miércoles, 1 de octubre de 2014

Política

¿Qué es lo Que se Queda de la Izquierda Peruana? La Transformación Social o la Conformación Social: Cuatro Puntos Para Discutir

Jan Lust


Resumen: La actual correlación de fuerzas de clase en el Perú hace que sea muy difícil un cambio radical y auténticamente izquierdista en el ámbito nacional, regional y local. De hecho, la ideología neoliberal ha echado raíces firmes en la sociedad peruana. La atomización ideológica de la izquierda peruana, una de las consecuencias del poder neoliberal en la sociedad, ha causado confusión dentro de la población peruana como también dentro de las filas de la izquierda. Este artículo está dedicado a aclarar cuatro cuestiones fundamentales que diferencian dos tipos de izquierda dentro de la familia de la izquierda: los que apuntan a la transformación social y aquellos que quieren mantener el estatus quo social. El artículo concluye con un llamado a elaborar una estrategia revolucionaria de desarrollo.

Palabras clave: modo de producción capitalista, clase, estado capitalista, imperialismo, estrategia revolucionaria de desarrollo

Introducción

La lucha por un cambio radical del modelo de desarrollo comienza con una lucha por la conciencia de la población. De hecho, tener la conciencia correcta con respecto a las relaciones existentes es una condición indispensable para una práctica política orientada a la transformación social de la sociedad. La actual correlación de fuerzas de clase en el Perú, sin embargo, hace que un discurso izquierdista, por ejemplo a favor de la intervención estatal en la economía, sea prácticamente imposible. Las políticas neoliberales radicales introducidas en la década de 1990 han posibilitado a la clase dominante de hacer creer a la población que el desarrollo sólo es posible con el libre funcionamiento de los mercados.

La cuestión de lo que es la izquierda, o mejor, lo que queda de la izquierda peruana tiene todo que ver con el poder político y social actual de las fuerzas que favorecen las políticas de libre mercado. Por cierto, en el contexto peruano actual el poder de estas fuerzas sociales no sólo es inversamente relacionado con la fuerza de los grupos y organizaciones de orientación de izquierda, sino que también ha influido predominantemente, o tal vez ha determinada, los cambios ideológicos que lentamente, pero con firmeza, se han introducido dentro del pensamiento izquierdista en la última década. En cierta forma, Félix Jiménez (2014) tiene toda la razón cuando dice que las organizaciones de izquierda que están a favor de la dictadura del proletariado y abogan por la extinción del mercado son difíciles de encontrar.

Este artículo tiene la intención de incentivar a un debate sobre lo que significa ser parte de la izquierda. Teniendo en cuenta la inflación del significado del concepto en la última década debido a, entre otras cosas, la falta de debate ideológico y programático, consideramos que es útil empezar a marcar algunas de las diferencias entre la izquierda que apunta a la transformación social y de los elementos, que también forman parte de la familia de la izquierda, cuya finalidad es la conformación social.

Este artículo está organizado en cinco secciones. Cada sección en particular se trata un aspecto fundamental del pensamiento político de la izquierda que debería haber sido discutido en todas las organizaciones de izquierda. Sobre la base de sus puntos de vista respecto a cada uno de estos cuatro temas, se podría diferenciar entre la izquierda que apunta a la transformación social, es decir, a un cambio irreversible de las relaciones de producción que pueden ser deconstruidas en relaciones de propiedad, funcionalidad y explotación; quién produce qué, para quién y cómo (Carchedi, 1987 : 95), y la izquierda que favorece la conformación social, es decir, los que creen en un capitalismo de rostro humano y piensan que con un incremento de la regulación de los mercados y de los programas de inclusión social se podrá hacer desaparecer la esencia de la injusticia en la sociedad peruana. En la sección 1 se discute el modo de producción capitalista y la sección 2 está dedicada a la clase social. En la sección 3 se profundiza un poco en la cuestión del estado capitalista y en el apartado 4 nos dirigimos a la globalización y el imperialismo. En la sección 5 presentamos, a modo de conclusión, algunas ideas concretas relacionadas con la elaboración de una estrategia revolucionaria del desarrollo.

1. El modo de producción capitalista

El modo de producción capitalista se basa en la producción de la plusvalía por los productores directos y su apropiación por los propietarios de los medios de producción. De esto se deduce que las relaciones sociales de producción, «comprenden la relación de los productores directos con los medios de producción y su fuerza de trabajo, la naturaleza de los propietarios no productores y el modo de apropiación de plus trabajo de los productores directos por dichos propietarios» (Callinicos, 2004: 54). Los dueños de los medios de producción se ven obligados a transformar la plusvalía en capital (acumular) con el fin de sobrevivir en la lucha con otros capitalistas y para ampliar su producción. Esta necesidad los exige también a aumentar la explotación de los productores directos, produciendo más plusvalía (absoluta y relativa).
       
La relación entre los propietarios de los medios de producción y los que solamente tienen su fuerza de trabajo por vender es además una relación de explotación también una relación de opresión y de dominación. Dominación económica, social, política e ideológica, ya que la articulación de estos elementos confiere al modo de producción capitalista un carácter de sistema de organización social (general y específico).

Formaciones sociales capitalistas concretas nunca se caracterizan simplemente por el modo de producción capitalista. Hay varios tipos de relaciones pre-capitalistas de producción que coexisten con las relaciones capitalistas, aunque normalmente éstas son de importancia marginal y están socialmente subordinadas de varias maneras al modo de producción capitalista (Wright, 1980: 329-330). De hecho, estos modos de producción solamente pueden mantenerse porque, subsumidos a la lógica del capital, son funcionales al modo de producción dominante y a su sistema de organización social.

Una transformación social de la sociedad debería implicar la transferencia de los medios de producción en manos de la sociedad a través de un proceso de nacionalización y de socialización. Procesos políticos que favorecen la conformación social tienen la intención de incrementar la base económica, social e ideológica del modo de producción capitalista, por ejemplo a través de ampliar y profundizar el mercado interno.

2. La clase social

La sociedad capitalista está estructura de acuerdo a los intereses políticos, económicos y sociales de los individuos que conforman la sociedad. Estos intereses son determinados por el lugar y la función de uno en el proceso de producción y reproducción del sistema. La lucha entre estos, principalmente, intereses antagónicos determina el curso específico de la sociedad.

La estructura social de la sociedad podría ser entendida de diversas maneras. La izquierda que favorece la transformación social lo hace en términos de la relación del individuo con la producción (a poseer o ser desposeído de la propiedad de los medios de producción). Aquellas organizaciones que favorecen la conformación social, estructuran la sociedad (i) en términos de la relación del individuo con el consumo o el mercado; (ii) la relación de un individuo con el “trabajo” o su ubicación en la división técnica del trabajo de acuerdo con la industria y la ocupación; y/o (iii) según el nivel de ingresos de un individuo (o del hogar), tal como lo entiende la mayoría de los economistas es decir, como una agrupación estadística de los individuos en relación con el ingreso nacional en lugar de como un grupo social en un sentido sociológico. Sin embargo, estructurar la sociedad en grupos ocupacionales y sobre la base de la relación del individuo con el consumo o con el mercado y en grupos de ingresos es presentar, como estructura de la sociedad, las particularidades o manifestaciones de una realidad determinada en un cierto punto en la historia de una formación social dada y no estaremos en capacidades de establecer los fundamentos sociales y económicos de estas particularidades.

