jueves, 7 de julio de 2016

Condolencias


Informamos a nuestros lectores el sensible fallecimiento de nuestro colaborador Jorge Oshiro, ocurrido el día 3 del presente.

Nuestras más sentidas condolencias a sus familiares.

COMITÉ DE REDACCIÓN DE CREACIÓN HEROICA 

viernes, 1 de julio de 2016

Política

A Propósito de Algunos Comentarios



Eduardo Ibarra

I

ES COSA CONOCIDA QUE Ramón García firma como Ragarro, que hace más de tres años se ocultó bajo el seudónimo de Eusebio Leyva y que el año pasado se ocultó tras el membrete de un círculo.

        La inclinación de García de ocultarse a veces para descalificar, calumniar, ningunear, insultar, etcétera, etcétera, demuestra su falta de valor para ponerle su firma a sus desahogos.

        Por otro lado, también es cosa conocida el servilismo de Manuel Velásquez respecto a García, lo cual ha quedado confirmado no pocas veces, y que, por lo menos en un caso, ha cobrado una expresión grotesca (véase la nota 15 de mi artículo Acerca de un altercado, publicado en la revista digital CREACIÓN HEROICA).

        Como debe de haber observado el lector perspicaz, desde hace un tiempo Velásquez intenta imitar el estilo literario de García, terminología incluida.

        El servilismo en la tendencia liquidacionista es un hecho tan evidente, que un activista de la misma, Miguel Aragón, olvidándose de su propio servilismo, ha calificado a sus congéneres de “peones sumisos”, y, por cierto, no hay manera de no reconocer esta realidad.

        Como es dudoso que Velásquez haya llegado a la perfección en su afán de imitar la forma de escribir de García, en el artículo Voto en blanco sostuve que el artículo del 13.04.2016 fue escrito por García y firmado por el imitador.

        No obstante mi duda, no descarto que Velásquez haya llegado a la perfección imitativa (lo que equivaldría a la perfección de su servidumbre), y por lo tanto no descarto tampoco que ello haya podido inducirme a error.

        Sin embargo, la frase “Con PPK podemos conversar, nos podemos entender”, frase excesiva, expresiva, sintomática, oportunista, puede haber sido la razón por la cual Velásquez se haya limitado a firmar el aludido artículo.

        La propia candidata del Frente Amplio mostró al menos cierto escrúpulo: no pidió conversar ni entenderse con PPK, sino que señaló que había que votar por este candidato y que había que estar vigilante de sus pasos en caso de que ganara la segunda vuelta.

        Pero, como se ha visto, los García, los Velásquez, etcétera, eran partidarios de conversar, entenderse, acordar, comprometerse con PPK; finalmente, sin embargo, no pudieron hacer otra cosa que otorgarle diez o quince votos a cambio de nada.

        Por supuesto, Velásquez dirá que él escribió el artículo, así como García negará ser el autor del mismo.

        Pero, claro está, nada puede negar la verdad de que García tiene la costumbre de ocultar su identidad en algunas ocasiones, así como tampoco la verdad de que Velásquez es un caso clamoroso de servilismo.

        De paso, recordaré que hace algunos años, García me achacó haber escrito la frase “pensamiento Mariátegui” en un artículo aparecido en el periódico Avancemos, órgano de lo que fuera la Organización Comunista 14 de Junio; oportunamente, sin embargo, esclarecí que la frase no me pertenecía (ni siquiera escribía yo en dicho periódico), pero, expresivamente, no hubo entonces un solo liquidador ni un solo conciliador con el liquidacionismo que criticara a García por haberme imputado semejante barbaridad (para variar, el imputador no reconoció en absoluto haberse equivocado); ni, por lo tanto, nadie lo acusó de haber cometido un “error tremendo” ni de haber utilizado un método “derechista”, etcétera.

        Si en Voto en blanco me basé en el estilo literario del artículo del 13.04.2016 para afirmar lo que afirmé del mismo, Luis Anamaría (LA) no puede apelar a ninguna sinceridad de Velásquez, pues este personaje es tan falaz como su instructor García.

        Ello ha quedado demostrado muchas veces, y, por esta razón, en las presentes líneas no hace falta sino recordar, entre las treinta o cuarenta cuestiones en que García y otros liquidadores falsifican la Creación Heroica de Mariátegui, dos cuestiones fundamentales que, por la relación intrínseca que guardan entre sí, constituyen de hecho una sola cuestión.

        La investigación marxista ha demostrado que Mariátegui propuso y acordó el marxismo-leninismo como la base doctrinal del PSP, razón por la cual cualquier persona con dos adarmes de seso tiene que entender que de esa forma el maestro definió su personal filiación doctrinal.

        ¿Es posible, sin embargo, negar esa verdad histórica absolutamente diáfana y completamente definitoria?

        Sí, es posible: con las más groseras tretas, García ha falsificado la filiación marxista-leninista del maestro y el PSP.

        Ciertamente no puede decirse que García sea obtuso, pero sí hay que reconocer que es oportunista.

        Pues, como es evidente, la falsificación que comete solo puede haberse derivado de la premeditada intención de utilizar a Mariátegui y al PSP como coartada a fin de solventar el plan de liquidar el partido de clase en toda la extensión de la izquierda peruana.

        Como es de conocimiento común, García le achaca a Mariátegui un marxismo a secas y al PSP el variopinto socialismo en general (véanse, como mínimo, mis artículos ¿Mariátegui contra Mariátegui?, Un artículo revelador y El desmonte de una conspiración contra Mariátegui y el PSP, publicados todos en la revista digital CREACIÓN HEROICA).

        Pues bien, para consumar su falsificación, García ha utilizado, como ahora se sabe, el método estadístico con el cual el renegado Kautsky pretendió negar la dictadura del proletariado: esta es una palabreja que se encuentra una sola vez en la literatura de Marx, decía el renegado; por su parte, García dice que el término marxismo-leninismo “solo se encuentra dos veces en la obra de JCM”.

        Dicho sea de paso: lo señalado permite constatar la falta de valor de nuestro liquidador para sostener a nombre propio su abjuración del marxismo-leninismo y del partido de clase, y, además, su falta de originalidad.

        Como es de conocimiento común, García esgrime la frase mariateguiana “partido de masas y de ideas”, negando completamente el concepto que encierra en el maestro, y, de esta forma, la utiliza para solventar su partido-amalgama.

        Pero en ese caso García no tiene en cuenta que la aludida frase se encuentra una sola vez en la literatura de Mariátegui (en una carta a César Vallejo), y no precisamente en un documento partidario de la importancia fundamental como es Principios programáticos del Partido Socialista.

        Es decir que, para negar el marxismo-leninismo, García recurre al método estadístico del renegado Kautsky, pero, para negar el partido de clase, finge olvidarse del mismo.

        Esa incoherencia demuestra que para cada caso García tiene una treta, según convenga a sus intereses liquidacionistas.

        El método estadístico de Kautsky es, por cierto, marcadamente equívoco y profundamente reaccionario; o mejor: es equívoco por reaccionario.

        En el ensayo Mariátegui o la estrategia de masas, César Lévano apuntó, contra la intención de “sectores reaccionarios” de negar el marxismo (léase el marxismo-leninismo) del maestro: “En un artículo periodístico nos hemos referido ya a la forma más ramplona de esa negación: la que aduce que Mariátegui no es marxista porque en ‘7 Ensayos?’ sólo cita a Marx dos veces y ninguna a Lenin. De acuerdo a ese método estadístico, bastaría que alguien citara a Marx 80 veces para que fuera considerado como más marxista que el propio Lenin. Es risible… El marxismo de Mariátegui está ante todo en la prioridad que reconoce al factor económico, como factor en última instancia determinante de los fenómenos sociales” (7 ensayos. 50 años en la historia, autores varios, Empresa Editora Amauta, Lima, 1979, p.232; elipsis en el original).

        En el artículo La creación heroica de Mariátegui y el liquidacionismo de derecha, recordé que, en los primeros años de los ochenta, algunos teóricos del PUM, a efecto de negar el marxismo-leninismo, adujeron que Mariátegui había utilizado muy pocas veces el término leninismo (véase especialmente la nota 28 del artículo aludido, artículo actualmente publicándose en partes en CREACIÓN HEROICA).

        Es decir, en este caso García no tiene tampoco el mérito de la originalidad: repitiendo el método kautskiano y remedando a reaccionarios y oportunistas, se muestra empeñado en liquidar el partido de clase.

        En otros términos, nuestro liquidador se ha sumado a la grita de la reacción y el oportunismo contra Mariátegui y el PSP, ¡y con el mismo método espurio!

        ¿Es posible, sin embargo, que alguien pueda asumir la monstruosa falsificación de la verdad histórica de Mariátegui y el PSP que comete García?

        Sí, es posible: descerebrados, o, en su defecto, tan oportunistas como el propio padre de la criatura, sus seguidores asumieron fácilmente la cínica falsificación.

        Puesto que el significado de la afirmación de Mariátegui es trasparente, axiomático, irrefutable, la repetición de la falsificación de García no puede ser explicada como el resultado de una pronunciada incapacidad, sino como una expresión del más cerril servilismo.

        Así, pues, tenemos que los serviles repiten la falsificación de García contra la verdad de Mariátegui.

        Entre ellos está, desde luego, Velásquez.

        Cualquier marxista, incluso si se ha asimilado al marxismo hace dos días, sabe perfectamente que el carácter de clase del Partido se deriva de su adhesión al marxismo-leninismo, y no de alguna otra cosa.

        Pero, empeñado en su afán liquidacionsita, repetidas veces Velásquez ha sostenido que el plan de su grupo es la fundación de un partido de clase.

        Por supuesto, eso es una evidente mentira: abjurar del marxismo-leninismo y proponer un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles, no es ni puede significar proponer un partido de clase sino un partido-amalgama.

        Es decir, Velásquez miente con la misma desfachatez que García.

        Pues bien, la tristemente célebre falsificación que propagandizan García y sus repetidores, constituye, sin que quepa la menor duda, una falta absoluta de respeto por Mariátegui y su Creación Heroica.

        La actitud de cada quien ante la afirmación de Mariátegui que da cuenta de la filiación ideológica del PSP y de la suya propia, no es, por cierto, una cuestión moral, sino precisamente ideológica y, al mismo tiempo, política.

        Sin embargo, no cabe duda de que encierra una cuestión moral: la aludida afirmación mariateguiana es tan diáfana y categórica, que negar su significado y su trascendencia, constituye asumir una actitud absolutamente cínica.

        En el capítulo VI del libro Defensa del marxismo, Mariátegui señaló que “La función ética del socialismo… debe ser buscada… en la creación de una moral de productores por el propio proceso de la lucha anticapitalista” (p.57; elipsis mías).

        Es decir, la función ética del proletariado se expresa en la creación de una moral que emana de su lucha de clase contra el capitalismo.

        Por lo tanto, abjurar del marxismo-leninismo y renegar el partido de clase (para limitarme a estas dos cuestiones dirimentes), no es precisamente una moral que se desprenda de los fines de la lucha proletaria, sino una moral de oportunistas que surge de la intención de desarmar ideológica y organizativamente al proletariado.




        Sin duda, para comprender ciertas afirmaciones y ciertas acciones, es necesario dar una mirada panorámica a la situación del Socialismo Peruano.

        Hoy –y desde hace tiempo– el debate ideológico-político gira en torno al antagonismo partido de clase-partido pluriclasista.

        En ese cuadro, es particularmente necesario respetar y hacer respetar la verdad histórica de Mariátegui y el PSP, pues ello es el punto de partida de una defensa fructuosa del partido de clase hoy.

        Así, pues, quien no tenga como órbita de su reflexión y de sus actitudes la necesidad de defender dicha verdad histórica, puede perder y de hecho pierde irremediablemente la orientación.

        Por lo tanto, respeto a Mariátegui y su obra no puede sostenerse sin desenmascarar a fondo a sus falsificadores.

        Pues bien, cuando el deber de todo marxista es hacer respetar a Mariátegui, LA ha escrito: “Manuel [Velásquez] merece ser respetado como militante, como persona, más allá del combate de ideas y posiciones. Si Ragarro y Manuel coinciden es asunto de su toma de posición”.

        Analicemos, suficientemente, la cita.

        Cuando LA dice que Velásquez merece ser respetado “como militante” (el militante es inseparable de la persona), está diciendo que merece ser respetado como liquidador, como falsificador de Mariátegui, como alguien que le falta el respeto al maestro.

        Y cuando dice que García y Velásquez “coinciden” y que esta coincidencia “es asunto de una toma de posición”, está encubriendo el liquidacionismo del primero y el servilismo del segundo.

        Es decir, a LA no le interesa en absoluto el respeto que, por razones más que obvias, merece Mariátegui; hundido en el amiguismo –que no es lo mismo que amistad–, y, por esto, en un enfoque notoriamente estrecho, solo atina a pedir respeto por un detractor de Mariátegui.

        Por otro lado, confiesa no compartir las posiciones de García: “Sin compartir las posiciones de Ragarro doy testimonio de que no es Dios, uno y trino”.

        Obviamente, García “no es Dios”, aunque hay que recordar que hace algunos años, de manera por demás huachafa, se autoproclamó “Yo el Supremo”; pero sí es “trino”, por la sencilla razón de que regularmente firma como Ragarro y por haberse ocultado, en sendas ocasiones, tras el seudónimo de Eusebio Leyva y el membrete de un círculo.

        En suma, LA ha mostrado una actitud indiferente a la necesidad de hacer respetar a Mariátegui, y se ha volcado a defender al indefendible Velásquez.

        Para decirlo con toda exactitud: defiende a Velásquez contra Mariátegui.

        Finalmente: si LA confiesa no compartir las posiciones de García, lo menos que puede hacer –por un sentido elemental de consecuencia con el proletariado peruano y aun de consecuencia con su propia persona– es publicar sus discrepancias.

        Por eso, si no procede a ello, habría que entender su aludida afirmación como un simple recurso para solventar su defensa de los liquidadores.

II

Forzando las cosas y recurriendo a un ejercicio de retórica impropio de alguien que quiere ser marxista, Gonzalo Fernández (¿este es su apellido?) ha pretendido en una nota que mi afirmación sobre el artículo del 13.04.2016, es derechismo.

        Ya he expuesto arriba las razones por las cuales escribí que Velásquez se limitó a firmar el aludido artículo, de manera que no me extenderé en refutar la gratuita acusación.

        Preguntaré, eso sí: ¿dónde estuvo mi acusador cuando García me calumnió de la forma indicada arriba? ¿dónde está, ahora mismo, que no se le divisa en la escena del Socialismo Peruano defendiendo a Mariátegui y su creación Heroica contra las falsificaciones de los liquidadores?

        Dejo, pues, al nuevo defensor de los liquidadores (¿liquidador él mismo?) desbocado por su falta de órbita.

18.06.2016.


Material Adjunto


Nota:

Publicamos a continuación dos artículos que dan cuenta de la fisonomía mental del respetable Manuel Velásquez.

01.07.2016.

COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI.


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


Acerca de la Demagogia de una Carta Abierta


E.I.


I

EN UNA CARTA ABIERTA DIRIGIDA a César Risso y al suscrito, Manuel Velázquez ha afirmado querer “responder, sin tardanza, el artículo titulado Acerca del cuarto seminario del revisionismo peruano”. César Risso le contestó rápidamente, y, luego, como se sabe, suscribí los términos de esta respuesta, con lo que quedé eximido de contestar personalmente aquella misiva. Pero no del deber de extenderme sobre algunos puntos, de manera que los activistas del movimiento puedan ejercer su derecho a informarse más ampliamente.

Pues bien, es de conocimiento general que la idea de negar el marxismo-leninismo; la idea de falsificar la identidad doctrinal de Mariátegui; la idea de negar el carácter marxista-leninista del PSP; la idea de reestructurar las bases municipales del Estado burgués; el proyecto de un partido de masas doctrinariamente heterogéneo; son todas iniciativas de Ramón García, y que lo que hacen sus partidarios es simplemente seguirlas servilmente.



También es de conocimiento general que la idea de mixtificar el Socialismo Peruano diluyendo el socialismo marxista en el variopinto socialismo en general; la idea de mixtificar el Camino de Mariátegui, infiltrándole ideas oportunistas como las señaladas en el parágrafo anterior; la idea de celebrar el centenario del socialismo reformista en 2018, y no el centenario del socialismo marxista en 2021; la idea de titular socialista a su partido; la idea de cambiar dicho título por el de minga; la idea de volver al título de socialista; la idea de asumir el estilo polémico de Haya de Torre; son iniciativas de García, y que lo que hacen sus partidarios es simplemente seguirlas servilmente.

Igualmente es de conocimiento general que hace cinco años García se autoproclamó “Yo el Supremo”, y que lo que hicieron sus partidarios fue simplemente prosternarse ante semejante egotismo y así hasta ahora.

Por otro lado, son conocidos los artículos donde García diseña lo que tienen que hacer sus partidarios para avanzar la fundación del nivel público de su partido (“plan quinquenal”, “cuatro pasos”, etcétera), y que lo que hacen los aludidos es simplemente seguir servilmente tal diseño.

Todo eso demuestra: 1) que los partidarios de García no tienen autonomía intelectual, lo que dibuja una realidad que Miguel Aragón, activista de la misma tendencia de Velásquez, con diez por ciento de dicha autonomía, llama “sumisión-servil”; 2) que el NO OPERANTE desde hace casi cuarenta años, García, ejerce sobre sus NO PENSANTES partidarios (1) un despotismo ilustrado que se revela en el hecho de que sus ideas no son debatidas ni acordadas por ningún pleno, conferencia, congreso o simple reunión siquiera, sino aceptadas sin más tan pronto publica sus artículos; 3) que, por tanto, la dirección ideológica, teórica y política del grupo revisionista la ejerce absolutamente García.

En ese escenario, el lector puede comprender perfectamente la inutilidad del esfuerzo de Velásquez por aparentar autonomía respecto a García. Si, no obstante, alguna autonomía tienen Velásquez y sus congéneres, ¡ella se reduce a las acciones físicas para coordinar, acordar, organizar el seminario o cualquier otra cosa!

Pero ese esfuerzo, por muy inútil que haya sido, ha tenido un propósito: silenciar la realidad de que el seminario revisionista es parte de un plan dirigido  por la instancia secreta de su grupo, instancia en plena actividad.

Hace casi tres años, Aragón reveló, con pelos y señales, la fundación de la mencionada instancia secreta (2).

Así que Velásquez puede desgañitarse escribiendo que rechaza “tajantemente” que la iniciativa del seminario “esté dirigida o digitada por el compañero Ramón García o por cualquier otro compañero de su generación”, y puede, al mismo tiempo, decir todas las veces que quiera que tal iniciativa responde a un “grupo de personas que no militamos en la misma organización”, pero nada de esto cambia la realidad. La realidad es que el seminario y el objetivo del mismo están inspirados en todo y por todo en los presupuestos ideológicos, teóricos, políticos y organizativos dados por García y reseñados arriba.

Del mismo modo como Velásquez y otros han hecho aparecer a su grupo bajo varios membretes a fin de crear la falsa ilusión de que los convocantes a su seminario no son pocos (y eventualmente para hacer mayoría respecto a los otros organismos), pretenden también crearles a estos organismos la igualmente falsa ilusión de que comparten la iniciativa del seminario con total independencia de García y de la mencionada instancia  secreta en plena actividad.

¡Estos son los métodos criollos del grupo revisionista!

Velásquez dice: “La idea de realizar un Seminario… es una iniciativa de frente ùnico, y tiene como objetivo final… la constituciòn [de un] partido de clase” (elipsis nuestras).

Por el momento, hay que subrayar únicamente que si el aludido frente único tiene como propósito constituir un partido doctrinariamente heterogéneo, no de clase, como es el proyecto del grupo revisionista (y no ningún otro tipo de partido), entonces es claro que hablar de frente único es simplemente un señuelo, pues, en buen romance, quiere decir hacer confluir en el seminario a un número de activistas para consumar dicho proyecto de partido. ¡A esto se reduce el “frente único” de que habla Velásquez!

Ahora bien, si en el seminario ocurriese otra cosa, distinta a la señalada, como sucedió en el tercer seminario, no es porque esté en el propósito del grupo revisionista, sino que se debería a la digna actitud de los otros organismos.

II

El proyecto de partido de García es de un partido doctrinariamente heterogéneo, o sea de un partido no de clase, con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles entre sí: uno secreto, restringido, formado por “marxistas” no leninistas, y otro nivel público, masivo, doctrinariamente heterogéneo, formado por todos los que, por sí y ante sí, “se reclaman del socialismo”, o, mejor dicho, “del socialismo peruano” de García, que no de Mariátegui.

Para probar nuestra aserción, citemos al propio García: “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas de toda nuestra historia republicana’” (Aniversario 80-5).

En esta sibilina falsificación de la realidad histórica del Partido de Mariátegui basa García su proyecto de partido. Quienquiera que haya estudiado las pruebas documentales (escritos de Mariátegui, intervenciones de Portocarrero y Pesce en la Conferencia Comunista de Buenos Aires de 1929, etcétera) tiene que saber que lo que hace García es reciclar la concepción que circunstancialmente levantaron los mencionados personajes en dicha Conferencia, y no la de Mariátegui de un partido de clase, es decir, marxista-leninista, sin dos compartimientos orgánicos, con una militancia básicamente de obreros y campesinos y basado en las masas obreras y campesinas organizadas, es decir, la de un partido de masas doctrinariamente homogéneo, o sea, la de un partido de clase bajo la forma de partido de masas (“partido de masas y de ideas”).

Por supuesto, esa sibilina falsificación fue oportunamente criticada por el suscrito en varios artículos.

Luego, dicha falsificación tuvo su expresión desvergonzada en un artículo de Gustavo Pérez: “Una lectura atenta de este numeral del Acta [de constitución del PSP], da cuenta de que en el se reconoce la necesidad de la creación de un Partido ’de clase’, pero que, de acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, concurrirá a la constitución de un Partido ‘basado en las masas obreras y campesinas organizadas. Es decir que las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas, lo que acredita que éstas condiciones concretas, a que hace referencia Mariátegui en este párrafo, no son justificatorias del nombre de Socialista para el Partido sino simplemente social, lo que no se apreciaba correctamente por la cita mutilado o fragmentada del texto de Mariátegui” (sic; Lenin, Mariátegui y el partido de masas).

Por supuesto, esa falsificación desvergonzada de un acuerdo de la Reunión de Barranco, reunión fundacional del PSP, ni más ni menos, también fue oportunamente criticada por el suscrito en Un artículo revelador.

Pero la tergiversación de la verdad histórica del PSP se deriva de la negación de la concepción leninista del partido de clase.

Para probar nuestra aserción, citemos al propio García: “El problema que enfrentó JCM es el mismo que el proletariado enfrenta desde hace más de un siglo” (Aniversario 80-5). Este problema es “la relación teoría-práctica” y “la relación disolución-dilución”.

La frase “desde hace más de un siglo” fue escrita en 2007, o sea que toca al ¿Qué Hacer? ¿Qué significa esto? Pues que la solución al doble problema (las dos relaciones señaladas), es el partido doctrinariamente heterogéneo, o sea el partido no de clase (que García pretende hacer pasar como de Mariátegui), y no el partido doctrinariamente homogéneo sustentado magistralmente por Lenin.

Esa negación sibilina del ¿Qué Hacer?, tuvo después su expresión desvergonzada en esta afirmación de Pérez: “Forma parte de esta última manifestación [“el abandono paulatino de la copia mecánica de la experiencia revolucionaria de realidades histórico-concretas distintas a la nuestra”]  la necesaria ‘desacralización’ de la teoría del Partido de Cuadros, magistralmente resumida por V.I.I Lenin en el ‘¿Qué Hacer’, la misma que desde hace mucho viene siendo mal interpretada como ‘concepción leninista del partido proletario’ de ‘valor universal’ que ‘está vigente’, como teoría del Partido proletario aplicable a toda circunstancia histórica-concreta. Esta pésima herencia producto de nuestra histórica insuficiente asimilación del socialismo revolucionario tras la muerte de Mariátegui, nos hizo olvidar que en dicha obra Lenin no se planteó como tarea un concepto suprahistórico de Partido o modelo para cualquier país y cualquier momento, que no se trataba de una forma organizativa general surgida de un manual de sociología con pretensiones de unilateralidad y eternidad. Que era estrictamente ¿Qué Hacer?... frente a la autocracia zarista de 1902, la más feroz y atrasada de la Europa de entonces. ¿Cómo adecuar la táctica a las circunstancias imperantes y construir un instrumento político adecuado para luchar contra dicha autocracia?” (Lenin, Mariátegui y el partido de masas).

