La
Lucha Interna del Partido Proletario
(Segunda y
Última parte)
Eduardo
Ibarra
Los
liquidadores y el revisionismo
Ya hemos visto que los liquidadores descalifican el
concepto de revisionismo.
Ocurre,
sin embargo, que, según analizó Lenin, el revisionismo: 1) no es una mera
casualidad ni una equivocación de algunas personas o ciertos grupos: 2) no se
debe a la influencia de las particularidades o tradiciones de uno u otro país;
3) tiene sus motivos en el régimen económico y en el carácter del desarrollo
del conjunto de los países capitalistas; 4) es el producto social de toda una
época histórica, de la época del imperialismo y de la revolución proletaria; 5)
es un fenómeno inevitable por estar condicionado por sus raíces de clase; 6)
tiene por base social la pequeña producción, la pequeña burguesía; 7) surge de
la movilidad social de la pequeña burguesía hacia el proletariado; 8) es un
fenómeno internacional.
Compare el lector estos sustanciosos
conceptos de Lenin, con la indigencia de los argumentos de los liquidadores: el
término revisionismo no aparece en los primeros cuatro tomos de las Obras escogidas de Mao (García); este
término es un adjetivo que expresa solamente el estado de ánimo de quien lo
utiliza (García); «es una palabreja» (Aragón); es «una
percepción afiebrada» (Gustavo Fernández).
Pero en Aragón hay otro aspecto de la cuestión que es
menester analizar. Dice él:
Para practicar la lucha en dos frentes, no hay necesidad de ser
“dogmático”, ni tampoco “antidogmático”.(11) Mariátegui nos dejó ese ejemplo,
aunque muy pocos se han preocupado en estudiarlo en forma integral, solamente
se ha divulgado, de manera unilateral, su lucha contra el revisionismo europeo
de los años ’20 (ver primera parte del libro Defensa del Marxismo).
Como vemos, mientras por un lado nuestro articulista
destaca la lucha de Mariátegui contra el dogmatismo, por el otro sostiene que
el libro Defensa del marxismo
representa una «lucha contra el
revisionismo europeo», extrañando así el valor de dicho libro
de nuestra realidad particular y, por tanto, de nuestra necesidad
ideológica.(12)
De esta forma, pues, Aragón niega la
tesis leninista sobre el carácter internacional del revisionismo –y de la lucha contra esta desviación,
hay que agregar–, tesis comprobada miles de veces por la práctica de la lucha
de clases.(13)
En este contexto, con su «solamente se ha
divulgado, de manera unilateral, etcétera», Aragón cae en
unilateralidad precisamente, desviación que cree combatir.
Silenciando el revisionismo y, por
tanto, escamoteando la lucha contra esta
desviación que, desde hace tiempo es el peligro principal en el movimiento
comunista nacional e internacional, nuestro articulista convierte la lucha en
dos frentes en una lucha en un solo frente.(14)
De hecho, con el pretexto de la «lucha»
contra el dogmatismo, los liquidadores: 1) han renegado del marxismo-leninismo;
2) han falsificado la filiación marxista-leninista de Mariátegui; 3) niegan el
carácter de clase del PSP; 4) sostienen la acción legal municipal como presunto
camino al socialismo; 5) falsifican el concepto mariateguiano de un «partido de
masas y de ideas»; 6) han renegado del partido de clase promoviendo un partido doctrinariamente
heterogéneo, etcétera, etcétera.
Es decir que, detrás de su «lucha»
contra el dogmatismo, los liquidadores intentan ocultar su asunción del
revisionismo.
Como seguramente se sabe, Lenin
desenmascaró esta treta típicamente revisionista:
Usar el
pretexto de librarse de las cadenas de los “dogmas” es una estratagema muy
cómoda para abandonar el marxismo-leninismo. Hace mucho tiempo Lenin puso al
desnudo esta treta empleada por los revisionistas. El dijo: ¡Cuán cómoda es
esta palabrita: “dogmático”! Basta con desfigurar ligeramente la teoría
enemiga, ocultar esta desfiguración tras el espantajo de dogmático, -y ¡asunto
concluido! (citado en Una vez más sobre
nuestras divergencias entre el camarada Togliatti y nosotros, ELE, Pekín,
1963, p. 181).
Así pues, el antidogmatismo de los liquidadores es
falso y, todavía más, contiene, como hemos visto arriba, uno de los rasgos más
chatos del dogmatismo: el culto a los libros.
Pero hay más. Hablando sobre la
lucha de Mariátegui contra el dogmatismo y retorciendo su lucha contra el
revisionismo, Aragón sugiere que el peligro principal en el movimiento
comunista internacional es el dogmatismo(15), cuando, como se sabe, teniendo en
cuenta las condiciones del imperialismo que engendran revisionismo (y
oportunismo en general), los efectos negativos del trabajo legal no dirigido
por una firme dirección marxista-leninista y la experiencia histórica de la
aparición del revisionismo en la sociedad socialista, después de la segunda
guerra mundial el movimiento comunista internacional señaló, con toda razón,
que el peligro principal en su seno es el revisionismo (véanse las
Declaraciones de Moscú de 1957 y 1960); y, como ya subrayé, esta situación no
ha cambiado sino que, por el contrario, se agravó con el desborde del
revisionismo contemporáneo y la posterior aparición de sus epígonos.
Así pues, actualmente el peligro
principal en el movimiento comunista es el revisionismo, que, como se sabe, en
todas partes se ha convertido en una rémora en la lucha por el poder, y que,
usurpando el poder en el socialismo, restauró el capitalismo.
Por tanto, actualmente el dogmatismo
es el peligro secundario en el movimiento comunista.
El estilo
polémico de los liquidadores
Como es de conocimiento común, Aragón no pierde
oportunidad para posar como ecuánime, ponderado, impoluto, estudioso,
investigador y hasta como mariateguista.
Así, recogiendo una frase de Pérez,
califica de «feroz e implacable» la lucha entre las dos líneas. Esta
adjetivación merece un comentario.
Fingiendo
ser discípulo de Mao, nuestro articulista ha recordado que el jefe de la
Revolución China «no era partidario de rebajar el tratamiento de las
discrepancias al nivel de «los golpes implacables».
La frase «golpes implacables» se encuentra en el
trabajo Sobre el tratamiento correcto de
las contradicciones en el seno del pueblo, que, como es obvio, no está
dedicado a analizar las contradicciones entre nosotros y el enemigo, y, como
Aragón no precisa a qué discrepancias se refiere, su afirmación aparece con un
alcance general y, de esta forma, se revela como un revuelto de las
contradicciones en el seno del pueblo y de las
contradicciones entre nosotros y el enemigo, o sea, de las
contradicciones no antagónicas y de las contradicciones antagónicas.