Las organizaciones políticas que apuntan a un capitalismo de rostro humano han eliminado la clase social como el fundamento de la sociedad, como la unidad elemental para el análisis del desarrollo de la sociedad, y como la clave para la transformación social. De hecho, las teorías que no diferencian entre las distintas instituciones sociales e “identidades”, no pueden tratar de manera crítica al capitalismo. Mediante la eliminación de la clase, la relación de explotación desaparece como una de las condiciones objetivas para el desarrollo del sistema capitalista y está transformada en un asunto individual y subjetivo (Wood, 1990: 79).

La eliminación de la clase del análisis social hace que la lógica totalizadora y el poder coercitivo del capitalismo se conviertan invisibles y se erradica la posibilidad de definir las relaciones de poder estratégicas, así como los conflictos entre grupos sociales (Portes y Hoffman, 2003: 9). Una transformación social de la sociedad sólo puede materializarse si los propietarios de los medios de producción, como clase, son eliminados política y económicamente. La izquierda que favorece la conformación social, no apunta a este objetivo y, como consecuencia, ellos sirven, directa e indirectamente, a los intereses de la clase capitalista.

3. El estado capitalista

El estado capitalista es la consecuencia de las contradicciones entre las clases y dentro de clases, entre fracciones de clase (teoría estructuralista del estado), como un instrumento en las manos de la clase dominante (la teoría instrumentalista del estado). La combinación de ambas teorías, de acuerdo a la izquierda que lucha por la transformación social, es crucial para la comprensión del funcionamiento del sistema capitalista a nivel político.

El estado capitalista es un colectivo de todos los organismos institucionales que sirven al propósito de capital en conjunto; es un órgano de y para la dominación de clase y de opresión y tiene la tarea de mantener las condiciones generales para la reproducción del modo de producción capitalista.

En esta era de la globalización neoliberal se ha argumentado que el papel del estado capitalista se ha reducido o minimizado por el poder económico de las empresas transnacionales. Este punto de vista es erróneo, ya que no sólo abstrae de la realidad capitalista actual, sino también de la práctica política, económica y militar del imperialismo, encarnado por los Estados Unidos. Como argumenta Márquez (2010: 12), el estado capitalista es un agente central para expandir el neoliberalismo. Además, como se ha demostrado por la crisis financiera mundial que comenzó a desarrollarse en el 2008, el estado capitalista interviene para socializar la deuda de las empresas privadas. En el caso específico de un país en la periferia del sistema capitalista mundial como el Perú, el estado ejecuta principalmente las funciones económicas e ideológicas que son indispensables para la reproducción ampliada del capital transnacional. O como González Casanova (2006: 225) explica, el papel del capital nacional en los países capitalistas de la periferia, en el sistema capitalista mundial, está reducido a principalmente las exportaciones de materias primas, ocupando un lugar como intermediarios en la metrópoli de los países del “Sur”.

La izquierda que “promueve” procesos de conformación social, de conformidad con un discurso de la sociedad civil, no considera los organismos del estado capitalista como adversarios de clase, sino como socios. Al aceptar sin rodeos las instituciones del estado capitalista, ésta izquierda implícitamente apoya y mantiene la dictadura de una minoría sobre la mayoría y todo lo que esto implica. Una transformación social de la sociedad apunta a la destrucción del estado capitalista y una democratización profunda de la sociedad. Eso es el objetivo de la izquierda que también se denomina como la izquierda revolucionaria.

4. Globalización e imperialismo

La globalización es la forma institucionalizada de explotación y opresión a nivel mundial por parte del centro capitalista. Es el resultado de la búsqueda continua por parte del capital de las mayores tasas de ganancias, facilitadas por la receta neoliberal de la abolición de los controles de capitales, la apertura de los mercados y regímenes fiscales favorables.

La globalización es un proyecto de la clase dominante para la acumulación de capital a escala global (Petras y Veltmeyer, 2011: 107), aunque sus condiciones no son, como en periodos anteriores, dictados unilateralmente por el capital de los países centrales (Amin, 1998: 141). La Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) son, como Bello (2006: 1349) escribe: «pilares fundamentales del sistema de gobernanza mundial del orden global neoliberal», y sirven a los intereses de Estados Unidos y a sus aliados en el “Norte”. Es por estas razones que el término imperialismo es más adecuado para definir la que se ha conocido como la globalización. El uso del término globalización por los responsables políticos y economistas convencionales tiene la intención de ocultar la naturaleza clasista de la globalización, las realidades de clase detrás de ella (Petras y Veltmeyer, 2010: 65).

Las relaciones entre los países del centro del sistema capitalista mundial y la periferia no son lineales o estáticas. Como argumentan Petras y Veltmeyer (2011: 105), estas relaciones «son dinámicas y cambian con el tiempo, en parte debido a las preocupaciones geopolíticas y económicas del estado-nación sujeta al poder imperial que lleva a una búsqueda de una autonomía relativa de los funcionarios estatales y políticos en estos países y la protección del interés nacional que está cuestionada». Además, aunque los capitalistas en los países del “Norte” y del “Sur” puedan tener en ciertos puntos intereses económicos conflictivos, sin embargo notablemente disminuido por el aumento de la penetración de corporaciones que funcionan a nivel mundial, en general las diferencias de los intereses económicos y los objetivos políticos de corto plazo se dejan de lado cuando el sistema se pone en duda o está en peligro.

La izquierda que favorece un capitalismo de rostro humano o la conformación social, ayuda a i) mantener la estabilidad política que podría ser interrumpido por la sublevación de las masas empobrecidas y hambrientas; ii) encerrar la población en proyectos de pequeña escala como medio para mistificar las estructuras que yacía en el fondo de su situación socio-económica en particular; y iii) desarrollar pequeños mercados locales como mecanismos de generación de ingresos y para la difusión de la ideología capitalista. La izquierda que lucha por la transformación social tiene la intención de romper las cadenas con el centro capitalista, levanta su población de la miseria y la convierte en objeto y sujeto de su propio desarrollo.

5. Conclusión

Tenemos la firme convicción de que un cambio en el Perú es posible. Sin embargo, no consideramos que sea posible dentro de los límites del capitalismo. Proponemos una transformación revolucionaria de la sociedad que se inicia mediante el empoderamiento de los movimientos sociales, proporcionándoles las armas ideológicas para desarrollar las propuestas para el cambio y para contrarrestar los ataques del capital y los responsables de las políticas neoliberales.

La necesidad de la transformación revolucionaria puede ser fácilmente justificada en base a los objetivos de desarrollo generalmente aceptados. En caso que signifique una mejora constante y estructural de las condiciones sociales de una parte cada vez mayor de la población, debe implicar una ruptura con la mercantilización de las necesidades sociales básicas de la población, como el agua, la sanidad y la educación. Si también apuntara a un aumento cualitativo de la participación de la población en la toma de decisiones políticas y económicas, debe significar dar a las masas explotadas y oprimidas la propiedad, el control y la gestión de los medios de producción.

