Nota:
El siguiente
artículo de nuestro compañero Eduardo Ibarra desenmascara la maniobra de
Gustavo Pérez de confrontarse con Aldo Mariátegui a fin de disimular su propia
condición de falsificador de la Creación Heroica de José Carlos Mariátegui.
Tiene razón nuestro compañero: actualmente, el debate sobre la obra de
José Carlos Mariátegui tiene como cuestión central el PSP y el tipo de partido
que requiere el proletariado peruano.
La lectura de los materiales que adjuntamos al artículo de nuestro
compañero demuestra de un modo inapelable la forma grosera en que Pérez reniega
el marxismo-leninismo y falsifica la filiación marxista-leninista tanto de
Mariátegui como del PSP, y, al mismo tiempo, la forma cínica en que reniega el
carácter de clase de este partido. Pero también la desfachatez con que
falsifica las tesis de Marx y Engels sobre el nombre científicamente exacto del
partido del proletariado.
Puestas las cosas en su sitio, la fiesta se ha terminado para nuestro
liquidacionista.
01.08.2015.
Comité de Redacción.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Dos Falsificadores de la Creación
Heroica de José Carlos Mariátegui
Eduardo Ibarra
En ocasión
del nacimiento de José Carlos Mariátegui, su nieto Aldo publicó en el diario Perú 21 un artículo en el cual cuestiona
las tesis ideológicas y teóricas del fundador del Socialismo Peruano.
En el marco de la más que octogenaria campaña contra el pensamiento de
José Carlos Mariátegui, el mencionado artículo reúne falsificaciones y
negaciones cien veces rebatidas por marxistas peruanos y extranjeros.
Actualmente, el debate sobre el pensamiento de Mariátegui tiene como
contenido central la concepción mariateguiana del PSP, y, al mismo tiempo, el
tipo de organización que debe ser el partido del proletariado peruano.
Por eso, el debate es con quienes han llevado la falsificación de la
Creación Heroica de Mariátegui al terreno orgánico, negando el carácter de
clase del PSP y, por esta vía, negando el partido de clase.
Hoy por hoy, pues, el enemigo principal de la Creación Heroica de
Mariátegui es el liquidacionismo de derecha.
Como ha quedado dicho, el artículo de Aldo ha sido refutado con
anticipación. Por lo tanto, se comprenderá que no es necesario centrar en
rebatir una vez más las viejas impugnaciones.
Pero, aun así, sí es perentorio rebatir algunas de ellas en su conexión
con la negación del partido de clase.
El liquidacionismo de derecha que
encabeza Ramón García es la culminación de todo el proceso histórico de
falsificación de la Creación Heroica de Mariátegui, pues lleva este proceso a la negación del partido de clase, es decir,
al intento de desarmar completamente al proletariado peruano.
Por eso es necesario desenmascarar la maniobra de Pérez de aprovechar el
artículo de Aldo para lavarse la cara de su liquidacionismo.
II
En su
proyecto de programa, Mariátegui planteó: “El marxismo-leninismo es el método
revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido
Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”.
Esta
base de unidad del PSP, propuesta por Mariátegui y aprobada en primera
instancia por la Reunión de Barranco, fue finalmente aprobada por el CEP del
PSP en setiembre de 1929.
No obstante, en el artículo El movimiento comunista, Ramón García
falsifica así la verdad doctrinal del partido de Mariátegui: “… de las tres
consignas básicas [de la Revolución de Octubre], sólo queda el
Marxismo-Leninismo, pero cada vez más limitada geográficamente a la URSS. Este
término se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método
marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época. No es casual que su obra se
llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo”.
De
esa forma, pues, niega el marxismo-leninismo como verdad universal y como la
identidad doctrinal del PSP y del propio Mariátegui.
Esa
triple negación ha sido servilmente asumida por sus seguidores, entre los
cuales se cuenta Gustavo Pérez.
En
la Moción aprobada por la Reunión del C.C. del 4 de marzo de 1930, se señala:
“El P.S. es un partido de clase, y por consiguiente, repudia toda tendencia que
signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de las otras clases.
Condena como oportunista toda política que plantee la renuncia momentánea del
proletariado a su independencia de programa y de acción, que en todo momento
debe mantenerse íntegramente” (Martínez, Apuntes
para una interpretación marxista de
historia social del Perú, t.II, p.487).
Sin embargo, en el artículo 80 aniversario (5), Ramón García
falsifica así la verdad orgánica del partido de Mariátegui: “El PSP tenía dos
niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente
homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’); externamente aspiraba a ser
‘el primer gran partido de masas e ideas (sic) de toda nuestra historia
republicana’”.
De esa forma, pues, promueve la fusión de
diversas tendencias no proletarias y, por esta vía, intenta subastar la
independencia ideológica, política y orgánica del proletariado.
Esa liquidación del partido de clase
(consumada ya en el grupo de Ramón García), ha sido servilmente actuada por sus
seguidores, entre los cuales se cuenta Gustavo Pérez (1).
Por lo tanto, el pretenso defensor de
Mariátegui es un operador de la falsificación de su Creación Heroica, aunque,
desde luego, en calidad de repetidor del Liquidacionista Mayor.
III
Al
final de su artículo, Pérez ha intentado acreditarse mencionando su condición de
“miembro de la Cátedra Libre ‘Marx, ese desconocido’”, tribuna que le ha sido
facilitada por posiciones conciliadoras con el liquidacionismo de derecha.
Pero aquí también es preciso señalar que
Pérez falsifica a Marx y Engels en punto a varios respectos, por ejemplo sobre
el nombre del partido del proletariado y, en el artículo que comentamos,
levantando una supuesta “vía no occidental del desarrollo socialista para
los países capitalistas atrasados, originalmente intuida por Marx”.
La sencilla verdad es
que Marx se limitó al caso de la Rusia zarista de los primeros veintiún años de
aplicación de la Reforma de 1861 que abolió la servidumbre.
Por extensión, claro
está, las tesis de Marx sobre la potencialidad de la obshchina en la Rusia de 1882 (última vez que Marx se refirió a
esta cuestión), tienen valor para los países donde en alguna medida se conserva
la comunidad campesina.
Pero los países donde
sobrevive esta comunidad son muy pocos. En América Latina ello ocurre apenas en
Perú, Bolivia, Ecuador y México.
Por lo tanto, se trata
de una realidad limitada que, por esto mismo, no permite hablar de una “vía no
occidental del desarrollo socialista para los países capitalistas atrasados”.
Marx se opuse a que su
concepción fuese convertida en una “teoría histórico-filosófica de
la marcha general que el destino le impone a todo pueblo”, del mismo modo como
no planteó jamás una “vía no occidental del desarrollo socialista” (determinada
por la sobrevivencia de la comunidad campesina) válida para todos los países
que no son parte de Europa Occidental.
Así, pues, resulta
ostensible la forma en que el vanidoso miembro de la cátedra sobre Marx,
tergiversa a Marx.
Notas
[1] Incluido, desde luego, Aragón, con la nota
particular de su oposición a la dirección secreta del grupo liquidacionista con
el falso argumento de que “la célula secreta de los siete” fue una realidad
ajena a Mariátegui. Contraviniendo el carácter temporal de dicha célula, desde
hace más de cinco años el mencionado grupo cuenta con una instancia orgánica secreta con carácter
permanente. Sin embargo de su discrepancia, Aragón comparte la liquidación del
partido de clase al suscribir servilmente el partido doctrinariamente
variopinto que promueve García.