Es
evidente que, con su citada afirmación, Aragón se presenta como enemigo de los
«golpes implacables».
Pero sus actos
lo contradicen absolutamente. Veamos esto.
En mi polémica con los liquidadores,
el primero que utilizó un estilo de golpes implacables, fue la cabeza del
liquidacionismo: García. ¿Y qué dijo de esto nuestro articulista? Nada,
absolutamente nada, exactamente como el resto de liquidadores; y, como es
claro, el que calla otorga.
Desesperado
por la crítica a sus posiciones oportunistas y a la sofística con que sustenta
las mismas, García ensució la polémica recurriendo al linchamiento verbal a mi
persona, y, luego, sus más obsecuentes repetidores se abalanzaron sobre mí
-primero juntos y luego por separado–, con una montaña de insultos y otras
formas de agresión.
¿Y qué dijo de todo esto Aragón?
Nada, absolutamente nada; y, como es claro, el que calla otorga.
Más tarde, Gustavo Fernández, clon
mental de García, ocultándose cobardemente tras un seudónimo, cometió un nuevo
linchamiento verbal contra mi persona y, en general, contra quienes combatimos
el revisionismo liquidacionista, consiguiendo únicamente poner en evidencia su
servilismo cerril y su espíritu mediocre.
¿Y qué dijo Aragón del ruido sin
nueces del clon mental de García? Nada, absolutamente nada; y, como es claro,
el que calla otorga.
Pero además, Aragón mismo se sumó
luego a la agresión liquidacionista contra mi persona (véase al menos mi
artículo La fullerìa de Miguel Aragón,
del que adjunto un fragmento), así como, en no pocos casos, ha derramado su
bilis sobre sus propios congéneres ideológicos, a uno de los cuales llegó
incluso a calificarlo de «delincuente».
Peor aún: como está probado, el
propio Mariátegui no se ha salvado de sus agravios.(16)
Así pues, la apelación de Aragón a
Mao no pasa de ser una mera impostura, pues sus propios actos con respecto a
sus críticos son golpes feroces e implacables.
Pero esto es solo una cara de la
moneda. La otra es el trato que, a veces, ofrece a sus congéneres y a aquellas
personas a las que intenta engatusar.
Esta otra cara del estilo de Aragón
consiste en la adulación: te mando lisonjas para que me devuelvas lisonjas.
Pongo un ejemplo, entre los muchos que podría poner. En la
primera parte del artículo Oponernos al «culto al partido», nuestro articulista escribió: «Le estoy profundamente
agradecido [a Pavel Ortega, congénere ideológico suyo] por la
respuesta tan rápida, y a la vez, tan sustancial en su contenido»; «… tengo que felicitar a Pavel Ortega»; «Pavel Ortega, con
mucho acierto ha trascrito dos citas [de Marx]»; «… el error de pensar
que las ideas expuestas en los textos marxistas siempre “son verdades
eternas”, válidas para todos los tiempos y para todos los lugares. Eso
sería un error, y por eso mismo considero que sería un
grave error asumir como siempre válidas y vigentes, las dos
citas trascritas por Pavel Ortega.»
Pues bien, en lo
citado puede constatarse la deshonestidad de Aragón, su actitud aduladora, su
intención de engatusar: si la respuesta de Ortega era «tan sustancial en su
contenido» por tratarse de «dos citas [de Marx]», ¿cómo así tal
cualidad de sustancial se convirtió luego en «un grave error» al haber asumido
Ortega las citas de Marx como «siempre válidas y vigentes»? Es decir, al no ser,
desde el principio, «válidas» ni «vigentes» para el análisis de
la cuestión del partido (que era el tema del intercambio de correspondencia
entre Aragón y Ortega), entonces las citas de Marx, utilizadas por Ortega en el
marco indicado, no podían aparecer como sustanciales, sencillamente porque,
dada su falta de validez y de actualidad en la óptica de Aragón, no aportaban
nada al esclarecimiento de la indicada cuestión.
Así pues, aquello de «respuesta tan rápida,
y a la vez, tan sustancial en su contenido», no era más que
pura adulación.
El que adula busca
siempre embriagar al adulado con sus lisonjas, y, en el caso que
examino, Ortega, embriagado por las lisonjas de Aragón, no se dio cuenta de que
en realidad estaba siendo engatusado.
En resumidas cuentas,
Aragón se presenta como insultante, por un lado, y, por el otro, como adulador.
Y ni lo uno ni lo otro tiene que ver en absoluto con el estilo marxista.(17)
Así pues, como dirían Lenin y Mao,
los liquidadores nos ofrecen el triste espectáculo de la impostura, del
ensalzamiento mutuo, de la adulación, del estilo filisteo de la burguesía.
Pero, obviamente, aunque se vistan
de seda, los liquidadores no pueden engañar a nadie, pues todo el mundo sabe
que han abjurado del marxismo-leninismo, que falsifican la filiación
marxista-leninista de Mariátegui y el PSP, que pretenden que la acción legal
municipal es el camino al socialismo, que tergiversan el concepto mariateguiano
de un partido de masas y de ideas, que han renegado del partido de clase, que promueven
un partido-amalgama, etcétera, etcétera, y que, en el contexto de este
extravío, Aragón se destaca por llevar hasta sus últimas consecuencias las
posiciones oportunistas de García. Por eso los demás liquidadores pueden verse
en Aragón como en un espejo.
Notas
11] No comentaré aquí
aquello de que «Para practicar la lucha
en dos frentes, no hay necesidad de ser “dogmático”, ni tampoco
“antidogmático”», pues se trata de una
frase retórica con un fondo de absurdidad que el lector puede reconocer
fácilmente.
