La Creación
Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha
(Quinta
Parte)
Eduardo
Ibarra
La negación
de la realidad del revisionismo
Como es de conocimiento general, García ha impuesto a
sus copartidarios la idea de que la palabra revisionismo es apenas un adjetivo
que expresa el estado de ánimo de quien lo utiliza (29).
Sin embargo, confrontada con los
hechos, dicha idea se revela como una falacia orientada a encubrir el
revisionismo en general y específicamente el revisionismo del propio García
(30).
Mientras el oportunismo del siglo XIX surgió y se desarrolló
fuera del marxismo, el revisionismo, sustentado por primera vez en una serie de
artículos publicados por Eduard Bernstein entre 1896 y 1897 en Die Neue Zeit, apareció y se desarrolló
como el intento de socavar los fundamentos del marxismo desde su propio seno.
Por eso Lenin señaló: “La dialéctica de la historia es tal, que el
triunfo teórico del marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas.
El liberalismo, interiormente podrido, intenta renacer bajo la forma de
oportunismo socialista” (Las vicisitudes
históricas de la doctrina de Carlos Marx, ibídem, p.140).
Es decir, el revisionismo es oportunismo disfrazado de
marxismo.
Lenin hizo un análisis científico del revisionismo. Trabajos
como Prefacio a la traducción rusa de la
correspondencia de J.F. Becker, J. Dietzgen, F. Engels, C. Marx y otros con
F.A. Sorge y otros; ¿Qué hacer?; Marxismo y revisionismo; Las divergencias en
el movimiento obrero europeo; Cuestiones en litigio. El partido legal y los
marxistas; Marxismo y reformismo; La bancarrota de la II Internacional; El
oportunismo y la bancarrota de la II Internacional; El imperialismo y la
escisión del socialismo; El Estado y la revolución; La revolución proletaria y
el renegado Kautsky; La enfermedad
infantil del “izquierdismo” en el comunismo; Condiciones de ingreso en la
Internacional Comunista; Nuestra revolución; entre otros, son importantes
hitos de una teoría marxista sobre el revisionismo y constituyen expresiones de
una consecuente lucha contra esta desviación.
Precisamente, el jefe de la revolución
rusa señaló: “… no es posible explicarse dichas desviaciones [el revisionismo y
el anarquismo] como meras casualidades o equivocaciones de tales o cuales
personas o grupos y ni siquiera por la influencia de las particularidades o
tradiciones nacionales, etc. Tiene que haber motivos fundamentales, inherentes
al régimen económico y al carácter del desarrollo de todos los países
capitalistas, que engendren constantemente estas desviaciones” (Las divergencias en el movimiento obrero
europeo, ibídem, p.126).
Y precisó: “[el revisionismo] es el producto social de toda
una época histórica. Pero no todos se detienen a pensar en el significado de
esta verdad” (La bancarrota de la II
Internacional, ibídem, p.265).
Y concluyó: “El carácter inevitable del
revisionismo está condicionado por sus raíces de clase en la sociedad actual.
El revisionismo es un fenómeno internacional”. “¿En qué estriba su carácter
inevitable en la sociedad capitalista? ¿Por qué es más profundo que las
diferencias debidas a las particularidades nacionales y al grado de desarrollo
del capitalismo? Porque en todo país capitalista existen siempre, al lado del
proletariado, extensas capas de pequeña burguesía, de pequeños propietarios. El
capitalismo ha nacido y sigue naciendo, constantemente, de la pequeña
producción. El capitalismo crea de nuevo, infaliblemente, toda serie de ‘capas
medias’ (apéndice de las fábricas, trabajo a domicilio, pequeños talleres diseminados
por todo el país en virtud de las exigencias de la gran industria, por ejemplo,
de la industria de bicicletas y automóviles, etc.). Estos nuevos pequeños
productores se ven nuevamente arrojados también, de modo no menos inevitable, a
las flas del proletariado. Es perfectamente natural que deba suceder así, y así
sucederá siempre hasta llegar las peripecias de la revolución proletaria, pues
sería un profundo error pensar que es necesario que la mayoría de la población
se proletarice ‘por completo’ para que esa revolución sea realizable. Lo que
hoy vivimos con frecuencia en un plano puramente ideológico: las disputas en
torno a las enmiendas teóricas hechas a Marx; lo que hoy se manifiesta en la
práctica a propósito de ciertos problemas parciales, aislados, del movimiento
obrero, como discrepancias tácticas con los revisionistas y las escisiones
sobre este terreno, lo tendrá que vivir sin falta la clase obrera, en
proporciones incomparablemente mayores, cuando la revolución proletaria agudice
todos los problemas en litigio y concentre todas las discrepancias en los
puntos de importancia más inmediata para determinar la conducta de las masas,
obligando a separar, en el fragor del combate, los enemigos de los amigos, a
echar por la borda a los malos aliados, para asestar los golpes decisivos al
enemigo”. “La lucha ideológica del marxismo revolucionario contra el
revisionismo, librada a fines del siglo XIX, no es más que el preludio de los
grandes combates revolucionarios del proletariado, que, pese a todas las
vacilaciones y debilidades de los filisteos, avanza hacia el triunfo completo
de su causa” (Marxismo y revisionismo, ibídem,
pp.118, 119 y 120).
Así, pues, el revisionismo no es una simple casualidad, no es una mera
equivocación de algunas personas, no es una expresión de cierta particularidad
nacional, sino el producto social de toda una época histórica, un fenómeno
inevitable en las condiciones del imperialismo, un fenómeno internacional.
En efecto, el revisionismo es una desviación del marxismo
con profundas raíces en el desarrollo social del mundo contemporáneo. En su fase imperialista, el capitalismo ha exacerbado sus
contradicciones y creado otras nuevas, y, por esto, la base económico-social
del oportunismo en general y del revisionismo en particular, aparece en toda la
extensión del mundo.
Pero si, económica y socialmente, el revisionismo es
constantemente engendrado por las condiciones del régimen imperialista, ideológicamente aparece como producto de
la influencia de la burguesía sobre el proletariado.
Por eso, para los marxistas, analizar el revisionismo
significa determinar las causas económicas y sociales de su surgimiento y, a la
vez, revelar concretamente el contenido de aquella influencia.
Ya en el siglo XIX, la formación de una capa privilegiada en
el proletariado, como ocurrió en Inglaterra, sirvió de base al oportunismo.
De hecho, el revisionismo apareció como la continuación del
oportunismo del siglo XIX.
A propósito de esa continuidad, Lenin anotó: “Las dos
tendencias, incluso los dos partidos
del movimiento obrero contemporáneo, que tan claramente se han escindido en
todo el mundo en 1914-1916, fueron
observados por Engels y Marx en Inglaterra durante varios decenios, aproximadamente entre 1858 y
1892”. “Ni Marx ni Engels alcanzaron la época imperialista del capitalismo
mundial, que sólo se inicia entre 1898 y 1900. Pero ya a mediados del siglo
XIX, era característica de Inglaterra la presencia, por lo menos, de dos principales rasgos distintivos del
imperialismo: 1) inmensas colonias y 2) ganancias monopolistas (a consecuencia
e su situación monopolista en el mercado mundial). En ambos sentidos,
Inglaterra representaba entonces una excepción entre los países capitalistas, y
Engels y Marx, analizando esta excepción, indicaban en forma completamente
clara y definida que estaba en relación con la victoria (temporal) del
oportunismo en el movimiento obrero inglés” (El imperialismo y la escisión del
socialismo, ibídem, p.341;
cursivas en el original).
