¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
“Principios
Programáticos del Partido Socialista” y
el Programa del Frente Unido del Pueblo Peruano Hoy
Eduardo
Ibarra
I
JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI redactó el proyecto de programa
del PSP en 1928, el mismo que fue aprobado en primera instancia en la Reunión
de Barranco. Luego, sobre su base, en algún momento del trimestre
setiembre-diciembre de 1929, el Comité Ejecutivo del Partido aprobó el programa
del Partido.
Por cuanto no ha llegado hasta
nosotros el texto del programa aprobado, es necesario tener en cuenta Principios programáticos, base
fundamental de dicho programa.
Principios
programáticos
fue, pues, el proyecto de programa del PSP, y no el programa del Frente Unido
del Pueblo Peruano.
Sin embargo, por plantear dicho
documento reivindicaciones máximas y
mínimas de cara al pueblo peruano (1), bien puede asumirse, hoy por hoy, como
base para la construcción del programa del Frente Unido de nuestro pueblo.
Precisamente aquí lo tenemos en cuenta en esta dimensión (2).
II
Puede leerse en Principios
programáticos lo siguiente: “las masas trabajadoras de la ciudad, el campo
y las minas y el campesinado indígena, cuyos intereses y aspiraciones
representamos en la lucha política, sabrán apropiarse de estas reivindicaciones
y de esta doctrina, combatir perseverante y esforzadamente por ellas y
encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del
socialismo”.
Es claro, pues, que Principios debía ser propagandizado
entre las masas trabajadoras. De otro modo no se entendería la afirmación según
la cual aquellas masas “sabrán apropiarse de estas reivindicaciones y de esta
doctrina”.
Pues bien, es expresivo que muchos
puntos del proyecto de programa de Mariátegui fueran asumidos por la CGTP (ver Ideología y política, pp.137-155), y
que, ligado a esto, en el mismo mes de mayo de 1929 (fecha de la fundación de
la CGTP), el maestro sostuviera, en el artículo Admonición del 1º de mayo (publicado en Labor, al mismo tiempo que
el Manifiesto a los trabajadores de la
república lanzado por el Comité 1º de Mayo, documento que sentó la base de
la fundación de la central del proletariado peruano), el inapelable juicio
siguiente: “La lucha por el socialismo no se nutre de evocaciones dolientes o
coléricas ni de esperanzas exaltadas. Es, antes que nada, acción concreta,
realidad presente. Trabajan por el advenimiento de una sociedad nueva los que
todo el año disciplinada, obstinadamente, combaten por el socialismo; no los que
en ésta u otra fecha sienten un momentáneo impulso de motín o asonada” (ibídem, p.118).
Este cordón umbilical entre el PSP y
la CGTP tiene su explicación en el siguiente Acuerdo de la Reunión de Barranco:
“5º.- La organización sindical y el partido socialista, por cuya formación
trabajaremos, aceptarán contingentemente una táctica de frente único o alianza
con organizaciones o grupos de la pequeña burguesía, siempre que éstos
representen efectivamente un movimiento de masas y con objetivos y
reivindicaciones concretamente determinados” (Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p. 398).
La expresión “La organización
sindical y el partido socialista” da la idea del frente político del
proletariado, conformado por el Partido Socialista y las clases trabajadoras
organizadas.
La expresión “aceptarán
contingentemente una táctica de frente único o alianza con organizaciones o
grupos de la pequeña burguesía”, da la idea de que tal frente político del
proletariado debía ser la base de un frente más amplio, que incorporase a los
sectores de la pequeña burguesía políticamente organizados, sobre la base,
claro está, de “objetivos y reivindicaciones concretamente determinados”.
En la carta colectiva, señaló
Mariátegui: "Los elementos de izquierda que en el Perú concurrimos a su
formación [del Apra], constituimos de hecho -y organizaremos formalmente- un
grupo o Partido Socialista, de filiación y orientación definidas que colaborando
dentro del movimiento con elementos liberales o revolucionarios de la pequeña
burguesía y aun de la burguesía, que acepten nuestros puntos de vista, trabaje
por dirigir a las masas hacia las ideas socialistas" (ibídem, p.301).
De esta forma el maestro planteó el
Frente democrático-nacional sobre la base de “objetivos y reivindicaciones
concretamente determinados” y el derecho del proletariado de trabajar por dirigir a las masas hacia las ideas
socialistas.
Ciertamente los objetivos y las
reivindicaciones (para expresarnos con la distinción que hizo Mariátegui), eran
precisamente los contenidos en Principios
programáticos, concretamente determinados por nuestra realidad particular.
Entre los objetivos fundamentales es
menester subrayar aquí los siguientes:
3º- El
agudizamiento de las contradicciones de la economía capitalista. El capitalismo
se desarrolla en un pueblo semi-feudal como el nuestro, en instantes en que,
llegado a la etapa de los monopolios y del imperialismo, toda la ideología
liberal, correspondiente a la etapa de la libre concurrencia, ha cesado de ser
válida. El imperialismo no consiente a ninguno de estos pueblos
semi-coloniales, que explota como mercado de su capital y sus mercaderías y
como depósito de materias primas, un programa económico de nacionalización e
industrialismo. Los obliga a la especialización, a la monocultura. (Petróleo,
cobre, azúcar, algodón, en el Perú). Crisis que se derivan de esta rígida
determinación de la producción nacional por factores del mercado mundial
capitalista.
5º- La
economía pre-capitalista del Perú republicano que, por la ausencia de una clase
burguesa vigorosa y por las condiciones nacionales e internacionales que han
determinado el lento avance del país en la vía capitalista, no puede liberarse
bajo el régimen burgués, enfeudado a los intereses imperialistas, coludido con
la feudalidad gamonalista y clerical, de
las taras y rezagos de la feudalidad colonial.
El destino
colonial del país reanuda su proceso. La
emancipación de la economía del país es posible únicamente por la acción
de las masas proletarias, solidarías con la lucha anti-imperialista mundial. Sólo
la acción proletaria puede estimular primero y realizar después las tareas de
la revolución democrático-burguesa, que el régimen burgués es incompetente para
desarrollar y cumplir.