[12] Contra el hecho
innegable de que Defensa del marxismo
es una crítica al revisionismo, Aragón no tiene más remedio que hablar de ella,
pero, como se ha visto, lo hace con la torcida lógica de que dicha crítica al
revisionismo no nos concernía ni nos concierne. De ahí que hable de «revisionismo europeo». Así pues, el
lector puede percatarse fácilmente de que la sofística de Aragón apunta a
descalificar Defensa del marxismo
como el libro en el cual Mariátegui fundamentó la línea ideológica del PSP. La verdad
de este libro, sin embargo, es que fue escrito para defender el marxismo de los
ataques del revisionismo y, al mismo tiempo, para demostrar el
marxismo-leninismo como la doctrina del proletariado contemporáneo y
fundamentar así la línea ideológica del PSP. En efecto, precisamente en sus páginas Mariátegui demostró que el
leninismo es un desarrollo del marxismo de valor universal (lo cual, por lo
demás, quiere decir que el propio título de su libro demuestra lo que quiso
decir con el término marxismo): «Lenin aparece, incontestablemente, en
nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista, cualesquiera sean las dudas que a
este respecto desgarren al desilusionado autor de Más allá del Marxismo. La revolución rusa constituye, acéptenlo o
no los reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo contemporáneo.
Es en ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde
hay que ir a buscar la nueva etapa
marxista.» (pp. 21-2; cursivas
mías).
«Con lenguaje bíblico el poeta Paul Valery expresaba así en 1919 una línea
genealógica: “Y éste fue Kant que engendró a Hegel, el cual engendró a Marx, el
cual engendró a…” Aunque la revolución rusa estaba ya en acto, era todavía muy
temprano para no contentarse prudentemente con estos puntos suspensivos, al
llegar a la descendencia de Marx. Pero en 1925, C . Achelin los
reemplazó por el nombre de Lenin. Y es probable que el propio Paul Valery, no
encontrase entonces demasiado atrevido ese modo de completar su pensamiento.»
«El materialismo histórico reconoce en su origen tres fuentes: la filosofía
clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Este es,
precisamente, el concepto de Lenin. Conforme a él, Kant y Hegel anteceden y
originan a Marx primero y a Lenin después
-agregamos nosotros- de la misma manera
que el capitalismo antecede y origina al socialismo.» (p. 39; cursivas mías).
Como vemos, tres meses y dos semanas antes de la escritura de Principios programáticos del Partido
Socialista,
Mariátegui expuso su adhesión al marxismo-leninismo, cosa que confirmó en Principios programáticos del Partido
Socialista en términos indubitables: «El marxismo-leninismo es el método
revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido
Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha.» (Ideología y política, p. 160). Hay que agregar que, siete meses
después de esta adopción del marxismo-leninismo, el maestro se ratificó en ella:
«Lenin nos prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable de
una revolución, que el marxismo es el
único medio de proseguir y superar a Marx.» (Defensa del marxismo, p. 126). Pues bien, de aquella lógica torcida que hemos comentado arriba, se desprende, en un
plano general, la idea de que la lucha contra el revisionismo contemporáneo fue
una lucha entre el PCCH y el PCUS. Este entendimiento ha llevado a algunos
comentadores a asumir la propaganda reaccionaria según la cual, al tomar
partido algunas fuerzas políticas de nuestro medio por el marxismo-leninismo o
el revisionismo contemporáneo, se dividieron en «prochinos» y “prorusos». Precisamente
el libro Defensa del marxismo
demuestra que, en el proceso de construcción del PSP, Mariátegui consideró con
toda razón la necesidad de defender el marxismo-leninismo confrontándolo con el
revisionismo, y no es posible que un marxista no tenga la capacidad de captar
la lucha permanente contra el revisionismo que se expresa en una lucha temporal
contra una de sus formas.
[13] Lenin apuntó sobre un
rasgo de la internacionalidad del
revisionismo: «Antes, las
discusiones entre lassalleanos y eisenacheanos, entre guesdistas y
posibilistas, entre fabianos y socialdemócratas, entre partidarios de “La
Voluntad del pueblo” y socialdemócratas eran discusiones puramente nacionales,
reflejaban particularidades netamente nacionales, se desarrollaban, por decirlo
así, en distintos planos. Actualmente (ahora se ve esto bien claro), los
fabianos ingleses, los ministerialistas franceses, los bernsteinianos alemanes, los críticos rusos son una sola
familia; se ensalzan mutuamente, aprenden los unos de los otros y, en común,
luchan contra el marxismo “dogmático”.» (¿Qué
hacer?, Obras escogidas en tres
tomos, Editorial Progreso, Moscú, s/f, t. I, nota, p. 122). Estos conceptos del
jefe de la revolución rusa pueden ser perfectamente entendidos por cualquiera
que haya reflexionado un poco siquiera sobre las grandes diferencias entre la
época del capitalismo competitivo y de la preparación del proletariado
para la revolución y la época del
imperialismo y de la revolución proletaria.
[14] Prácticamente Aragón convierte la lucha en dos frentes
en una lucha en un solo frente, pues en su argumentación el oportunismo de
derecha no equivale a revisionismo, y, por tanto, el oportunismo de derecha
aparece en Aragón como algo indefinido, confuso, incierto. Es así como nuestro
articulista escamotea la lucha contra el revisionismo.
[15] De tal forma nuestro articulista repite un
subterfugio del Togliatti revisionista, quien, para oponerse a la lucha contra
el revisionismo, peligro principal en el movimiento comunista internacional,
levantó la idea de que ese peligro principal era el dogmatismo, idea que
después fue asumida por numerosos partidos revisionistas, y que, ahora, ha sido
asumida por los liquidadores, a juzgar por su silenciamiento del revisionismo,
su descalificación del concepto mismo de revisionismo, su reprobación de la
lucha contra el revisionismo, su afán de fusionarse con el partido de Jorge del
Prado, el PCP-Unidad, representante clásico del revisionismo contemporáneo en
nuestro medio.
[16] En mi artículo La fullería de Miguel Aragón, escribí: «…
si bien el reproche “y no cuando a un caudillo personalista se le ocurra como
uno de sus ocasionales caprichos”, está
enfilado contra Ramón García… es claro de toda claridad que, habiendo
sustentado Aragón su reproche en el argumento de que su mencionado copartidario
pretende fundar un partido cuando no existen para ello “las condiciones
objetivas y subjetivas”, aquello de “caudillo personalista” y aquello de
“ocasionales caprichos” le cae también a Mariátegui, pues, como se ha visto, según
el reprochador el partido del proletariado peruano en los tiempos del maestro
“todavía no era… necesario”.» «Así, pues, Aragón sugiere… que Mariátegui fue un
“caudillo personalista” y, por cuanto el PSP es una realidad histórica,
entonces la frase “un ocasional capricho suyo” le cae también a Mariátegui.»
Este es el «mariateguista» Aragón.