Por supuesto, tanto la negación sibilina del partido de clase como su negación desvergonzada, pretenciosa (“desacralización” del ¿Qué hacer?), fueron oportunamente desenmascarados por Jaime Lastra en el artículo Lenin, el ¿Qué Hacer” y el partido de clase, y por el suscrito en Un artículo revelador.

Es sabido que García reniega el marxismo leninismo. Para probar nuestra aserción, citemos a él mismo: “… con la disolución de la Komintern, Profintern, Kresintern, toda la terminología subsidiaria también cayó en desuso. Y de las tres consignas básicas, precisamente las cuestionadas por JCM, sólo queda el Marxismo-Leninismo, pero cada vez más limitada a la URSS. Este término sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época. No es casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo” (El movimiento comunista).

Esa negación del marxismo-leninismo (que tiene el agravante de utilizar a Mariátegui como coartada), fue criticada por el suscrito en varios artículos, y, en la nota 72 de mi libro El desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su denominación, puede encontrarse un desarrollo de dicha crítica.

Pues bien. ¿Qué dijo en su momento Velásquez, o cualquier otro miembro de su grupo, sobre esas falsificaciones de la verdad histórica del PSP, sobre la negación de la concepción leninista del partido de clase, sobre la negación del marxismo-leninismo? Pues nada, nadie dijo nada, y, por el contrario, todos las asumieron y, así, se convirtieron en instrumentos de un proyecto de partido contrario al modelo de Mariátegui.

Puesto que el Partido es la materialización de la doctrina, cualquier marxista tiene que saber que sin marxismo-leninismo no hay ni puede haber partido de clase. Pero García y sus repetidores han renegado el marxismo-leninismo, y, sin embargo, Velásquez ha declarado que “el objetivo” del seminario es “la constitución” de “un partido de clase”.

ENTONCES, NATURALMENTE, HAY QUE ENTENDER DICHA DECLARACIÓN COMO UNA TRAMPA (3).

Tenemos, pues, que, probadamente, los liquidadores reniegan el marxismo-leninismo y la concepción leninista del partido de clase, y, puesto que estas dos cuestiones no son problemas que atañen al proletariado peruano en particular, sino al proletariado de todos los países en general, se entiende que tales negaciones configuran una posición revisionista.

ENTONCES, NATURALMENTE, NO ES QUE EL SUSCRITO HAYA QUERIDO DESCALIFICAR AL SEMINARIO AL TITULAR SU ARTÍCULO ACERCA DEL CUARTO SEMINARIO DEL REVISIONISMO PERUANO, SINO QUE, DEBIDO A SUS CONOCIDAS POSICIONES REVISIONISTAS Y A SUS DESMESURADAS AMBICIONES DE IMPONER TALES POSICIONES AL RESTO DE ORGANIZACIONES, LOS PROPIOS LIQUIDADORES HAN DESCALIFICADO SU SEMINARIO COMO TRIBUNA DE UN VERDADERO DEBATE QUE PUDIERA CONDUCIR A CONCLUSIONES MARXISTA-LENINISTAS.

El Partido de Mariátegui, el Partido Socialista del Perú, fue un partido marxista-leninista y, por esto, fue un partido de clase que hubiera tenido que alcanzar la forma de partido de masas. Este concepto es el contenido de la frase mariateguiana “partido de masas y de ideas”.

Para convencerse de ello, cualquier activista puede leer o releer los siguientes textos: OC, t.13, p.100 y 160; Martínez, Apuntes para una interpretación de historia social del Perú, t.II, p.398 y pp.511-512; Correspondencia, t.II, p.611; OC, t.12, p.69.

Pero García vacía la frase mariateguiana del concepto que encierra y la usa como si con ella el maestro se hubiese referido a un partido de masas doctrinariamente heterogéneo, o sea, a un partido no de clase. Por tanto, es claro que aquí también García utiliza a Mariátegui como coartada; y sus partidarios hacen servilmente lo mismo.

III

García ha escrito: “La propia experiencia, la propia lucha enseñó a través de la investigación de continuadores, que la Reconstitución se hundía en un círculo vicioso”. “La ‘reconstitución’ ha devenido fiasco en el país” (Organización: contenido y forma).

Pero en la convocatoria al seminario aparece la palabra reconstitución. ¿Cómo entender esto? Pues como que el grupo revisionista utiliza dicha palabra como señuelo. En el artículo Organización: nombre posible, García propone “construir una organización de proyección nacional”, y dice que esta organización es la “integración en una entidad a la que cada cual aporta su experiencia, su especialización, su ligazón con determinado sector de actividad, pero sobre todo su identificación con el eje central y la tarea de combatir el orden social”.

Si se tiene en cuenta que el grupo revisionista pretende imponer sus presupuestos ideológicos, teóricos, políticos y organizativos, reseñados arriba, cualquier activista puede entender perfectamente que la “organización de proyección nacional” que pretende, sería una organización revisionista. Por tanto, la “reconstitución” del grupo de García no tiene nada que ver con la Reconstitución del Partido de Mariátegui.

ENTONCES, NATURALMENTE, LA PRESENCIA DEL TÉRMINO RECONSTITUCIÓN EN LA CONVOCATORIA AL SEMINARIO, HAY QUE ENTENDERLA COMO UNA TRAMPA.

En el editorial Aniversario y balance, Mariátegui dejó sentada la razón por la que propuso el nombre de Socialista para su partido: “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (t.13, p.249).

Pero en el artículo El socialismo peruano, García cita la afirmación mariateguiana, “Capitalismo o Socialismo. Éste es el problema de nuestra época”, y dice que “Ésta es precisamente la base para sostener el nombre de Partido Socialista”, agregando que “…si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista”.

Como puede ver cualquier persona que conozca la literatura mariateguiana, la frase citada por García no está referida a la cuestión del nombre del partido del maestro, sino a otra cosa muy distinta, y puede ver también que, mientras el argumento de Mariátegui tiene un valor particular (“en los pueblos donde este fenómeno no se ha producido…”), el falaz argumento de García tiene un valor universal (el problema de nuestra época, etcétera). De esa forma, niega el argumento mariateguiano acerca del nombre de PSP, y, por tanto, niega también el nombre científicamente exacto del partido del proletariado, el nombre de Comunista (4). De acuerdo, pues, a tal tergiversación, el Manifiesto del Partido Comunista debió llamarse Manifiesto del Partido Socialista (cosa ulteriormente argumentada por Aragón), y el “nombre correcto” del partido del proletariado, en todos los países del mundo e independientemente de toda situación particular concreta, es el de socialista. Después, sus partidarios, sin excepción, demostrando una completa incapacidad para el análisis, o, en su defecto, mostrando desvergonzadamente su servilismo, han repetido hasta el hartazgo la grosera tergiversación.

Pero además, al señalar Mariátegui que “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas”, quiso decir, y efectivamente dijo, que “En los pueblos donde ese fenómeno no se ha dado, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico”, la palabra socialismo servía  para designar lo mismo que designaba en Europa la palabra comunismo. Por tanto, en los años veinte, Mariátegui tituló Socialista a su partido porque correctamente consideró que equivalía a la palabra Comunista.

Sin embargo, en la literatura del grupo revisionista, puede constatarse que la palabra socialismo no aparece como equivalente de la palabra comunismo, y, por esto, creen que el Partido Socialista de Mariátegui no fue un partido comunista, y que el propio Mariátegui fue socialista pero no comunista. Por eso, en el folleto ¿Adónde va el Perú?, de García, aparece una mixtificada lista de representantes de “la Primera Generación del Socialismo Peruano” (preparada por Aragón y asumida, como es obvio, por el autor del folleto), que es la mayor  y más grave conspiración que jamás se haya tramado contra Mariátegui y el PSP (5).

En la literatura del grupo revisionista, la palabra socialista encierra el concepto de partido doctrinariamente heterogéneo, o sea, el concepto de partido no de clase, y, por tanto, dicha palabra como nombre de su partido nada tiene que ver con el Partido Socialista del Perú, partido marxista-leninista, partido de clase.

¿Y qué dijo en su momento Velásquez, o cualquier otro miembro de su grupo, de esa negación de la reconstitución, de esa negación del argumento de Mariátegui para titular Socialista a su Partido, de esa tergiversación del significado concreto de la palabra Socialismo en la determinación de Mariátegui de utilizarla como título de su Partido? Pues nada, nadie dijo nada, y, así, se convirtieron en simples repetidores de la patraña. 

IV

En ocasión de una polémica que tuvo con el suscrito, García se autoproclamó “Yo el Supremo” (ver Las cinco caídas de Yo el Supremo), y, después, en una nota del 05.01.09, insinuó que él es la autoridad en el Socialismo Peruano; posteriormente, en el artículo Organización: nombre posible, sin el menor recato se presentó como el depositario de la Creación Heroica de Mariátegui. Como se ve, bastante modesto el personaje (6).

¿Y qué dijo en su momento Velásquez, o cualquier otro miembro de su grupo, de ese egotismo burgués? Pues nada, nadie dijo nada, y, así, acentuaron su condición de instrumentos parlantes del egotismo de García.

V

En la aludida polémica, García respondió dos artículos de mi autoría (El nombre del partido y ¿Mariátegui contra Mariátegui?), tres meses después y todavía con el ojo en tinta: “parásito”, “rémora”, “carroñero” (INSULTOS); “el trasfondo es que su comentario tiene ‘destino manifiesto’. Y habrá que recordarle lo que dijo JCM sobre ‘los dardos que hoy se me disparan de la trinchera que hasta ayer yo creía con derecho amiga’; “el Articulista se pavonea”; “¿qué término propone para la denominación [de la doctrina]? ¡Averígüelo Vargas!”; “dividir es hasta fácil, basta excomulgar. Lo difícil es unir”; “un globo mal inflado, una piedra que lanza el Articulista al espacio para caerle a los pies, porque el Supremo no sólo le resultó oportunista, sino hasta revisionista y escisionista, y sus actos y escritos no tienen cómo desmentirlo”; “en las cinco páginas no se muestra a JCM contradiciendo a JCM. Apenas es ¡EL SUPREMO CONTRA MARIÁTEGUI!;  pero al Articulista hasta le faltó coraje para titularlo así”; “todos se equivocan ¡menos yo!”; “el intelectual de turno que, mirando de arriba abajo actúa como Censor, Fiscal, y Juez de lo que escriben Fulano, Mengano, Zutano, Perencejo, Perico de los Palotes”; “¿con qué méritos subió al Pedestal de Cristal ese intelectual cristalino, impoluto, infalible?”; “parasita de la literatura ajena, frena la labor ajena, vive de desperdicios ajenos porque, como no tiene literatura propia, labor propia, no puede vivir de los suyos propios”, “Marx zanjó terminantemente con ese tipo de intelectual: “Sigue tu camino, y deja que la gente murmure”. Así le puso Punto Final a ese estorbo”; “el intelectual del Pedestal de Cristal jamás expresa su propia posición. Y es que su crítica tiene otro propósito”; “es verdad que “Se puede resistir la invasión de un ejército, pero no la idea cuyo momento ha llegado”; “¿para qué perder tiempo ante cualquier “crítica” presentada sin correo propio, indirectamente y no al criticado, a destiempo y demorando ¡25, 20, 15 años!”; “en los años 80 activaban en primer plano tanto el Articulista como el Supremo, y en las mismas filas”; “ojalá se recuerde siempre el lozano llamado de JCM a los activistas de ayer y de hoy: “Que no se esterilicen bizantinamente en exconfesiones y excomuniones recíprocas. Que no alejen a las masas de la revolución con el espectáculo de las querellas dogmáticas de sus predicadores. Que no empleen sus armas ni dilapiden su tiempo en herirse unos a otros sino en combatir el orden social, sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes” (MANIOBRAS); “el Articulista agrega términos de su cosecha, y señala que el Supremo pretende que Lenin y Stalin solamente iniciaron la transformación socialista del mundo”, y que “Mao y JCM únicamente universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método”; “el Articulista tardó 25 años en divulgar lo que guardado con siete sellos tenía”; “el Articulista señala que el Supremo “extiende certificado de comunistas” a diestra y siniestra”; (CALUMNIAS) (Las cinco caídas de Yo El Supremo y El pedestal de cristal) (7).

Por supuesto, tales métodos criollos fueron desenmascarados oportunamente por el suscrito en los artículos El desbarre del creídismo y El Juego de manos del creídismo.

Después, en la nota aludida arriba, García llegó al paroxismo de la infamia, al acusar al suscrito de considerar la constitución del PSP “como una tragedia” (énfasis de García).

Esta canallada también fue desenmascarada oportunamente por el suscrito en el artículo Ramón García o la manipulación.

¿Y qué dijo en su momento Velásquez, o cualquier otro miembro de su grupo, del estilo polémico marcadamente hayista de García, de sus métodos criollos que “contribuyen a la división y dispersiòn, favoreciendo consciente e incoscientemente a la burguesìa peruana”? Pues nada, nadie dijo nada, y, además, se convirtieron en instrumentadores de dichos métodos.

Más tarde, para disimular, García hizo circular un poco de moralina por la internet, pero otra vez el tiro le salió por la culata: rápidamente fue desenmascarado en su doble moral.

VI

El modo de Velásquez de ser partidario de García es la retórica: “quiero responder, sin tardanza, el artìculo titulado ACERCA DEL CUARTO SEMINARIO DEL REVISIONISMO PERUANO”; “rechazo tajantemente”; “múltiples acusaciones”; “esfuerzo sincero”, “esclarecimiento de las principales cuestiones del Socialismo Peruano”; “iniciativa de frente único”; “un grupo de peruanos que se esfuerzan por ser, efectivamente, una nueva generación”; “participación sincera”; “nobles intenciones”; “se nota la desesperaciòn por no perder el "control" de sus correligionarios”; “la inteligencia que han demostrado”; “Ellos sabràn poner en su lugar a estos compañeros”; “se han quedado anclados en la dècada del setenta”; “dejar de lado los intereses personales, mezquinos, de grupo, de capilla”; “poner en primer lugar los intereses del Socialismo Peruano”; “No nos adelantemos a las conclusiones, para eso es el debate, la polémica”; “pensamiento sustantivo”; “dejando de lado los adjetivos peyorativos”.

De algunas de esas frases nos hemos ocupado arriba. Ahora hace falta analizar algunas otras, aunque no en el orden en que las hemos reseñado; y digo “algunas otras”, porque, como es obvio, no es necesario analizarlas todas para revelar la demagogia de Velásquez.

VII

Velásquez ha escrito: “De lo que se trata, precisamente, es dejar de lado los intereses personales, mezquinos, de grupo, de capilla, para poner en primer lugar los intereses del Socialismo Peruano que son -y deben ser siempre- los mismos intereses del proletariado y pueblo peruanos”.

Pero ocurre que la experiencia enseña que el grupo revisionista considera que si no te avienes a su plan partidario, entonces no has dejado “de lado los intereses personales, mezquinos, de grupo, de capilla”; pero si te avienes, entonces has dejado tus “intereses personales, etcétera”.

Esa extraña lógica se vio a lo largo del mal llamado Comité 80 y, no hace mucho, durante y después del tercer seminario (8). El grupo revisionista ha demostrado, pues, que lo único que le interesa es servirse de los activistas más ingenuos de otras tendencias para fundar el nivel público de su partido socialista. Es decir que, en todo momento, lo único que tiene en cuenta son sus intereses individuales, “mezquinos, de grupo, de capilla”. Más de un activista sabe esto perfectamente, por lo que algunos plantearon en su momento serias críticas, entre las que hay que contar, incluso, unas cuantas de un activista del propio grupo revisionista.

Velásquez habla de “un esfuerzo sincero por esclarecer las cuestiones del Socialismo Peruano”. Pero la verdad es que, igual que el PCP-SL en los años ochenta, su grupo considera que sus posiciones oportunistas son la última palabra del Socialismo Peruano, y, por esto, García ha hablado del “pantano del debate”.

Ningún activista puede haber olvidado declaraciones de ese jaez. Pero Velásquez se llena la boca de estas palabras: “No nos adelantemos a las conclusiones, para eso es el debate, la polémica…”.

De hecho, las únicas “conclusiones” que suscribe y suscribiría el grupo revisionista, son sus adelantadas posiciones. ¿Acaso está dispuesto a retomar el marxismo-leninismo, en el que alguna vez sus miembros creyeron precariamente? ¿Acaso está dispuesto a reconocer la índole marxista-leninista de Mariátegui y su Partido? ¿Acaso está dispuesto a reconocer el contenido de clase, proletario, marxista-leninista, del Socialismo Peruano de que habló Mariátegui? ¿Acaso está dispuesto a dejar de lado sus posiciones con las que quieren contaminar la Creación Heroica de Mariátegui, el Socialismo Peruano, el Camino de Mariátegui? ¿Acaso está dispuesto a dejar de lado su reformismo que implica su táctica de reestructurar las bases municipales del Estado burgués? ¿Acaso está dispuesto a celebrar el Centenario del Socialismo Marxista, y no el centenario del socialismo reformista? (9) ¿Acaso está dispuesto a abandonar su proyecto de un partido-amalgama, con dos niveles orgánicos: uno secreto y otro público? ¿Acaso está dispuesto a disolver su nivel secreto, en plena actividad? ¿Y quién podría saber si lo ha disuelto, puesto que es secreto?

Esos interrogantes tienen su asidero en el hecho de que, no obstante haber demostrado el debate el oportunismo de sus posiciones, los miembros del grupo revisionista no han dado marcha atrás, sino que, por el contrario, insisten en sus posiciones, egotistamente García y servilmente el resto.

En consecuencia ¿por qué tendría nadie que creer en las palabras sobre que no hay que adelantarse “a las conclusiones” , pues “para eso está el debate”, o sea, en sus propias palabras, “el pantano del debate”, cuando, como ya señalé, el grupo revisionista las tiene por adelantado? Pero además ¿acaso el debate procesado hasta hoy no ha arrojado ya conclusiones fundamentales? ¿Cómo podría alguien silenciar esta realidad?

ENTONCES, NATURALMENTE, AQUELLO DE “PARA ESO ESTÁ EL DEBATE”, NO PUEDE TOMARSE SINO COMO UNA TRAMPA (10).

Pero hay más. ¿Estarán dispuestos los otros organismos a renunciar al marxismo-leninismo? ¿Estarán dispuestos a aceptar la mixtificación de la Creación Heroica de Mariátegui, del Socialismo Peruano, del Camino de Mariátegui? ¿Estarán dispuestos a aceptar la táctica reformista de reestructurar las bases municipales del Estado burgués? ¿Estarán dispuestos a celebrar el centenario del socialismo reformista, y no  el Centenario del Socialismo Marxista? ¿Estarán dispuestos a someterse al proyecto de un partido-amalgama? ¿Estarán dispuestos a someterse a la dirección despótica del nivel secreto de ese partido-amalgama, dirección en plena actividad?

ENTONCES, NATURALMENTE, EN EL SEMINARIO –Y EVENTUALMENTE EN CUALESQUIERA EVENTOS FUTUROS–, TENDRÁ LUGAR UNA REPRODUCCIÓN DEL “PANTANO DEL DEBATE”, QUE HA TENIDO CURSO DURANTE LOS ÚLTIMOS CINCO AÑOS.

La negación del marxismo-leninismo; la negación de la cualidad marxista-leninista de la Creación Heroica de Mariátegui; la mixtificación del Socialismo Peruano y del Camino de Mariátegui; el reformismo de querer reestructurar las bases municipales del Estado burgués; el proyecto de un partido-amalgama; el egotismo burgués; el fomento del servilismo; los métodos criollos; y, las ambiciones desmesuradas de imponer estas y otras posiciones oportunistas, son, sin duda, parte de las “nobles intenciones” de García (11).

Velásquez ha escrito: “Al leer el artìculo mencionado y la nota de presentaciòn del compañero Cèsar Risso, màs bien se nota la desesperaciòn por no perder el "control" de sus correligionarios, llegando incluso a subestimar la inteligencia que han demostrado en màs de una ocasiòn. Ellos sabràn poner en su lugar a estos compañeros…” (sic).

Pero sucede que esa afirmación no se basa absolutamente en ningún hecho, y sólo revela la actitud embustera (“desesperación por no perder…”), adulante (“la inteligencia que…”) y matonesca (“ellos sabrán poner en su lugar…”) de Velásquez.

En efecto, los hechos no dan cuenta de que haya algún “correligionario” nuestro comprometido con el seminario, y, por tanto, no existe ninguna posibilidad de que perdamos el concurso de nadie (12). Por otro lado, la inteligencia que han mostrado los compañeros que han participado en anteriores eventos promovidos por el grupo revisionista, consiste, justamente, en que, por ejemplo, durante la experiencia del mal llamado Comité 80, hicieron fracasar el intento del mencionado grupo de servirse de ellos para fundar el nivel público de su partido socialista, y en que, durante el tercer seminario, hicieron exactamente lo mismo. Esto es verdadera inteligencia. Entonces, es evidente que, a ningún correligionario nuestro podría asumir la cómica intención de ponernos en nuestro sitio, pues andamos con los pies bien asentados sobre la materia.

Velásquez ha dicho que, “al parecer”, César Risso y el suscrito nos hemos quedado “anclados en la década del setenta, o en cualquier otra década entrañable”. La primera parte de esta declaración (“anclados en la década del sesenta”) ¡se parece como una gota de agua a otra gota de agua a lo que decía el PCP-SL en los años ochenta ante la crítica a sus presupuestos teóricos y su extravío práctico!

Ello demuestra que el egotismo burgués (el del PCP-SL ayer, el del grupo revisionista hoy) cree siempre tener la última palabra. Así, pues, la afirmación de Velásquez prueba lo que hemos sostenido en Acerca del cuarto seminario del revisionismo peruano: “… si, internamente, el mencionado grupo se caracteriza por el egotismo burgués de García y el seguidismo y servilismo de sus partidarios, en sus relaciones externas, su membrecía entera actúa con el más huachafo egotismo”. Por eso, en relación al egotismo del PCP-SL, el egotismo del grupo revisionista apenas constituye un cambio de moco por baba.

VIII

Pero veamos más de cerca esa cuestión. Analizada a la luz de los hechos, la retórica y egotista acusación de Velásquez quiere decir que defender el marxismo-leninismo (13), la Creación Heroica de Mariátegui, el Camino de Mariátegui, la estrategia y la táctica de la revolución, defender el partido de clase, remarcar el punto de arranque del socialismo marxista-leninista de Mariátegui, etcétera, etcétera, ¡es haberse quedado “anclado en la década del setenta”! En cambio, renegar el marxismo-leninismo, renegar el contenido marxista-leninista de la Creación Heroica de Mariátegui, mixtificar el Socialismo Peruano y el Camino de Mariátegui, querer reformar el Estado burgués en sus bases municipales, pretender un partido socialista no marxista-leninista, silenciar el punto de arranque del marxismo-leninismo de Mariátegui, fomentar el egotismo burgués y el servilismo, usar los métodos criollos, ¡es “pensamiento sustantivo”, esfuerzo por ser “una nueva generación”, ser “absolutamente modernos”!

Esa es la retórica de Velásquez y demás miembros de su grupo sin excepción; esa es la demagogia con la que intentan engañar a cuanto ingenuo pueda haber en el movimiento; esa es la trampa con la que intentan fundar su partido revisionista “en un gran evento público” (14).

La inconmovible verdad de los hechos reseñados en el presente artículo ha impedido a Velásquez “responder, sin tardanza, el artìculo titulado ACERCA DEL CUARTO SEMINARIO DEL REVISIONISMO PERUANO”, como se había propuesto desde el primer párrafo de su carta.

En efecto, el pretencioso respondedor ha dejado por fuera cuestiones tan importantes como: 1) la verdad universal del marxismo-leninismo; 2) la identidad m-l de Mariátegui; 3) el carácter m-l del Partido Socialista del Perú, de la Creación Heroica de Mariátegui, del Socialismo Peruano, del Camino de Mariátegui; 4) el centenario del socialismo marxista; 8) “los gérmenes del socialismo”; 9) el partido de clase; 10) la reconstitución; 11) el nombre del Partido; 12) “el pantano del debate”; 13) el “nivel secreto”; 14) el egotismo burgués; 15); el servilismo; 16) los métodos criollos.