6º- El
socialismo encuentra lo mismo en la subsistencia de las comunidades que en las
grandes empresas agrícolas, los elementos de una solución socialista de la
cuestión agraria, solución que tolerará en parte la explotación de la tierra
por los pequeños agricultores ahí donde el yanaconazgo o la pequeña propiedad
recomiendan dejar a la gestión individual, en tanto que se avanza en la gestión
colectiva de la agricultura, las zonas donde ese género de explotación prevalece.
Pero esto, lo mismo que el estímulo que se preste al libre resurgimiento del
pueblo indígena, a la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativos, no significa en lo absoluto una romántica y anti-histórica tendencia de
reconstrucción o resurrección del socialismo incaico, que correspondió a
condiciones históricas completamente superadas, y del cual sólo quedan, como
factor aprovechable dentro de una técnica de producción perfectamente
científica, los hábitos de cooperación y socialismo de los campesinos
indígenas. El socialismo presupone la técnica, la ciencia, la etapa
capitalistas; y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de las
conquistas de la civilización moderna, sino por el contrario la máxima y
metódica aceleración de la incorporación de estas conquistas en la vida
nacional.
8º-
Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos
y en su doctrina revolución proletaria. El partido del proletariado, capacitado
por la lucha para el ejercicio del poder y el desarrollo de su propio programa,
realiza en esta etapa las tareas de la organización y defensa del orden
socialista.
(Ideología y política, p.159-161).
Como se puede ver, estos puntos conciernen a las dos
tareas centrales de la revolución democrático-nacional y al paso de esta
revolución a la revolución proletaria.
Ello quiere decir que en Principios programáticos Mariátegui
estableció el principio táctico del
frente unido (lucha común contra el enemigo común) y su principio estratégico
(dirección del proletariado, lucha por el socialismo).
Por lo tanto, el Programa del Frente
Unido del Pueblo Peruano debe retomar, mutatis
mutandis, las aludidas cuestiones fundamentales de la propuesta
mariateguiana si de verdad se quiere construir un frente para la emancipación
material e intelectual de las clases trabajadoras.
Y acordar las otras reivindicaciones
máximas que corresponden, así como las reivindicaciones mínimas, concretamente
determinadas por la situación actual.
Como se sabe, la izquierda reformista,
es decir, la izquierda de la derecha, ya ha hecho conocer sus programas, con
los cuales han negado en redondo lo sustancial de Principios Programáticos en lo que concierne a las tareas fundamentales
del pueblo peruano.
Ciertamente la izquierda mariateguiana
no puede, bajo ningún pretexto, ir a remolque de tales programas reformistas;
no puede, bajo ningún pretexto, ponerle el hombro a programas que no pasan de
proponer el cambio de un modelo de desarrollo capitalista por otro modelo de
desarrollo capitalista.
Por lo tanto, es tarea de la
izquierda mariateguiana discutir y acordar un programa de frente unido con objetivos y reivindicaciones concretamente
determinados, y que, por esto mismo, le
permita al proletariado trabajar por
dirigir a las masas hacia las ideas socialistas.
Como se ha podido ver, en el tiempo
de Mariátegui el Programa del Frente Unido del Pueblo Peruano se encontraba en
proceso de construcción, y solo la muerte temprana del maestro y el asalto del
CC del PSP por la desviación de izquierda encabezada por Ravines, pudieron
truncarlo.
Ahora, el Programa del Frente se encuentra
igualmente en proceso de construcción, y solo el egotismo sectario y corrosivo
de los que niegan y de los que dudan podría
truncar este proceso.
En los últimos tiempos, se han producido
algunos gestos de solidaridad de clase entre algunas tendencias de la izquierda
mariateguiana, pero esto es muy poco todavía.
La izquierda mariateguiana requiere
concretar un espacio para discutir y acordar un proyecto de programa del Frente
Unido.
Precisamente
el presente artículo no tiene más propósito que contribuir a la creación de
dicho espacio.
¿Será
posible, ahora, darle una perspectiva cierta a la lucha común contra el enemigo
común, a la lucha por el socialismo?
Notas
[1] Es menester recordar que, aprobado, sobre la base
del proyecto mariateguiano, el programa del PSP en algún momento del último
cuarto del año 1929, en marzo de 1930 se intentó la aparición pública del
Partido con su programa aprobado.
[2] El documento mariateguiano es un programa de
principios y un programa de reivindicaciones al mismo tiempo. El presente
artículo no examina especialmente la primera dimensión del documento.
25.01.2016.
Nota:
Republicamos el siguiente artículo de nuestro compañero
Eduardo Ibarra, pues la proximidad de las elecciones generales obliga a
esclarecer el concepto de “izquierda de la derecha”, utilizado en algunos de
nuestros artículos publicados en este mismo espacio a raíz del análisis de los
frentes constituidos para dichas elecciones.
Así, con argumentos, contribuimos al debate de ideas y
a la toma posición de marxistas y trabajadores.
01.02.2016.
COMITÉ DE
RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI (CRJCM)
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Izquierda y Derecha
Eduardo Ibarra
I
LOS DOS TÉRMINOS que dan título al presente
artículo han sido desahuciados por algunos intelectuales burgueses con el
espurio argumento de que son anacrónicos. Según ellos, en el mundo no existe ya
la contradicción entre capitalismo y socialismo, y, en consecuencia, en todos
los países ha desaparecido la división de las fuerzas políticas en izquierda y
derecha. Con esta burda falacia buscan borrar de la conciencia de las clases
trabajadoras toda precisa demarcación entre revolución y reacción. Por otro
lado, hay quienes, sin parar mientes, utilizan los mencionados términos de una
manera abusiva, es decir, sin tener en cuenta su estricto significado. Por
último, hay también quienes, so capa de su origen, pretenden expulsar ambos
términos del lexicón marxista, o, cuando menos, descalificar el término
izquierda como calificativo de las fuerzas revolucionarias.
Ciertamente estas son razones
suficientes para intentar un esclarecimiento de la cuestión.
En la Convención
Nacional francesa de 1791 se produjo el hecho fortuito de que los
jacobinos, que luchaban por liquidar el feudalismo, ocuparon el lado izquierdo
del foro, mientras los girondinos, que seguían el camino de la conciliación con
la monarquía, ocuparon el lado derecho. De esta azarosa circunstancia se tomó
la costumbre de llamar izquierda a los jacobinos y derecha a los girondinos. En
consecuencia, ambos términos adquirieron un contenido político preciso:
empezaron a designar las dos tendencias fundamentales de la burguesía francesa
del siglo XVIII: la tendencia revolucionaria y la tendencia
oportunista, los jacobinos y los girondinos respectivamente.
