Nota Explicativa:
La
lucha ideológica en defensa de la verdad universal del marxismo-leninismo, del
pensamiento de Mariátegui y del estilo proletario de debate, hace necesario
revelar a los ojos de nuestros lectores el oportunismo, los métodos criollos y
el egotismo burgués del grupo que dirige Ramón García y, además, algunas notas
del derrotero de este personaje. Publicamos, pues, en esta oportunidad, los
artículos Radiografía de un Confusionista
(31.07.10), La Verdad Sea Dicha (12.11.11)
y Ramón García o la Manipulación IV (12.08.12).
El Comité de Redacción.
¡Defender el Pensamiento
de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad
actual!
Radiografía
de un Confusionista
Eduardo Ibarra
I
LA ACUSDACIÓN
DE SER EL SUSCRITO UN SOCIALISTA, en el sentido oportunista del término, y de
haber estado involucrado en la defección de “los bolcheviques” en 1975, me
colocó, como es obvio, en la ineludible necesidad de establecer la verdad
relativa a ambas cuestiones. Por eso, el 11 del presente publiqué el artículo Nota sobre una verdad histórica, y,
ahora, es decir, veinte días después, puedo decir que el silencio de mis
calumniadores parece indicar que los argumentos presentados han sido
convincentes, salvo que alguna antojadiza declaración posterior pretenda lo
contrario. Discutía, pues, en mi artículo, con tales senderistas, pero, por la
naturaleza de los hechos esclarecidos, ha salido Gustavo Pérez con un artículo
en el que, en la misma forma deleznable de los aludidos, ha lanzado contra mi
persona las más burdas calumnias, al mismo tiempo que ha tratado de justificar
lo injustificable: la defección de “los bolcheviques”.
Analizaré,
pues, su artículo, graciosamente titulado El
“pez fuera del agua” muere por su
boca, pero, antes, recapitularé algunos hechos que marcan los últimos años
de su derrotero político, de manera que los lectores no informados o
insuficientemente informados sepan quién es Pérez y qué papel cumple en su
facción.
En
mi artículo Radiografía de una
Falsificación, 28.10.07, había quedado claro que tanto Miguel Aragón como Gustavo
Pérez mutilan a Federico Engels a efecto de sustentar el nombre de socialista
para el Partido. Pero en su artículo Falsificación
de una radiografía o la “solidaridad”
infraterna, 01.11.07, Pérez escribió que “ni el suscrito ni Aragón, citamos
mutiladamente a Engels”. Por eso, en el artículo Respuesta a Gustavo Pérez, 21.11.07, hube de dejar verificada la
mencionada mutilación.
En
el artículo Puntos sobre algunas íes,
24.02.08, aludí críticamente la deplorable inconducta de Aragón en la revista Alma Matinal, cumpliendo así la
responsabilidad de criticar un hecho absolutamente inadmisible en el Socialismo
Peruano, pues no es posible que alguien cometa un acto reñido con la ética
marxista, y, encima, pretenda no ser criticado. Pero en una carta del 04.03.09,
Pérez intentó encubrir la inmoralidad de su correligionario. Por eso, el 17.03.
del mismo año, César Risso hubo de dar prueba testimonial de la deplorable inconducta
de Aragón.
En
el artículo Miguel Aragón o el cinismo,
12.02.09, refuté las burdas calumnias del mencionado señor contra Santiago
Ibarra y el suscrito, puse al descubierto sus criollas maniobras, critiqué su
temeraria afirmación acerca de una supuesta “bancarrota de la Internacional
Comunista” y desenmascaré su mistificación del marxismo al contaminarlo con una
fuerte dosis de materialismo mecanicista. Pero, en aquella misma carta del
04.03.09, Pérez silenció todas las calumnias, todas maniobras y todos los
desaguisados de su amigo. Por eso, en el artículo Gustavo Pérez o la artería, 02.04.09, hube de señalar este
silenciamiento.
En
el artículo Acerca de la propuesta de un
partido minga, 01.02.10, quedaron reveladas, una vez más, la tergiversación
que hace Ramón García de la verdad del Partido Socialista del Perú y la
negación que comete del ¿Qué hacer?
de Lenin. Pero en el artículo Lenin, Mariátegui y el partido de masas,
28.03.10, Pérez trató de encubrir ambos despropósitos, aunque, torpe como es,
más bien terminó revelándolos más crudamente. Por eso, en Un artículo revelador, 12.04.10, hube de subrayar puntualmente este
hecho.
Como
se ve, o, mejor dicho, como lo puede ver cualquier persona que quiera ver,
Pérez cumple en su facción el indigno papel de encubrir mutilaciones,
tergiversaciones, maniobras, calumnias, inmoralidades y oportunismos, que él,
por supuesto, comparte servilmente.
II
Pues
bien, siguiendo su camino, ahora Pérez pretende una vez más confundir a los
activistas del movimiento urdiendo algunas patrañas, lo que, como siempre, hace
sin ningún escrúpulo. Examinemos, pues, esta cuestión.
En
el movimiento, es ampliamente conocida mi posición y la de mi tendencia sobre
el nombre del Partido de Mariátegui, pero, por si acaso, reseñaré algunas citas
al respecto.
“En
el Perú de las primeras décadas del siglo pasado, el término socialista
aparecía apropiado para darle nombre al Partido, no por razones de principio sino
por razones político contingentes. ¿Cuáles fueron estas razones? Tres muy
concretas: 1) la incipiente conciencia política de la clase obrera (con esto
tiene que ver esta declaración de Mariátegui de 1927: “Extraviarse en estériles
debates principistas, en un proletariado donde tan débil arraigo tienen todavía
los principios, no serviría sino para desorganizar a los obreros cuando de lo
que se trata es, justamente, de organizarlos”; 2) Mariátegui pensaba en un
partido legal (en octubre de 1928 escribió: “La libertad del Partido para
actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de las garantías
que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin restricciones su
prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por
el acto mismo de fundación pública de esta agrupación”); 3) el socialismo
apenas empezaba aquí su proceso histórico y, por tanto, conservaba su antigua
grandeza. (El nombre del partido,
06.04.07).
“Mariátegui
tuvo una posición definida ante la escisión del movimiento proletario europeo.
En el campo del socialismo, es decir, del movimiento socialista en general, se
había producido una división entre reformistas y revolucionarios, conservando
los primeros el nombre de socialistas y adoptando los segundos el de
comunistas. Esta división, como no pudo ser de otro modo, tuvo una justificada
repercusión mundial. Por eso el maestro señaló que aquí, en el Perú, “como en
Europa, los proletarios tenían que dividirse en colaboracionistas y
anti-colaboracionistas, en reformistas y maximalistas”, es decir, en
socialistas y comunistas. Pero, realista como era, consideró que, por razones
muy concretas, el partido del proletariado peruano podía denominarse
Socialista. Es claro, por tanto, que esta denominación equivalía a la de
Comunista” (Una vez más sobre el nombre
del partido, 30.05.08)
“Dadas
las condiciones concretas del Perú del decenio de 1920, el Partido podía y
debía llamarse Socialista. Podía, porque aquí no se había producido aún la
degeneración parlamentaria y reformista del socialismo y, por tanto, esta
palabra conservaba su grandeza, es decir, su núcleo de significación. Y debía,
porque esta palabra facilitaba el proyecto de la fundación legal del Partido” (Apuntes sobre el socialismo peruano,
nota 7, 10.05.08).
Huelga
subrayar que estas citas, entre otras que pueden traerse, demuestran de un modo
irrefutable que el suscrito y su tendencia reconocen la corrección del nombre
dado por Mariátegui a su Partido.
Pero,
confusionista como es, Pérez ha tratado de engañar a los activistas del
movimiento: “No es pues por ingenuidad o error que la tendencia ‘Ibarrista’
reniegue del nombre original de Socialista dado por Mariátegui a su Partido”.
En
el movimiento, es ampliamente conocida mi adhesión y la de mi tendencia al
socialismo proletario, así como mi deslinde y la de mi tendencia con el
socialismo oportunista, pero, por si acaso, reseñaré algunas citas al
respecto.
“En
un comentario sobre cierta opinión vertida por el médico español Gregorio
Marañón, Mariátegui sostuvo: “En el hombre de ciencia y de cátedra, de espíritu
liberal y humanista, que concede sin reservas al partido socialista de su
patria, con un certificado de salud, un testimonio de simpatía y confianza, y
que predica como un ideal de su tiempo la eugenesia, la palabra comunismo puede
suscitar supersticiosas aprensiones, aunque la práctica del único Estado
comunista del mundo -la URSS- le enseñe que no existe entre los dos términos
más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios,
y por la necesidad práctica eventual de distinguir estos dos campos con dos
rótulos diversos” (t.18, pp.165-166). Esto escribió Mariátegui un año y tres
meses después de haber fundado el Partido Socialista y, como se ve, sigue la
lógica de aquella otra afirmación suya en Aniversario
y balance, transcrita en el
primer párrafo del presente artículo, aunque ahora -es necesario subrayarlo- el
término reivindicado es el de comunismo, lo que debe hacer pensar a más de uno”
(El nombre del partido).
“La
necesidad, pues, de distinguir entre reformistas y revolucionarios, determinó
que el rótulo de socialismo terminara designando a los primeros y el rótulo de
comunismo a los segundos. Pero ¿por qué fue así precisamente, y no al revés?
Porque el rótulo de comunismo designa el Programa Máximo del proletariado
revolucionario y, en consecuencia, es algo más que un rótulo: es el nombre
científicamente exacto del Partido, o sea, el nombre que designa con toda
exactitud la meta de realizar el gran lema “de cada cual, según su capacidad; a
cada cual, según sus necesidades”. La burguesía -pequeña, mediana o grande-
puede aceptar y acepta de hecho, en las condiciones del régimen capitalista, la
propiedad social bajo la forma de comunidad campesina, cooperativa y empresa
estatal, pero de ninguna manera la propiedad común de los medios de producción,
y, por esto, algunas tendencias del reformismo se bautizan socialistas, pero no
comunistas. Y por eso hay socialismo burgués, pero no comunismo burgués” (ibídem).
“Ocurre
que, en el marco de esta necesidad contingente de distinguir a reformistas y
revolucionarios con los rótulos de socialistas y comunistas respectivamente, Ramón
García ha promovido precisamente el rótulo que designa a los reformistas. Pero
se entiende que así haya procedido, pues, contrariando a Mariátegui, considera
que el nombre de Partido Socialista es una cuestión que se deriva no de una situación concreta particular,
sino del problema de nuestra época, consideración con la que, además, contraría
también, al mismo tiempo, a Engels y a Lenin” (ibídem).
“García
declara: “Para el m.c.n. también ha llegado la hora de quitarse la camisa
sucia. Ha llegado la hora de ponerse ropa limpia. Ha llegado la hora de fijar
la posición del proletariado respecto al Estado”. Debemos ponernos ropa limpia”
(El partido de Mariátegui). ¿Y qué ropa propone? Pues la ropa del socialismo, lo
que, por cierto, equivale a proponer sacarnos la ropa sucia del comunismo para
ponernos la ropa más sucia todavía del socialismo. Y, sin embargo, un sector
del movimiento comunista nacional se ha puesto esta camisa particularmente
sucia” (ibídem).
“Pues
bien, cualquier marxista que haya asimilado el marxismo ‘en su esencia misma
como teoría del desarrollo de la humanidad’, tiene que saber: 1) que la
necesidad de demarcación política respecto al oportunismo socialista que pulula
en el mundo globalizado de hoy, es una necesidad completamente vigente; 2) que
la camisa del socialismo está sucia y que, por lo tanto, ponérsela hoy en día
como distintivo de la identidad ideológica del proletariado revolucionario es
facilitar el engaño de las masas; 3) que no tener en cuenta estas dos
cuestiones equivale a no tener en cuenta la realidad objetiva, y no tener en
cuenta la realidad objetiva es caer en subjetivismo” (ibídem).
“Como
puede constatarse, en la literatura mariateguiana el término socialismo aparece
con distintos significados según el contexto verbal y el contexto de situación
en que es utilizado, así como, referido al partido, aparece con un significado
invariable. Pongamos, pues, algunos ejemplos que confirman este aserto” (Apuntes sobre el socialismo peruano).
“En
la conferencia La crisis mundial y el proletariado peruano, Mariátegui señaló
que ‘una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación
social-democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación
anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que,
para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo’.
Evidentemente, en esta afirmación el término socialismo aparece, en primera
instancia, en su significado más amplio, más elástico, más dilatado, es decir,
designando tanto al bando reformista como al bando revolucionario del
proletariado, pero después, en el marco de la diferencia entre el marxismo y el
oportunismo, aparece implícitamente designando al segundo” (ibídem).
“En
el editorial Aniversario y balance,
Mariátegui señaló que ‘En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista
del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En
los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece
recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su
grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades
contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y
métodos, hayan desaparecido’. Evidentemente, en esta afirmación el término
socialismo aparece explícitamente como sinónimo de reformismo, pero, referido
al contexto de aquellos países donde la degeneración del socialismo no se había
producido todavía, aparece conservando intacta su grandeza, es decir,
conservando inmaculado su núcleo de significación, o sea, como intercambiable
con el término comunismo” (ibídem).