[17] En su famoso discurso Rectifiquemos el estilo de trabajo en el partido, Mao señaló acerca
de algunos elementos sin espíritu de clase: «¿Qué buscan? Fama, posición y
oportunidad de lucirse. Siempre que se les encarga de una sección de trabajo,
procuran “independizarse”. Para este fin, engatusan a algunos, desplazan a
otros y recurren… a la jactancia, las lisonjas y la adulación, introduciendo en
el Partido Comunista el estilo filisteo de los partidos burgueses. Es su
deshonestidad lo que les pierde. Creo que debemos trabajar honestamente; sin
una actitud así nada se puede realizar en el mundo.» (Obras escogidas, t. III, p. 41). La deshonestidad se expresa, pues,
entre otras cosas, en el estilo del lucimiento personal, del engatusamiento, de
la jactancia, de las lisonjas mutuas, de la adulación. Este estilo es un estilo
burgués de cabo a rabo, y es precisamente este estilo el que impera, en
circunstancias normales, en el grupo liquidacionista. ¿Por qué los liquidadores
se sienten urgidos de utilizar el aludido estilo burgués? Porque,
desenmascarados en sus posiciones oportunistas, solo les queda el recurso de la
adulación, etcétera, para fabricarse una imagen que no corresponde a la
realidad.
27.02.2019.
Postscriptum
En una carta a César Risso del 11 de marzo del presente, Miguel
Aragón le solicita cinco ejemplares de mi último libro El partido de Mariátegui hoy: Constitución, nombre, reconstitución,
y, para no perder la costumbre de posar como «interesado en leer y estudiar todo lo que se
escribe y publica sobre la acción socialista desarrollada por José Carlos
Mariátegui y los activistas de su generación», expresando su espíritu competitivo, agrega:
«yo tengo varios escritos dispersos sobre el
tema, y en setiembre de 2015 preparé un “Plan de investigación 2015-2025” (cuya
copia la reenvío como archivo adjunto) con
la finalidad de reordenar mis propias indagaciones históricas.» Luego, alude, en términos generales, «las condiciones objetivas» en las cuales se «desarrolló la gestión inicial de la
generación de Mariátegui», para terminar diciendo que abriga «la esperanza» de encontrar en mi libro «algunas de las respuestas a [sus] preguntas».
Pues bien,
el lector debe haberse dado cuenta de que solo para solicitar ejemplares de mi
aludido libro, Aragón hace alarde de sus «varios escritos» sobre la actividad de Mariátegui y de su
plan de investigación que, según dice, es un reordenamiento de sus «indagaciones históricas».
¿Era
necesario todo ese discurso para simplemente pedir algunos ejemplares de mi libro?
¿Cree Aragón que si no decía lo que ha dicho César Risso no le vendería mi
libro?
Más aún: Aragón
remitió la aludida carta con copia a más
de un decena y media de personas. ¿Por qué esta publicidad a la carta?
Es un hecho
que, desde hace mucho, Aragón es víctima de un desesperado afán de notoriedad.
Este vedetismo es típico de su condición de intelectual pequeño burgués. Pero
este vedetismo es la causa sicológica de su exhibicionismo; la causa externa
del mismo es el hecho que paso a reseñar.
En los
últimos meses he publicado en dos partes, en estas mismas páginas, el artículo Defensa de Mariátegui: el 1 de enero la
primera parte, y el 1 de febrero la segunda; y el 1 de marzo la primera parte
del artículo La lucha interna del Partido
Proletario.
En el
primero de tales artículos critico: 1) el hecho de que Aragón acusa de «dogmática» y «sectaria» la primera conferencia de Mariátegui en la
Universidad Popular; 2) el hecho de que acepta, reputa, aplaude las «críticas» de que fue objeto Mariátegui por expresar,
en dicha conferencia, su filiación marxista y su convicción de que el
proletariado peruano tenía que dividirse en revolucionarios y reformistas; 3)
la patraña de que, después de la aludida conferencia, Mariátegui se «rectificó» de su «dogmatismo» y su «sectarismo», cuando la verdad, demostrada
documentalmente, es que más bien se ratificó en sus posiciones; 4) la
contraposición entre la lucha de Mariátegui por crear las bases del partido de
clase, de un lado, y, del otro, por establecer las bases del frente unido de la
clase obrera peruana.; 5) el dudoso mérito de nuestro articulista de llevar
hasta las últimas consecuencias las posiciones oportunistas de García; 6) su
obsesión, casi enfermiza, de negar la
filiación marxista-leninista de Mariátegui; 7) su deshonestidad –común a todos
los liquidadores– de pisotear el acuerdo programático del PSP, redactado por el
propio Mariátegui, en el sentido de adoptar el marxismo-leninismo como su base
de unidad.
En la
primera parte del segundo artículo critico: 1) la irresponsabilidad de Aragón
de decir que en «los cuatro primeros tomos de las Obras Escogidas de Mao Zedong... nunca [se] propuso ni utilizó ese equívoco estilo de “lucha
entre dos líneas”», cuando la verdad es que en tales tomos sí se
encuentra el concepto de lucha entre las dos líneas; 2) la contraposición que
hace de los conceptos lucha en dos frentes y lucha entre las dos líneas, con la
cual busca negar la realidad de esta última forma de lucha interna en el
partido proletario; 3) el dogmatismo de los liquidadores que aparece bajo la
forma de culto a los libros; 4) la intención, no declarada pero sugerida en su
argumentación, de hacer creer que el enemigo principal en el movimiento
comunista, nacional e internacional, no es el revisionismo sino el dogmatismo;
5) la creencia de que la tradición marxista es una tradición «muerta» y «fija» en la medida
en que lo que no aparece en su literatura no vale, es decir, la creencia de que
el marxismo no tiene ninguna potencia interna para desarrollar nuevas teorías, nuevas
tesis, nuevas ideas, y, por tanto, para enriquecer su aparato conceptual con nuevos
términos; 6) el racionalismo según el cual tanto la desviación de derecha como
la de izquierda derivan exclusivamente del extravío gnoseológico de algunos
militantes, sin que el desarrollo de la lucha de clases juegue un papel
determinante en la aparición de tales desviaciones; 7) el silenciamiento del revisionismo;
8) la no diferenciación entre la lucha temporal contra alguna forma específica
de desviación del marxismo y la lucha permanente contra el dogmatismo y el
revisionismo, diferenciación que no tiene por qué impedir reconocer que la
lucha permanente contra el revisionismo se expresa en las luchas temporales
contra algunas de sus formas específicas; 9) el uso oportunista de los términos
socialista y movimiento socialista.