Ahora bien, es evidente que la clase
feudal era entonces la derecha por antonomasia. Así, pues, en la época de que
tratamos, en el seno del pueblo eran de izquierda quienes luchaban por liquidar
la sociedad feudal y establecer la sociedad capitalista, mientras eran de
derecha quienes conciliaban con la monarquía. Esto quiere decir que, desde un
principio, ambos términos definieron la posición de las distintas fuerzas
políticas en el seno del pueblo por su posición ante al poder
político. Y, precisamente en esto reside el quid de la
cuestión.
En virtud de su adquirido contenido
político, los términos izquierda y derecha cobraron carta
de ciudadanía más allá de los marcos de la Francia dieciochesca y
hasta acabaron trascendiendo los marcos de la lucha de la burguesía contra el
feudalismo. Es decir que, en virtud de su transformación en verdaderos
conceptos políticos, ambos términos se universalizaron y perduraron a través
del tiempo.
Como no podía ser de otro modo, esta
realidad -determinada históricamente- dejó su marca en el lexicón marxista. Así
por ejemplo, entre 1901 y 1902, Lenin escribió: “La comparación de las dos
tendencias existentes en el seno del proletariado revolucionario (la
revolucionaria y la oportunista) con las dos corrientes de la burguesía
revolucionaria del siglo XVIII (la jacobina -la Montaña- y la
girondina) fue hecha en el artículo de fondo del número 2 de Iskra (febrero
de 1901). El autor de dicho artículo fue Plejánov. Los
demócratas-constitucionalistas, los ‘sin título’ y los mencheviques gustan aún
ahora de hablar del ‘jacobinismo’ en la socialdemocracia
rusa. Pero hoy día prefieren callar u... olvidar el hecho de que Plejánov lanzó
por primera vez este concepto contra el ala derecha de la socialdemocracia” (Qué
hacer. Cursiva y elipsis en el original).
Y en 1904 sostuvo: “De por sí el hecho
de la división del Congreso (del partido) en ala izquierda y derecha, en ala
revolucionaria y oportunista, no sólo no representa aún nada terrible ni nada
crítico, sino ni siquiera absolutamente nada anormal” (Un paso adelante, dos
pasos atrás). Así, pues, ya a principios del siglo XX los términos
izquierda y derecha estaban consagrados en el lexicón marxista, y, como se ha
visto, los mismos designan las dos tendencias fundamentales en el seno del
proletariado (y por extensión en el seno del pueblo): la tendencia
revolucionaria, que lucha por liquidar el capitalismo y reemplazarlo por el
socialismo; y la tendencia oportunista, que lucha por atenuar algunas
expresiones extremas del capitalismo pero no por liquidarlo como sistema
económico-social. Este es el contenido que tienen en nuestra época ambos
términos.
Con estos términos ha sucedido, pues,
lo que Engels señaló con toda razón en su famoso Ludwig Feuerbach y el
fin de la filosofía clásica alemana: las palabras valen no “lo que deberían
denotar por su origen”, sino lo que “significan con arreglo al desarrollo
histórico de su empleo real”.
II
Exactamente como ayer la clase feudal fue la
derecha por antonomasia, hoy la clase burguesa es la derecha por antonomasia.
Por consiguiente, en nuestra época cualquier fuerza política en el seno del
pueblo se define como de izquierda o derecha en función de su posición
ante al poder político de la burguesía.
Los gobiernos del Frente
Amplio en Uruguay, del Partido de los Trabajadores en
Brasil, del Partido Socialista Unificado de Venezuela, por ejemplo, son
considerados por algunos como de izquierda. Pero la verdad es que ninguno de
estos gobiernos (ni ningún otro como los nombrados) es verdaderamente
revolucionario, pues no tienen más horizonte que hacer potable el capitalismo
con algunas reformas.
No obstante, es un hecho que, con
arreglo a su empleo real, el término izquierda ha cobrado
una nueva acepción: designa también a las fuerzas políticas reformistas. Entonces,
así las cosas, es necesario precisar que estas fuerzas son en realidad la
izquierda de la derecha, pues objetivamente cumplen la función de sostener
el sistema capitalista.
Existe, pues, una diferencia radical
entre la izquierda que lucha por liquidar el capitalismo y la izquierda que
lucha por maquillarlo, entre la izquierda revolucionaria y la izquierda
reformista, entre la izquierda auténtica y la izquierda demagógica.
Por otra parte, hay quienes creen decir
algo muy profundo con aquello de que el marxismo “no es de derecha ni de
izquierda, sino de avance”. Con esto niegan que, con arreglo al
desarrollo histórico de su empleo real, los mencionados términos encierran
el concepto de avance (izquierda) y el concepto de conservación (derecha). Pero
ocurre que el marxismo es la doctrina de izquierda por antonomasia, pues
precisamente de su aplicación por el movimiento revolucionario dimana el avance histórico
de la humanidad hacia su emancipación.
Contra la pretensión reaccionaria, hay
que reivindicar los términos izquierda y derecha como conceptos políticos que
dan cuenta del revolucionarismo y del conservadurismo respectivamente. Contra
la maniobra oportunista de cubrirse detrás del término izquierda, hay que
reivindicar su estricto significado. Contra la pretensión de descalificar ambos
términos como adecuados para calificar las opuestas fuerzas políticas en el
mundo de hoy, hay que reivindicar la acertada observación de Engels de que las
palabras valen no “lo que deberían denotar por su origen”, sino lo que
“significan con arreglo al desarrollo histórico de su empleo real”, pues el
árbol del lenguaje vivo es siempre más verde que cualquier consideración
etimológica.
30.03.05.
Mariátegui le Salvó la Vida al Presidente Leguía
Antonio Rengifo Balarezo
CUANDO EL APARATO REPRESIVO del dictador
Leguía durante los meses de junio y julio de 1924 persiguió, encarceló, torturó
deportó a dirigentes sindicales y profesores de la Universidad Popular González
Prada; así como también clausuró órganos de prensa y allanó locales de los
trabajadores; surgió, como conducta reactiva, la idea de asesinar al dictador,
pensando con la simpleza de la desesperación:
muerto el perro, se acabó con la
rabia.