“En
la medida en que en el Perú de los años 1920 no se había producido la
degeneración del socialismo porque éste recién empezaba aquí su proceso
histórico y por cuanto el proyecto de Mariátegui comprendía la fundación legal
del partido, en el Acta de Constitución del PSP aparece esta expresiva
puntualización: “DE ACUERDO A LAS CONDICIONES CONCRETAS ACTUALES DEL PERÚ, el
Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista, basado en las masas
obreras y campesinas organizadas” (ibídem).
“Obsérvese
que las importantes y decisivas afirmaciones de Engels (‘Para Marx y para mí,
por tanto, era sencillamente imposible emplear, para denominar nuestro punto de
vista especial, una expresión tan elástica’; ‘esta palabra [la palabra
compuesta socialdemócrata, de la que, como es obvio, es parte la palabra
socialista]… sigue siendo inadecuada… para un partido cuyo programa económico
NO ES UN SIMPLE PROGRAMA SOCIALISTA EN GENERAL, SINO UN PROGRAMA DIRECTAMENTE
COMUNISTA’, son directamente escamoteadas por Aragón” (mayúsculas agregadas) (Una vez más sobre el nombre del partido,
nota 6).
“EN
EL PERÚ DE HOY Y EN EL MARCO DE LA NECESIDAD DE DIFERENCIAR NETAMENTE LOS
CAMPOS CON EL OPORTUNISMO, Ramón García y sus repetidores utilizan el término
socialismo en su significado más elástico, más dilatado, más general y, así,
mezclan oportunismo con marxismo, revisionismo con marxismo, reformismo con
revolucionarismo. Y, por cuanto el problema del nombre del Partido, tal como se
presenta en la actualidad, está inscrito PRECISAMENTE DENTRO EL MARCO DE
AQUELLA NECESIDAD DE NETA DIFERENCIACIÓN, PUEDE ENTENDERSE ENTONCES CUÁL ES EL
SIGNIFICADO DE LA PROPUESTA DE UN PARTIDO SOCIALISTA” (ibídem).
“García
utilizaba y utiliza los términos Socialismo y Socialismo Peruano en su
significado más elástico, más general, más dilatado, tergiversando así a
Mariátegui y, de este modo, no desagraviaba el nombre de Partido Socialista ni
mucho menos, sino que reivindicaba la palabra socialista sólo para designar la
amalgama de revolucionarios y reformistas, de marxistas y revisionistas en una
sola organización partidaria. De manera que. al proponer un partido socialista,
García no comete un simple error, sino una verdadera desviación de la Creación
Heroica de Mariátegui” (Acerca de la
propuesta de un partido minga, 01.02.10.).
“García
plantea ahora que “Se requiere de un nombre propio, siguiendo la pauta de
Amauta”, y es claro que plantea esto, en primer lugar, en relación al nombre de
socialista, que ha dejado atrás, y, en consecuencia, su homenaje a la tradición
indígena aparece como contraria a la tradición hispánica, en la medida en que
encierra la idea de que cualquier nombre castellano para el Partido no es
propio, y, en segundo lugar, en relación a lo extranjero, y, por consiguiente,
es claro que cae en la originalidad a ultranza. Ya hemos señalado que el título
del Partido no es su forma y, por esto, plantear un nombre propio con el
argumento con el que lo hace García, no pasa de ser una preocupación literaria
y anárquica” (ibídem).
“De
hecho, la afirmación de que “Se requiere de un nombre propio, siguiendo la
pauta de Amauta”, encierra la sibilina idea de que Mariátegui se equivocó al
denominar Socialista a su Partido, pues, al no seguir este nombre “la pauta de
Amauta”, no habría sido un “nombre propio”. Dicho en otros términos, encierra
la idea de que el maestro cometió un plagio” (ibídem, nota 15).
“Parece,
pues, un contrasentido que al comunismo científico se le conozca también con el
nombre de socialismo científico, y al término socialismo no se le reconozca
como nombre científicamente exacto del partido proletario. Pero la cuestión se
plantea en realidad de otro modo: por expresar la meta del proletariado
revolucionario, el término comunismo es el nombre científicamente exacto de la
teoría marxista” (El nombre del partido).
Huelga
subrayar que estas citas, entre otras que pueden traerse, demuestran de un modo
irrefutable: 1) que hay socialismo proletario y socialismo oportunista; 2) que
defiendo las razones dadas por el propio Mariátegui para denominar Socialista a
su Partido; 3) que rechazo la tergiversación de estas razones que hace la
facción de Pérez; 4) que en el marco de sus núcleos de significación, las
palabras socialismo y comunismo aparecen como intercambiables; 5) que, en su
sentido más elástico, sin embargo, la palabra socialismo, en las actuales
condiciones nacionales y mundiales, no sirve para marcar las diferencias de
concepción y métodos entre marxismo y oportunismo, sino más bien para
confundirlas; 6) que, precisamente, la facción de Pérez utiliza la palabra
socialismo en este sentido dilatado, y, de este modo, designa un movimiento
ideológica y políticamente variopinto; 7) que, por tanto, utiliza dicha palabra
en un sentido contrario al que tiene en la literatura mariateguiana referida al
Partido (PSP) y al movimiento (Socialismo Peruano); 8) que rechazo el golpe
bajo contra Mariátegui que significa insinuar que el nombre de Partido
Socialista no fue un “nombre propio”.
Pero,
confusionista como es, Pérez ha tratado de engañar a los activistas del
movimiento: “son éstos precisamente [los socialistas oportunistas] quienes han
puesto sobre el tapete el nombre de Socialista y no Comunista que Mariátegui
diese a su Partido y las reales razones que tuvo para ello”. “[Los socialistas
oportunistas] retoman el nombre que precisamente J.C. Mariátegui diese al
Partido, que él fundase el 07 de Octubre de 1928 (nombre original que ha sido
reconocido históricamente en el movimiento socialista peruano, por ‘tiros y
troyanos’), y se llaman así mismos, socialistas, convictos y confesos, con el
mismo orgullo que lo hiciera Mariátegui”.
En
el movimiento, es ampliamente conocida mi posición y la de mi tendencia sobre
el Partido Socialista del Perú, pero, por si acaso, reseñaré algunas citas al
respecto.
“Mariátegui
murió en abril de 1930, la reunión del Comité Central del 20 de mayo del mismo
año cambió el nombre del partido y hasta su rumbo político y, poco después, la
facción reformista de Castillo usufructuó el nombre de Partido Socialista” (El nombre del partido).
“Así
pues, el Grupo Organizador del Partido no se resolvió en el Partido Socialista
del Perú, sino en el Partido Comunista, que resultó siendo la negación del
proyecto de Mariátegui en más de un punto. Entre el Grupo Organizador del
Partido Socialista del Perú y el CC de la Reunión de Santa Eulalia no hubo más
cordón umbilical que la presencia de los ex-miembros de la célula secreta de
los siete, que, por lo demás, hacía tiempo que había dejado de funcionar como
tal. Contrariamente al Grupo Organizador del PSP, la adhesión del PCP al
marxismo-leninismo fue una adhesión dogmática, su adhesión a la Tercera
Internacional fue una adhesión seguidista y su política concreta respondió a una
concepción sectaria que terminó desconociendo en la teoría y en la práctica la
composición social del Partido y destruyendo los frutos del trabajo de masas
realizado por Mariátegui, es decir, liquidando el carácter de masas del
Partido” (Mariátegui y el Partido
Socialista del Perú).
“A
pesar de la defección de la absoluta mayoría de los miembros del Grupo
Organizador del PSP, sus fundamentos ideológicos, teóricos y políticos
establecidos por Mariátegui siguieron existiendo como tendencia en el seno el
Partido Comunista, no obstante la campaña desatada por Ravines contra el
“mariateguismo”. Esto es un hecho histórico, y no reconocerlo haría de la lucha
de la militancia por retomar el pensamiento de Mariátegui (y sus resultados en
la década de 1960), algo demasiado místico. Por eso, sin extraviarnos en los
rótulos, es razonable señalar que el Partido Comunista fue la continuación
orgánica del Grupo Organizador del PSP, aunque en una versión distinta al
proyecto mariateguiano. Por eso, la acción de la tendencia mariateguiana que
actuó en el Partido Comunista, intermitentemente y con aciertos y errores,
pero, en última instancia, defendiendo el pensamiento del maestro, constituye
un hecho fundamental para la comprensión de la historia de la organización
política del proletariado peruano” (ibídem).
“La
realidad de las cosas ha demostrado que, en el plano teórico, la reconstitución
partidaria ha significado, durante casi cuatro décadas, la lucha por esclarecer
los caracteres del Partido Socialista del Perú, sencillamente porque de lo que
se trataba y se trata todavía, es de reconstituir el Partido de Mariátegui, y
no el que se derivó de la Reunión de Santa Eulalia del 20 de mayo de 1930” (Mariátegui y el Partido Socialista del Perú).
“Tal
como señalamos en el estudio que da nombre al presente libro, Mariátegui
construyó el Partido Socialista del Perú como un partido de clase bajo la forma
de partido de masas y de ideas, marxista-leninista, adherido al
internacionalismo proletario, con una justa concepción de la revolución y una
correcta estrategia revolucionaria de masas, y lo concibió con una militancia
pensante y operante y un estatus legal” (ibídem).
“En
consecuencia, es claro que hay que retomar esta concepción mariateguiana del
partido del proletariado peruano, pero teniendo en cuenta las condiciones de
nuestro tiempo. La reconstitución debe, pues, concluir con la refundación del
Partido de Mariátegui como partido de clase bajo la forma de partido de masas y
de ideas, adherido a la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao y al
internacionalismo proletario, con una justa concepción de la revolución, una
correcta estrategia revolucionaria de masas, una militancia pensante y operante
y, dada la legalidad vigente, con un estatus legal” (ibídem).
“El
trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha
conducido a la verdad de que la base de unidad del PSP fue el
marxismo-leninismo. Pero García y sus repetidores se empeñan en negar esta base
de unidad y, como si esto fuera poco, niegan también la filiación marxista-leninista
de Mariátegui” (Acerca de la propuesta de
un partido minga).
“El
trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha
conducido a la verdad de que Mariátegui tuvo una posición anti-revisionista
consecuente, y que, por esto, no construyó el Partido con marxistas y
revisionistas. Pero García y sus repetidores silencian el revisionismo y, así,
su proyecto de partido (con el nombre de socialista hasta ayer, con el de minga
hoy) es una amalgama de marxistas y revisionistas” (ibídem).
“El
trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha
conducido a la verdad de que Mariátegui planteó claramente que ‘la praxis
marxista… propone… la conquista del poder político como base de la
socialización de la riqueza’. Pero García y sus repetidores niegan este
principio planteando construir “los gérmenes del socialismo” en las condiciones
de la sociedad capitalista” (ibídem).
“El
trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha
conducido a la verdad de que el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo.
Pero García y sus repetidores niegan esta verdad histórica procurando hacer
pasar como de Mariátegui la concepción de Julio Portocarrero y Hugo Pesce de un
partido de ‘dos niveles’” (ibídem).
“El
concepto de Reconstitución es correcto en principio, y esto, como hemos
sostenido arriba, es un mérito de Abimael Guzmán, que García se lo mezquina. El
proletariado peruano tiene en el PSP el modelo de su partido, y su
irrenunciable tarea histórica es reconstituir este partido de acuerdo a las
condiciones actuales. El hecho de que el mismo Guzmán, promotor original de la
Reconstitución, se desviara de su contenido, es un problema distinto, como
también es un problema distinto que García, formalmente seguidor durante
cuarenta años de la Reconstitución, igualmente se haya desviado de su
contenido, ¡y hasta haya renunciado al concepto mismo! Por cuanto el propio
proceso histórico de la revolución pugna por hacer realidad la Reconstitución
del Partido de Mariátegui, las mencionadas defecciones no son nada para
impedirla. El concepto de Reconstitución es completamente actual. La gran tarea
histórica de Reconstituir el Partido de Mariátegui está vigente (ibídem).
“García,
pues, ha renunciado a la Reconstitución, y esto tiene algo de sentido, pues su
proyecto de partido de “dos niveles” es apenas un reciclaje del modelo de
partido propuesto por Julio Portocarrero y Hugo Pesce en la Primera Conferencia
Comunista Latinoamericana realizada en Buenos Aires en junio de 1929, y, por
tanto, nada tiene que ver con el PSP, modelo de partido proletario fundado por
Mariátegui. Por tanto, al renunciar a la Reconstitución, García ha abandonado
incluso formalmente la tarea de reconstituir el Partido de Mariátegui. Por eso ahora
plantea “una organización de proyección nacional” con toda clase de
oportunistas y toda clase de revisionistas. De hecho su fracaso individual lo
haya llevado a esto. Pero la Reconstitución es la Reconstitución del Partido
Socialista del Perú de acuerdo a la realidad actual, o no es nada” (ibídem).
