grupo de Lima. Sabía que no podría defenderla. Esta fue desviada a otro terreno. Apeló al gastado método de acusar al grupo de Lima de obedecer órdenes de Moscú, que le atacaba en vista de no hacerse comunista. Que Mariátegui le tenía envidia. Que Martínez de la Torre traía contra él, en el terreno político, resentimientos de familia. Lo que era un debate sobre teoría, táctica y estrategia, como lo demuestran los documentos reproducidos, se desviaba al campo personal” (ibídem, p. 302). 

Puestos ante el debate los diversos grupos de la época, uno vacilaba y otro asumía posiciones oportunistas, pero la “célula de París” se situó en el terreno del debate de ideas y tomó una posición definida y resuelta por el proyecto de Mariátegui: “La célula de París, por ejemplo, ha tomado, en general, una posición marxista. La de Buenos Aires nos presenta desviaciones de derecha (…) La de México se ha caracterizado por una oscilación permanente, repetidas veces oportunista y demagógica” (ibídem, p. 326). 

En 1948 Martínez dejó señalado que, después del debate con Haya, “Mariátegui [llegó] a la conclusión de que todo acuerdo era imposible, procediendo, en consecuencia, a realizar los trabajos preparatorios para la fundación del partido de clase proletario” (ibídem, p. 396). Y agregó: “Discutió este proyecto con los camaradas más allegados a él” (ibídem). 

Así, los elementos de izquierda, aludidos por Mariátegui en la carta colectiva, se reunieron finalmente en La Herradura el 16 setiembre de 1928 y en Barranco el 7 de octubre del mismo año y, de este modo, quedó fundado el PSP. 

La Reunión de La Herradura fue una reunión preparatoria de la fundación clandestina del PSP. En esta Reunión, Martínez “presentó” los “puntos de vista” de José Carlos Mariátegui (ver ibídem, p. 397), que se expresaron en los Acuerdos de la Reunión de La Herradura y, luego, en los Acuerdos de la Reunión de Barranco. Esto quiere decir que, en “la célula inicial del Partido”, se actuaba entonces con probidad. 

La principal lección del debate entre Mariátegui y Haya es que el primero centró los términos del debate y, de esta forma, contribuyó al esclarecimiento de los activistas, mientras el segundo desvió el debate a un terreno extraño a las ideas en conflicto y de este modo intentó meter confusión.

 

II

 

En mayo de 1929, antes de salir las delegaciones al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latino Americana y a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, “se verificó una reunión de las mismas con Mariátegui y Martínez de la Torre, en las que se estudió detenidamente la situación del país y los puntos de vista del Comité Organizador del Partido Socialista” (ibídem, p. 402). 

Pero, como se sabe, en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, Julio Portocarrero y Hugo Pesce tergiversaron “los puntos de vista del Comité Organizador del Partido Socialista”, es decir, “el proyecto de Mariátegui respecto a la formación del Partido Socialista”, para decirlo en términos utilizados por Martínez (ibídem, p. 409). 

Así, mientras en el Programa del Partido Mariátegui señaló que “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (ibídem, p. 399), Julio Portocarrero, con la complicidad de Pesce, decía en la mencionada Conferencia: “El partido socialista se basa en nuestro Grupo, el cual es enteramente afín con la ideología de la Internacional Comunista” (ibídem, p. 423). Y también: “¿El Partido Socialista es la expresión de nuestro pensamiento, de nuestra línea? El partido socialista lo hemos constituido como táctica, como medida de ligazón con las masas. No venimos a decir que el partido socialista es la expresión profunda de los que luchamos por los intereses del proletariado” (ibídem, p. 422). 

Peor aún: el Programa del Partido, escrito por Mariátegui en octubre de 1928, fue reemplazado por la delegación peruana por el programa preparado por Ravines a nombre de la “célula de París” (ver ibídem, p. 484). 

Estos hechos demuestran que, en el trabajo orgánico del PSP, Portocarrero y Pesce y, no mucho después, otros militantes también, empezaron a recurrir a métodos criollos. 

Así, pues, la principal lección, por ejemplo negativo, de la participación de Portocarrero y Pesce en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, es su deslealtad con respecto a los acuerdos del Comité Organizador del Partido Socialista.

