¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
De Cómo los
Liquidadores Abjuran del Marxismo-Leninismo y Falsifican la Creación Heroica de
Mariátegui
(Primera
Parte)
Eduardo Ibarra
Sobre la
verdad universal del proletariado y la filiación marxista-leninista de
Mariátegui y el PSP
Ramón García dice: “… con la disolución de la
Komintern, Profintern, Kresintern, toda la terminología subsidiaria también
cayó en desuso. Y de las tres consignas básicas, precisamente las cuestionadas
por JCM, sólo queda el Marxismo-Leninismo, pero cada vez más limitada a la
URSS. Este término sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas
indicando el método marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época. No es
casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo,
Defensa del Marxismo-Leninismo” (El movimiento comunista).
Como se ve, García reduce el
marxismo-leninismo a una simple “consigna” y, bajo esta consideración sesgada,
dice que “de las tres consignas básicas, precisamente las cuestionadas por JCM,
solo queda el Marxismo-Leninismo…”.
Así que, según nuestro liquidador,
Mariátegui “cuestionó” el marxismo-leninismo. Cualquier persona que conozca la
literatura mariateguiana tiene que reaccionar indignado ante el cinismo con que
García falsifica la verdad histórica. ¡Mariátegui “cuestionó” el
marxismo-leninismo, cuando precisamente fue él quien propuso y acordó el
marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP, expresando así, al mismo
tiempo, su propia filiación doctrinal!
Ya en otro lugar hemos dado al
traste con la pretensión de García de intentar embrollar las cosas: Mariátegui
habló del marxismo-leninismo como método, sencillamente porque consideraba que
el marxismo “es un método”, de modo tal que con las expresiones “el método
marxista-leninista” (Defensa del marxismo,
p.123) y “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del
imperialismo y de los monopolios” (Ideología
y política, p.160), no hizo abstracción del método dentro del sistema del
marxismo, sino que definió el marxismo-leninismo como totalidad.
Sin embargo, falsificando la verdad
de las afirmaciones mariateguianas, nuestro liquidador pretende negar el
leninismo como una nueva época en el desarrollo del marxismo (“menos todavía
como nueva época”).
También hemos demostrado en otro
lugar, que García asume el método estadístico del renegado Kautsky para negar
el marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP (“Este término sólo se encuentra
dos veces en la obra de JCM”).
Por otro lado, hemos demostrado
igualmente que, evidenciando su complejo adánico, nuestro liquidador escribió
como si por primera vez se estuviera diciendo que Mariátegui utilizó muy poco
el término marxismo-leninismo, cuando la verdad de las cosas es que algunos
teóricos de lo que fue el PUM se le adelantaron en varios años, razón por la
cual hemos sostenido asimismo que, respecto al punto, no tiene ni siquiera el
mérito de la originalidad.
Ahora una observación linguística:
García dice que “No es casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a
secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo”. ¿”Por ejemplo”? Este
término está demás en la afirmación de García, pues lo correcto hubiese sido
escribir simplemente: “y no Defensa del Marxismo-Leninismo”.
Pero en este punto el fondo es el
siguiente: puesto que Mariátegui acordó el marxismo-leninismo como la base de
unidad del PSP, se entiende entonces que, cuando en 7 Ensayos y en Ideología y
política aparece declarándose “marxista-convicto y confeso”, lo que
sostuvo, por economía de lenguaje, fue que era marxista-leninista convicto y
confeso. ¿Acaso por la misma razón los marxistas-leninistas no emplean el
término marxismo para indicar el marxismo-leninismo? ¿Acaso no utilizan el
término marxismo para dar cuenta de su filiación marxista-leninista?
La afirmación de Mariátegui de que
“El Partido Socialista del Perú… adopta [el marxismo-leninismo] como su método
de lucha” (ibídem, p.160), agota
absolutamente la cuestión de la filiación doctrinal del PSP y del propio
Mariátegui.
Por eso, con su falsificación de
dicha filiación, García ha puesto en evidencia su fisonomía mental, su
temperamento criollo, su método antimarxista, su falta de ética, su oportunismo.
Esa misma falsificación, por lo
demás, encierra un agravio contra Mariátegui: de ella se desprende que el
maestro habría sido marxista-leninista como militante y Secretario General del
PSP, y únicamente “marxista” como individuo, es decir, que habría sido una
persona marcadamente incoherente.