“Es
sabido que el PCP (Unidad) ve con malos ojos a Stalin y es por completo
contrario a Mao. Es sabido que, más allá de su retórica, el PCP (Patria Roja)
no tiene una posición esclarecida ante la verdad universal. Es sabido que el
PCP (Sendero Luminoso) tiene una posición delirantemente maoísta y que, además,
incluye el llamado pensamiento Gonzalo como parte de la verdad universal. Es
sabido que el Partido Socialista Peruano tiene una posición ambigua ante el
leninismo y que no reconoce a Stalin ni a Mao. Y, en este mar de oportunismo y
revisionismo, García y sus repetidores reducen la denominación de la teoría
proletaria a la sola palabra marxismo, con lo que pretenden sentar una base
para su integración con las mencionadas organizaciones (y algunas otras por el
estilo). En esto consiste la dilución-integración de García, es decir que, su
dilución, empieza por ser dilución de la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin,
Mao en un marxismo a secas, y sólo después, y precisamente por ello, termina
siendo dilución orgánica bajo la forma de integración de distintas tendencias
oportunistas y revisionistas. Lenin planteó la dilución de la organización del
partido y la integración de sus militantes al movimiento revolucionario de las
masas en las condiciones de la sociedad socialista, mientras García plantea la
dilución del partido y la integración de sus militantes a toda clase de
oportunistas y revisionistas en las condiciones de la sociedad capitalista.
Esta constatación prueba que la dilución de García no tiene nada que ver con la
dilución de Lenin. De hecho, su propuesta de “una organización de proyección
nacional” conculca la independencia de clase del proletariado, subasta su
autonomía ideológica y orgánica, y, por esto, resulta siendo REVISIONISMO EN
CUESTIONES DE ORGANIZACIÓN” (ibidem).
Huelga
subrayar que estas citas, entre otras que pueden traerse, prueban de un modo
irrefutable: 1) mi adhesión al modelo de partido legado por Mariátegui; 2) mi
rechazo a la tergiversación de la verdad ideológica y organizativa del PSP que
hace la facción de Pérez; 3) mi crítica al abandono de la reconstitución del
Partido de Mariátegui y su reemplazo por la idea de integrar en un solo partido
toda clase de oportunismo y revisionismo; 4) mi convicción de que la solución
al problema de la organización política del proletariado peruano consiste en
reconstituir el Partido de Mariátegui de acuerdo a las condiciones actuales.
Pero,
confusionista como es, Pérez ha tratado de engañar a los activistas del
movimiento: “No es pues por ingenuidad o error que la tendencia ‘Ibarrista
reniegue del nombre original de Socialista dado por Mariátegui a su Partido,
sino que ello implica tomar posición con el Partido distinto fundado a partir
del 20 de Mayo de 1930, posición que precisamente comparte con los
senderistas”.
En
el movimiento, es ampliamente conocida mi posición sobre la verdad universal y
su denominación, pero, por si acaso, reseñaré algunas citas al respecto.
“El
pensamiento de Mao tiene valor universal y, por tanto, puede hablarse de
maoísmo. Ahora bien, es de conocimiento general que el mundo ha experimentado
grandes cambios, pero no ha cambiado la época y, así, el aporte de Mao al
marxismo, con ser todo lo grande que es, no corresponde a una nueva época
histórica y, por tanto, en rigor no es correcto hablar de maoísmo” (El pez fuera del agua. Crítica al
ultraizquierdismo gonzaliano, p.31).
“El
término marxismo-leninismo está vigente, pero presenta la limitación de dejar
por fuera a Engels, Stalin y Mao. El término marxismo-leninismo-maoísmo no es
correcto, porque, a diferencia del marxismo y el leninismo, el pensamiento de
Mao no representa una época en el desarrollo de la teoría proletaria. En cambio
la denominación de esta teoría como la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin,
Mao, expresa el desarrollo general del marxismo hasta hoy y, además, un justo
reconocimiento a todos los representantes del proletariado internacional, sin
subestimar o menospreciar a ninguno” (ibídem,
pp.233-234).
“¿Cómo
debe denominarse, entonces, la teoría del proletariado? Por su carácter, debe
denominarse comunismo científico; por las épocas en su desarrollo, debe
denominarse marxismo-leninismo; y, por la nomenclatura de sus representantes,
debe denominarse teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao (ibídem, p.38).
“Como
es de conocimiento general, en los años de la revolución cultural los
comunistas chinos acuñaron el término ‘pensamiento Mao Tsetung’, lo cual es una
falta gramatical, pues no aparece ahí la preposición de, que indique pertenencia (en este error hemos estado
involucrados todos durante un tiempo). Pero ocurre que en vez de rectificarse,
el senderismo ha persistido en esta falta al hablar de ‘pensamiento Gonzalo’.
El término ‘pensamiento Gonzalo’ constituye, pues, una flagrante transgresión
de la gramática castellana” (ibídem,
p.46).
Huelga
subrayar que estas citas, entre otras que pueden traerse, demuestran de un modo
irrefutable: 1) que no asumo el término marxismo-leninismo-maoísmo; 2) que no
asumo el término pensamiento Mao Tsetung; 3) que reconozco como correctas, en
distintos sentidos y diversas medidas, las siguientes denominaciones de la
teoría proletaria: a) marxismo-leninismo; b) teoría de Marx, Engels, Lenin,
Stalin, Mao; c) comunismo científico (o socialismo científico); 4) que, por
expresar todo el desarrollo del marxismo hasta hoy y cumplir con la exigencia
mariateguiana de expresar netamente nuestra identidad doctrinal a fin de marcar
nuestras diferencias en concepción y métodos con el oportunismo, considero que
la denominación de la teoría proletaria como la teoría de Marx, Engels, Lenin,
Stalin Mao, es la más apropiada en la actual situación política nacional y
mundial.
Pero,
confusionista como es, Pérez ha tratado de engañar a los activistas del
movimiento: “mientras la tendencia liderada por Eduardo Ibarra formula el deslinde
con el denominado ‘ultraizquierdismo gonzalista’ y su fundamento
‘marxista-leninista-maoísta’, desde las posiciones del
‘marxismo-leninismo-Pensamiento Mao Tse Tung’ (¡Vaya una sutil diferencia!)”.
III
Es así,
pues, como Gustavo Pérez falsifica, manipula, mistifica, miente, retuerce los
hechos a fin de cumplir su proterva intención de engañar a los activistas del
movimiento y, según parece, muy especialmente a los miembros del Movimiento
José María Arguedas y del Movimiento Todas las Voces, pues específicamente
menciona en su artículo a estas organizaciones.
De
esta forma, por completo ajena al marxismo y especialmente a la ética marxista,
Pérez se ha revelado, ante el movimiento y el público en general, como un
falsario recalcitrante, como un confusionista contumaz, como un desvergonzado
impenitente.
Así
pues, su deshonestidad intelectual y su cinismo político aparecen tan
evidentes, que cualquiera que asuma sus patrañas estaría descendiendo a su
nivel.
IV
Pues
bien. Veamos ahora en qué consiste la pretendida defensa de Pérez de “las tesis
originales de Mariátegui”. En el artículo que examino, el pretendido defensor
ha dejado escrito: “Es precisamente a éstos socialistas (sic) a quienes va
dirigido el ‘deslinde de los senderistas, pues son éstos (sic) precisamente
quienes han puesto sobre el tapete el nombre de Socialista y no Comunista que
Mariátegui diese a su Partido, y las reales razones que tuvo para ello así como
el carácter Socialista y no Nacional Democrática (solo antiimperialista y antifeudal),
que éste (sic) diese a la Revolución Peruana, la propia característica del
Partido, de las fuerzas integrantes del Frente Unido, y del nuevo semi-Estado
con que se reemplazaría el Estado burgués”.
Pero
ocurre que Pérez tergiversa sin ningún rubor no pocas de las “tesis originales
de Mariátegui”. Recapitulemos, pues, algunas de estas tergiversaciones.
1.
Mariátegui tituló a la organización política del proletariado Partido
Socialista del Perú, porque entendió que, en las condiciones nacionales de su
tiempo, el término Socialista equivalía al de Comunista. Pero, al negar las
razones que tuvo Mariátegui para denominar Socialista a su Partido, Pérez
niega, al mismo tiempo, toda sinonimia de este término con el término
Comunista, y, así, repite la palabra Socialista, utilizada por Mariátegui, pero
niega el concepto que ella encierra en la literatura del maestro referida al
partido (PSP) y al movimiento (Socialismo Peruano). Esto constituye una
flagrante negación de la tesis mariateguiana.
2.
Mariátegui consideró que la revolución peruana es una revolución socialista con
dos etapas. Por eso, defendiendo esta tesis, en el ensayo Mao y Mariátegui, 07.10.02, argumenté: En su famoso editorial Aniversario y balance, setiembre 1928,
Mariátegui sostuvo: “La revolución latino-americana, será nada más y nada menos
que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la
revolución socialista. A esta palabra, agregad, según los casos, todos los
adjetivos que queráis: ‘anti-imperialista’, ‘agrarista’,
‘nacionalista-revolucionaria’. El socialismo los supone, los antecede, los
abarca a todos”. Y en los Principios
programáticos del Partido Socialista, octubre del mismo año, dejó sentado:
“Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos
y en su doctrina revolución proletaria”. ¿Contradicción? No, en modo alguno,
pues, por un lado, el socialismo, efectivamente, supone, antecede, abarca la
revolución democrática, y supone, antecede y abarca la revolución democrática,
porque la dirección del proletariado en esta revolución es el factor que
garantiza su transformación en revolución proletaria. Por eso Mariátegui
precisó: “Sólo la acción proletaria puede estimular primero y realizar después
las tareas de la revolución democrático-burguesa, que el régimen burgués es
incompetente para desarrollar y cumplir”. Por eso en la hoja de vida Del autor, llevada por la delegación
peruana al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana,
realizado en Montevideo en mayo de 1929, así como a la Primera Conferencia
Comunista Latinoamericana, realizada en Buenos Aires en junio del mismo año,
escribió estas precisas palabras: “Prepara actualmente un libro sobre política
e ideología peruana, que será la exposición de sus puntos de vista sobre la
Revolución Socialista en el Perú”. Y esta definición de la revolución peruana
es correcta, sencillamente porque “… somos anti-imperialistas porque somos
marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el
socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo…”. Pero es indudable
que, al mismo tiempo, es necesario distinguir lógica e históricamente la
revolución democrático burguesa de la revolución socialista proletaria en la
medida en que una y otra son cualitativamente distintas. Pues bien, considerada
en su conjunto, ¿cómo puede denominarse la revolución peruana? Cuando decimos
“revolución de nueva democracia”, indicamos la primera etapa de dicha
revolución y su perspectiva histórica. Y cuando decimos “revolución
socialista”, indicamos su segunda etapa con prescindencia absoluta de la
primera. Pero si dijéramos que la revolución peruana es una “revolución
socialista con dos etapas”, estaríamos denominándola teniendo en cuenta
precisamente su proceso general y, sin duda, sin menoscabo de la indiscutible
diferencia lógica e histórica existente entre la revolución democrático
burguesa y la revolución socialista proletaria, o, mejor dicho, sin menoscabo
de la diferencia entre su etapa democrática y su etapa proletaria. En abono de
esta denominación de la revolución peruana como “socialista con dos etapas”,
concurre la circunstancia de que: 1) ya en su etapa democrática, nuestro
problema agrario tiene una solución socialista debido a la supervivencia de la
comunidad campesina y a la existencia de grandes empresas agrícolas de tipo
capitalista; 2) la lucha contra la burguesía es una lucha socialista; y, 3) el
proceso general de la revolución está dirigido por el proletariado. Esto
demuestra, pues, que en determinadas condiciones históricas se entrelazan
algunos elementos democráticos y socialistas, de manera tal que la revolución
democrática realiza algunas tareas de la revolución socialista y la revolución
socialista culmina algunas tareas de la revolución democrática. Ya en
junio-julio de 1905 Lenin había señalado que “en una situación histórica
concreta se entrelazan los elementos del pasado y del porvenir, se confunden
uno y otro camino. El trabajo asalariado y su lucha contra la propiedad privada
existen también bajo la autocracia, nacen incluso en el régimen feudal. Pero
esto no nos impide en lo más mínimo distinguir lógica e históricamente las
grandes fases del desarrollo. Pues todos nosotros contraponemos la revolución
burguesa y la socialista, todos nosotros insistimos incondicionalmente en la
necesidad de establecer una distinción rigurosa entre las mismas, pero ¿se
puede negar acaso que se entrelacen en la historia elementos aislados,
particulares de una y otra revolución? ¿Acaso la época de las revoluciones
democráticas en Europa no registra una serie de movimientos socialistas y de
tentativas socialistas? ¿Y acaso la futura revolución socialista en Europa no
tendrá todavía mucho que hacer para culminar lo que ha quedado sin terminar en
el terreno de la democracia?”. Esto significa que la relación entre la
revolución democrática y la revolución proletaria no se limita a una sucesión
ininterrumpida, sino que, en determinadas circunstancias, incluye un verdadero
entrelazamiento de elementos democráticos y socialistas particulares,
dependiendo el grado y la forma de este entrelazamiento de la situación
histórica general concretamente dada. Mao utilizó el término nueva democracia
por primera vez en diciembre de 1937, y con él expresó el concepto de
“revolución antiimperialista y antifeudal de las grandes masas populares bajo
la dirección del proletariado”. De acuerdo a Mao, esta revolución, en la medida
en que, por su contenido social, es una revolución democrático-burguesa,
desbroza “el camino al desarrollo del capitalismo”; sin embargo, en la medida
en que está dirigida por el proletariado, “abre precisamente un camino aún más
amplio al desarrollo del socialismo”. Así, pues, la revolución de nueva
democracia “es la preparación necesaria para la revolución socialista, y la
revolución socialista es la dirección inevitable para el desarrollo de la
revolución democrática”. Entre una y otra no existe pues una muralla china:
ambas constituyen un proceso único e indivisible. Ahora bien, con el desarrollo
del capitalismo burocrático, Mao amplió su concepto de nueva democracia en el
sentido de que consideró este capitalismo un blanco más de la revolución y, por
esto, en marzo de 1948, redefinió la revolución china como “una revolución de
las amplias masas populares, dirigida por el proletariado, contra el
imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático”. Esto explica que
veinte años después de publicar Sobre la
nueva democracia, enero 1940, en sus Notas
de lectura sobre el Manual de
economía política de la Unión Soviética, hiciera esta aclaración: “Durante
el período de la guerra de Liberación de China nosotros llamamos, no sólo a
luchar contra el imperialismo y el feudalismo, sino también contra el
capitalismo burocrático. La lucha contra el capitalismo burocrático reviste un
doble carácter: por una parte se combate al capital comprador, lucha que entra
en el marco de la revolución democrática y por otra parte, se combate a la gran
burguesía, lucha que sí forma parte de la revolución socialista”. “Es erróneo,
por tanto, pensar que después de la Liberación ‘la revolución china ha formado
parte de la revolución democrática; sólo después se fue convirtiendo, poco a
poco, en una revolución socialista’”.