Por eso, en abril de 1913, llegó a decir: “Incluso en Rusia,
donde el socialismo no marxista… se
mantuvo más tiempo, incluso en Rusia,
este socialismo se convierte
claramente, a nuestros ojos, en revisionismo” (Marxismo y revisionismo, ibídem,
p.113; cursivas y elipsis nuestras).
La primera forma de revisionismo surgió en los partidos de
la Segunda Internacional (señaladamente en el partido alemán); y el
revisionismo contemporáneo surgió en el PCUS y en algunos partidos del mundo
capitalista (Italia, USA, Japón, India, etcétera).
De hecho, el revisionismo contemporáneo apareció como la
continuación del revisionismo de la Segunda Internacional
Sin embargo, el revisionismo contemporáneo presenta la nota
particular de que surgió en el propio seno de la sociedad socialista.
Eso quiere decir que, en la nueva sociedad, existe
igualmente piso económico y social para tal surgimiento, y que, por esto,
tampoco ahí el proletariado es impermeable a la influencia ideológica de la
burguesía.
La base social del revisionismo en el socialismo fue la
pequeña burguesía y la burocracia, tanto partidaria como estatal.
La experiencia histórica ha demostrado que el revisionismo
en el poder es la premisa ideológico-política de la supresión de la dictadura
del proletariado y de la restauración del capitalismo (31).
Y ha demostrado, al mismo tiempo, que el paso de la URSS y
otros países al capitalismo tipo occidental, no fue sino el resultado de
décadas de restauración del capitalismo bajo gestión revisionista.
Es decir, la estructura burocrático-militar del Estado
socialista más el revisionismo en el poder, hizo inevitable la regresión al capitalismo
(32).
Lo expuesto hasta aquí da una idea, bastante apretada por
cierto, del análisis científico realizado por Lenin del revisionismo y, al mismo
tiempo, del método a aplicar en el análisis del revisionismo contemporáneo y de
las nuevas variantes de esta desviación que, hoy por hoy, pululan en el mundo.
Pues bien, no comprender los procesos reseñados en las
presentes notas, es convertir la implosión de los regímenes con gobiernos
revisionistas en algo completamente místico.
No obstante, el carácter regresivo de tales procesos es
silenciado, tergiversado, escamoteado por García, quien, desde principios de
los años 1980, se ha dado a la labor de negar la realidad del revisionismo.
Tanto con aquello de que el término revisionismo es un
adjetivo, como con la oportunista consideración de que el revisionismo
contemporáneo se limitó al período que va del XX Congreso del PCUS (1956) a la
caída de Jruschov (1964).
Tanto con la peregrina idea (insinuada sibilinamente) de que
el revisionismo en el poder mantiene la dictadura del proletariado y no
restaura el capitalismo (es decir sigue construyendo el socialismo), como con
la idea de que el revisionismo es una escuela de pensamiento marxista (33).
Por su parte, Aragón, repetidor de García al noventa por
ciento, ha llegado a decir que la palabra revisionismo es una “palabreja”.
Así las cosas, no tiene por qué extrañar que el
revisionismo, incluso en su versión jruschoviana, tempranamente se desbordara
en el grupo liquidacionista.
Declaraciones de algunos de sus miembros, como las siguientes, son prueba de nuestra
aserción: “Yugoslavia
es un país socialista”; “Tito es un gran dirigente marxista-leninista”; “el XX Congreso
del PCUS fue correcto”; “la actual dirección china es marxista”; “los
soviéticos están desarrollando el marxismo”; “la Perestroika es un avance del
socialismo”; “los países socialistas están por pasar al comunismo” (ver nuestros
artículos Acerca de la propuesta de un
partido minga y Ramón García o la
manipulación III).
Estas opiniones constituyen verdaderos intentos de revocar conclusiones
fundamentales de la lucha del marxismo-leninismo contra el revisionismo
contemporáneo.
Y si a ellas se les
suman las diversas falacias encubridoras del revisionismo reseñadas arriba,
puede verse que García y sus repetidores han renegado de la lucha contra el
revisionismo contemporáneo.
Pues bien, en cuanto a lo de
adjetivo, basta señalar aquí que el término revisionismo encierra un concepto
que da cuenta de una desviación del marxismo, y que, por esto –y tal como se ha
visto–, es un concepto de muy exacto contenido ideológico y político.
En cuanto a la ausencia de la
palabra revisionismo en los referidos tomos de Mao, basta reiterar aquí lo que
hemos expuesto en el artículo Nuevas
mentiras de Miguel Aragón y mucho más que eso (08.09.2015): tanto en China como en Rusia,
las diversas desviaciones del marxismo fueron calificadas por su forma
específica, y no por su carácter general, cosa que queda esclarecida con la
siguiente afirmación de Lenin: “… el ‘economismo’ de los años 1895-1902, el
‘menchevismo’ de 1903-1908 y el liquidacionismo de 1908-1914 no son otra cosa
que la forma o variedad rusa del oportunismo y del revisionismo”.
En China ocurrió igual: diversas desviaciones
fueron calificadas por su forma específica, pero, por su carácter general, se
trataba de variedades del revisionismo.
Es claro, pues, que lo que hace García es
aprovecharse del hecho de que en los aludidos cuatro tomos de Mao no aparece la
palabra revisionismo, para intentar negar que en la historia del PCCH hubo
revisionismo antes de 1945, y, de hecho, para intentar negar la realidad de
esta deviación del marxismo.
En el marco de sus serviles partidarios, la
treta le resultó, obviamente, pero, desde luego, fuera del mismo, ella ha
quedado completamente desenmascarada.
En cuanto a lo de escuela,
hay que tener presente las siguientes afirmaciones.
Engels escribió: “… la ironía de la historia quiso… que
tanto [blanquistas como proudhonianos] hiciesen lo contrario de lo que la
doctrina de su escuela respectiva prescribía” (Introducción a La guerra
civil en Francia, de Marx, ELE,
Pekín, 1978, p.13; elipsis nuestras).
Y, en el mismo texto, apuntó: “En aquel tiempo, la gran
mayoría de los blanquistas sólo eran socialistas por instinto revolucionario y
proletario, sólo unos pocos habían alcanzado una mayor claridad de principios,
gracias a Vaillant, que conocía el socialismo científico alemán” (ibídem).
Así, pues, el cofundador del marxismo marcó la diferencia
entre el socialismo científico, por una parte, y Proudhon (“el socialista de
los pequeños campesinos y maestros artesanos”) y el blanquismo (“la escuela de
la conspiración”), por otra parte.
Es decir el término escuela le sirvió a Engels para
distinguir el marxismo de escuelas de pensamiento no marxistas.