Paralelamente al artículo que Velásquez ha contestado con exceso de retórica y completa ausencia de conceptos basados en los hechos, publiqué el artículo Ramón García o la manipulación iv. Como es visible, Evidente, INCONTESTABLE, Velásquez ha evitado absolutamente referirse a este artículo, es decir, a la deserción de García de las filas del Partido, de la lucha contra el régimen fascista y de toda práctica política ¡hace ya casi cuarenta años!

El silencio de Velásquez revela, pues, su mala conciencia.

Para decirlo con palabras de Barbusse, suscritas por Mariátegui, Velásquez admite la solución de continuidad entre la teoría y la práctica que comete García, y, de esta forma, deserta de la causa humana; como es notorio, esa deserción es general en el grupo revisionista.

Ahora bien, la fractura de la unidad de la teoría y la práctica en la actitud intelectualista de García, así como la actitud de sus partidarios de admitirla y encubrirla, es revisionismo. Pero si en el primero el revisionismo se expresa, entre otras cosas, como egotismo burgués, en los segundos se expresa, también entre otras cosas, como servilismo. 

Puesto que el anunciado “partido socialista” es concebido como producto de una “dilución-integración” de las diversas organizaciones y tendencias que actúan en la escena nacional, entonces, en el caso de que, presentado, no comprenda al PCP-Unidad, PCP-PR, PCP-SL, PSP, PST, etcétera, etcétera, todos diluidos e integrados en una sola organización sin el marxismo-leninismo como el aspecto general de su base de unidad, con un Mariátegui “marxista” no leninista, con la política reformista de querer reestructurar las bases municipales del Estado burgués y, por tanto, con las puertas abiertas a todo elemento que se reclame del “socialismo peruano” de García –que no de Mariátegui–, dicho partido sería un engaño, un fiasco, un fracaso en el marco de “un gran evento público”.

La retórica, o, más exactamente, la demagogia de Velásquez, ha tenido como destino manifiesto silenciar los hechos, pero, como se ve, tan pronto han sido revelados los que hacen la controversia, dicha demagogia ha caído sobre los pies de su propio autor.

Ciertamente la verdad se busca en los hechos, y no en la retórica de nadie. ESTA ES LA LECCIÓN.

Notas
[1] En el sentido, obviamente, de que no son capaces de pensar teóricamente, y cuando parece lo contrario, es porque repiten lo que les dice García. Entre numerosos escritos, la carta abierta que comento es un ejemplo más de ello.
[2] Efectivamente, en una carta a Luis Miguel del 28.10.09, puso en conocimiento de la opinión pública lo que sigue: “ (…) En toda esta confusión, que ellos han armado y en la cual se debaten, están entremezclando su intrascendente “Conferencia Consultiva Política”, con su llamamiento a crear un nuevo partido, o mejor dicho, a formalizar abiertamente, la constitución del partido que ellos ya formaron el 6 de febrero, en aplicación de la propuesta de Ramón del partido de dos niveles: uno “secreto”, y otro “de masas y de ideas”. (Revisar folleto del 7 de octubre de 2008)” “En la red hay abundante material que confirma esta hipótesis, y es fácilmente demostrable, incluso identificando a quienes han incluido en el primer nivel y en el segundo nivel. Basta con… Los que estamos en esa relación (preparada expresamente por Ramón) de más de 20 nombres, según ellos, conformamos “el partido de masas y de ideas”… ¿Y quiénes conforman el partido secreto constituido el 6 de febrero? La respuesta es muy fácil deducirla, son precisamente…, seguidos de los sumisos peones ya conocidos. A… le han asignado la tarea de divulgar los documentos de Ramón entre lo que ellos consideran “el partido de masas y de ideas”, y a otra persona, le han encargado divulgar los mismos documentos, entre los miembros del “partido secreto”. En computación eso se llama “comandos por defecto” (negritas y elipsis nuestras). Entonces, tenemos que el nivel secreto del partido socialista de García está formado hace ya tres años y medio. ¿Y cuál es la función de este nivel secreto, VERDADERA DIRECCIÓN DEL PROYECTADO PARTIDO SOCIALISTA? Pues fundar el nivel público del mismo, utilizando los seminarios. Habría que ser muy poco perspicaz para no darse cuenta de esto. Entonces, es imposible creer que García no tenga nada que ver con la dirección orgánica del grupo revisionista; o sea que para decir lo que ha dicho Velásquez sobre este punto, es necesario ser un verdadero falaz, un auténtico demagogo. Por razones obvias, hemos eliminado en la cita los nombres de los que conforman la instancia secreta.
[3] Pero no tenemos por qué dudar de la sinceridad de los otros organismos convocantes, que seguramente han tomado el término en su verdadero significado, lo que determina, desde el principio, una contradicción fundamental al interior del seminario y de cualquier otro evento que pudiera darse.
[4] Tempranamente, en el artículo ¿Mariátegui contra Mariátegui?, revelamos el truco de García de tergiversar una afirmación de Mariátegui para negar otra. De ahí el título del mencionado artículo.
[5] En el trabajo El desmonte de una conspiración contra Mariátegui y el PSP, presentamos los detalles de dicha conspiración.
[6] Ahí escribió: “La Gran Conmemoración del 7 de Octubre 2008 puso, ¡por fin!, como centro de la actividad militante la Creación Heroica de JCM, el Socialismo Peruano”. (…) “Sólo ahora es posible debatir acerca de cómo entender el “partido de masas y de ideas”… Sólo ahora es posible debatir acerca de la relación disolución-dilución. Sólo ahora es posible acordar acerca del nombre de la organización del proletariado peruano” (elipsis y negritas nuestras).
[7] Como se ha visto, después de recurrir a los más extremos insultos, a las más criollas maniobras, a las más burdas calumnias, PRECISAMENTE DESPUÉS DE TODO ESTO, García manipula una cita de Mariátegui para aparentar ser lo que no es. ¿Qué es, pues, la persona que procede de esta manera? Pues un manipulador, UN CÍNICO MANIPULADOR. Por lo demás, según confesión de Aragón, activista de su tendencia, no es muy distinto el trato que da a correligionarios suyos que se atreven a discrepar con sus posiciones y actitudes, llegando incluso a amedrentarlos.
[8] En el artículo Algo más que una crítica a Miguel Aragón, dejamos puntualizado: “Iniciado el seminario, sin embargo, la inmensa mayoría de tendencias asistentes se pronunció no por el plan partidista del grupo revisionista, sino por una labor frenteunionista. Por eso el promotor visible del evento (su promotor invisible ha sido el nivel secreto del partido-amalgama, nivel existente desde hace un tiempo) se apresuró a amenazar con dar “un paso al costado” y García a publicar un artículo donde argumentó la importancia del partido, pero, como es su costumbre, silenciando los hechos visibles y no visibles que configuran la controversia. No obstante esta arremetida, los grupos y tendencias no retrocedieron en su determinación, y, así, mal de su agrado, el grupo revisionista tuvo que sobrellevar la situación creada”. “Por otro lado, Suárez, por cuya boca habla dicho grupo (que como tal esperaba otra cosa del reciente seminario), dice que las diversas tendencias asistentes “se han olvidado de sus propuestas de unidad” y que “Pareciera que no tienen ningún interés de aunar esfuerzos en la lucha contra el enemigo” (palabras citadas por Aragón en la carta que en parte comento). Puesto que el seminario no tuvo ningún objetivo frenteunionista, la afirmación de Suárez es engañosa; pero, a contrapelo de su torcida intención, tal afirmación prueba, de un modo irrefutable, que el discurso acerca de la “unidad” y “la lucha contra el enemigo común”, le sirve a su grupo como señuelo para atraer a las diversas tendencias a una “colaboración” que tiene como fin exclusivo y excluyente la “preparación” de su organización partidaria, la fundación de su partido no de clase, de su partido-amalgama”. Estas constataciones fueron, sin duda, una crítica muy justa y muy oportuna al espíritu “mezquino, de grupo, de capilla”, del grupo revisionista.
[9] Por supuesto, no está vedado celebrar el centenario de la revista Nuestra Época, como punto de partida de la orientación socialista de Mariátegui (en el sentido general de este término), pues no son pocas las enseñanzas que pueden asimilarse de dicha revista, y, en general, de la etapa de socialismo a lo Araquistain del maestro, cosa que hemos examinado en sus líneas fundamentales en el artículo Notas sobre la creación heroica de Mariátegui II. Pero una cosa es esto, y otra muy distinta es tomar el aniversario de la revista Nuestra Época como punto de partida del Socialismo Peruano, silenciando la ruptura de Mariátegui con su inicial socialismo a lo Araquistain, es decir, su asimilación al marxismo, o sea, el punto de partida del Socialismo Peruano en el sentido marxista del término. Este silenciamiento se observa, por ejemplo, en el esquema Por qué creación heroica, preparado por García, en el que no aparece indicado en ninguna parte lo que el propio Mariátegui subrayó, de manera especial, en la nota autobiográfica Del Autor: su asimilación al marxismo, o sea, su ruptura con su inicial socialismo a lo Araquistain. Este hecho fundamental en la vida de Mariátegui (y, por sus resultados, en el proceso ideológico y político del proletariado peruano), es obviado, silenciado, olvidado por García, sencillamente porque su destino manifiesto es diluir el socialismo marxista en el socialismo en general, y, de esta forma, sentar una base para la integración en un mismo partido de todo elemento “que se reclame”, por sí y ante sí, del “socialismo peruano” de García. Dicha dilución apunta, pues, a diluir la independencia ideológica, política y orgánica del proletariado en un partido en un partido doctrinariamente heterogéneo, o sea, en un partido pluriclasista. Este objetivo revisionista, aparece, pues, bajo la forma de LIQUIDACIONISMO. Así, pues, de su liquidacionismo de izquierda de la primera mitad de los años setenta, García ha pasado a su actual liquidacionismo de derecha. Ninguna retórica alcanza para encubrir esta realidad.
[10] Los materiales del debate, que tiene lugar desde hace cinco años, han circulado ampliamente por la internet, y, por esto, difícilmente algún activista puede decir que no está informado. Ahora mismo están circulando casi dos docenas de artículos que dan cuenta de los términos de dicho debate, que, como lo puede comprobar quienquiera, ha tenido un lado positivo y otro negativo. El lado positivo ha sido la crítica argumentada, fundada, basada en los hechos, y el lado negativo ha sido la respuesta retórica, demagógica, sin asidero en los hechos y con mucho método criollo, respuesta impotente y evasiva que terminó calificando de “pantano” el debate en curso. Entonces, mal que le pese al grupo revisionista, ha habido un debate, que, precisamente, ha arrojado algunas conclusiones fundamentales: mientras García y sus repetidores niegan el marxismo-leninismo, nosotros lo defendemos; mientras García y sus repetidores mixtifican la Creación Heroica de Mariátegui y el Socialismo Peruano, nosotros los defendemos de toda mixtificación; mientras García y sus repetidores pretenden reestructurar las bases municipales del Estado burgués, nosotros defendemos una estrategia y una táctica revolucionarias; mientras García y sus repetidores pretenden un partido-amalgama, nosotros luchamos por un partido de clase bajo la forma de partido de masas; mientras García y sus repetidores promueven el egotismo burgués y el servilismo, nosotros los combatimos; mientras García y sus repetidores utilizan profusamente los métodos criollos, nosotros luchamos contra ellos. Entre paréntesis, pongo en conocimiento de los activistas que, en el primer quinquenio del presente siglo, en correspondencia personal le planteé a García la necesidad de promover un gran debate en la izquierda peruana sobre todas las cuestiones fundamentales, pero la respuesta fue el más profundo silencio. Esto prueba que no es cierto que el grupo revisionista se muestre esquivo frente al debate de ideas porque está abocado a la “preparación” de su organización, sino que desde siempre se muestra renuente a un debate abierto por temor al desenmascaramiento de su revisionismo liquidacionista; no obstante, este desenmascaramiento se ha dado, y por lo tanto el grupo revisionista está sin ropas ante la izquierda peruana.      
[11] Mariátegui escribió: “No es posible entregarse a medias a la revolución. La revolución es una obra política. Es una realización concreta. Lejos de las muchedumbres que la hacen, nadie puede servirla eficaz y válidamente. La labor revolucionaria no puede ser aislada, individual, dispersa. Los intelectuales de verdadera filiación revolucionaria no tienen más remedio que aceptar un puesto en una acción colectiva” (La escena contemporánea; negritas nuestras). Pero García vive leyendo y escribiendo en el extranjero desde hace casi cuarenta años, es decir, “lejos de las muchedumbres” que hacen la revolución y, por tanto, sin “un puesto en la acción colectiva” (subrayo: “en la acción”), y, así, no obstante vivir sentado en su pedestal de cristal, tiene la desmesurada ambición de imponer sus posiciones revisionistas al resto de organizaciones. Esto, sin duda, es su más “noble intención”.
[12] Supongamos, sin embargo, por un instante, que, ulteriormente, algún activista de nuestra tendencia se comprometa con el seminario, es decir, con su “objetivo central” (el único en realidad), o con algún otro evento con vistas al mismo objetivo. ¿No sería eso una absoluta incoherencia? ¿No sería eso una absoluta inconsecuencia con su propio proyecto de un partido de clase? En este caso supuesto, se trataría, entonces, de un vergonzoso transfugio, y, por esto, no sería ninguna pérdida para nuestra tendencia, sino más bien una ganancia. En cuanto a los activistas del PCP, Colectivo Amauta, Coordinadora Alfa y Omega y otros, tenemos asumida la actitud de reconocer que cada quien tiene derecho a actuar de acuerdo a su ingenuidad o a su perspicacia política.   
[13] En el Perú, defender el marxismo-leninismo no es defenderlo únicamente como verdad universal, sino también, al mismo tiempo, como verdad particular, es decir, como la base ideológica de la Creación Heroica de Mariátegui, del Socialismo Peruano, del Camino de Mariátegui. Mixtificar estas formas en las que ha fructificado en nuestra realidad el marxismo-leninismo, es oportunismo. Precisamente una tal mixtificación caracteriza el “socialismo peruano” de García. Por cuanto el marxismo-leninismo es el contenido de la Creación Heroica de Mariátegui y del Socialismo Peruano y el centro del Camino de Mariátegui, tiene perfecto sentido hablar de marxismo-leninismo peruano. Pero García y sus repetidores niegan la verdad universal del marxismo-leninismo, y, por esta vía, la verdad particular del marxismo-leninismo de Mariátegui y del PSP, de la Creación Heroica de Mariátegui, del Socialismo Peruano, del Camino de Mariátegui. El resumen de todas estas negaciones, su expresión organizacional, es el proyecto de un partido “marxista” no leninista, un partido doctrinariamente heterogéneo, un partido-amalgama, un partido pluriclasista, completamente distinto y distante del partido genialmente sustentado por Lenin en el ¿Qué hacer? y genialmente concebido y avanzado en su construcción por Mariátegui en nuestro medio. Para decirlo brevemente, el conjunto de las posiciones revisionistas de García y su grupo se compendian en la abjuración del partido de clase.
[14] No está descartado que una tendencia oportunista pueda convertirse en un partido de masas. La experiencia histórica demuestra que esto es perfectamente posible. Después de la polémica con Mariátegui, los activistas del “oportunismo pequeño-burgués”, según confesión del mismo Haya, cabían “en un sofá”. Pero, después del regreso al país de los desterrados apristas (Haya entre ellos), medrando de la inmadurez política de sectores de las “masas de arriba” y de las “masas de abajo”, su partido se convirtió en el primer partido de masas de nuestra historia republicana, mientras el oportunismo de izquierda frustraba el proyecto de partido de Mariátegui. Sin embargo, esto no cambió en absoluto el carácter oportunista del Apra de los años treinta. Pues bien, lo mismo puede ocurrir ahora: si el grupo revisionista, que hoy cabe en un sofá, llegara a convertirse en un partido de masas (de verdad, y no en el papel, es decir, no como pura autocalificación, no como puro autoengaño), esto tampoco cambiaría en absoluto su carácter revisionista. Pero, en honor a la verdad, la posibilidad de que esto ocurra es extraordinariamente pequeña, pues dicho grupo no tiene un solo activista con la capacidad de acción que tenía Haya (García permanece desde hace casi cuarenta años en su exótico pedestal de cristal, y sus seguidores han demostrado durante el mismo tiempo, durante treinta años, durante veinte, diez, cinco, dos, uno, que no tienen tampoco verdadera capacidad organizativa). Pues bien, ahora la tendencia revisionista está completamente desenmascarada en sus presupuestos ideológicos, teóricos, políticos y organizativos, y, al mismo tiempo, en su egotismo, su servilismo, sus métodos criollos. Para cualquier marxista, esto es lo que cuenta.

22.08.2012.


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


El Aniversario del PSP y el Liquidacionismo de Derecha


E.I.


EN EL PROGRAMA DEL PARTIDO, José Carlos Mariátegui dejó sentado: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”.

        Así, pues, a más de reconocer la verdad universal del proletariado (“El marxismo-leninismo es el método…”) y establecer la obligatoriedad de este reconocimiento (“El Partido Socialista del Perú, lo adopta…”), el maestro definió su personal filiación doctrinal.

        Sin embargo, en el artículo El movimiento comunista, Ramón García escribió: “… de las tres consignas básicas [de la Revolución de Octubre], sólo queda el Marxismo-Leninismo, pero cada vez más limitada geográficamente a la URSS (1). Este término se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época. No es casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo” (2).

        Con esas falacias niega el marxismo-leninismo: 1) como la verdad universal del proletariado; 2) como la base de unidad del PSP; 3) como la filiación doctrinal de Mariátegui.

        Es decir, García falsifica la verdad doctrinal del PSP y de su fundador.


        En la Moción aprobada por la Reunión del C.C. del 4 de marzo de 1930, se señala: “El P.S. es un partido de clase, y por consiguiente, repudia toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de las otras clases. Condena como oportunista toda política que plantee la renuncia momentánea del proletariado a su independencia de programa y de acción, que en todo momento debe mantenerse íntegramente” (Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p.487).

        Es decir, el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo en toda su composición. Por eso: 1) rechazaba toda fusión con fuerzas políticas diversas; 2) defendía así su independencia ideológica, política y orgánica.

No obstante, en el artículo 80 aniversario (5), García escribió: “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas (sic) de toda nuestra historia republicana’”.

Con esa falacia, nuestro personaje niega el carácter orgánicamente homogéneo del PSP.

De esa forma, falsifica la verdad ideológica y orgánica del Partido de Mariátegui.

Para decirlo de otro modo,   García se ha aderezado su propia idea del PSP conforme a su designio liquidacionista.

Así, pues, la imagen del PSP que intenta vender solo existe en su cabeza y en la cabeza de quienes, mostrando su incapacidad de discernir teóricamente la cuestión o, en su defecto, revelando desvergonzadamente su espíritu servil, simplemente repiten la falsificación.

¿Por qué García falsifica de la manera más grosera la filiación doctrinal de Mariátegui y la verdad histórica del PSP? Porque, para acreditar su proyecto de un partido doctrinariamente variopinto, necesita utilizar a ambos como coartada.

Como se ha visto, el proyecto de un partido-amalgama no tiene ningún punto de contacto doctrinal y orgánico con el Partido de Mariátegui.

Por eso García terminó renunciando fácilmente a la Reconstitución (3).

En efecto, en el artículo Organización: contenido y forma, escribió: “La propia experiencia, la propia lucha enseñó a través de la investigación de continuadores, que la Reconstitución se hundía en un círculo vicioso”. “La ‘reconstitución’ ha devenido fiasco en el país”.

Pero la realidad es que lo que devino fiasco fue su reconstitución, entre otras cosas porque desertó de la obligación que tenía de mantenerse a la cabeza de su grupo, como la tiene cualquier político del mundo ante sus seguidores.

Como es de conocimiento general, en el último verano García ha cumplido ¡cuarenta años sentado en su foráneo pedestal de cristal!

Habiendo, pues, renegado la Reconstitución, promueve desde hace algunos años una “organización de proyección nacional” con el concurso de toda clase de oportunistas y revisionistas (4).

El Mariátegui del que habla (marxista a secas, socialista no comunista, etcétera) no es el Mariátegui histórico que los marxistas conocen y reconocen.

Tampoco el PSP del que haba García (“marxista” no leninista; dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles; dirección secreta), es el PSP que los marxistas conocen y reconocen.

Por eso, la publicación, el 7 de octubre pasado, de un artículo de Manuel Velásquez conmemorando el 86 aniversario del PSP, no es más que una expresión más de la tramposa actitud del grupo liquidacionista de utilizar al PSP y a Mariátegui como coartada a efecto de acreditar su proyecto de un partido pluriclasista (5), contrario por principio al partido fundado en octubre de 1928.

Es una tremenda hipocresía y una profunda cobardía que, conmemorando el aniversario del PSP, el grupo liquidacionista no plantee su oportunista concepción de este partido como “marxista” no leninista, con una estructura de dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles y con una dirección secreta.

José Carlos Mariátegui señaló: “tenemos la obligación de reivindicar el derecho de la clase obrera a organizarse en un partido autónomo” (Correspondencia, t.II, p.490).

En cambio Haya de la Torre dijo: “El Apra es partido, alianza y frente. ¿Imposible? Ya verá Ud. que sí. No porque en Europa no haya nada parecido no podrá dejar de haberlo en América” (ibídem, p.378).

Hoy como ayer, la esencia del debate es: partido de clase o partido pluriclasista.

Por eso, afirmamos: “tenemos la obligación de reivindicar el derecho del proletariado a organizarse en un partido de clase, y, por esto, nuestra tarea es Reconstituir el Partido de Mariátegui”.

En cambio el grupo liquidacionista dice: “fundemos un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles, es decir, un partido pluriclasista, un partido-frente, y con este fin utilicemos al PSP y a Mariátegui como señuelo”.

De esa forma pretende hacer pasar como de Mariátegui el proyecto de partido de Haya de la Torre.

Ello revela la descomposición ideológica, política y moral de los liquidadores.

Así, pues, el artículo de Velásquez y cien artículos más que puedan escribir él mismo o algún otro liquidador sobre el PSP y su fundador, siempre serán inútiles, pues siempre se sabrá que detrás de su letra se encontrará la falsificación de la verdad histórica de José Carlos Mariátegui y el PSP, o, para decirlo con otras palabras, la negación del partido de clase.

Eso es una verdad que ninguna falacia puede negar sin revelar una torcida fisonomía mental.

Notas
[1] Observe el lector que García reduce el marxismo-leninismo a la condición de una simple “consigna”, siendo que es un concepto que expresa el desarrollo de la teoría del proletariado.
[2] Ese barato argumento estadístico y, en general, las falacias citadas fueron objeto de una puntual crítica, ante la cual lo mismo García que sus repetidores no pudieron presentar ni un solo argumento que al menos pueda llamarse serio.
[3] En realidad, García renegó la Reconstitución desde mucho antes: desde que, hace más o menos quince años, comenzó a falsificar sistemáticamente la verdad doctrinal y orgánica del PSP. De modo que cuando finalmente llegó a lo que tenía que llegar: al abandono de la palabra Reconstitución, fue porque hacía mucho la había renegado como concepto: la Reconstitución es la Reconstitución del Partido de Mariátegui o no es nada.   
[4] Expresión de ello fue que, en 2012, el grupo liquidacionista hizo todo lo posible por fusionarse con el PCP-Unidad, representante tradicional del revisionismo en nuestro país, fracasando, sin embargo, en el intento.
[5] El partido de masas que propone García, es un partido pluriclasista no por el diverso origen de clase de sus militantes, sino por su diversa posición ideológica, es decir, es un partido pluriclasista en el sentido socialdemócrata del término. En esta misma línea, el grupo liquidacionista pretende hacer pasar el Centenario de la revista Nuestra Epoca como el Centenario del Socialismo Peruano. Oportunamente hemos demostrado que ambas cosas no son lo mismo. Pero a fin de que el lector se percate con toda precisión de qué hay detrás de aquella pretensión, citaré una afirmación de Velásquez que expresa el hecho de que los liquidadores no distinguen –por incapacidad u oportunismo– entre socialismo reformista y socialismo marxista. He aquí la aludida afirmación: “el año 1918 [se refiere a la aparición de Nuestra Epoca]… es un año clave para el Socialismo Peruano, porque marca la orientación definitiva de Mariátegui” (carta a Miguel Aragón del 29.01.2011; cursivas y elipsis mías). Pero cualquier marxista con dos dedos de frente sabe que lo que marcó “la orientación definitiva de Mariátegui” fue su asimilación al marxismo en la segunda mitad de 1920. La afirmación de Velásquez demuestra, pues, algo que desde hace mucho hemos sostenido: pasar el Centenario de Nuestra Epoca por el Centenario del Socialismo Peruano, es diluir el socialismo marxista en el variopinto mapa del socialismo en general.  