Pero
Pérez borra de un plumazo el entrelazamiento de las dos etapas de la revolución
peruana: “el carácter Socialista y no Nacional Democrática (solo
antiimperialista y antifeudal) que éste [Mariátegui] diese a la Revolución
Peruana”. De este modo tergiversa la teoría mariateguiana acerca del carácter
socialista con dos etapas de nuestra revolución.
3.
En cuanto a “la propia característica del Partido”, todo marxista que conoce la
verdad histórica del PSP, sabe que Mariátegui constituyó un partido de clase
que debía asumir la forma de un partido de masas. De clase, porque estaba basado
en el marxismo leninismo: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de
la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú
lo adopta como su método de lucha” (Principios programáticos del Partido
Socialista del Perú). Que debía asumir la forma de un partido de masas, porque.
1) “La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente
clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la
base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional”; 2)
“el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las
masas obreras y campesinas organizadas” (Acuerdos
de la Reunión de Barranco, en Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú,
t.II, pp.397-398). Pero en su literatura partidaria, y aun indirectamente en un
artículo sobre la revolución mexicana, Mariátegui puso el acento en el carácter
de clase de su partido a fin de que su concepto de un partido de masas y de
ideas no fuese confundido con un partido tipo socialdemócrata. Por eso, en Antecedentes y desarrollo de la acción clasista recordó: “Mariátegui regresa en
ese tiempo [en 1923] de Europa con el propósito de trabajar por la organización
de un partido de clase”. Por eso, en el numeral 3 de la moción aprobada por la
Reunión de Barranco se lee: “La lucha política exige la creación de un partido
de clase, en cuya formación y orientamiento [el Comité] se esforzará tenazmente
por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas” (Martínez, ibídem, p.398). Por eso, la moción
aprobada por la Reunión del 4 de marzo señala: “El P.S. es un partido de clase”
(ibídem, p.487). Por eso, el 19 de
marzo de 1930 mantuvo: “El socialismo no puede ser actuado sino por un partido
de clase” (t.12, p.69).
Pero,
como es de conocimiento común, no hace mucho Pérez ha dicho que “Una lectura
atenta de este numeral del Acta [del numeral 3 de la moción aprobada por la
Reunión de Barranco], da cuenta de que en el se reconoce la necesidad de la
creación de un Partido ‘de clase’, pero que, de ‘acuerdo con las condiciones
concretas actuales del Perú’, concurrirá a la constitución de un Partido
‘basado en las masas obreras y campesinas organizadas’. Es decir que las
condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase
sino de uno basado en las masas obreras y campesinas, lo que acredita que éstas
condiciones concretas, a que hace referencia Mariátegui en este párrafo, no son
justificatorias del nombre SOCIALISTA para el Partido sino simplemente de su
composición social, lo que no se apreciaba correctamente por la cita mutilada o
fragmentada del texto de Mariátegui” (Mariátegui,
Lenin y el Partido de masas).
De
este modo, con calumnia contra mi persona de por medio, Pérez falsifica la
concepción mariateguiana del PSP.
V
Como se
sabe, estas tergiversaciones “de las tesis originales” de Mariátegui no son las
únicas ni son exclusivas de Pérez, pues su facción como tal facción ha
falsificado a Mariátegui en varios respectos fundamentales, entre ellos el
primero y el tercero tratados en el numeral anterior. Veamos, pues, ahora, algunas de estas
falsificaciones.
1.
Es conocida la torpe y feroz campaña que, desde hace muchos años, llevan a cabo
los miembros de esta facción contra la filiación marxista-leninista de
Mariátegui. Con los argumentos más sesgados y falaces, tratan de presentar a
Mariátegui como un marxista no
leninista y como un socialista no
comunista.
Pero,
como es de conocimiento general, Mariátegui: 1) estableció el
marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP, con lo cual, como es obvio,
definió su propia identidad doctrinal; 2) señaló, en el plano del núcleo de
significación de los términos considerados, que “no existe entre los dos
términos [socialismo y comunismo] más conflicto que el originado por el cisma
entre reformistas y revolucionarios, y por la necesidad práctica eventual de
distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos”, con lo que probó que,
cuando tituló Socialista a su Partido, lo estaba definiendo Comunista, y, por
tanto, cuando se definía socialista se estaba definiendo comunista. Estas
constataciones dan al traste con la oportunista campaña que, expresiva y
sintomáticamente, no ha encontrado, en la facción de Pérez, un solo
contradictor más o menos consistente. Esto demuestra que no existe ahí una
lucha ideológica activa, o, más bien, que todos comparten la mistificación de
la personalidad doctrinal de Mariátegui. Pero, fuera de tal facción, la torpe campaña
ha sido desbaratada en los artículos ¿Mariátegui
contra Mariátegui?, Puntos sobre algunas íes, Mariátegui y el leninismo, Mariátegui y la base de unidad del partido
y Apuntes sobre el socialismo peruano.
2.
Ramón García dice que “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como
‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los
7’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas de
toda nuestra historia republicana” (Aniversario
80 (5), 2.09.07).
Pero,
ocurre que esta es una afirmación sin fundamento, y, por esto, constituye una
flagrante falsificación de la verdad histórica del PSP, al mismo tiempo que
todo un trastrueque, pues pretende hacer pasar como de Mariátegui la concepción
del Partido que Julio Portocarrero y Hugo Pesce levantaron en la Conferencia
Comunista de Buenos Aires de 1929. Sin embargo, esto no ha sido denunciado ni
criticado en la facción de Pérez, sencillamente porque ahí no existe ni la
claridad de pensamiento ni la personalidad política necesarias para llevar
adelante una lucha activa contra semejante tergiversación.
En
una carta a Luis Anamaría del 28.10.09, Miguel Aragón reveló que la facción de
Pérez se aprestaba a formalizar “abiertamente la constitución del partido que ellos
ya formaron el 6 de febrero [de 2009] en aplicación de la propuesta de Ramón
[García] del partido de dos niveles : uno ‘secreto’, y otro ‘de masas y de
ideas’”. No comentaré aquí una cuestión que el autor de la carta dice más
adelante acerca de este “partido de dos niveles”, pues, por lo pronto, sólo es
menester indicar que, por dicha carta, el movimiento ha quedado informado de
que existe un “nivel secreto” que, por ser tal, dirige o pretende dirigir
despóticamente a un conjunto ideológicamente heterogéneo de incautos. Pero,
como se sabe, la tergiversación de la verdad histórica del PSP ha sido
desenmascarada en los artículos El
partido de masas y de ideas de Mariátegui, Acerca de la propuesta de un
partido minga y Un artículo revelador.
3.
Utilizando la palabra socialismo en su sentido más dilatado, la facción de
Ramón García incluye en su proyecto de partido (y en la concepción del
movimiento), una variopinta gama de oportunismos y revisionismos.
Por
eso, al rehabilitar a Arroyo Posadas (quien, como escribí en Apuntes sobre el socialismo peruano,
“tuvo especial responsabilidad en la política derechista que durante décadas
caracterizó la acción del Partido Comunista, y que, ‘a los 60 años’, es decir,
en 1966, o sea, en el contexto de la polémica entre marxismo y revisionismo,
hacía ya un tiempo que había tomado partido por el segundo”), rehabilita de
hecho al revisionismo criollo, o, más exactamente, al revisionismo criollo
supuestamente mariateguiano, como por ejemplo el Jorge del Prado de 1943 que
publicó el artículo Mariátegui,
marxista-leninista, fundador del Partido Comunista Peruano, cuyo contenido,
sobre poco más o menos, es el mismo que el contenido del artículo A propósito del artículo “El populismo en el
Perú”, de V, Miroshevski, de Arroyo Posadas, oportunistamente elogiado en
los artículos Moisés Arroyo Posadas,
1991, y Moisés Arroyo Posadas en el 89
aniversario de su nacimiento, 1995, ambos debidos a la pluma del
rehabilitador Ramón García.
Pero
además, al considerar como “socialista” al antimarxista Luis E. Valcárcel,
García demuestra que su “movimiento socialista” es más bien uno que sería más
exacto denominar novodemocrático, neodemocrático, de nueva democracia o
democrático burgués de nuevo tipo, pues así se estaría designando el movimiento
que representa lo que Mariátegui llamó la “etapa democrático-burguesa” de la
revolución peruana, y, al mismo tiempo, se evitaría el confusionismo que
ocasiona el uso elástico del término socialismo.
Por
otra parte, quede dicho que, con el nombre que sea, el proyecto de un partido
que integre las diversas organizaciones oportunistas y revisionistas que
activan en la escena nacional, ha sido ya fundadamente criticado en los
artículos El partido de masas y de ideas de Mariátegui, Apuntes sobre el socialismo peruano y Acerca de la propuesta de un partido minga.
A
esta mistificación de la identidad doctrinal de Mariátegui y a estas
tergiversaciones de cuestiones fundamentales dirimentes de su pensamiento, la
facción de Pérez, como se sabe, agrega otras relativas a las mismas cuestiones,
y aún otras más referentes a la verdad universal. De hecho, la mistificación de
Mariátegui y su obra que comete dicha facción constituye un intento de pasar
gato por liebre, de utilizar tendenciosamente al maestro del proletariado
peruano, de arrastrar al movimiento por un camino oportunista.
VI
Ramón
García defeccionó ante la lucha interna en el Partido en 1975, y que con él
defeccionaron también todos sus viejos seguidores.
En
efecto, en el referido año, y hasta muchos años después, García consideraba que
el PCP era el partido que había fundado Mariátegui. Toda su literatura
publicada sobre el tema en la revista Punto
de Vista así lo prueba, y muy especialmente su serie El proceso de la nueva democracia,
de la cual basta citar estas afirmaciones: “[en la década del sesenta] la
segunda generación realiza dos importantes certámenes, la IV Conferencia, enero
de 1964, y la V Conferencia, noviembre de 1965” (nº4, p.28). “En enero de 1969,
la tercera generación política del proletariado peruano irrumpe en la escena
realizando la VI Conferencia, certamen que actualmente signa todo el proceso de
la nueva democracia, con el planteamiento de la Base de Unidad Partidaria y la
Reconstitución” (ibídem, p.29).
Estas
afirmaciones fueron publicadas en marzo-abril de 1983, o sea ocho años después
de la famosa defección. De nada le sirve a García haber sostenido entonces que,
“Es en la década del 70 que la tercera generación resuelve en teoría el
problema de la BUP tomando el Camino de Mariátegui como su eje, y el problema
de la Reconstitución tomando el Camino de Mariátegui como su base” (ibídem). También Abimael Guzmán sostuvo
que “Retomar el Camino de Mariátegui es Reconstituir el Partido Comunista, su
Partido; es trabajar por su construcción ideológico-política, desarrollando los
fundamentos que le diera su fundador y es, simultáneamente, pugnar por su
construcción organizativa reajustando lo orgánico a lo político” (Guerra popular en el Perú. El pensamiento
Gonzalo, t.I, p.91).
Como
se ve, ambas afirmaciones, a pesar de que una apela al “Camino de Mariátegui”,
y la otra a “los fundamentos que le diera Mariátegui” al Partido, no
significaban ninguna distinción entre el PSP fundado el 7 de octubre de 1928 y
el PCP fundado el 20 de mayo de 1930. La idea de que el PCP resultó siendo la
negación del PSP, se dibujó únicamente entrado el siglo XXI. Por tanto, en el
momento en que García presentó su carta, por interpósita persona, a la S.G. del
Partido, en su conciencia existía la idea de que la estaba presentando a la
S.G. del Partido de Mariátegui, y por
esto renunció a su cargo pero no al partido mismo y solicitó una licencia de un
año que, huelga decirlo, suponía su reincorporación. Sin embargo, ésta no se
produjo, y, así, su licencia se convirtió de hecho en renuncia. De este modo
defeccionó ante el Partido, mostrando, además, su deslealtad con respecto a sus
propios seguidores. Esto está claro para cualquier persona con dos adarmes de
seso. Pero, como sus seguidores también defeccionaron a lo largo de 1975, la
mala conciencia no les permite asumir una actitud crítica ante García.