 

III

 

Como hemos visto, cuando Haya pretendió convertir al Apra en partido, Mariátegui desarrolló una consecuente crítica al intento oportunista, y de este modo esclareció los términos del debate permitiendo la toma de posición de los diversos grupos que formaban el APRA: entonces los hayistas quedaron tan aislados que cabían en un sofá.       

Ahora bien, cuando el grupo que encabeza Ramón García intentó convertir en partido el frente mal llamado “Comité 80”, el Comité de Reconstitución José Carlos Mariátegui (CRJCM) desarrolló una consecuente crítica al intento liquidacionista, y de esta forma esclareció los términos del debate: entonces empezaron a madurar las condiciones que finalmente llevaron al grupo de García al aislamiento político.(1) 

Pero, mientras el CRJCM luchaba contra la forma extrema de revisionismo como es el liquidacionismo, desenmascarando su negación del marxismo-leninismo, su tergiversación de la historia de la Creación Heroica de Mariátegui, su falsificación de la identidad ideológica de José Carlos Mariátegui, de su Creación Heroica, del Partido Socialista del Perú, su reformista “camino municipal al socialismo”, su negación del partido de clase y su falsificación del concepto mariateguiano de un partido de masas y de ideas, su egotismo burgués y su servilismo, sus métodos criollos y su doble moral, Lastra participaba alegremente en los eventos del grupo liquidacionista que tenían como propósito destruir el partido de clase, copiaba seguidistamente no pocas de sus posiciones, pretendía diluir el trabajo de nuestra tendencia en un falso trabajo frenteunitario, no se pronunciaba contra el egotismo burgués, el servilismo y la doble moral que caracterizan a los liquidadores, y, por último, no desenmascaraba sus métodos criollos, llegando incluso a justificar algunos de ellos y aun a utilizar otros contra el suscrito. 

Pero además, pisoteaba los acuerdos tomados para dar curso a la organización del grupo, ocultaba documentación (las cartas que ahora publicamos completas y otros escritos), eludía y sofocaba el debate de ideas, se negaba, sin contestar siquiera a la invitación, a colaborar con el blog CREACIÓN HEROICA, etcétera.       

Criticado, entonces, con toda razón, recurrió a los más burdos métodos criollos. Entre ellos hay uno que, como verá el lector en las cartas adjuntas, lo pinta de cuerpo entero como un elemento inescrupuloso: tituló como “Propuesta unitaria de Jaime y Eduardo” o como “Documento unitario de los 10 puntos”, un documento no consensuado en absoluto, es decir, un documento de su exclusiva y excluyente autoría, y, de esta forma, engañó y manipuló a los miembros del grupo en curso de organizarse. 

Mariátegui señaló que Lenin ganó su autoridad por la superioridad de su pensamiento; Lastra, en cambio, como vemos, ganó su condición de cabeza del grupo por la utilización de métodos criollos: la mentira, la arbitrariedad, la manipulación, la marginación del CRJCM. 

Pero además, aventureramente planteó que “entre abril-junio 2011 debe realizarse una Conferencia Nacional que selle la unidad alcanzada bajo lineamientos básicos” (sic) y que “el mes de octubre de 2011 deberá ser la fecha propicia para el V Congreso” (sic, carta al suscrito del 02.11.2010).(2) 

¿Comprende el lector? Ciertamente el “humilde” Lastra acariciaba la ambición de ser el Secretario General del Partido (o tal vez Presidente). ¡Jaime Lastra jefe del “Partido de Mariátegui Reconstituido”! 

Pues bien, la desesperación de Lastra por realizar eventos para los cuales no reúne, aun ahora, ni de lejos las condiciones teóricas necesarias, expresa su absoluta incomprensión de lo que es la Reconstitución. 

Como es su costumbre, ante mi crítica nuestro personaje desvió el debate al diversivo terreno de la fraseología: “¡Qué bien conocer tus puntos de vista!”; “es bueno saber de las opiniones tuyas” “¿Jugamos al gran bonetón?”; “¿Qué guardo silencio?”; “¿Qué no contesto?”; “en mi bandeja solo tengo dos correos tuyos fechados el 28 de setiembre y el 10 de octubre del 2010”; “mi actitud de trabajar la propuesta colectivamente”; “nadie impone a nadie”; “no hay que confundir presunciones con realidades”. 