02.04.2015.


La Legitimación y Deslegitimación de la Violencia Revolucionaria en el Perú: Una Evaluación de la Justificación de la Violencia Revolucionaria por Parte de la Izquierda Revolucionaria Armada de las Décadas de 1960 y 1980

(Primera Parte)
Jan Lust

LA IZQUIERDA PERUANA TIENE una historia marcada por el uso de violencia política. Seis años después de la Revolución Cubana, guerrilleros peruanos trataron de “copiar” la experiencia cubana pero fallaron dramáticamente. Los guerrilleros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) fueron vencidos en enero de 1966 después de siete meses de batalla.

En 1980, con el retorno de la democracia tras 12 años de la dictadura militar, el Partido Comunista del Perú – Por el luminoso sendero de José Carlos Mariátegui (PCP-SL) inició su lucha guerrillera que duró, según la organización, hasta 1993 (un año después de la captura de sus líderes). En 1982, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) empezó sus acciones armadas. Aunque en 1996 el MRTA obtuvo fama mundial cuando tomó la residencia del embajador japonés en la capital de Perú Lima, sin embargo, en 1992, la organización ya había entrado en un proceso de descomposición cuando fue capturado su líder principal Víctor Polay.

Los guerrilleros de las décadas de sesenta y ochenta se basaron principalmente en los pensamientos de Lenin, Castro, Guevara y Mao para justificar el uso de la violencia revolucionaria. Aunque no se puede comparar la situación política y económica del Perú en la década de sesenta con la situación al final de la década de setenta y a principios de la década de ochenta, es interesante observar que la izquierda revolucionaria armada en el Perú utilizó, en términos generales, las mismas razones y las mismas categorías políticas y económicas para justificar el uso de la violencia revolucionaria.

El propósito de este artículo es analizar la legitimación del uso de la violencia revolucionaria por el MIR, el ELN, el PCP-SL y el MRTA. Con el fin de elaborar una evaluación completa de la justificación del uso de la violencia revolucionaria por estas organizaciones, consideramos necesario (i) indagar en los principales puntos de vista de Lenin, Castro, Guevara y Mao, y otros, que formaron la “base teórico” para la justificación de la violencia revolucionaria por parte de las organizaciones guerrilleras peruanas; (ii) comparar estos puntos de visto con los documentos de “nuestras” organizaciones políticas-militares; y, (iii) elaborar un análisis político, económico y social de los años anteriores a los brotes guerrilleros con el fin de determinar si existía una situación revolucionaria en el país, como argumentaron estas organizaciones para justificar el uso de la violencia revolucionaria.

Este análisis contribuye a la historiografía de las organizaciones guerrilleras en general y a las organizaciones armadas peruanas en particular, ya que ayudará a entender la derrota de estas organizaciones sobre la base de sus propias perspectivas teóricas. Contribuye a la comprensión de los debates sobre la legitimación y deslegitimación de la violencia revolucionaria puesto que examina, en el caso del Perú, la situación política, económica y social concreta y se relaciona esta situación con los conceptos marxistas y/o leninistas que fundamentaron el inicio de las acciones armadas.

Este documento está estructurado en 8 secciones. En la sección 1 presentamos los principales puntos de vista teóricos marxistas que formaron la base para la justificación del uso de la violencia revolucionaria por parte de las organizaciones guerrilleras peruanas. Sección 2 analiza el contexto político y económico de la década de sesenta y en sección 3 presentamos los puntos de visto del MIR y del ELN sobre el uso de la violencia revolucionaria. Sección 4 analiza el contexto político y económico de las décadas de setenta y ochenta y en sección 5 presentamos la legitimación del uso de la violencia revolucionaria por parte del PCP-SL y del MRTA. Sección 6 determina si existía una situación revolucionaria en el Perú al comienzo de la década de sesenta y al final de la década de setenta y al comienzo de la década de ochenta. En sección 7 hacemos una comparación entre las cuatro organizaciones guerrilleras en relación a las razones “adicionales” que justificaron la violencia revolucionaria. En la sección 8 presentamos nuestras conclusiones.

1. La legitimización de la violencia revolucionaria: la “teoría”

Las discusiones sobre el uso de la violencia revolucionaria para avanzar en un proceso hacia la destrucción del sistema capitalista y para instalar el socialismo nunca han sido debates teóricos abstractos. Las organizaciones políticas revolucionarias que utilizaron la violencia revolucionaria se basaron en el desarrollo político, económico y social de sus respectivas sociedades. Los objetivos de las organizaciones políticas revolucionarias y el desarrollo de la sociedad no pueden ser separadas para analizar la legitimación y deslegitimación de la violencia revolucionaria.

No obstante la relación estrecha entre sus objetivos y el desarrollo de sus sociedades, las organizaciones políticas revolucionarias se han basado en diferentes autores marxistas para legitimar el uso de la violencia revolucionaria. En el caso de la guerrilla peruana, Lenin, Mao, Guevara y Castro destacan.

Esta sección tiene como objetivo revisar los puntos de vista de estos marxistas sobre la legitimación del uso de la violencia revolucionaria. Esta revisión nos ayudará a enmarcar teóricamente nuestro análisis sobre la justificación del uso de la violencia por las organizaciones revolucionarias peruanas.

Como argumentemos arriba, la legitimación del uso de la violencia por las organizaciones políticas revolucionarias no puede ser desconectada de su análisis de la sociedad. En caso que existía una situación revolucionaria, la violencia revolucionaria fue legitimada. En su trabajo “La bancarrota de la II Internacional”, Lenin (1970a: 310) describe una situación revolucionaria de la siguiente manera: “Para un marxista es indiscutible que una revolución es imposible sin una situación revolucionaria, aunque no toda situación revolucionaria conduce a la revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Estamos seguros de no equivocarnos cuando señalamos los siguientes tres síntomas principales: 1) cuando es imposible para las clases gobernantes mantener su dominación sin ningún cambio; cuando hay una crisis, en una u otra forma, entre las “clases altas”, una crisis en la política de la clase dominante que abre una hendidura por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no basta, por lo general, que “los de abajo no quieran” vivir como antes, sino que también es necesario que “los de arriba no puedan vivir” como hasta entonces; 2) cuando los sufrimientos y las necesidades de las clases oprimidas se han hecho más agudos que habitualmente; 3) cuando, como consecuencia de las causas mencionadas, hay una considerable intensificación de la actividad de las masas, las cuales en tiempos “pacíficos” se dejan expoliar sin quejas, pero que en tiempos agitadas son compelidas, tanto por todas las circunstancias de la crisis como por las mismas “clases altas”, a la acción histórica independiente. Sin estos cambios objetivos, que son independientes de la voluntad, no solo de determinados grupos y partidos sino también de la voluntad de determinadas clases, una revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se llama situación revolucionaria.”

Para que una situación revolucionaria pueda llevarse a una revolución, a las condiciones objetivas tienen que juntarse las condiciones subjetivas; es decir, “la habilidad de la clase revolucionaria para realizar acciones revolucionarias de masas suficientemente fuertes como para destruir (o dislocar) el viejo gobierno, que jamás, ni siquiera en las épocas de crisis “caerá” si no se lo “hace caer”” (Lenin, 1970a: 310).1 En “La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo”, Lenin (S/F: 405-406) formula las condiciones para la revolución de la siguiente forma: “La ley fundamental de la revolución, confirmada por todas ellas, y en particular por las tres revoluciones rusas del siglo XX, consiste en lo siguiente: para la revolución no basta con que las masas explotadas y oprimidas tengan conciencia de la imposibilidad de seguir viviendo como viven y exigen cambios; para la revolución es necesario que los explotadores no puedan seguir viviendo y gobernando como viven y gobiernan. Solo cuando las “de abajo” no quieren y los “de arriba” no pueden seguir viviendo a la antigua, solo entonces puede triunfar la revolución. En otras palabras, esta verdad se expresa del modo siguiente: la revolución es imposible sin una crisis nacional general (que afecte a explotados y explotadores). Por consiguiente, para la revolución hay que conseguir, en primer lugar, que la mayoría de los obreros (o, en todo caso, la mayoría de los obreros conscientes, reflexivos, políticamente activos) comprenda a fondo la necesidad de la revolución y esté dispuesta a sacrificar la vida por ella; en segundo lugar, es preciso que las clases dirigentes atraviesen una crisis gubernamental que arrastre a la política hasta a las masas más atrasadas (el síntoma de toda revolución verdadera es la decuplicación o centuplicación del número de hombres aptos para la lucha política pertenecientes a la masa trabajadora y oprimida, antes apática), que reduzca a la impotencia al gobierno y haga posible su rápido derrocamiento por los revolucionarios.”

Es importante mencionar que Castro también ha referido a condiciones objetivas y subjetivas. Sin embargo, estas condiciones tenían que ver con el proceso revolucionario. Como decía Hart Dávalos (1967: 10), uno de los líderes del Movimiento de 26 de Julio, “en algunas oportunidades se ha confundido nuestra afirmación de que hay condiciones con la concepción leninista de situación revolucionaria. Cuando hablamos de condiciones no nos estamos refiriendo a lo que en el criterio estricto de Lenin se señalaba como situación revolucionaria. Si nos atenemos a lo que Lenin llamó situación revolucionaria, podríamos concluir que no existe tal situación en el continente. Ahora bien, en América Latina hay condiciones económicas, sociales y políticas para crear, con el desarrollo de la guerra popular, situaciones revolucionaria”. Según Castro (1966a) “de lo objetivo y lo subjetivo se refiere, lo primero, a las condiciones sociales y materiales de las masas, es decir, sistema de explotación feudal de la tierra, de explotación inhumana de los trabajadores, miseria, hambre, subdesarrollo económico, en fin, todos esos factores que producen desesperación, que producen por sí mismos un estado de miseria y de descontento en las masas. Esos son los llamados factores objetivos: masas explotadas de campesinos, de obreros, intelectuales descontentos, estudiantes, en fin... Yo no diría intelectuales descontentos, pero sí intelectuales oprimidos. Y los factores subjetivos son los que se refieren al grado de conciencia que el pueblo tenga.”2

Lenin (1961: 801) consideraba que el camino hacia el socialismo era violento. En su “Programa de la revolución proletaria” argumentaba que las “guerras de clases” eran necesarias “para alcanzar ese bello porvenir”. Según el líder de la Revolución Rusa, “una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases ya se funde en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado, la clase opresora, está armada. No sólo el ejército regular moderno, sino también la milicia actual incluso en las repúblicas burguesas más democráticas, como, por ejemplo en Suiza representan el armamento de la burguesía contra el proletariado. Esta es una verdad tan elemental, que apenas si hay necesidad de detenerse especialmente en ella. Bastará recordar el empleo del ejército contra los huelguistas en todos los países capitalistas. El armamento de la burguesía contra el proletariado es uno de los hechos más considerables, fundamentales e importantes de la actual sociedad capitalista. ¡Y ante semejante hecho se propone a los socialdemócratas revolucionarios que planteen la “reivindicación del desarme”! Esto equivale a renunciar por completo al punto de vista de la lucha de clases, a renegar de toda idea de revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al proletariado para vencer, expropiar y desarmar a la burguesía. Esta es la única táctica posible para la clase revolucionaria, táctica que se desprende de todo el desarrollo objetivo del militarismo capitalista y que es prescrita por este desarrollo” (Lenin, 1961: 802).

En su trabajo “La guerra de guerrillas”, Lenin (1906) consideraba que “la lucha de guerrillas es una forma inevitable de lucha en un momento en que el movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección y en que se producen intervalos más o menos considerables entre “grandes batallas” de la guerra civil”. En ciertos tiempos de crisis política y económica, “la lucha de clases, al desenvolverse, se transforma en guerra civil abierta, es decir, en lucha armada entre dos partes del pueblo. En tales períodos, el marxista está obligado a tomar posición por la guerra civil. Toda condenación moral de ésta es completamente inadmisible desde el punto de vista del marxismo. En una época de guerra civil, el ideal del Partido del proletariado es un partido de combate”.

Mao ha escrito mucho sobre cómo llevar a cabo la lucha guerrillera, sin embargo, no tanto sobre las razones por las cuales se debe usar la violencia revolucionaria para instalar el socialismo. Es importante señalar eso porque sobre todo la guerrilla del PCP-SL se ha basado en los escritos de Mao.

Mao hace una diferencia entre una guerra justa y una guerra injusta. Es decir, se debe “oponer la guerra revolucionaria a la guerra contrarrevolucionaria”. Las guerras contrarrevolucionarias son guerras injustas. Con la guerra revolucionaria se pondrá “fin a la época de guerra en la historia de la humanidad”. Esta guerra “es la bandera de la salvación de la humanidad” (Mao Tse Tung, 1967: 87).

La guerra justa no se puede librar sin el pueblo. En su “Problemas estratégicos de la guerra revolucionaria en China” dice que “una guerra librada por la gran mayoría de la humanidad y del pueblo Chino es incontestablemente una guerra justa” (Mao Tse Tung, 1967: 87). De eso desprende el consejo de Mao que si los objetivos políticos de la guerrilla “no coinciden con las aspiraciones de la gente”, no se pueda ganar su simpatía, su cooperación y su apoyo. La guerra de guerrillas se deriva de las masas y se apoya en ellos”. Además, la guerrilla no “puede existir ni prosperar si se separa” de lassimpatías y cooperación” del pueblo (Mao Tse Tung, 2007: 43-44).

Bayo (2005: 19), el entrenador militar español de la guerrilla de Castro, consideraba que la guerrilla siempre será derrotada cuando se levanta contra un gobierno que no es enemigo del pueblo o cuando no es una dictadura. También Castro pensaba que en democracia no se debe usar la violencia revolucionaria. En su discurso en la conmemoración del noveno aniversario del asalto al palacio presidencial el 13 de marzo de 1966 decía “que cuando en un país todas las vías no están cerradas como ocurre en la inmensa mayoría de los pueblos de América Latina la lucha armada revolucionaria no se pone a la orden del día” (Castro, 1966b).

Guevara no descartaba que también en democracia se pueda usar la violencia revolucionaria. Decía que el combate podría empezar cuando se ha agotado “los medios pacíficos” de lograr la liberación del pueblo (Guevara, 1977a: 71; 1977b: 229). En su trabajo “Guerra de guerrillas: un método”, Guevara (1977c: 209) dice que “no debemos admitir que la palabra democracia, utilizada en forma apologética para representar la dictadura de las clases explotadoras, pierda su profundidad de concepto y adquiera el de ciertas libertades más o menos óptimas dadas al ciudadano. Luchar solamente por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar por retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las clases sociales dominantes: es, en todo caso, luchar por el establecimiento de unos grilletes que tengan en su punta una bola menos pesada para el presidiario. En estas condiciones de conflicto, la oligarquía rompe sus propios contratos, su propia apariencia de «democracia» y ataca al pueblo, aunque siempre trate de utilizar los métodos de la superestructura que ha formado para la opresión. Se vuelve a plantear en ese momento el dilema: ¿Qué hacer? Nosotros contestamos: La violencia no es patrimonio de los explotadores, la pueden usar los explotados y, más aún, la deben usar en su momento.”

La discusión en círculos marxistas sobre el momento del inicio de la guerra de guerrillas o del uso de la violencia revolucionaria para instalar el socialismo fue enriquecida por el debate sobre las calidades de la guerrilla. Según Guevara (1962), la lucha armada funcionaría como un catalizador que podría “haciendo nacer una conciencia” […] de la necesidad de un cambio en una situación social dada y a la certeza de la posibilidad de ese cambio”, es decir, la conciencia necesaria para desarrollar la revolución. En 1966, Castro (1966c) decía que “no hay mejor maestro de las masas que la misma revolución, no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de clases, la lucha de las masas contra sus explotadores. Y fue la propia Revolución, el propio proceso revolucionario quien fue creando la conciencia revolucionaria. […] No hay mejor maestro de las masas que la misma revolución, no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de clases, la lucha de las masas contra sus explotadores. Y fue la propia Revolución, el propio proceso revolucionario quien fue creando la conciencia revolucionaria. […] Y el verdadero revolucionario no espera que esos llamados factores subjetivos se den de una manera cabal.”3

_____________
Notas:
(1) Según Abraham Guillén, un teórico anarquista español, “una revolución en un país o región determinada sólo puede hacerse bajo determinadas condiciones históricas y políticas en las que la clase dominante ha perdido prestigio: cuando es responsable de las guerras, de las crisis sociales y económicas, de la especulación financiera y la inmoralidad, encarnando toda las crímenes, desgracias, miserias y la frustración sufrida por las clases populares. Además, sólo puede ser realizada por una clase mayoría que represente, al mismo tiempo, el interés general de la sociedad y las otras clases oprimidas. Sólo entonces, y siempre que esta clase es consciente de su misión histórica de la liberación, puede liderar una revolución a la victoria y a las últimas consecuencias políticas, económicas y sociales de una transformación total de la sociedad, es decir, la superación de las relaciones sociales anacrónicas e instituciones” (Guillén, 1973: 254).
(2) Ver también, Castro (1966c).
(3) “Quienquiera que se detenga a esperar que las ideas triunfan primero en las masas, de manera mayoritaria, para iniciar la acción revolucionaria, no será jamás revolucionario” (Castro, 1967: 162).



¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


La Creación Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha

(Octava Parte)

  
Eduardo Ibarra


Los métodos criollos de García

EN LA POLÉMICA ENTRE MARIÁTEGUI y Haya se pusieron en juego el estilo de debate proletario (representado por el primero) y el estilo de debate de la pequeña burguesía oportunista (representado por el segundo).

Mariátegui señaló en plena polémica: “Creo que nuestro movimiento no debe cifrar su éxito en engaños y señuelos. La verdad es su fuerza, su única fuerza, su mejor fuerza. No creo con Uds. que para triunfar haya que valerse de ‘todos los métodos criollos’. La táctica, la praxis, en sí mismas son algo más que forma y sistema. Los medios, aun cuando se trata de movimientos bien adoctrinados, acaban por substituir a sus fines.” (carta del 16 de abril de 1928 a la célula aprista de México, en Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p.297).

También señaló que el segundo manifiesto del pretendido partido nacionalista peruano “acusa la tendencia a cimentar un movimiento –cuya mayor fuerza era hasta ahora su verdad– en el bluff y la mentira… al pie de ese documento está la firma de un comité central que no existe, pero que el pueblo ingenuo creerá existente y verdadero. ¿Y es en esos términos de grosera y ramplona demagogia criolla, como debemos dirigirnos al país” (ibídem).

Y agregó: “Me opongo a todo equívoco. Me opongo a que un movimiento ideológico, que, por su justificación histórica, por la inteligencia y abnegación de sus militantes, por la altura y nobleza de su doctrina ganará, si nosotros mismos no lo malogramos, la conciencia de la mejor parte del país, aborte miserablemente en una vulgarísima agitación electoral. En estos años de enfermedad, de sufrimiento, de lucha, he sacado  fuerzas invariablemente de mi esperanza optimista en esa juventud que repudiaba la vieja política, entre otras cosas porque repudiaba los ‘métodos criollos’, la declamación caudillesca, la retórica hueca y fanfarrona” (ibídem, pp.297-298) “Desaprobamos toda campaña que no descanse en la verdad. El procedimiento del bluff sistemático llevará al descrédito a nuestra causa. Rehusamos, por esto, emplearlo. Las noticias propaladas sobre la candidatura de Haya no producen el efecto, que Uds. suponen, en la opinión. La gente –distante de toda preocupación electoral– las recibe perpleja e irónica” (carta colectiva fechada el 10 de junio de 1928, ibídem, p.302).

Por su parte, Haya recurrió en la polémica a los métodos criollos, y, entre ellos, a los más extremos agravios contra Mariátegui.

Por ejemplo, en la carta del 20 de mayo de 1928, dirigida a Mariátegui, escribió: “Recibí su carta. No la contesté porque la noté ya infectada de demagogia tropical, de absurdo sentimentalismo lamentable. Dejé que se enfriara Ud. Preferí hacerla pedazos y echarla al canasto. Ud. está lleno de europeísmo”. “Nos dice Ud.  que escribió la carta afiebrado. No sabe cuánto lo siento pero desde las primeras líneas lo supuse así” (ibídem, p. 298 y p. 299).

Quienquiera que conozca la aludida polémica, tiene que reconocer que, mientras Mariátegui puso argumentos, pensamiento, teoría, Haya puso bravata, maniobras, declamación; mientras Mariátegui esclareció, entre tras cosas, lo que es el frente unido y lo que es un partido (“Un programa de acción común e inmediato no suprime las diferencias ni los matices de clase y de doctrina”; “no podemos entender… el Apra como partido, esto es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea”; Haya demostró su insolvencia ideológica haciendo un revoltijo de los conceptos de partido y frente (“El Apra es partido, alianza y frente”) y levantando una demagógica aplicación de la doctrina socialista a la realidad americana (“Póngase en la realidad y trate de disciplinarse no con Europa revolucionaria sino con América revolucionaria”).

De hecho, el debate sobre el partido (así como sobre otras cuestiones) se repite en el Perú de hoy.


El punto de partida de la polémica con García y, en general, con los liquidadores, son nuestros artículos El nombre del partido y ¿Mariátegui contra Mariátegui?; luego vinieron los artículos Las cinco caídas de Yo El Supremo y El pedestal de cristal, de García, y  El desbarre del creídismo y El Juego de manos del creídismo, de nuestra autoría, y, claro está, no pocos artículos más por parte y parte. 

En nuestros primeros artículos, quedaron esclarecidas, entre otras cuestiones, las siguientes: 1) el término marxismo-leninismo es legítimo como denominación de la verdad universal del proletariado; 2) al acordar el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP, Mariátegui dio cuenta, al mismo tiempo, de su propia filiación; 3) Marx y Engels titularon Manifiesto del Partido Comunista el manifiesto encargado por la Liga de los Comunistas, porque entonces el socialismo representaba un movimiento burgués y el comunismo un movimiento proletario, y, por esto, no vacilaron sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir y, por esto, posteriormente no se les ocurrió jamás renunciar a la denominación de comunista; 4) siguiendo la línea de los fundadores, Lenin señaló que “la segunda parte de la denominación de nuestro Partido (socialdemócrata) tampoco (cursivas mías) es exacta desde el punto de vista científico”, porque la primera parte, la palabra social, apócope de la palabra socialismo, no es exacta; 5) Mariátegui sostuvo que, de acuerdo con las condiciones nacionales concretas de su tiempo, el partido podía llevar el título de Socialista.

Sin embargo, García aduce que “los ismos están de más en el marxismo” y que “Basta uno solo para abarcar a todos los maestros universales habidos y por haber” (El partido de Mariátegui); y que el término marxismo-leninismo “sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM” (El movimiento comunista).

Con esas tretas intenta justificar su abjuración del marxismo-leninismo y negar la filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP.

Endilgándole, pues, a Mariátegui su “marxismo” a secas, todo lo que hace nuestro liquidador es poner en evidencia su falta de valor para sostener a nombre propio su abjuración del marxismo-leninismo y del partido de clase.

Por otro lado, García pretende ignorar las esclarecedoras afirmaciones de los maestros sobre el nombre del Partido, y, en particular –y tal como se ha visto–, intenta negar la razón de valor particular que Mariátegui presentó para solventar el nombre de Partido Socialista.

Desenmascaradas sus falacias sobre el punto, un tiempo después abandonó su propuesta de un partido socialista a cambio de un partido minga.

Así, pues, cambiando de parecer de la noche a la mañana, ahora decía que “Se requiere de un nombre propio, siguiendo la pauta de Amauta” (negritas en el original).

