miércoles, 1 de febrero de 2017

Política


Eduardo Ibarra: Organización Política, Ideas y Debates.

Roque Ramírez Cueva

EL LIBRO POR COMENTAR este primer mes del año 2017, es casi un texto único, por lo de rara avis, se le ubicaría entre el campo de la filosofía y las ideas políticas,  con una  temática vetada por el prejuicio de una mayoría de lectores que absorben lo que el statu quo les sugiere, cuando no les impone.  A la par,  visto con ojos ásperos y también marginado por grupos arcanos de intelectuales que se autoproclaman rectores del establishtment académico. Aunque no es asunto de estas líneas, breve digo, le temen o les da escozor porque “el impedimento básico surgía [surge] de la dirección general de la cultura y la historia en que todos ellos estaban [están] inmersos.”,  tal como lo afirma A. Salazar Bondy (1). Se sobreentiende, dichos censores académicos responden a sus propias concepciones de cultura, de historia y de pensamiento. Corchetes nuestros.

        A propósito, develando el misterio, el libro se titula El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui. Lima. Editorial Creación Heroica, 2016. Su autor, Eduardo Ibarra, desde sus primeras páginas propone un debate acerca de un asunto de anterior data, de la década de 1960 a 1969, en la cual se estuvo discutiendo lo que llamaban “la reconstitución  del partido, socialista o comunista, de José Carlos Mariátegui” (tal se decía en diversas publicaciones partidarias de la izquierda de época). Ibarra lo vuelve a poner en debate desde la siguiente idea “establecer la verdad doctrinal y orgánica y establecer así el contenido de su reconstitución (Prólogo).

        Esta propuesta de debate es la columna sobre la cual va a respaldarse el conjunto teórico del libro. Si se pone atención a la segunda idea “establecer así el contenido de su reconstitución”, notaremos que con esta se deslegitima, no tanto las teorías, sino las propaladas reconstituciones orgánicas que se pudo haber hecho o intentado hacer -el libro no es claro al respecto- dentro de las diversas organizaciones político partidarias desprendidas del Partido Comunista Peruano, cuya prensa se llamaba Unidad. Debo confesar que no me he dado el tiempo necesario de averiguar si alguna otra organización partidaria de la ya atomizada izquierda peruana ha ejecutado o planeado tal reconstitución. El hecho es que se vuelve a plantear a modo de debate  en este libro reseñado.

        Otra idea presente en varias páginas del libro es, asumir la defensa de los fundamentos del llamado socialismo peruano. ¿Cómo se asume tal defensa? El autor nos lo enfatiza, a partir de sustentar sus opiniones, ideas o conceptos recurriendo a citas textuales afirmadas y escritas por José Carlos Mariátegui en sus obras. Se deduce de ello que, según propuesta de Ibarra, el debate no debe darse al margen de los fundamentos genuinos formulados del y por solo el Amauta. Con lo cual estaría sancionando e impidiendo toda perspectiva de caudillismo que en mucho le ha afectado, tal una catástrofe, al ya atrás mencionado socialismo peruano.

        En el capítulo uno, se busca consolidar teóricamente los fundamentos de la legitimidad de un partido de masas y de ideas tal como lo propuso, recalca el autor, el propio J.C.M. Es decir, una organización de acuerdo a los principios y programa ya establecidos por el fundador. ¿Qué es un partido de masas y de ideas? ¿En qué circunstancia dicha organización se vuelve partido de masas, y en qué momento es de ideas? O ¿cuándo ambos? ¿Una organización con postulados socialistas, empieza por ser solo un partido de ideas?  Estas y otras interrogantes se hacen los lectores entendidos en la materia y los no conocedores.

