domingo, 1 de enero de 2017

Política

¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!

De Cómo los Liquidadores Abjuran del Marxismo-Leninismo y Falsifican la Creación Heroica de Mariátegui

(Primera Parte)


Eduardo Ibarra


Sobre la verdad universal del proletariado y la filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP

Ramón García dice: “… con la disolución de la Komintern, Profintern, Kresintern, toda la terminología subsidiaria también cayó en desuso. Y de las tres consignas básicas, precisamente las cuestionadas por JCM, sólo queda el Marxismo-Leninismo, pero cada vez más limitada a la URSS. Este término sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época. No es casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo” (El movimiento comunista).

Como se ve, García reduce el marxismo-leninismo a una simple “consigna” y, bajo esta consideración sesgada, dice que “de las tres consignas básicas, precisamente las cuestionadas por JCM, solo queda el Marxismo-Leninismo…”.

Así que, según nuestro liquidador, Mariátegui “cuestionó” el marxismo-leninismo. Cualquier persona que conozca la literatura mariateguiana tiene que reaccionar indignado ante el cinismo con que García falsifica la verdad histórica. ¡Mariátegui “cuestionó” el marxismo-leninismo, cuando precisamente fue él quien propuso y acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP, expresando así, al mismo tiempo, su propia filiación doctrinal!

Ya en otro lugar hemos dado al traste con la pretensión de García de intentar embrollar las cosas: Mariátegui habló del marxismo-leninismo como método, sencillamente porque consideraba que el marxismo “es un método”, de modo tal que con las expresiones “el método marxista-leninista” (Defensa del marxismo, p.123) y “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios” (Ideología y política, p.160), no hizo abstracción del método dentro del sistema del marxismo, sino que definió el marxismo-leninismo como totalidad.

Sin embargo, falsificando la verdad de las afirmaciones mariateguianas, nuestro liquidador pretende negar el leninismo como una nueva época en el desarrollo del marxismo (“menos todavía como nueva época”).

También hemos demostrado en otro lugar, que García asume el método estadístico del renegado Kautsky para negar el marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP (“Este término sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM”).

Por otro lado, hemos demostrado igualmente que, evidenciando su complejo adánico, nuestro liquidador escribió como si por primera vez se estuviera diciendo que Mariátegui utilizó muy poco el término marxismo-leninismo, cuando la verdad de las cosas es que algunos teóricos de lo que fue el PUM se le adelantaron en varios años, razón por la cual hemos sostenido asimismo que, respecto al punto, no tiene ni siquiera el mérito de la originalidad.

Ahora una observación linguística: García dice que “No es casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo”. ¿”Por ejemplo”? Este término está demás en la afirmación de García, pues lo correcto hubiese sido escribir simplemente: “y no Defensa del Marxismo-Leninismo”.

Pero en este punto el fondo es el siguiente: puesto que Mariátegui acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP, se entiende entonces que, cuando en 7 Ensayos y en Ideología y política aparece declarándose “marxista-convicto y confeso”, lo que sostuvo, por economía de lenguaje, fue que era marxista-leninista convicto y confeso. ¿Acaso por la misma razón los marxistas-leninistas no emplean el término marxismo para indicar el marxismo-leninismo? ¿Acaso no utilizan el término marxismo para dar cuenta de su filiación marxista-leninista?

La afirmación de Mariátegui de que “El Partido Socialista del Perú… adopta [el marxismo-leninismo] como su método de lucha” (ibídem, p.160), agota absolutamente la cuestión de la filiación doctrinal del PSP y del propio Mariátegui.

Por eso, con su falsificación de dicha filiación, García ha puesto en evidencia su fisonomía mental, su temperamento criollo, su método antimarxista, su falta de ética, su oportunismo.

Esa misma falsificación, por lo demás, encierra un agravio contra Mariátegui: de ella se desprende que el maestro habría sido marxista-leninista como militante y Secretario General del PSP, y únicamente “marxista” como individuo, es decir, que habría sido una persona marcadamente incoherente.

Detrás de la monstruosa falsificación de la filiación doctrinal de Mariátegui y el PSP que comete García, está el propósito de engañar y manipular a cuanto desprevenido exista a fin de fundar un partido-amalgama. Esta es su trastienda.

Pero, después de muchos años en el propósito, ha podido comprobarse que los únicos desprevenidos han sido sus copartidarios.

García dice: “todo el m.c.n. reconoce a Marx como el punto de partida del socialismo científico”, pero que “hay evidentes divergencias. Por ejemplo, la discusión hasta bizantina acerca de si la doctrina se denomina Marxismo-leninismo o Marxismo-leninismo-maoísmo. Así, la posición respecto al marxismo se entiende como lucha por un guión más o un ismo menos. Y más marxista se considera quien se considere más marxista-leninista o más marxista-leninista-maoísta”. “Esta discusión podría obviarse si se considera que Marx y Engels fundaron la concepción materialista de la historia, Lenin y Stalin iniciaron la transformación socialista del mundo, y Mao y JCM universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método. Así, los ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista. Basta uno solo para abarcar con él a todos los maestros universales habidos y por haber” (El partido de Mariátegui).

Así que, según nuestro liquidador, la discusión sobre la denominación de la doctrina, es una discusión “bizantina”. Pero ocurre que el fondo de esta discusión es la cuestión del desarrollo del marxismo: ¿el leninismo es un desarrollo del marxismo?, ¿el pensamiento de Mao es un desarrollo del marxismo-leninismo? Como se ha visto, García silencia estas cuestiones, y reduce todo el problema a cómo debe denominarse la doctrina, siendo que la discusión sobre esta cuestión tiene sentido solo después de resolverse el problema del desarrollo del marxismo: puesto que Lenin desarrolló el marxismo y Mao desarrolló el marxismo-leninismo, entonces la denominación de la doctrina debe expresar esta realidad.