Pues bien, ¿en este contexto, no estaba
Aragón obligado, intelectual y políticamente, a defender sus posiciones? ¿Por
qué, como otras veces, ha callado en siete idiomas ante nuestras críticas? ¿Por
qué, en lugar de afrontar la polémica como corresponde, recurre a la maniobra
de publicitar sus «varios artículos» y sus «indagaciones históricas»? ¿Cree realmente que con esta maniobra puede
borrar de la conciencia de los lectores la crítica a sus posiciones
oportunistas?
Ciertamente
la maniobra de Aragón no busca otra cosa que tender una cortina de humo
alrededor de mis críticas y, esto, expresa su impotencia.
Cualquier
persona que haya leído mis aludidos artículos (y algunos otros de fechas
anteriores), puede darse cuenta de que los «varios escritos» y las «indagaciones históricas» de Aragón, de las que habla como si fueran
la gran cosa, le han servido y le siguen sirviendo para tergiversar a
Mariátegui y su obra, e incluso para agraviarlo acusándolo de caudillo personalista,
de antidemocrático, de dogmático, de sectario, etcétera.
Por otro
lado, es sabido que su apelación a «las
condiciones objetivas», le sirve a Aragón para negar la existencia
del Partido Socialista del Perú, fundado el 7 de octubre de 1928 y, sobre esta
base, para acusar a Mariátegui de haber tenido un «temperamento criollo» y de haber sido «impaciente».
Así pues, en
el contexto de la polémica, la publicitada carta solo demuestra que, desde hace
mucho, Aragón hace el ridículo. Pero no hay remedio a esta situación, pues
nuestro criticado ha perdido la vergüenza.
20.03.2019.
Material
Adjunto
La Reunión de Barranco y
el Liquidacionismo Histórico
(Extracto)
E.I.
La Reunión de La Herradura
Empeñado en negar la validez de esta reunión y sus acuerdos, Aragón ha
escrito: “Portocarrero trajo consigo una Propuesta del Secretariado de la ISR,
en la cual se proponía ‘constituir el Partico Comunista en el
Perú’”. “Algunos pocos militantes del Comité de Lima, del Comité de
Paris y del Comité del Cusco, acicateados por esa entrometida e
impertinente comunicación, comenzaron a presionar con impaciencia en
el Comité de Lima, para constituir de inmediato el partido, posición
apresurada que no era compartida por Mariátegui”. “Incluso en su desesperación, algunos de esos ‘impacientes’,
sorprendiendo con engaños a otros
militantes, convocaron y realizaron a espaldas de Mariátegui
una Reunión en la Herradura el día domingo 16 de
setiembre de 1928…”. “En La Herradura…
acordaron ‘constituir la célula inicial del Partido… cuyo nombre sería el de
Partido Socialista del Perú’ (negritas en el original; elipsis mías).
“Posición
apresurada que no era compartida por Mariátegui”, dice Aragón. Pero ocurre
que, tal como he recordado arriba, el maestro señaló que el
proceso de constitución del PSP fue
“indirectamente acelerado por lo que podemos llamar la desviación ‘aprista’”.
Precisamente las reuniones de La Herradura y Barranco, la aprobación del
programa del partido (cuestión que veremos más adelante) y el intento de fundar
públicamente el PSP, constituyen los casos más relevantes de aceleramiento en
el proceso de Constitución. Así, pues, si Aragón fuese consecuente con su
lógica, tendría que acusar al maestro de haber sido víctima del “temperamento
criollo” y, por lo tanto, calificarlo de “impaciente”.
“Portocarrero trajo consigo una Propuesta
del Secretariado de la ISR en la cual se proponía ‘constituir el
Partico Comunista en el Perú’”, afirma Aragón, y, unas líneas después, recuerda
que la Reunión de la Herradura acordó “constituir la célula inicial del
Partido… cuyo nombre sería el de Partido Socialista del Perú”.
Pues bien, si “algunos
pocos militantes”, “acicateados por esa entrometida e
impertinente comunicación” del Secretariado de la ISR, hubiesen
convocado y realizado la Reunión de La Herradura “a espaldas de Mariátegui”,
como cree Aragón, entonces, como es lógico, dicha Reunión hubiese acordado la
propuesta de dicho Secretariado de fundar el partido con el nombre de Partido
Comunista, y no con el de Partido
Socialista (7).
Sin embargo, como es de
conocimiento general, la Reunión de la Herradura acordó el punto de vista de Mariátegui y, así, rechazó la propuesta del Secretariado de la ISR.
Esta constatación basta
para probar que la Reunión de la Herradura no se realizó “a espaldas de
Mariátegui”, y, por otro lado, para probar la absoluta falta de lógica de la
conjetura de Aragón.
Pero también para
confirmar el testimonio de Martínez: “José Carlos Mariátegui no pudo asistir,
pero sus puntos de vista los presentó Martínez de la Torre” (8).
La Reunión de Barranco
Aragón dice: “En esa reunión
conspirativa [la Reunión de La Herradura], ellos llegaron a cuatro
acuerdos… puntos que en lo fundamental no fueron aprobados en la reunión del 7
de octubre en Barranco”. “En La Herradura…
acordaron “constituir la célula inicial del Partido...”. Mientras que, en
Barranco el 7 de octubre… se aprobó “dejar constituido el grupo organizador del
Partido Socialista del Perú”. “El 16 de setiembre en La Herradura acordaron ‘afiliar (sic) la célula
inicial del partido a la III Internacional’. El 7 de octubre en Barranco, no se
aprobó esa afiliación…”. “El 7 de octubre, no se constituyó ningún ‘comité
ejecutivo’ del Partido, sino ‘el grupo organizador’ del Partido” (elipsis
mías).
Sin explicar claramente
su intención, Aragón recuerda que la Reunión de La Herradura acordó constituir
“la célula inicial del Partido”, mientras la Reunión de Barranco constituyó “el
grupo organizador del Partido”. Pero ocurre que, habiendo sido “la célula
inicial” precisamente “la célula secreta de los siete”, la Reunión de Barranco,
en la cual, como se sabe, participaron algunos militantes que no eran parte de
esta célula (Luciano Castillo y Chávez León), no pudo sino aprobar
la fundación del “grupo organizador del Partido” con la totalidad de los asistentes.
También sin explicar
claramente su intención, Aragón indica que la Reunión de Barranco no acordó la
afiliación a la Tercera Internacional. Pero esta observación resulta
irrelevante para su posición, pues, como él mismo lo sabe, la Reunión del 4 de
marzo de 1930 aprobó la moción de Mariátegui de afiliación del CC del PSP a la
Internacional (9).