        Antes de continuar, permítasenos interrumpir nuestros comentarios, a los asuntos del libro, para señalar una lectura, tal vez de menor interés. Leamos, Ibarra manifiesta que va asumir la defensa de los fundamentos del socialismo peruano, en base a respaldarse con citas puntuales de J.C.M.; y lo curioso y canba para este modesto lector es el observar que, tanto en el libro comentado como en las obras del fundador del partido socialista, el propio J.C.M. fundamenta sus ideas y teorías citando a Lenin, al poeta Paul Valery (reproduce Ibarra), al dramaturgo Bernard Shaw, al narrador Thomas Mann (J.C.M.) (2). No insinuamos nada sesgado, solo el hecho de constatar el acto educativo político de una escuela, digamos marxista: el formular afirmaciones seguidas de su respectivo fundamento; por ejemplo, ideas o hipótesis respaldadas por citas, teorías y citas, o tesis y citas.

        Continuando el comentario de El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui, otra propuesta de su autor es reafirmarse en que el método y la praxis del socialismo en el contexto actual, sí, de estos días del siglo XXI, es el marxismo - leninismo según lo fundamentó J.C.M., y lo sugiere, cuando no enfatiza, como única categoría válida para designar el carácter del partido fundado por J.C.M. Infiriendo que otros “ismos” han quedado invalidados por no corresponder al contexto y situación histórica de los tiempos del Amauta y de estas primeras décadas del siglo actual. En las páginas penúltimas a las notas bibliográficas se mencionan las organizaciones que se equivocaron en enarbolar “ismos” al interpretar erróneamente la situación real del momento.

        En siguientes páginas insiste, “El Partido de Mariátegui fue, pues, un partido doctrinariamente homogéneo”. Obviamente se refiere a la organización fundada por Mariátegui en la llamada “Reunión de Barranco” el año de 1928, indicando que tuvo una “filiación y orientación definidas” (cita de J.C.M. reproduce Ibarra). Y en este asunto, se devela parte de la historia de las actividades políticas e ideológicas realizadas por el Amauta. Teniendo en cuenta solo el testimonio de Mariátegui y de los marxistas clásicos citados, no recurre –ya hemos dicho- a otras fuentes.

        El debate de defensa de las ideas políticas de Mariátegui, respecto del Partido Socialista fundado por este mismo, lo plantea usando el método diacrónico (aunque Ibarra, para sus objetivos del debate, acepta cómo único método el marxismo – leninismo, salvo sea errada mi lectura). Así, polemiza con actores políticos protagonistas en las décadas de 1921 a 1939, y, además, con actores de izquierda de la política de estas tres últimas décadas, S. XXI, a quienes menciona como García, Aragón, Pérez, etc. Y la discusión la centra en definir el tipo de organización  propuesta por el Amauta, y que, según el título del libro es, El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui.  Sí, tal como lee y entiende el lector, el título lo dice todo.

        Aparte de coincidencias o discrepancias con las ideas expuestas por Eduardo Ibarra, y de contar con la “conspiración del silencio” (Lenin dixit) (3), orquestada por intelectuales de secta, unos; o por socios de la exclusiva intelectualidad académica auto estandarizada, o de ser interferidos por fiscalizadores del statu quo, aquellos otros. Puntualizamos la vigencia de algunas ideas o tesis mencionadas en el libro comentado. Lenin y Mariátegui, a pesar de las distancias del tiempo, formularon teorías aún válidas, la principal trata acerca del marxismo – leninismo como método y cómo teoría filosófica.

        A pesar de la cronología transcurrida desde la Revolución Rusa (este año cumple una centuria), la Revolución China, la hegemonía bipolar y unipolar, la tercera o cuarta revolución industrial, el tiempo ha permitido decantar lo sucedido, pero a la vez observar sus vigencias. Así, creemos que lo afirmado por Lenin y compartido y reafirmado por Mariátegui, acerca del imperialismo como una fase adelantada del capitalismo, hoy se manifiesta con mayor certeza para explicar el actual desenvolvimiento del sistema capitalista. Lenin lo expuso así:

“El imperialismo surgió como desarrollo y continuación directa de las propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se trocó en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un grado determinado, muy alto, de su desarrollo, cuando algunas de las características fundamentales del capitalismo comenzaron a convertirse en su antítesis, cuando tomaron cuerpo y se manifestaron en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada” (4)

Antes Lenin agregaría:

“El imperialismo, o dominio del capital financiero, es el capitalismo en su grado más alto, en el que esta separación adquiere unas proporciones inmensas. El predominio del capital financiero sobre todas las demás formas de capital implica el predominio del rentista y de la oligarquía financiera, la situación destacada de unos cuantos Estados, dotados de ‘potencia’ financiera, entre [sobre] todos los demás.” (5)

Actualmente, de estas tesis de Lenin incluidas en las citas podemos inferir la existencia de empresas transnacionales o multi nacionales, por su capital acumulado y generado, más poderosas que los estados nación. Una decena de ellas, constituidas en trust, monopolios, pueden llegar a poseer un capital absoluto que sumaría el producto bruto interno (o producto interior  bruto) del total de diez, veinte o más de cien estados, dependiendo si sus respectivos países se ubican en la América Latina, África, en Asia o Europa. (6) De esa manera, con todo su poder de capital financiero, esas empresas, ya no los estados, se reparten el control de los países convertidos en sus mercados de consumo, se adjudican la producción y construcción, la acumulación y concentración de capitales vía bancos, hegemonizan por último la generación y distribución de tecnologías, y las materias primas capturadas. Nos han convertido en clientes de inacabables mercados, hemos dejado de ser ciudadanos nacionales para ser consumidores multinacionales.

        Por cierto, la transcripción de citas y reflexiones sobre las mismas, tienen relación con lo dicho y expuesto en el libro, en tanto similares citas de Mariátegui son reproducidas en sus páginas, por selección de Ibarra, quien presenta al Amauta sustentando sus teorías en base a teóricos e intelectuales, entre ellos los conocidos Marx y Lenin.

        Finalmente, debemos decir que la lectura del libro de Eduardo Ibarra requiere de averiguar en otras fuentes a las cuales, por urgencia del tiempo, no hemos podido consultar; además de conocer las publicaciones de los actores contemporáneos con los cuales polemiza; aparte se necesita previamente haber leído las obras de J.C. Mariátegui a las que recurrió el autor del libro,  asunto de una indagación que demanda mayor dedicación y el rigor del caso; incluso si consideramos las detalladas notas bibliográficas presentadas al final del libro, la lectura no es fácil.  Entonces, cabe hacerle notar a los lectores la necesidad de presentar y responder a más debates ideológicos y políticos como el propuesto en este libro, ello contribuirá a orientarse a una izquierda que persiste en dividirse y actuar con desconcierto, mientras los poderes fácticos, sus caudillos, su sostén social se fortalecen y seducen a las masas, huérfanas de una real alternativa popular; sin duda, uno de los propósitos del libro, ¿no?

Notas Bibliográficas:


  1. Salazar Bondy, Augusto. Historia de ideas en el Perú contemporáneo. Lima. Moncloa Editores, 1967. P. 460
  2. Mariátegui, J.C. Historia de la Crisis MundialConferencias 1923-1924. Décima primera edición. Lima, Empresa editora Amauta, 1986, pp. 27 y 67.
  3. Lenin, V.I. Obras Escogidas. Cap. VII: El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo. Tomo I. Moscú. Editorial Progreso, p. 704.
  4. Lenin, V.I. Obras Escogidas. Cap. VII. Idem, p.764.
  5. Lenin, V.I. Obras Escogidas. Cap. VII. Idem, p.739.
  6. Diario El País, España; fecha 29 de setiembre, 2016. Sección Economía.  http://economia.elpais.com/economia/2016/09/29/actualidad/1475150102_454818.html


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!