En
la Presentación al libro El movimiento obrero de 1919, Mariátegui
escribió: “Los juicios del autor sobre el confusionismo y desorientación de que
fatalmente se resentía la acción obrera, en esa jornada y sus preliminares, me
parecen demasiado sumarios. Martínez de la Torre no tiene a veces en cuenta el
tono incipiente, balbuceante, instintivo de la acción clasista de 1919. Después
de su victoriosa lucha por la jornada de ocho horas, es ésa la primera gran
agitación del proletariado de Lima y el Callao, de carácter clasista. La
dirección del movimiento no puede presentar la línea severamente sindical,
revolucionaria, que Martínez de la Torre echa de menos en ella. Por su
juventud, Martínez de la Torre no aporta un testimonio personal de la lucha del
19. Juzga los hechos a la distancia, sin relacionarlos suficientemente con el
ambiente histórico dentro del cual se produjeron. Prefiero hallarlo
intransigente, exigente, impetuoso, a hallarlo criollamente oportunista y
equívoco”.
Precisamente,
Gustavo Pérez ha pretendido justificar la injustificable defección de García y
sus viejos seguidores, ocurrida en 1975, con una idea que apenas se ha
perfilado en esta primera década del siglo XXI, es decir, alrededor de treinta
años después: “Preguntamos ¿Cuál Partido? ¿El fundado por Mariátegui el 07 de
Octubre de 1928 o el constituido a partir del 20 de Mayo de 1930, a su muerte y
con tesis fundamentales distintas a las defendidas por él? Resulta evidente que
se trata de este último”.
Es
así, pues, como Pérez aparece, ante el movimiento y los lectores en general,
como criollamente oportunista y equívoco.
Como
dice la Nota sobre una verdad histórica,
“ningún argumento puede justificar semejante defección. Y como ya entonces
García hizo un intento de levantar tienda aparte (cosa que no pudo consumar),
es claro que su defección implicó una acción escisionista, lo que quedó probado
también por los hechos posteriores: no se reincorporó al partido en febrero de
1976, como hubiera tenido que hacer de acuerdo a los términos de su licencia. Como
es de conocimiento común, desde entonces y hasta ahora mismo, dirige por
correspondencia a su facción”. “La defección de García significa tres cosas: 1)
que se engañó a sí mismo; 2) que engañó al partido; 3) que de hecho renunció al
partido. Todo esto, al parecer, le pesa de algún modo en su conciencia, pues, a
lo largo de los años, ha tratado varias veces de justificarse de forma
indirecta, recurriendo a diversos argumentos y hasta a verdaderos juegos de
palabras, pero, por supuesto, nada de esto le sirve. Por eso resultó gracioso
que en el egotista artículo Las cinco
caídas de yo el supremo, se pavoneara
diciendo que lo habían expulsado del PCP-SL “con pelos y señales”, cuando la
verdad monda y lironda es que cualquier expulsión formal que pudiera haber (y
no hay prueba de que la haya), sale sobrando por cuanto ya con anterioridad
había renunciado al partido”. “Así, pues, demostró no tener la fibra
revolucionaria necesaria para defender sus posiciones ahí donde tenía que
haberlas defendido. Y como sus viejos seguidores demostraron exactamente lo
mismo al proceder de forma similar, entonces no puede dejarse de señalar que
tanto el primero como los segundos le allanaron el camino a Abimael Guzmán, así
sólo sea porque de algún modo no hubieran compartido su posterior oportunismo
de izquierda. Esta es la responsabilidad que tienen ante el partido, la clase,
el pueblo, el Socialismo Peruano”. “En el ensayo Mariátegui y el Partido
Socialista del Perú, el suscrito resaltó este hecho histórico: “13. En la
Reunión del CC del 1 de marzo de 1930, Mariátegui renunció a la Secretaría
General y propuso la elección de un nuevo Secretario. Pero no renunció al Partido,
ni formalmente ni de hecho. Es decir, no le rehuyó a la lucha interna, no
obstante que, ya entonces, sabía que la mayoría se orientaba por desechar el
nombre de Socialista para el Partido, e, incluso, por la asunción de una
política concreta distinta a la suya. Esto quiere decir que el maestro –maestro
también en esto– asumió orgánicamente la defensa de sus posiciones”. “Pero,
como se ha visto, este ejemplo de espíritu de partido, este ejemplo de fibra
revolucionaria del maestro del proletariado peruano, no fue seguido por García
y sus viejos partidarios”.
Como
se ve, o, mejor dicho, como lo puede ver cualquier persona que quiera ver, Gustavo
Pérez cumple en su facción el indigno papel de encubrir no sólo mutilaciones,
tergiversaciones, maniobras, calumnias, inmoralidades y oportunismos, sino
también defecciones.
VII
Oscuros
sentimientos y maligna intención han movido a Pérez a montar las patrañas que
se han caído a pedazos con el presente artículo. Bajas pasiones y retorcidas
ideas lo han llevado a la grotesca situación de mostrarse en toda su miseria moral
ante el movimiento y el público en general. Ciertamente el odio altera los
sentidos y, así por ejemplo, como epígrafe de su artículo, Pérez cita una frase
de la Nota Bene que, no hace mucho,
presidió la publicación de seis artículos del suscrito, y la hace aparecer
firmada por Santiago Ibarra. Pero la verdad es que dicha Nota fue consensuada y está firmada por un Comité de cuatro
compañeros, el Comité de Reconstitución
José Carlos Mariátegui (B), y no personalmente por el que menciona Pérez.
Es decir que ahí donde aparece el nombre de nuestro Comité, Pérez leyó Santiago
Ibarra. Esto prueba el odio visceral que lo conduce a una creciente desconexión
con la realidad cada vez que se trata de alguna cuestión relativa a nuestras
personas y, en general, a nuestra tendencia.
En
ese estado de odio desaforado en que se encuentra, ya desde hace tiempo, Pérez
ha revelado la intención de su artículo: aprovechar el momento de deslinde con
el senderismo, a raíz de la publicitada bravata de esta tendencia en la
Universidad Mayor de San Marcos, para, con la vil patraña de un supuesto
llamado a un frente nuestro con ella, malquistar al movimiento con mi tendencia
y mi persona en particular. Pues bien, el párrafo de la Nota Bene, en el que Pérez, con lupa pegada al ojo, intenta ver un
tal llamado, reza así: “Pero, mientras así se desenmascaraba el revisionismo de
Ramón García y sus repetidores, ¿qué hacían aquellos senderistas que se han
desgañitado motejando falsamente al c. Eduardo Ibarra de “socialista”? Es claro
que todo el “aporte” de estos senderistas a la lucha contra este rebrote del
revisionismo criollo ha sido utilizar como insulto la palabra socialista. Es
decir, no han aportado a esta lucha ni una sola idea, lo que es una
demostración más de su impotencia teórica”.
Esto
quiere decir que el Comité de
Reconstitución José Carlos Mariátegui
(B) señaló: 1) que los senderistas habían acusado al suscrito de socialista
oportunista; 2) que más bien el suscrito ha llevado una lucha resuelta contra
el socialismo oportunista; 3) que en esta lucha los senderistas se han reducido
a utilizar la palabra socialista como insulto, y que esta actitud adjetiva
demuestra su impotencia teórica. En consecuencia, cualquier persona con un
mínimo de inteligencia, puede ver que, en el párrafo citado, lo que hay es la
constatación objetiva de un dato de la realidad, y que, por esto, sólo a un
obtuso, o a un falsario, puede ocurrírsele que alguien, sea el que fuere, puede
pretender llamar a la impotencia teórica a un frente para luchar contra el rebrote
del revisionismo criollo que representa la facción de Pérez. Mi tendencia se ha
bastado a sí misma para desenmascarar este revisionismo, y para completar esta
obra no necesita hacer ningún frente con elementos incapaces de hilvanar dos
ideas. Pero la mutilación que comete Pérez del párrafo de la Nota Bene, la manipulación que hace de
lo poco que de él cita o refiere y la mala fe que lo anima, le ha permitido
decir: “De allí que los llame, en la práctica, a hacer frente para luchar
contra estos ‘socialistas’”.
Pues
bien, desenmascarada la patraña, sólo me resta hacer una acotación. Pérez ha
escrito que “Bajo el título de ‘Nota Bene’, Santiago Ibarra [ya sabemos que no
ha sido este compañero] hace pública una nota realmente reveladora, que pese a
su brevedad clarifica a quienes (sic) él y la tendencia que lidera su padre,
Eduardo Ibarra, consideran enemigos, y a quienes (sic) consideran más próximos
a ellos, dentro del movimiento socialista peruano”.
Pero
esta declaración es nada más que otra patraña con la que el citado pretende
consumar su intención de aislar políticamente a mi tendencia. En el artículo Apuntes sobre el socialismo peruano,
dejé escrito: “Si bien es cierto que tácticamente es posible actuar lado a lado
con el oportunismo, no es posible confundirse con él en el marco de un mismo
partido que pretende ser la vanguardia del proletariado, y que, por esto, se
propone la toma del poder”. Por eso tengo que señalar puntualmente que el
enemigo, o, mejor dicho, los enemigos, son otros: el imperialismo, la gran
burguesía intermediaria, el gamonalismo, y que, no obstante que el revisionismo
es enemigo del marxismo, mientras actúe en el seno del pueblo, y no en el de
las clases explotadoras, aparece más bien como rival. Pero hay más. Como se ha
visto unas pocas líneas arriba, Pérez ha escrito: “y a quienes consideran más
próximos a ellos, dentro del movimiento
socialista peruano” (subrayado mío). Pues bien, el suscrito y su tendencia
tienen esclarecida su posición ante el senderismo, pero, por lo visto, Pérez,
declarado antisenderista, considera, como se ve, que el senderismo está “dentro
del movimiento socialista peruano”. Entonces, por tanto, en consecuencia, ergo,
luego, ¡Pérez y su facción comparten una situación de frente unido con el
senderismo!
VIII
El
artículo de Pérez que comento fue publicado en un blog con una “nota breve” de
Edgar Bolaños que transcribo:
“Tacna
Comunitaria estuvo de visita en El Alto, ciudad de más de 1 millón de
habitantes, situada al oeste de Bolivia a una altitud de 4.000 msnm en la
meseta altiplánica y en el área metropolitana de La Paz, capital de Bolivia. En
este conglomerado de inmigrantes del resto del país, en especial recién
llegados de las áreas rurales y algunos miles de peruanos que buscan una
oportunidad en "la urbe". Entre estos últimos, después de una intensa
búsqueda, el lente fotográfico de nuestro reportero logró captar la renovada
imagen del celebérrimo autor del libro El Pez fuera del Agua. Foto que damos
difusión para el delirio de los miles de fans del ex – flaco. La imagen prueba,
sin lugar a dudas, lo que ocurre cuando el Pez vive fuera del agua”.
“De otra
parte, Gustavo Pérez Hinojosa, nos regala un enjundioso ensayo –muy polémico
por cierto- que revela las verdaderas intenciones del Pez fuera del agua. Leer
entrelíneas, atar cabos y descubrir las verdaderas intenciones es oficio que no
encuentra obreros sin esfuerzo. Don Gustavo es uno de esos especimenes (sic) al
que no se le puede vender pescado podrido”.
T. 09 julio 2010
La foto de la que habla el autor de la nota
presenta a un hombre grotescamente gordo y en ropa de baño. De este modo ha
tratado de ridiculizar al suscrito, pero, por supuesto, ante los ojos del
movimiento, todo lo que ha logrado con ello es poner al descubierto su bajeza,
su impotencia, su espíritu mediocre.
Tan obtuso es
Bolaños, o tan falsario, que el artículo de Pérez, que documentadamente se ha
revelado como un triste libelo, le parece “un enjundioso ensayo”. Tan odiador
es, que también sus alterados sentidos le hacen asumir la patraña de un llamado
a un frente con los senderistas. Tan confusionista es, que no llama la atención
que elogie a otro confusionista: “Don Gustavo es uno de esos especimenes al que
no se le pueden vender pescado podrido”.
Es así como, movido
también por oscuros sentimientos y maligna intención, Bolaños ha descendido al
nivel de Pérez, y, de esta forma, ha puesto en evidencia su verdadera fisonomía
mental.
IX
Desde hace tiempo sé que El pez fuera del agua le causó una
especial urticaria a los senderistas, pero sólo ahora he constatado que le ha
causado lo mismo a los socialistas oportunistas. Si fuera mal pensado como
éstos, diría que unos y otros han hecho un frente contra el libro, pues, como
es notorio, se han dado la mano en la inútil pretensión de fulminarlo. Pero,
por supuesto, no procederé como los oportunistas.
Casi no es
necesario decir que El Pez fuera del agua
es una crítica multilateral del senderismo, y marxistas peruanos y extranjeros
más objetivos que aquellos que descargan alfilerazos contra su resonancia, han
encontrado en sus páginas una crítica al senderismo bastante más seria que
otras. Por lo demás, Pérez -para sólo hablar de su caso- ya no se acuerda que,
en ocasión de la publicación del libro en la Internet, en carta dirigida a
Santiago Ibarra sostuvo que “el texto es completamente actual” y que “es
necesario continuar en la búsqueda del editor”. Pero, ¿para qué extenderme? El Pez fuera del agua se defiende solo,
pese a la limitación de no ser un libro orgánico.