Por su parte, Mariátegui habló de “Marx y su escuela” (así
en singular), y lo hizo en un libro como Defensa
del marxismo, donde, justamente, desarrolló una brillante crítica a la
escuela revisionista.
Por lo tanto, la frase citada le sirvió al maestro para
afirmar la escuela marxista contra la escuela revisionista.
En agosto de 1979,
Ricardo Luna Vegas escribió lo siguiente: “Las graves discrepancias existentes
en el mundo socialista y en los movimientos políticos que le son afines, están
reflejadas en el espectro de la izquierda marxista peruana, principalmente en
las tendencias trotskistas, pro-soviética y pro-china así como en otras
diferentes. Todas ellas, sin embargo, admiten a nivel mundial su ancestro
doctrinario con el marxismo, aunque discrepan en sus distintas escuelas de
aplicación (Mariátegui y el Perú de ayer,
de hoy y de mañana, Ediciones Rincón Rojo, Lima, 1981, p.21) (34).
Como se ve,
contrariamente a Engels y Mariátegui, el mencionado ensayista utilizó el
término escuela para encubrir el carácter oportunista y revisionista de muchas
de las tendencias que activan en la escena nacional: “distintas escuelas de
aplicación”, dice, es decir, distintas escuelas de aplicación del marxismo; de
acuerdo a esto, pues, ¡el revisionismo es una escuela del marxismo!
Ahora, citados Engels, Mariátegui y Luna Vegas, cualquiera
puede darse cuenta de que, cuando García apela al término escuela para encubrir
el oportunismo y el revisionismo, no hace otra cosa que repetir la engañosa
actitud del último de los nombrados.
No hace mucho, repitiendo semejante falacia, en una nota
sobre el aniversario de la constitución del PSP (07.10.2015), Manuel Velásquez
escribió: “A escasos tres
años del Bicentenario de Karl Marx, los marxistas peruanos, sea cual sea su escuela, tenemos el
deber y el derecho de realizar un balance de su obra” (35).
De esa forma
sostiene que todas las corrientes oportunistas y revisionistas que pululan en
nuestro medio, no son tales, ¡sino distintas escuelas del marxismo!
Así, pues,
García repite servilmente a Luna Vegas, y Velásquez y demás liquidadores
repiten servilmente a García, pero, identificado el origen de la patraña, lo
que hacen no es otra cosa que repetir a Luna Vegas.
Como se ve, en este caso –como en muchos otros– García
tampoco tiene el mérito de la originalidad: simplemente repite una falacia que
le sirve a su propósito liquidacionista.
En cuanto a lo de “revisionismo positivo”, es menester
esclarecer la cuestión teniendo en cuenta los siguientes juicios.
Lenin señaló: “… la revisión de la ‘forma’ del materialismo
de Engels, la revisión de sus tesis de filosofía natural no sólo no tiene nada
de “revisionismo” en el sentido consagrado de la palabra, sino que, por el
contrario, es necesariamente exigida por el marxismo. No es esta revisión lo
que nosotros reprochamos a los machistas, sino su procedimiento puramente
revisionista…” (Materialismo y
empiriocriticismo, Editorial Progreso, Moscú, s/f, pp.261-262).
Por su parte, confutando algunas “superficiales
observaciones empíricas” de ciertos revisionistas, Mariátegui habló de “un
revisionismo negativo” (Defensa del
marxismo, p.36), y, así, como es obvio, presentó este concepto en contraste
con una “revisión positiva del marxismo”.
Refiriéndose a Sorel, el maestro escribió: “La verdadera
revisión del marxismo, en el sentido de renovación y continuación de la obra de
Marx, ha sido realizada, en la teoría y en la práctica, por otra categoría de
intelectuales revolucionarios. Georges Sorel, en estudios que separan y
distinguen lo que en Marx es esencial y sustantivo, de lo que es formal y
contingente, representó en los dos primeros decenios del siglo actual, más acaso
que la reacción del sentimiento clasista de los sindicatos, contra la
degeneración evolucionista y parlamentaria del socialismo, el retorno a la
concepción dinámica y revolucionaria de Marx y su inserción en la nueva
realidad intelectual y orgánica” (ibídem,
pp.20-21).
Pues bien, en el artículo El método de Mariátegui, expusimos nuestra posición sobre lo que en
la cita precedente se dice de Sorel. Aquí, naturalmente, no es necesario
reiterarla, pues únicamente es menester señalar que el maestro entendía por
“verdadera revisión del marxismo” las teorías que renuevan y continúan la
obra de Marx.
Renovar la obra de Max significa restablecer los principios
marxistas, lo cual es congruente con el concepto mariateguiano de que Lenin
aparece “en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del
pensamiento marxista” (Defensa del
marxismo, pp.21-22); y, continuar
la obra de Marx, significa enriquecer el marxismo con nuevas teorías y nuevas
conclusiones, lo cual es conforme con la opinión, también mariateguiana, de que
“Lenin nos prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable de
una revolución, que el marxismo es el único medio de proseguir y superar a
Marx” (ibídem, p.126).
Ahora podemos preguntarnos si negar el desarrollo cobrado por
el marxismo con el surgimiento y concreción
del leninismo, es renovar y continuar el marxismo.
Ahora podemos preguntarnos si creer que la revolución es
posible por los cauces legales de la lucha municipal, es renovar y continuar el
marxismo.
Ahora podemos preguntarnos si intentar liquidar el partido
de clase, es renovar y continuar el marxismo.
Obviamente, cualquier marxista tiene que percatarse de que
esa negación, esa creencia y ese intento no son posiciones marxistas, sino
antimarxistas; que no representan una renovación y una continuación del
marxismo, sino un procedimiento puramente
revisionista.
Y bien, el lector puede comparar el
análisis científico del revisionismo realizado por Lenin con las falacias y
tretas de García, y, de este modo, sacar sus propias conclusiones.
Nuestras conclusiones son las
siguientes: 1) Lenin realizó un profundo esclarecimiento de las condiciones y
causas del surgimiento y expansión del revisionismo, así como de sus
expresiones, mientras que, con sus métodos evasivos, todo lo que hace García es
encubrir dicha desviación del marxismo; 2) en consecuencia, mientras Lenin demostró
tener una gran riqueza de pensamiento, García ha demostrado un pensamiento que
corresponde enteramente a su temperamento criollo.
Pues bien, Aragón ha declarado que
se siente orgulloso de ser revisionista, insinuando así que lo es en el sentido
positivo del término.
Pero esa declaración no le sirve en
absoluto, pues sus posiciones son revisionistas porque ha abjurado del marxismo-leninismo
y del partido de clase, y no por otra
cosa.
Como es obvio, ningún marxista, que
no haya perdido el juicio, puede sentirse orgulloso de renegar de la verdad
universal y del partido del proletariado.
Lo que ocurre, pues, es que, con su
extravagante declaración, Aragón quiere desviar la atención sobre su
liquidacionismo de derecha, forma específica de revisionismo.
Aunque con menor estridencia y con
distintas palabras, esa extravagancia es la misma de los demás liquidadores.
He ahí una
expresión más de la descomposición ideológica y postración moral del grupo
liquidacionista.