Una estrategia que apunta a la transformación social de la sociedad inevitablemente tiene que estar basada en la conciencia social de la población y su situación socio-económica, ya que es la única manera de conectar el proyecto de transformación social a la realidad de las masas. Por lo tanto, esta estrategia tiene que ser conceptualizada como un proceso que avanza de acuerdo con los cambios en la correlación de fuerzas de clase, como resultado de la lucha de clases que evolucione a lo largo del período de tiempo que la estrategia está echando raíces en las clases sociales explotadas y oprimidas de la sociedad, y que está siendo internalizada en su práctica política.

Dada la correlación actual de las fuerzas de clase y el poder de la ideología neoliberal en la sociedad, consideramos que la estrategia debe partir de lo que llamamos una perspectiva reformista revolucionaria. La lucha por las propuestas reformistas revolucionarias podría contribuir a romper el dominio de la ideología neoliberal, sin embargo, tan revolucionario como podrían ser estas propuestas reformistas en el contexto peruano, su implementación no tiene un carácter duradero y definitivo si la burguesía, como clase, no ha sido políticamente y económicamente eliminada o, como Amin (2010: 47) explica: «en tanto que el capitalismo no ha sido derrocado, la burguesía tiene la última palabra en la lucha de clases».

Referencias

● Amin, Samir (2010), The law of worldwide value, New York, Monthly Review Press.
● Amin, Samir (1998), “Imperialismus und Globalisierung”, en Das Manifest - heute. 150 Jahre Kapitalismuskritik, Hamburg, VSA Verlag, pp.137-149.
●Bello, Walden (2006), “The capitalist conjuncture: over-accumulation, financial crises, and the retreat from globalization”, Third World Quarterly, vol. 27, no. 8, pp.1345-1367.
●Callinicos, Alex (2004), Making history. Agency, structure and change in social theory, Leiden / Boston, Brill.
●Carchedi, Guglielmo (1987), Class analysis and social research, Oxford, Basil Blackwell Ltd.
●González Casanova, Pablo (2006), Sociología de la explotación, Buenos Aires, CLACSO.
●Jiménez, Félix (2014), “La utopía republicana para una nueva izquierda (I)”, en La Primera, 01-03-2014, en http://www.laprimeraperu.pe/online/economia/la-utopia-republicana-para-una-nueva-izquierda-i_163777.html (consultado 07/03/2014).
●Márquez Covarrubias, Humberto (2010), “Crisis del sistema capitalista mundial: paradojas y respuestas”, Polis, Revista Latinoamericana, vol. 9, no. 27, en http://polis.revues.org/978 (consultado 09/03/2014).
●Petras, James y Henry Veltmeyer (2010), “Neoliberalism and the dynamics of capitalist development in Latin America”, en Berch Berberoglu (coord.), Globalization in the Twenty-First Century, New York, Palgrave Macmillan.
●Petras, James y Henry Veltmeyer (2011), “Rethinking imperialist theory and US imperialism in Latin America”, HAOL, no. 26, pp.103-114, en
●Portes, Alejandro y Kelly Hoffman (2003), “Las estructuras de clase en América Latina: composición y cambios durante la época neoliberal”, CEPAL, Serie Políticas Sociales, Santiago de Chile, no. 68, en http://www.eclac.org/publicaciones/xml/1/12451/lcl1902e-p.pdf (consultado 07/03/2014).
●Wood, Ellen Meiksins (1990), “The uses and abuses of ‘civil society’”, Socialist Register, vol. 26, en

●Wright, Erik Olin (1980), “Varieties of Marxist conceptions of class structure”, Politics & Society, vol. 9, no. 3, pp.323-370.



Socialismo y Lucha Municipal


César Risso


La actual lucha municipal está ocultando los verdaderos móviles de sus participantes. Por ello es necesario replantear la  estrategia y la táctica del proletariado en esta contienda electoral.

En la medida que las diversas tiendas políticas llamadas de izquierda están invadidas ideológicamente por la concepción burguesa, no encuentran el camino a desarrollar para defender los intereses del proletariado.

Históricamente el proletariado lucha por el socialismo. Para ello debe generar y desarrollar la conciencia de clase, que consiste en la necesidad de superar el actual sistema económico capitalista por el sistema económico socialista a través de las diversas formas de lucha, entre ellas la lucha política. Conquistar el poder político como una acción de masas, pasa necesariamente por la labor de propaganda. Sin embargo sabemos que esta se lleva a cabo por los representantes del proletariado con poco impacto en las masas, debido sobre todo a los escasos medios con los que se cuenta para ello. La burguesía cuenta con los medios económicos y políticos para desarrollar una propaganda a todo nivel. Por ello, precisamente en los procesos electorales, en que la población está al tanto de las diversas propuestas, donde la cobertura es mucho mayor para las fuerzas políticas proletarias, se deben usar todos los medios a nuestro alcance para desarrollar la conciencia proletaria.

He aquí que la “izquierda”, en lugar de desarrollar la conciencia proletaria, se propone apoyar a un candidato. Uno de los argumentos para afrontar de esta forma la lucha electoral, es que tal candidato representa al pueblo. La pregunta es cómo así tal candidato representa al pueblo. Una posible respuesta, basada en los argumentos de los supuestos representantes de la izquierda, está dada por el hecho de que ese candidato “es de izquierda”.

Pensemos concretamente en Susana Villarán. ¿Es de izquierda? En alguna presentación frente a los empresarios, en su primera campaña electoral, señaló que nunca comprendió “aquello de la plusvalía”. Justamente este concepto designa a la ley económica fundamental del capitalismo, en la que se refleja la explotación del obrero asalariado, y que es la ley que se debe cambiar a través del socialismo, en la que se superará toda forma de explotación del hombre por el hombre.

Todos los males sociales derivan, sobre todo, de esta ley. La corrupción, la sobre explotación, la discriminación, las guerras, las diversas formas de la delincuencia, etc., son generados por el sistema capitalista.

Sin comprender la ley de la plusvalía no se puede ser socialista. Por ello Susana Villarán no lo es. No basta que nos autocalifiquemos de izquierda, tenemos que ser efectivamente de izquierda comprendiendo el rol histórico del proletariado, y con ello el papel que este debe cumplir en la coyuntura electoral actual.

¿Cuál es el otro argumento que dan los representantes de la “izquierda”?. Que Susana Villarán lucha contra la corrupción, y que su trabajo en el seno de la municipalidad de Lima está marcado por la honestidad.

Pues bien, pensemos en que desaparece la corrupción. ¿Quiere decir esto que la explotación ha desaparecido? La explotación consiste en extraer trabajo no remunerado de los obreros asalariados a través del capital. Y el capital no es la máquina o medio de producción, sino la relación social en la cual los burgueses son los propietarios privados de estos medios de producción; esta relación les permite apropiarse de los resultados del trabajo directo, y así agenciarse de todo el valor, parte del cual ceden al obrero bajo la forma de salario. Es decir, la ganancia bajo sus diversas formas es creación del trabajador directo, pero de la que se apropia el capitalista, amparado en la ley burguesa.

Entonces, cómo podemos pensar que el problema es la lucha contra la corrupción, cuando esta es consecuencia del sistema capitalista que impera en nuestro país. Luchar contra la corrupción sin luchar contra el capitalismo es apoyar la corrupción.