Como era lógico, la folclórica propuesta también fue desenmascarada, particularmente en lo que significaba una nueva falsificación de la Creación Heroica de Mariátegui.

Así, pues, lo mismo para sustentar el nombre de socialista como para sustentar el de minga, García encuentra en la tergiversación de afirmaciones mariateguianas los “argumentos” necesarios para justificar sus falacias.

Y, como es evidente, de esa forma se exhibe, sin ruborizarse, como un empedernido manipulador de la literatura mariateguiana.

Pero además, la propuesta de un partido minga con el pretexto de que se necesita “un nombre propio”, constituye un golpe bajo contra el maestro: ¡el nombre de Partido Socialista propuesto por Mariátegui no fue un nombre propio!; ¡Mariátegui fue un plagiario!

Es de conocimiento común que, en carta del 14.10.1929 a César Vallejo, Mariátegui señaló que no cejaría “en el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas”.

Quienquiera que conozca la literatura mariateguiana sobre el PSP, comprenderá que ese proyecto de un partido de masas y de ideas no era otro que el de un partido de clase bajo la forma de partido de masas.

Sin embargo, García pretende que el proyecto mariateguiano era de un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles entre sí, es decir, de un partido pluriclasista.

Esa es otra falsificación de la Creación Heroica de Mariátegui, y, al mismo tiempo, otro golpe bajo contra el maestro: ¡Mariátegui no constituyó un partido de clase, sino un partido-amalgama!

La verdad es la fuerza del Socialismo Peruano, su única fuerza, su mejor fuerza.

Pero, como se ha visto, García falsifica a Mariátegui, es decir, funda sus posiciones en el engaño y el señuelo.

En 2012, si no recuerdo mal, el grupo liquidacionista, con García a la cabeza, organizó un evento con el pomposo nombre de “Congreso Político Consultivo del Pueblo Peruano”, al cual, de los casi treinta millones de peruanos, asistieron escasos veinte miembros del mencionado grupo.

El Socialismo Peruano se cimenta en la verdad, pero, como se ve, García y sus repetidores asientan su actividad en el bluf y la mentira.

Con honradez que es motivo de orgullo para los marxistas peruanos, Mariátegui señaló que su “orientación socialista… tiene su punto de arranque en la publicación a mediados de 1918 de la revista ‘Nuestra Epoca’, influida por la ‘España’ de Araquistain” (Ideología y política, p.17; elipsis nuestra); y que “De su viaje [por Europa] data su asimilación al marxismo” (ibídem, p.16).

 Si con la frase “orientación socialista” Mariátegui hubiese creído haber definido su filiación ideológica, no hubiera dejado constancia de la circunstancia de su asimilación al marxismo.

 Pero lo hizo, y, de este modo, por un lado dio cuenta del punto de arranque de su orientación socialista, en el sentido general del término, y, por otro, del punto de arranque de su socialismo marxista (46).

   Por lo tanto, una cosa es el Centenario de la Revista Nuestra Epoca, y otra cosa es el Centenario del Socialismo Peruano.

El socialismo marxista de Mariátegui tiene su primera expresión literaria en el artículo El cisma del socialismo, escrito en marzo de 1921, y, por lo tanto, el Centenario de nuestro Socialismo Marxista, es decir, del Socialismo Peruano, se cumple en ese mismo mes de 1921.

Pero, con sesgo que es una verdadera deshonra para todos los liquidadores sin excepción, en la nota titulada Por qué creación heroica, 12.08.2010, García escamotea absolutamente la estancia de Mariátegui en Europa, y de este modo oculta la asimilación del maestro al marxismo, su ruptura con su inicial socialismo a los Araquistain.

     Es decir, procura borrar toda diferencia entre el socialismo reformista y el socialismo marxista, y, así, trata de pasar el Centenario de la Revista Nuestra Epoca como el Centenario del Socialismo Peruano. (47).

Utilizando, pues, a Mariátegui y a la mencionada revista como coartada, García pretende diluir el socialismo marxista en el nebuloso mapa del socialismo en general.

La trastienda de esa maniobra es sentar una base ideológica para su proyecto de un partido-amalgama. 

Mariátegui señaló que su prosa no sería contumelia.

Pero, desenmascarado, herido en su ego, víctima de la desorbitación, desde el principio de la polémica García se desbordó en agravios, maniobras, calumnias y otros métodos criollos (48).

En el artículo Primera Vez tragedia, segunda vez farsa, escribimos: “Parafraseando a Marx, puede decirse, pues, que, si la experiencia de Mariátegui aparece como tragedia, su formal repetición aparece como farsa”.

Pero, fingiendo no entender nuestra paráfrasis, García nos acusó de considerar la constitución del PSP “como una tragedia” (énfasis de García).

Pero en el artículo Ramón García o la manipulación desenmascaramos la infamia, de forma tal que nuestro liquidador no tuvo más remedio que esconder la cabeza bajo el ala.  

En el artículo Acerca de la propuesta de un partido minga, escribimos: “Es una verdad indesmentible que, ya en la segunda mitad de los años 70, Ramón García empezó a negar aspectos fundamentales de la lucha contra el revisionismo contemporáneo y, con aparente inocencia, empezó también a tergiversar a Mariátegui”.

        Y, experto en desenfocar las cuestiones en debate, García pretendió que era una tontería hablar de una verdad indesmentible, pues, dijo, toda verdad es indesmentible.

La palabra indesmentible aparece en la frase citada cumpliendo el papel de epíteto que enfatiza, precisamente, la condición indesmentible de la verdad señalada en la cita.

Esa forma de enfatizar un concepto es un recurso legítimo que se encuentra varias veces en la literatura mariateguiana.

Por ejemplo, en los Acuerdos de La Reunión de Barranco, el maestro escribió: “La organización de los obreros y campesinos con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional” (Martínez, Apuntes, t.II, p.397). 

        Imperialismo extranjero ¿pero, acaso, en el Perú, todo imperialismo no es extranjero? Es obvio que en esa frase la palabra extranjero aparece como epíteto que enfatiza la opresión extranjera que significa la presencia del imperialismo en nuestro país.

        Así, pues, apuntando contra nosotros, García disparó contra Mariátegui: ¡Mariátegui escribía tonterías!

Manipulando versos y letrillas, García ha pretendido atribuir a odio nuestra crítica a sus posiciones liquidacionistas.

Como se sabe, el odio es un sentimiento obnubilador, de tal forma que de la persona que odia no puede esperarse ninguna actitud positiva respecto de la persona odiada.

Pues bien, en los dos números de la revista Crítica publicamos algunos artículos de García; en nuestro libro El pez fuera del agua, lo citamos, si no recordamos mal, un par de veces; en el artículo El nombre del partido, expresamos nuestra coincidencia con una afirmación suya.

Cualquier persona puede darse cuenta, pues, que los hechos mencionados desmienten categóricamente el infundio de García.

Pero precisemos: la razón de nuestra actitud crítica frente a las posiciones de nuestro liquidador, es el deber de defender la verdad del marxismo-leninismo, la verdad histórica de Mariátegui y el PSP, la verdad del partido de clase, así como el deber de desenmascarar los métodos criollos, el egotismo burgués, el servilismo feudal, etcétera.

Es un hecho que, cuando alguien atribuye a odio una crítica que tiene, como en nuestro caso, una justificada motivación, es porque esa persona es víctima de una absoluta falta de argumentos, de una completa impotencia teórica, de un deplorable temperamento criollo.

Ese es el caso de García, precisamente.

En la investigación, en el debate de ideas, nuestra divisa es reconocer la verdad venga de donde venga, pero, al mismo tiempo, desenmascarar la falsedad, también venga donde venga.

García, experto manipulador de citas, proverbios, versos y demás, regularmente manipula este verso de César Vallejo: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

Conociendo sus posiciones, dicha manipulación quiere decir en buen romance: hay, hermanos, que abjurar del marxismo-leninismo; hay que falsificar la verdad histórica de Mariátegui y el PSP; hay que negar el partido de clase; hay que utilizar los métodos criollos; hay que prosternarse ante mi condición de “Yo el Supremo”.   

Desenmascarado desde el principio de la polémica, García manipuló una cita de Marx, y, así, calificó de “murmullos” las justas y oportunas críticas a sus posiciones, al mismo tiempo que seguía su camino revisionista, pero, el análisis detallado de este hecho lo haremos más adelante.   

La falsificación, el engaño, el señuelo, el bluf, la mentira, el insulto, la calumnia, son los términos de grosera y ramplona demagogia criolla como García y demás liquidadores se han dirigido y continúan dirigiéndose al movimiento.

Como es obvio, aquí podríamos analizar muchos métodos antimarxistas más utilizados frecuentemente por los miembros del grupo liquidacionista, pero los analizados bastan para que los activistas capaces y honrados de la izquierda peruana estén precavidos contra las trampas que aquellos suelen sembrar en sus artículos.

En conclusión: García sigue el estilo polémico de Haya y se opone al estilo polémico de Mariátegui; tiende  emboscadas a organizaciones y activistas del movimiento con el propósito de sumarlos a su proyecto de un partido-amalgama; mantiene una actitud equívoca –que no es lo mismo que equivocación- ante el marxismo-leninismo, la filiación ideológica de Mariátegui, la verdad histórica del PSP, etcétera.

Notas
[46] Para abundar sobre el tema: en 7 Ensayos, Mariátegui señaló que “En ambos números [de Nuestra Epoca], se esboza una tendencia fuertemente influenciada por España, la revista de Araquistain” (p. 254, nota al pie; negritas en el original), escritor ligado al Partido Socialista Español, partido miembro de la Segunda Internacional.
[47] Para mayor detalle sobre el tema, véanse nuestros artículos Notas sobre la creación heroica de Mariátegui; Notas sobe la creación heroica de Mariátegui II; y, El desmonte de una conspiración contra Mariátegui y el PSP.
[48] Véase los artículos Las cinco caídas de Yo el Supremo y El pedestal de cristal, pero también la montaña de insultos, tretas, falacias, calumnias, en fin, de métodos criollos que se gastó nuestro liquidador travestido de Eusebio Leyva.


Material Adjunto


Nota:

Publicamos dos artículos que demuestran que, mientras nuestro compañero Eduardo Ibarra puso argumentos desde el principio de la polémica (ver sus artículos El nombre del partido y ¿Mariátegui contra Mariátegui?), García se desbordó en insultos, maniobras, calumnias y egotismo burgués (véanse sus artículos Las cinco caídas de yo el supremo y El pedestal de cristal). No respondió García los distintos aspectos de la crítica de nuestro compañero, sino que argumentó ad hominen, y de esta forma intentó desenfocar los problemas en debate, treta ésta a la que recurre usualmente cuando ve que no tiene forma de defender sus posiciones oportunistas. Prueba ello el hecho de que al cambiar la propuesta de un partido socialista por un partido minga, no fue capaz de reconocer su error, error que, sin embargo, estaba en el fondo del cambio de propuesta; y lo prueba también que, desenmascarada su propuesta de un partido minga, no tuvo tampoco la honradez de reconocer su nuevo error, el cual, no obstante, estaba igualmente en el fondo de su vuelta a la propuesta de un partido socialista, es decir, en la vuelta a su primer error, que, en realidad, es una negación de las tesis de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre del Partido, y, en particular, una negación de las razones dadas por Mariátegui para fundar el partido del proletariado peruano con el nombre de Partido Socialista. Pero en el grupo liquidacionista se dan la mano egotismo burgués y servilismo feudal, y, de esta forma, dicho grupo sigue su camino revisionista (el liquidacionismo es una forma específica de revisionismo).

01.07.2016

COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI.




¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!

El Nombre del Partido


E. I.


I
EN SU FAMOSO EDITORIAL Aniversario y balance, José Carlos Mariátegui afirmó con toda claridad: “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (1). Esto fue escrito en setiembre de 1928. El 7 de octubre del mismo año, el maestro fundaba el Partido Socialista del Perú y, en consecuencia, es claro que este nombre tiene su explicación en la citada afirmación.

II

En su tiempo, Marx y Engels evitaron el término socialista para denominar al Partido, pues este término era utilizado por algunas tendencias burguesas, pequeño burguesas y hasta feudales que, por este solo hecho, lo habían desacreditado. Por eso optaron por el término comunismo, y, así, titularon Manifiesto del Partido Comunista al programa doctrinario que la Liga de los Comunistas les había encomendado, y en el cual, como se sabe, criticaron el socialismo feudal, el socialismo pequeño burgués, el socialismo alemán o socialismo “verdadero”, el socialismo burgués y el comunismo crítico-utópico.

Aparentemente, razones de demarcación política obligaron a los fundadores a renunciar a la utilización del término socialista como nombre del Partido.

Federico Engels escribió: “en 1887, el socialismo continental era casi exclusivamente la teoría formulada en el Manifiesto. Y así, la historia del Manifiesto refleja hasta cierto punto la historia del movimiento obrero moderno desde 1848. Actualmente es, sin duda, la obra más difundida, la más internacional de toda la literatura socialista, el programa común de muchos millones de obreros de todos los países, desde Siberia hasta California”. “Y, sin embargo, cuando apareció no pudimos titularle Manifiesto Socialista. En 1847, se comprendía con el nombre de socialista a dos categorías de personas. De un lado, los partidarios de diferentes sistemas utópicos, particularmente los owenistas en Inglaterra y los fourieristas en Francia, que no eran ya sino simples sectas en proceso de extinción paulatina. De otra parte, toda suerte de curanderos sociales que aspiraban a suprimir, con sus variadas panaceas y emplastos de toda suerte, las lacras sociales sin dañar en lo más mínimo al capital ni a la ganancia. En ambos casos, gentes que se hallaban fuera del movimiento obrero y que buscaban apoyo más bien en las clases ‘instruidas’. En cambio, la parte de los obreros que, convencida de la insuficiencia de las revoluciones meramente políticas, exigía una transformación radical de la sociedad, se llamaba entonces comunista. Era un comunismo apenas elaborado, sólo instintivo, a veces un poco tosco; pero fue asaz pujante para crear dos sistemas de comunismo utópico: en Francia, el ‘icario’, de Cabet, y en Alemania, el de Weitling. El socialismo representaba en 1847 un movimiento burgués; el comunismo, un movimiento obrero. El socialismo era, al menos en el continente, muy respetable; el comunismo era precisamente lo contrario. Y como nosotros ya en aquel tiempo sosteníamos muy decididamente el criterio de que la ‘emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma’, no pudimos vacilar un instante sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir. Y posteriormente no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella” (2).

El hecho, pues, de que, por una parte, el socialismo fuera “un movimiento burgués” y el comunismo “un movimiento obrero” y, por otra, de que Marx y Engels sostuvieran “el criterio de que ‘la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma’”, determinó que el Manifiesto apareciese con el título de Manifiesto del Partido Comunista. Pero, entonces, quiere decir que las razones que llevaron a los fundadores a elegir la denominación de Partido Comunista no fueron político contingentes sino de principio. Por eso, se comprende que Engels señalara: “posteriormente no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella”.

Marx habló de “la primera fase de la sociedad comunista” y de “la fase superior de la sociedad comunista” (3). Pero después el término socialismo se consagró como denominación de la primera fase de la sociedad futura y, así, el término comunismo vio reducido su referente a la segunda fase.

A propósito de ello, Lenin hizo el siguiente comentario: “… la diferencia científica entre el socialismo y el comunismo es clara. A lo que se acostumbra a denominar socialismo, Marx lo llama la ‘primera’ fase o la fase inferior de la sociedad comunista. En tanto los medios de producción se convierten en propiedad común, puede emplearse la palabra ‘comunismo’, siempre y cuando que no se pierda de vista que éste no es el comunismo completo” (4).

La transformación de los medios de producción en propiedad común, justifica, pues, la terminología de Marx, quien, precisamente, fundamentó científicamente la diferencia entre la primera y la segunda fase de la sociedad comunista. Esta diferencia científica determina la diferencia científica entre los términos comunista y socialista como nombres del partido y, en general, la diferencia entre el primero de estos términos y todos los otros que han servido o pueden servir circunstancialmente como nombres del partido proletario.

Lenin planteó: “La humanidad sólo puede pasar del capitalismo directamente al socialismo, es decir a la propiedad común de los medios de producción y a la distribución de los productos según el trabajo de cada cual. Nuestro Partido va más allá: afirma que el socialismo deberá transformarse inevitablemente y de modo gradual en comunismo, en cuya bandera campea este lema: ‘De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades’” (5). Por eso afirmó: “Debemos llamarnos Partido Comunista, como se llamaban Marx y Engels” (6).

Como se ve, entre las aserciones de Engels y de Lenin sobre el nombre del partido proletario, existe una evidente comunidad de ideas y un indiscutible hilo conductor: el nombre científicamente exacto del partido se deriva del contenido fundamental del marxismo: la misión histórica del proletariado, y no de ninguna otra cosa. Es decir el nombre de Partido Comunista es el nombre científicamente exacto, porque expresa nuestra adhesión al Programa Máximo del proletariado revolucionario: la realización del comunismo.

Puede decirse, entonces, que el concepto de comunismo supone, antecede, abarca el concepto de socialismo. Por tanto, somos socialistas porque somos comunistas, porque vamos más allá de la distribución de los productos según el trabajo de cada cual, porque luchamos por realizar el gran lema “de cada cual, según su capacidad; a cada cual según su necesidad”.

Lenin recordó: “En el prólogo a la edición de sus artículos de la década de 1870 sobre diversos temas, predominantemente de carácter ‘internacional’ (Internationales aus dem Volksstaat), prólogo fechado el 3 de enero de 1894, es decir, escrito año y medio antes de morir Engels, éste escribía que en todos los artículos se emplea la palabra ‘comunista’ y no la de ‘socialdemócrata’, pues por aquél entonces socialdemócratas se llamaban los proudhonistas en Francia y los lassalleanos en Alemania” (7).

Y citó este aserto del cofundador del marxismo: “Para Marx y para mí era, por tanto, sencillamente imposible emplear, para denominar nuestro punto de vista especial, una expresión tan elástica. En la actualidad, la cosa se presenta de otro modo, y esta palabra (‘socialdemócrata’) puede, tal vez, pasar (mag pacieren), aunque sigue siendo inadecuada (unpassend) para un partido cuyo programa económico no es un simple programa socialista en general, sino un programa directamente comunista, y cuya meta política final es la superación total del Estado y, por consiguiente, también de la democracia. Pero los nombres de los verdaderos partidos políticos nunca son absolutamente adecuados; el partido se desarrolla y el nombre queda” (8).

En la última década del siglo XIX, el término socialdemócrata, inadecuado como nombre del Partido, podía, en efecto, “tal vez, pasar”. Por eso, como señaló Lenin, “… Marx y Engels se resignaron a admitir conscientemente el término inexacto y oportunista de ‘socialdemocracia’. Porque entonces, después de derrotada la Comuna de París, la historia había puesto al orden del día una labor lenta de organización y educación. No cabía otra. Los anarquistas no sólo no tenían ninguna razón teóricamente (y siguen sin tenerla), sino tampoco desde el punto de vista económico y político. Apreciaban erróneamente el momento, sin comprender la situación internacional: el obrero inglés corrompido por las ganancias imperialistas, la Comuna de París aplastada, el movimiento nacional-burgués que acababa de triunfar (1871) en Alemania, la Rusia semifeudal sumida en un letargo secular…”. “Marx y Engels tuvieron en cuenta certeramente el momento, comprendieron la situación internacional y las tareas de la aproximación lenta hacia el comienzo de la revolución social” (9).

Lenin señaló que “El nombre de ‘socialdemocracia’ es científicamente inexacto, como demostró Marx reiteradas veces, en Crítica del programa de Gotha en 1875, y como repitió Engels, en un lenguaje más popular, en 1894”, y señaló, además, que “la segunda parte de la denominación de nuestro Partido (socialdemócrata) tampoco es exacta desde el punto de vista científico. La democracia es una de las formas del Estado, y nosotros, los marxistas, somos enemigos de todo Estado” (10).

Pues bien, ¿por qué Lenin subrayó que la segunda parte de la denominación, la palabra demócrata, tampoco es exacta? Evidentemente, porque la primera parte, la palabra social (apócope de la palabra socialismo) no es exacta. El nombre científicamente exacto del partido proletario es el de Comunista. Pero si la palabra socialista no es científicamente exacta como nombre del Partido, la palabra democracia, a más de inexacta, después de la revolución burguesa de febrero de 1917 se convirtió en una anteojera para el pueblo revolucionario. Esta era y sigue siendo la diferencia entre las dos palabras que componían entonces el nombre del partido de Lenin.

Como se ve, Marx y Engels, primero, y Lenin después, hubieron de admitir temporalmente otros nombres que impusieron determinadas condiciones concretas. Esto significa que, dadas ciertas circunstancias, lo político contingente se impone sobre lo principista, y, como es lógico, de esta manera se abre una contradicción entre el contenido del partido y su nombre, contradicción más o menos flagrante según sea el caso.

Sin embargo, como señaló Lenin, “… la cuestión del nombre del Partido es incomparablemente menos importante que la cuestión de la posición del proletariado con respecto al Estado…” (11), y, en consecuencia, en determinadas circunstancias pueden admitirse nombres científicamente inexactos, a condición de que “… el Partido no desconozca la inexactitud científica de su nombre y que éste no le impida desarrollarse en la dirección certera” (12). Pero esto no quiere decir que el nombre del partido no tenga ninguna importancia. En realidad, tiene una gran importancia.

Lenin escribió: “No hay más salida que la revolución del proletariado”. “Y en un momento así, en que esta revolución comienza, en que da sus primeros pasos… la mayoría… de los líderes ‘socialdemócratas’, de los parlamentarios ‘socialdemócratas’, de los periódicos ‘socialdemócratas’ –y son precisamente estos los órganos creados para influir sobre las masas–, traiciona al socialismo, vende al socialismo y deserta al campo de ‘su’ burguesía nacional”. “Esos líderes han confundido a las masas, las han desorientado y engañado”. “¡Y se pretende que nosotros fomentemos ahora ese engaño, que lo facilitemos, aferrándonos a esa vieja y caduca denominación, tan podrida ya como la II Internacional!”. Y finalizó: “Pero nosotros queremos transformar el mundo”. “Y tenemos miedo de nosotros mismos. No nos decidimos a quitarnos la camisa sucia a que estamos ‘habituados’ y a la que hemos tomado ‘apego’”. “Mas ha llegado la hora de quitarse la camisa sucia, ha llegado la hora de ponerse ropa limpia” (13).

Es decir Lenin desahució el término compuesto socialdemócrata (las palabras socialismo y democracia) y propuso el nombre de Partido Comunista, pero, no obstante esto, siguió utilizando el término socialismo, aunque únicamente para designar la teoría marxista, el movimiento marxista, la revolución del proletariado y la primera fase de la sociedad comunista.

Parece, pues, un contrasentido que al comunismo científico se le conozca también con el nombre de socialismo científico, y al término socialismo no se le reconozca como nombre científicamente exacto del partido proletario. Pero la cuestión se plantea en realidad de otro modo: por expresar la meta del proletariado revolucionario, el término comunismo es el nombre científicamente exacto de la teoría marxista. 

Después de la primera guerra mundial la degeneración de los partidos de la Segunda Internacional determinó que los partidos revolucionarios del proletariado adoptaran por lo general el nombre de Comunista. Inclusive el punto 18 de las Condiciones de ingreso en la Internacional Comunista, estableció que “… todos los partidos que deseen ingresar en la Internacional Comunista deben cambiar su título. Cada uno de los partidos que desee entrar en la Internacional Comunista debe llevar este título: Partido Comunista de tal país (Sección de la III Internacional Comunista). La cuestión del título no es sólo formal, sino una cuestión de gran importancia política. La Internacional Comunista ha declarado una lucha decidida a todo el mundo burgués y a todos los partidos socialdemócratas amarillos. Es necesario que para cada trabajador de filas sea totalmente clara la diferencia entre los partidos comunistas y los viejos partidos oficiales ‘socialdemócratas’ o ‘socialistas’, que han traicionado la bandera de la clase obrera” (14).

Desechado definitivamente el nombre de socialdemócrata, a partir de la Tercera Internacional los partidos proletarios utilizaron, pues, el nombre de Partido Comunista, pero en algunos casos también los de Partido Socialista, Partido del Trabajo y Partido de los Trabajadores.