Silenciando, pues, el fondo de la cuestión, García convierte el problema en algo bizantino y, no obstante, tiene el cinismo de acusar a los demás de creer que el problema es una cuestión de “un guión más o un ismo menos”. Sin embargo, como está claro, quien cree que así son las cosas, es él precisamente. La burda maniobra pinta de cuerpo entero a nuestro liquidador.

Por otro lado, García, como se ha visto, no se refiere absolutamente a las conquistas teóricas logradas por los continuadores sobre la base de los puntos de partida y el método que les ofrecía la concepción marxista del mundo.

Peor todavía: con la afirmación de que “Esta discusión [sobre la doctrina] podría obviarse si se considera que Marx y Engels fundaron la concepción materialista de la historia, Lenin y Stalin iniciaron la transformación socialista del mundo, y Mao y JCM universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método”, nuestro liquidador silencia el desarrollo universal del marxismo, pues lo que dice de Lenin y Stalin apenas es una cuestión práctica y lo que dice de Mao y Mariátegui apenas es una cuestión propagandística.

Por lo tanto, con su referida afirmación, García pretende escamotear el reconocimiento del desarrollo universal del marxismo.

De esta forma García reduce el marxismo a la concepción de Marx y Engels, y esto le sirve para plantear alegremente que “los ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista. Basta uno solo para abarcar con él a todos los maestros habidos y por haber”.

Aquí, por cierto, lo de “maestros habidos y por haber” resulta engañoso, pues ¿qué maestros son esos que, con excepción de Marx y Engels, que “fundaron la concepción marxista de la historia”, los otros se limitaron a aplicarla y a propagandizarla?

Así, pues, recurriendo a la más deplorable sofistería, García ha abjurado del marxismo-leninismo.

Y, la conclusión no puede ser otra: si en lo teórico la posición de García representa un evidente oportunismo, en lo ético expresa una absoluta deshonestidad.

20.12.2016.


La Legitimación y Deslegitimación de la Violencia Revolucionaria en el Perú: Una Evaluación de la Justificación de la Violencia Revolucionaria por Parte de la Izquierda Revolucionaria Armada de las Décadas de 1960 y 1980

(Séptima Parte)


Jan Lust



La década de setenta-ochenta

Al comienzo de la década de ochenta no existía una crisis dentro de la clase dominante. De hecho, durante las elecciones presidenciales de 1980 la mayoría de la población votaba por los partidos de la derecha.

La situación económica de la mayoría de la población se empeoró radicalmente a partir de 1978. Entonces, podríamos decir que se cumplió la segunda condición de Lenin.

Desde el inicio de la dictadura militar la lucha de clases estaba en aumento. Las huelgas de los trabajadores y también la lucha del campesinado evidencian un incremento de la actividad política de las masas. Sin embargo, a partir de 1984 esta lucha se estaba disminuyendo. Parece que la tercera condición de Lenin también se cumplió antes del 1984.

Se podría argumentar que había condiciones subjetivas para la revolución. En la década de setenta y al comienzo de ochenta las masas habían adquirido muchas experiencias. Eso muestra claramente los resultados electorales para la Asamblea Constituyente de 1978 y el hecho de que en 1984 Alfonso Barrantes, el candidato de una confluencia de fuerzas de izquierda (Izquierda Unida), fue elegido alcalde de Lima. Sin embargo, como veremos abajo, no podemos decir que existía un alto nivel de conciencia de clase entre las masas.

Al final de la década de setenta y al comienzo de la década de ochenta existían muchas vanguardias. No había una organización con una clara hegemonía. Y aunque es cierto que la izquierda legal logró unificarse en la organización Izquierda Unida, la izquierda no fue capaz de convertir esta organización en un frente revolucionario de masas. La Izquierda Unida fue un frente electoral y nada más. Según el PCP-SL, la izquierda legal y el MRTA fueron parte del campo de enemigo. La izquierda legal no consideró el MRTA como enemigo, pero tampoco estaba dispuesto a convertirse en el brazo legal del MRTA o, por ejemplo, juntarse en una nueva organización.

En el Perú no existió una situación revolucionaria si analizamos estrictamente las condiciones de Lenin. Por lo tanto, el uso de la violencia revolucionaria como medio para llegar al poder no fue legítimo.

En el caso de la década de sesenta la situación política y económica en el Perú era muy clara. No existió una situación revolucionaria. Sin embargo, al final de la década de setenta y al comienzo de la década de ochenta la situación era más complicada. Entonces, debemos ver con más detalle los elementos políticas de las condiciones objetivas para llegar a una apreciación correcta.

El hecho de que no existía una crisis en la clase dominante no significa que esta crisis no fue latente. Una lucha de masas que se combina con una lucha armada podría generar la crisis. Sin embargo, al comienzo de la década de ochenta no existía una crisis latente. A pesar de que el Gobierno de Belaúnde introducía políticas económicas que no fueron favorables para el capital nacional, éstas políticas no causaron fricciones elementales dentro de la burguesía. Y aunque el Gobierno tenía problemas económicos, estos problemas fueron la consecuencia de la crisis internacional y no (directamente) causada por el “frente interno”.

En los años 1977 y 1978 sí había una crisis dentro de la burguesía. La lucha de masas fue su catalizador principal. La clase dominante logró solucionar eso con la convocatoria a un Asamblea Constituyente y elecciones presidenciales. El Gobierno de Belaúnde continuó, en general, las políticas del gobierno militar anterior. Es decir, no había una ruptura política y económica real.