Se confunde actualmente, y esto se debe al trabajo de la burguesía, de los reformistas y de los revisionistas, al socialismo con un régimen político en el cual la ganancia de los capitalistas es válida siempre y cuando los obreros reciban un salario justo. Aunque, necesario es decirlo, cada quien entiende lo de salario justo en función de sus intereses de clase. Así, la burguesía entiende el salario justo como aquél que le permite obtener las mayores ganancias, mientras que las fuerzas de la seudo izquierda consideran que el salario justo está dado por una remuneración digna que permita satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores. Pero el detalle está en que todo esto se da en el marco del sistema capitalista. Es decir, todos están luchando para que los cambios se den dentro de este sistema.

Los programas planteados por las diversas fuerzas políticas, de derecha y de izquierda, ven la parte técnica del problema. Definitivamente hay una serie de problemas que se deben afrontar de manera urgente, pero sabemos que estos son creados por el sistema capitalista. En esta campaña electoral las propuestas aumentan una y otra vez, pues se cree que el problema es sobre todo técnico, cuando realmente es político y social. Por ello, al plantear más cambios, más construcción, etc., quienes ven con fruición la campaña electoral son precisamente los burgueses, que se beneficiarán con los proyectos que van a realizar. Es decir, que la “izquierda” electoral, con sus proyectos, representa los intereses de la burguesía.

Hay quienes afirman que la lucha política del proletariado, en esta coyuntura en Lima, consiste en apoyar a Susana Villarán, pues de lo contrario se estaría avalando al candidato de la derecha y de la corrupción.

Esta es una disyuntiva burguesa. Y peor aún, en la forma en que las fuerzas populares dirigidas por sus “representantes” la están llevando a cabo. Si bien es cierto que debemos buscar la unidad del pueblo, esta debe hacerse en función de los intereses del proletariado. Esto quiere decir que debemos aprovechar la actual campaña electoral municipal para hacer propaganda por el socialismo. Las masas no se van a dirigir espontáneamente al socialismo si lo desconocen, si desconocen el origen de todos los males sociales. Precisamente en esta coyuntura electoral es donde debemos aprovechar todos los medios para hacer conocer el socialismo a las masas. No hacerlo es traicionar los intereses históricos del proletariado.

Si no se hace propaganda por el socialismo, el eventual triunfo de Susana Villarán no significará el triunfo de la izquierda, sino el triunfo de una propuesta que trabaja con honestidad haciendo los cambios, que todos los candidatos han propuesto, pero en el marco del sistema capitalista. Para que podamos hacer una lectura correcta del caudal electoral popular de la izquierda, esta tiene que presentarse como es, es decir, como una fuerza política que lucha por el socialismo.

De modo que hay que participar en la contienda electoral, desarrollando el frente político electoral municipal con aquellas fuerzas que por sus características tienen una actitud consecuente de lucha contra los males del capitalismo, aunque por el momento no necesariamente contra el sistema capitalista; haciendo una campaña intensa por el socialismo, manteniendo nuestra independencia de clase, y criticando todas las desviaciones de los integrantes del frente, así como todas las formas de las expresiones políticas de la derecha.

La lucha concreta por el socialismo requiere de la lucha ideológica, teórica, política y orgánica, sin la cual no se podrán corregir los errores y enrumbar al proletariado a “encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo”. (JCM. Principios Programáticos del Partido Socialista).


Hacia una Igualdad Sustantiva de los Seres Humanos

Santiago Ibarra

Según la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada por la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, “todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos”, más allá de su condición económico-social, idiomática, nacional, racial o religiosa.

Esta Declaración contempla una serie de derechos, como los sociales: el derecho de todo ser humano al trabajo, “a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana…”, “a igual salario por igual trabajo”; el derecho a la salud; el derecho a la educación. Los derechos cívicos- políticos: el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad; el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión; el derecho a no sufrir torturas. Asimismo, esta Declaración afirma el derecho burgués a la propiedad, aunque este derecho, como decían Marx y Engels con gran realismo e ironía, es violado por la propia burguesía todos los días.   

El conjunto de estos derechos son violados en el planeta de norte a sur y de este a oeste en una abrumadora cantidad todos los días. Tenemos, así, en el planeta, altos niveles de desempleo, más de mil millones de personas que viven bajo una situación de hambre crónica, dos tercios de la humanidad que viven en la precariedad, y las más diversas formas de degradación de las relaciones humanas. Mientras tanto, los estados y el gran capital continúan gastando ingentes cantidades de dinero en armas y guerras, indiferentes al drama que padecen miles de millones de personas.

Lo que tenemos, así, es una creciente degradación de la vida social e individual de los seres humanos. Los gobiernos buscan disminuir la violencia cotidiana mediante la aprobación de leyes que preservarían la integridad física y moral de niños, mujeres y ancianos, y la aprobación de leyes llamadas de “seguridad ciudadana”, a la vez que crean nuevas instituciones encargadas de preservar el respeto de los derechos humanos de las personas. Ninguna de estas medidas, desde luego, son suficientes, y, peor aún, aumenta día a día la violación de los derechos humanos. ¿Existe realmente una cultura de derechos? Para el poder político y para millones de personas suele suceder que no existe siquiera la noción misma de derechos. Lo que existe entonces es una crisis de valores generalizada: no hay respeto por la dignidad de la persona.

Los ángulos desde los que se puede y deben analizar estos fenómenos son numerosos. Queremos llamar la atención aquí solamente sobre algunos de ellos.

Hay que observar que la mencionada declaración se fundamenta en una concepción formal de la igualdad de los individuos: “todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos”. Es decir, la mencionada declaración hace abstracción acerca del hecho real de que los individuos forman parte de clases, razas, sexos, naciones y culturas, pertenencias a partir de las cuales los individuos entablan relaciones desiguales de poder. La burguesía explota al proletariado y por distintas vías también al campesinado y al artesanado, reduciendo toda vez que puede el salario real de los trabajadores mediante diferentes mecanismos e incrementando las diferencias sociales entre ricos y pobres (es decir, reduciendo el salario relativo de los trabajadores). El imperialismo estadounidense y europeo domina y sojuzga a la amplia mayoría de naciones interviniendo militarmente y haciendo la guerra a las más diversas naciones, así como endeudándolas, transfiriendo así las riquezas generadas en estos países hacia sus centros de acumulación. El racismo en cualquiera de sus formas, la xenofobia y el machismo como ideología del patriarcado hacen estragos en las relaciones interpersonales, y son muchas veces el resultado directo del ejercicio del poder político, pero no podemos dejar de ver en ellas también la expresión del prejuicio y de las relaciones de poder existentes al interior de la sociedad, entre individuos de razas distintas de la misma o de distintas clases sociales (entre blancos de un lado y negros, indígenas y mestizos del otro, pero también entre indígenas); entre hombres y mujeres al interior de las familias y fuera de éstas; entre autóctonos y extranjeros, etc.  

La Declaración constituye sin duda una avanzada porque parte del principio de la igualdad de los seres humanos, en contraposición a las concepciones ideológicas de pretensión científica (como, por ejemplo, el darwinismo social) que justificaban la desigualdad de los mismos. En este sentido, es una continuación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución francesa de 1789, la cual constituyó un acontecimiento histórico de envergadura, cuyos ecos -como fácilmente puede comprenderse- los tenemos  todavía entre nosotros: los valores de la igualdad, la libertad y la fraternidad.     