Aragón dice que “El 7 de
octubre, no se constituyó ningún ‘comité ejecutivo’ del Partido”. De esta forma
silencia el hecho –tremendamente expresivo– de que, en la moción presentada por
Mariátegui y aprobada por la Reunión de Barranco, se señala que “Los suscritos
declaran constituido un Comité”, el mismo que es mencionado también en los
numerales 2, 3 y 6 de la misma moción.
Ello quiere decir que
dicha Reunión tomó dos acuerdos en el terreno orgánico: uno, dejar constituido
“el grupo organizador del Partido” con la totalidad de los asistentes; otro,
dejar constituida una instancia de Dirección: el “Comité Ejecutivo del
Partido”, al que precisamente se había referido la Reunión de La Herradura.
El
partido del proletariado hoy: necesidad y posibilidad
La necesidad del partido proletario
surge con el desarrollo de la industria y de la clase obrera. En el Perú, esto
ocurrió en las primeras décadas del siglo pasado, y, como se ha visto,
Mariátegui teorizó sobre el tema.
Hoy, con un
desarrollo mayor de la industria, una clase obrera comparativamente más
numerosa y un desarrollo mayor de las contradicciones entre las clases, el
partido proletario es tanto más necesario.
Sin embargo, Aragón
dice: “… hay que lamentar que muchos socialistas saturados del ‘temperamento
criollo’ todavía insuperado, se comporten con absoluta impaciencia, y hoy como
ayer, pretendan ‘constituir’, ‘reconstituir’ o ‘reivindicar’ la organización
del partido de clase, al margen del desarrollo de las condiciones objetivas y
subjetivas del proceso real de la lucha de clases en el país, y al margen de
las enseñanzas del Camino de Mariátegui”.
Ciertamente con aquello
de “al margen del desarrollo de las condiciones objetivas y subjetivas”,
nuestro personaje niega tanto la necesidad del partido como la posibilidad de
luchar por la Reconstitución en las actuales condiciones.
Negar la existencia
del partido del proletariado peruano desde los años 1920 hasta hoy, es una
expresión específica de liquidacionismo, y negar su necesidad actual a favor
del trabajo frenteunionista, es una forma específica de frentismo. Precisamente
Aragón está en esta línea.
28.02.2015.
La Fullería
de Miguel Aragón
E.I.
EN LA FECHA DE MI ARTÍCULO El liquidacionismo histórico y la Reunión de Barranco, 28.02.2015, no conocía la carta del 7 de
febrero del personaje del título dirigida a su copartidario Manuel Velásquez,
en la cual intenta escamotear mi crítica a su negación de la existencia
histórica del PSP y a su afrenta a Mariátegui.
Analizaré, pues, en las presentes
líneas el aludido intento.
Para facilitarle las cosas al
lector, cito la criticada afirmación de
Aragón: “El frente unido en nuestro país existe desde 1905 hasta el presente. Mientras que el partido del proletariado
peruano hasta el presente nunca ha existido, y no ha existido porque todavía no
era ni es necesario. La constitución del partido del proletariado peruano
es una tarea del futuro cuando su existencia sea realmente necesaria, cuando la
maduración de las condiciones objetivas y subjetivas así lo reclamen y lo
exijan, y no cuando a un caudillo personalista se le ocurra como
uno de sus ocasionales caprichos” (carta del 4 de noviembre de 2015 a
Gustavo Pérez. Cursivas mías).
Como se ve, no existe la más mínima
dificultad para que el lector se percate de que Aragón niega la existencia
histórica del Partido Socialista del Perú.
Tampoco para que pueda percatarse de
su afrenta a Mariátegui: si bien el reproche “y no cuando a un caudillo
personalista se le ocurra como uno de sus
ocasionales caprichos”, está enfilado contra Ramón García (no examinaré
aquí el hecho de que, por razones diferentes, este personaje es un “caudillo”
de gabinete), es claro de toda claridad que, habiendo sustentado Aragón su
reproche en el argumento de que su mencionado copartidario pretende fundar un
partido cuando no existen para ello “las condiciones objetivas y subjetivas”,
aquello de “caudillo personalista” y aquello de “ocasionales caprichos” le cae
también a Mariátegui, pues, como se ha visto, según el reprochador el partido
del proletariado peruano en los tiempos del maestro “todavía no era…
necesario”.
Así, pues, Aragón sugiere que
Mariátegui fue un “caudillo personalista” y el PSP apenas el producto de un ocasional capricho suyo.
De esa forma insolente ha extendido
la negación del partido de clase –sostenida por su grupo– a la negación de la
existencia del PSP. Esto último se llama liquidacionismo histórico.
Pues bien, ¿cómo reaccionó Aragón
ante nuestra crítica a sus desaguisados?
En la aludida carta del 7 de
febrero, escribió: “… en el interín, con fecha 04 de
noviembre adelanté algunas opiniones [sobre tres pronunciamientos acerca del
aniversario del PSP] en carta dirigida a nuestro común amigo Gustavo Pérez
Hinojosa. Adelanto de opiniones que
motivaron que el comentarista Eduardo Ibarra escribiera, con fecha 01 de enero
del presente, su alborotado texto Contra el Liquidacionismo Histórico,
en el cual él despliega su ya conocido estilo superficial, primero
escribe los “adjetivos”, y después trata de acomodar los hechos y las ideas,
para que calcen dentro de sus presunciones apriorísticas”.
Como se
ve, Aragón pretende que su afirmación según la cual “el partido del
proletariado peruano hasta el presente nunca ha existido”, apenas es una
“presunción apriorística” mía.
Al mismo tiempo,
intenta encubrir su afrenta a Mariátegui, presentándola asimismo como otra
“presunción apriorística” mía.
Así, pues, por arte
de birlibirloque, la negación de la existencia histórica del PSP no es ninguna
negación de la existencia histórica del PSP, y la afrenta a Mariátegui no es
ninguna afrenta a Mariátegui.
Pero además, el
negador-afrentador pretende meter confusión
acusándome de haber utilizado un adjetivo en el título de mi artículo (“primero
escribe los ‘adjetivos’”).
Sucede,
sin embargo, que el término liquidacionismo histórico no es un adjetivo, sino
un concepto político que, justamente, da cuenta de la negación de la existencia
histórica del PSP. Por lo tanto, nuestro personaje ha demostrado, por decir lo
menos, una clamorosa incapacidad de distinguir entre un concepto político y un
adjetivo.