La lucha del campesinado en la década de setenta fue en aumento pero no fue (directamente) causado por sus propias organizaciones o por las organizaciones de izquierda, sino fue el resultado de la Reforma Agraria de 1969. Además, en general, la lucha del campesinado era una lucha para obtener la propiedad de un pequeño pedazo de tierra. Entonces, no se debe sobreestimar el nivel de conciencia de clase del campesinado.

La lucha sindical en la década de setenta fue fenomenal cuando revisamos las estadísticas sobre la cantidad de huelgas, los trabajadores involucrados en estas huelgas y de las horas-hombre perdidas. Las grandes huelgas de 1977 y 1978 eran netamente huelgas económicas. Para eliminar el potencial política de la huelga de 1977, el Gobierno de Morales convocó a elecciones. El hecho de que en las elecciones presidenciales la población votó en mayoría por los partidos de la derecha no puede atribuirse simplemente al hecho que la izquierda se había dividida. El voto por la derecha expresa también que no existió una conciencia de clase consolidada. Una conciencia economicista dentro de la clase trabajadora fue dominante.1

Las medidas neoliberales del Gobierno de Belaúnde al comienzo de la década de ochenta causaron un nuevo ascenso de la lucha sindical. Pero estas luchas eran principalmente defensivas. Además, no lograron revertir las medidas políticas económicas del Gobierno.

Se podría argumentar que la lucha sindical tenía un alto componente político porque durante las elecciones municipales de 1984 la izquierda logró obtener la alcaldía de la municipalidad de Lima como de múltiples otros municipios en el país. Sin embargo, igual como en el año 1979, el movimiento huelguista empezó a disminuirse con la prolongación de la crisis económica y el miedo a ser despedido. Además, en vez de buscar soluciones colectivas de sus problemas, la masa trabajadora empezó a solucionar sus problemas individualmente. Eso está expresado en el aumento del sector informal y en el incremento de los trabajadores que laboraban por su propia cuenta (“independientes”).

Podemos decir, con el MRTA, que existió una situación prerrevolucionaria porque no se cumplieron todas las condiciones de Lenin. También se puede argumentar con el PCP-SL que existió una situación revolucionaria en desarrollo. Entonces, como ellos manifiestan, se puede usar la violencia revolucionaria como método para llegar al poder. En este sentido, el MRTA y el PCP-SL seguían lo que decía Hart Dávalos: una guerra popular puede crear “situaciones revolucionarias”.

Cuando revisamos los textos del MRTA y del PCP-SL llegamos a la conclusión que el concepto prerrevolucionario como también el concepto de situación revolucionaria en desarrollo no necesariamente pueden justificar el uso de la violencia política. Incluso, en el caso del PCP-SL, podemos encontrar que han usado el concepto situación revolucionaria incorrecto. A continuación nuestros argumentos.

El PCP-SL ha justificado el uso de la violencia política porque existía una situación revolucionaria en el país. En relación con su concepto situación revolucionaria en desarrollo decían que “una situación así no puede ser base nunca para centrar la actividad política del pueblo en procesos electorales pues éstos, en circunstancias como las que vivimos, lo desorientan de su camino revolucionario”. Según la organización, la situación revolucionaria debería convertirse en violencia revolucionaria.

Las condiciones subjetivas eran determinantes para cambiar una situación revolucionaria estacionaria en una situación revolucionaria en desarrollo. Parece que la situación estacionaria es similar al concepto situación prerrevolucionaria del MRTA.

El PCP-SL refería solamente a dos condiciones objetivas de Lenin en vez de tres para argumentar que existía una situación revolucionaria en el país. Consideraba que la tercera condición (el movimiento de las masas) es el resultado de las primeras dos condiciones (crisis en la burguesía y el empeoramiento de la situación socio-económica de las masas). No negamos que Lenin dice que “como consecuencia de las causas mencionadas, hay una considerable intensificación de la actividad de las masas”, sin embargo, la tercera condición debe existir para determinar si hay una situación revolucionaria.2

El análisis del PCP-SL de las primeras dos condiciones es muy escueto. Dice que la explotación y la opresión se agudizan más pero no muestra la diferencia entre, por ejemplo, 1980 y 1977. Es decir, no explica al fondo lo que ha cambiado cualitativamente entre el inicio de la guerra popular en mayo de 1980 y en los años anteriores.

El PCP-SL consideraba que existió una crisis en “los de arriba”. Decía que la constitución de 1979 (la “nueva Constitución”) es una prueba de la crisis en la clase dominante. Sin embargo, justamente esta constitución solucionó la crisis dentro de la clase dominante en los años anteriores.

La organización maoísta trató de aplicar el concepto situación revolucionaria en desarrollo de Mao a la situación concreta en el Perú. Mencionó 11 elementos que deberían dar evidencia que en el Perú existía una situación revolucionaria en desarrollo. Había contradicciones entre los países imperialistas, entre el Gobierno y las masas, entre el imperialismo y la industria nacional, entre la burguesía y la clase obrera, y entre los terratenientes y el campesinado. Todas estas contradicciones existían antes del inicio de la guerra e, incluso, en cierta forma, hasta hoy existen. El partido no demostró si estas contradicciones habían llegado a un nivel más alto en comparación con un periodo anterior.

En la lista de elementos de una situación revolucionaria en desarrollo hay también elementos que deben mostrar que la situación socio-económica de la población se empeoró. Los comerciantes y los productores independientes “se ven empujados cada vez más a la quiebra,” el hambre se extiende por todo el país, las grandes masas campesinas y pobres apenas pueden subsistir, los estudiantes no pueden continuar sus estudios y falta de empleo.