No obstante, bajo el capitalismo realmente existente nunca se cumplió estrictamente lo prescrito en ambas declaraciones. Para la comprensión de la sistemática violación de los derechos humanos, ¿debe discutirse la mala voluntad de los gobiernos, de las personas, alguna intencionalidad natural malévola en ellas, o debemos discutir antes y a la vez la naturaleza misma del sistema bajo el cual le damos todos una finalidad determinada a nuestras acciones? No tenemos dudas que es esta última cuestión lo que está esencialmente aunque no únicamente en entredicho, el capitalismo y el imperialismo,  por cuanto ambos son la realidad cotidiana que miles de millones de personas en el mundo deben soportar todos los días. Debe discutirse, entonces, en primer lugar, el principio de la propiedad privada, bajo el cual se concentra la riqueza en un polo cada vez más reducido de la sociedad mundial mientras que, de otro lado, se distribuye la pobreza en la mayor parte de la población mundial, también creciente. Se colige que en la discusión debe entrar el trabajo asalariado, la esclavitud asalariada, el trabajo enajenado.

De otro lado, debe estar en discusión la extrema financiarización de la economía mundial, que tiene su origen último en la lógica de la rentabilidad (la misma que rige la acumulación de capital en el sector productivo), de la maximización de las ganancias del capital. Es precisamente bajo esta lógica que se ha producido en las tres últimas décadas una disminución del crecimiento industrial de los países. Ahora se plantea regular el sistema financiero, pero, como ha dicho Samir Amin, esa afirmación no pasa de ser demagógica, porque no existen posibilidades reales de que el sistema financiero pueda ser reformado. La cuestión del desarrollo de los países del Tercer Mundo es un problema que verdaderamente no se plantean las potencias imperialistas.

Un tercera cuestión es la discusión de la militarización del planeta llevada adelante por el imperialismo estadounidense y europeo, que ha apoyado la limpieza étnica en Palestina y el rechazo de que este país se constituya en un Estado independiente, promueve guerras en Oriente Medio, ha incrementado enormemente sus bases militares por el mundo y busca ahora controlar Ucrania, en su enfrentamiento con Rusia. El imperialismo no tiene ningún escrúpulo para lograr sus fines, y para convencerse de ello no hace falta sino remitirse a la creación del terrorista Estado Islámico, “que se apoderó de una parte considerable y vital de Irak, así como según se afirma, de un tercio del territorio de Siria” (1), portadora de una ideología fundamentalista y altamente peligrosa. Con el mayor de los cinismos, Barak Obama afirma ahora que está dispuesto a luchar contra todo grupo extremista. El imperialismo crea organizaciones terroristas para poder después usar las armas y el terror en busca de preservar sus posiciones en el sistema mundial.

Llamamos entonces la atención acerca del hecho de que el imperialismo no tiene ningún escrúpulo en exacerbar las diferencias existentes en el seno del pueblo con la finalidad de enfrentar a pueblos contra pueblos. La exacerbación de las diferencias, sea como resultado de una política imperial deliberada, sea como expresiones ideológicas presentes en el seno del pueblo, los particularismos, los etnocentrismos, debe ser también ampliamente discutidas.  

Un punto adicional a discutirse es la crisis global del capitalismo contemporáneo. ¿Es posible reformar el capitalismo y volver a darle un impulso en el sentido de desarrollar nuevamente las fuerzas productivas y generar empleo, más o menos a la manera del Estado de bienestar de la segunda posguerra? ¿O es la crisis global del capitalismo contemporáneo el anuncio de la incapacidad estructural del sistema para generar empleo y de aumentar los ingresos para la amplia mayoría de la población, así como de generar ganancias para el capital? Pensamos que esta segunda posibilidad es la más cercana a la realidad, y, por eso se impone, consiguientemente, la discusión del tránsito hacia un nuevo sistema social: el socialismo: su necesidad, su posibilidad, su naturaleza, el sujeto de la transformación, sus fines.

Se desprende que no es la igualdad formal de los seres humanos la bandera de lucha de los pueblos, sino la conquista de una igualdad sustantiva, real, el norte que permitirá la emancipación de los pueblos, el desarrollo de sus fuerzas productivas, la conquista de una nueva cultura y la conquista de una nueva ética. Hace falta, para ello, el liderazgo político que haga posible estas conquistas.

Notas:

(1) Fidel Castro Ruz, “Triunfarán las ideas justas o triunfará el desastre”, Cubadebate, 1° de septiembre de 2014.



Mariátegui y el “Problema del Indio”

(Séptima y Última Parte)

                                                                               
Eduardo Ibarra


Pues bien. El programa de la revolución socialista tiene que comprender la nacionalización de la tierra como la premisa de la solución del problema de la tierra, es decir, del problema campesino, o sea, del “problema del indio”.

Sólo resuelto el problema de la tierra, el campesinado indígena originario podrá acceder plenamente al derecho a la educación, a la cultura, al progreso, al amor y al cielo.

Mariátegui señaló que “una revolución continúa la tradición de un pueblo, en el sentido de que es una energía creadora de cosas e ideas que incorpora definitivamente en esa tradición enriqueciéndola y acrecentándola. Pero la revolución trae siempre un orden nuevo, que habría sido imposible ayer. La revolución se hace con materiales históricos; pero, como diseño y como función, corresponde a necesidades y propósitos nuevos” (t.11, p.93)    

La comunidad campesina es la principal institución representativa de la tradición indígena originaria. Si la revolución la salva de la desintegración, ella puede ser todavía célula del Estado socialista. Paralela a la comunidad, existe otra institución, representativa de la tradición hispánica, que puede ser también célula del Estado socialista: el municipio.

Ahora bien, mientras la comunidad abarca una parte del campo y está asentada básicamente en la agricultura y la artesanía, el municipio abarca todo el país. Por lo tanto, lo que tendría que hacerse es universalizar la comunidad. Así, la comunidad y el municipio bien podrían fusionarse en una sola célula del Estado socialista, con un diseño adecuado que le permita cumplir con las tareas de construcción de la nueva sociedad.

Como hemos señalado, el proceso de formación de la nación peruana se cumple actualmente al compás del desarrollo del capitalismo. Pero incluso en este marco, el socialismo va marcando, de alguna forma y no obstante algunas vicisitudes, su propia impronta en dicho proceso. Por eso Mariátegui señaló: “Los mismos cuatro millones de hombres, mientras no son sino una masa inorgánica, una muchedumbre dispersa, son incapaces de decidir su rumbo histórico. En el Congreso indígena, el indio del norte se ha encontrado con el indio del centro y con el indio del sur. El indio, en el congreso, se ha comunicado, además, con los hombres de vanguardia de la capital. Estos hombres lo tratan como a un hermano. Su acento es nuevo, su lenguaje es nuevo también. El indio reconoce en ellos, su propia emoción. Su emoción de sí mismo se ensancha con este contacto. Algo todavía muy vago, todavía muy confuso, se bosqueja en esta nebulosa humana, que contiene probablemente, seguramente, los gérmenes del porvenir de la nacionalidad” (t.11, pp.33-34).