Notas
[29] García no dice, por cierto, de forma explícita, que en todos
los casos el término revisionismo es utilizado como adjetivo, pero, al encubrir
el revisionismo de diversas tendencias calificándolas de socialistas, lo que
hace es generalizar, de forma implícita,
su afirmación.
[30] No pocos son los hechos que demuestran nuestra aserción, pero
hay uno que no puede dejar margen a ninguna duda en cualquier persona informada:
hace tres años, más o menos, el grupo de García intentó fusionarse con el
PCP-Unidad, representante tradicional del revisionismo en el Perú.
[31] La premisa estructural de tal supresión y de tal restauración,
fue el carácter burocrático-militar que tuvo el Estado socialista.
[32] Albania fue la excepción: ahí el Estado burocrático-militar,
sin la acción regresiva del revisionismo, se precipitó igualmente al
capitalismo. Esta excepción confirma la regla.
[33] Como se puede ver, para imponer a sus copartidarios su
encubrimiento del revisionismo, García necesitó de muy poco: las tretas ya
señaladas, y estas otras: el término
revisionismo no aparece en los primeros cuatro tomos de las Obras Escogidas de
Mao; lo que hago es “revisionismo positivo”. Esta poquedad –de espurio
contenido, por lo demás– revela toda la incapacidad de los aludidos
copartidarios para darse cuenta de la patraña, o, en su defecto, su previa
descomposición ideológica.
[34] La afirmación “Todas ellas, sin embargo, admiten a nivel
mundial su ancestro doctrinario con el marxismo”, encierra la idea de un
marxismo a secas como base de unidad de toda suerte de oportunismo y
revisionismo. Esta idea la repite García con otras palabras: “… todo el m.c.n.
reconoce a Marx como el punto de partida del socialismo científico” (El partido de Mariátegui). Esta
declaracón, como se sabe, es la base del marxismo a secas como base de unidad
del nivel secreto de su proyectado partido pluriclasista. Pero, citado puntualmente
Luna Vegas, cualquiera puede captar que todo lo que hace García es hacerle coro.
Esto demuestra que aquí no tiene tampoco el mérito de la originalidad.
[35] Obsérvese lo siguiente: si,
según los liquidadores, las varias tendencias oportunistas y revisionistas
actuantes en nuestro medio son distintas escuelas del marxismo (consideración
que, desde luego, no suprime la realidad de las diferencias doctrinales entre
las mismas), entonces el “nivel secreto” del partido “en preparación” de García
tendría que ser también, incluso a contrapelo de lo que puedan pensar sus
promotores, doctrinariamente
heterogéneo. Es decir, tal nivel debería
comprender a representantes de todas las pretensas “escuelas del marxismo”. Por
eso no se entiende que el aludido nivel, existente desde hace siete años, esté
conformado exclusivamente por elementos del grupo de García. Este hecho tiene
dos explicaciones: 1) si teóricamente el proyecto de García es de un partido
doctrinariamente heterogéneo (ahora puede decirse, probadamente, que incluso en su nivel secreto), desde el punto de vista de los hechos este nivel se
presenta con una composición que denota un sectarismo absoluto; 2) este
sectarismo, a su vez, se presenta como “necesario” para García porque el despotismo-servilismo
que caracteriza su relación con sus congéneres, difícilmente podría continuar si
dicho nivel secreto tuviera una composición variada. Esta realidad da la medida
de dos cosas: 1) la manipulación que el grupo liquidacionista pretende ejercer
sobre quienes ingenuamente caigan en la celada de incorporarse a su proyecto de
partido; 2) el engaño que significa un partido sectariamente dirigido desde la
sombra por algunos incondicionales de García. Este es el “partido transparente”
que preparan los liquidadores.
Material
Ajunto
Acerca de
la Propuesta de un Partido Minga
(Extracto)
E.I.
ES UNA VERDAD INDESMENTIBLE QUE, ya en la segunda mitad
de los años 70, Ramón García empezó a negar aspectos fundamentales de la lucha
contra el revisionismo contemporáneo y, con aparente inocencia, empezó también
a tergiversar a Mariátegui.
Entonces, siguiendo su discurso, sus
partidarios hacían circular ideas como éstas: “Yugoslavia es un país
socialista”, “Tito es un gran dirigente marxista-leninista”, “el XX Congreso
del PCUS fue correcto”, “la actual dirección china es marxista-leninista”, “los
soviéticos están desarrollando el marxismo”, etcétera (1).
Esas posiciones, sin duda
oportunistas, se reflejaron luego en algunos artículos de Punto de Vista -cuyos cuatro números aparecieron entre 1982 y
1983-, en la peregrina afirmación de que “la Perestroika es un avance del
socialismo” (2) y en la fatua conjetura de que los países “socialistas” estaban
“por pasar al comunismo” (3).
Posteriormente, en los últimos
veinte años más o menos, García y sus repetidores han terminado:
1) negando
el marxismo-leninismo;
2) silenciando el revisionismo;
3) encubriendo la restauración
capitalista;
4) negando
la filiación marxista-leninista de Mariátegui y del PSP;
5)
levantando la ilusión de “construir”, en los planos de la política y de la
economía y en el marco de la sociedad capitalista, “los gérmenes del
socialismo”;
6) tratando
de pasar como de Mariátegui la concepción de Julio Portocarrero y Hugo Pesce de
un partido de “dos niveles”.
Como consecuencia, si en el plano internacional y
siguiendo el bastón de mando de la dirección china, García participa de la reivindicación del revisionista Liu
Shaoqi, en el plano nacional y blandiendo su propio bastón de mando, ha reivindicado al revisionista Jorge del
Prado en la persona de Arroyo Posadas.
Notas
[1] El autor de estas líneas es testigo personal de las
afirmaciones de Alberto Palomino (las dos primeras) y de Miguel Aragón (las
restantes).
[2] Testimonio de Martín Bohorquez.
[3] Testimonio de César Risso.
01.02.2010.
Ramón García o la Manipulación III
(Extracto)
E.I.
EN LA SEGUNDA MITAD DE LOS AÑOS setenta,
desde su cómodo autoexilio, García empezó a enviar cartas y documentos a sus
copartidarios, en los cuales, entre otras cosas, hacía algunos planteos relativos
a ciertas conclusiones de la lucha contra el revisionismo contemporáneo. Entre
estas conclusiones están la justa caracterización de Yugoslavia como un país
donde se había restaurado el capitalismo y la correcta tipificación de Tito
como un renegado del marxismo (ver ¿Es
Yugoslavia un país socialista?). Así, pues, inspirado en sus planteos,
Palomino publicitaba entonces la idea de que “Yugoslavia es un país socialista”
y “Tito un gran dirigente marxista-leninista”. Yo mismo soy testigo de estos
desaguisados, pero también algunos compañeros que, al parecer, se han retirado
a sus cuarteles de invierno. Igualmente inspirado en los planteos de García, en
la primera mitad de los ochenta Aragón se desgañitó tratando de demostrar, en
conversación personal conmigo, que “los soviéticos están desarrollando el
marxismo”, que “la actual dirección china es marxista-leninista”, que “el XX
Congreso del PCUS fue correcto”, y que la práctica diría si estos planteos eran
correctos o no (35). En esa misma década, en charlas en la Universidad Mayor de
San Marcos, Aragón publicitaba también la idea de que “la Perestroika es un
avance del socialismo” (testimonio del compañero Martín Bohórquez) y la idea de
que “los países socialistas están a punto de pasar al comunismo” (testimonio
del compañero César Risso). Naturalmente, estas declaraciones se inspiraban
igualmente en planteos de García, pues, como todo el mundo lo sabe, es él, y
nadie más, quien daba y da la línea en su grupo.