De Cómo los Liquidadores Abjuran del Marxismo-Leninismo y Falsifican la Creación Heroica de Mariátegui

(Segunda Parte)



Eduardo Ibarra


Sobre la Creación Heroica de Mariátegui y el Socialismo Peruano

La Creación Heroica de Mariátegui es un sistema que comprende la verdad universal del marxismo-leninismo, el pensamiento mariateguiano sobre la realidad y la revolución peruanas y los instrumentos orgánicos de la clase y el pueblo trabajador constituidos por el maestro.

Es decir, en su forma auroral, el Socialismo Peruano es un sistema con un Fundamento Ideológico (el marxismo-leninismo), con una Verdad Particular (el pensamiento de Mariátegui) y un Instrumento Político (el partido de clase).

En una palabra, el Socialismo Peruano de Mariátegui es la unidad de la verdad universal del marxismo-leninismo y nuestra realidad particular; es un sistema compuesto por los tres pilares señalados; es una unidad indisoluble.

Esta unidad indisoluble, está vigente en el Socialismo Peruano hoy.

Se trata, pues, justamente, de que, con Mariátegui, la Verdad Universal del marxismo-leninismo fructificó como Verdad Particular.

Por eso, el pensamiento de Mariátegui es Pensamiento Marxista-Leninista.

Pero, como se sabe, Ramón García ha recurrido a los más cínicos sofismas, a las más burdas falacias, a los más desvergonzados trucos para negar el marxismo-leninismo del maestro.

Así, entiende los conceptos de pensamiento de Mariátegui, Creación Heroica de Mariátegui, Camino de Mariátegui, Partido de Mariátegui, Socialismo Peruano, partido de masas y de ideas, etcétera, como conceptos sin un contenido marxista-leninista.

Por lo tanto, no niega solamente el marxismo-leninismo como Verdad Universal, sino también, al mismo tiempo, como Verdad Particular.

Puesto que la Creación Heroica de Mariátegui es un sistema con tres pilares, basta que se le reste uno solo de ellos (que se le falsifique) para que se convierta en algo extraño a  Mariátegui.

Precisamente García niega el Fundamento Ideológico y el Instrumento Político del Socialismo Peruano.

De esta forma falsea el Socialismo Peruano y se adereza su propio “socialismo peruano”.

Por lo tanto, cualesquiera aciertos específicos que García pueda tener, solo demostraría, por enésima vez, que, partiendo de una posición ideológica errónea, puede llegarse sin embargo a conclusiones teóricas correctas.

Pero, al negar el marxismo-leninismo y el partido de clase, los posibles aciertos de García quedan en el aire: al no tener el sustento ideológico necesario, no tienen tampoco el instrumento político indispensable para su realización.

El “socialismo peruano” de García también es un sistema, pero con los siguientes tres elementos: 1) un “marxismo” sin leninismo (e incluso contrario al leninismo); 2) una teoría de la revolución peruana (negadora de más de un aspecto de la teoría mariateguiana); 3) la negación del partido de clase (tanto en términos generales como concretamente en relación al PSP).

Por eso, el “socialismo peruano” de García no es el Socialismo Peruano de Mariátegui, no es el Socialismo Peruano Marxista-Leninista en desarrollo.

En las circunstancias actuales es particularmente importante que cada marxista-leninista tenga una idea integral del Socialismo Peruano a fin de no dejarse seducir por los aciertos específicos que pueden tener algunos intelectuales, aciertos que bien pueden ser asimilados sin perjuicio de nuestra posición ideológica.

En conclusión, es claro que, cuando García ha utilizado el término Socialismo Peruano como título de uno de sus libros, no lo ha hecho teniendo en cuenta el sentido marxista-leninista que dicho término tiene en Mariátegui, sino que le ha insuflado un sentido dilatado, elástico, oportunista. Esto es fácilmente demostrable, y, de hecho, ha sido ya ampliamente demostrado (véanse, como mínimo, el capítulo VII del folleto El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui y el artículo Contribución a la teoría de las generaciones del socialismo peruano, trabajos ambos de nuestra autoría).