El Socialismo Peruano tiene una teoría correcta del “problema del indio”, y, sobre esta base, entiende la tradición indígena originaria no como un compartimiento estanco respecto a las demás tradiciones que concurren a la formación de la nación peruana, sino como una tradición en constante interpenetración con ellas.

Polemizando con Sánchez, Mariátegui señaló: “He constatado la dualidad nacida de la conquista para afirmar la necesidad histórica de resolverla. No es mi ideal el Perú colonial ni el Perú incaico sino un Perú integral. Aquí estamos, he escrito al fundar una revista de doctrina y polémica, los que queremos crear un Perú nuevo en el mundo nuevo”. “La reivindicación que sostenemos es la del trabajo. Es la de las clases trabajadoras, sin distinción de costa ni de sierra, de indio ni de cholo. Si en el debate –esto es en la teoría– diferenciamos el problema del indio, es porque en la práctica, en el hecho, también se diferencia. El obrero urbano es un proletario: el indio campesino es todavía un siervo. Las reivindicaciones del primero, –por las cuales en Europa no se ha acabado de combatir– representan la lucha contra la burguesía; las del segundo representan aún la lucha contra la feudalidad. El primer problema que hay que resolver aquí es, por consiguiente, el de la liquidación de la feudalidad, cuyas expresiones solidarias son dos: latifundio y servidumbre. Si no reconociésemos la prioridad de este problema, habría derecho, entonces sí, para acusarnos de prescindir de la realidad peruana” (t.13, pp.222-223)

Es decir la diferencia entre la población indígena originaria y la población indígena no originaria, es que mientras una mayoría de la primera se mantiene todavía atada a relaciones serviles y semiserviles, un núcleo de la segunda tiene la condición de obrera.

Por eso, con Mariátegui, la reivindicación que sostenemos es la del trabajo, sin distinción de costa ni de sierra, de indio ni de cholo.

Por eso, con Mariátegui, constatamos la dualidad nacida de la conquista para afirmar la necesidad histórica de resolverla.

Por eso, con Mariátegui, no es nuestro ideal el Perú colonial ni el Perú incaico sino un Perú integral.

Mariátegui señaló: “Expuesto en términos nacionalistas, –insospechables y ortodoxos– [el “problema del indio”] se presenta como el problema de la asimilación a la nacionalidad peruana de las cuatro quintas partes de la población del Perú” (ibídem, p.72).

Asimilación a la nacionalidad peruana, dice Mariátegui. ¿Por qué? Porque la nación peruana se procesa al compás del desarrollo del capitalismo que, como se sabe, tiene lugar sobre todo en la costa; sin embargo, en la sierra las relaciones serviles y semiserviles supervivientes aparecen como momentos de la reproducción capitalista; por otra parte, el desarrollo del capitalismo en la agricultura convierte al siervo en obrero agrícola y, en la costa, los indígenas originarios migrados se asimilan de alguna forma a la estructura capitalista.

Esta realidad expresa la participación de la población indígena en el proceso de formación de la nación peruana; la unidad de nuestro pueblo sin distinciones de geografía ni de raza; la unidad de sus reivindicaciones; la unidad de su destino histórico.

La revolución peruana es una expresión de sentimiento autóctono y pensamiento universal. La reivindicación de las reivindicaciones del pueblo peruano es la revolución socialista. Desde la Creación Heroica de Mariátegui (1921-1930), el socialismo marxista es parte del pensamiento peruano, del sentimiento peruano, de la nueva peruanidad.

Así, pues, la emancipación de la población indígena originaria depende del triunfo de la revolución socialista. Por eso Mariátegui señaló: “… lo mismo que el estímulo que se preste al libre resurgimiento del pueblo indígena, a la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativos, no significa en lo absoluto una romántica y anti-histórica tendencia de reconstrucción o resurrección del socialismo incaico, que correspondió a condiciones históricas completamente superadas, y del cual sólo quedan, como factor aprovechable dentro de una técnica de producción perfectamente científica, los hábitos de cooperación y socialismo de los campesinos indígenas. El socialismo presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista; y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la civilización moderna, sino por el contrario la máxima y metódica aceleración de la incorporación de estas conquistas en la vida nacional” (t.13, p.161).

Por lo tanto, el “problema del indio” tendrá su solución real, completa y definitiva con el coronamiento de la nación peruana a partir del triunfo de la revolución socialista, es decir, con la asimilación de la población indígena originaria a la modernidad socialista, o sea, con su asimilación a la nación no en calidad de indígenas originarios sino de peruanos.

Por eso Mariátegui señaló: “Aquí estamos… los que queremos crear un Perú nuevo en el mundo nuevo” (elipsis nuestra).

El Perú Nuevo será el Perú Socialista, y el Mundo Nuevo es el Mundo en Transición al Socialismo, transición que tiene su punto de partida en la victoria de la Revolución Rusa en octubre de 1917.

Sólo con el Perú Nuevo en el Mundo Nuevo, el pueblo peruano realizará plenamente su personalidad.
       
Así, pues, por los caminos universales, ecuménicos del socialismo marxista, proletario, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos.

21.07.2011.

Postscriptum

En la “Declaración del I Consejo Directivo de la Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu”, publicado en una edición anterior de CREACIÓN HEROICA, hay una concepción del pueblo peruano bastante extraña, lo que se observa en el título del Consejo (“pueblos del Perú y el Tawantinsuyo”), así como también en el texto de la Declaración (“de los pueblos peruano y tawantinsuyano”).

La primera frase copiada encierra el concepto de que el pueblo peruano es tal porque es del Perú y del Tawantinsuyo; la segunda frase encierra el concepto de que en el Perú existe un pueblo peruano y, aparte, un pueblo tawantinsuyano.

Mariátegui señaló que “La civilización [tawantinsuyana] ha perecido; no ha perecido la raza” (7 Ensayos, p.336). De esto, como se sabe, hace ya más de quinientos años.

Disuelta la civilización incaica, los distintos pueblos indígenas originarios quedaron incorporados al Estado colonial impuesto por España, y, con el nacimiento de la República, potencialmente insertados en el proceso de formación de la nación peruana.

En otros términos, la población indígena originaria se convirtió en parte del pueblo peruano, aunque, como es claro, mayoritariamente en condición de siervos.

El discurso según el cual existe un “pueblo tawantinsuyano” distinto al pueblo peruano, es un discurso conceptualmente erróneo, socialmente discriminador y políticamente peligroso.

Que dicho discurso incluya la propuesta de la “unidad” de la población indígena originaria (“pueblo tawantinsuyano”) y la población indígena no originaria (“pueblo peruano”), no hace más que revelar la indebida distinción.   

Es esta distinción lo que, discutiendo con el conservador Sánchez, Mariátegui cuestionó cuando sostuvo con toda razón que “La reivindicación que sostenemos es la del trabajo. Es la de las clases trabajadoras, sin distinción de costa ni de sierra, de indio ni de cholo” (negritas nuestras).

Puesto que este es el planteamiento del Socialismo Peruano, se entiende entonces el sentido exacto de esta afirmación de Mariátegui: “He constatado la dualidad nacida de la conquista para afirmar la necesidad histórica de resolverla. No es mi ideal el Perú colonial ni el Perú incaico sino un Perú integral”.