Circunstancias muy concretas determinaron que algunos partidos adoptaran otros nombres distintos al de Comunista. El partido del proletariado albanés, por ejemplo, originalmente llamado Partido Comunista de Albania, cambió este nombre por el de Partido del Trabajo de Albania en noviembre de 1948 en oportunidad de su I Congreso. “Esta modificación estaba relacionada con el contenido social de la población del país y del Partido y no alteraba en nada el carácter ni los objetivos de éste. Los campesinos constituían en Albania la mayoría, un 80 por ciento de la población. Esto se reflejaba igualmente en el Partido, cuya inmensa mayoría de militantes eran trabajadores del campo” (15).

Por su parte, el Partido Comunista de Viet Nam adoptó el nombre de Partido Comunista de Indochina en octubre de 1930 y, en oportunidad de su II Congreso en febrero de 1951, volvió a cambiar su nombre por el de Partido de los Trabajadores de Viet Nam: “Se decidió dejar actuar públicamente al partido con el nombre de Partido de los Trabajadores de Viet Nam” (16).

Como se ve, en el primer caso la razón fue la composición social de la población y del propio partido, y en el segundo la necesidad de actuar públicamente. Pero ocurre que, el Partido Comunista de China, por ejemplo, no cambió de nombre, no obstante actuar en un país donde el ochenta por ciento de la población era campesina y, como resultado de esto, un porcentaje más o menos igual de su militancia tenía el mismo origen social.

Estos hechos merecen, pues, un cuidadoso análisis.

III

En el Perú de las primeras décadas del siglo pasado, el término socialista aparecía apropiado para darle nombre al Partido, no por razones de principio sino por razones político contingentes.

¿Cuáles fueron estas razones? Tres muy concretas:

1) la incipiente conciencia política de la clase obrera. Con esto tiene que ver esta declaración de Mariátegui de 1927: “Extraviarse en estériles debates principistas, en un proletariado donde tan débil arraigo tienen todavía los principios, no serviría sino para desorganizar a los obreros cuando de lo que se trata es, justamente, de organizarlos” (17);

2) Mariátegui pensaba en un partido con estatus legal. En octubre de 1928 escribió: “La libertad del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin restricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación”. (18); y,

3) el socialismo apenas comenzaba aquí su proceso histórico y, por tanto, conservaba su antigua grandeza.

El planteamiento mariateguiano era, pues, correcto. Pero Mariátegui murió en abril de 1930, la reunión del Comité Central del 20 de mayo del mismo año cambió el nombre del partido y hasta su rumbo político y, poco después, la facción reformista de Castillo usufructuó el nombre de Partido Socialista.

En un comentario sobre cierta opinión vertida por el médico español Gregorio Marañón,  José Carlos Mariátegui sostuvo: “En el hombre de ciencia y de cátedra, de espíritu liberal y humanista, que concede sin reservas al partido socialista de su patria, con un certificado de salud, un testimonio de simpatía y confianza, y que predica como un ideal de su tiempo la eugenesia, la palabra comunismo puede suscitar supersticiosas aprensiones, aunque la práctica del único Estado comunista del mundo -la URSS- le enseñe que no existe entre los dos términos más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios, y por la necesidad práctica eventual de distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos” (19).

Esto escribió Mariátegui un año y tres meses después de haber fundado el Partido Socialista y, como se ve, sigue la lógica de aquella otra afirmación suya en Aniversario y balance, transcrita en el primer párrafo del presente escrito. Por lo tanto, si, según señaló, entre los términos socialismo y comunismo no existe más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios, entonces se entiende que, al titular Socialista a su partido, estaba expresando su condición de Comunista.

La necesidad, pues, de distinguir entre reformistas y revolucionarios, determinó que el rótulo de socialismo terminara designando a los primeros y el rótulo de comunismo a los segundos. Pero ¿por qué fue así precisamente, y no al revés? Porque el término comunismo designa el Programa Máximo del proletariado revolucionario y, en consecuencia, es algo más que un rótulo: es el nombre científicamente exacto del Partido, o sea, el nombre que designa con toda exactitud la meta de realizar el gran lema “de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades”.

La burguesía -pequeña, mediana o grande- puede aceptar y acepta de hecho, en las condiciones del régimen capitalista, la propiedad social bajo la forma de comunidad campesina, cooperativa y empresa estatal, pero de ninguna manera la propiedad común de los medios de producción y, por esto, algunas tendencias del reformismo se bautizan socialistas, pero no comunistas. Y por eso, hoy por hoy, hay socialismo burgués, pero no comunismo burgués.

De hecho (y a pesar de lo afirmado arriba sobre el nombre científicamente exacto de la teoría marxista), en el habla cotidiana lo mismo da decir, por ejemplo, socialismo científico que comunismo científico, pero, en cambio, no da lo mismo decir movimiento socialista que movimiento comunista, pues en el mundo actual, donde hasta Internacional Socialista tenemos, el primer término sirve para designar el movimiento reformista y el segundo para designar el movimiento revolucionario. Por eso decimos movimiento comunista (internacional o nacional) y no movimiento socialista (internacional o nacional).

En el marco del actual conflicto entre reformistas y revolucionarios, los términos socialismo y comunismo no son intercambiables, pero en las circunstancias históricas particulares como las del Perú de las primeras décadas del siglo pasado, el primero de dichos términos se presentaba adecuado como nombre del Partido, pues el proceso histórico del socialismo apenas comenzaba. En cambio, con respecto a la teoría marxista y a la revolución proletaria, los mencionados términos son intercambiables.

Desde luego, el término socialismo podrá recuperar su vieja grandeza, mañana, cuando las necesidades de demarcación política hayan desaparecido. Pero la desaparición de estas necesidades sólo será posible en el comunismo, es decir, cuando la lucha contra el oportunismo haya concluido. El mañana al que se refirió Mariátegui es, pues, el mañana comunista, y en modo alguno el presente.

En su primera conferencia en la UPGP, junio 1923, Mariátegui afirmó: “Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo”. “Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse… en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas”. “Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis social-democráticas, de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas” (20).

Con estas tajantes afirmaciones, Mariátegui tomó posición con respecto al nombre del Partido y al Estado. Pero tomar posición sobre estas cuestiones en el plano general, no es todavía tomar posición sobre las mismas en el plano nacional. Por eso puede decirse que la posición de Mariátegui sobre el nombre del Partido se tradujo –esta es la palabra precisa– en la siguiente afirmación que aparece nada menos que en el Acta de Constitución del Partido: “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (21).

Condiciones concretas, pues, y, además, actuales, lo que significa que fueron las condiciones peruanas de los años veinte del siglo pasado las que llevaron a Mariátegui a la convicción de la pertinencia del nombre de Partido Socialista; y su posición respecto al Estado peruano se expresó en todas las líneas y entrelíneas de sus escritos sobre la realidad peruana.

Por lo tanto, Mariátegui no negó el nombre científicamente exacto del partido proletario ni su pertinencia en otros países, e, incluso, no negó tampoco que, un cambio en la situación nacional, podía, tal vez, favorecer otro nombre del Partido. Así, pues, concretamente, la posición del partido de Mariátegui con respecto al Estado no estaba en serio conflicto con su nombre, pues entonces el socialismo recién comenzaba aquí su proceso histórico y, en consecuencia, conservaba su antiguo prestigio. Este es un caso ejemplar en que Mariátegui mostró su dominio de la dialéctica.

IV

En un conjunto de cuatro artículos publicados bajo el título común de Por qué socialista, Ramón García presenta algunos argumentos para solventar su propuesta de “reivindicar el Partido Socialista”. Examinemos, pues, estos argumentos.

Pero antes una cuestión especialmente importante. En el artículo El movimiento comunista, García escribe que “Fallecido JCM, el nuevo S.G. Eudocio Ravines envió el 09.05.30 una carta a Luciano Castillo y otros disidentes, firmada a nombre del Partido Socialista. Sólo el 20.05.30 se adoptaría el nombre de Partido Comunista. Es decir, JCM nada tuvo que ver con el cambio de nombre del Partido Socialista”.

Compartimos esta apreciación, cuya verdad histórica se sostiene en toda la lucha interna desde octubre de 1928 hasta mayo de 1930.

Pues bien, Mariátegui escribió: “El capitalismo ha dejado de coincidir con el progreso” (22). Y en otra parte sostuvo: “Capitalismo o Socialismo. Este es el problema de nuestra época” (23).

Y García cita estas afirmaciones, y comenta: “Ésta es precisamente la base para sostener el nombre de Partido Socialista” (24). Incluso insiste: “si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista” (25).

Pero ocurre que, como hemos visto, el argumento de Mariátegui para sostener el nombre de Partido Socialista es uno y único (y suficiente): “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (26).

El porqué de Mariátegui es, pues, distinto al porqué de García.

Mariátegui tuvo la prudencia de sostener el nombre de Partido Socialista en un justo argumento político contingente, que precisó con estas palabras que repetimos: “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista…”.

En cambio García, en su afán de parecer sólido, comete la imprudencia de “interpretar” ciertas afirmaciones de Mariátegui en un sentido que no tienen en realidad y, por este camino, llega a una conclusión general, válida para todos los países, independiente de toda situación particular: “[el problema de nuestra época es] la base para sostener el nombre de Partido Socialista”; “si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista”.

De ese modo García tergiversa el pensamiento de  Mariátegui en punto a las razones del nombre fundacional del PSP y, por esta vía, niega la tesis de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre científicamente exacto del Partido. Se entiende, pues, por qué en sus cuatro artículos y en la introducción a los mismos elude tomar posición explícita sobre esta cuestión (27).

En consecuencia, no sorprende que, tratando de sustentar su interpretación de ciertas afirmaciones de Mariátegui, llegue a decir que “Sólo cinco de los catorce partidos en el Poder llevan el nombre de Partido Comunista”, y que esta “realidad internacional le da la razón a Mariátegui” (28). Esto fue escrito en 1988.

¿Es cierto eso? No, no es cierto, pues, como ha quedado claro, Mariátegui no propuso el nombre de Partido Socialista sino para el Perú de su tiempo y, a lo sumo, para aquellos otros países donde el proceso histórico del socialismo igualmente comenzaba, lo que, sin duda, no era el caso de los países europeos precisamente.

Por lo demás, hay un otro aspecto del problema en el cual García no ha reparado. La afirmación mariateguiana de que el problema de nuestra época es capitalismo o socialismo es completamente correcta. Pero también sería correcto afirmar que este problema es capitalismo o comunismo, pues el socialismo no es sino la primera fase de la sociedad comunista. Por tanto, esta formulación del mencionado problema es tan legítima como la de Mariátegui y, por vía de consecuencia, también el nombre de Partido Comunista sería tan legítimo como el de Partido Socialista. Sin embargo, hablando exactamente, la cosa no va por ahí: como ha quedado sentado, el nombre científicamente exacto del Partido se deriva del contenido fundamental del marxismo, de la misión histórica del proletariado, de la meta de realizar el comunismo, y los otros nombres científicamente no exactos se derivan de circunstancias particulares que no aconsejan el nombre de Partido Comunista. 

En la Presentación de Amauta”, Mariátegui escribió: “No se mire en este caso a la acepción estricta de la palabra. El título no traduce sino nuestra adhesión a la Raza, no refleja sino nuestro homenaje al Incaismo. Pero específicamente la palabra ‘Amauta’ adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez” (29).

Y García comenta: “Igual hizo con la palabra socialista. La creó otra vez” (30).

Pero ocurre que Mariátegui planteó claramente que a la palabra amauta la iban a crear otra vez, porque con la revista a la que daba nombre adquiría “una nueva acepción”. Y agregó el maestro: “El objeto de esta revista es el de plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos. Pero consideraremos siempre al Perú dentro del panorama del mundo. Estudiaremos todos los grandes movimientos de renovación políticos, filosóficos, artísticos, literarios, científicos. Todo lo humano es nuestro. Esta revista vinculará a los hombres nuevos del Perú, primero con los de otros pueblos de América, enseguida con los de los otros pueblos del mundo” (31).

Esta es la nueva acepción que adquirió la palabra amauta al ser incorporada a un proyecto socialista.

En consecuencia, la afirmación de Mariátegui de que “la palabra ‘Amauta’ adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez”, tuvo verdadero sentido y se justificó plenamente.

Pero, con la palabra socialismo, no ocurrió lo mismo. Esta palabra fue utilizada por primera vez en un libro del socialista utópico francés Pedro Leroux, publicado en el año 1833, o sea en el marco de la tradición del socialismo utópico, es decir, del socialismo no proletario y, al ser transformado este socialismo en socialismo científico, cobró, como es lógico, una nueva acepción y, de este modo, para decirlo con Mariátegui, fue creada otra vez. Desde entonces la palabra socialismo pertenece al lexicón marxista con un determinado significado, y esto quiere decir que, al dar nombre al partido del proletariado peruano, dicha palabra no adquirió ninguna nueva acepción y, por consiguiente, no fue creada otra vez. Lo que ocurrió entonces fue algo mucho más simple: desacreditada en Europa por designar la degeneración reformista, en el Perú de Mariátegui aparecía todavía como adecuada para denominar al Partido, pues el socialismo apenas comenzaba aquí su proceso histórico y, por lo tanto, su grandeza (es decir su vieja acepción adquirida al ser incorporada al lexicón marxista) se conservaba intacta. El propio Mariátegui sostuvo esto expresamente. Por eso la frase de García, “Lo mismo hizo con la palabra socialista. La creó otra vez”, no tiene ningún asidero.

Después de escribir que el nombre de Partido Socialista obedeció a una cuestión de táctica (32), García muestra ahora una evidente aprensión con respecto a esta palabra. En la introducción a sus cuatro artículos, pregunta: ‘¿Es cierto que fue por táctica?’. Y hace esta pregunta porque, como se ha visto, él cree que el nombre de Partido Socialista no obedeció a una situación concreta particular. Pero, como se ha visto también, el argumento uno y único de Mariátegui (“En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido…”) y su incontrovertible precisión (‘De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú…’), demuestran que su decisión de denominar Socialista al Partido obedeció a una situación concreta particular, es decir, que fue una decisión táctica. Y, naturalmente, no hay por qué temerle a la palabra por el solo hecho de que conocidos oportunistas la hayan utilizado en medio de argumentos que pretenden que el nombre fundacional del Partido fue un error. Por supuesto, no fue un error, tal como lo hemos sostenido arriba, es decir, la decisión de Mariátegui no fue una táctica errónea sino una táctica correcta. Pero considerar que el nombre de Partido Socialista, acordado en setiembre de 1928, se desprende del problema de nuestra época y, por lo tanto, del hecho de que el socialismo sucede al capitalismo, son lucubraciones de García, y con ellas nada tiene que ver Mariátegui.

Mariátegui escribió: “El Perú es un país de rótulos y de etiquetas. Hagamos al fin alguna cosa con contenido”. “El título preocupará posiblemente a algunos. Esto se deberá a la importancia excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo” (33).

Precisamente con su idea de “reivindicar el Partido Socialista” en unas circunstancias históricas marcadamente distintas a las que justificaron este nombre en los años veinte del siglo pasado, García se ha revelado prisionero de la importancia excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo. De este modo ha seguido lo que fue contingente y no lo que es sustancial en Mariátegui: su método

Los hechos anotados hasta aquí son la base para impugnar los argumentos presentados por García en su propósito de justificar en el Perú actual el nombre de partido socialista.

Después de citar de Aniversario y Balance que la palabra socialismo guardará su grandeza “mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación, que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido”, García exclama: “¡Palabras proféticas!” (34).

¿Proféticas? ¿Por qué proféticas? ¿Qué hechos actuales son la realización de las palabras de Mariátegui para que García hable de “palabras proféticas”? Ciertamente, aquellas palabras mariateguianas, escritas en setiembre de 1928, fueron el anuncio público, alusivo, del nombre que ese mismo mes la Reunión de La Herradura le daba al Partido, y, por lo tanto, en modo alguno pueden ser tomadas como proféticas.

En consecuencia, la exclamación de García tiene un otro sentido. De hecho, revela su creencia de que el mañana del que habló Mariátegui es el Perú actual (y hasta el mundo actual), es decir que, para él, han desaparecido las necesidades de demarcación entre reformistas y revolucionarios, y, por consiguiente, no es necesario distinguir concepciones y métodos con dos títulos distintos. Pero esto es falso de toda falsedad, como lo sabe todo marxista. Tanto como ayer, las necesidades de demarcación con respecto al oportunismo están vigentes en el mundo entero, y lo estarán mientras haya lucha de clases, y habrá lucha de clases durante toda la época del imperialismo y de la revolución proletaria.

Por otro lado, García afirma que, “Respecto al Partido, ahora se acepta diversidad de nombres”. Pero ¿de qué partido habla? Preguntamos, porque, cuando Lenin se planteó el problema de “cómo debe denominarse nuestro Partido”, se refirió a un partido marxista y no a un partido oportunista cualquiera. Y cuando Mariátegui afrontó el mismo problema, se refirió también a un partido marxista y no a un partido oportunista cualquiera.

Pero, en su afán de encontrar pruebas de su aserción, García intenta pasar como marxistas a partidos ideológica y políticamente descompuestos hasta la médula, como el Partido Socialista Unificado de Alemania, el Partido Comunista de Checoslovaquia, el Partido Comunista de la Unión Soviética, la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, etcétera.

Más todavía, en el colmo del menosprecio por el factor ideológico como el determinante del carácter de clase de un partido, llega a decir que “El Partido de Marx, el Partido de Alemania, se llama precisamente Partido Socialista” (35).

Sin embargo, contra esa arbitraria afirmación, se alza el hecho histórico de que el partido de Marx fue el Partido Socialdemócrata Alemán, que, después de fallecidos los fundadores del comunismo científico, se transformó en un partido completamente revisionista y, por esto, dejó de ser el partido de Marx y Engels.

Como se ha visto arriba, el cofundador del marxismo sostuvo que “los partidos se desarrollan y el nombre queda”. Pero también los partidos pueden no desarrollarse sino degenerar. Precisamente la inmensa mayoría de los partidos que García menciona el su artículo El movimiento comunista, cayeron al pantano del revisionismo y sus nombres quedaron. En consecuencia, mal puede hablarse de ellos como ejemplos de que “ahora se acepta diversidad de nombres” (36). Por el contrario, el hecho de que, de esos partidos, quedaran los nombres de Socialista y de Comunista, fue un factor que contribuyó a confundir a las masas. Y, por lo que se puede ver, no sólo a las masas.

La degeneración reformista de los partidos de la Segunda Internacional que impuso después de la primera guerra mundial designaciones específicas en Europa, impuso también con el tiempo iguales designaciones en América Latina. Partidos socialistas ligados a la Segunda Internacional se fundaron entre fines del siglo XIX y comienzos del XX: en 1896 en Brasil y Argentina; en 1904 en Cuba; en 1910 en Uruguay; en 1912 en Chile, por ejemplo. Pero estos partidos resultaron tan oportunistas como la Segunda Internacional y, por esto, de sus filas se apartaron los elementos que fundaron partidos comunistas ligados a la Tercera Internacional. De entonces a esta parte, partidos socialistas han ejercido y ejercen el gobierno no sólo en Europa (demostrando su condición de partidos al servicio de la burguesía imperialista), sino también en nuestro continente (demostrando su reformismo en unos casos y su pro-imperialismo en otros).

Por lo demás, desde 1951 la Internacional Socialista agrupa a partidos que, en sus respectivos países, compiten con otros partidos conservadores en la defensa del sistema capitalista y que, como es notorio, forman un movimiento bien financiado, bien organizado, bien publicitado y bien extendido.

En un mundo donde la información está globalizada más que ayer y más todavía que anteayer, la domesticada actuación del oportunismo socialista está en la conciencia de las clases trabajadoras de todos los países del mundo. En el nuestro, el reformismo del Partido Socialista de Castillo, primero, y, ahora, el reformismo del Partido Socialista Peruano, por ejemplo, evidencian igualmente que bajo el nombre de socialismo se esconde nada menos que la negación del revolucionarismo proletario.

Desde hace décadas, pues, tanto en Europa como en América, el nombre de socialista sirve para embotar la conciencia política del proletariado y llevar a las masas por el camino del más mediocre reformismo. Ciertamente la camisa del socialismo está sucia.

Los excesos de la represión en los tiempos de Stalin, la intervención soviética en Hungría y Polonia, el muro de Berlín, la escisión en el movimiento comunista internacional, la guerra chino-vietnamita, la controversia albano-china, la barbarie camboyana, la guerra chino-vietnamita, la caída del revisionismo (que en la conciencia ordinaria de las masas pasó como caída del comunismo), la derrota de varias luchas armadas en Asia y América Latina y, en el plano nacional, la oportunista actuación de varios partidos comunistas y la barbarie senderista, han creado una situación general adversa al comunismo. Ciertamente la camisa del comunismo está sucia.

Estos hechos determinan que actualmente en la escena mundial y, en particular en la peruana, no se justifiquen las denominaciones de Socialista y de Comunista para el partido del proletariado, salvo consideración subjetiva. Y, como es obvio, una consideración de tal naturaleza se distingue por hacer caso omiso de los hechos. En el caso que nos ocupa, no es difícil identificar los hechos que, de todos aquellos mencionados arriba, ha omitido García. Pero subrayemos solamente dos, suficientemente expresivos.

García sostiene: “… en la reunión del C.C. del 07.09.29, JCM reafirmó la denominación de Partido Socialista. Sólo se opusieron Jacinto Paiva y Luciano Castillo” (37).

Pero esto es referir la historia de un modo incompleto. Después del fallecimiento de Mariátegui, la facción reformista de Castillo usufructuó el nombre de Partido Socialista. García silencia este hecho.

El Partido Socialista Revolucionario (es expresivo que este partido, además de Socialista, se llamara Revolucionario) estuvo comprometido, no obstante su apellido, en el apoyo al gobierno corporativo de Velasco y, como es de conocimiento común, representaba una posición oportunista en el movimiento popular. García silencia este hecho.

Con las disculpas del caso, recordaremos una vez más que Mariátegui señaló claramente que entre los términos socialista y comunista “…no existe…” “…más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios…”.

Entonces, actualmente ¿existe o no un conflicto originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios y, por tanto, existe o no la necesidad práctica eventual de distinguir los dos campos con dos rótulos diversos? Como es evidente, ese cisma y esa necesidad existen en Europa desde, digamos, la primera guerra mundial, en algunos países de América Latina desde la década de 1920, y, concretamente en el Perú, desde que la facción reformista de Castillo usufructuó el nombre de Partido Socialista. Y es un hecho que, ese cisma y esa necesidad, no han desaparecido sino que siguen existiendo en todo el mundo y, en no pocos casos, de un modo aun más marcado.

Pero ocurre que, en el marco de la necesidad de distinguir a reformistas y revolucionarios con los términos socialistas y comunistas, respectivamente, García promueve precisamente el rótulo que designa a los reformistas. Pero se entiende que así haya procedido, pues, contrariando a Mariátegui, considera que el nombre de Partido Socialista no se derivó de una situación concreta particular, sino del problema de nuestra época, consideración con la que, además, contraría también, al mismo tiempo, a Marx, Engels y Lenin.

Desde luego, no está vedado manifestarse contra ciertas concepciones de los maestros del proletariado, siempre y cuando que estas concepciones sean erróneas o, en su defecto, que su verdad haya caducado históricamente. Pero cualquier marxista sabe que las concepciones de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre científicamente exacto del partido proletario no son erróneas ni están anticuadas, así como también que la concepción de Mariátegui sobre el nombre fundacional del partido no fue errónea sino correcta, aunque, por razones explicadas arriba con toda exactitud, su aplicación no sea ahora pertinente.

Mariátegui no negó el nombre científicamente exacto del partido proletario y acordó el nombre de Partido Socialista porque era concretamente apropiado en las condiciones nacionales de su tiempo.

Sin embargo, teniendo en cuenta lo esclarecido hasta aquí, es un hecho que los socialistas de ahora no saben que el nombre que pretenden para su partido es científicamente inexacto y políticamente inadecuado. Y es científicamente inexacto por razones que sería ocioso repetir, y es políticamente inadecuado porque, después de casi ochenta años de proceso histórico del socialismo entre nosotros, con Partido Socialista de Castillo, Partido Socialista Revolucionario, Partido Socialista Peruano y Partido Socialista de los Trabajadores de por medio (para no referirnos sino al plano nacional), no tiene ningún fundamento válido pretender que el nombre de Partido Socialista es pertinente en el Perú de hoy.