La aplicación del concepto de una situación revolucionaria en desarrollo por parte del PCP-SL no es convincente ni cuando se acepta que una situación revolucionaria existe cuando se cumple las primeras dos condiciones objetivas de Lenin. Que la situación de las masas se ha empeorado es evidente. Las políticas neoliberales del Gobierno de Belaúnde apuntaban al aumento de la tasa de explotación. Sin embargo, no está mostrado que realmente existía una crisis dentro de la clase de burguesía.

Según el PCP-SL las protestas a finales de la década de setenta mostraron que ellos tenían toda la razón en su aplicación del concepto de situación revolucionaria en desarrollo. La situación revolucionaria en desarrollo estaba “expresada en la evidente creciente protesta popular”. Sin embargo, como hemos visto arriba, el nivel de la conciencia de las masas no era alto y sus protestas fueron defensivas. Las luchas de masas no lograron revertir las medidas anti-laborales del Gobierno.

El MRTA no definió lo que era una situación prerrevolucionaria sino describió sumamente breve algunos factores que consideró como elementos de una situación prerrevolucionaria. Hablaron sobre “una crisis profunda de las clases dominantes”, pero no detallaron en qué consistió esta crisis. Parece que el MRTA confundió la crisis económica con una crisis dentro de la clase burguesía. Además, cuando dice que la burguesía no está capaz de manejar el descontento de las clases intermedias, no explica en qué consistió esta incapacidad.

En su documento “El MRTA y las tareas en el periodo pre-revolucionario” decía que la burguesía era incapaz de solucionar los “problemas fundamentales para el desarrollo del país”. Desde el punto de vista marxista o, quizás mejor, desde el campo de la izquierda socialista, siempre se argumenta que la burguesía no sabe solucionar los problemas fundamentales del país. Es decir, este ‘factor’ no diferencia cualitativamente la situación al comienzo de la década de ochenta con por ejemplo la situación en 1976.

El MRTA escribía que la clase obrera y las masas populares estaban demostrando sus cualidades combativas y mostraban sus “experiencias de conducción popular”. Como hemos argumentado arriba, estas luchas fueron defensivas. Parece que el MRTA confundió las expresiones de la realidad de la lucha con lo que estaba motivando la lucha. Recordamos lo que decía Castro: “[...] los factores subjetivos son los que se refieren al grado de conciencia que el puebla tenga”.

El concepto de la situación prerrevolucionaria podría ser muy útil para caracterizar un país que estaba en camino hacia una situación revolucionaria. Sin embargo, un adecuado uso del concepto urge en primera instancia una definición del mismo concepto. Esta definición debe indicar la diferencia con una situación revolucionaria y con una situación antes de una situación prerrevolucionaria. Es decir, debe definir claramente las diferencias cualitativas. En segunda instancia, se debe aplicar la definición de una situación prerrevolucionaria a la situación concreta diferenciando las expresiones de la realidad de las tendencias o desarrollos estructurales, subyacentes.
__________
Notas
(1) Hay que recordar lo que decía Mao. Si los objetivos políticos de la guerrilla “no coinciden con las aspiraciones de la gente”, no se pueda ganar su simpatía, su cooperación y su apoyo. La guerra de guerrillas “se deriva de las masas y se apoya en ellos”.

(2) Como hemos podido leer en la sección 5, según el PCP-SL todas las organizaciones que consideraban que las tres condiciones de Lenin forman un conjunto para determinar si existía una situación revolucionaria o no, no quieren desarrollar la violencia revolucionaria.

Economía

Capitalismo y Corrupción

César Risso

LA CORRUPCIÓN es uno de los mecanismos que se emplean en la competencia entre las empresas capitalistas. Como su objetivo es hacer máximas las ganancias, entonces tratan de obtener los contratos con el Estado a través de la corrupción (coima), desplazando así a sus competidores.

        Sin embargo, en la medida que la riqueza expresada en el nuevo valor creado por los obreros asalariados, está contenida en las mercancías, y estas contienen las horas de trabajo en las que se mide su valor de cambio, que se expresa en dinero, se tiene que no puede haber más riqueza que las horas de trabajo contenidas en todas las mercancías.

        Por lo tanto, la coima que entregan a las autoridades para obtener las “obras” es parte de la plusvalía obtenida, y que va a recuperar la empresa en cuestión cuando cobre por la entrega de la “obra”. Pero, además, a través de inflar el precio de la obra, obtienen mayor plusvalía de la que originalmente les correspondía, sustrayendo de esta forma los recursos de las entidades estatales que contrataron a la empresa, y con ello apropiándose de los tributos que pagan las empresas y todos los ciudadanos. Por lo tanto, la corrupción permite a los capitalistas, en primer lugar competir con otros capitalistas; en segundo lugar, obtener plusvalía; en tercer lugar, agenciarse más plusvalía de la originalmente prevista; en cuarto lugar, recuperar los tributos que pagan al Estado; en quinto lugar, privar a los organismos del Estado, y con ello a los ciudadanos, de las obras que estaban previstas en los presupuestos respectivos, obteniendo como resultado que no se realicen estas obras previstas, y en consecuencia, arrebatando recursos que pudieron haber beneficiado a otras empresas en la realización de estas obras, y a aquellos sectores de la población que se beneficiarían con las obras.

        Todo esto como se puede ver en función del interés privado.

        Y dónde queda el libre mercado, considerado por la burguesía como el mejor asignador de recursos. Pues en realidad el libre mercado es otro de los mecanismos para que países enteros sean saqueados por las empresas transnacionales, a través de los acuerdos comerciales. Pero también para que los trabajadores asalariados sean estrujados hasta la médula sin ningún tipo de protección.