García, pues, era
la fuente de inspiración de tales desaguisados revisionistas. El discurso de
García era repetido con iguales o parecidas palabras. Sin embargo, para los que
todavía se muestren incrédulos ante esta verdad, citaré algunas afirmaciones
suyas publicadas en Punto de Vista.
En el primer número de esa revista,
1982, García publicó dos artículos en los que hizo públicos sus planteos sobre
la experiencia histórica del socialismo, aunque, como también lo sabe todo el
mundo, sin asumir con su nombre la responsabilidad de los mismos: El movimiento comunista internacional en la
encrucijada y La lección Polaca (cuya segunda parte apareció en el número 3 de la
misma revista, enero-febrero 1983).
En el primero de dichos artículos,
se puede leer: “El no comprender esta necesidad de cambio [de aceptar
temporalmente el desarrollo de la economía mercantil] hizo perder la brújula a
los bolcheviques de la vieja guardia. Perdieron credibilidad. Y Jruschov
levantó dos argumentos incontestables: la necesidad de cambios y los errores de
Stalin. Así pudo paralizar toda resistencia. El revisionismo subió al Poder.
Pero, ¿significa esto un cambio de color en el país entero?” (36).
Pero ocurre que Jruschov solo de la
boca para afuera planteó la necesidad de “aceptar temporalmente el desarrollo
de la economía mercantil”, pues la realidad fue que desde el XX Congreso (1956)
y sobre todo desde el XXI Congreso (1959) y el XXII Congreso (1961) del PCUS,
el revisionismo levantó un programa general de restauración del capitalismo
(36).
Por otro lado, ocurre también que la
“crítica” de Jruschov sobre los errores de Stalin fue desde todo punto
revisionista (37). Finalmente, la idea que está sibilinamente insinuada en la
declaración de García, es que el ascenso del revisionismo al Poder no comporta
la progresiva restauración del capitalismo, y que, por consiguiente, en el
socialismo, da lo mismo que el poder esté en manos de marxistas que en manos de
revisionistas. Por eso en su artículo La
lección polaca toda su argumentación parte del prejuicio de que Polonia era
a la sazón un país socialista, ¡después de más de veinte años de gobierno
revisionista! Es decir, García considera que el revisionismo en el poder tiene
exactamente la misma función que el marxismo: construir el socialismo (38). Por
lo tanto, si, según él, no hay
restauración del capitalismo, entonces “Yugoslavia es un país socialista” y
“Tito es un gran dirigente marxista-leninista” (Palomino); por lo tanto, si la
crítica a los errores de Stalin fue un
argumento incontestable, “el XX Congreso del PCUS fue correcto” y “los
soviéticos están desarrollando el marxismo” (Aragón).
En el mismo artículo se puede leer
también: “el socialismo es un período de transición, y por ende sujeto a
cambios; y…, en segundo lugar, el socialismo es también una sociedad
imperfecta, aunque perfectible” (39). Por lo tanto, si no hubo restauración del
capitalismo y la lucha de clases en el
socialismo apenas es una realidad perfectible, “la actual dirección china
es marxista-leninista”, “la Perestroika es un avance del socialismo” y “los
países socialistas están por pasar al comunismo” (Aragón).
Pero además, en el mismo artículo
García extendía certificado de comunistas a los revisionistas, pues, por un
lado, decía que “Una parte del m.c.i. sostiene que ya no hay países
socialistas” (40) y, por otro lado, decía que “Otra parte del m.c.i. sostiene
que no hay países ‘socialimperialistas’” (41). Y aunque la primera afirmación
es tendenciosa en sí misma, pues nunca nadie dijo que “ya no hay países
socialistas”, lo que hay que subrayar es que a quienes se refiere García con
eso de “Una parte del m.c.i.” es a los marxista-leninistas, y que, en la
segunda afirmación, con aquello de “Otra parte del m.c.i.”, se refiere a los
revisionistas (42).
Con lo señalado es suficiente para
demostrar lo que había que demostrar: que García es el responsable del viraje
de su grupo hacia el revisionismo. Obviamente, el análisis in extenso de este revisionismo es posible únicamente en un
artículo aparte.
En primera conclusión, es claro que,
durante casi veinte años, García guardó bajo siete sellos sus posiciones
revisionistas, es decir, no fue capaz de plantearlas cuando militaba en el PCP.
Estas posiciones se manifiestan ahora, de un modo concentrado, en la negación
de la concepción leninista del partido proletario y en la negación de la concepción
mariateguiana del PSP.
En segunda y última conclusión,
puede decirse con toda razón que, por todo lo expuesto, es evidente que en
oportunismo, egotismo burgués y métodos criollos, García no está muy a la zaga
de viejos y nuevos detractores de Mariátegui. Qué pena, pero es una realidad.
Notas
[35] Y ocurre que la
práctica dio su veredicto inapelable: los países donde el socialismo había sido
reemplazado por un capitalismo de Estado pasaron a un capitalismo tipo occidental,
y con esto cayeron todos los velos puestos por el revisionismo y, por lo tanto,
también las falacias de García.
[36] En el XXI Congreso del
PCUS (1959), Jruschov declaró: “En el momento presente, la tarea práctica
fundamental para nuestro país es crear la base material y técnica de la
sociedad comunista, un nuevo y poderoso auge de las fuerzas productivas”. En el
XXII Congreso (1961), Mikoyan sostuvo: “El nuevo programa del PCUS plantea la
cuestión de un modo justo: lo esencial para la victoria del comunismo es crear
la base técnico material… y asegurar la abundancia… El problema se planteaba,
en cambio, al revés. El problema de la creación de la base técnico-material del
comunismo ni siquiera se esbozaba como cuestión importante y decisiva. En
contraposición a ello se consideraba que la base fundamental para el pasaje al
comunismo era la transformación de la propiedad koljosiana en propiedad de todo
el pueblo… La creación de la base técnico-material del comunismo es el
fundamento de la línea general del Partido”. Como se ve, Mikoyan tergiversa sin
más a Stalin, pues, como se sabe, éste planteó tres condiciones para el paso al
comunismo: 1) aumento de la producción social; 2) paso del sistema de propiedad
colectiva al sistema de propiedad de todo el pueblo; 3) el desarrollo de la
cultura de todo el pueblo. Como se entiende, la primera condición equivale a lo
que Mikoyán denomina “base técnico-material del comunismo”, no obstante lo cual
llega a decir que esta cuestión “ni siquiera se esbozaba como cuestión importante
y decisiva”. Esto por una parte. Por otra, al negar la necesidad de transformar
la propiedad colectiva koljosiana en propiedad de todo el pueblo, Mikoyán,
igual que Jruschov, negaba la segunda condición señalada por Stalin para el
paso al comunismo: la revolucionarización de las relaciones de propiedad
(sustitución del sistema de intercambio de mercancías por un sistema de
intercambio de productos, paso de la etapa del valor de cambio a la etapa del
valor de uso). Así, pues, lo que planteaban los revisionistas era la vieja
teoría de las fuerzas productivas, base del programa de restauración del
capitalismo. Y ya la historia ha mostrado al mundo el resultado. Así que el
primer “argumento incontestable” de Jruschov no significó la superación del error
de los bolcheviques, sino la implementación de todo un programa de restauración
del capitalismo. Esto es lo que oculta García.