(Entre
paréntesis: la maniobra de acusar de adjetivo, en el sentido de insulto, toda
calificación debida, ha sido muy utilizado en los últimos años por el grupo
liquidacionista en su desesperado e infructuoso afán de invalidar la justa
calificación de sus posiciones contrarias al marxismo-leninismo y a la Creación
Heroica de Mariátegui. Para dar al traste con este afán, basta señalar aquí dos
hechos: 1) los maestros del proletariado no se inhibieron nunca de calificar
con debidos adjetivos las posiciones contrarias a la causa del proletariado: de
la multitud de ejemplos que puede traerse, basta recordar aquí uno solo: en el
libro La revolución proletaria y el
renegado Kautsky, Lenin utilizó, como es notorio, el adjetivo renegado. ¿No
estuvo bien esto? Ciertamente en la lucha contra el oportunismo y los
oportunistas, hay que llamar al pan pan y al vino vino. Esto, desde luego, no
le gusta a Aragón, pues el procedimiento sirve para calificar debidamente su
revisionismo liquidacionista y sus métodos criollos, y, así, posiblemente no le
falten ganas de dar otro ejemplo de su impostura acusando a Lenin de poner
primero el adjetivo y después los argumentos, o sea, de haber tenido un “estilo
superficial”; 2) la maniobra de nuestro personaje no alcanza para ocultar el
hecho de que precisamente son él y sus copartidarios quienes se han desbordado
siempre en adjetivos contra sus críticos, es decir, los que han procedido y
siguen procediendo como el ladrón que grita ¡al ladrón! Por ejemplo en el
artículo Acerca de un comentario
insustancial sobre política concreta, (artículo que refutaré en otro
lugar), Aragón se gastó no pocos adjetivos y frases adjetivadas contra el
suscrito: “insustancial” (desde el título, como se puede ver, lo que demuestra
que nuestro liquidacionista puso primero el adjetivo y después sus falacias,
revelando así, según su propia lógica, tener un “estilo superficial”), “Sr. Ibarra”, “divagaciones en
abstracto”, “cruzados anti revisionistas",
“pomposos como ineficientes promotores de la ‘reconstitución del obsoleto PC
del P’”, “elucubraciones mentales”, “los idealistas, como Ibarra”,
“especulaciones mentales a las cuales denominan ‘creación heroica’”, “crítica
insustancial”, "francotirador", “’inacción’ paralizante”,
"charlatán", “doctrinarismo
libresco”.
Así derrama su bilis Aragón.
Pues bien, para terminar con el punto, recordaré que es tal su
actitud insultante, que a sus propios copartidarios los ha llamado, entre otras
cosas, “sumisos peones”, y, llegando al
extremo, a uno de ellos lo ha calificado de “delincuente”, ni más ni menos.
Así, pues, sin ruborizarse, Aragón exhibe su doblez en el escenario de
la izquierda peruana (1).
Como se ha visto, a
efecto de encubrir su negación del PSP y su afrenta a Mariátegui, nuestro
liquidacionista ha calificado mi crítica de “estilo superficial” y a mi
artículo de “alborotado texto”.
Es decir que, según
su extraña lógica, es “superficial” haber comprendido que él niega la existencia
histórica del PSP, así como también es “superficial” haber captado su afrenta a
Mariátegui.
Lo profundo, pues,
sería para él no darse cuenta de su negación de la existencia histórica del PSP
y no captar en absoluto su mencionada afrenta.
En la medida en que
mi artículo Contra el liquidacionisno histórico revela sus
desaguisados y su descomposición ideológica y moral, Aragón no ha encontrado
otra forma de encubrir todo esto que colgándole la etiqueta de “alborotado
texto”.
Es obvio, pues,
que, con esa frase adjetivada –y, en general, con sus citadas afirmaciones
diversivas–, nuestro personaje pretende confundir, engañar, manipular al
lector. Esta es su moral.
¿Por qué Aragón recurre a la más desvergonzada fullería a
efecto de descalificar mi crítica en lugar de asumir la actitud honrada de
reconocer sus disparates?
Porque
su descomposición ideológica y moral ha anulado en él toda capacidad de
rectificación en punto a las cuestiones que definen su oportunismo y su
liquidacionismo.
Es
menester señalar, de pasada, que la descomposición de Aragón es expresión de la
descomposición de su grupo.
¿Acaso,
EN CASI CINCO MESES, los liquidacionistas, en general, no han guardado cómplice
silencio ante la negación de la existencia del PSP y la afrenta a Mariátegui?(2)
Obviamente,
ese silencio tiene esta causa: la falsificación de la verdad doctrinal y
orgánica del PSP, obra de Ramón García repetida servilmente por sus seguidores
(incluido Aragón), es una negación de la verdad histórica de dicho partido como
partido de clase. Esto es ya extender el liquidacionismo al campo de la
historia.
De esa
forma de liquidacionismo histórico a aquella otra que niega sin más la
existencia del Partido de Mariátegui, solo había un paso: este paso ha sido
dado por nuestro personaje, quien tiene así el dudoso mérito de haber
profundizado el liquidacionismo de su grupo.
Por eso
no sorprende el silencio de sus copartidarios ante semejante profundización. Y
ante la afrenta a Mariátegui.
Este es
el “mariateguismo” del grupo liquidacionista. Este es su “socialismo peruano”.
Como es natural, en
cualquier debate cada quien interviene con su posición política, su capacidad
teórica y su talla moral.
Así, en el debate
actual, una vez más Aragón ha puesto en evidencia su revisionismo liquidacionista,
ha exhibido su dudosa capacidad teórica y ha mostrado sin rubor que su talla
moral puede medirse con la uña del dedo meñique.
Notas
[1] En las presentes líneas no es mi
propósito analizar si se justifica o no esta adjetivación contra sus propios
copartidarios, sino subrayar el hecho de que, en relación a ellos y al
suscrito, nuestro personaje se muestra abundoso en el uso de adjetivos, lo que
prueba que su discurso contra los adjetivos es nada mas que una impostura.
[2] No es la primera vez que los
liquidacionistas callan ante flagrantes y groseras expresiones de
antimariateguismo en sus propias filas. Esto, desde luego, no tiene por qué
sorprender a nadie, sencillamente porque en todo lo que se refiere a la verdad
universal, a la identidad doctrinal de Mariátegui y a la verdad doctrinal y
orgánica del PSP, el grupo liquidacionista tiene una posición abiertamente
antimariateguiana.
27.03.2015.