        En otras palabras, el libre mercado es un mecanismo de saqueo de países, y de sobre explotación de los trabajadores; en tanto que la corrupción es un mecanismo de desplazamiento de las empresas competidoras, y de redistribución de la plusvalía entre las empresas y el Estado, o mejor dicho entre las empresas y los representantes del Estado.

        Esto nos conduce al tema de la llamada competitividad. Nos dicen que nuestras empresas no son competitivas, y que a través del libre mercado, enfrentándose a otras empresas, sobrevivirán las que mejor se adapten al mercado, logrando ser competitivas. Pues bien, de lo que se trata es de ver cuál es la mejor forma de sobrevivir para obtener los máximos beneficios, extrayendo trabajo no remunerado de los trabajadores asalariados.

        Los mismos empresarios reconocen abiertamente que recurrirían a la corrupción para el logro del objetivo de maximizar su beneficio:

“Un nivel de conciencia que dista mucho de lo que piensan los ejecutivos, ya que según la encuesta global sobre fraude, de EY (octubre 2015 – enero 2016), un 42% de los entrevistados pertenecientes a los equipos financieros de la empresas consultadas, afirma que podrían justificar comportamientos poco éticos con el objetivo de alcanzar metas financieras; mientras que un 16% reconoce que justificaría un pago en efectivo para retener o ganar un negocio.”1

Aunque a simple vista parece ilógico que las empresas incurran en actos de corrupción, pues según estudios del Banco Mundial, esto elevaría el costo, resulta que las empresas recurren a este mecanismo pues el resultado económico es a su favor, es decir, sus ingresos serían superiores a sus costos.

        ¿Cuánto se pierde por la corrupción? En realidad hay perdedores y ganadores. Los perdedores son los negocios desplazados por las empresas que recurrieron a la corrupción para apartar a sus competidores. También son perdedores, y en una magnitud mayor, aquellos sectores de la población que eventualmente se beneficiarían de los proyectos que no se realizarían por la falta de recursos, debido a que las empresas inflan los costos.

        Los ganadores son los empresarios y los funcionarios corruptos.

        Como hemos señalado, lo que existe es la redistribución de la plusvalía. Esta no se pierde, ni desaparece. Los empresarios corruptos obtienen una porción mayor de plusvalía, la que pueden destinar a reinvertir en sus empresas, o simplemente para su consumo personal. Los funcionarios corruptos, usarían la “coima” para darse la gran vida, adquiriendo bienes y servicios por encima de sus ingresos legales.

“Hace algún tiempo, desde la PCM calculaban que el costo de la corrupción en el Perú equivaldría al 2% del PBI. Pero, considerando que su presencia va en incremento, en Proética estiman que los efectos económicos negativos se ubicarían entre un 3% y 5% del PBI, al año, es decir, hasta unos S/33.800 millones.”

“Por esa razón, su presidente Jorge Medina considera que esta problemática se ha convertido en un ‘verdadero atentado contra los derechos humanos de los peruanos, especialmente de los más pobres, pues con esos recursos podríamos aliviar la pobreza enormemente’.”

“Y no se equivoca, porque si consideramos que el cálculo promedio representaría alrededor de S/21.700 millones, dicho dinero permitiría atender 27 veces el presupuesto designado este año para un programa como Pensión 65 (S/802 millones), o 58 veces lo establecido para Cuna Más (S/370 millones).”2

El reconocimiento de la constructora brasileña, Odebrecht, del pago de 29 millones de dólares en sobornos para conseguir los contratos de obras públicas, es una pequeña muestra del uso de la corrupción por parte de las empresas.

        El periodo en cuestión va del año 2005 al 2014. Pero la historia de la corrupción en el Perú, y en el mundo, tiene larga data. Esta se agudiza con el advenimiento del sistema capitalista. La corrupción es consustancial al sistema capitalista. Es parte del juego de los empresarios, juego que consiste en arrebatarse la plusvalía creada por los trabajadores.

        Si la burguesía ha perfeccionado y ampliado la corrupción como mecanismo de competencia y de saqueo, entonces, la única explicación para que se haya destapado la enorme corrupción de la empresa brasileña Odebrecht, se debe a que ha entrado en conflicto con los intereses de alguna poderosa empresa transnacional. De modo que las acciones legales alrededor de este caso es otro mecanismo de la competencia entre las empresas capitalistas.

En lo que va del dominio del sistema capitalista, las diversas formas de violencia y de estafa han sido el elemento común, que se ha ido generalizando.

En el inicio, en la llamada etapa de la acumulación capitalista, se tiene que:

“Sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel la conquista, la esclavización, el robo y el asesinato; la violencia, en una palabra”3

Durante el siglo XX, debido a la competencia entre las potencias capitalistas, se desataron dos guerras mundiales, con el consecuente destrozo de millones de seres humano, en una carnicería sin límites, por el reparto del mundo, y por el nuevo reparto del mismo, para beneficio de los capitalistas.

        Desde aquellos años, las guerras no han menguado. Siguen siendo otro mecanismo de extracción de plusvalía.

        ¿Podemos a estas alturas, con las evidencias del elevado nivel de salvaje explotación a nivel planetaria por el capitalismo, creer que la corrupción es mal vista por los propios capitalistas, cuando estos la emplean con ventaja y permanentemente? ¿o que los representantes estatales de la burguesía imperialista, se proponen luchar efectivamente contra la corrupción?