A Enrique Cornejo
Koster, estudiante de medicina y profesor de la Universidad Popular González
Prada y a otros jóvenes compañeros les hicieron una invitación:
…dos anarquistas se
acercaron a nosotros a presentarnos un plan: eliminar a Leguía en el hipódromo
un próximo domingo. (…) Nos reunimos esa noche.
Éramos ocho los profesores que podíamos conocer ese asunto. Cuatro votaron por la afirmativa y cuatro se
opusieron
Habiendo empate y
no sabiendo que hacer recurrimos a José Carlos, quien con lógica fría nos hizo
ver lo inconveniente de un asesinato político sin tener nada preparado para
tomar el poder.
Este plan es
prematuro, nos dijo; la labor de ahora es de enseñanza y difusión.
Ese testimonio ha sido registrado por
Guillermo Rouillon, el biógrafo de Mariátegui.
Pero ahí no queda el asunto.
Entre todos los cuestionarios que remitió Rouillon a los contemporáneos
de Mariátegui, figura una carta de respuesta que pertenece a Francisco Amorós
Arenas y que obra en su archivo. Para mí, un desconocido. Amorós, solo figura de manera marginal y
escueta en el segundo tomo de la biografía de Rouillon y nada más.
Entonces, me acordé
de mi amigo Ricardo Melgar, investigador y docente de la universidad nacional
autónoma de México. El es amplio conocedor del Oncenio de Leguía (1919/1930) y
tiene fichada a la vanguardia obrera de esa época. Es tan valioso su archivo que el Dr. Bernardo
Fernández Oliva, Inspector General de Investigaciones del gobierno de Leguía,
lo hubiera codiciado. Le trasmití el nombre de quien para mí era un desconocido:
Francisco Amorós Arenas. Gentilmente me respondió de inmediato con el
currículo abreviado de dicho personaje. Por eso sabemos que fue obrero de
construcción civil y dirigente sindical.
Vayamos al
grano. Les presento unos fragmentos de
la breve respuesta de Francisco Amorós Arenas a Guillermo Rouillon:
Conocí a don José
Carlos en la primera conferencia que diera en el antiguo palacio municipal del
Paseo Colón; desde el primer momento me interesó su plan expositivo y más tarde
por el hondo contenido socialista de sus conferencias.
(…) Tenía que estar
en el velorio por afinidad ideológica. Y
porque reconocía que había dedicado su vida a una causa altamente humana.
(..) El año 1924 aún existía en Lima el Ring al
aire libre. Por esa época consideraba
que se podía arreglar cualquier situación política con una onza de plomo o un
cartucho de dinamita. Fue con ese
criterio absurdo y funesto que mandé decir a don José Carlos con Luis Heysen
que al día siguiente iba a liquidar a Leguía, en el ring al aire libre a las
dos y media de la noche. Regresaba a
Barranco Luis Heysen y me informaba que don José se oponía terminantemente ante
mi decisión porque el hecho daría lugar a una reacción en forma irreversible y
podía provocar el caos en el país.
La carta de Francisco Amorós Arenas está
plagada de faltas de ortografía lo que indica su nivel de escolaridad; pero eso
no tiene importancia, sino el contenido.
De las dos versiones para asesinar al presidente Leguía, Guillermo
Rouillon únicamente registró en su libro el testimonio de Enrique Cornejo; mas no
así el testimonio de Francisco Amorós. No sabemos cuál fue el criterio de
Guillermo Rouillon. Pero, es indudable, en Lima se respiraba una atmósfera que
incentivaba el asesinato del dictador.
(1894/1930)
En suma, Mariátegui, desde su silla de
ruedas le salvó la vida a Leguía; esta actitud de José Carlos es un indicio de
la estrategia que se había trazado al retornar al Perú con la misión de
constituir el partido de la clase obrera.
No cabe dudas, el magnicidio de los dictadores siempre es una tentación.
Finalmente,
agradezco la gentileza de Armida Picón Vda. de Rouillon por haberme
proporcionado la carta de Francisco Amorós Arenas; también mi agradecimiento a
Ricardo Melgar por haber “fichado” a Francisco Amorós.
Lima,
Unidad Vecinal N°3, Enero 19 del 2016.
El Pesimismo de
Juan Croniqueur
(Séptima Parte)
Jorge Oshiro
PAREJO A LA ACTIVIDAD de
linotipista comenzó Mariátegui a tomar otras tareas como la de corrector de las
pruebas de los escritos de los colegas pero también de colaboradores
independientes, algunos de ellos de renombre. Mariátegui dirá más tarde
recordando este periodo de su vida:
"La devoción que yo sentía por la inteligencia,
desde niño, me hacía atribuir a todos los escritores, sin excepción, cualidades
de sabiduría un poco exageradas. Todo hombre que podía publicar en un
periódico era para mí una especie de ser
superior...Pero comencé a dudar de los escritores desde el día que me fue dado
corregirles, en los talleres de imprenta, ciertas faltas imperdonables de
gramática" (A. Bazán. «Biografía de JCM».citado por Rouillón).
Con este trabajo como lector y
corrector de pruebas el joven aprendiz acrecentó considerablemente su horizonte
cultural. Unos años más tarde comenzó él mismo a escribir para el periódico. El
reconocimiento de la calidad de sus escritos no se hizo esperar. Pero también,
tuvo desde el comienzo, una línea nítida de política cultural del periodismo:
"Es decir, que aún en la iniciación de su
ejercicio periodístico, José Carlos Mariátegui reclamaba la utilización del
diario como instrumento de información y de cultura social; y juzgaba que debía
excitar la comprensión de los lectores mediante la novedad y la veracidad de la
información, la ecuanimidad de los juicios, la claridad y la sencillez del
estilo." (Alberto Tauro).
Y en esa forma escribía sus
artículos: ágil, estimulante, entretenido, con gusto, pero también con seriedad
y moderación. Tenía un talento innato al relato lleno de amenidad, el talento
de hacer interesante una noticia, era, como dice Carnero Checa:
"Dueño de una prosa ligera, irónica, llamativa;
buscando originalidad en los temas y en sus giros, escribe, nervioso "en
cualquier parte y a cualquier hora“, como él mismo lo expresaría más
tarde".