[37] Esta crítica comportó
de hecho el abandono del leninismo en todo un conjunto de cuestiones y, al
mismo tiempo, las tesis revisionistas de “las tres pacíficas” y “los dos
todos”. Y ya la historia ha mostrado al mundo los resultados de ese abandono y
de estas tesis. Pero en su artículo García elude el análisis a fondo de esta
cuestión.
[38] De ese modo niega la
dialéctica estructura-superestructura, es decir, la tesis marxista según la
cual la base económica determina en última instancia la superestructura
ideológica-política-jurídica, pero que la relativa autonomía de ésta permite
que reaccione sobre la base económica, modificándola en un sentido o en otro.
[39] Punto de
Vista, Nº1, p.6. La elipsis es mía.
[40] Ibídem,
p.4.
[41] Ibídem,
p.6.
[42] Es decir, ya desde entonces para García los
revisionistas eran parte del movimiento comunista. Por eso se entiende por qué
ahora cree que también son parte de lo que llama movimiento socialista. Y por
eso se entiende también por qué en un artículo presenta como “comunista” a un
famoso ex Secretario General del partido revisionista de Portugal; por qué
participa en un homenaje al conocido revisionista colombiano Gilberto Vieira;
por qué rehabilita a Jorge del Prado en la persona de Arroyo Posada y, por lo tanto,
a todo el revisionismo criollo; por qué asume la rehabilitación de Liu Shaoqi
realizada por el PCCH; por qué propone un partido que integre toda suerte de
oportunismo y revisionismo, etcétera, etcétera.
09.08.10
Apuntes
Sobre el Socialismo Peruano
(Extracto)
E.I.
POR OTRO LADO, EN UN ARTÍCULO anónimo titulado Homenaje a Moisés Arroyo Posadas en el 89
aniversario de su nacimiento, publicado en la revista Centenario, 1995, página 11, se dice que la vida del mencionado
personaje “es una lección contundente de firmeza en sus convicciones
socialistas” y “ejemplo de su profunda fe socialista que orientaba todos sus
pensamientos y acciones” (5). Además, el anónimo autor cita un par de párrafos
de un artículo de Ramón García, titulado Moisés
Arroyo Posadas, publicado en el
Boletín Extraordinario Vertiente, año
4, Nº1, 4.9.91., en los que, entre otras cosas, se dice que el citado personaje
“a los 40 años, en singular defensa, había demolido la torpe acusación de
‘populista’, lanzada contra JCM”, y “a los 60 años exponía en el mundo entero
las ideas del socialismo peruano”.
Ciertamente, durante un determinado
tiempo, Arroyo Posadas cumplió un papel positivo en las filas del Partido y, en
una faceta específica de su producción literaria, siguió cumpliendo un papel de
la misma índole a lo largo de su vida (6). Pero, sin duda, es igualmente cierto
que tuvo especial responsabilidad en la política derechista que durante décadas
caracterizó la acción del PCP, y que, “a los 60 años”, es decir, en 1966, o
sea, en el contexto de la polémica entre marxismo y revisionismo, hacía ya un
tiempo que había tomado partido por el segundo, y que, congruente con ello, se
había mantenido en el grupo de revisionistas criollos expulsados del Partido en
1964.
Pero tanto el anónimo autor como García
silencian estos hechos, y, muy sueltos de huesos, dicen, como se ha visto, que
la vida de Arroyo Posadas “es una lección contundente de firmeza en sus
convicciones socialistas” y “ejemplo de su profunda fe socialista que orientaba
todos sus pensamientos y acciones”, y que, “a los 60 años”, es decir, ya como
representante conspicuo del revisionismo criollo, “exponía en el mundo entero
las ideas del socialismo peruano” (7). Desde luego, este burdo procedimiento
prueba de un modo irrebatible que, tanto el artículo anónimo como el firmado
por García (8), están animados por el mismo propósito de borrar toda neta demarcación
entre marxismo y oportunismo, entre marxismo y revisionismo. De hecho, la
palabra socialismo les sirve para encubrir el revisionismo. Este es el fondo de
la concepción del Socialismo en general y del Socialismo Peruano en particular
que tiene García, concepción que, sin duda, revela
el fondo de su propuesta de un partido socialista.
Evidentemente, esa actitud de
elogiar a toda costa a un representante del revisionismo criollo está en
abierta oposición a la actitud de Mariátegui.
Notas
(5) “Todos”,
pues, es decir, sin excepción de un solo pensamiento y de una sola acción.
(6) Me refiero a
ciertos aspectos de sus escritos sobre Mariátegui.