        No hay otra solución que superar el capitalismo, para enviar a las guerras, la explotación, la corrupción, el sabotaje, las invasiones, y demás formas de explotación del hombre por el hombre, al museo de la historia.
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(2) Ídem.
(3) Carlos Marx. El Capital. Tomo I. Capítulo XXIV, la llamada acumulación originaria. 1. El secreto de la acumulación originaria.



La Polarización: Ley del
Sistema Capitalista Mundial

(Segunda y Última Parte)

Santiago Ibarra

Lenin: el capitalismo imperialista.

Aunque el imperialismo (no el “Imperio”, como plantean Negri y Hardt) haya sufrido cambios fundamentales en las últimas décadas, es importante referirse a algunos aspectos del mismo estudiados y subrayados por Lenin. Lenin destacaba que el imperialismo es el capitalismo monopolista, que surge del capitalismo de libre competencia. (Lenin, a partir de esta premisa, criticaba ásperamente la crítica pequeñoburguesa al imperialismo, que busca sustituir a éste por el capitalismo de libre competencia; Lenin retrucaba: ¡el capitalismo monopolista, el imperialismo, es un engendro de la libre competencia!). El imperialismo se caracteriza por el predominio del capital financiero, por la superioridad de éste sobre el resto de capitales, por su política colonial, de pillaje y sometimiento de muchas naciones por un grupúsculo de asociaciones monopolistas, a través de la exportación de capitales y otros mecanismos, lo que le da al imperialismo un carácter rentista, parasitario: “El mundo ha quedado dividido entre un puñado de Estados usureros y una mayoría gigantesca de Estados deudores” (12) Por esto, la cuestión nacional bajo el imperialismo se convierte en un problema álgido, pues la tendencia natural del imperialismo es a la dominación, no a la libertad, a la violación de la independencia política de los Estados nacionales, no al respeto de su soberanía. Los ejemplos actuales sobran, sólo mencionemos la actual guerra imperialista que Estados Unidos y sus aliados libran contra Irak.

Samir Amin: La polarización a escala global

El capitalismo unifica al mundo, pero no lo homogeneiza: lo polariza crecientemente. Samir Amin es tal vez el teórico marxista que en las últimas décadas ha insistido más en la naturaleza polarizante del sistema capitalista mundial, y la ha explicado. El capitalismo integra, unifica al mundo por primera vez en la historia de la humanidad, pero no lo homogeneiza; al contrario, lo polariza crecientemente. Hay que combatir decididamente las ilusiones que siembran las potencias imperialistas, y que tienen eco en la burguesía y la pequeña burguesía de las periferias, ilusiones que tienen que ver con la idea de que las periferias pueden alcanzar alguna vez a los centros. El capitalismo es un sistema mundial, y la ley de la pauperización hay que constatarla también a este nivel. Mientras que Marx analizaba la ley de la pauperización al nivel del modo de producción capitalista, Samir Amin lo hace al nivel del capitalismo como sistema mundial, que tiene, sin embargo, su fundamento en aquél.

        Cuando los países del centro se constituyeron como tales construyeron economías autocentradas (construcción de industrias de bienes de consumo masivo e industria de bienes de capital en sus propios espacios nacionales), mientras que en los países de las periferias se construían economías extravertidas, especializadas, cuyo motor no se sitúa dentro de las mismos, sino en los centros; vale decir, se constituyeron desde el principio como satélites, como apéndices de las economías capitalistas del centro, al servicio de la acumulación de capital dentro de éstos. Esto fue y es posible porque en los países periféricos sus clases dominantes tienen intereses solidarios con el capital monopolista.

        La polarización entre centros y periferias es inmanente al despliegue del capitalismo a escala mundial. Mientras que la riqueza se concentra en los centros, la pobreza se concentra en las periferias. Samir Amin explica la situación privilegiada de los centros por la posición de dominio que tienen en el sistema capitalista mundial, por la transferencia de valor que se produce desde las periferias hacia sus espacios nacionales. A su vez, la situación de las periferias se explica por el bloqueo a que están sujetas por la posición que ocupan en el sistema capitalista mundial, por la forma en que se relacionan con el mercado mundial, con las economías capitalistas del centro, por su sometimiento a los intereses de los grandes capitales monopolistas.

        Es pertinente recordar que en el Perú, nuestro Amauta José Carlos Mariátegui visionariamente comprendió la naturaleza del desarrollo capitalista periférico en la época del imperialismo:

“La condición económica de estas repúblicas [latinoamericanas], es, sin duda, semicolonial, y, a medida que crezca su capitalismo y, en consecuencia, la penetración imperialista, tiene que acentuarse este carácter de su economía” (13).

Cómo funciona la polarización a escala global: el intercambio desigual. Hay que destacar que el subdesarrollo de nuestros países no es tanto igual a la persistencia de formas precapitalistas de producción, como lo pretenden algunos analistas al servicio del gran capital. El subdesarrollo es ante todo un producto de la penetración del capital monopolista en nuestras economías - que las clases dominantes locales hacen posible-, a través de formas como a) la explotación de sus recursos naturales, b) la exportación e inversión de sus capitales excedentes en nuestras regiones y c) la venta de sus productos manufacturados en los mercados de las periferias (14). Ahora bien, Amin no analiza el intercambio desigual en el plano del intercambio, sino que va al fondo de las cosas, al plano del proceso de producción. En primer lugar, Amin afirma que la producción de mercancías está destinada al mercado mundial y el trabajo que cristaliza en las mercancías tiene también carácter mundial. Una hora de trabajo en dos países distintos, uno del centro y otro de la periferia, produce el mismo valor. Pero el salario del trabajador de la periferia está muy por debajo del salario del trabajador del centro. Esta situación no se debe a las diferencias de productividades, sino a la inmovilidad del trabajo. En las periferias hay superexplotación de la fuerza de trabajo, una tasa de plusvalía muy superior a la tasa de plusvalía que se produce en los centros. Amin lo explica de la siguiente manera:

“Es evidente que la hora de trabajo aquí y allá crea el mismo valor, y si la fuerza de trabajo tiene aquí un valor inferior, es decir, si el salario real es inferior, la tasa de plusvalía es necesariamente superior. Los bienes salariales que constituyen la contrapartida real del valor de la fuerza de trabajo son mercancías internacionales que tienen un valor internacional. Si la jornada de trabajo es igual en A y en B (por ejemplo 8 horas), si la remuneración real del trabajador es diez veces superior en B (salario real en B igual a 10 kilogramos de trigo por día contra solamente un kilogramo en A), y si 10 kilogramos de trigo son producidos en el mundo (allí donde la productividad en esta actividad es la más elevada) en 4 horas, la tasa de plusvalía en B será del 100% (4 horas de trabajo necesario y 4 horas de sobretrabajo), mientras que se elevará a 1.900% en A (24 minutos de trabajo necesario y 7 horas 36 minutos de sobretrabajo). Para mantener este razonamiento, no hay que comparar la productividad en las dos producciones capitalistas en las que A y B se especializan: eso no tiene sentido” (15)

Samir Amin concluye: 1) hay transferencia de valor, desde las periferias hacia los centros, por la superexplotación del trabajo en las periferias, lo que contribuye a aumentar la masa de plusvalía relativa en los centros, al abaratar así en éstos los medios de subsistencia, y 2) hay intercambio desigual cuando las diferencias salariales son mayores a las diferencias de productividad.

        Cómo funciona la polarización a escala global: la ley del valor mundializada. Ahora bien, ¿por qué existen grandes diferencias salariales entre los trabajadores del centro y de las periferias en ramas de la economía que tienen análogos niveles de productividad? Samir Amin llama la atención sobre el hecho de que Marx teoriza sobre la ley del valor de un modo “general, abstracto e indeterminado”, dentro del marco de un espacio nacional. Dentro de éste, hay un triple mercado integrado: de mercancías, de capitales y de trabajo. En el sistema capitalista mundial, empero, hay sólo un doble mercado libre: de mercancías y de capitales. El mercado de trabajo, por el contrario, se encuentra compartimentado en lo fundamental en el marco de los estados nacionales. A escala mundial la ley del valor está truncada. Es así como Samir Amin explica las diferencias salariales existentes entre los trabajadores de los centros y las periferias, dentro de sectores de la economía que tienen similares niveles de productividad. En palabras de Amin, “la ley del valor mundializada engendra por fuerza la polarización, y expresa la pauperización que supone la acumulación a escala mundial. Se trata de un fenómeno nuevo, sin precedentes en la historia anterior” (16) (las cursivas son nuestras).

        Las clases dominantes del mundo levantan la ideología del “libre mercado”, pero conservan en lo esencial sus fronteras cerradas a los trabajadores de las periferias. La construcción de un muro en la frontera entre Estados Unidos y México, y las leyes aprobadas o por aprobarse en países de Europa y los Estados Unidos contra los inmigrantes de las periferias, de América Latina, de África y de Asia, ilustran dramáticamente el hecho mencionado.

        Los cinco monopolios del centro. La polarización es ley del desarrollo del sistema capitalista mundial, pero cambia de formas.  Entre 1500 y 1800 el “capital mercantil es hegemónico en los centros atlánticos dominantes” y se forman “zonas periféricas (América) cuya función presuponía su total aceptación de la lógica de acumulación del capital” (17). Entre 1800 y 1945 la polarización toma la forma de contraposición entre países industrializados versus países no industrializados (exportadores de materias primas y productos agrícolas). Luego, gradualmente, con los procesos de industrialización que impulsaran las periferias gracias a los movimientos de liberación nacional y a los regímenes del “socialismo real”, la polarización global irá cobrando una forma histórica distinta.

        Así, desde 1945 a la actualidad la polarización global irá adquiriendo su fundamento en los cinco monopolios de los centros sobre los que Amin llama la atención desde hace más de una década (18):

1) Monopolio tecnológico.
2) Control de los mercados financieros mundiales.
3) Control de los recursos naturales del planeta.
4) Monopolio de los medios de comunicación.
5) Monopolio de las armas de destrucción masiva.

        Resulta decisivo por varias razones comprender en profundidad la nueva forma que ha tomado la polarización global. La industrialización que cobró impulso en las periferias a mediados del siglo pasado no ha dado fin con la polarización a escala mundial. Reconocido este hecho, no se trata de negar importancia al impulso del desarrollo de las fuerzas productivas en las periferias. Y de ninguna manera aceptar y adaptarse genuflexamente al sistema imperialista. Un gran número de países de las periferias lograron muy bajos niveles de industrialización, incluso dentro de la industria de bienes de consumo masivo. Estos países continúan dependiendo en gran medida de la exportación de materias primas y productos agrícolas, y su industrialización es una tarea pendiente. De lo que se trata, en cambio, es de subrayar la importancia que en la actualidad tiene para las periferias hacer frente a los monopolios indicados, condición insoslayable de su desarrollo. La industrialización de las periferias, dentro de este nuevo marco mundial de polarización, sobre todo, dentro del marco del monopolio de las tecnologías y del capital financiero por los centros, “puede volverse una especie de sistema moderno de putting out (de encargos), controlado por los centros financieros y tecnológicos” (19).