05.07.2015.
Material Adjunto
El Pez Por La Boca
Muere
(Fragmento)
E.I.
Pérez
pretende satanizar el término marxismo-leninismo con el pretexto de que el
primero en utilizarlo fue Bujarin. Pero esto no es un argumento serio, y sólo
sirve para desviar el análisis del verdadero contenido del problema. El
verdadero contenido del problema, es si se reconoce o no el desarrollo
universal del marxismo, es decir, si se reconoce o no el leninismo como
desarrollo del marxismo; si se reconoce o no el pensamiento de Mao como
desarrollo del marxismo-leninismo. Esta es la cuestión, y, sin duda, ningún
sofístico argumento puede escamotearla.
Si se considera que el leninismo no es un
desarrollo de valor universal del marxismo, como encubiertamente plantean
García, Aragón y Pérez (y como abiertamente ha señalado un correligionario de
ellos al decir que Lenin es para Rusia como Mao es para China), entonces
resulta natural que tales personas hayan renegado del término
marxismo-leninismo. Pero si, por el contrario, se reconoce que el leninismo es
un desarrollo de valor universal del marxismo, entonces no existe ni puede
existir ningún pretexto para excluir el leninismo de la denominación de la
doctrina. En consecuencia, el problema no es una cuestión de palabras más o
palabras menos, sino un problema que atañe al desarrollo del marxismo. ¡Ni más
ni menos!
Pérez dice: “Resulta importante tener en
cuenta que… Stalin publicara dos textos, que tituló ‘Fundamentos del Leninismo
y ‘Cuestiones del Leninismo’ y no del ‘marxismo-leninismo’”.
Parece mentira, pero nuestro personaje cree
que su afirmación es un argumento científico y, por lo tanto, demostrativo de
que el leninismo es algo sin relación con el marxismo o, más exactamente, que
no es un desarrollo de valor universal del marxismo, y que, por consiguiente,
no debe ser incluido en la denominación de la doctrina.
Si en su artículo El movimiento comunista, con parecido artilugio García pretendió
negar el leninismo como desarrollo del marxismo y, así, propuso el término
marxismo como denominación excluyente de la teoría proletaria (excluyente del
término marxismo-leninismo), ahora, como repetidor de segunda, Pérez pretende
el mismo objetivo con su alusión a los dos libros de Stalin.
Le haré recordar, sin embargo, que Los fundamentos del leninismo (y no Fundamentos
del leninismo, como él escribe) fueron publicados por primera vez en
abril-mayo de 1924, en una circunstancia en que en el movimiento comunista
internacional se resolvía la polémica acerca del leninismo, y que, en la
primera página de este libro, su autor señaló con absoluta claridad: “Exponer
los fundamentos del leninismo no es aún exponer los fundamentos de la
concepción del mundo de Lenin. La concepción del mundo de Lenin y los
fundamentos del leninismo no son, por su volumen, una y la misma cosa. Lenin es
marxista, y la base de su concepción del mundo es, naturalmente, el marxismo.
Pero de esto no se desprende, en modo alguno, que la exposición del leninismo
deba comenzar por la de los fundamentos del marxismo. Exponer el leninismo es
exponer lo que hay de peculiar y de nuevo en las obras de Lenin, lo aportado
por Lenin al tesoro general del marxismo y lo que está asociado a su nombre de
modo natural. Sólo en este sentido hablaré en mis conferencias de los
fundamentos del leninismo”.
Estas son las razones por las cuales el
libro de Stalin se llama Los fundamentos
del leninismo, y ninguna argucia puede cambiarlas por otras distintas y
espurias. Como tampoco ningún sofisma puede desvirtuar el hecho de que “el
leninismo es el desarrollo ulterior del marxismo”, es decir, “el marxismo de la
época del imperialismo y de la revolución proletaria”. Este oportunismo de
negar el desarrollo universal del marxismo desviando la discusión a la cuestión
de la denominación de la doctrina, pinta de cuerpo entero tanto a Pérez como a
su grupo.
01.08.09.
Nota 64 del
Artículo El Partido de Masas y de Ideas
de José Carlos Mariátegui
E.I.
ESTAS CURSIVAS ENFATIZAN que la adhesión al
marxismo-leninismo fue una realidad en todas las instancias orgánicas del PSP.
Esto es una prueba más de que Mariátegui no concibió su partido como un partido
de “dos niveles”. Sin embargo, contra esta realidad, en el libro La organización del proletariado, García
escribió que “… todos estuvieron de acuerdo en constituir, dentro de la
organización, los grupos secretos que velarían por el carácter bolchevique del
Partido” (Ediciones Bandera Roja, Lima, 1967, p.197). Es evidente, por lo
tanto, que todo lo que hace ahora el mencionado
personaje, es darle continuidad a su
falsificación de la verdad histórica del PSP. Pero sus antojadizas y torpes especulaciones se han venido abajo con la
demostración de que el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo. Es un
hecho iluminador que, a Mariátegui, observador zahorí, no se le pasara la
lección del fracaso de algunas tentativas de formar un partido de dos niveles,
como se había intentado en su tiempo en Panamá, Bolivia, Ecuador, Brasil y
Colombia. No obstante las esclarecedoras afirmaciones de Mariátegui, citadas en
el presente trabajo, desde hace años García y sus repetidores desenvuelven una
campaña que tiene el doble objetivo de negar
la verdad universal del marxismo-leninismo y el marxismo-leninismo de
Mariátegui y el PSP. Así por ejemplo, Gustavo Pérez, operador furibundo de
dicha campaña, en el artículo La
formación socialista revolucionaria italiana de Mariátegui y la ortodoxia
socialista rusa, intenta negar el marxismo-leninismo sosteniendo, de
entrada, que “Es una constatación práctica, que Mariátegui no se autodenominó
‘marxista-leninista’ y se declaró simplemente ‘Marxista convicto y confeso’…,
que tituló solo ‘Defensa del marxismo’ a uno de sus mas (sic) importantes
libros, escrito precisamente en defensa del marxismo revolucionario, y que solo
hiciese dos (o 3) alusiones al ‘marxismo-leninismo’ en toda su obra, entre
ellas las que figuran en el Programa del Partido Socialista del Perú, que el
(sic) constituyese”. De este modo establece la premisa que pone en evidencia la
intención con la cual, al final del artículo, cita la siguiente afirmación de Mariátegui:
"Lenin no es un ideólogo sino un realizador. El ideólogo, el creador de
una doctrina carece, generalmente, de sagacidad, de perspicacia y de
elasticidad para realizarla. Toda doctrina tiene, por eso sus teóricos y sus
políticos. Lenin es un político: no es un teórico". Pues bien, quienquiera
que lea esta cita movido por la pasión de captar la verdad, tiene que darse
cuenta de que los términos ideólogo y
teórico no aparecen allí en su
acepción habitual, sino en un sentido especial: designando a quien es “creador
de una doctrina”. Así, en el contexto verbal dado, Marx es, obviamente, el
ideólogo (“el creador de una doctrina”), y, como consecuencia, Lenin es,
también obviamente, el político (el realizador de la doctrina de Marx). La
afirmación mariateguiana encierra, pues, una verdad elemental: Marx fue el
creador de la doctrina comunista, mientras Lenin fue un realizador de la misma.