Detrás de la monstruosa falsificación
de la filiación doctrinal de Mariátegui y el PSP que comete García, está el propósito de engañar y manipular
a cuanto desprevenido exista a fin de fundar un partido-amalgama. Esta es su
trastienda.
Pero, después de muchos años en el
propósito, ha podido comprobarse que los únicos desprevenidos han sido sus
copartidarios.
García dice: “todo el m.c.n.
reconoce a Marx como el punto de partida del socialismo científico”, pero que
“hay evidentes divergencias. Por ejemplo, la discusión hasta bizantina acerca
de si la doctrina se denomina Marxismo-leninismo o Marxismo-leninismo-maoísmo.
Así, la posición respecto al marxismo se entiende como lucha por un guión más o
un ismo menos. Y más marxista se considera quien se considere más
marxista-leninista o más marxista-leninista-maoísta”. “Esta discusión podría
obviarse si se considera que Marx y Engels fundaron la concepción materialista
de la historia, Lenin y Stalin iniciaron la transformación socialista del
mundo, y Mao y JCM universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método. Así,
los ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista. Basta uno solo
para abarcar con él a todos los maestros universales habidos y por haber” (El partido de Mariátegui).
Así que, según nuestro liquidador, la
discusión sobre la denominación de la doctrina, es una discusión “bizantina”.
Pero ocurre que el fondo de esta discusión es la cuestión del desarrollo del
marxismo: ¿el leninismo es un desarrollo del marxismo?, ¿el pensamiento de Mao
es un desarrollo del marxismo-leninismo? Como se ha visto, García silencia
estas cuestiones, y reduce todo el problema a cómo debe denominarse la
doctrina, siendo que la discusión sobre esta cuestión tiene sentido solo
después de resolverse el problema del desarrollo del marxismo: puesto que Lenin
desarrolló el marxismo y Mao desarrolló el marxismo-leninismo, entonces la
denominación de la doctrina debe expresar esta realidad.
Silenciando, pues, el fondo de la
cuestión, García convierte el problema en algo bizantino y, no obstante, tiene
el cinismo de acusar a los demás de creer que el problema es una cuestión de “un
guión más o un ismo menos”. Sin embargo, como está claro, quien cree que así
son las cosas, es él precisamente. La burda maniobra pinta de cuerpo entero a
nuestro liquidador.
Por otro lado, García, como se ha
visto, no se refiere absolutamente a las conquistas teóricas logradas por los
continuadores sobre la base de los puntos
de partida y el método que les
ofrecía la concepción marxista del mundo.
Peor todavía: con la afirmación de
que “Esta discusión [sobre la doctrina] podría obviarse si se considera que
Marx y Engels fundaron la concepción materialista de la historia, Lenin y
Stalin iniciaron la transformación socialista del mundo, y Mao y JCM
universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método”, nuestro liquidador silencia
el desarrollo universal del marxismo, pues lo que dice de Lenin y Stalin apenas
es una cuestión práctica y lo que
dice de Mao y Mariátegui apenas es una cuestión propagandística.
Por lo tanto, con su referida
afirmación, García pretende escamotear el reconocimiento del desarrollo universal
del marxismo.
De esta forma García reduce el
marxismo a la concepción de Marx y Engels, y esto le sirve para plantear
alegremente que “los ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista.
Basta uno solo para abarcar con él a todos los maestros habidos y por haber”.
Aquí, por cierto, lo de “maestros
habidos y por haber” resulta engañoso, pues ¿qué maestros son esos que, con
excepción de Marx y Engels, que “fundaron la concepción marxista de la
historia”, los otros se limitaron a aplicarla y a propagandizarla?
Así, pues, recurriendo a la más deplorable
sofistería, García ha abjurado del marxismo-leninismo.
Y, la conclusión no puede ser otra:
si en lo teórico la posición de García representa un evidente oportunismo, en
lo ético expresa una absoluta deshonestidad.
20.12.2016.
La Legitimación y
Deslegitimación de la Violencia Revolucionaria en el Perú: Una
Evaluación de la Justificación de la Violencia Revolucionaria por Parte de la
Izquierda Revolucionaria Armada de las Décadas de 1960 y 1980
(Séptima Parte)
Jan Lust
La década de setenta-ochenta
Al comienzo de la década de ochenta no existía una crisis dentro de la
clase dominante. De hecho, durante las elecciones presidenciales de 1980 la
mayoría de la población votaba por los partidos de la derecha.