El joven y precoz periodista
unía en sus artículos una gran espontaneidad del sentimiento con la profundidad
del pensamiento. El no escribió solamente bien, sino también mucho. Según el
historiador peruano A. Flores Galindo:
"Más de 700 textos escritos entre el 1 de enero
de 1914 y el 22 de junio de 1918 lo ubican como un autor prolífico:
prácticamente no hubo día -desde 1916 que no escribiera un texto".
El joven Mariátegui, continúa
Flores Galindo,
"fue un escritor limeño y de muchas maneras
compartió el espíritu de la ciudad incorporando en sus artículos ese humor
satírico y burlón". Y con todas estas cualidades el joven Mariátegui,
"era un escritor rodeado de cierta fama y no poco reconocimiento".
Y esta fama tuvo su asiento no
solamente en sus numerosos artículos, sino también en sus cuentos, en dos
piezas de teatro y también en sus poemas. Con el reconocimiento de sus colegas
y del público mejoró también su situación material y social. Pero todos estos
éxitos no lograron eliminar el otro aspecto de la personalidad del periodista,
el poeta. En este sentido escribe Alberto Tauro en la Introducción a los
«Escritos Juveniles»:
"Pero nada alteró su íntima tristeza, porque su
impaciencia juvenil rechazaba las limitaciones impuestas a su habilidad; y
sientiéndose detenido al comienzo del camino de la vida, percibiría tal vez la
influencia roedora de la angustia, debido al doble temor de alcanzar sólo una
existencia corta y no realizar su destino".
El pesimismo de Schopenhauer
Ya que esta relación entre
ambos, el filósofo alemán y el poeta peruano es muy importante para la correcta
comprensión de los presupuestos filosóficos fundamentales del pensamiento de
Juan Croniqueur, nos sea permitido presentar una síntesis de algunos de los
pensamientos capitales de Schopenhauer.
"El Mundo es mi Representación": con esta
tesis comienza Schopenhauer su obra principal, «El mundo como voluntad y
representación». En realidad esta tesis es una continuación de la doctrina de
Kant sobre ‹las cosas en sí› y los
‹fenómenos›.
El gran mérito de Kant, dice
Schopenhauer, es la clara diferenciación entre ambos conceptos. Pero esta
diferenciación no era nueva. Ya la encontramos en Platón y aún antes en los
Vedas. En esa concepción, el mundo sensible-empírico es una aparición sin
sustancia, es un velo, ilusión.
Según la doctrina de Kant el conocimiento de ‹la cosa en sí› ('das Ding an sich') no es posible. Desde
fuera (es decir partiendo de los fenómenos) es imposible introducirse a la
esencia de las cosas.
"Compárese con un hombre que gira alrededor de
una casa sin encontrar ninguna puerta de acceso, y que así percibe solamente la
fachada. El único lugar que nos permite entrar al interior del mundo se
encuentra en nosotros mismos, se encuentra en el individuo" (H.J. Störig.
1979:178). (Trad. del alemán: JO).
¿Cómo debemos entender ese ‹en
nosotros mismos›. Para el filósofo alemán es el cuerpo humano. Y según él ‹la
cosa en sí›
"...no se podría jamás encontrar si el mismo
investigador no fuera otra cosa que un sujeto puro del conocimiento (una alada
cabeza angelical sin cuerpo)"1.
La tradición filosófica
(idealismo) había entendido la esencia del hombre en su pensamiento y en su
conciencia. Para ella era el hombre un 'animal racional'. Schopenhauer:
"Este viejísimo y fundamental error sin excepción
este 'proton pseudos' (este
primerísimo paso falso)...es lo primero que se necesita superar".
Detrás del entendimiento
consciente se encuentra la Voluntad consciente o inconsciente, una fuerza vital
perseverante, vida, la actividad original y fundante:
"La voluntad es la sustancia de los hombres, el
intelecto su accidente. La voluntad es la materia, el intelecto, la forma, la
voluntad es el calor, el intelecto la luz".
Nota:
[1] Compárese
con el comienzo de la «Ideología alemana» de Marx y Engels: "El primer
presupuesto de toda historia humana es naturalmente la existencia de individuos
vivientes. El primer hecho a constatar es entonces la organización corporal
(körperliche Organization) y su relación dada con el resto de la
naturaleza".
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La Creación
Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha
(Tercera
Parte)
Eduardo
Ibarra
La
abjuración del marxismo-leninismo
Es de conocimiento general que García ha abjurado del marxismo-leninismo.
También es de conocimiento general
que, contra sus sofísticos argumentos, en varios artículos hemos defendido la
verdad universal del proletariado, así como el marxismo-leninismo de Mariátegui
y el PSP (16).
Por eso, aquí nos limitaremos a
agregar algunos juicios y a señalar algunos antecedentes de la escandalosa
abjuración.
Precisamente polemizando con el
suscrito, pero oculto tras el seudónimo de Eusebio Leyva, García escribió:
“El marxismo antecede, abarca, supone el leninismo, el
bolchevismo, el gramscianismo, el mariateguismo,
los aportes de Rosa Luxemburgo, de los Plejanov y Kaustki antes de su
desbarrancamiento como oportunistas, de Mella y Guevara, del Palmiro Togliatti
en la época del fascismo y del George Sorel que leyó Mariátegui, de el Luckas
de "Historia y Conciencia de Clase" añada usted lector lo necesario” (subrayado en el original).
Como es notorio, nuestro personaje hace un uso indebido de la afirmación mariateguiana sobre la revolución latinoamericana (17).
Que el marxismo antecede al leninismo, es un hecho evidente, incontrastable, y
señalar esta verdad de Perogrullo, no permite adelantar un solo paso en el
planteamiento y la resolución del problema del leninismo.
Que el marxismo supone el leninismo tiene una explicación que no es la que sugiere
García. Veamos esto.
En carta a Sombart del 11 de marzo
de 1895, Engels esclareció: “toda la concepción de Marx no es una doctrina,
sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la
ulterior investigación y el método para dicha investigación”.
Y en Anti-Dühring, llamó la atención sobre la necesidad de “distinguir
entre el método y los resultados con él alcanzados” (18).
Es decir sobre la necesidad de
distinguir entre la concepción (método) y la doctrina (teoría); entre el método
marxista y las conclusiones teóricas alcanzadas con su aplicación.