Pero, ¿acaso Marx no fue también, al mismo tiempo, un político, en el sentido
habitual de la palabra? Y, ¿acaso Lenin no fue también, al mismo tiempo, un
teórico, igualmente en el sentido habitual de la palabra? Entonces, la
comprensión objetiva, correcta, honrada de la afirmación mariateguiana, no
niega ni puede negar que, en el marco del sentido habitual de los términos teórico
y político, Marx aparezca también como político y Lenin aparezca también como
teórico. Obras del valor de Materialismo
y empiriocriticismo, Cuadernos filosóficos, El imperialismo, fase superior del
capitalismo, ¿Qué Hacer?, Un paso adelante, dos pasos atrás, Dos tácticas de la
socialdemocracia en la revolución democrática, El estado y la revolución,
entre otras, prueban que Lenin desarrolló el marxismo, precisamente realizando la doctrina de Marx. Esto es, asimismo, una
verdad elemental. Ahora bien, la utilización dolosa que hace Pérez de la
afirmación mariateguiana, está enderezada a silenciar el hecho de que, en el Programa del Partido, el maestro definió
la identidad doctrinal del PSP y, por lo
tanto, la suya propia. Esta definición aparece, pues, como es notorio, no
en un artículo, donde, por lo general, Mariátegui evitaba la jerga partidaria, sino en un documento fundamental del Partido Socialista del Perú, donde, como
es lógico, no le era posible ahorrarse un lenguaje doctrinalmente exacto. Esto
es una constatación práctica. Así, pues, el silenciamiento que pretende Pérez
tiene por destino manifiesto negar que el leninismo es “la nueva etapa
marxista”, es decir, que “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de
la etapa del imperialismo y de los monopolios” (Mariátegui). La utilización
dolosa de la cita del maestro es, por cierto, un caso –entre otros– en que la
tergiversación de una afirmación suya es enderezada a negar otra afirmación
suya también. Es el truco de utilizar a Mariátegui contra Mariátegui. Es el
truco de parapetarse detrás de su autoridad. Es el truco de utilizarlo como
coartada. El padre de este truco es Ramón García, quien, utilizándolo sin
ningún escrúpulo, ha impuesto en su grupo la negación de la identidad
marxista-leninista de Mariátegui y el PSP. Esta negación (derivada de la
negación del marxismo-leninismo) es un intento por sentar una base para un
partido-amalgama. Ciertamente la actitud de García es de una clamorosa
deshonestidad intelectual: achaca a
Mariátegui sus propias posiciones revisionistas; intenta macular al maestro con
tales posiciones; no tiene el valor elemental de plantearlas a nombre propio;
no tiene el coraje de sostener, desde su posición revisionista, que Mariátegui
se equivocó al adherir al marxismo-leninismo y al establecerlo como base de
unidad del PSP. Respecto a estas cuestiones, en más de dos décadas García
no ha hecho más que esgrimir falacias. Contra la feroz y torpe campaña
antileninista y antimariateguiana del grupo liquidacionista, SE ALZA EL
MARXISMO-LENINISMO DE MARIÁTEGUI Y EL PSP COMO UNA MONTAÑA INELUDIBLE.
16.05.2008.
Un Artículo
Revelador
(Fragmento)
E.I.
Pérez
declara que, “desde hace mucho”, “la teoría del Partido de Cuadros” “viene
siendo mal interpretada como ‘concepción leninista del partido proletario’ de
‘valor universal’ que ‘está vigente’, como teoría del Partido proletario
aplicable a toda circunstancia histórica-concreta. Esta pésima herencia,
producto de nuestra histórica insuficiente asimilación del socialismo revolucionario
tras la muerte de Mariátegui, nos hizo olvidar que en dicha obra Lenin no se
planteó como tarea un concepto suprahistórico de Partido o modelo para
cualquier país y cualquier momento, que no se trataba de una forma organizativa
general surgida de un manual de sociología con pretensiones de universalidad y
eternidad” (1).
Como se ve, toda la idea que Pérez tiene
del ¿Qué hacer?, es que se trata de
una “teoría del Partido de Cuadros” y, así, tomando la exposición de la forma
organizativa del partido bolchevique en los primeros años de su existencia como
todo su contenido, termina silenciando la concepción leninista del partido
proletario (2).
Pero cualquier marxista, mínimamente
informado, sabe que el ¿Qué hacer? es mucho más que una teoría de la
forma del partido de Lenin en dicho período. El ¿Qué hacer? comprende
también, y sobre todo, una exposición
del carácter de clase del Partido: doctrina marxista, política marxista. Pero
de esto Pérez no dice absolutamente nada, intentando así vender su interesada
“comprensión” del texto leninista. No obstante, basta tener la simple capacidad
de ver el todo y no solo una parte, para reconocer el doble contenido y el
doble valor del ¿Qué hacer?: mientras
la sustentación de la forma organizativa del partido bolchevique es su
contenido de valor particular –y hasta circunstancial–, su fundamentación del
Partido como la materialización de la doctrina es su contenido de valor
universal.
No obstante, Pérez, a título de
desacralizar “la teoría del Partido de Cuadros”, lo que hace de hecho es negar
por completo el contenido universal del ¿Qué
hacer? ¡Ni más ni menos! (3).
Pues bien, esa negación de la concepción
del Partido como la materialización de la doctrina, pone en evidencia su
negación encubierta en el truco de García de hacer pasar como de Mariátegui la
idea de un partido de “dos niveles”, y en su conjetura de que “El problema que
enfrentó JCM es el mismo que el proletariado enfrenta desde hace más de un
siglo: cómo relacionar la teoría (Programa Socialista) con la práctica
(Partido-Frente)” (4).
“Desde hace más de un siglo”, dice. ¿Se da
cuenta el lector? De hecho, con tal truco y con tal conjetura, que datan de
2008, García propone un partido doctrinariamente heterogéneo y, de esta forma,
niega igualmente el contenido fundamental del ¿Qué hacer? Es decir, tanto García como Pérez niegan de plano la
concepción leninista del partido proletario: el primero sibilinamente, el
segundo abiertamente.
Esa negación, por lo demás, es
pretensiosamente publicitada como “nuevo concepto de partido”, aunque el
análisis demuestra que tal idea es un reciclaje de aquella que Julio
Portocarrero y Hugo Pesce levantaron en 1929 y, en último análisis, de la
apolillada idea socialdemócrata de un partido de masas sin la base doctrinal
del marxismo-leninismo (5).
Pues bien, la examinada negación de la
concepción leninista del partido proletario ha llevado a la negación de la
concepción mariateguiana del partido de clase bajo la forma de partido de
masas. Para probar esta aserción, citaré el numeral 3 de la moción escrita por
José Carlos Mariátegui y aprobada por la Reunión de Barranco, y, después, el
comentario de Pérez.
Moción
de Mariátegui:
“3. La lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya
formación y orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus
puntos de vista revolucionarios clasistas. De acuerdo con las condiciones
concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un
partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (6).