X
Tanto el libelo de Pérez como la medianía
de su publicista Bolaños, dan cuenta no sólo de la descomposición ideológica de
la facción a que ambos pertenecen, sino, al mismo tiempo, de su descomposición
moral. A todos consta que, por una parte, los activistas de esta facción se
llenan la boca de normas de conducta y hasta uno de ellos anda publicando
recetas de moralina, mientras, por otra parte, y como es de conocimiento
general, han recurrido y recurren a los más grotescos métodos criollos para
imponer sus posiciones y, ante las fundadas críticas a estos métodos, pero
también a su revisionismo y a su egotismo burgués, explotan en insultos,
calumnias y bajezas. Pérez y Bolaños apenas son dos botones de muestra de esta
doble moral.
Ciertamente cada
persona, tendencia y grupo que forma el movimiento, tiene todo el derecho y, al
mismo tiempo, todo el deber de tomar posición resuelta y definida: 1) ante las
patrañas de Gustavo Pérez; 2) ante sus tergiversaciones de las tesis de
Mariátegui; 3) ante la mistificación del pensamiento de Mariátegui que hace su
facción; 4) ante el revisionismo envuelto en papel celofán que esta facción
trata de vender; 5) ante su afán de integrar en una sola organización todo tipo
de oportunismo y revisionismo; 6) ante sus métodos criollos; 7) ante su
egotismo burgués.
Estas siete
cuestiones son, obviamente, una negación flagrante de la Creación Heroica de
Mariátegui, una negación flagrante del Socialismo Peruano, una negación flagrante
del Camino de Mariátegui.
Pero, como es
lógico, para esta toma de posición se requiere de una condición sine qua nom: SER ATEO, es decir, no
creer en dioses ni en el cielo ni en la tierra. Por tanto, más temprano que
tarde se sabrá quiénes son ateos en el movimiento y quiénes no, quiénes tienen
la mente emancipada y quiénes no, quiénes son capaces de reconocer la verdad en
los hechos y quiénes no.
¡Defender el
Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de
la realidad actual!
La
Verdad Sea Dicha
Eduardo Ibarra
I
DEBO
PROTESTAR CONTRA LA UTILIZACIÓN que ha hecho Rebeca Montes de mi persona en su
afán de encubrir la defección de Ramón García en el verano de 1975.
Como se comprenderá, para
fundamentar mi protesta, no tengo más remedio que reseñar algunos episodios de
mi experiencia en el periodo de la guerra interna, señalar algunas cosas
relativas a Ondina Gonzales y, por último, examinar el caso de Ramón García.
En el año 1986 estuve preso durante
nueve meses por la perversa acusación de un activista del PCP-SL. En estas
circunstancias, las discrepancias con el mencionado partido se desarrollaron
dramáticamente hasta que, un día, fui amenazado de muerte. Luego de recobrar mi
libertad en noviembre, fui nuevamente detenido el mes siguiente, aunque por
breve lapso, luego de lo cual se me sometió a una vigilancia ininterrumpida
durante algunas semanas. En 1992 fui amenazado de muerte por segunda vez y,
debido a otra perversa acusación, detenido nuevamente en marzo de 1993,
saliendo en libertad quince días más tarde por falta de pruebas.
Como se ve, por un lado tenía sobre
mí la amenaza de muerte del senderismo y, por otro, la vigilancia y el acoso de
la policía secreta. Entonces hacía un tiempo que el centro de gravedad de la
acción senderista había empezado a ser progresivamente trasladado a las ciudades,
y principalmente a Lima. Eran los días en que el PCP-SL se sentía ad portas de tomar el poder y, una parte
de sus militantes (la más acalorada) hablaba de listas negras y amenazaba a
troche y moche. Paralelo a esto, la policía continuaba acosándome (incluso
presionaba a los funcionarios de mi centro de trabajo para que me expulsaran
del mismo). En estas circunstancias extremas, me exilié. Así preservé mi vida.
En 1982 (si no recuerdo mal) Ondina
Gonzales fue detenida, pero, a falta de pruebas, fue puesta en libertad algunos
días después. Seguramente el riesgo de ser detenida otra vez con imprevisible
resultado (en muchos casos la
DINCOTE sembraba “pruebas”), hizo que se exiliara. Así preservó su libertad.
El caso de Ramón García es
completamente distinto. En el verano de 1975 (en febrero, según me parece
recordar), renunció a su cargo en el CC
del Partido, solicitó una licencia
por un año y se fue del país.
En la carta del 16 de marzo de 1930,
que Luciano Castillo y sus seguidores le enviaron a Mariátegui, se lee: “…
tenemos que hacer renuncia del cargo que se nos había señalado en los Comités
Central y Ejecutivo…”.
Todos sabemos que esta renuncia se
convirtió después en una renuncia de facto al Partido. En el verano de 1976,
Ramón García no cumplió con reincorporarse al Partido, tal como hubiera tenido
que hacerlo de acuerdo a los términos de su licencia, y, por esto, su renuncia
al cargo también se convirtió en una renuncia de facto al Partido. La analogía
con Castillo y sus seguidores no es, pues, ni antojadiza ni tendenciosa ni
perversa. Simplemente es inevitable, y demuestra que el oportunismo de todos
los tiempos nunca actúa con franqueza. Esto enseña la experiencia del
Socialismo Peruano.
Rebeca Montes ha escrito que “El c.
RG viajó a Colombia, porque fue la única
manera que encontró para preservar su libertad y su vida que estaba (sic)
en peligro, durante los años de la
bohemia subversiva…” (subrayado nuestro).
Pero ocurre que, como lo sabe todo
el mundo, la “bohemia subversiva” tuvo
su inicio recién el 17 de mayo de 1980, o
sea ¡cinco años y tres meses después
de que García abandonara el país!
La sencilla verdad es, pues, que en
1975 al mencionado no lo vigilaba nadie,
no lo acosaba nadie, no lo amenazaba
nadie, no lo perseguía nadie, y, por tanto, su libertad y su vida no corrían
ningún peligro. Tan burdo es el amaño, como se puede ver, que a su autora
tendría que causarle bochorno. Y también a García.
Perseguido únicamente por el fantasma
de su debilidad de espíritu, García hizo maletas y tomó las de Villadiego (esto
le consta a decenas y decenas de luchadores sociales). Y se fue lejos, bien
lejos, en primer lugar para que sus seguidores no le pidieran explicaciones, y,
en segundo lugar, para convertirse en un jefe político de gabinete, en un
insólito jefe político. Así, pues, quienquiera que tenga un adarme de espíritu
crítico, tiene que convenir en que su fuga del Partido fue una INMENSA COBARDÍA.
Esta es la verdad, la verdad monda y
lironda, probada, absolutamente innegable y visible incluso para un ciego.
Pero, entonces ¿por qué algunos
personajes se empecinan en encubrir la defección de García? Pues,
sencillamente, porque ellos hicieron lo mismo: como en una estampida, se
apartaron todos del Partido en el mismo absoluto silencio, es decir sin defender
absolutamente sus ideas. Así, encubrir la defección de García es para ellos
disimular su propia defección. En palabras más precisas aún, tanto García como sus viejos seguidores
capitularon ante la lucha interna, y, así, de algún modo le facilitaron las
cosas a Abimael Guzmán, y esto, como lo he señalado en otro lugar, comporta una
responsabilidad ante la clase, la revolución, el socialismo, la historia.
Anotaré un aspecto más de la
cuestión. La defección de García fue
incluso un acto de deslealtad con respecto a sus propios seguidores. Tengo
fresca todavía en la memoria la imagen de uno de ellos que, sin alcanzar a
comprender la sorpresiva defección, completamente desconcertado, no sabía qué
decir, aunque, recuperado de su confusión un tiempo después, hizo circular una
truculenta historia que apuntaba a justificar a su alter ego. De esta historia (urdida por García mismo o por su
seguidor) no se deducía en absoluto que la vida del primero estuviera en
peligro, pero, misteriosamente, presentaba a Abimael Guzmán como el autor de
una celada que buscaba comprometer su libertad.
La falsedad de esta historia, sin
embargo, se revela en el hecho de que, a través de los años, se han ensayado
otras distintas, como la reciente de Rebeca Montes, tan mal maquinada sin
embargo, que le ha hecho un flaco favor a su defendido.
Incluso algunos activistas de la
tendencia revisionista se inventan lo que pueden. No hace mucho, por ejemplo,
uno de ellos presentó otra historia acerca del porqué García renunció al
Partido, pero, después de ser confutada la misma, su autor quedó como Martínez
después de la crítica que le hiciera Mariátegui en la presentación al libro El movimiento obrero en 1919.
El lector serio, acucioso,
responsable ante la clase y ante sí mismo, puede consultar el artículo El proyectado viaje a Buenos Aires de Mariátegui, publicado hace un
tiempo en el blog CREACIÓN HEROICA,
y, de este modo, comprobar cómo Mariátegui –baldado, vigilado, acosado,
reprimido, amenazado y en minoría en el CC– luchó, no obstante todo ello,
precisamente allí donde tenía que luchar, el Partido, tanto contra el derechismo como contra el dogmatismo, legándonos
así un ejemplo imperecedero de coraje y consecuencia, y, consiguientemente,
puede comprobar asimismo, por comparación, que en 1975 (cuando pidió licencia) y
1976 (cuando no cumplió con reincorporarse al Partido) Ramón García se mostró absolutamente distinto y tremendamente distante del luminoso ejemplo de Mariátegui.
No, querida Rebeca, te has
equivocado profundamente: tienes que reconocer que el caso de García no es
análogo al de Ondina y al mío propio. Puedes, claro está, seguir inventado
todas las historias que quieras para intentar silenciar la famosa defección, PERO NO TIENES NINGÚN DERECHO A UTILIZAR LA
PERSONA DE NADIE PARA MONTAR LA PATRAÑA.
II
Ramón
García y yo hemos sido objeto de un curioso diagnóstico médico del ingeniero
Miguel Aragón: a la distancia, como un prodigioso gerontólogo, nos ha
diagnosticado “crisis de senilidad”. Ni más ni menos.
A mí, sin duda, para descalificar
mis críticas a sus posiciones oportunistas y, en general, a las posiciones
oportunistas de su tendencia. Pero atribuir a “crisis de senilidad” estas
críticas -que tienen su inicio en la segunda mitad de los años 1970 y que se
han desarrollado hasta hoy de la manera más fundamentada– revela únicamente la
falta de argumentos de Aragón. A mis 64 años de edad, en el marco de la
doctrina, no me “aqueja” más “mal mental” que la convicción de defender el
marxismo contra la ideología burguesa y el revisionismo y a Mariátegui contra
sus detractores abiertos y encubiertos (entre los cuales ocupan un lugar Aragón
y García). Dicho esto, no hace falta que agregue nada más.
A García, huelga decir que para
explicarse algunas opiniones suyas contrarias a Lenin, Mao y Mariátegui,
“muchas actitudes de su actual comportamiento” y “la evidente “deshonestidad
intelectual” en la que está cayendo en los últimos años”.
Pues bien, hay que aclarar, sin
embargo, que esa deshonestidad y, en general, las cuestiones que Aragón critica
en García, no son cosas de “los últimos años”. El oportunismo, los métodos
criollos y el egotismo burgués del segundo (para llamar a las cosas por sus
nombres), son realidades que vienen desde los años 70 del siglo pasado. En
efecto, en la primera mitad de esta década, luchando contra el liquidacionismo
de derecha de Paredes, García cayó en el otro extremo, en el liquidacionismo de
izquierda, para, en la segunda mitad de la misma, empezar a transitar el
pantanoso camino del revisionismo, cosa que hace hasta hoy. Por lo demás, su
vergonzosa fuga del Partido entraña dos cosas: 1) su egotismo de poner su persona por encima del Partido; 2) su deshonestidad al engañarlo con aquello
de la licencia por un año.
Estas verdades (que Aragón no es
capaz de percibir), demuestran, pues, que el extravío de García no es nada
nuevo, aunque, como es evidente, con el paso del tiempo se ha acentuado
considerablemente. Pongamos dos ejemplos de su revisionismo.
En el número 2 de la revista Punto de Vista, 1982, García escribió:
“… Jruschov levantó dos argumentos incontestables: la necesidad de cambios y
los errores de Stalin. Así pudo paralizar toda resistencia. El revisionismo
subió al Poder. Pero ¿significa esto un cambio de color en el país entero?”
(p.7).
Aquello de “El revisionismo subió al
Poder” muestra que García rechazaba el revisionismo jruschoviano, pero aquello
de “¿significa esto un cambio de color en el país entero?”, revela su idea de
que el revisionismo en el poder no restaura el capitalismo, sino que sigue
construyendo el socialismo, negando así el principio marxista según el cual la
superestructura tiene una autonomía relativa que le permite reaccionar en uno u
otro sentido sobre la base económica.
El revisionismo es producto de la
influencia de la ideología burguesa en el proletariado. Es una forma específica
de ideología burguesa. Por eso el ascenso
del revisionismo al poder significó el ascenso de la burguesía al poder. Y ¿qué
función podía cumplir la burguesía en el poder sino la de restaurar el
capitalismo? Esta realidad es lo que García intentaba –intenta todavía–
ocultar con su tendenciosa interrogante y algunos argumentos espurios. Así,
pues, rechaza “los dos todos” y “las tres pacíficas”, pero encubre la
restauración del capitalismo, es decir, la función restauradora del
revisionismo en el poder, ¡de la burguesía en el poder! Esto es revisionismo.
Por otro lado, en el artículo El partido de Mariátegui, 1988, García escribió:
“Pero también hay evidentes divergencias. Por ejemplo, la discusión hasta
bizantina acerca de si la doctrina se denomina Marxismo-leninismo o
Marxismo-leninismo-maoísmo. Así, la posición respecto al marxismo se entiende
como la lucha por un guión más o un ismo menos. Y más marxista se considera
quien se considere más marxista-leninista o más marxista-leninista-maoísta.