(7) En la nota Por qué socialista, García escribió:
“¿Por qué JCM propuso el nombre de Partido Socialista? ¿Es cierto que fue por ‘táctica’? ¿Es cierto que ‘reconoció’
este error? ¿Es cierto que ‘se apresuró a corregirlo’ al final de su vida? Esta
versión negativa y antojadiza, basada en torpes especulaciones de ‘me dijo’,
‘le escuché’, ‘sugirió’, etc., hasta ahora circula libremente no obstante que
hay publicada ya abundante documentación propia de JCM que demuestra lo
contrario: no fue por táctica, se reafirmó siempre en ella, jamás transigió en
el cambio”. Pero ocurre que esa “versión
negativa y antojadiza, basada en torpes especulaciones”, que “hasta ahora
circula libremente”, la encontramos, justamente, en la “singular defensa”
escrita por Arroyo Posadas a los cuarenta años de edad, es decir, en 1946,
titulada A propósito del artículo “El
populismo en el Perú”, de V. Miroshevski, originalmente publicada en la
revista cubana Dialéctica, número 17
y republicada en la recopilación Mariátegui
y los orígenes del marxismo
latinoamericano, pp.93-115, preparada por el argentino Aricó. En la
mencionada “singular defensa”, Arroyo Posadas, abordando temas más temas menos,
sigue la línea del artículo Mariátegui,
marxista-leninista, fundador del Partido Comunista Peruano, de Jorge del
Prado, originalmente publicado en la misma revista cubana, número 8, año 1943,
e igualmente republicado en la mencionada recopilación de Aricó, pp.71-90, por
lo que no se entiende por qué García no hizo más bien el elogio de este
artículo, anterior en tres años al de Arroyo Posadas. Pues bien, hablando
específicamente de la cuestión del nombre del Partido, el último de los
nombrados repite en su artículo la “versión negativa y antojadiza, basada en
torpes especulaciones”, de Jorge del Prado: “Mariátegui reconoció su equívoco
de darle la denominación de ‘socialista’ al partido y rápidamente fue él mismo
quien luchó por darle el justo nombre de ‘comunista’” (Aricó, Los orígenes del marxismo latinoamericano, Siglo XXI Editores,
México, 1980, p. 112). En su mencionado artículo, del Prado había afirmado:
“recuerdo que, después de haber leído las tesis y resoluciones del Primer
Congreso de los Partidos Comunistas latinoamericanos, que me proporcionara
Mariátegui contra la voluntad de algunos que lo rodeaban, llegamos con Pompeyo
Herrera y Arroyo Posadas (si mal no recuerdo) a la conclusión de que era justo
cambiar el nombre del partido por el de comunista. (…) Corrimos, pues, a
entrevistarlo. Pero provocando nuestra sorpresa, que luego se transformó en un
verdadero alborozo, Mariátegui nos dijo que sí, que él pensaba lo mismo, ya que
se había dado cuenta, por lo que nosotros le decíamos y por el ambiente que se
respiraba en su torno, que su propaganda y su labor ideológica y organizativa
habían cumplido, finalmente, su gran cometido. Que ya estaban dadas las
condiciones para que en el Perú apareciera a toda luz, y con una fisonomía
perfectamente definida, el partido por el que había trabajado siempre. Que él
consideraba, en cierta medida, nuestra opinión y la opinión de la mayoría de
los obreros que lo acompañaban, como la verdadera opinión de nuestro pueblo. Y
que por todo ello se sentía sumamente satisfecho y dispuesto a sostener el
nuevo nombre contra viento y marea” (ibidem,
pp.86). Y sucede que, en los casi cincuenta años que siguieron a la fecha de
esta afirmación hasta 1994, Arroyo Posadas no desmintió nunca semejante
patraña, ni en su “singular defensa” ni en ninguna otra parte. Y digo “patraña”,
pues la afirmación de Del Prado no es una simple “especulación”, sino una
verdadera patraña, es decir, una fabulosa mentira. Por lo tanto, es evidente que,
en la fabricación de esta mentira (de esta patraña), estuvo comprometido Arroyo
Posadas. Pero este hecho es silenciado por García, tal vez porque él mismo
tiene especial responsabilidad en la libre
circulación de la idea de que
Mariátegui se “rectificó” de su propuesta de Partido Socialista. Efectivamente,
en la recopilación La organización del
proletariado, cambió el nombre del Acta
de Constitución del Partido que, así, aparece ahí como Acta de constitución del PCP. Además, escribió en una nota a pie de
página que “El 7 de octubre de 1928, reunidos en Barranco, nueve miembros del
grupo de Lima, entre los que se encontraba José Carlos Mariátegui, fundaron el
Partido Comunista y aprobaron la presente Acta de Constitución”. “Un punto
importante de la discusión para la formación del Partido, fue el concerniente a
su carácter legal. Como consta en el Acta, de
acuerdo a las circunstancias concretas, el Partido fue denominado Socialista, para poder aprovechar en
algo las posibilidades legales. Pero todos estuvieron de acuerdo en constituir,
dentro de la organización, los grupos secretos que velarían por el carácter
bolchevique del Partido. A partir de mayo de 1930 el Partido tomó
definitivamente el nombre de Comunista. Por ello, el Partido, desde su
fundación, nació como Partido Comunista; y sólo formalmente y por poco tiempo
llevó el nombre de Socialista” (pp.196-197; negritas en el original). Y agregó
en otra nota al pie: “La táctica de nominar al Partido como Socialista,
manteniendo la organización bolchevique en secreto, amenazaba al Partido con la
infiltración de elementos reformistas. Además, las condiciones de ingreso en la
III Internacional exigían, para la estricta distinción entre la revolución y el
revisionismo, que los partidos bolcheviques se denominaran Partido Comunista,
agregándoles el nombre del país en genitivo. Contemplada esta situación, José
Carlos Mariátegui propuso la correspondiente rectificación, en la reunión del
Comité Central del 1º de marzo de 1930”
(p.198). Estas afirmaciones son un hecho histórico indesmentible y, por lo tanto,
hay que ventilarlas, así al autor de las mismas, nada amigo del reconocimiento
franco de sus errores, se le escarapele el cuerpo. Por supuesto, todos somos
responsables de la libre circulación de la mencionada “versión negativa y
antojadiza”, pero, evidentemente, hay responsabilidades y responsabilidades.
Como es de conocimiento general, ahora García pretende haberse desembarazado de
estas torpes especulaciones,
seguramente porque cree “haber hecho las correcciones, supresiones, agregados
del caso”, como ha dicho, a propósito de otra cosa, en el huachafo artículo Las cinco caídas de yo el supremo, pero
la verdad demasiado notoria es que, también
en relación al tema que ha dado lugar a la presente nota, solamente ha pasado
de ciertas verdades a ciertas falsedades y de unas especulaciones a otras
especulaciones. Pero, desde luego, lo que importa subrayar aquí de una manera
particular es que la apología que ha hecho de Arroyo Posadas es una verdadera
expresión de su empeño por encubrir el socialismo domesticado, un verdadero
intento de borrar toda demarcación entre marxistas y oportunistas. La toma de
posición por el revisionismo contemporáneo y la complicidad en la patraña de
endilgarle a Mariátegui haberse retractado de su propuesta de titular
Socialista a su partido, es “una lección contundente de firmeza en sus
convicciones socialistas” de Arroyo Posadas, un “ejemplo de su profunda fe socialista que
orientaba todos sus pensamientos y acciones”, una muestra de que “a los 60 años
exponía en el mundo entero las ideas del socialismo peruano”. ¡El mundo al
revés por obra de García!
(8) Todo indica que García es también el autor del
artículo sin firma publicado en Centenario.
Jorge Oshiro
Notas:
El Pesimismo de
Juan Croniqueur
(Novena
Parte)
Jorge Oshiro
RESUMIENDO: LA REDENCIÓN se encuentra en la negación de la Voluntad.
'¡Toma tu cruz y sígueme!', '¡Renuncia!'. En ningún lugar ha sido tan
brillantemente formulado esta tesis que entre los místicos alemanes. Ascetismo,
éxtasis, disolución del yo en Dios, todos estos son los conceptos que se
encuentran en Schopenhauer y que el joven poeta peruano Juan Croniqueur había
retomado para sí.
Hacía
la superación del pesimismo
G. Rouillón distingue en
este período de la obra de Mariátegui como Juan Croniqueur dos momentos
consecutivos: el primero es el momento ‹solitario e intimista›, del cual hemos
desarrollado el aspecto filosófico en el acápite anterior y luego otro período
de ‹soberbia y de exhibicionismo›.
Se
ha dicho ya en el capítulo anterior que este período de la vida y el pensar del
joven Mariátegui es complejo y contradictorio. En efecto, no puede dejar de
sorprender cierto contraste que encierra la poesía y esas cartas íntimas con
los escritos en prosa y por el comportamiento social del autor.