García declara: “Para el m.c.n. también ha llegado la hora de quitarse la camisa sucia. Ha llegado la hora de ponerse ropa limpia. Ha llegado la hora de fijar la posición del proletariado respecto al Estado. Debemos ponernos ropa limpia” (38).

¿Y qué ropa propone? Pues la ropa del socialismo, lo cual, por cierto, equivale a proponer sacarnos la ropa sucia del comunismo para ponernos la ropa más sucia todavía del socialismo. Y, sin embargo, su grupo se ha puesto esta camisa bastante sucia. 

Pues bien, cualquier marxista que haya asimilado el marxismo “en su esencia misma como teoría del desarrollo de la humanidad”, tiene que saber:

1) que la necesidad de demarcación política respecto al oportunismo socialista que pulula en el mundo globalizado de hoy, es una necesidad completamente vigente;

2) que la camisa del socialismo está sucia y que, por tanto, ponérsela hoy día como distintivo de la identidad ideológica del proletariado revolucionario es facilitar el engaño de las masas;

3) que no tener en cuenta estas dos cuestiones equivale a no tener en cuenta la realidad objetiva, y no tener en cuenta la realidad objetiva es caer en subjetivismo.

Desde luego, todo colectivo tiene el derecho de llamarse como quiere. Pero es evidente que, al no tener ninguna base que lo justifique realmente, el nombre de partido socialista aparece hoy en día como un intento de utilizar al Partido de Mariátegui como coartada. Empero, como en este mundo hay quienes pretenden tener la razón hasta cuando no la tienen, los socialistas pueden seguir con la camisa sucia que visten.

Por otro lado, ¿cómo se entiende aquello de que “ha llegado la hora de fijar la posición del proletariado respecto al Estado”? Con el término proletariado García no se refiere a la clase obrera sino al movimiento comunista nacional. En consecuencia, lo que sugiere con su afirmación, es que en el Perú se da el curioso caso de un movimiento comunista que no tiene una posición revolucionaria con respecto al Estado, cuando, como lo sabe todo marxista que haya asimilado el marxismo “en su esencia misma como teoría del desarrollo de la humanidad”, el movimiento comunista es movimiento comunista justamente porque tiene una posición revolucionaria con respecto al Estado.

Por lo tanto, la frase de García resulta siendo un contrasentido y, de hecho, no tiene ningún contenido que no sea su creencia de que, con excepción suya, todos los demás -individuos, grupos y organizaciones- estamos requeteperdidos en la estratósfera, esperando, para volver a pisar tierra, “la hora” de una especie de revelación comunista, perdón, socialista, que nos ilumine para comenzar, por fin, a ser revolucionarios.

Ciertamente García se ha equivocado, y se ha equivocado porque ha hecho caso omiso de los hechos y utilizado abusivamente ciertas afirmaciones de Mariátegui. Por eso puede decirse que no ha sabido distinguir lo subjetivo de lo objetivo. Por eso, hay que decir que, sobre el punto, en sus cuatro artículos NO HA DICHO LA VERDAD, TODA LA VERDAD, NADA MÁS QUE LA VERDAD.

El nombre del Partido es incomparablemente menos importante que la cuestión de la posición del proletariado con respecto al Estado, pero, de todos modos, la cuestión del título del Partido no es sólo formal, sino una cuestión de gran importancia política. Por eso hay que agregar que el nombre de partido socialista, promovido por García, está en abierto conflicto con la posición que sostiene en el papel con respecto al Estado.

Escamotear la tesis de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre científicamente exacto del partido proletario y, encima, tergiversar a Mariátegui en punto a las razones que justificaron el nombre fundacional del Partido, no es poco. Por eso era necesario decir las cosas como son, y no silenciarlas.

V

Los términos socialista y comunista están profundamente desacreditados ante las masas. Esto es un hecho. Por otro lado, los nombres de Partido del Trabajo y Partido de los Trabajadores, no se conservan tampoco muy limpios que digamos. ¡Nos hemos quedado sin ropa limpia!

Pero, en una circunstancia así, hay que tener presente que, en su importante libro Un paso adelante, dos pasos atrás, Lenin señaló con toda razón que hay que saber elevarse “al punto de vista de que, en la lucha política, hay que elegir a veces el mal menor”.

En la actualidad, el mal mayor tiene dos nombres: “socialismo” y “comunismo”. Y el mal menor también tiene dos nombres: “Partido del Trabajo” y “Partido de los trabajadores”.

No podemos, pues, hoy por hoy, llamar a nuestro Partido ni Comunista ni Socialista. Comunistas y socialistas se han llamado durante décadas enteras la mayoría de partidos que estuvieron en el poder y terminaron restaurando el capitalismo. También se llaman, actualmente, comunistas y socialistas, partidos que han echado raíces en el sistema capitalista. Y, en un mundo informativamente globalizado como el actual, todo ello existe como si estuviera en las puertas de nuestras casas.

Pero tampoco podemos llamarnos Partido de los Trabajadores, pues este nombre tiene el inconveniente de ser el nombre del partido en el gobierno en el vecino Brasil, que, como es de conocimiento general, aplica una mal disimulada política pro-imperialista. Queda, pues, en principio, el nombre de Partido del Trabajo.

Este nombre, obviamente, no dice mucho, pero puede permitir no cargar con el pasivo de los partidos socialistas y comunistas y, al mismo tiempo, marcar diferencia con respecto al mencionado partido brasilero. La situación mundial y nacional nos permite sugerir este nombre, pues, de todos modos, representa la actividad permanente de las clases explotadas, que son, justamente, las clases por cuyos intereses inmediatos e históricos luchamos. Puede pasar, pues, como nombre provisorio de un colectivo marxista, que, en cuanto tal, tiene, como no puede ser de otro modo, una posición revolucionaria con respecto al Estado. No obstante, no queremos dogmatizar nuestra propuesta, y estamos abiertos a aceptar una mejor, si la hubiera.  

VII

Actualmente la palabra comunismo está desacreditada ante las amplias masas populares. La desacreditaron el oportunismo en general y el revisionismo en particular. Pero, incluso así, sigue siendo legítimamente usada para designar la teoría marxista, el movimiento marxista, la revolución proletaria y la sociedad futura. En consecuencia, así como la palabra socialismo en el Perú de Mariátegui, la vieja y grande palabra comunismo conserva, a pesar de todo, su grandeza, y la guardará intacta en la historia, mañana, cuando la lucha revolucionaria de los comunistas termine por convencer a las masas de la justeza de su lucha y de su meta.

Notas
[1]  OC, t.13, Empresa Editora Amauta, Lima, 1975, p.249.
[2]  Prefacio a la edición inglesa de 1888 del Manifiesto Comunista. Cursivas en el original. Las negritas son nuestras.
[3]  Crítica del programa de Gotha, en OE en tres tomos t.III, Editorial Progreso, Moscú, 1980, p.15.
[4]  El estado y la revolución, ELE, Pekín, 1975, pp.120-121. Cursivas en el original.
[5]  Las tesis de abril, Editorial Progreso, Moscú, 1966, p.51.
[6]  Ibídem.
[7]  El estado y la revolución, p.99. Cursivas en el original.
[8]  Ibídem. Cursivas en el original.
[9]  Las tesis de abril, p.53. Cursivas en el original.
[10] Ibídem, pp.51-52. Cursivas en el original.
[11] El Estado y la revolución, p.100.
[12] Ibídem, pp.99-100.
[13] Las tesis de abril, pp.53-54 y 55. Cursivas en el original. Elipsis nuestras.
[14] La organización del proletariado, Ediciones Bandera Roja, Lima, 1967, p.260.
[15] Historia del Partido de Albania, Casa Editora Naim Frashëri, Tirana, 1971, pp.346-347.
[16] Historia del Partido de los Trabajadores de Viet Nam, Ediciones Movimiento, Medellín, 1973, p.57.
[17] OC, t.13, p.113.
[18] Ibídem, p.164.
[19] OC, t.18, EEA, Lima, 1970, pp.165-166.
[20] OC, t.8, pp.21-22. Elipsis y cursivas nuestras.
[21] Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, Lima, 1974, p.398. En adelante Apuntes.
[22] Defensa del marxismo, EEA, Lima, 1987, p.37
[23] OC, t.13, p.249.
[24] El socialismo peruano.
[25] El lexicón octubrino.
[26] OC, t.13, p.249. Cursivas nuestras.
[27] Decimos “explícita”, porque es un hecho que, implícitamente, reniega el nombre científicamente exacto del Partido.
[28] El lexicón octubrino.
[29] OC, t.13, p.238.
[30] El movimiento comunista.
[31] OC, t.13, p.239.
[32] La organización del proletariado, p.198.
[33] OC, t.13, p.238.
[34] El partido de Mariátegui.
[35] El movimiento comunista.
[36] Ibídem.
[37] Ibídem.
[38] El partido de Mariátegui.

06.04.2007.


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


¿Mariátegui contra Mariátegui?


E.I.


EN EL ARTÍCULO El movimiento comunista, Ramón García afirma que el término “marxismo-leninismo” “sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época. No es casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo”. Y en el artículo El partido de Mariátegui, agrega que “todo el m.c.n. reconoce a Marx como el punto de partida del socialismo científico”, pero que “hay evidentes divergencias. Por ejemplo, la discusión hasta bizantina acerca de si la doctrina se denomina Marxismo-leninismo o Marxismo-leninismo-maoísmo. Así, la posición respecto al marxismo se entiende como lucha por un guión más o un ismo menos. Y más marxista se considera quien se considere más marxista-leninista o más marxista-leninista-maoísta”. “Esta discusión podría obviarse si se considera que Marx y Engels fundaron la concepción materialista de la historia, Lenin y Stalin iniciaron la transformación socialista del mundo, y Mao y JCM universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método. Así, los ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista. Basta uno solo para abarcar con él a todos los maestros universales habidos y por haber”. “Por ello, respecto al Marxismo, es mejor señalar la necesidad de asimilarlo como lo asimiló JCM, en su esencia misma como teoría del desarrollo social de la humanidad”.

Examinemos esa posición, que, dicho sea de paso, no es nueva en lo que concierne a la denominación de la teoría del proletariado y a la manera de concebir el movimiento comunista.

No dos, sino tres veces aparece el término marxismo-leninismo en la literatura mariateguiana (dos en los Principios programáticos del Partido Socialista y una en El proceso de la literatura francesa contemporánea, capítulo XV de Defensa del marxismo). Señalamos esto únicamente por razones de precisión, pues, como es lógico, consideramos que no es un argumento válido decir que Mariátegui utilizó el mencionado término solamente “dos veces”, así como tampoco sería válido señalar que lo utilizó diez veces, si este fuese el caso. Como se sabe, de aquellas tres veces dos el marxismo-leninismo fue definido como método, que no es lo mismo que decir que ambas veces aparece “indicando el método marxista, no la doctrina”.

Mariátegui definió el marxismo-leninismo como un método, sencillamente porque consideraba que el marxismo es un método. Prueba de esto es su afirmación de que “El marxismo, del cual todos hablan pero que muy pocos conocen y, sobre todo, comprenden, es un método fundamentalmente dialéctico” (t.13, pp.11-112). Por eso en ninguna parte Mariátegui definió el marxismo como doctrina, aunque, en su polémica con Sánchez, escribiera que “El socialismo es un método y una doctrina, un ideario y una praxis” (ibidem, p.222).

Es obvio, entonces, que el maestro del proletariado peruano coincidía con Engels, quien en carta a Sombart del 11 de marzo de 1895, aclaró: “Pero toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha investigación” (cursivas en el original). Es decir Mariátegui comprendió muy bien que la doctrina marxista tiene valor metodológico, lo que puso en evidencia cuando afirmó que “el principio dialéctico en que se basa toda la concepción marxista excluía la reducción del proceso histórico a una pura mecánica económica” (Defensa del marxismo, p.81; cursivas nuestras). Y también cuando, refiriéndose al método dialéctico, habló del “sistema de una concepción unitaria y dialéctica” (ibidem, p.128; cursivas nuestras). Por eso, con pleno conocimiento de causa, conceptuó siempre el marxismo como un método.

Así, pues, cae por tierra la afirmación de que el término marxismo-leninismo “sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina”.

En su fundamental Defensa del marxismo, Mariátegui hizo esta significativa afirmación: “El materialismo histórico reconoce en su origen tres fuentes: la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Este es, precisamente, el concepto de Lenin. Conforme a él, Kant y Hegel anteceden y originan a Marx primero y a Lenin después -añadimos nosotros- de la misma manera que el capitalismo antecede y origina al socialismo” (p.39). El “nosotros” de modestia es, obviamente, Mariátegui. Mariátegui, pues, agregó al nombre de Marx el nombre de Lenin, porque “Lenin aparece, incontestablemente, en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista… La revolución rusa constituye, acéptenlo o no los reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo contemporáneo. Es en ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista” (pp.21-22; elipsis nuestra).

Más adelante insistió: “Lenin nos prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable de una revolución, que el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx” (p.126). Por eso, nada menos que en los Principios programáticos del Partido Socialista, definió la cuestión: “El capitalismo se encuentra en su estadio imperialista. Es el capitalismo de los monopolios, del capital financiero, de las guerras imperialistas por el acaparamiento de los mercados y de las fuentes de materias brutas. La praxis del socialismo marxista en este período es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (t.13, p.160).

Por lo demás, el libro Defensa del marxismo tiene este título porque en él su autor se limita a confutar los reparos de críticos de Marx, y no de Lenin, del marxismo y no del leninismo. Este hecho basta para explicar por qué el libro se titula como se titula.

Pero García considera que una prueba adicional de su aserción es el hecho de que el mencionado libro de Mariátegui no se titula, “por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo”. Pero ¿por qué “por ejemplo”? ¿Acaso Mariátegui podía haberlo titulado “Defensa del marxismo-engelsismo”, o, en su defecto, “Defensa del marxismo-stalinismo”?

Así, pues, cae por tierra la afirmación de que Mariátegui no utilizó el término “marxismo-leninismo” “como nueva época” de la teoría del proletariado.
                                                                                                                                                                   
García dice que “todo el m.c.n. reconoce a Marx como el punto de partida del desarrollo del socialismo científico”. Pero ¿cuál es “todo el m.c.n”.? Al añadir García que, no obstante el común punto de partida, “hay divergencias” en torno a la denominación de la doctrina, es decir, en el fondo -aclaramos nosotros- en torno al desarrollo del marxismo, entonces es evidente que para él “todo el m.c.n.” constituye un conglomerado de partidos, organizaciones y grupos que reconocen a Marx pero niegan a uno u otro de sus continuadores (García mismo menciona a partidos como el PCP-Unidad, el PCP-Bandera Roja, el PCR, el PSR y el PUM, por ejemplo). Y esta manera de concebir el movimiento comunista es indudablemente polémica, verdaderamente problemática y completamente cuestionable, pues semejante concepción del comunismo como movimiento encierra una determinada concepción del comunismo como doctrina. Mariátegui señaló con razón que el socialismo marxista “es una doctrina y un movimiento” (Defensa del marxismo, p.72). Y si, como doctrina, es el “moderno, científico y dialéctico comunismo de Marx y de Lenin” (La escena contemporánea, p.22), y de Stalin y de Mao -agregamos nosotros- como movimiento está conformado y no puede estar conformado sino por las fuerzas que reconocen todo el desarrollo alcanzado hasta hoy por la teoría marxista. De pasada, aunque no tan de pasada, es pertinente señalar que el trotskismo “reconoce a Marx como el punto de partida del socialismo científico”, pero no reconoce a Lenin, execra a Stalin y rechaza a Mao, y este caso extremo ilustra otros menos extremos pero igualmente representativos del oportunismo. Además, es indispensable distinguir entre reconocimiento real y reconocimiento formal, pues, como es de conocimiento común, hay quienes reconocen “a Marx como el punto de partida del socialismo científico”, pero niegan que la teoría de la dictadura del proletariado (cuestión dirimente entre el marxismo y el oportunismo) tenga en Marx precisamente a su fundador. Para decirlo de otra manera, el movimiento comunista es el movimiento comunista y nada más que el movimiento comunista. Cosa distinta -muy distinta por cierto- es que, dadas las circunstancias, hoy por hoy se impone, tanto a escala nacional como internacional, la necesidad de unir en torno a un programa concreto a todas las fuerzas que reconocen a Marx aunque no a todos sus continuadores (con excepción, por razones obvias, de aquella que representa el caso extremo de que hemos hablado más arriba), pues la sola unidad de los que reconocen todo el desarrollo alcanzado hasta hoy por la teoría marxista no sería políticamente fecunda. De hecho la situación actual del movimiento se parece un poco a aquella otra que representó la Asociación Internacional de Trabajadores, y en la cual, como se sabe, Marx supo actuar con verdadera maestría política.

Así, pues, cae por tierra la afirmación de que “todo el m.c.n.” está conformado por quienes reconocen “a Marx como punto de partida del desarrollo del socialismo científico”.

García cree que una de las discrepancias existentes en el movimiento comunista nacional es “la discusión hasta bizantina acerca de si la doctrina se denomina Marxismo-leninismo o Marxismo-leninismo-maoísmo. Así, la posición respecto al marxismo se entiende como lucha por un guión más o un ismo menos”. Pero sucede que, conforme hemos señalado arriba, el problema de la denominación de la teoría del proletariado es, en el fondo, el problema de su desarrollo. Y si bien estos dos problemas no son una y la misma cosa, no es menos cierto que la comprensión del segundo es la base de la comprensión del primero. ¿Lenin y Stalin desarrollaron el marxismo? ¿Mao desarrolló el marxismo? Si lo desarrollaron, y es un hecho que lo desarrollaron, no hay, entonces, ninguna razón para pretender obviar sus nombres en la denominación de la teoría comunista. Pero en lugar de derivar la denominación de esta teoría del análisis de su desarrollo, García separa, en un momento dado de su análisis, ambas cuestiones -inseparables en todo momento sin embargo- y termina creyendo que el debate sobre la denominación de la teoría proletaria es un mero problema de lenguaje.

Así, pues, cae por tierra la afirmación de que “la posición respecto al marxismo se entiende como lucha por un guión más o un ismo menos”.   

Finalmente, teniendo en cuenta sus premisas, no extraña la conclusión a la que arriba García al proponer que “esta discusión podría obviarse si se considera que Marx y Engels fundaron la concepción materialista de la historia, Lenin y Stalin iniciaron la transformación socialista del mundo, y Mao y JCM universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método. Así, los ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista. Basta uno solo para abarcar con él a todos los maestros universales habidos y por haber”. 

Pero ¿por qué obviar la discusión sobre la denominación de la teoría del proletariado, que, como se ha podido ver, es, en el fondo, el problema de su desarrollo? Además ¿cómo se entiende aquello de que “Lenin y Stalin iniciaron la transformación socialista del mundo, y Mao y JCM universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método”? Ciertamente Lenin y Stalin “iniciaron la transformación socialista del mundo”, pero darle centralidad a este hecho en el marco de la discusión sobre el desarrollo de la teoría del proletariado y su denominación, es obviar el hecho, decisivo en este marco, de que ambos líderes de la revolución rusa desarrollaron la teoría marxista. ¿Acaso Lenin y Stalin no universalizaron el marxismo y, todavía más, no lo desarrollaron hasta consagrarlo como marxismo-leninismo? ¿Acaso Mao no desarrolló el marxismo-leninismo? ¿Acaso Mariátegui no contribuyó con nuevos elementos al tesoro general de la teoría comunista? Pero García pretende que Lenin y Stalin solamente “iniciaron la transformación socialista del mundo”, y que Mao y Mariátegui únicamente “universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método”.

Por otro lado ¿por qué cree García que basta con el término marxismo para abarcar todo el desarrollo de la teoría proletaria? Históricamente, el término marxismo ha sido siempre utilizado en tres sentidos distintos: 1) como equivalente de “pensamiento de Marx”; 2) para designar la doctrina de Marx y Engels; 3) como denominación del desarrollo general de la teoría proletaria (abarcando, por tanto, “a todos los maestros universales habidos y por haber”). En consecuencia, no es nada nuevo la utilización del mencionado término en este último sentido. Pero entre su consagrada utilización en este sentido y la pretensión de García, hay una diferencia sustancial: en el primer caso el término marxismo ha sido utilizado y es utilizado sin deslegitimar otras denominaciones de la teoría del proletariado, mientras en el segundo es propuesto con el claro propósito de desahuciar todas las otras denominaciones. ¿A qué obedece este propósito? ¿A la intención de oscurecer las diferencias con quienes reconocen “a Marx como el punto de partida del socialismo científico”, pero no a todos sus continuadores? Es evidente, pues, que la propuesta de García pasa por alto la necesidad -históricamente determinada y, por tanto, políticamente legítima- de marcar nítidamente la radical diferencia entre el marxismo y el oportunismo.

Así, pues, cae por tierra la afirmación de que la discusión sobre la denominación de la teoría del proletariado “podría obviarse” y, al mismo tiempo, la afirmación de que “los ismos están de más para el marxismo”, y que, por tanto, “basta con uno solo”.

Originalmente García trató el problema de la denominación de la teoría proletaria en el artículo La doctrina del proletariado y su denominación, publicado en Punto de Vista, Nº2, setiembre-octubre 1982, pp.29-31, pero escrito en enero y publicado primeramente en una revista homónima de menor circulación en mayo del mismo año. En ese artículo García se mostró “bizantino” hasta no más poder: “Si se tiene en cuenta la época de desarrollo, la denominación marxismo-leninismo es correcta y está vigente, pues expresa las épocas por las que hasta ahora ha pasado la doctrina. Sin embargo, la denominación según la época tiene su limitación: no reconoce explícitamente el aporte de los otros maestros del proletariado internacional: Engels, Stalin, Mao Zedong, lo que podría significar un menosprecio, un desprecio o un abierto rechazo al aporte de ellos. Y, de hecho, hay quienes menosprecian a Engels, desprecian a Stalin y rechazan a Mao”. “Marx y Engels recogieron y fundamentaron científicamente la denominación comunismo (o comunismo científico). El programa doctrinario recibió el nombre de Manifiesto Comunista. Y las primeras organizaciones revolucionarias se conocieron como Liga de los Comunistas y Partido Comunista (término que reivindicó Lenin en su oportunidad)”. “Por otra parte, ya en vida de Marx, el m.c.i. llamaba marxismo a la doctrina del proletariado, honrando de esta manera la memoria de su más alto exponente”. “Pero la doctrina del proletariado, el comunismo científico, el marxismo, como ciencia, como teoría, es ‘la experiencia del movimiento obrero de todos los países, tomada en su aspecto general’, como señala Stalin en los Fundamentos del Leninismo. Y como esta experiencia general se particulariza en los aportes de los maestros del proletariado internacional, una denominación que expresa reconocimiento y gratitud hacia ellos debe ser la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao”. “En conclusión, la doctrina del proletariado se puede denominar de manera restringida, según las épocas de su desarrollo, como marxismo-leninismo.” “Y de manera amplia y genérica, según su esencia, se puede denominar como comunismo científico, marxismo, o teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao Zedong”. “No está demás agregar que estas denominaciones no son definitivas. Tanto marxismo-leninismo, como teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao, recibirán agregados conforme cambie la época y reciban el aporte de nuevos continuadores. Porque el marxismo no es un dogma, sino una guía para acción. En otras palabras, porque es una ciencia en desarrollo”.

Ciertamente las afirmaciones citadas están más cerca de la verdad que aquellas otras comentadas en el presente artículo.

30.03.2007.


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!

Acerca de la Propuesta de un Partido Minga

(Extracto)


E. I.


Entre esas otras posiciones desenmascaradas, está la propuesta de un “partido socialista”, que data de mayo de 1988, y que, abandonada ahora por su promotor, ha circulado entre sus partidarios como buena moneda ¡durante veintiún años!

Como no podía ser de otro modo, dicha propuesta fue oportunamente sometida a una crítica fundada (4), y tan evidentes se hicieron los sofismas de García que, en tres artículos escritos entre el 21.09.09 y el 07.10.09, ha intentado salir de su incómoda situación diciendo que su propuesta de un partido socialista sólo había tenido intención de desagravio y, así, ha propuesto ahora “un nombre propio” para su organización. Este nombre es el de minga. Analicemos, pues, esta nueva propuesta.