Nuevas mentiras de Miguel Aragón y Mucho Más
Que Eso
(Extracto)
E.I.
Más adelante nuestro falsario repite servilmente a Ramón García anotando
que en los primeros cuatro tomos de sus Obras
Escogidas, Mao no “utilizó la categoría teórica ‘revisionismo’ para luchar
contra las tendencias discrepantes que existían en el desarrollo de la
revolución en China.”
Pero, como se ve incluso a simple vista, esta
afirmación tiene un alcance mucho mayor que el de aquella otra que acabamos de
refutar, pues quiere decir que la urticaria que les provoca a los liquidadores
el término revisionismo, oculta una cuestión de fondo: la negación de la
realidad del revisionismo.
En efecto, el argumento de García, que es una
verdadera treta, apunta a desacreditar dicho término como legítimo calificativo
de determinadas posiciones oportunistas surgidas en el movimiento marxista.
El hecho de que en los primeros cuatro tomos
de las Obras Escogidas de Mao no
aparezca el término revisionismo, no demuestra que el gran dirigente no tuviera
en cuenta el concepto que encierra el término, sino únicamente que las diversas
desviaciones del marxismo que surgieron en China en el período comprendido
entre 1921 (año de la fundación del PCCH) y setiembre de 1949 (fecha del último
escrito recogido en el cuarto tomo), fueron calificadas por su forma específica
y no por su carácter general.
Así por ejemplo, la desviación representada por Chen Duziu
durante la primera guerra civil revolucionaria, fue definida oficialmente como
oportunismo de derecha. Este oportunismo conculcaba la hegemonía del
proletariado y menospreciaba el papel del campesinado en la revolución
democrático-burguesa y, por lo tanto, fue capitulacionismo respecto a la
burguesía.
Pues bien, por cuanto, como señaló Lenin, la
lucha de clases es la base de la doctrina de Marx, entonces cualquier marxista
puede reconocer que el aludido capitulacionismo era realmente revisionismo.
Por lo tanto, en los aludidos cuatro tomos no
se encuentra el término revisionismo, pero se encuentra su concepto: el
oportunismo de derecha de Chen Duziu fue revisionismo, y contra este revisionismo
luchó firmemente Mao.
También en Rusia diversas tendencias
contrarias al marxismo fueron calificadas por su forma específica: economismo,
menchevismo, liquidacionismo, etcétera. Pero el economismo negaba la lucha
política del proletariado, se prosternaba ante la espontaneidad del movimiento
obrero y negaba el papel del partido proletario; el menchevismo, para decirlo
en una palabra, adaptó la lucha de clases del proletariado al liberalismo; y el
liquidacionismo negó el carácter clandestino del partido; por lo tanto, todas
estas desviaciones no fueron más que formas específicas de revisionismo.(3)
En cuanto a nosotros, y como se ha observado,
desde hace tiempo preferimos calificar la desviación del grupo de Ramón García
por su especificidad, es decir como liquidacionismo de derecha, pues esta
calificación expresa exactamente la abjuración del partido de clase, el
objetivo de liquidarlo, pero, desde luego, sin dejar de esclarecer que el
liquidacionismo es una forma específica de revisionismo.
Tal como señaló Lenin, el revisionismo es un
fenómeno internacional, y, por esto, cuando en los prolegómenos de la primera
guerra mundial surgió el socialpatriotismo (llamado también
socialimperialismo), lo que ocurrió no fue otra cosa que el desborde en muchos
países de otra forma específica de revisionismo (4).
……………………..
Pues bien, presentar la ausencia del término
revisionismo en los primeros cuatro tomos de las Obras Escogidas de Mao como un argumento para descalificar dicho
término solo se le ha podido ocurrir a un experto en métodos criollos como
Ramón García, así como aceptarla como un argumento válido solo puede haberle
pasado a personas incapaces de pensar teóricamente.
Es de conocimiento general que más tarde Mao
utilizó el término revisionismo, y que fue un notable combatiente
anti-revisionista tanto a escala de China como del mundo.
Por lo tanto, lo que pasaba es que Mao sabía
cuándo calificar una desviación por su forma específica y cuándo por su
carácter general.
Profundizando a García,
Aragón agrega: “De manera similar, revisar con mayor atención todavía, cuantas
veces José Carlos Mariátegui utilizó y escribió esa expresión “revisionismo” en
las 230 páginas del libro Peruanicemos al Perú, en las 352
páginas del libro 7 Ensayos de interpretación de la realidad
peruana, y en las 285 páginas del libro Ideología y Política”.
Es notorio que Aragón se ha cuidado de citar
el libro Defensa del marxismo, hecho
que por sí solo revela una actitud sesgada.
En Ideología
y política, libro que sí cita Aragón, Mariátegui escribió: “Falcón olvida
que el Estado demo-liberal es el órgano de la clase capitalista. Su
revisionismo lo mueve a prescindir de la existencia o la realidad de las clases
y más aún de su conflicto” (p.230).
La cita demuestra que, como Mao, Mariátegui
también sabía cuándo calificar una desviación por su forma específica y cuándo
por su carácter general.
El libro Defensa
del marxismo es la expresión más alta de defensa del marxismo-leninismo en
nuestro medio, y, al mismo tiempo, la expresión más firme de lucha contra el
revisionismo. Con este libro Mariátegui sentó las bases de la construcción
ideológica del PSP, y, de esta forma, demostró su condición de indoblegable
combatiente anti-revisionista.
Pero García, Aragón y demás liquidadores
gritan: ¡pero en los cuatro primeros tomos de las Obras de Mao no está la
palabra revisionismo!
Es cierto, no está la palabra revisionismo,
pero, como se ha visto, está el concepto. Y clamar por la palabra, como lo
hacen los liquidadores, es una expresión del más chato culto a los libros, del
más burdo culto a la letra de los libros, y, por lo tanto, una muestra de que
el autor del sensacional descubrimiento no es capaz de calar en el fondo de la
cuestión y sus seguidores tampoco.
Notas
[3] Precisamente Lenin señaló que “el ‘economismo’, de los años
1895-1902, el ‘menchevismo de 1903-1908 y el liquidacionismo de 1908-1914 no
son otra cosa que la forma o variedad rusa del oportunismo y del revisionismo (Quien mucho corre, pronto para, en Contra el revisionismo, Editorial
Progreso, Moscú, s/f, p.186). También el oportunismo de Den Duzio no fue más
que una forma o variante china del revisionismo, y como ella hubo otras en la
patria de Mao.
05.09.2015.