Tratando
de compensar, tal vez, su humilde condición social y su parcial impedimento
físico, Juan Croniqueur se destaca por su elegancia acentuada en el vestir, en
el escribir y en el hablar1.
Frecuenta lugares cercanos
a las clases privilegiadas como son restaurantes, cafés de moda, hipódromo,
teatro. Escribe en revistas como «Lulú»
dirigida a las damas de la aristocracia y es cofundador y redactor de
«Turf», revista dedicada al mundo aristocrático de Lima.
Rouillón
explica este comportamiento de Juan Croniqueur en esa búsqueda subconsciente
del padre desconocido, que él sabe que pertenece a la aristocracia de Lima.
Independientemente de la validez de esta tesis del biógrafo de Mariátegui, lo
importante aquí es anotar que Juan Croniqueur, pesimista en la intimidad de su
poesía, no es un ser aislado y retirado de su mundo circundante.
Todo
lo contrario. El joven poeta participa activamente en la vida social, política
y cultural de su país. Y juntamente a su interés por el mundo de la aristocracia
también su interés y preocupación abarca a toda la sociedad y en ella las
clases populares.
En
su actividad de periodistas había sido al comienzo un cronista de páginas
policiales. En febrero de 1916 escribía:
"Lea usted la crónica
de policía. En ella se cuenta los episodios cotidianos de la vida de las gentes
humildes. Eran episodios vulgares, ínfimos y necios, grotescos muchas veces.
Pero se esconde y divulga a veces, tras ellos, una historia sentimental, un
drama inquietante o una arlequinada en la que vibran en un solo sonido la
carcajada y el llanto"2.
Como cronista político y
social y como crítico de arte y literatura el joven periodista fue un agudo
observador de este mundo circundante, sobre todo de la vida cotidiana. Y Juan
Croniqueur muy pronto se dio cuenta que sus problemas ‹personales› eran al
mismo tiempo problemas sociales, propios a la estructura histórica de su país.
El mundo cultural en la cual vivía el joven Mariátegui ha sido ya estudiado con
acierto y amplitud.3
Veamos
aquí de manera abreviada un solo aspecto: el tema del aburrimiento. El país,
dominado por una pequeña oligarquía aliada con los gamonales de las provincias,
había implantado un régimen de absoluto inmovilismo social, político y
cultural. Lo que era ayer, es hoy y será mañana.
"La vida cotidiana
limeña era una repetición constante de rituales consabidos; la vida política no
se diferenciaba mucho durante esos años monopolizados por el Partido
Civil." (Flores Galindo).
La realidad social
política de la capital peruana parecía absolutamente estática:
"Parecía que nada
podía cambiar. Cualquier esfuerzo era inútil o estaba de antemano condenado al
fracaso".
El mismo Juan Croniqueur
escribía:
"Nada interesante ha
turbado la abrumadora monotonía de nuestro vivir limeño y que haya puesto
siquiera un matiz de suaves efluvios en la semana transcurrida".
Este aburrimiento
expresado tan frecuentemente por él no era por lo tanto exclusivamente suyo. Lo
sentía casi todos los escritores peruanos de su época. Este tedio era la forma
de vida característica de la aristocracia limeña que se proyectaba hasta las
otras capas sociales. Escribe Flores Galindo:
"Las clases medias
eran afectas a las pastillas del Dr. Richards, adecuadas para combatir la
pereza o el cansancio y pocas mujeres podían prescindir del Cordial de
Cerebrina, recomendado para los estados de depresión".
Mientras en el pensamiento
de Schopenhauer las agudas observaciones que hacía de la realidad
social-histórica en la que vivía se cristalizó en una teoría metafísica general
sobre el hombre y la realidad, el camino del joven Mariátegui tuvo otra
trayectoria; él ‹historiza y socializa›, en un proceso paulatino, sus problemas
más íntimos, proyecta sus conflictos ‹personales› dentro de la totalidad de los
problemas sociales.
O
visto desde otro ángulo: comienza a comprender que sus problemas más
sustanciales no eran puramente ‹personales›, sino que intuyó desde muy temprano
que la sustancia de estos problemas eran solamente expresiones de una totalidad
más general y abarcante.
O
para decirlo en terminología spinoziana, el joven poeta de «Tristeza» intuyó
muy temprano que sus conflictos más íntimos no eran otra cosa que 'modos',
individuales y distintos de una 'sustancia' (social e histórica) única.
Por
lo tanto no hubo en él la diferencia casi ontológica entre la ‹vida particular›
y la ‹vida pública›. De allí que se entienda, dentro de este contexto, que él
publicara con toda espontaneidad sus confesiones más íntimas: las cartas a Ruth
y los poemas anteriormente analizados fueron tan ‹públicos› como lo fueron sus
otros trabajos.
No
hay en ello absolutamente ningún tipo de ‹exhibicionismo›. Para Mariátegui
había solamente una sola realidad. De allí que encontremos una categoría ética
central en su actitud y pensamiento: la sinceridad. Juan Croniqueur
escribió en este sentido en una polémica sobre arte con Teófilo Castillo:
"No importa que mi
temperamento, mi tendencia, mi pasión me conduzcan alguna vez al extravío. Me
enorgullece mi juventud porque es sana y honrada y porque me conserva esta gran
virtud de la sinceridad"4.
Y en otro pasaje:
"Se me acusa de
petulancia, de teatralidad y de pose. Es injusta, como todas, esta acusación.
Hay de cierto sólo que no tengo la hipocresía fácil y arribista de proclamarme
modesto. No quiero parecerme a los que han mentido modestia alentando en el
fondo de su alma la más exagerada de las vanidades. Y no busco embozos ni me
agradan disfraces. Me descubro como soy. Escribo como siento y nunca haré la
profanación de mistificar mi emoción espiritual para dar a un artículo, a un
cuento o a una poesía, un embustero velo de humildad".
_____________
Notas:
1 Foción Mariátegui, presidente de la Cámara de Diputado y personaje
importante del gobierno de Leguía describió así a nuestro autor:
“Desventuradamente nunca se presentó la ocasión de conversar sobre cuestiones
relacionadas con él y sus posibles vínculos con nosotros. O porque José Carlos
no lo deseaba o porque nosotros no queríamos tocar un punto tan escabroso y
sensible...Eso sí debo mencionar que el mencionado joven era altanero y
presuntuoso...Hablaba de cosas serias en medio de una conversación familiar,
citaba nombres famosos o sentencias célebres en los lugares y circunstancias en
que menos venían a propósito“. A este cita, Castro Arenas comenta: “Lo que
Foción Mariátegui calificaba como "vanidad ostensible” era, en realidad,
orgullo iracundo; José Carlos empleaba desmedidamente su cultura, precoz en las
conversaciones triviales como una forma de balancear sus carencias sociales“.
(Castro Arenas).
2 Citado por A. Flores Galindo.1989:156-157.
3 Ver Flores Galindo y M.Burga: «Apogeo y Crisis de la República
Aristocrática». Lima.1984. Y también Flores Galindo: II.Parte de «Agonía de
Mariátegui». Lima 1989.
4 «Intereses Generales» en «La Prensa», 2.3.1916.