La situación económica de la mayoría de la población se empeoró
radicalmente a partir de 1978. Entonces, podríamos decir que se cumplió la
segunda condición de Lenin.
Desde el inicio de la dictadura militar la lucha de clases estaba en
aumento. Las huelgas de los trabajadores y también la lucha del campesinado
evidencian un incremento de la actividad política de las masas. Sin embargo, a
partir de 1984 esta lucha se estaba disminuyendo. Parece que la tercera
condición de Lenin también se cumplió antes del 1984.
Se podría argumentar que había condiciones subjetivas para la revolución.
En la década de setenta y al comienzo de ochenta las masas habían adquirido
muchas experiencias. Eso muestra claramente los resultados electorales para la
Asamblea Constituyente de 1978 y el hecho de que en 1984 Alfonso Barrantes, el
candidato de una confluencia de fuerzas de izquierda (Izquierda Unida), fue
elegido alcalde de Lima. Sin embargo, como veremos abajo, no podemos decir que
existía un alto nivel de conciencia de clase entre las masas.
Al final de la década de setenta y al comienzo de la década de ochenta
existían muchas vanguardias. No había una organización con una clara hegemonía.
Y aunque es cierto que la izquierda legal logró unificarse en la organización
Izquierda Unida, la izquierda no fue capaz de convertir esta organización en un
frente revolucionario de masas. La Izquierda Unida fue un frente electoral y
nada más. Según el PCP-SL, la izquierda legal y el MRTA fueron parte del campo
de enemigo. La izquierda legal no consideró el MRTA como enemigo, pero tampoco
estaba dispuesto a convertirse en el brazo legal del MRTA o, por ejemplo,
juntarse en una nueva organización.
En el Perú no existió una situación revolucionaria si analizamos
estrictamente las condiciones de Lenin. Por lo tanto, el uso de la violencia
revolucionaria como medio para llegar al poder no fue legítimo.
En el caso de la década de sesenta la situación política y económica en el
Perú era muy clara. No existió una situación revolucionaria. Sin embargo, al
final de la década de setenta y al comienzo de la década de ochenta la
situación era más complicada. Entonces, debemos ver con más detalle los
elementos políticas de las condiciones objetivas para llegar a una apreciación
correcta.
El hecho de que no existía una crisis en la clase dominante no significa
que esta crisis no fue latente. Una lucha de masas que se combina con una lucha
armada podría generar la crisis. Sin embargo, al comienzo de la década de
ochenta no existía una crisis latente. A pesar de que el Gobierno de Belaúnde
introducía políticas económicas que no fueron favorables para el capital
nacional, éstas políticas no causaron fricciones elementales dentro de la
burguesía. Y aunque el Gobierno tenía problemas económicos, estos problemas
fueron la consecuencia de la crisis internacional y no (directamente) causada
por el “frente interno”.
En los años 1977 y 1978 sí había una crisis dentro de la burguesía. La
lucha de masas fue su catalizador principal. La clase dominante logró
solucionar eso con la convocatoria a un Asamblea Constituyente y elecciones
presidenciales. El Gobierno de Belaúnde continuó, en general, las políticas del
gobierno militar anterior. Es decir, no había una ruptura política y económica
real.
La lucha del campesinado en la década de setenta fue en aumento pero no fue
(directamente) causado por sus propias organizaciones o por las organizaciones
de izquierda, sino fue el resultado de la Reforma Agraria de 1969. Además, en
general, la lucha del campesinado era una lucha para obtener la propiedad de un
pequeño pedazo de tierra. Entonces, no se debe sobreestimar el nivel de
conciencia de clase del campesinado.