20.12.2016.


La Legitimación y Deslegitimación de la Violencia Revolucionaria en el Perú: Una Evaluación de la Justificación de la Violencia Revolucionaria por Parte de la Izquierda Revolucionaria Armada de las Décadas de 1960 y 1980

(Octava y Última Parte)


Jan Lust


7. Las otras razones para usar la violencia revolucionaria

El análisis de la situación en el país fue esencial para determinar si la lucha armada debería empezar o no. Sin embargo, había otras razones que llevaron al MIR, al ELN, al PCP-SL y al MRTA a usar las armas. En esta sección hacemos una comparación entre las cuatro organizaciones guerrilleras respecto a estas razones “adicionales”.

Todas las organizaciones afirmaban que la lucha armada es la única vía para tomar el poder. O, en otras palabras, los cambios revolucionarios solamente podrían materializarse a través del método revolucionario, es decir, la lucha armada. Aunque eso podría ser cierto, no significa que la lucha guerrillera era la vía más apropiada. También una insurgencia popular y armada podría ser el camino hacia la revolución. Y aunque Lenin consideraba que el proletariado debería tener armas y creía que “la lucha de guerrillas es una forma inevitable”, todo dependía de la situación concreta.
       
El MIR, como el ELN, consideraba que su organización era débil. Lo que faltaba era organizar y reforzar el factor subjetivo. La lucha armada fue considerada como el medio apropiado para desarrollar sus organizaciones. Sin embargo, eso solamente podría haber ocurrido en caso que no existiera el ejemplo cubano. No solamente los guerrilleros tomaron lecciones de la guerrilla de Fidel Castro, sino también la burguesía nativa y el imperialismo.1 Se puede argumentar que el MRTA pensaba lo mismo cuando decía que la lucha armada podría generar una conciencia revolucionaria. Y esta conciencia era primordial para el desarrollo de la organización como también para la lucha para la toma del poder en general.2 El PCP-SL aprendió de la experiencia guerrillera de la década de sesenta en el sentido que ellos prepararon su organización desde el comienzo de la década de setenta para el inicio de la lucha armada.
       
Es interesante ver que el MIR, el ELN y el MRTA aceptaron la premisa que en una democracia no se puede llevar a cabo la lucha armada. Sin embargo, argumentaron que el Gobierno de Belaúnde (en la década de 60 como en la década de 80) no era realmente democrático. Mientras Lobatón decía, coincidiendo, en cierta forma, con Guevara, “que las mismas guerrillas pueden contribuir a desvelar definitivamente el carácter de los regímenes seudo-democráticos, delimitar con toda claridad los campos enemigos, y obligar a la reacción a vestir su auténtica vestidura: la dictadura militar”, Béjar argumentaba que “en realidad, nuestro país vive bajo una dictadura oligárquica que usa el parlamentarismo o la imposición militar según sus conveniencias” y el MRTA consideraba que los medios legales se habían agotado.3 Sin embargo, Castro no hablaba sobre medios legales agotados sino sobre vías cerradas. En la década de ochenta las vías legales no estaban cerradas como muestra la participación de la izquierda socialista en las elecciones nacionales y locales.

Todas estas razones para el uso de la violencia también pueden ser usados para argumentar que la violencia no es el método adecuado para llegar al poder. Es decir, parecen que estas razones son solamente el relleno de otra argumentación. Esta argumentación tiene que ver con la situación del país: situación revolucionario en desarrollo, situación prerrevolucionaria y situación revolucionaria.
       
Ninguna organización que se considera a sí misma como una organización que busca destruir el sistema capitalista, expropiar la burguesía e instalar el socialismo, niega que, al final, la revolución sea un acto armado. Todas estas organizaciones consideran la democracia parlamentaria como una seudo-democracia porque el pueblo no tiene la decisión sobre el uso de los medios de producción. Finalmente, las organizaciones socialistas que no usan la violencia como método para llegar al poder no solamente pensaron que la situación no era adecuada para usar la violencia revolucionaria, sino también consideraban sus organizaciones muy débiles para iniciar la lucha armada. El argumento que estas organizaciones frecuentemente usan es la falta de acumular fuerzas antes del inicio de un proceso armado.