Por eso, en Los fundamentos del leninismo, Stalin distinguió entre la
concepción marxista y los fundamentos del leninismo, y, en Entrevista con la primera delegación de obreros norteamericanos,
expuso esta distinción como una distinción entre principios (principios
generales) y elementos (elementos teóricos).
Por lo tanto, el leninismo tiene por
base los principios establecidos por Marx y Engels. Esto es indiscutible.
Por eso, Stalin señaló: “Lenin es
marxista, y la base de su concepción del mundo es, naturalmente, el marxismo”.
Pero, en el plano del tesoro general
del marxismo, el leninismo es algo nuevo en relación a la teoría proporcionada
por Marx y Engels. Esto también es indiscutible.
Por eso, Stalin señaló: “Exponer el
leninismo es exponer lo que hay de peculiar y de nuevo en las obras de Lenin,
lo aportado por Lenin al tesoro general del marxismo y lo que está asociado a
su nombre de modo natural”.
Así por ejemplo, la teoría leninista
del imperialismo no es precisamente una teoría que se encuentre en la obra de
Marx y Engels, por la sencilla razón de que Lenin aplicó el marxismo a las
condiciones del capitalismo monopolista que, por razones obvias, los fundadores
no alcanzaron a analizar.
En general, Lenin aplicó a las
condiciones de nuestra época los puntos
de partida y el método de Marx y
Engels, y de esta forma restauró los
principios marxistas abandonados por la Segunda Internacional, así como, al
mismo tiempo, fecundó la teoría de
los fundadores con nuevos elementos, probando
así que “el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx” (Defensa del marxismo, p.126) (19).
Así, pues, del mismo modo como “no
es posible separar el leninismo del marxismo” (Stalin), tampoco es posible
suponerlo existente en el cuerpo teórico del marxismo. El leninismo, desarrollo
del marxismo, no existió sino hasta el momento en que empezó a existir:
principios del siglo XX.
Lo que del marxismo hay en el
leninismo es el método, pero el leninismo es un cuerpo de nuevas conclusiones
teóricas aportadas por Lenin y otros teóricos marxistas (entre estos,
señaladamente Mao) (20).
García
escribió:
“Sin duda
ni discusión alguna Lenin hizo un aporte valiosísimo al aplicar el método
marxista a la realidad de la Rusia a principios del siglo XX” (sic).
“José
Carlos Mariátegui aplicó esa misma ciencia, ese mismo instrumental… al
conocimiento e interpretación de nuestra realidad peruana…” (elipsis nuestras).
“Lo mismo
que decimos de Lenin y de Mariátegui en
relación al marxismo podemos decirlo de otras figuras señeras que han
contribuido a enriquecerlo”.
“Lo que nos
legó V.I. Lenin fue pues su vastísima experiencia revolucionaria producto de la aplicación del método marxista a la
realidad concreta y específica de la Rusia… Así ‘hizo marxismo’ (cursivas y subrayado
en el original; elipsis nuestra).
Estas afirmaciones comportan una apreciación demasiado
gruesa, pues, por un lado, no distinguen entre el desarrollo del marxismo
plasmado por Lenin y el concretado por otros teóricos del proletariado, y, por
otro, reducen el leninismo a la condición de aplicación del marxismo a las
condiciones rusas.
El
leninismo es un desarrollo integral del marxismo (de sus tres partes
integrantes); y, al mismo tiempo, lleva el sello de nuestra época en el sentido
más pleno del término (expresa más
amplia y profundamente su contenido fundamental y sus tendencias fundamentales,
así como el contenido fundamental y las tendencias fundamentales de la
revolución proletaria y de la dictadura del proletariado).
En efecto, Lenin desarrolló la
teoría del imperialismo; la teoría de la revolución proletaria y de la
dictadura del proletariado; la estrategia y la táctica de la revolución; la
teoría del partido proletario; la teoría de la cuestión nacional y colonial; la
teoría de la hegemonía del proletariado; la fundamentación teórica del
materialismo dialéctico y el materialismo histórico.
Obras de valor universal como ¿Qué Hacer?, Un paso adelante, dos pasos
atrás, Dos tácticas de la
socialdemocracia en la revolución democrática, Materialismo y empiriocriticismo, Cuadernos filosóficos, El estado y la
revolución, La bancarrota de la
Segunda Internacional, El imperialismo, fase superior del capitalismo, La
revolución proletaria y el renegado Kautsky, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, entre otras, prueban el leninismo como el
marxismo de nuestra época.
Así, pues, el peso específico del
leninismo es comparativamente mayor al de cualquier otro teórico marxista
contemporáneo (21).
Esta conclusión no tiene por qué
extrañar a nadie. Analizando el aporte de Marx y el suyo propio en la creación
de la nueva concepción del mundo, Engels señaló: “la parte más considerable de
las principales de las directrices, particularmente en el terreno económico e
histórico, y en especial su formulación nítida y definitiva, corresponden a
Marx. Lo que yo aporté –si se exceptúa, todo lo más, dos o tres ramas
especiales– pudo haberlo aportado también Marx aun sin mí. En cambio, yo no
hubiera conseguido jamás lo que Marx
alcanzó. Marx tenía más talla, veía más lejos, atalayaba más y con mayor
rapidez que todos nosotros juntos. Marx era un genio; nosotros, los demás, a lo
sumo, hombres de talento. Sin él la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que
es. Por eso ostenta legítimamente su nombre” (Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, en OE en tres tomos, Editorial Progreso,
1980, t.III, p.380, nota al pie).
De tal forma, pues, el cofundador
del marxismo proporcionó la pauta para discernir los ulteriores aportes de los
distintos teóricos marxistas tanto a escala de cada país como a escala mundial.
En el Perú, por ejemplo, Mariátegui
no es, por cierto, el único que ha aplicado el marxismo a nuestra realidad,
pero no cabe ninguna duda de que es quien con más amplitud, profundidad,
coherencia, talento, ha contribuido a darle una forma nacional, y, por esto, el
camino de la revolución peruana es conocido legítimamente como el Camino de
Mariátegui.
En el mundo, es un hecho que, sin la
creación heroica de Lenin, el marxismo de nuestra época no sería, ni con mucho, lo que es, y, por esta razón, dicho
marxismo lleva legítimamente su nombre.