Comentario
de Pérez:
“Una lectura atenta de este numeral del Acta, da cuenta de que en el se
reconoce la necesidad de la creación de un Partido ‘de clase’, pero que, de
‘acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú’, concurrirá a la
constitución de un Partido ‘basado en las masas obreras y campesinas
organizadas’. Es decir que las condiciones concretas actuales del Perú
requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y
campesinas, lo que acredita que éstas condiciones concretas, a que hace
referencia Mariátegui en este párrafo, no son justificatorias del nombre
SOCIALISTA para el Partido sino simplemente de su composición social, lo que no
se apreciaba correctamente por la cita mutilada o fragmentada del texto de
Mariátegui” (¡sic!) (7).
Es posible que un niño de ocho años pueda
entender el significado del citado texto mariateguiano, pues claramente se dice
ahí que el partido de clase era el partido que, de acuerdo con las condiciones
concretas del Perú (de los años veinte), debía llamarse Partido Socialista y
basarse en las masas obreras y campesinas organizadas, con lo cual el maestro
quiso decir, DIJO, AFIRMÓ, EXPRESÓ, SOSTUVO, ENUNCIÓ, MANTUVO, que el partido
de clase, en cuya formación el Comité
debía esforzarse tenazmente por hacer prevalecer
sus puntos de vista revolucionarios clasistas, tenía que ser un partido de
masas y no un partido de cuadros y
llamarse Socialista y no Comunista.
Pero, como se ha visto, Pérez dice que Mariátegui
afirmó que la lucha política exigía un partido de clase, y que, no obstante
ello, a reglón seguido y sin adversativo de por medio, se negó a sí mismo
promoviendo un partido no de clase.
¿Quién es el incoherente? ¿Mariátegui, o
Pérez? Ciertamente Pérez, pues es claro que, mientras el maestro propuso un
partido de masas doctrinariamente homogéneo, su comentador dice que lo que
propuso fue un partido de masas doctrinariamente heterogéneo. Esto prueba que,
según su parecer, el partido de clase no
puede ser, al mismo tiempo, un partido de masas. Por eso ha escrito
alegremente: “las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un
Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas”.
Puesto que no es posible imaginarse que Pérez
padezca una aguda minusvalía intelectual, hay que entender que su burda
tergiversación ha sido un acto consciente,
premeditado, intencional, lo cual demuestra, una vez más, su condición de
falsario.
Esta flagrante tergiversación, esta grosera
tergiversación, esta inaudita tergiversación de la concepción mariateguiana del
PSP y la absoluta negación del ¿Qué
hacer?, han resultado, seguramente, de la “lectura atenta” del comentador
(8).
Pues bien, la desembozada tergiversación de
aquella concepción mariateguiana pone en evidencia su tergiversación embozada
en esta afirmación de García: “El PSP tenía dos niveles: internamente
funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea (como ‘célula
secreta de los 7’ );
externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas de toda
nuestra historia republicana’” (9).
Como se ve, la cita pretende que el Partido
de Mariátegui fue un partido doctrinariamente heterogéneo, es decir, un partido
de masas sin la base doctrinal del marxismo-leninismo, o sea, un partido
pluriclasista en el sentido no proletario
del término (10).
Esto, por donde se le mire, es una completa
negación de la verdad doctrinal y orgánica del PSP.
Si Pérez dice que el Partido de Mariátegui
fue un partido de masas y no de
clase, García dice que tuvo “dos niveles”, y, prácticamente, ambas afirmaciones
significan lo mismo, pues cualquier partido de masas que no esté homogeneizado
por el marxismo-leninismo no es ni puede
ser un partido de clase.
Así, pues, tanto Pérez como García reniegan
la experiencia mariateguiana, pero también la experiencia internacional, que,
en un caso ejemplar como el ruso, demostró que un partido de cuadros en sus
primeros años, puede transformarse en un partido de masas, sin perder en
absoluto su condición de partido de clase (11).
Pero, por lo visto, para Pérez y García, A
es A, y no puede ser B. Este formalismo, esta metafísica, es la causa y el
efecto del embrollo que tienen en la cabeza.
O, acaso, la interpenetración de lo
clasista y lo masivo en el Partido, la dialéctica entre estos polos, es cosa
que escamotean deliberadamente.
(…)
1. El PSP fue un partido de clase, es
decir, un partido doctrinariamente homogéneo. Por eso en el Programa del Partido, Antecedentes y desarrollo de la acción clasista, Acuerdos
de la Reunión de Barranco, Reuniones
del 1 y 4 de marzo de 1930 y Al
margen del nuevo curso de la política mexicana, Mariátegui señaló, las más
de las veces directa y explícitamente, tal carácter. Pero Pérez y García niegan
completamente esta verdad con su negación del marxismo-leninismo y su partido
de “dos niveles”.
2. La postulación de un partido
doctrinariamente heterogéneo, de un partido no
de clase, de un partido-amalgama, significa
la negación de la independencia ideológica, política y orgánica del proletariado
y, por lo tanto, es liquidacionismo de derecha, forma específica de
revisionismo.
3. La negación de la concepción leninista
del partido proletario tiene por base filosófica el empirismo y constituye una
posición REVISIONISTA, imposible de disimular incluso si tramposamente se
dijera que es un “revisionismo positivo”, pues tal posición encierra, en Pérez,
la idea de que el partido de clase –que homologa a la idea del partido de
cuadros–, tuvo vigencia solo en la
Rusia autocrática de los primeros años del siglo XX, y, en García, la idea de
que el ¿Qué hacer? nunca tuvo vigencia, pues, según él, es
el partido doctrinariamente heterogéneo –planteamiento de Julio Portocarrero y
Hugo Pesce– y no el partido
doctrinariamente homogéneo –sustentado por Lenin y seguido por Mariátegui–, lo
que está vigente “desde hace más de un siglo”.
4. El modelo de partido de clase bajo la
forma de partido de masas legado por Mariátegui está vigente en todo lo que
tiene de esencial: adhesión al marxismo-leninismo
y al internacionalismo proletario, concepción correcta de la revolución,
estrategia revolucionaria de masas, carácter pensante y operante de la
militancia y, dadas las actuales
condiciones de democracia burguesa, también
lo está en lo concerniente a su estatus legal.
5. La realidad de un cierto fraccionamiento
de la clase obrera no es ni puede ser pretexto para cuestionar el modelo
mariateguiano de partido y postular en su lugar un partido de masas
doctrinariamente variopinto. Todo lo contrario: cuanto más fracciona el capitalismo a la clase obrera, más
grande y mas profunda es la necesidad de preservar la independencia de clase
del Partido.
6. En las actuales circunstancias
históricas, la resolución teórica y práctica del problema del instrumento
organizativo del proletariado, es la
cuestión fundamental dirimente, la piedra de toque que define la posición de
cada tendencia, la línea divisoria que separa a marxistas de revisionistas.
Por eso, para cualquier marxista consciente, no es difícil discernir dónde está
el marxismo y dónde el revisionismo, dónde el Camino de Mariátegui y dónde su
mixtificación.