Pero antes es menester copiar esta afirmación de García: “El artículo Por qué socialista señala las razones que tuvo JCM para proponer el nombre de Partido Socialista del Perú para la organización del proletariado peruano” (5).

¿Es cierto eso? ¿Es cierto que dicho artículo “señala las razones que tuvo JCM para proponer el nombre de Partido Socialista del Perú”? En nuestro artículo El nombre del partido esa pretensión fue completamente desenmascarada (6).

Precisamente ese desenmascaramiento es lo que García intenta ocultar con su cínica afirmación de que “El artículo Por dónde empezar señala las razones, etcétera”. Pero este cinismo sólo demuestra:

1) su orgánica incapacidad para la autocrítica, típica de cualquier egotista;
2) su menosprecio por los lectores al suponerlos incapaces de darse cuenta de su tergiversación y de su cinismo.

Por lo demás, sus propias palabras lo desmienten completamente: “Para el m.c.n. también ha llegado la hora de quitarse la camisa sucia. Ha llegado la hora de ponerse ropa limpia…. HA LLEGADO LA HORA DE REIVINDICAR EL PARTIDO SOCIALISTA”.

Es decir, García proponía reivindicar el nombre de socialista no en el sentido de simple desagravio, sino en el sentido de utilizarlo como título de su partido. Por eso decía que había “llegado la hora de ponerse ropa limpia” (cursiva nuestra), es decir, la ropa de partido socialista, que él, contra toda evidencia, no reconocía ni reconoce que está sumamente sucia.

Y, así, después de promover durante veintiún años el nombre de partido socialista, ha terminado diciendo que este nombre está, “ahora”, “comprometido” (7).

Ahora, dice, pues, en otra maniobra para evitar reconocer que se equivocó completamente con su propuesta, pues ocurre que no es desde ahora, sino desde los años 30 del siglo pasado que el nombre de socialista está “comprometido” como título de partidos oportunistas: Partido Socialista de Castillo, Partido Socialista Revolucionario, Partido Socialista Peruano, Partido Socialista de los Trabajadores. Pero su deshonestidad lo lleva a falsificar los hechos históricos para acomodarlos a sus designios personales.

Esta cuestión del nombre de socialista tiene, sin embargo, un fondo que es necesario analizar.

En el artículo Apuntes sobre el Socialismo Peruano, demostramos que, en su literatura sobre el Partido, Mariátegui utilizó el término Socialismo como sinónimo del término Comunismo, así como el término Socialismo Peruano como intercambiable con el término Comunismo Peruano, mientras García utiliza ambos términos en su significado más dilatado, tergiversando así a Mariátegui y, por tanto, no desagraviaba el nombre de Partido Socialista ni mucho menos, sino que reivindicaba la palabra socialista solo para designar la amalgama de revolucionarios y reformistas, de marxistas y revisionistas en una sola organización partidaria (8). De manera que, al proponer un partido socialista, García no cometía un simple error, sino una verdadera desviación de la Creación Heroica de Mariátegui.

Ahora, pues, cambiando de opinión, el nombre de socialista ya no le parece adecuado para el Partido (para su partido, en realidad). Por eso se imponen estos interrogantes: ¿no era que el problema de nuestra época era “la base para sostener el nombre de Partido Socialista”? ¿No era que “si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista”?

¿Por qué, pues, cree García que, ahora,  el nombre de minga es el correcto, si el problema de nuestra época está vigente y, por lo tanto, el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo?

Estos solos interrogantes bastan para percatarse de que lo que esconde la nueva propuesta de García es la idea de que Mariátegui se equivocó al proponer en los años 1920 el nombre de Partido Socialista. De nada le sirve afirmar que “el nombre [del Partido] cae por su peso en nuestra realidad actual” (9), pues desde el Manifiesto Comunista, y no apenas “en nuestra realidad actual”, “cae de su peso” que el proletariado de cada país tiene la necesidad de construir una forma propia del contenido universal del marxismo, idea ésta con la que, sin ninguna duda, pretende sostener el nombre de minga.

Pero ocurre que la forma del Partido no es su nombre, como insinúa García, sino únicamente el término que sirve para designarlo. El contenido del Partido es su ideología, su teoría, su política, sus militantes, y su forma es el modo como están estructurados estos elementos.

Un ejemplo puede proporcionar una mayor claridad sobre el punto. El contenido de una novela es la realidad objetiva reflejada en ella de manera explícita o implícita, y su forma, expresión de su contenido, es el lenguaje, el asunto, la composición, etcétera. El título de la novela es nada más que el término que sirve para designarla con mayor o menor explicitud. En el caso del partido proletario, su título es el término que designa su contenido, también con mayor o menor explicitud.

Pues bien, para sostener su nueva propuesta, García recurre a un método que no es propio del marxismo: descontextualiza aquella afirmación mariateguiana sobre la recreación de la palabra amauta, y declara que así sigue al maestro, cuando, en realidad, seguirlo en punto a la cuestión del nombre del Partido, es asumir su pensamiento orgánico sobre los nombres de los instrumentos materiales e intelectuales de la revolución, y no manipular una afirmación sustraída del contexto que la explica. 

¿Por qué Mariátegui, que tituló Amauta a su célebre revista, en cambio tituló Socialista a su partido y Labor a su periódico político de masas? La correcta comprensión de este hecho histórico permite echar luces sobre la propuesta de un partido minga.

En la Presentación de ‘Amauta’, Mariátegui señaló que “El título no traduce sino nuestra adhesión a la Raza, no refleja sino nuestro homenaje al Incaismo. Pero específicamente la palabra ‘Amauta adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez” (10).

En Aniversario y balance, sostuvo: “Hemos querido que ‘Amauta’ tuviese un desarrollo orgánico, autónomo, individual, nacional. Por esto, empezamos por buscar su título en la tradición peruana. ‘Amauta’ no debía ser un plagio, ni una traducción. Tomábamos una palabra incaica, para crearla de nuevo. Para que el Perú indio, la América indígena, sintieran que esta revista era suya”. “El socialismo no es, ciertamente, una doctrina indo-americana. Pero ninguna doctrina, ningún sistema contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específica ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial, al cual no se sustrae ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental. Esta civilización conduce, con una fuerza y unos medios de que ninguna civilización dispuso, a la universalidad. Indo América, en este orden mundial, puede y debe tener individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino particulares. (…) El socialismo, en  fin, está en la tradición americana. La más avanzada organización comunista, primitiva, que registra la historia, es la inkaica”. “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza”. “La originalidad a ultranza es una preocupación literaria y anárquica. En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. Con este lema, afirmamos nuestra absoluta independencia frente a la idea de un Partido Nacionalista, pequeño burgués y demagógico)” (11).

Por otro lado, en su polémica con Sánchez, el maestro llamó la atención sobre el hecho de “que de la confluencia o aleación de ‘indigenismo’ y socialismo, nadie que mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sorprenderse. El socialismo ordena y define las reivindicaciones de las masas, de la clase trabajadora. Y en el Perú las masas, -la clase trabajadora- son en sus cuatro quintas partes indígenas. Nuestro socialismo no sería, pues, peruano, -ni sería siquiera socialismo– si no se solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas”. “Pero, para ahorrase todo equívoco… en lo que me concierne, no me llame Luis Alberto Sánchez ‘nacionalista’, ni ‘indigenista’, ni ‘pseudo-indigenista’, pues para clasificarme no hacen falta estos términos. Llámeme, simplemente, socialista. Toda la clave de mis actitudes -y, por ende, toda su coherencia, esa coherencia que lo preocupa a usted tanto, querido Alberto Sánchez- está en esta sencilla y explícita palabra” (12).

Y, en el artículo Lo nacional y lo exótico, había esclarecido: “Ninguna idea que fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una idea exótica” (13).

Este es el pensamiento orgánico de Mariátegui sobre los nombres de los instrumentos de la revolución. Como es de conocimiento común, en el Perú concurren cuatro tradiciones en el proceso de formación de la nación peruana y, por esto, cuando Mariátegui habla de “tradición peruana”, está hablando no de una tradición de una sola pieza, sino de una tradición que implica cuatro tradiciones. Por eso, tan peruano es el castellano como el quechua, tan peruanas son las palabras socialista y labor como la palabra amauta (14).

De manera que, cuando el maestro señaló que el nombre de su revista no debía ser un plagio ni una traducción, lo que específicamente dijo fue que no debía ser lo uno ni lo otro en relación al castellano, elemento aportado por la tradición hispánica. Es así como Mariátegui expresó su adhesión “a la Raza”, su homenaje “al Incaísmo”, y, por tanto, al campesinado indígena, aliado natural del proletariado.

Pretender otra interpretación de la examinada afirmación mariateguiana, equivaldría a sostener que el nombre de Partido Socialista del Perú fue un plagio, es decir, que Mariátegui cometió un plagio.

Por otro lado, el verdadero sentido de la confluencia o aleación de indigenismo y socialismo reside en el hecho de que éste último asume las reivindicaciones indígenas, y no en el uso de alguna palabra quechua como nombre de tal o cual instrumento. Los hechos demuestran que, como adhesión y homenaje a la tradición indígena, para Mariátegui fue suficiente titular Amauta a su revista, pues su posición ideológica y política, representativa del proletariado revolucionario, no tenía por qué ser denominada “nacionalista” o “indigenista”, por ejemplo (tal como el propio maestro le hizo ver a Sánchez), ni, en consecuencia, su partido tenía por qué llevar un nombre quechua, sino que debía ser coherentemente denominado con la explícita palabra socialismo (como también le hizo ver a Sánchez) (15).

Ciertamente, la palabra amauta adquirió con la revista de Mariátegui una nueva acepción: en un proceso natural, adquirió el nuevo contenido específico de ser el maestro colectivo que fusionó el socialismo científico con la clase y el pueblo.

En conclusión:

1) aunque haya nacido en Europa, el socialismo es una doctrina y un movimiento mundiales;
2) el socialismo, es decir el comunismo, está en la tradición peruana;
3) en el Perú de Mariátegui la palabra socialismo conservaba intacta su grandeza;
4) esta palabra era una planta aclimatada al Perú y, por tanto, no podía ser calificada de exótica;
5) toda la clave y toda la coherencia de la posición de Mariátegui (léase del proletariado revolucionario) estaba en la explícita palabra socialismo;
6) así reivindicó Mariátegui, en su tiempo, la palabra socialismo que, en Europa, servía ya para designar a la tendencia reformista del proletariado;
7) el nombre de Partido Socialista del Perú significó un nombre propio en relación a la propuesta de la Tercera Internacional (16).

Este es el pensamiento orgánico de Mariátegui que explica por qué tituló Socialista a su Partido, Amauta a su revista y Labor a su periódico. Este pensamiento es, sin duda, ejemplo de su magistral comprensión de la relación entre socialismo y nación en la realidad concreta del Perú en punto a la cuestión del nombre de los instrumentos de la revolución.

Pero García plantea ahora que “Se requiere de un nombre propio, siguiendo la pauta de Amauta” (17), y es claro que plantea esto, en primer lugar, en relación al nombre de socialista, que ha dejado atrás, y en consecuencia su homenaje a la tradición indígena aparece contraria a la tradición hispánica, en la medida en que contiene la idea de que cualquier nombre castellano para el Partido no es propio, y, en segundo lugar, en relación a lo extranjero y, por consiguiente, es igualmente claro que cae en la originalidad a ultranza.

En conclusión, la propuesta de un partido minga encierra la sibilina insinuación de que Mariátegui cometió un plagio al denominar Socialista a su partido. 

Ya hemos señalado que el título del Partido no es su forma y, por esto, plantear un nombre propio con el argumento con el que lo hace García, no pasa de ser una preocupación literaria y anárquica. Pero, tan propia es la palabra amauta como propio sería, por ejemplo, el nombre de Partido del Trabajo (18).

Estas aclaraciones nuestras son, pues, pruebas irrefutables de que García no ha comprendido el pensamiento orgánico de Mariátegui sobre los nombres de los instrumentos de la revolución, es decir, que no ha entendido que, en las condiciones de nuestra dualidad histórica, lo que es necesario seguir no es el caso aislado, singular, sustraído de su contexto, de la revista Amauta, sino el pensamiento orgánico de Mariátegui sobre la nomenclatura de los instrumentos. Sólo siguiendo la pauta de este pensamiento orgánico puede resolverse el problema de darle al partido un nombre suficientemente explícito y suficientemente demarcador (19).

La propuesta de un partido minga tiene su antecedente en el llamado Movimiento Político Inkarri. La palabra inkarri como nombre de un movimiento que se considera revolucionario, es un completo despropósito. El marxismo tiene una concepción lineal del desarrollo histórico, mientras el mito Inkarri expresa la concepción circular del tiempo que caracterizó al pensamiento indígena prehispánico. Esta concepción del tiempo es una concepción cíclica de la historia, semejante a la teoría reaccionaria del eterno retorno. Por cuanto resulta evidente que de lo que se trata no es de volver la rueda de la historia reconstruyendo el Tawantinsuyu, sino de llevar a la victoria la revolución socialista, base del Perú Integral, puede entenderse que este objetivo no es reflejado por la palabra inkarri, que, como nombre de un movimiento político que pretende ser marxista, expresa una completa inconsecuencia con la concepción materialista de la historia, y, por tanto, un demagógico homenaje a la tradición indígena.

En la misma línea demagógica aparece la propuesta de un partido minga. Por cuanto ha quedado demostrado que el título sirve para designar, con mayor o menor explicitud, el contenido del Partido, quienquiera puede percatarse de que el término minga es externo a este contenido en un doble sentido: 1) su significado (trabajo colectivo) expresa nada más que la forma del partido (20); y, 2) a diferencia de lo que ocurrió con la palabra amauta, con ella, es decir con la palabra minga, se intenta una recreación artificial, habiéndose recurrido para este efecto a inventar un acrónimo: Manifiesto Integrador Nacional Gran Acuerdo.

Así, pues, el método de manipular una afirmación de Mariátegui (“específicamente la palabra ‘Amauta’ adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez”) fuera del contexto donde se explica su significado, conduce directamente al artificio de poder “recrear” cualquier palabra de cualquier idioma aborigen. Para esto bastaría inventar un acrónimo.

(…)

Desde luego, García y sus repetidores pueden ponerle el nombre que quieran a su organización, pues ésta no representa al proletariado peruano. Pero en la medida en que la propuesta del nombre minga pretende ser válida para el Partido, entonces era completamente necesario demostrar que, con respecto al tema, García sigue tan extraviado como en relación a otras cuestiones.

Y bien, ahora que han quedado esclarecidas las teorías y establecidos los hechos, “el que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga” (39).

Notas
[4] Esta crítica se encuentra en los libros El Partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui y La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano. Planteamiento de la cuestión, y, como se ha podido ver, en los dos primeros capítulos del presente libro.
[5] ¿Reconstitución, reivindicación, refundación? Es evidente que, después de haber sido revelado su fondo, la propuesta de un partido socialista resultaba insostenible. Pero García dice que “Partido Socialista… otros, son ahora nombres comprometidos” (ibídem; elipsis nuestra), en un esfuerzo por ocultar los motivos últimos por las cuales ha abandonado su propuesta inicial, y muy especialmente por ocultar lo inocultable: que ese abandono prueba la validez de nuestra crítica. Pero el cambio es moco por baba y, por tanto, en todo lo tocante al fondo de la cuestión, nuestra crítica a su proyecto de partido continúa vigente. Es menester agregar que, después de un tiempo de publicada nuestra crítica en su forma original de artículo, García abandonó su propuesta de un partido minga y, en otro bandazo, volvió a proponer el nombre de partido socialista. Estos cambios demuestran la manera despótica con que García dirige a sus partidarios, pero también el servilismo de éstos, pues con la misma facilidad con que abandonaron este nombre por el de minga (uno de ellos hasta saltó de alegría contando que su mamá hablaba de minga cuando había que realizar las labores agrícolas), abandonaron también este nombre para tomar nuevamente el de socialista. Por eso se han ganado el calificativo de repetidores.
[6] Ver cap.1. En su forma original de artículo, este capítulo circuló repetidas veces desde 2007.
[7]  El Partido de Mariátegui; mayúsculas en el original.
[8]  ¿Reconstitución, reivindicación, refundación?
[9]  Organización: contenido y forma; cursiva nuestra.
[10] OC, t.13, p.238.
[11] Ibídem, pp.246, 248, 249; elipsis nuestra.
[12] Ibídem, p.217; elipsis nuestra.
[13] T.11, p. 28.
[14] Por eso, hay que recordar una vez más que, refiriéndose a Amauta, Mariátegui señala que eligió este nombre “Para que el Perú indio, la América indígena, sintieran que esta revista era suya”. Pero nadie que mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sorprenderse de que el partido del proletariado peruano (y de cualquier otro país), requiere de un nombre que explicite exacta o aproximadamente su contenido de clase. El proletariado es una clase internacional, el comunismo es un movimiento mundial, la meta proletaria es universal. Esto no quiere decir que se uniforme el nombre de los partidos proletarios, sino más bien que, expresando, en alguna medida, su contenido de clase, permita que el proletariado sienta que el partido tal es suyo. Por otra parte, hay que reconocer que, en el contexto general en que se encuentra la expresión “Hemos querido que ‘Amauta’ tuviese un desarrollo orgánico, autónomo, individual, nacional”, los términos autónomo y nacional son excesivos. En realidad, lo que tuvo un desarrollo autónomo, nacional, fue el conjunto del proceso del Socialismo Peruano, hasta la prematura muerte de Mariátegui. Este desarrollo se observó tanto en el contenido como en la forma, y hasta en los nombres de los instrumentos de la revolución.
[15] Puede decirse, por eso, que en el marco de los nombres de los instrumentos de la revolución, en cuanto al nombre del Partido Mariátegui puso la cuestión de clase sobre la cuestión nacional. El lector perspicaz comprenderá fácilmente por qué el maestro procedió así precisamente, y no al revés.
[16] Esto significa que el internacionalismo no está en conflicto con un nombre propio para el Partido, a condición, claro está, de que no se caiga en originalidad a ultranza, es decir, a condición de que se sepa realmente elegir un nombre que explicite suficientemente el contenido del Partido.
[17] ¿Reconstitución, reivindicación, refundación?; negritas en el original.   
[18] A propósito, hay que recordar que también Haya vivía hundido en la preocupación literaria y anárquica de los nombres propios, y que, precisamente, Alianza Popular Revolucionaria Americana, era un “nombre propio”. Y como lo sabe todo el mundo, el Apra utilizó y utiliza palabras quechuas y símbolos tawantinsuyanos, en un demagógico homenaje a la tradición indígena.
[19] En el tiempo de Mariátegui, el término Socialista como nombre del Partido era, justamente, una palabra suficientemente explícita de su contenido.
[20] La palabra minga expresa el modo en que están estructurados los elementos que constituyen el contenido del partido (trabajo colectivo en oposición a trabajo individual), pero no su contenido mismo. Trabajo colectivo también es, por ejemplo, el trabajo en una cooperativa de producción que, en las condiciones del capitalismo, es funcional al Estado. Es decir, la palabra minga no explicita en modo alguno el contenido del Partido. Por eso su proponente se ha visto obligado a inventar un acrónimo, pero esto es ya un ejercicio gratuito.
[39] San Marcos.


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


Ramón García o la Manipulación

(Extracto)


E.I.


La acusación de negar el Socialismo Peruano y la acusación de ser espectador no están dirigidas a mi persona, pero sí aquella otra según la actual considero la constitución del PSP “como una tragedia” (énfasis de García), razón por la cual paso a demostrar su falsedad.

En el primer párrafo de El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Marx señaló: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa. Caussidière por Dantón, Luis Blanc por Robespierre, la Montaña de 1848 a 1851 por la Montaña de 1793 a 1795, el sobrino por el tío. ¡Y la misma caricatura en las circunstancias que acompañan a la segunda edición del 18 Brumario!”.

Cualquier lector inteligente (y sin la perversa intención de tergiversar el sentido de las palabras de Marx), en modo alguno podría considerar que el fundador del comunismo científico concebía la historia como una tragedia, nada más porque esta palabra aparece en el párrafo citado. Como es notorio, la mencionada palabra aparece ahí no en su sentido habitual, sino significando el carácter original, auténtico, genuino de un hecho o personaje históricos, en contraposición a su repetición que aparece como imitación, como caricatura, como farsa.

Y ocurre que mi afirmación, “Parafraseando a Marx, puede decirse, pues, que, si la experiencia de Mariátegui aparece como tragedia, su formal repetición aparece como farsa”, es, explícitamente, una paráfrasis de la de Marx. Esto significa que, con ella, me he referido a la fundación del PSP como un hecho que tiene la virtud de lo original, de lo auténtico, de lo genuino, en contraposición al intento de fundar un otro partido socialista en el Perú de hoy, que aparece con el demérito de ser una imitación, una caricatura, una farsa. El significado de mi afirmación tiene, pues, que aparecer evidente para cualquier persona intelectualmente honesta.

Pero la mala fe es tal, que García me acusa de considerar la fundación del PSP “como una tragedia”. Por cuanto es imposible que una persona normalmente inteligente no comprenda el verdadero sentido del párrafo de Marx y, por tanto, de mi afirmación, la falaz acusación revela: 1) que su autor ha torcido el significado de mi aserto; 2) que, de ese modo, intenta crucificarme; 3) que así pretende desviar la atención de la farsa que significa repetir lo formal (nombre del partido), y, al mismo tiempo, negar lo esencial de la experiencia mariateguiana (marxismo-leninismo).

En su artículo Elogio de “El Cemento” y del realismo proletario, Mariátegui escribió: “Ninguna revolución, ni la del cristianismo, ni la de la Reforma, ni la de la burguesía, se ha cumplido sin tragedia. La revolución socialista, que mueve a los hombres al combate sin promesas ultraterrenas, que solicita de ellos una extrema e incondicional entrega, no puede ser una excepción en esta inexorable ley de la historia”.

Puesto que, como se ve, el maestro utiliza la palabra tragedia en su significado habitual, García, si fuese consecuente con su mala fe, inescapablemente tendría que acusar a Mariátegui ¡de considerar la revolución socialista como una tragedia!

El proyecto de un partido socialista de ahora por el proyecto de un partido socialista de 1928, el Comité de Propaganda y Organización Socialistas de ahora por el Comité de Propaganda y Organización Socialistas de 1918, García por Mariátegui. No cabe duda: Marx tenía razón: todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces: “una vez como tragedia y la otra como farsa”.

Sin ningún equilibrio mental, sin ninguna objetividad, completamente obnubilado por el odio, García ha retorcido el significado de mis palabras y malignamente me ha acusado de concebir la fundación del PSP como una tragedia, nada más porque en mi afirmación, igual que en la de Marx, aparece dicha palabra.

No obstante, contrariamente a su intención, está completamente claro que no ha revelado ni podía revelar ninguna actitud negativa mía respecto a la experiencia mariateguiana (acerca de la cual, por lo demás, he publicado algunos artículos que desmienten categóricamente su infundio), sino por el contrario su método criollo, su condición de falsario, su intención liquidadora.

Como es de conocimiento común, desde hace tiempo García ha eludido todo debate de ideas con el suscrito y, evidenciando su impotencia, cada vez ha recurrido a la acusación gratuita, a la adjetivación obscena, al ataque personal. Esto lo pinta de cuerpo entero.

Ciertamente lo esclarecido es suficiente para que el lector atento, inteligente, no bloqueado por el seguidismo, pueda percibir toda la perversidad de García.

Después de provocar algunas muecas de alegría maligna en algunos de sus partidarios, las infames palabras de García se las ha llevado el viento.

Por el contrario, mis palabras, paráfrasis de las de Marx, marcan una verdad sencilla y evidente: la caricatura que significa repetir lo formal (el nombre), y, al mismo tiempo, negar lo esencial (el marxismo-leninismo) del proyecto de partido de Mariátegui. POR ESO NO SE LAS LLEVA EL VIENTO.

En conclusión, es evidente que, una vez más, a García el tiro le ha salido por la culata.

21.01.2009.
CREACIÓN HEROICA