La lucha sindical en la década de setenta fue fenomenal cuando revisamos
las estadísticas sobre la cantidad de huelgas, los trabajadores involucrados en
estas huelgas y de las horas-hombre perdidas. Las grandes huelgas de 1977 y 1978
eran netamente huelgas económicas. Para eliminar el potencial política de la
huelga de 1977, el Gobierno de Morales convocó a elecciones. El hecho de que en
las elecciones presidenciales la población votó en mayoría por los partidos de
la derecha no puede atribuirse simplemente al hecho que la izquierda se había
dividida. El voto por la derecha expresa también que no existió una conciencia
de clase consolidada. Una conciencia economicista dentro de la clase
trabajadora fue dominante.1
Las medidas neoliberales del Gobierno de Belaúnde al comienzo de la década
de ochenta causaron un nuevo ascenso de la lucha sindical. Pero estas luchas
eran principalmente defensivas. Además, no lograron revertir las medidas
políticas económicas del Gobierno.
Se podría argumentar que la lucha sindical tenía un alto componente
político porque durante las elecciones municipales de 1984 la izquierda logró
obtener la alcaldía de la municipalidad de Lima como de múltiples otros
municipios en el país. Sin embargo, igual como en el año 1979, el movimiento
huelguista empezó a disminuirse con la prolongación de la crisis económica y el
miedo a ser despedido. Además, en vez de buscar soluciones colectivas de sus
problemas, la masa trabajadora empezó a solucionar sus problemas individualmente.
Eso está expresado en el aumento del sector informal y en el incremento de los
trabajadores que laboraban por su propia cuenta (“independientes”).
Podemos decir, con el MRTA, que existió una situación prerrevolucionaria
porque no se cumplieron todas las condiciones de Lenin. También se puede
argumentar con el PCP-SL que existió una situación revolucionaria en
desarrollo. Entonces, como ellos manifiestan, se puede usar la violencia
revolucionaria como método para llegar al poder. En este sentido, el MRTA y el
PCP-SL seguían lo que decía Hart Dávalos: una guerra popular puede crear
“situaciones revolucionarias”.
Cuando revisamos los textos del MRTA y del PCP-SL llegamos a la conclusión
que el concepto prerrevolucionario como también el concepto de situación
revolucionaria en desarrollo no necesariamente pueden justificar el uso de la
violencia política. Incluso, en el caso del PCP-SL, podemos encontrar que han
usado el concepto situación revolucionaria incorrecto. A continuación nuestros
argumentos.
El PCP-SL ha justificado el uso de la violencia política porque existía una
situación revolucionaria en el país. En relación con su concepto situación
revolucionaria en desarrollo decían que “una situación así no puede ser base
nunca para centrar la actividad política del pueblo en procesos electorales
pues éstos, en circunstancias como las que vivimos, lo desorientan de su camino
revolucionario”. Según la organización, la situación revolucionaria debería
convertirse en violencia revolucionaria.
Las condiciones subjetivas eran determinantes para cambiar una situación
revolucionaria estacionaria en una situación revolucionaria en desarrollo.
Parece que la situación estacionaria es similar al concepto situación
prerrevolucionaria del MRTA.
El PCP-SL refería solamente a dos condiciones objetivas de Lenin en vez de
tres para argumentar que existía una situación revolucionaria en el país.
Consideraba que la tercera condición (el movimiento de las masas) es el
resultado de las primeras dos condiciones (crisis en la burguesía y el
empeoramiento de la situación socio-económica de las masas). No negamos que
Lenin dice que “como consecuencia de las causas mencionadas, hay una
considerable intensificación de la actividad de las masas”, sin embargo, la
tercera condición debe existir para determinar si hay una situación
revolucionaria.2
El análisis del PCP-SL de las primeras dos condiciones es muy escueto. Dice
que la explotación y la opresión se agudizan más pero no muestra la diferencia
entre, por ejemplo, 1980 y 1977. Es decir, no explica al fondo lo que ha
cambiado cualitativamente entre el inicio de la guerra popular en mayo de 1980
y en los años anteriores.
El PCP-SL consideraba que existió una crisis en “los de arriba”. Decía que
la constitución de 1979 (la “nueva Constitución”) es una prueba de la crisis en
la clase dominante. Sin embargo, justamente esta constitución solucionó la
crisis dentro de la clase dominante en los años anteriores.
La organización maoísta trató de aplicar el concepto situación revolucionaria
en desarrollo de Mao a la situación concreta en el Perú. Mencionó 11 elementos
que deberían dar evidencia que en el Perú existía una situación revolucionaria
en desarrollo. Había contradicciones entre los países imperialistas, entre el
Gobierno y las masas, entre el imperialismo y la industria nacional, entre la
burguesía y la clase obrera, y entre los terratenientes y el campesinado. Todas
estas contradicciones existían antes del inicio de la guerra e, incluso, en
cierta forma, hasta hoy existen. El partido no demostró si estas
contradicciones habían llegado a un nivel más alto en comparación con un
periodo anterior.