Notas:
[1] Lenin,
Mariátegui y el partido de masas, p.1. Como resulta evidente, Pérez utiliza
el término partido de cuadros como equivalente al término partido de
revolucionarios profesionales, que es el que utiliza Lenin. De hecho esta
equivalencia no es absoluta, como parece creer Pérez, pero este no es el lugar
para entrar en detalles al respecto. Sin embargo, la equivalencia señalada cuenta
aquí para efectos de entender exactamente el artículo que examino.
[2] Ibidem,
p.4.
[3] No es casual, por eso, y no está exento de
tendenciosidad, que Pérez cite algunas opiniones de Lenin sobre la forma
organizativa del partido, que aparecen en el prólogo a la recopilación En doce años, y silencie aquellas otras
que, en el mismo lugar, se refieren al contenido del Partido, como por ejemplo
la que sigue: “¿Qué hacer? es el compendio de la táctica y de la política
iskrista de los años 1901 y 1902 en materia de organización. Un ‘compendio’, ni
más ni menos. Quien se tome el trabajo de ver Iskra de 1901 y 1902,
indudablemente se convencerá de ello. Y quien juzgue este compendio sin conocer
la lucha de Iskra contra el ‘economismo’, a la sazón predominante, y sin
comprender esta lucha, no hará sino lanzar palabras al viento” (Obras Completas, Editorial Progreso,
Moscú, 1983, t.16, p.107. Subrayados en el original). Precisamente Pérez juzga
el ¿Qué hacer? sin captar la
importancia fundamental y la trascendencia universal de la lucha contra quienes
se prosternaban ante el movimiento espontáneo y levantaban la política sindical
como toda política del Partido, lucha que, como lo sabe todo el que quiera
saberlo, permitió establecer el contenido doctrinal y político del partido
proletario. Por eso todo lo que hace Pérez es “lanzar palabras al viento”.
[4] Cualquier marxista consciente comprenderá que
esa pretendida “desacralización” es lo
que no se puede hacer con el ¿Qué hacer?, lo que no se debe hacer con
el ¿Qué hacer? No obstante, ¡es
eso precisamente lo que hace Pérez! Por supuesto, el ¿Qué hacer? exige una lectura crítica que permita, por una parte,
asumir lo que tiene de vigente y de aplicable en cada caso y, por otra, establecer
lo que tiene de prescindible por no corresponder a la situación concreta en la
que se opera. Pero esto, claro está, no tiene nada que ver con la presuntuosa
“desacralización” que propone Pérez.
[5] Aniversario
80 (5).
[6]
El truco y la declaración de García que, en principio, constituyen una negación
de la concepción mariateguiana del PSP, son pues, al mismo tiempo, una negación
de la concepción leninista del partido proletario.
[7] Por cuanto el marxismo a secas que se propone
como el aspecto general de la base de unidad es ya una posición revisionista.
Por otra parte, dejo subrayado que utilizo la denominación marxismo-leninismo
como intercambiable con la denominación teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin,
Mao.
[8] Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú,
t.II, p.398.
[9] Tan
extraviado se encuentra Pérez, que cree que la precisión de Mariátegui acerca
de que el PSP tenía que basarse en las masas obreras y campesinas organizadas,
se refería no a su base social sino a su composición social. Pero ocurre que
Mariátegui sabía perfectamente que “el trabajo político corresponde a los
partidos de clase, la actividad económica y sindical a las organizaciones
obreras” (Correspondencia, t.II,
p.619). Por eso señaló que “La organización sindical y el partido socialista,
por cuya formación trabajaremos, aceptarán contingentemente una táctica de
frente único” (Martínez, Apuntes,
t.II, p. 398), diferenciando así tajantemente entre “organización sindical” y
“partido socialista”. En la misma moción aprobada por la Reunión de Barranco,
el maestro esclareció la composición social básica
del partido: “la organización de los obreros y campesinos, con carácter
netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra
propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la
burguesía nacional” (ibidem, p.397).
Pero Pérez confunde base social con composición social, y, así, sugiere, sin
querer queriendo, que Mariátegui planteó que las masas obreras y campesinas
organizadas, es decir, asociadas en sus gremios, o sea los gremios de los
trabajadores, fueran parte constitutiva del partido, a la manera del Partido
Laborista de Ingflaterra. Esta es una completa tergiversación del concepto
mariateguiano del partido de masas, que no es otra cosa que un partido de clase
bajo la forma de partido de masas.
[10]
Así, pues, la frase “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del
Perú” aparece únicamente como una puntualización de la frase “La lucha política
exige”. Por eso en los Principios
programáticos del Partido Socialista,
en la Reunión de Barranco, en la Reunión del 4 de marzo de 1930 y en el
artículo Al margen del nuevo curso de la
política mexicana, Mariátegui ratificó (en este último texto
indirectamente) el carácter de clase del PSP.
[11]
Realmente el artículo de Pérez es una mayúscula vergüenza para el Socialismo
Peruano. Pero, no obstante esto, ha sido publicitado por un blog de su facción,
lo que quiere decir que en estas filas se promueve la negación de la concepción
leninista del partido proletario y la tergiversación de la concepción
mariateguiana del partido del proletariado peruano, sin que nadie muestre la
entereza doctrinal y la fortaleza de ánimo necesarias para llevar adelante una
consecuente lucha contra tan extremas expresiones de descomposición ideológica.
Esto prueba que ahí el liberalismo burgués es la ideología realmente existente.
En su vergonzoso artículo, sin embargo, Pérez se da estos aires: “Razonando en torno a la razón del nombre
del Partido del Trabajo”; “Si analizamos
cuidadosamente el texto de Mariátegui”; “Una lectura atenta de este numeral del Acta” (pp.3 y 4. Los subrayados
son míos).
12.04.10.
Ramón García o la
Manipulación III
(Fragmento)
E.I.
ESTOS ASERTOS PRUEBAN fehacientemente que
Mariátegui entendía por partido “una facción orgánica y doctrinariamente
homogénea”, y que, por el Partido Socialista que se aprestaba a organizar,
entendía una facción “de filiación y orientación definidas”, es decir, un
partido “orgánica y doctrinariamente homogéneo”. Por lo tanto, es claro que,
conforme a la visión marxista, Mariátegui consideraba que el carácter de clase
del partido proletario no está determinado por la extracción social de sus
militantes, sino por la doctrina que lo
hace orgánicamente homogéneo.
Por eso, si en el Programa del Partido estableció el
marxismo–leninismo como la base de su unidad, en la Moción aprobada por la
Reunión de Barranco señaló que “La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye
el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda…” (14).
Estas aserciones prueban, a su
vez, que, puesto que el PSP era un partido “orgánica y doctrinariamente homogéneo”, entonces no tenía ni podía tener dos niveles orgánicos permanentes doctrinariamente
disímiles entre sí.
En consecuencia, cuando García, falsificando
la verdad histórica, pretende que el PSP “tenía dos niveles”, lo que hace es negar el carácter de clase del Partido de Mariátegui, y, así, su “qué entender por
‘partido de masas y de ideas’”, tiene, en él –y desde hace tiempo– esta respuesta: por un partido tal hay que
entender un partido de clases, así en plural, es decir, un partido
pluriclasista, un partido de trabajadores sin la base doctrinal del
marxismo-leninismo (15).
Pero además, es
menester señalar que la cualidad de partido doctrinariamente homogéneo del PSP fue concretamente definida en contraposición
a su opuesto: el proyecto de partido doctrinariamente heterogéneo de Haya de la
Torre.