Esta fue toda su respuesta al contenido de mis cartas, que, como también verá el lector, comprendía la crítica de no pocas cuestiones  puntuales. 

En conclusión, nuestro personaje hizo a un lado el estilo de debate y el estilo de trabajo orgánico de Mariátegui, y, así, exactamente como  Haya, desvió el debate, y, exactamente como Portocarrero y Pesce, procedió con deslealtad con respecto a los acuerdos tomados. 

La principal lección de esa práctica es que ningún colectivo marxista puede depositar su confianza en un elemento arbitrario, inescrupuloso, autoritario en las propias filas y, en sus relaciones externas, conciliador con respecto al oportunismo. 

Pero reseñemos algunos hechos más a fin de que el lector perciba con mayor profundidad la conducta ramplona y la rabiosa oposición al CRJCM de nuestro personaje. 

1. En el colmo del servicio a los oportunistas, el aludido llegó a decir en un artículo –los activistas de su grupo deben recordarlo perfectamente– que siendo las ideas lo más importante, se inhibía de mencionar a los autores de los planteamientos que estaba criticando, excusándolos así de la responsabilidad de introducir ideas nocivas al seno del pueblo. Para no extenderme sobre el punto, invito cordialmente al lector a leer el artículo La impotencia del grupo revisionista, publicado en la red. 

2. Pasando por encima de su grupo, participó por decisión personal en el cuarto seminario del revisionismo peruano, lo cual, además de significar una conculcación del centralismo democrático, ilustra una práctica que tiene como fondo la necedad de que el frente dirige al partido.(3)

 

3. Retórico como es, en carta al CRJCM del 31.10.2012 (carta con plétora de criollos recursos polémicos, y por esto mismo fácilmente desmontable), dio este singular ejemplo de su conocida actitud demagógica: “A lo más que puede ser útil usar ese espacio [el quinto seminario del revisionismo peruano], sería para reafirmar nuestra superioridad ideológica, teórica, política y orgánica, desinflando mucho más de lo que se encuentra ya desinflado el proyecto revisionista”.

 

¡”Reafirmar nuestra superioridad”! ¡“Desinflando mucho más de lo que se encuentra ya desinflado el proyecto revisionista”! Pero, ¿cuál es la realidad de las cosas? Veamos esto. 

 

No existe ni puede existir ninguna superioridad ideológica del oportunismo de derecha que representa Lastra sobre el liquidacionismo de derecha que representa Ramón García.

 

Puesto que nuestro personaje ha llegado incluso a la desvergüenza de copiar determinadas posiciones del grupo liquidacionista, tampoco no existe ni puede existir ninguna superioridad teórica suya con respecto al mismo.

 

Al mostrarse ecléctico, conciliador y promotor del frentismo más burdo, igualmente no existe ni puede existir ninguna superioridad política suya sobre el grupo de García, que, con su administración municipal de la economía capitalista, promueve el reformismo.

 

¿Superioridad orgánica? Pero si, como lo sabe todo el que quiere saberlo, Lastra ha empobrecido a su grupo imponiéndole una línea oportunista de derecha, y esto tampoco comporta ni puede comportar ninguna superioridad sobre el grupo de García, empobrecido también por su liquidacionismo de derecha.

 

Finalmente: ¿la participación de Lastra en los eventos liquidacionistas, significó, por casualidad, así sea en mínima medida, que se desinflara el proyecto de partido que se procesaba en dichos eventos?

 

Es un hecho que la mencionada participación no contribuyó en absoluto a desinflar el aludido proyecto, sencillamente porque nuestro personaje nunca fue capaz de desarrollar una solvente crítica al mismo en los planos ideológico, teórico, político y orgánico, limitándose, por el contrario, a asumir posiciones eclécticas, conciliadoras, blandengues con respecto al revisionismo y a los revisionistas.(4) 

No obstante no haber realizado ninguna crítica de conjunto del liquidacionismo de derecha, y, por el contrario, haberse colgado de muchas de sus posiciones, en un artículo fechado el 10.10.2011 y publicado en el blog Camino Socialista, Lastra, todo embaucador, afirmó: “Debemos deslindar los campos de manera resuelta y definida sí, naturalmente, por supuesto”. 