En la lista de elementos de una situación revolucionaria en desarrollo hay
también elementos que deben mostrar que la situación socio-económica de la
población se empeoró. Los comerciantes y los productores independientes “se ven
empujados cada vez más a la quiebra,” el hambre se extiende por todo el país,
las grandes masas campesinas y pobres apenas pueden subsistir, los estudiantes
no pueden continuar sus estudios y falta de empleo.
La aplicación del concepto de una situación revolucionaria en desarrollo
por parte del PCP-SL no es convincente ni cuando se acepta que una situación
revolucionaria existe cuando se cumple las primeras dos condiciones objetivas
de Lenin. Que la situación de las masas se ha empeorado es evidente. Las
políticas neoliberales del Gobierno de Belaúnde apuntaban al aumento de la tasa
de explotación. Sin embargo, no está mostrado que realmente existía una crisis
dentro de la clase de burguesía.
Según el PCP-SL las protestas a finales de la década de setenta mostraron
que ellos tenían toda la razón en su aplicación del concepto de situación
revolucionaria en desarrollo. La situación revolucionaria en desarrollo estaba
“expresada en la evidente creciente protesta popular”. Sin embargo, como hemos
visto arriba, el nivel de la conciencia de las masas no era alto y sus
protestas fueron defensivas. Las luchas de masas no lograron revertir las
medidas anti-laborales del Gobierno.
El MRTA no definió lo que era una situación prerrevolucionaria sino
describió sumamente breve algunos factores que consideró como elementos de una
situación prerrevolucionaria. Hablaron sobre “una crisis profunda de las clases
dominantes”, pero no detallaron en qué consistió esta crisis. Parece que el
MRTA confundió la crisis económica con una crisis dentro de la clase burguesía.
Además, cuando dice que la burguesía no está capaz de manejar el descontento de
las clases intermedias, no explica en qué consistió esta incapacidad.
En su documento “El MRTA y las tareas en el periodo pre-revolucionario”
decía que la burguesía era incapaz de solucionar los “problemas fundamentales
para el desarrollo del país”. Desde el punto de vista marxista o, quizás mejor,
desde el campo de la izquierda socialista, siempre se argumenta que la
burguesía no sabe solucionar los problemas fundamentales del país. Es decir,
este ‘factor’ no diferencia cualitativamente la situación al comienzo de la
década de ochenta con por ejemplo la situación en 1976.
El MRTA escribía que la clase obrera y las masas populares estaban
demostrando sus cualidades combativas y mostraban sus “experiencias de
conducción popular”. Como hemos argumentado arriba, estas luchas fueron
defensivas. Parece que el MRTA confundió las expresiones de la realidad de la
lucha con lo que estaba motivando la lucha. Recordamos lo que decía Castro:
“[...] los factores subjetivos son los que se refieren al grado de conciencia
que el puebla tenga”.
El concepto de la situación prerrevolucionaria podría ser muy útil para
caracterizar un país que estaba en camino hacia una situación revolucionaria.
Sin embargo, un adecuado uso del concepto urge en primera instancia una
definición del mismo concepto. Esta definición debe indicar la diferencia con
una situación revolucionaria y con una situación antes de una situación
prerrevolucionaria. Es decir, debe definir claramente las diferencias
cualitativas. En segunda instancia, se debe aplicar la definición de una situación
prerrevolucionaria a la situación concreta diferenciando las expresiones de la
realidad de las tendencias o desarrollos estructurales, subyacentes.
__________
Notas
(1) Hay que
recordar lo que decía Mao. Si los objetivos políticos de la guerrilla “no coinciden con
las aspiraciones de la gente”, no se pueda ganar su simpatía, su cooperación y
su apoyo. La guerra de guerrillas “se deriva de las masas y se apoya en ellos”.
(2) Como hemos podido leer en la sección 5, según el PCP-SL todas las
organizaciones que consideraban que las tres condiciones de Lenin forman un
conjunto para determinar si existía una situación revolucionaria o no, no
quieren desarrollar la violencia revolucionaria.