Por eso, el
proyecto de García no solo es un reciclaje del modelo de partido que levantaron
Portocarrero y Pesce en junio de 1929, sino también, al mismo tiempo, un
proyecto que tiene su antecedente en el partido pluriclasista de Haya de la
Torre.
El partido de García no sería, pues, un partido de
clase y, por lo tanto, tampoco un partido de masas y de ideas en el sentido
mariateguiano del término.
Notas
[14] Ibídem, p.397. Cursivas
nuestras. En este caso, la frase “con carácter netamente clasista” no puede
entenderse en un sentido sindical, sino ideológico. Por eso es equivalente a
esta otra: “con carácter netamente marxista-leninista”.
[15] De hecho, García comete el trastrueque
de pasar el modelo de partido levantado por Julio Portocarrero y Hugo Pesce en
la Conferencia Comunista de Buenos Aires, como el modelo de José Carlos
Mariátegui. Este trastrueque viene de 1967, y demuestra que nuestro
liquidacionista concibe al PSP como algo que no fue: un partido de dos niveles,
un partido doctrinariamente variopinto, un partido revisionista. Hasta este
punto extremo ha llegado su falsificación de la verdad histórica del partido de
Mariátegui.
09.08.2010.
El Concepto
Mariateguiano de Partido de Masas y de Ideas
(Fragmento)
E.I.
II
Desde
la segunda mitad de los años 1980, Ramón García falsifica la identidad
doctrinal de José Carlos Mariátegui y del PSP a fin de hacer pasar de
contrabando su “marxismo” sin
leninismo y su proyecto de un partido doctrinariamente heterogéneo.
Es decir le achaca a Mariátegui sus propias
posiciones oportunistas y liquidacionistas, y, como es obvio, este criollo
procedimiento lo pinta de cuerpo entero.
Puesto que el carácter de clase del Partido
está determinado por su doctrina, es claro que un partido doctrinariamente
heterogéneo no es ni puede ser un partido de clase (8).
Precisamente el proyectado partido del
grupo liquidacionista es la materialización de un “marxismo” sin leninismo en su ya fundada instancia
secreta, y, en su instancia pública por fundarse, sería la materialización de
disímiles posiciones doctrinales. Esto es lo que se llama partido-amalgama.
Esta amalgama doctrinal explica que los
promotores de semejante partido quieran titularlo socialista (9).
García ha escrito: “La propia experiencia,
la propia lucha enseñó a través de la investigación de continuadores, que la Reconstitución
se hundía en un círculo vicioso”. “La ‘reconstitución’ ha devenido fiasco en el
país” (10).
De esta forma renunció a la tarea de la
Reconstitución, y, en reemplazo de ella, ha levantado el proyecto de “una
organización de proyección nacional” (11).
Esta “organización de proyección nacional”
es concebida como el resultado de la “dilución-integración” del PCP (U), el PCP
(PR), el PCP (SL), el PSP, el PST, etcétera (12).
¿Y qué cuestiones centrales propone como
línea de esa pretendida organización?
Entre
otras, las siguientes: 1) marxismo sin
leninismo; 2) falsificación de la filiación doctrinal de Mariátegui; 3)
tergiversación del contenido que tienen en la literatura mariateguiana sobre el
Partido los conceptos de socialismo, socialismo peruano, creación heroica,
partido de masas y de ideas; 4) mixtificación del Camino de Mariátegui; 5)
acción legal municipal como el camino al socialismo; 6) falsificación de la
verdad doctrinal y organizativa del PSP; 7) partido de “dos niveles”; 8)
dilución del socialismo marxista en el variopinto mapa del socialismo en
general (13).
Este
conjunto, como es obvio, entraña la conculcación de la independencia
ideológica, política y orgánica del proletariado.
Lo expuesto demuestra, pues, el vaciamiento
que ha hecho García del concepto que encierra en Mariátegui la frase “partido
de masas y de ideas” (14).
Vaciamiento que ha significado embutir
dicha frase con un concepto oportunista.
Y, luego de imponer en su grupo ese vaciamiento,
ahora pretende imponérselo a la izquierda peruana.
Porque para García y sus repetidores, la
“organización de proyección nacional” es posible únicamente bajo sus posiciones
(15).
Pero, por cierto, después del egotismo
burgués de Abimael Guzmán (que en 1988 se autoproclamó “el más grande
marxista-leninista-maoísta viviente”), el egotismo burgués de Ramón García (que
en 2007 se autoproclamó “Yo el Supremo”), es cosa que difícilmente podría
sorprender al conjunto de la izquierda.
Notas
[8] Precisamente es el caso del proyecto de
un partido de dos niveles. Variopinto en lo doctrinal, este partido no podría
reclamar para sí la condición de partido de clase: las diversas tendencias que
concurrirían en su interior, representarían los intereses de distintas
fracciones de clase y aun de distintas clases, y, por lo tanto, no
representaría homogéneamente los intereses históricos del proletariado
revolucionario. Esto es una verdad elemental. Sin embargo, en una carta abierta
dirigida a Cesar Risso y al autor de estas líneas, Manuel Velásquez sostuvo que
“La idea de realizar un seminario… tiene como objetivo… la constitución [de un]
partido de clase” (elipsis nuestras). Ciertamente este es un clamoroso caso de
demagogia, es decir, de política criolla.
[9] El nombre del Partido no es un problema
formal sino un problema de gran importancia política. La insistencia del grupo
liquidacionista en el nombre de socialista no es casual, pues este nombre le
sirve para expresar el proyecto de un partido del variopinto socialismo en
general.
[10] Organización:
contenido y forma. Cursivas en el original.
[11] No obstante esta renuncia, el grupo
liquidacionista hizo aparecer el término reconstitución en su Propuesta de plan 2012-2018: “reconstitución del PS”, “El Partido Socialista Peruano
reconstituido” (obsérvese, de paso, que le cambió el nombre al Partido de
Mariátegui). Este aprovechamiento del prestigio del término reconstitución es
otro caso de clamorosa demagogia, es decir, de política criolla.
[12] Con respecto a esta cuestión, cabe
señalar que, en caso de que los partidos mencionados y los implícitos en los
etcéteras, no se autodisuelvan para integrarse en una organización bajo las
posiciones de Ramón García, se habría consumado fracaso final del proyecto de
este personaje.
[13] Esto demuestra que García se ha
aderezado su propio marxismo; su propio socialismo peruano; su propio camino al
socialismo; su propio concepto de partido de masas y de ideas. Esto significa
que, al Camino de Mariátegui, García le
opone su propio camino. Esto es lo que el grupo liquidacionista llama
“renovarse”. Por otro lado, señalamos que, fieles a nuestra convicción
dialéctica, no tenemos ningún problema en reconocer algunos aciertos de García
relativos a puntos específicos (así como los aciertos específicos de cualquier
otro oportunista), pero esta cuestión la examinaremos en otro lugar. Por ahora
solo es menester subrayar que dichos aciertos no podrían justificar la
asimilación de ningún marxista a sus
posiciones oportunistas y liquidacionistas que, como es obvio, marcan el
carácter de su proyecto de partido.