La distinción de un “pueblo tawantinsuyano” tiene un sentido programático que se expresa en el hecho de que sirve de base a la idea de reivindicación territorial (“patrimonio territorial”) y a la idea del “derecho a la libre determinación” de la población indígena originaria, ideas publicitadas en el primer número de la revista Pizarra Socialista (ver p.9).

De facto, tales ideas desentierran viejos planteamientos de Ravines (ver El problema indígena en América Latina, en Socialismo y Participación, nº11, Lima, setiembre 1980, pp.35-38).

En conclusión, el punto comentado de la Declaración y lo que hemos citado del primer número de Pizarra Socialista, son ideas discrepantes peligrosas.

No obstante, en ediciones anteriores de CREACIÓN HEROICA hemos publicado la Declaración que aquí comentamos en uno de sus puntos y un documento de la “Asamblea de los Pueblos de Lima y Callao”, atendiendo al hecho de que representan organismos de masas. Es decir, publicamos tales documentos, pero con cargo a no publicitar sus ideas erróneas. Por eso las criticamos ahora, fraternalmente pero también con toda firmeza.

Como era lógico, esperábamos que en el segundo número de la revista Pizarra Socialista, los marxistas que allí escriben criticaran las ideas discrepantes peligrosas que han publicado en sus páginas, pero, como se ha podido ver, esto no ha ocurrido, y, por esto, puede decirse que tales ideas no sólo han sido publicadas sino también publicitadas, es decir, vendidas como buena moneda.

Así, pues, tales marxistas se han mostrado liberales: “dejar hacer, dejar pasar”, es la guía de su conducta. En otras palabras, se han revelado partidarios de la mezcolanza ideológica, del menjunje político, de la unidad sin principios (que es cualquier cosa menos unidad), por lo cual la mencionada revista prácticamente se ha convertido en tribuna de concepciones no proletarias, en plataforma de ideas discrepantes peligrosas que contravienen la teoría mariateguiana del Perú Integral.

21.08.2014.


El Imperialismo. EE.UU. El Imperio

(Primera Parte)


                                                                              Julio Roldán

"Saqueadores del mundo, cuando les falta tierras para su sistemático pillaje, dirigen sus ojos escrutadores al mar. Si el enemigo es rico, se muestran codiciosos; si es pobre, despóticos; ni el Oriente ni el Occidente han conseguido saciarlos; son los únicos que codician con igual ansia la riqueza y la pobreza. A robar, asesinar y asaltar llaman con falso nombre imperio, y paz al sembrar la desolación".
                                            Cornelio Tácito, La vida de Julio Agrícola

En otra etapa del desarrollo del sistema capitalista, Lenin (1870-1924) a comienzos del siglo XX, siguiendo y desarrollando las ideas, principalmente, del inglés John Hobson (1858-1940), coincidiendo con las del austriaco Rudofl Hilferding (1877-1941) y el alemán Karl Kautsky (1854-1938) en la caracterización del imperialismo en el plano económico y discrepando totalmente, especialmente con los últimos, en sus conclusiones políticas, sostuvo que el imperialismo es la fase superior y última del capitalismo.

        Lenin caracterizó este fenómeno de la siguiente manera: "1) la concentración de la producción y del capital ha llegado a un punto tan alto de desarrollo, que ha hecho surgir los monopolios, los cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) se opera la fusión del capital bancario con el industrial y surge, sobre la base de este `capital financiero´, la oligarquía financiera; 3) adquiere particular importancia la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías; 4) se forman agrupaciones monopolistas internacionales de capitalistas, que se reparten el mundo, y 5) se pone fin al reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes."

        Desde la caída del llamado bloque socialista, con la ex URSS a la cabeza, se inició una nueva polémica en torno al imperialismo, sus características teóricas, su accionar práctico y su ubicación geográfica en el mundo. Algunos teóricos sostienen que el desarrollo impresionante del imperialismo ha liquidado los Estado-nación y como consecuencia el imperialismo ya no es ubicable geográficamente en el mundo. En contra de lo que es idea común, sostienen que EE.UU. no es su centro. Por el contrario, creen que se está configurando una nueva forma de poder que podría devenir Imperio.

        Otros, coincidiendo con los argumentos anteriores, discrepan con dos de sus conclusiones. En principio, que ese nuevo Imperio es ubicable y no es otro más que EE.UU. de Norteamérica. Parte de esta polémica desarrollamos a continuación.

        A comienzos del siglo XXI el italiano Antonio Negri y el norteamericano Michael Hardt en su libro Imperio sostienen que el imperialismo, quien tenía como base en el plano jurídico-político el concepto de Estado-nación, desde hace unas décadas atrás ya no existe como fue concebido a principios del siglo XX. En la medida que la base y el marco sobre el cual se estructuró, es decir sus principios político-jurídicos, ha sido superado y ha dado paso a la existencia del mundo económico sin fronteras, al poder sin gobierno geográficamente localizable. Éste es el Imperio, otros lo llaman globalización, fenómeno que se caracteriza por ser un hecho envolvente y totalizador

        Los autores líneas antes mencionados, en la introducción a su trabajo, sintetizan lo medular de su tesis en estos términos: "Durante las últimas décadas, a medida que se derrumbaban los regímenes coloniales, y luego, precipitadamente, a partir de la caída de las barreras impuestas por los soviéticos al mercado capitalista mundial, hemos asistido a una globalización irreversible e implacable de los intercambios económicos y culturales. Junto con el mercado global y los circuitos globales de producción surgió un nuevo orden global, una lógica y una estructura de dominio nuevas: en suma, una nueva forma de soberanía. El Imperio es el sujeto político que efectivamente regula estos intercambios globales, el poder soberano que gobierna el mundo."

        Hasta el momento la mayoría de los estudiosos del fenómeno imperialista y el común del interesado en el tema aceptan la idea de que, como consecuencia de la desaparición de la Unión Soviética, EE.UU. de Norteamérica ha devenido la única super-potencia imperialista en el mundo. Para los autores líneas antes citados, sin dejar de ser importante, la configuración mundial del Imperio tiene otras características al antiguo imperialismo que encarnaban los norteamericanos, leamos: "Ante todo, el imperio actual no es estadounidense y Estados Unidos no es el centro. El principio fundamental del imperio, como lo hemos indicado en todo este libro, es que su poder no tiene un terreno ni un centro reales y localizables. El poder se distribuye en redes, mediante mecanismos de control móviles y articulados. Esto no equivale a decir que el gobierno de Estados Unidos y el territorio estadounidense no sean diferente de cualquier otro: Estados Unidos ocupa ciertamente una posición privilegiada en las segmentaciones y jerarquías globales del imperio. No obstante, a medida que decaen los poderes y las fronteras de los Estados-nación, las diferencias entre los territorios nacionales se hacen cada vez más relativas. Ahora ya no son diferencias de naturaleza (como lo eran, por ejemplo, las diferencias de los territorios de la metrópoli y el de la colonia) sino que son diferencias de grado."