El MIR pensaba que el desarrollo de una organización revolucionaria tiene límites impuestos por el sistema. Entonces, para saltar esta barrera consideraba que era necesario desarrollar la lucha armada. Si no hacia eso, la organización tendiera al reformismo. En cierta forma el ELN estaba de acuerdo con esta posición porque creía que la participación en las actividades políticas legales no llevan al poder. La oligarquía no permitiría entregar el poder político a las organizaciones revolucionarias. Participar en su juego (electoral), como escribía Béjar, contribuye “al fortalecimiento de un régimen político que es, precisamente, como el que debemos destruir”.

En contraste con el ELN, el MIR y el MRTA, el PCP-SL consideraba la militarización de la sociedad peruana como un paso adelante hacia la dictadura del proletariado. Recordamos que decían que “militarizando el Partido plasmamos un paso hacia la militarización de la sociedad que es la perspectiva estratégica para garantizar la dictadura del proletariado”. La violencia aplicada por el Ejército y el Gobierno peruanos fue uno de los motivos para iniciar la lucha armada por parte del ELN, del MIR y del MRTA. La diferencia entre la posición del PCP-SL y las otras organizaciones se base en el hecho de que el PCP-SL era una organización militarista con el objetivo, ya determinado al comienzo de la década de setenta, de iniciar la lucha armada de cualquier forma. Por eso ellos dicen que “es la propia lucha armada la que abre en los hechos el camino de la lucha armada”.

La violencia (policial y militar, no económica) ejercitada por el estado capitalista no es suficiente razón para iniciar la contra-violencia. Esa es una estrategia a la derrota y no un camino a la victoria porque una vez que el estado ya no ejercita esta violencia, la contra-violencia no encuentra una base social. La historia política del Perú en la década de noventa ha mostrado que la violencia estatal no lleva las masas populares a participar en la contra-violencia, sino hunden las organizaciones populares y causan que las masas se retiren, eliminando las bases para un proceso revolucionario.4

8. Conclusiones

La lucha armada en las décadas de sesenta y ochenta no fue legitimada si aplicamos el concepto situación revolucionaria de Lenin. La lucha armada fue legitimada si consideramos, como Castro, que la lucha armada puede crear situaciones revolucionarias. Sin embargo, como argumentó Castro también, la lucha armada no es legítima cuando las vías legales aún están abiertas. En la década de sesenta las vías legales estaban cerradas. Partidos internacionales como el PCP no estaban permitidos de participar en las elecciones. En la década de ochenta el frente electoral Izquierda Unida participó con gran éxito en las elecciones nacionales y locales.

Legitimar y deslegitimar la lucha armada en las décadas de sesenta y ochenta en base a lo que decían los “teóricos de la guerrilla” sobre la “fecha” apropiada para el inicio de la lucha armada es un ejercicio muy válido para una evaluación a distancia de los hechos. Sin embargo, pensamos que la realidad concreta de las décadas de sesenta y ochenta hacían muy difícil desarrollar estas evaluaciones por la misma efervescencia política de estas décadas.

La Revolución Cubana, las intervenciones imperialistas en los países latinoamericanos y las luchas populares en la década de sesenta en el Perú crearon una atmosfera política en la cual un proyecto armada fue casi una consecuencia natural. No exigía un análisis al fondo de la realidad peruana, sino que se debería aprovechar el tiempo para avanzar lo más rápido posible en el desarrollo de una forma de lucha que podría terminar en un “segundo Cuba”.