        Amin anota que la diferenciación entre un “Cuarto Mundo” y un “Tercer Mundo”, “en vías de industrialización”,

“no es inofensivo en el espíritu de quienes lo proponen: supone que el Tercer Mundo de los NIC (Newly Industrializad Countries, Países de Reciente industrialización) está ‘cubriendo la brecha’ (o puede hacerlo), mientras que el Cuarto Mundo se hunde. Olvida que la industrialización ya no es el fundamento de la polarización. Prefiero decir por ende que el corazón de la periferia de mañana –en formación– está constituido por los países que tendrán como función esencial suministrar los productos industriales; y que el “Cuarto Mundo” ilustra el carácter destructivo de la expansión capitalista, lo que no es nuevo, sino que siempre acompañó la historia real del capitalismo.” (Las cursivas son nuestras) (20)

De lo que se trata, pues, es de llamar la atención acerca del nuevo contexto internacional bajo el que las periferias continúan su industrialización. De lo que se trata, pues, es de hacer la crítica radical de los proyectos desarrollistas en cualquiera de sus versiones. De lo que se trata es de hacer la crítica radical de los proyectos “socialistas” que rinden culto al desarrollo de las fuerzas productivas, reproduciendo, así, la alienación economicista propia del modo de producción capitalista. De lo que se trata, pues, como sostiene Amin, es de “asociar… los objetivos de cierto desarrollo de las fuerzas productivas de las periferias del sistema a los objetivos de superar las lógicas de conjunto de la gestión capitalista de la sociedad” (alienación economicista, creciente polarización) (21).

        Hasta el día de hoy la inversión extranjera directa sigue produciéndose en países como los nuestros básicamente en el sector primario exportador, pero –y esto es menos reconocido en general-, las inversiones en la industria manufacturera de exportación, que se fundamentan en la superexplotación de la fuerza de trabajo, están perfectamente integradas en la nueva división internacional del trabajo.

        Por lo demás, el incremento de las tasas de crecimiento económico de los países de América Latina en la década de 2000, determinada por una coyuntura internacional favorable consistente en el incremento de la demanda de materias primas, no constituye sino el “desarrollo del subdesarrollo”, como sentenciara André Günder Frank.

Transformar el mundo. El socialismo: única alternativa a la barbarie del capitalismo

El discurso de “lucha contra la pobreza” de instituciones financieras internacionales al servicio del gran capital como el Banco Mundial no puede sino ser comprendido como el cinismo de los expropiadores. Siembran ilusiones: ¡pero no cosechan paz! Porque la resistencia de los pueblos ha estado presente en la historia desde los orígenes del capitalismo hasta la actualidad. El día de mañana no será diferente. En este sentido, la revolución social constituye la forma más alta que cobra la resistencia de los desposeídos a su deshumanización objetiva y subjetiva, para utilizar la expresión de Hinkelammert.

        La alienación economicista impide ver las causas profundas de la creciente pauperización de las masas, y a no pocos de reconocer el problema mismo. Revertir cualitativamente la actual situación implica una nueva correlación de fuerzas a nivel mundial, favorable a las clases populares. De aquí la urgente necesidad de construir un verdadero internacionalismo de los pueblos del mundo. De aquí la imperiosa necesidad de la militancia revolucionaria. De aquí la perentoria necesidad de que esta militancia se articule decididamente con los excluidos del sistema capitalista para atacar el problema por la raíz.

        Hace mucho que el capitalismo dejó de coincidir con el progreso. El capitalismo no ofrece a las inmensas mayorías sino más miseria, mayores sufrimientos. Ningún proyecto de “capitalismo nacional”, de “capitalismo popular” o de “capitalismo con rostro humano” es capaz de dar fin con la pauperización creciente de las masas. El socialismo mundial es la única alternativa verdaderamente humana a la creciente deshumanización que nos impone el capitalismo mundial. Mas el socialismo no puede ser reducido a un proyecto de desarrollo de las fuerzas productivas. Debe retomarse el proyecto de socialismo como la conquista de una civilización cualitativamente superior al capitalismo. Y el socialismo en el siglo XXI, así como en el siglo XX, será otra vez el resultado de las luchas de los trabajadores contra el capital.
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Notas:
 
(12) Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, en Obras Escogidas en tres tomos, Tomo I, Moscú, Progreso, 1970, p. 775.
(13) “Punto de Vista Anti-imperialista” en: Obras Completas de José Carlos Mariátegui, Tomo 13. Perú-Lima, Empresa Editora Amauta, 1978.
(14) Ver Roffinelli, Gabriela, Samir Amin y la mundialización del capital. España-Madrid, Campo de Ideas, 2004, p. 72. Hemos organizado los dos acápites acerca de cómo funciona la polarización a escala mundial con la ayuda de la didáctica exposición que hiciera G. Roffinelli del pensamiento de Samir Amin.
(15) Palabras de Samir Amin, citado en Roffinelli, Gabriela, op.cit., pp. 75-76.
(16) “3. Capitalismo y sistema-mundo” en: Amin, Samir, Los desafíos de la mundialización. México D.F.-España, Siglo XXI Editores, 1999, p. 59.
(17) “El futuro de la polarización global” en: Amin, Samir, El capitalismo en la era de la globalización. España-Barcelona, Ediciones Paidós, 1999,  pp.15-26.
(18) Ibid.
(19) “3. Capitalismo y sistema-mundo” en Amin, Samir, Los desafíos…, p. 68.
(20) Ibid., p.70.
(21) Amin, Samir, Más allá del capitalismo senil. Por un siglo XXI no norteamericano. Argentina-Buenos Aires, Editorial Paidós SAICF, 2003, p. 14.