Esta discusión podría obviarse si se considera que Marx y Engels fundaron la
concepción marxista de la historia, Lenin y Stalin iniciaron la transformación
socialista del mundo, y Mao y JCM universalizaron el marxismo en tanto doctrina
y método. Así, los ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista.
Basta uno solo para abarcar con él a todos los maestros universales habidos y
por haber”.
Cualquier lector se dará cuenta de
que lo que está tratando García en la cita es la cuestión de la denominación de
la doctrina. En este marco,
como se ve, no habla en absoluto del desarrollo alcanzado por el marxismo con
los continuadores, que es precisamente de lo que hubiera tenido que hablar para
plantear científicamente la cuestión. Engels señala que la concepción de Marx
“No ofrece dogmas hechos, sino puntos
de partida para la ulterior investigación y el método para
dicha investigación”. Pero García –insisto– no hace ni la más mínima alusión a
las conquistas teóricas alcanzadas por los continuadores a partir de los puntos de partida y el método que
les ofrecía la concepción marxista del mundo.
Más aún: con la afirmación de que
“Esta discusión [sobre la denominación de la doctrina] podría obviarse si se
considera que Marx y Engels fundaron la concepción materialista de la historia,
Lenin y Stalin iniciaron la transformación socialista del mundo, y Mao y JCM
universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método”, escamotea
completamente el desarrollo universal del marxismo, pues lo que dice de Lenin y
Stalin representa una conquista práctica
y lo que dice de Mao y Mariátegui representa una conquista propagandística.
Por tanto, cuando dice “Esta
discusión podría obviarse”, está diciendo “esta discusión podría obviarse
porque no hay ningún desarrollo universal del marxismo”. Es claro, entonces,
que, precisamente tratando la cuestión de la denominación de la doctrina,
García reduce el marxismo a la concepción
de Marx y Engels, y que esto le sirve para plantear alegremente que “los
ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista. Basta uno solo para
abarcar con él a todos los maestros habidos y por haber”.
Aquí, sin embargo, como resulta
obvio, lo de “maestros habidos y por haber” suena engañoso, pues ¿qué maestros
son esos que, con excepción de Marx y Engels, que “fundaron la concepción
marxista de la historia”, los demás se
limitaron a aplicarla y a propagandizarla?
En Los fundamentos del leninismo, Stalin señaló que “Lenin es
marxista, y la base de su concepción del mundo es, naturalmente, el marxismo.
Pero de esto no se desprende, en modo alguno, que la exposición del leninismo
deba comenzar por la de los fundamentos del marxismo. Exponer el leninismo es
exponer lo que hay de peculiar y de nuevo
en las obras de Lenin, lo aportado por Lenin al tesoro general del marxismo…”
(cursivas nuestras).
Por consiguiente, está fuera de
discusión que la concepción del mundo de los continuadores tiene por base la
concepción del mundo de los fundadores, pero, al mismo tiempo, también está
fuera de discusión que los primeros concretaron aportes teóricos a partir de la
concepción de los segundos.
Así pues, el marxismo ha tenido un
desarrollo de valor universal, y ES ESTE DESARROLLO, PRECISAMENTE ESTE
DESARROLLO, Y NINGUNA OTRA COSA, LO QUE DETERMINA SU DENOMINACIÓN CONTEMPORÁNEA.
Pero, como se ha visto, García escamotea completamente este desarrollo, y, así,
pretende hacer creer que la denominación de la doctrina es un asunto puramente
formal (“un guión más o un ismo menos”). Y tan torcido es su procedimiento, que
imputa a los demás este formalismo (“la posición respecto al marxismo se
entiende como la lucha por un…”), cuando la verdad pura y simple es que es él precisamente
quien entiende así el problema, haciendo manifiesto, de este modo, su
bizantinismo que, con igual procedimiento, imputa también a los demás.
En conclusión, García escamotea el
reconocimiento de los aportes de los continuadores, reconocimiento obligatorio para cualquier partido proletario, no
sólo por la razón teórica arriba
señalada, sino también por la razón
política de diferenciar marxismo de oportunismo, marxismo de revisionismo, tal como enseñó Mariátegui que tiene que
hacerse.
Por supuesto, García sabe por qué y
para qué escamotea el desarrollo del marxismo, por qué y para qué escamotea la
relación de este desarrollo con la cuestión de la denominación de la doctrina:
tal cosa le permite hablar de un marxismo a secas, y este marxismo a secas le
permite promover un partido doctrinariamente heterogéneo, o sea, un partido
“marxista” no leninista, un partido no de clase, un partido-amalgama, un partido-mezcolanza, un partido de “todos los
elementos capaces de reclamarse del socialismo, sin exceptuar” toda suerte de
detractores de los continuadores: desde trotskistas por la “izquierda”, hasta
revisionistas por la derecha. Toda esta
sofistería de García es revisionismo.
Hay, desde luego, muchísimos otros
ejemplos que pueden anotarse, pero aquí bastan los dos analizados. En todo
caso, el lector puede consultar los artículos donde hemos examinado la
cuestión.
Pues bien, cuando García escribía lo
que hemos citado, no llegaba a los sesenta años, y, por tanto, sus afirmaciones
mal pueden atribuirse a una “crisis de senilidad”. Y si se comprende, como
seguramente se comprende, que sus recientes desaguisados, criticados por Aragón
(y en general todas sus actuales posiciones oportunistas) no son otra cosa que
la continuación de lo que le viene desde atrás, entonces se comprenderá también
que lo que padece García es más bien una CRISIS
IDEOLÓGICA.
Y ¿cuál es la actitud de Aragón ante
las posiciones de García? No hace tres años confesó que estaba de acuerdo con
el “90%” de ellas. Por eso su crítica se limita a los métodos criollos y al
egotismo burgués (“ego individualista” le llama), y no toca en absoluto las cuestiones fundamentales dirimentes.
Por eso dice que lo que le pasa a García apenas es una cuestión de “olvido y
confusión”. Por eso su crítica es lateral,
subsidiaria, circunscrita, limitada y, por tanto, limitante. POR ESO ES UNA
“REBELIÓN DE RODILLAS”.
Y no es que Aragón no tenga razón en
su crítica, la tiene, como la tienen también otros activistas de su tendencia
que han criticado diversos aspectos de la conducta de García, pero, mientras
ninguno de ellos tenga la capacidad de calar en el carácter revisionista de sus
posiciones relativas a la VERDAD UNIVERSAL (negación del marxismo-leninismo), a
MARIÁTEGUI (mistificación de su identidad ideológica y tergiversación de su
obra), a la ESTRATEGIA POLÍTICA (“nuevo municipio”) y al PARTIDO (negación del
partido de clase y del modelo de partido que representa el PSP), y continúen,
por tanto, repitiendo su discurso ideológico-político (hay
repetidores y repetidores en la tendencia revisionista), su crítica no tendrá mayor trascendencia, y, por tanto, no
contribuirá a defender el marxismo del revisionismo ni a Mariátegui de sus
detractores abiertos y encubiertos. Todo lo contrario: SEGUIRÁN COMPROMETIDOS
CON EL REVISIONISMO Y CON LA TERGIVERSACIÓN DE LA OBRA MARIATEGUIANA.
En consecuencia, de no ser capaces
de romper con semejante situación, más tarde o más temprano tendrán que asumir su responsabilidad ante
la clase, la revolución, el socialismo, la historia.
Por lo expuesto, es evidente que la
crítica de Aragón tiene la nota de su
limitación ideológica y política que, como es lógico, le impide llegar a la
verdadera raíz de lo que critica. Por eso su discusión con García apenas es una
discusión entre dos matices del revisionismo.
Pero, tal vez pueda decirse que por
algo se comienza. En todo caso, la “rebelión de rodillas” de Aragón es, en último análisis, mejor que LA
SERVIDUMBRE DE OTROS.
III
El
proyecto de García es el de un partido de “dos niveles”: uno secreto y
restringido, y otro público y masivo. El nivel secreto, es decir la instancia
orgánica secreta, es, naturalmente, la verdadera Dirección en dicho proyecto,
y, ocurre que esta Dirección existe desde hace tres años (Aragón reveló esto
con pelos y señales), por lo que fácilmente se comprende que es ella
precisamente la que, por interpósitas personas, ha promovido el llamado
Seminario del Socialismo Peruano, al propósito de concretar la segunda
instancia orgánica del proyecto –instancia pública, como se ha dicho, pero, al
mismo tiempo, subalterna, como lo puede entender cualquiera. Por eso Pérez
declaró hace poco que lo que esperaba del Seminario era la unidad partidaria de
los organismos concurrentes, y no la formación de un frente. Por eso también,
Ramón García se apresuró a escribir un artículo en el que sostiene la
importancia del partido, pero limitándose a plantear la cuestión en su
generalidad, y no concretamente, o sea, absteniéndose de decir que lo que busca
es fundar la instancia pública que deberá ser dirigida (léase manipulada) por
la instancia secreta. Hay que entender, sin embargo, que García no podía hablar
así de claro, PUES ELLO HABRÍA SIGNIFICADO RECONOCER LA EXISTENCIA DE LA
INSTANCIA SECRETA DE SU PROYECTO.
El “Seminario del Socialismo
Peruano” tiene, pues, el mismo objetivo que tuvo el famoso “Comité 80”, y que, como lo sabe todo
el que quiere saberlo, fue escenario del más burdo hegemonismo del grupo
revisionista, y que, por esto, entre otras cosas, terminó sin alcanzar su
objetivo en el plano organizativo. Pero, al parecer, algunos organismos,
conformados por activistas honestos, pero también ingenuos, no han aprendido la
lección, y, nuevamente, se han avenido al plan partidario de dicho grupo (me
llama la atención de manera especial que compañeros experimentados como Jaime
Lastra y Mauricio Domínguez hayan caído otra vez en la falta de criterio de
participar activamente en semejante plan).
Pero, por lo visto, dicha ingenuidad
no es mucha (o es poquísima o, incluso, no existe), pues, de entrada nomás, los
organismos invitados definieron, CON TODA RAZÓN, que lo que quieren no es
partido sino frente, razón por la cual el Seminario ha significado ya UN NUEVO
FRACASO DEL PLAN PARTIDARIO DEL GRUPO DE GARCÍA.
Como es de conocimiento general, García
ha renunciado abiertamente a la tarea de reconstituir el Partido de Mariátegui,
y quienquiera puede comprender que esto quiere decir que su proyecto de partido
es cualquier cosa menos un partido como el que propuso el maestro. El proyecto
de un “partido de masas” con una instancia secreta y otra abierta, es, pues,
uno a lo Portocarrero-Pesce y no al
estilo de Mariátegui, y, por tanto, contrario por principio al partido de clase
magistralmente fundamentado por Lenin en el ¿Qué
hacer? En esta línea, García levanta la frase “partido de masas y de
ideas”, pero niega el concepto que
encierra en Mariátegui, y, así, es obvio que lo que pretende es engañar a
los activistas del movimiento.
Mariátegui definió y defendió el
carácter de clase de su partido de masas, el PSP, desde su regreso al país en
1923 hasta los últimos días de su ejemplar vida (ver Antecedentes y
desarrollo de la acción clasista y Principios
programáticos del Partido Socialista, en Ideología y Política; Carta
Colectiva, Acuerdos de la Reunión de Barranco y Moción Aprobada por la Reunión del 4 de
Marzo de 1930, en el tomo dos de Apuntes
para una interpretación marxista de historia social del Perú; carta de
Mariátegui a Mario Nerval del 28 de junio de 1929, en el tomo dos de Correspondencia; y el artículo Al margen del nuevo curso de la política
mexicana, en Temas de nuestra América).
En consecuencia, la tarea de los
marxistas conscientes es RECONSTITUIR EL PARTIDO DE MARIÁTEGUI TENIENDO EN
CUENTA LAS CONDICIONES ACTUALES. Esto significa construir un partido de clase
bajo la forma de partido de masas, es decir, un partido marxista-leninista,
adherido al internacionalismo proletario, con una correcta concepción de la
revolución, una justa estrategia revolucionaria de masas, una militancia
pensante y operante y, dadas las condiciones de legalidad, con un estatus
legal.
Ciertamente, hoy por hoy la cuestión
del partido es la cuestión fundamental dirimente. Es la cuestión en la que se expresan concentradamente todas las
otras contradicciones. ¿Qué tipo de partido debe ser el partido del
proletariado peruano? He aquí el problema. He aquí la contradicción principal
en el movimiento.
Esta contradicción, concretamente
hablando, se presenta como una contradicción
entre quienes plantean un partido de clase bajo la forma de partido de masas y quienes
plantean un partido de masas sobre el contenido
de un partido no de clase; entre quienes promueven un
partido al estilo de Mariátegui y quienes promueven un partido a lo
Portocarrero-Pesce; entre quienes luchan por un partido marxista-leninista y
quienes luchan por un partido “marxista” a secas (léase revisionista).
Entonces, por tanto, en
consecuencia, ergo, está claro que esta contradicción tiene por causa y contenido LA CONTRADICCIÓN ENTRE EL SOCIALISMO PERUANO Y EL REVISIONISMO
PERUANO.
¡Defender el
Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de
la realidad actual!