Al final de la década de setenta y al comienzo de la década de ochenta existió una situación similar a la década de sesenta. Había grandes luchas, había una democracia frágil, había el triunfo de la Revolución Nicaragüense, había guerrillas en diferentes partes de América Latina y había intervenciones imperialistas en los asuntos internos de América Latina. Además, en la izquierda socialista peruana ya habían debates sobre las vías de llegar al poder. Sin embargo, a diferencia de la década de sesenta, había también un frente electoral de izquierda muy fuerte en el Perú.

Indudablemente, al final de la década de setenta y al comienzo de la década de ochenta, las organizaciones de la izquierda socialista en el Perú valoraron y analizaron los diferentes elementos que componen la definición de Lenin. Las experiencias guerrilleras de la década de sesenta fueron debatidas en la izquierda socialista. En sus documentos el PCP-SL y el MRTA hacían referencia a la gesta guerrillera de 1965. Sin embargo, parece que se habían llevado por la efervescencia del periodo en vez de ver más allá que solo las expresiones de la realidad. Es decir, las organizaciones armadas de la década de ochenta cometían el mismo error que los guerrilleros de la década de sesenta.

El PCP-SL y el MRTA cambiaron la definición de Lenin o usaban otros conceptos que tenían que legitimar la lucha armada. La aplicación de estos conceptos no ha sido suficientemente rigurosa o la definición de estos conceptos no estaba bien elaborada para que estos conceptos pudieran permitir un cabal entendimiento de la situación en el país. El concepto de una situación revolucionaria en desarrollo o una situación prerrevolucionaria, en la forma como fueron aplicados y elaborados por el PCP-SL y el MRTA, tampoco pudieron legitimar la lucha armada.

Parece que las organizaciones que desarrollaron la lucha armada en la década de ochenta cambiaron el concepto de Lenin de una situación revolucionaria o usaron los conceptos situación revolucionaria en desarrollo y situación prerrevolucionaria para justificar una decisión ya tomada. Es decir, porque ya habían decidido que era necesario iniciar la guerra de guerrillas mutilaron el concepto de Lenin, buscaron conceptos “maoístas” o elaboraron conceptos supuestamente “leninistas” que encajaban en esta decisión.
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Notas

(1) “Cuba ha elevado el nivel de preparación material e ideológica de la reacción imperialista en menos tiempo que el de las vanguardias revolucionarias. Si hoy, y en menor plazo, el imperialismo ha extraído más ventajas de la Revolución Cubana que las fuerzas revolucionarias, esto no debe -mucho lo dudamos- a que posea una superior inteligencia. El imperialismo está en mejores condiciones de llevar a la práctica más rápidamente las enseñanzas que ha extraído de la Revolución Cubana, porque dispone de todos los medios materiales de la violencia organizada, más el influjo nervioso que le presta su instinto de conservación.” (Debray, 1968: 203-204).
(2) Ver también Guevara en sección 1 que decía que la lucha armada podría funcionar como un catalizador para hacer nacer la conciencia y Castro que argumentaba que el propio proceso de la revolución crea la conciencia revolucionaria.
(3) Según el MRTA, el cambio de una dictadura militar (1968-1980) a un gobierno civil no había cambiado las condiciones para el uso de la violencia revolucionaria porque los factores estructurales que agravan la situación del país hacen que el desarrollo de la guerra sea posible (MRTA, 1990a: 17). Es interesante observar que años después de la derrota política y militar, Alberto Gálvez, uno de los dirigentes del MRTA, consideró que “[…] el hecho de que el enfrentar a un gobierno democrático nos dejaba sin la superioridad moral indispensable para cualquier victoria revolucionaria […]” (Polay, 2007: 435).
(4) Recordamos que el MRTA pensó que la violencia política y militar por parte del Estado peruano “activará la combatividad popular”.


Referencias

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La izquierda peruana del periodo 1980-2015

Cáceres, Eduardo, ex secretario general de Partido Unificado Mariateguista, 21/05/2015, Lima.

Militante 1 de Pueblo Unido, 11/04/2015, Lima.

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