Pero, naturalmente, por supuesto, la sumaria reseña hecha en el presente apartado basta para ver en qué consistió su deslinde resuelto y definido con respecto al grupo liquidacionista. 

En conclusión, puede decirse que la afirmación examinada, no pasa de ser un caso de autoadulación que revela el creídismo de Lastra. 

4. En ocasión de la presentación del libro Mao y Mariátegui, nuestro derechista se empeñó en hacer participar en la mesa a uno de los elementos más descompuestos del grupo liquidacionista, enemigo deslenguado del suscrito, quien, además, hacía poco había denostado contra el libro y agraviado a su autor (y que, además, presentaba el antecedente de haber aprovechado la presentación de otro libro del suscrito para calumniarlo cobardemente). Pero, por supuesto, César Risso se opuso con firmeza a la proterva intención, y otro tanto hizo Daniel Chumpitaz; en consecuencia, Lastra se quedó con los crespos hechos. 

5. No me extenderé sobre su actitud de recurrir al método burgués de la censura y de hacer a un lado el método proletario del debate de ideas, pues basta señalar que esta expresión de mediocridad mostró a nuestro personaje como funcional al revisionismo liquidacionista.

 

6. La deshonestidad de Lastra es un hecho de conocimiento común. Su recalcitrante renuencia a la autocrítica –lo cual viene de siempre– es una expresión de ello. Entre muchísimas otras, una expresión más o menos reciente de lo mismo, es su artículo Egotismo en el socialismo peruano, el cual, como han podido ver todos los que tienen ojos para ver, está colmado de mentiras, maniobras, trucos, calumnias, diversivos, insultos, etcétera, recursos todos desmontados en el artículo El espíritu criollo de Jaime Lastra, artículos ambos publicados en el blog CREACIÓN HEROICA.

 

Pues bien, el silencio en el que Lastra se ha sumido a partir de la publicación de los mencionados artículos, no es otra cosa que expresión, por un lado, de su incapacidad para sostener un debate de ideas, y, de otro, de su secreto sentimiento de que de aceptar el debate, lo único que conseguiría es hundirse aún más ante los ojos de la izquierda peruana (si es que estos ojos alcanzan a ver su existencia).

 

IV

 

Ciertamente en el trabajo orgánico se expresa más netamente que en cualquier otro plano la ideología realmente existente en la cabeza de los activistas. Así, pues, la apretada reseña realizada aquí del estilo de trabajo orgánico de Lastra –y por añadidura de su estilo de debate y de su estilo de relaciones externas– demuestra que la ideología que realmente tiene en la cabeza es una ideología extraña al marxismo. 

Y, como es claro, la Reconstitución del Partido de Mariátegui solo es posible poniendo al mando la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao y el pensamiento mariateguiano, y erradicando los métodos criollos tanto en las relaciones internas como en las externas. 

Notas

[1] Aislamiento con respecto a las tendencias que pretendió tragarse, incluido el PCP-Unidad, con el cual realizó un seminario a fin de fusionarse con él en un solo partido, obteniendo, sin embargo, un resultado negativo. El aislamiento del grupo liquidacionista con respecto a las masas es un hecho que viene de hace décadas.

[2] Programar la realización de eventos partidarios según el calendario revolucionario, es una concepción burocrática que Lastra ha copiado de Ramón García, quien, como es de conocimiento general, es el padre de esta concepción por cuanto concibe la construcción de su partido (fundación, etcétera) en función de las efemérides y no del desarrollo de la lucha de clases. Hasta en esto, pues, Lastra copia a García.   

[3] Desde luego, el hecho anotado no es el único que ilustra semejante barbaridad. Así por ejemplo, en ocasión de la presentación de uno de los libros del suscrito, cocinó las condiciones de la misma en un organismo de frente unido y después trató de imponerlas al grupo del que formábamos parte.

[4] El único artículo de deslinde teórico de cierto mérito escrito por Lastra es aquel en el cual defendió el partido de clase: Lenin, el ¿Qué hacer? y el partido de clase. Pero, claro está, con la limitación de que no hizo andar ni un milímetro la teoría sobre el partido proletario.  

 

10.01.2015.