Sin embargo, como se ha visto,
García nivela el peso específico del leninismo al de otros dirigentes
marxistas.
Por otro lado, reduce el leninismo a
la condición de un fenómeno puramente ruso.
Pero ocurre que, como se ha visto
también, Lenin desarrolló el marxismo aplicándolo no solo a Rusia, sino igualmente a las nuevas condiciones del
capitalismo mundial y de la lucha de clase del proletariado.
Así, pues, debido a lo uno y lo
otro, el leninismo es el marxismo de nuestra época.
No obstante, con su definición
unilateral, reduccionista, arbitraria del leninismo, García niega tal verdad.
Compárese dicha definición con esta
otra de Stalin: “El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de
la revolución proletaria. Más exactamente: el leninismo es la teoría y la
táctica de la revolución proletaria en general, la teoría y la táctica de la
dictadura del proletariado en particular” (Los
fundamentos del Leninismo, en Cuestiones
del leninismo, recopilación, ELE, Pekín, 1977, p.3).
Como se ve, esta definición pone de
manifiesto las raíces históricas del leninismo, su carácter internacional y su ligazón
orgánica con el marxismo.
En cambio, con su definición, García
afirma equívocamente la ligazón del
leninismo con el marxismo, niega tendenciosamente
sus raíces históricas y escamotea deliberadamente
su carácter universal.
Puesto que el leninismo es un
desarrollo del marxismo, es, pues, marxismo, pero marxismo enriquecido, marxismo desarrollado, marxismo de nuestra
época.
Nuestro liquidador dice: “[Lenin] Aplicó esta herramienta [el marxismo] para interpretar una
nueva fase que se abría en el capitalismo”.
De hecho la cita alude
al valor internacional del leninismo. Sin embargo, tal alusión se disuelve
en la opinión de que el leninismo solo tiene un valor particular relativo a
Rusia.
Como se comprenderá, la definición
del leninismo debe dar cuenta, necesariamente, de los aportes de Lenin y, al mismo tiempo, del carácter de los mismos. En otras palabras, de lo que entendemos por
leninismo.
Precisamente así ocurre en la
definición de Stalin: por un lado, se da cuenta ahí de que “el leninismo es la
teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, la teoría y la
táctica de la dictadura del proletariado en particular” (aportes); por otro
lado, se precisa que “El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo
y de la revolución proletaria” (carácter universal de los aportes).
En cambio, en la definición de
García, el desarrollo del marxismo plasmado por Lenin está referido
exclusivamente a Rusia, y, así, aquello de que Lenin aplicó el marxismo “para
interpretar una nueva fase que se abría en el capitalismo”, no aparece
expresado en absoluto.
Así, pues, García niega el carácter
universal del leninismo.
Por eso su citada afirmación sobre
la interpretación leninista del imperialismo y otras por el estilo, se revelan
como pura tapadera.
La afirmación de un seguidor suyo en
el sentido de que “Lenin es para Rusia y Mao para China” (afirmación no
controvertida en ninguna forma en el marco del grupo liquidacionista), expresa
sin ambages la posición de García frente al leninismo y al pensamiento de Mao:
el marxismo, verdad universal, no
tiene, según nuestro liquidador, un desarrollo de carácter universal, sino
únicamente diversos desarrollos de valor particular.
Mao señaló que el análisis del
leninismo realizado por Stalin “nos ofrece un modelo para comprender la particularidad
y la universalidad de la contradicción y su interconexión” (Sobre la contradicción, en OE, t.I, ELE, Pekín, 1972, p.352).
No obstante, como se ha visto,
García levanta el leninismo como verdad particular para negar su carácter
universal, y, de esta forma burda, escamotea la interconexión entre lo
particular y lo universal en el leninismo.
Esta
negación del desarrollo del marxismo como verdad universal es el fondo de la
cuestión.
En conclusión, García reniega el
carácter universal del leninismo; por lo tanto, la necesidad de reconocerlo
como una nueva época en el desarrollo del marxismo; por lo tanto, como parte de
la verdad universal; por lo tanto, la obligatoriedad, para todo partido
proletario, de reconocer el marxismo-leninismo.
Cualquier marxista informado sabe
que el marxismo es una verdad universal, y que esto significa la universalidad
de su método y de su teoría (particularmente aquella relativa a la revolución
proletaria y a la dictadura del proletariado).
Por eso el marxismo es aplicable a
cualquier particular concreto y a cualquier universal concreto, y, por esto,
encierra la necesidad inmanente (la
tendencia, la propensión, la potencia) de desarrollarse como tal verdad
universal (22).
Pero, al negar el carácter universal
del leninismo (y este mismo carácter en el desarrollo del marxismo-leninismo
plasmado por Mao), García reniega de
hecho la aludida necesidad inmanente, intrínseca, esencial del marxismo.
Esta
negación de la potencia generativa del marxismo para desarrollarse como verdad
universal, es el trasfondo de la cuestión.
Así, pues, el antileninismo de
García (negación de su carácter
universal, negación de su condición de nueva época en el desarrollo del
marxismo) (23), implica la negación de aquella potencia generativa del
marxismo.
En otras palabras, el antileninismo de García encierra una posición
contraria al propio marxismo.
En el plano teórico y político,
dicho antileninismo se expresa en la negación de la concepción de Lenin de
nuestra época, de su táctica respecto al oportunismo, de su tesis según la cual
la revolución no es posible por la vía de las instituciones burguesas, de su
teoría del partido de clase, etcétera
(24).
Notas
[16] Ver El
partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, Mariátegui y el leninismo,
Mariátegui y la base de unidad del Partido, El concepto mariateguiano de
partido de masas y de ideas, El pez por la boca muere, capítulos II y V del
libro El desarrollo de la teoría del
proletariado y el problema de su denominación, etcétera.
[17] Indebido, porque, como se sabe, nuestra época es
la del imperialismo y de la revolución socialista. Por lo tanto, allí donde la
revolución democrática no se produjo en su momento, ella aparece, en nuestra
época se sobreentiende, como parte de la
revolución socialista mundial y, por lo tanto, antecedida por ella; por
esto, precisamente, la revolución socialista supone la revolución democrática. Como puede entenderse, este no es
el caso de la relación entre el marxismo y el leninismo.