[14] A fin de negar el marxismo-leninismo
de Mariátegui y el PSP, García escribió: “Este término se encuentra dos veces
en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina”. Pues
bien, la frase “partido de masas y de
ideas” aparece en la literatura mariateguiana una sola vez, y no
precisamente en un documento de la importancia del Programa del Partido, sino en una carta a César Vallejo. Por lo
tanto, si García fuese consecuente con su argumento estadístico, no hubiese
tenido que asumir aquella frase. Pero la ha asumido, aunque, como está
demostrado, vaciada de su contenido. El hecho, pues, de que, en este caso, no
haya aplicado su aludido argumento, demuestra que el mismo no pasa de ser un
equívoco recurso enderezado a negar el marxismo-leninismo de Mariátegui. Si de
justificar esta negación se trata, García grita: “¡solo se encuentra dos veces
en la obra de JCM, solo se encuentra dos veces!”. Pero, si de utilizar la frase
mariateguiana de un partido de masas y de ideas se trata, musita para sí mismo:
“no importa que se encuentre una sola vez en la obra de JCM, no importa que se
encuentre una sola vez”. Esta doble contabilidad es una expresión de su
fisonomía mental.
[15] De esto ya tienen experiencia no pocos
activistas. Por otro lado, es menester anotar que la dirección secreta del
grupo liquidacionista se califica a sí misma de “roja” (programa máximo),
mientras a aquellos a quienes pretende engatusar a efecto de fundar su nivel
público, los califica de “verdes” (programa mínimo) (ver Ramón García, Organización: nombre posible). Esto demuestra que a los
activistas de las otras organizaciones los tiene en muy poca estima
12.07.13
Respuesta a Gustavo
Pérez
(Fragmento)
E.I.
De
hecho, el recurso de mutilar los escritos de Engels y Lenin y de interpretar
abusivamente a Mariátegui sobre el nombre del Partido, ha hecho carrera en
algunos círculos. Y cuando he insistido en señalar este método tomando un
ejemplo del artículo de Pérez, éste ha reaccionado: “ni el suscrito ni Aragón,
citamos mutiladamente a Engels”.
En la medida en que Pérez pretende que lo que
ha citado de Engels en el El debate entre la Internacional Comunista y José
Carlos Mariátegui es la prueba de que no ha mutilado al cofundador del
marxismo, no tengo más remedio que
copiar de este artículo lo correspondiente a fin de esclarecer la cuestión:
“Aragón recuerda oportunamente, que el propio Engels señala en el Prefacio a la
edición alemana de 1890, de ‘El Manifiesto de la Liga de los comunistas’ o
‘Manifiesto Comunista’ (originalmente publicado en febrero de 1848), que…
‘cuando apareció no pudimos titularle Manifiesto Socialista. En 1847, se comprendía con el nombre de socialista a
dos categorías de personas. De un lado, los partidarios de diferentes sistemas
utópicos, particularmente los owenistas en Inglaterra y los fourieristas en
Francia, que no eran ya sino simples sectas en proceso de extinción paulatina.
De otra parte, toda suerte de curanderos sociales que aspiraban a suprimir, con
sus variadas panaceas y emplastos de toda suerte, las lacras sociales sin dañar
en lo más mínimo al capital ni a la ganancia. En ambos casos, gentes que se
hallaban fuera del movimiento obrero y que buscaban apoyo más bien de las
clases ‘instruidas’. En cambio, la parte de los obreros convencida de la
insuficiencia de las revoluciones meramente políticas, exigía una
transformación radical de la sociedad, se llamaba entonces comunista”. Pero ocurre que, sin que medie solución de continuidad,
la reflexión de Engels continúa en estos términos: “Era un comunismo apenas
elaborado, sólo instintivo, a veces un poco tosco; pero fue asaz pujante para
crear dos sistemas de comunismo utópico: en Francia, el ‘icario’, de Cabet, y en
Alemania, el de Weitling. El socialismo representaba en 1847 un movimiento
burgués; el comunismo, un movimiento obrero. El socialismo era, al menos en el
continente, muy respetable; el comunismo era precisamente lo contrario. Y como
nosotros ya en aquel tiempo sosteníamos muy decididamente el criterio de que
‘la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma’, no
pudimos vacilar un instante sobre cuál de las dos denominaciones procedía
elegir. Y posteriormente no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella” (adición
al prefacio a la edición alemana del Manifiesto).
Y claro, mutilación de por medio, puede
pasar, para algunos lectores, la afirmación de que “Marx y Engels consideraban
que el nombre correcto del Manifiesto, como del Partido, era Socialista” (sic).
Pero, como hemos visto, la reflexión de Engels tiene esta categórica
conclusión: el hecho de que en 1947 la parte revolucionaria de los obreros se
llamaba comunista y el criterio de que la emancipación de la clase obrera debe ser
obra de la clase obrera misma, determinaron la denominación de “Comunista” del Manifiesto, y, por esta razón,
posteriormente ni a él ni a Marx se les ocurrió jamás renunciar a ella como el
nombre científicamente exacto del partido proletario. En consecuencia, citada
completa la reflexión engelsiana, ya no puede ser “interpretada” como que
solventa el nombre de “Socialista” para el Partido. Pero además, hay que tener
presente que Engels precisó su opinión en estos términos: “Para Marx y para mí
era, por tanto, sencillamente imposible emplear, para denominar nuestro punto
de vista oficial, una expresión tan elástica. En la actualidad, la cosa se
presenta de otro modo, y esta palabra (‘socialdemócrata’) puede, tal vez,
pasar, (mag pacieren), aunque sigue
siendo inadecuada (unpassend) para un partido cuyo programa económico no es un simple programa socialista en
general, sino un programa
directamente comunista, y cuya meta política final es la superación total
del Estado y, por consiguiente, también de la democracia. Pero los nombres de
los verdaderos partidos políticos nunca son absolutamente adecuados; el partido
se desarrolla y el nombre queda” (citado en El
Estado y la Revolución. Los dos primeros subrayados en el original; el
último es mío). Y esto fue escrito por Engels en 1894, apenas un año antes de
su muerte, lo que quiere decir que, en los meses finales de su vida, se
ratificó en su convicción de que el nombre de “Comunista” es el nombre
científicamente exacto del Partido.
¿Dónde está, pues, aquello de que “ni el
suscrito ni Aragón, citamos mutiladamente a Engels”?
(…)
El método de mutilar a los maestros, de
citarlos a capricho, de silenciar ciertas partes de sus tesis, de hacerles
decir lo que no dijeron, o directamente afirmar sin ningún fundamento que se
equivocaron, comporta un estilo de estudio subjetivo, contrario al
marxismo.
21.11.07.
El
Pesimismo de Juan Croniqueur
(Segunda
Parte)
Jorge Oshiro
Reflexiones sobre la guerra (I)
El primer texto escrito del joven
Mariátegui en el cual se vislumbra los brotes de sus primeros pensamientos
filosóficos es de agosto de 1914. En esos momentos no se había declarado aún la
Primera Guerra Mundial, pero ya se la sentía venir. Mariátegui registra este
estado de cosas en un artículo del 1.8.1914, aparecido por primera vez en «La
Prensa»[1].