Ramón
García o la Manipulación IV
Eduardo Ibarra
EN
UNA SERIE DE ARTÍCULOS PUBLICADOS en los últimos meses, Ramón García ha
utilizado el siguiente subtítulo común a todos ellos: “De Activista a
Activista”. Como es forzoso, hay que confrontar la frase con los hechos a fin
de saber si encierra una verdad o una mentira.
En el verano de 1975, RG afrontó la
disyuntiva de demostrar espíritu de partido o desertar de las filas
partidarias. Como es de conocimiento general, optó por desertar de las filas partidarias.
Esa deserción lo puso inmediatamente
ante la disyuntiva de ponerse a la cabeza de sus seguidores para organizarlos o
desertar de la práctica política (1). Como es de conocimiento general, optó por desertar de la práctica política (2).
De los fundadores a los
continuadores, el movimiento marxista internacional ha dado ejemplo de unidad
de teoría y práctica. Al mismo tiempo que teorizaban sobre filosofía, economía
política, socialismo científico y otras esferas del conocimiento, tanto los
primeros como los segundos realizaban un ingente trabajo práctico,
organizativo, y Engels hasta participó en una lucha armada, por lo que le
llamaban “el general”. Lenin y Stalin estuvieron siempre al frente de la lucha
revolucionaria en la Rusia zarista, intervinieron activamente en la revolución
de octubre, estuvieron a la cabeza de la lucha del poder soviético por su
supervivencia y por construir el socialismo. Mao igualmente se mantuvo al
frente de la lucha revolucionaria de su pueblo durante más de cincuenta años, y
es relevante señalar específicamente que, a los 73 años de edad, desató la Gran
Revolución Cultural Proletaria, conduciéndola personalmente durante una década.
Todos los maestros fueron, pues, verdaderos activistas del proletariado
internacional, y en todos los países del mundo los militantes comunistas y los
dirigentes de los partidos proletarios han sabido integrar teoría y práctica.
El fundamento filosófico de la
unidad de la teoría y la práctica es la onceava tesis de Marx sobre Feuerbach:
“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo,
pero de lo que se trata es de transformarlo”. Claramente Marx privilegia aquí
la práctica sobre la teoría, pues la transformación del mundo depende directamente de la actividad
material-objetiva y no de la actividad teórico-espiritual. Pero lo que dijo
Marx es que hay que interpretar para transformar, que hay que teorizar para practicar,
que hay que tener la actitud de participar tanto en el trabajo teórico como en
el trabajo práctico.
En su Defensa del marxismo (fíjese el lector en qué libro precisamente),
José Carlos Mariátegui escribió: “… la revolución rusa, en Lenin, Trotsky y
otros, ha producido un tipo de hombre pensante y operante…”. “Marx inició este
tipo de hombre de acción y de pensamiento” (p.44). Y agregó en otro lugar del
mismo libro: “Berl distingue y separa los tiempos de acción de los tiempos de
espera, distinción que para el
‘revolucionario profesional’, de que habla Max Eastman, no existe. El
secreto de Lenin está precisamente en su facultad de continuar su trabajo de
crítica y preparación sin aflojar nunca en su empeño, después de la derrota de
1905, en una época de pesimismo y desaliento. Marx y Engels realizaron la mayor
parte de su obra, grande por su valor espiritual y científico, aun
independientemente de su eficacia revolucionaria, en tiempos que ellos eran los
primeros en no considerar de inminencia insurreccional. Ni el análisis los llevaba a inhibirse de la acción, ni la acción a inhibirse
del análisis” (p.118. Cursivas nuestras).
Por eso, en el marxismo, el término activista encierra un concepto
integral. Las dos características fundamentales del militante comunista son
su posición de clase (adhesión a la verdad universal del marxismo-leninismo)
y su actividad integral (unidad de
teoría y práctica). Así pues, ES ACTIVISTA DEL PROLETARIADO REVOLUCIONARIO
QUIEN ADHIERE AL MARXISMO-LENINISMO E INTEGRA TEORÍA Y PRÁCTICA.
En los años sesenta, Che Guevara
renunció a su cargo en el CC del PCC, a su cargo de Ministro de Economía y,
poniendo los intereses colectivos de su proyecto por encima de sus intereses
personales, dejó a su familia para llevar la revolución a otras regiones del
mundo. Esto fue un caso paradigmático de consecuencia con las propias ideas, y
da la talla histórica del heroico guerrillero.
En nuestro medio, José Carlos
Mariátegui es ejemplo imperecedero de unidad de teoría y práctica, de
pensamiento y acción. Baldado, vigilado, acosado, reprimido, amenazado,
continuó, al frente del PSP, su labor teórica y su actividad práctica hasta los
últimos días de su existencia. La conclusión es que Mariátegui fue un revolucionario integral, y esto da la medida de su
talla histórica.
Pero Ramón García se limita a leer y
escribir desde hace casi cuarenta años (redondeando, el doble del tiempo de su
militancia en el Partido). Así pues, al autocalificarse de activista, está
falseando la realidad, está intentando encubrir su teoricismo, su renuncia a la
práctica. DE ESE MODO INTENTA ENGAÑAR A LOS AGONISTAS DEL PROLETARIADO PERUANO.
RG no cumple, pues, con ninguna de
las dos características fundamentales del militante: su posición de clase se revela en su renuncia al marxismo-leninismo y
su actividad unilateral lo revela como INOPERANTE.
En las cuatro últimas décadas de su
vida (el doble del tiempo de su militancia en el Partido), RG ha puesto sus
intereses personales por encima de los intereses colectivos de su grupo,
demostrando así una escasa moral. Esta escasa moral da la medida de su pequeñez
mal disimulada por un artificioso traje de grandeza: hace siete años se
proclamó “Yo el Supremo”. En el movimiento, ESTA AUTOPROCLAMACIÓN ES LA MÁS
HUACHAFA EXPRESIÓN DE EGOTISMO BURGUÉS JAMÁS VISTA.
Para decirlo brevemente, nadie puede
ser considerado como activista si no realiza una actividad teórico-práctica. La
unilateralidad respecto a esta cuestión no es marxismo. ES REVISIONISMO.
Por lo que parece, algunos
activistas no han captado todavía el revisionismo de RG en la esfera de la
teoría, pero es seguro que podrán captar su revisionismo en la esfera de la
práctica, pues su ruptura con toda práctica política desde hace casi cuarenta años
(el doble del tiempo de su militancia en el Partido) ES VERDADERAMENTE
CLAMOROSA.
En el movimiento marxista se predica
con el ejemplo. José Carlos Mariátegui
predicó con el ejemplo de su personalidad integral. Pero RG ha fracturado
en su persona la unidad de pensamiento y acción desde hace casi cuarenta años
(el doble del tiempo de su militancia en el Partido), y, por tanto, no tiene
ninguna autoridad moral para exigir a nadie integrar teoría y práctica. En sus
labios toda charla sobre esta integración representa un caso de demagogia (2).
Este es el personaje que quiere
imponer sus posiciones oportunistas y revisionistas al resto de organizaciones,
tendencias y activistas. Este es el personaje que, a título de unidad, quiere que organizaciones y tendencias se
disuelvan para formar una sola organización sin marxismo-leninismo, con un
Mariátegui mixtificado, una táctica reformista. Este es el personaje que
pretende un partido de masas, no de clase,
con una instancia secreta que mangonee a aquellos que caigan en la trampa de
incluirse en el anunciado partido socialista.
En su artículo El grupo Clarté, Mariátegui suscribe este concepto de Barbusse:
“Admitir una solución de continuidad entre la teoría y la práctica, abandonar a
sus propios esfuerzos a los realizadores, AUNQUE SEA CONCEDIÉNDOLES UNA AMABLE
NEUTRALIDAD, ES DESERTAR DE LA CAUSA HUMANA” (3).
Pues bien, los más serviles miembros
del grupo revisionista admiten la solución de continuidad entre la teoría y la
práctica que comete Ramón García desde hace casi cuarenta años, y, así, tanto este personaje como sus aludidos
seguidores desertan de la causa humana.
En el mismo texto, Mariátegui señala
con razón: “No es posible entregarse a medias a la Revolución. La revolución es
una obra política. Es una realización concreta. Lejos de las muchedumbres que
la hacen, nadie puede servirla eficaz y válidamente. La labor revolucionaria no
puede ser aislada, individual, dispersa. Los intelectuales de verdadera
filiación revolucionaria no tienen más remedio que aceptar un puesto en una
acción colectiva” (4).
Pero desde hace casi cuarenta años
(el doble de tiempo de su militancia en el Partido), RG se encuentra lejos de
las muchedumbres que luchan contra la explotación y la opresión, y, por esto,
no ocupa ningún puesto en la acción de su grupo: es conocido el hecho de que
durante todo ese tiempo se ha limitado a leer y escribir. Todo esto prueba que,
incluso como intelectual, García, por decisión propia, está separado de la
lucha de clases en su aspecto político, que es el que decide los destinos de la
clase.
Si
RG no hubiera intentado encubrir su deserción de la práctica política
autocalificándose de activista, no hubiera sido objeto de la presente crítica. PERO, COMO ES LÓGICO, EN EL
MOVIMIENTO NO ES POSIBLE ADMITIR LA MENTIRA, EL ENGAÑO, LA MANIPULACIÓN.
Desde luego, RG, intelectual de
gabinete, puede continuar autocalificándose de activista y puede, incluso,
incluir la frase en la recopilación de sus artículos bajo la forma de libro, PERO
LO QUE CUENTA ES QUE YA HA SIDO DESENMASCARADO EN SU INTENCIÓN DE MANIPULAR LA
CONCIENCIA DE LOS ACTIVISTAS, Y, POR ESTO,
APARTE SUS MÁS SERVILES PARTIDARIOS, NO PODRÁ ENGAÑAR A NADIE MÁS.
Y, como no puede ya pasar como activista, dejémoslo en su pedestal de
cristal, para emplear una imagen con la que a él mismo le gusta ironizar a sus
críticos. Imagen que le cae al pelo, pues es INOPERANTE desde hace casi
cuarenta años (el doble del tiempo de su militancia en el Partido).
Notas:
[1]
Es inevitable señalar que, en el mismo momento en que RG desertaba del Partido
y de toda práctica, Abimael Guzmán se ponía a la cabeza de sus seguidores y en
cinco años remataba su
reconstitución. Cualquiera, pues, puede discrepar de los presupuestos de su
reconstitución (y el que escribe estas líneas discrepa de los mismos, como bien
se sabe), pero no puede negar que Guzmán fue consecuente con sus ideas, mientras García fue absolutamente
inconsecuente con las suyas: no sólo desertó del Partido y de la práctica
política, sino que, al mismo tiempo, fue desleal con sus propios seguidores. Pero el 1º de enero del presente el
servilismo ha querido encubrir con un sofisma la deserción de RG de la práctica
política. En una introducción al artículo Begin
the beginning, ha escrito que “A casi 30 años de los
hechos (1983), nos preguntamos qué proyecto o paradigma de partido fracasó en
aquél entonces”. El autor de este sofisma sugiere, pues, que lo que fracasó fue
el tipo de partido que se quiso construir, y por tanto no hay responsables.
Pero, si así fuese, ¿cómo se explicaría, entonces, que Guzmán y sus seguidores
pudieron construir, en menos de una década, un partido semejante al proyecto de
partido que RG postulaba por lo menos hasta 1985? Pudieron, porque Guzmán se
puso a la cabeza de sus partidarios, quienes, por su parte, mostraron la
voluntad y la capacidad necesarias. Por otro lado, repitiendo irreflexivamente
a Mariátegui, el servilismo habla de “la construcción del primer gran partido
de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana”, sin percatarse de que
el primer gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana
ha sido el Apra, realidad que se consumó después de la muerte de Mariátegui.
Mariátegui no dijo “de
toda la historia del proletariado peruano”, sino “de toda nuestra historia
republicana”, es decir, habló en general y, además, en unas circunstancias en
que, justamente, no existía en la república peruana un solo partido de masas y
de ideas. Y ¿quién, que no se haga el ciego, puede
negar que el Apra es un partido de masas y de ideas? El grupo revisionista no ha reparado
en esta realidad, porque está bloqueado por su desesperado afán de servirse de
afirmaciones de Mariátegui para seducir a algunos ingenuos. En otros artículos he hecho la crítica del proyecto
de partido del grupo revisionista, y, por tanto, aquí basta señalar que este
proyecto es el de un partido de masas, no de clase, es decir, un partido
completamente distante y absolutamente distinto al partido de clase magistralmente
fundamentado por Lenin, completamente distante y absolutamente distinto al
partido de clase bajo la forma de partido de masas de Mariátegui. Agregaremos
una sola cosa: este proyecto de partido de masas, no de clase, del grupo
revisionista, TIENE YA ALREDEDOR DE VEINTISIETE AÑOS DE ANTIGUEDAD.
[2]
En la segunda mitad de los años setenta, uno de los más cercanos seguidores de
RG, refunfuñó así ante sus requerimientos de que desarrollase el trabajo
organizativo: “si cree que es fácil, que regrese al país, pues”. Más de diez
años después, en carta publicada en el semanario Cambio, RG declaró solemnemente que iba a regresar “a la
pachamama”. Pero, acostumbrado a su poltrona extranjera, no lo hizo. Así hasta
ahora.
[3] La
escena contemporánea, p.155. Las mayúsculas son nuestras.
[4]
Ibídem, pp.153-154.