[18] La afirmación de Engels no significa en modo
alguno que el marxismo sea dualista. En el libro El desarrollo de la teoría del proletariado, escribimos sobre el
punto: “[En el marxismo] la teoría se transforma constantemente en método, es
decir, adquiere valor metodológico, y a la inversa, el método se transforma,
también constantemente, en teoría. El
Capital, por ejemplo, es una teoría del modo de producción capitalista,
pero en Plan de la dialéctica (lógica) de
Hegel, Lenin señaló con toda razón: ‘Si Marx no nos dejó una ‘Lógica’ (con mayúscula), dejó en cambio
la lógica de El capital, y en este
problema debería ser utilizada a fondo’” (p.17). “La comprensión engelsiana y
mariateguiana de la concepción marxista del mundo da cuenta de la indisoluble
unidad de concepción y método, aspectos diferenciables únicamente por medio de
la abstracción” (ibídem).
[19] García ha escrito: “José
Carlos Mariátegui lo califica [a Lenin] como el restaurador más enérgico y
fecundo del marxismo”. “Esta palabra es para reflexionar: ‘restaurador’".
Es notorio que con estas afirmaciones, nuestro personaje intenta concentrar la
atención del lector exclusivamente en la palabra restaurador, ignorando así la
palabra fecundo. Si de reflexionar se trata, entonces hay que comenzar por
reconocer que la primera palabra no se entiende sino en su relación con la
segunda: la restauración de la que habló Mariátegui está referida al hecho de
que Lenin restauró los principios
marxistas abandonados por el revisionismo de la Segunda Internacional (lo que
omite señalar García), y que, justamente sobre la base de esta restauración, y,
por consiguiente, de la aplicación de dichos principios a las nuevas
condiciones, fecundó el marxismo con
nuevos elementos teóricos, con nuevas conclusiones teóricas que significaron un
desarrollo del marxismo (cosa que García deja fuera de su argumentación). Como
se ve, con base en una visión dialéctica, Mariátegui llegó a la conclusión de
que “el
marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx”, es decir, de que
Lenin desarrolló a Marx y Engels, o sea, de que es en la Revolución Rusa “donde
hay que ir a buscar la nueva etapa marxista” (Defensa del marxismo, p.22). Así, pues, la
tergiversación que comete nuestro liquidador de la visión mariateguiana del
leninismo, aparece como un enfoque deliberadamente unilateral, y, como se sabe,
la unilateralidad –deliberada o no– es polarmente contraria a la dialéctica.
[20] La negación del
leninismo como desarrollo de carácter universal del marxismo y su exclusión de
la base de unidad ideológica del proletariado traen aparejadas esa misma
negación y esa misma exclusión del pensamiento de Mao.
[21] Esta realidad no
comporta ninguna subestimación de los otros teóricos marxistas, sino
simplemente un reconocimiento objetivo del lugar que tienen en el universo del
marxismo de nuestra época.
[22] Como que así ha ocurrido,
efectivamente, con el surgimiento y el desarrollo del leninismo. Para evitar
malos entendidos, reiteramos aquí lo que hemos señalado, hace mucho, en otro
lugar: por marxismo-leninismo entendemos la doctrina de Marx, Engels, Lenin,
Stalin, Mao.
[23] Los forzados elogios a Lenin que
García repite de diversas formas a lo largo de su discurso (“Lenin fortaleció como nadie la
ciencia del marxismo”; “La gigantesca
e imparangonable producción intelectual revolucionaria de Lenin”;
“el genial discípulo de Marx y Engels”;
“conocía mejor que nadie el inmenso legado
intelectual de Carlos Marx”, etcétera, etcétera), no le alcanzan para
disimular su antileninismo. Tampoco al revisionismo jruschoviano le alcanzaron
los múltiples elogios a Lenin y la edición de millones de ejemplares de sus
obras, pues al mismo tiempo que así procedía, levantaba sus antileninistas
“tres pacíficas” (transición pacífica, coexistencia pacífica, emulación
pacífica) y “dos todos” (partido de todo el pueblo, dictadura de todo el
pueblo). El antileninismo de García (basado en falacias y tretas, como se ha
visto y seguirá viéndose más adelante), reside en la suplantación del
marxismo-leninismo por un marxismo a secas, en la exclusión del leninismo de la
base de unidad ideológica del proletariado, en la negación de la obligatoriedad
de la adhesión al marxismo-leninismo. Esta suplantación, esta exclusión, esta
negación, encierran el negro designio de liquidar el partido de clase, como
también veremos más adelante.
[24] En el artículo Las cinco caídas de yo el supremo,
García sostuvo: “es necesario precisar términos como… período, etapa, estadio…
pues tienen connotación diferente” (elipsis
y cursivas nuestras). Apelando, pues, a la connotación de los mencionados
términos fuera del contexto verbal donde se encuentran, nuestro liquidador escamotea
la connotación unívoca con que
Mariátegui utilizó los mismos en Principios
programáticos del Partido Socialista,
donde, sin excepción, aparecen designando la época del imperialismo y de la
revolución proletaria. Pero, engañoso como es, García insinúa que con el
término estadio el maestro dijo una
cosa distinta a lo que dijo con los términos período y etapa, y, con
base en esta grosera tergiversación, reniega el contenido de nuestra época, a
más de insinuar que Mariátegui era un tonto. Tonto es quien no es capaz de
darse cuenta de la cínica tergiversación, con la cual, de otro lado, García ha
puesto en evidencia, una vez más, su oportunismo y su catadura moral. Como es sabido, nuestro personaje pretende “una
organización de proyección nacional” con el concurso de toda clase de
oportunismo y revisionismo (lo cual no extraña, pues él mismo mantiene una
posición revisionista). Es conocido también el planteamiento de García de
reestructurar el Estado burgués en sus bases municipales como supuesto camino
al socialismo, con lo cual contraría el leninismo. En ¿Qué hacer? y otros escritos, Lenin fundamentó el partido de clase
como la materialización de la doctrina, pero García reniega esta verdad y, aún
mas, pretende liquidar el partido de clase en nuestro medio (con su marxismo sin leninismo ya lo liquidó en el marco
de su grupo). Obviamente, podríamos sumar otros ejemplos de la posición
antileninista de García y demás liquidadores, pero, por ahora, la presente
reseña es suficiente.