La guerra entre Austria y Servia había
sido declarada y no faltaba mucho para el comienzo del conflicto a nivel
europeo. El joven Mariátegui, en ese entonces Juan Croniqueur, se negaba aún
aceptar la idea que el conflicto pudiera llevarse a cabo[2].
La argumentación de su tesis de la imposibilidad del conflicto, es general y
abstracta, tiene un carácter más moral y con tendencia más apelativa que un
razonamiento objetivo de las causas reales que hubiesen podido impedir el
conflicto bélico[3].
La sola posibilidad de la guerra abre en
la conciencia del autor graves interrogaciones sobre cuestiones trascendentales
de la existencia humana[4].
Y concluye esta reflexión diciendo que si la guerra estalla, "seguirían
siendo los hombres tan brutales y sanguinarios como en tiempos
pasados" (op.cit.Subr.mio:JO).
De estas consideraciones sobre la guerra
podemos ya encontrar ciertos núcleos de su pensamiento filosófico-antropológico
predominante en este período. Según Juan Croniqueur:
1. el hombre es por naturaleza,
"salvaje", es decir, "brutal y sanguinario".
2. la función de la cultura es en último término
la de
"encadenar las pasiones" de
este hombre "brutal y sanguinario"
3. la guerra, como expresión de la
"naturaleza salvaje" del hombre, es la negación de la cultura;
es "el estallido de la pasión, la
ambición de un pueblo, la locura de un monarca".
Así tenemos en esta concepción temprana
de Mariátegui una lucha entre el principio irracional (pasión) y el principio
racional (cultura). En esta lucha tiene la pasión un carácter abiertamente
negativo[5].
Por lo tanto, la guerra en sí, como expresión de la pasión es a priori,
un hecho condenable, pues es un acto irracional. Por esta misma razón la guerra
no podía (no debía) desencadenarse.
Este pesimismo del joven
periodista se desarrolló con más profundidad en los años siguientes y que lo
encontramos expresado en dos documentos imprescindibles para comprender la
intimidad de su pensamiento filosófico en germinación: las poesías escritas
entre 1915 y 1917 y las cartas de 1916 a Bertha Molina, llamada
"Ruth".[6]
Mariátegui había pensado publicar los
versos en un volumen titulado «Tristeza». El libro no se llegó a publicar pero
los versos están allí como un testiminio importante de "un hondo y sentido
boceto de (su) vida"
"Tristeza"
Los versos del joven poeta tienen
esencialmente el carácter de una confesión íntima, característica de los poetas
románticos. El poeta peruano es
consciente de sus límites, de sus debilidades y la propia contingencia que en
su lenguaje lírico se expresan directamente con el símbolo de la enfermedad: "Me
he enfermado de bruma, de gris y de tristeza". Así comienza un soneto de
junio de 1915 que tiene como título «Fantasía de Otoño».
"Mi tristeza", dice el poeta
meses después, "es tan sólo la tristeza enfermiza/ de un niño un poco
místico y otro poco sensual" («Plegaria del cansancio»)[7].
Esta enfermedad se presenta también como neurosis: "Un paisaje de otoño se
duerme en mi alma, presa/ de una inquietud neurótica y de un delirio
sensual" («Fantasía de Otoño»). El amor tampoco está libre de este
carácter: "Un neurótico amor/ que me envuelve en las mallas sutiles de su
red/ y que me ha anastesiado, sin curar mi dolor" («Spleen»).
La limitación y la debilidad es
polifacética. La vida misma está sentida y vivida como limitación. Y lo que
limita la vida es su falta de sentido. En el poema «Elogio» el poeta se
considera a sí mismo como "Este arbitrario y triste peregrino", luego
en «Nirvana»: "Neurasténico, absurdo, soñador,/ tengo un raro y sonámbulo
vivir". Pero es un ser absurdo que presiente la muerte:
"Un desdén por la vida, una vaga inquietud
ante la certidumbre de que habré de
morir
y que siento infecunda mi fatal juventud
una pena muy honda, muy honda de partir.
(«Spleen»)
Como se aprecia la muerte no es un
personaje que cause miedo. La muerte ya está instalada en la vida misma. Y sus
expresiones son la tristeza y el aburrimiento:
"monorritmo tenaz de lluvia que
golpea muy lento a mis cristales
cual si con los nudillos las manos
espectrales
de la muerte llamaran, sin atreverse a
más"
(«Fantasía de Otoño»).
La muerte ya está allí presente, pero su
forma de ser es el vacío, la tristeza, la melancolía:
"La pena me posee con ansias
faunesca,
y su brazo me invade de un hastío
letal"
(«Fantasía de Otoño»).
El lugar donde la vida y la muerte se
mezclan y devienen idénticas es la sensualidad. Ya que la muerte motiva en el
poeta sentimientos religiosos, se mezclan éstos con una intensa sensualidad. Y
así se puede constatar una polaridad contradictoria entre Vida y Muerte en la
forma de Sensualidad y Religiosidad.
Pero lo decisivo en esta sensualidad es
el hecho que ella todavía en este período es pasiva, sentida como 'irracional',
'salvaje'. En sentido riguroso el poeta no vive su sensualidad. Al contrario él
es 'vivido' por ella:
"La pena me posee con ansias de
faunesa"
(«Fantasía de Otoño»)
pues
"Una abulia indolente...me veda
luchar
y me sume en la estéril lasitud de
soñar"
(«Spleen»).
Se había dicho arriba que el joven poeta
era completamente consciente de su limitación y su debilidad. Ahora debemos
precisarlo más: él es consciente de su pasividad, pues limitación y debilidad
es en este contexto de sus poemas expresiones de pasividad fundamental en la
actitud del lírico peruano.
[1] "La
amenaza de la conflagración europea se cierne hoy pavorosa sobre el
universo".
[2] "Reviste tan pavorosos caracteres de catástrofe, que basta su
consideración momentánea para llevar al ánimo el convencimiento de que la
guerra no llegará a producirse".
[3] "Con su realización los proclamados triunfos de la civilización
y las conquistas del pacifismo, quedaría una derrota y llevaría al espíritu de
todos la evidencia dolorosa de que la humanidad sigue siendo salvaje,
impetuosa y brutal, a despecho de todas las doctrinas y de todos los principios
con que se ha pensado utópicamente encadenar sus pasiones".(op.cit.Subr.
mio:JO).
[4] "Cabe sólo preguntarse si todas las conquistas pacientes y
lentas de la civilización, si todas sus victorias por el predominio del derecho
y la justicia, habrán de quedar deshechas ante el estallido de una pasión, ante
la ambición de un pueblo, ante la locura de un monarca, ante el amor propio de
un diplomático."
[5] Es precisamente la transformación de su valoración de la pasión
humana uno de los aspectos principales del desarrollo de su pensamiento
filosófico de su época juvenil a la edad madura.
[6] Las
poesía aparecieron en el primer volumen de los «Escritos juveniles» y las
cartas a Ruth en el «Anuario Mariateguiano».
[7] Mariátegui retoma este
pensamiento años más tardes en un artículo aparecido en «El Alma Matinal»:
"A medias soy sensual a medias soy místico"(1950:94). Lo cual indica
claramente la persistencia y la continuidad de un rasgo del pensamiento
filosófico del peruano, pues esta "autodefinición" tiene implicaciones
teóricas importantes como se verá posteriormente.