        El analista Ryszard Kapuscinski coincidiendo de alguna manera con la idea anterior y comentando lo dicho por el autor del libro La crisis del capitalismo global, George Soros, en relación al tema aquí tratado, escribe: "George Soros, una gran figura de las finanzas mundiales, advierte en On Globalizatión que ese proceso genera también grandes amenazas. Soros advierte que crece la dominación de dos grandes instituciones financieras, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que ya imponen sus concepciones a los Estados nacionales debilitando su posición."

        Finalmente, sobre el mismo punto, el conocido historiador Eric Hobsbawn sostiene que como consecuencia de la globalización y del cuestionamiento del Estado-nación, la sociedad ha entrado en una etapa peligrosa en su proceso de desarrollo. Leamos lo que el inglés declaró: "La nación-Estado pierde control, y eso produce enorme inseguridad y violencia. También temo el enorme aumento de las desigualdades sociales que se ha producido en los 20 ó 30 años. (...) Y son desigualdades peligrosas. En mi opinión, eso generará inestabilidad, pero una inestabilidad imprevisible. Lo que me da miedo es que los que más probabilidades tienen de sacar provecho político de esta inestabilidad son los reaccionarios. Está en aumento la xenofobia, el racismo, el fundamentalismo económico y, sobre todo, el fundamentalismo religioso. Este último por desgracia afecta a todas las religiones."

        Las discrepancias con las tesis de Hardt-Negri y de Hobsbawn, en particular con la idea de la no localización territorial del nuevo Imperio de los primeros y de la crisis del Estado-nación, también sostenida por el segundo, son muchas. Para la ocasión comencemos con lo escrito por Rubén Dri. El sociólogo argentino, dice: "Es cierto que los poderes económicos manifiestan una cierta independencia de los poderes políticos, pero da la casualidad que los inmensos poderes económicos actuales se concentran en las naciones más poderosas, es decir, USA, Unión Europea y Japón."

        Y luego continúa: "Para Negri todo centro de poder se ha difuminado, se ha desterritorializado, de manera que no se le puede ubicar en ninguna parte, salta de un lugar a otro. Derriba, el gran constructor nos invita a saltar del centro a la periferia y de ésta al centro. (...) El imperio ha hecho prácticamente desaparecer lo que antes, en la etapa del imperialismo se denominaba primer mundo, segundo mundo y tercer mundo, (...) Esa desaparición de los mundos, dicha de esa manera, configura también un error. En primer lugar porque siempre en el primer mundo hubo tercer mundo y viceversa. Lo nuevo, en este sentido es la figura que se hizo en estos mundos o submundos en el seno de cualquiera de los mundos. En segundo lugar, afirmar que Haití, Bolivia, Argentina, el Congo pertenecen al mismo primer mundo que Estados Unidos es, por lo menos, una cargada."

                                                                                      

El Socialismo Heroico y Creador:
«Defensa del Marxismo»

(Octava Parte)

                                                                                  Jorge Oshiro


La fábrica y el trabajo en la moral del productor

Refiriéndose a la influencia de la fábrica en la psicología del trabajador anota nuestro autor:

"La usina, la fábrica, actúan en el trabajador psíquica y mentalmente. El sindicato, la lucha de clases, continúan y completan el trabajo, la educación que allí empiezan".

La visión del mundo de un trabajador proletario de una fábrica se diferencia ya de la visión de un artesano. Su ubicación en el trabajo en la fábrica le da al trabajador otro punto de partida. El trabajo en la fábrica no es suficiente para la educación moral del trabajador, pero es el necesario punto de partida. La fábrica, el sindicato y la lucha de clases forman una unidad compleja e indisoluble.

        Veamos por qué para nuestro autor es tan importante la fábrica para la conciencia moral del proletariado. Escribe Mariátegui siguiendo a Gobetti:

"La fábrica...da la precisa visión de la coexistencia de los intereses sociales:la solidaridad del trabajo.El individuo se habitúa a sentirse parte de un proceso productivo, parte indispensable del mismo modo que insuficiente. He aquí la más perfecta escuela de orgullo y humildad" (subr. JO).[1]

Sigue meditando nuestro autor a través del pasaje escrito por el pensador italiano en el sentido que la vida dura y disciplinada de la fábrica da "el hábito al sacrificio y a la fatiga". La actividad de la fábrica propicia el sentido de la tolerancia y la interdependencia y

"el sufrimiento contenido alimenta, con la exasperación, el coraje de la lucha y el instinto de la defensa política".

Y termina la cita con esta reflexión:

"En este ambiente severo de persistencia, de esfuerzo, de tenacidad, se han templado las energías del socialismo europeo que, aún en los países donde el reformismo parlamentario prevalece sobre las masas, ofrece a los indoamericanos un ejemplo tan admirable de continuidad y duración" (subr.JO)

Persistencia, esfuerzo, tenacidad, templar las energías... continuidad y duración. Estos conceptos típicamente mariateguianos forman el tejido íntimo de su pensamiento político, ético y filosófico.

        Aquí encontramos una vez más las coincidencias con la concepción filosófica de Spinoza. Pues persistencia, esfuerzo, tenacidad, continuidad y duración son traducciones del concepto de conatus. Lo interesante es que Mariátegui ubica este "conatus" dentro del proletariado partiendo de la fábrica. Spinoza lo construye, lo elabora abstractamente, Mariátegui lo "ubica" en un espacio político-social determinado.

        "Cada cosa", dice Spinoza, "según su potencia de ser se esfuerza de perseverar en la existencia"(Et.III:Prop.6). Y más tarde en la proposición 8, define: "El esfuerzo (conatus) por la cual cada cosa se esfuerza en perseverar en su ser no encierra ningún tiempo definido, sino un tiempo indefinido".

        Vemos aquí una coincidencia teórica que va hasta en las mismas expresiones literales. Mariátegui se mueve filosóficamente en el universo abierto y fundado por Spinoza. Es necesario hacer un examen, por lo menos breve, de estas coincidencias para aclarar mejor esta relación.

El anti-racionalismo mariateguiano

Como ya se ha dicho anteriormente, el anti-racionalismo de Mariátegui no es en absoluto un irracionalismo. Rechazar el racionalismo filosófico (una corriente idealista en la historia de la filosofía) no es rechazar la razón humana. Todo lo contrario. El anti-racionalismo (como también el anti-positivismo y el anti-evolucionismo) es un rechazo de una corriente filosófica que propugna una visión de las cosas bien determinda- más allá  de sus diversas manifestaciones. Esta visión se puede caracterizar por:

        Reducción de la realidad al conocimiento, más exactamente la tendencia de reducir la filosofía al problema del conocimiento. Esto origina su intelectualismo.

        Predominio de la Conciencia sobre a la Naturaleza. Este ego es intelectual, es el "ego cogito", el yo pensante.

        Predominio del espíritu sobre el cuerpo y sus pasiones. Es la lógica del cerebro contra la lógica del corazón.

        Conciencia como punto de partida y (no la naturaleza) de la reflexión.

        Tendencia de partir de lo abstracto, lo general, de los principios y aplicar estos "a priori" a la realidad (concebida como la homogeneidad de lo pasivo, de lo inerte)

        Tendencia de reducir el mundo corporal a un mundo abstracto y pasivo (ver el punto anterior) en oposición a mundo subjetivo como mundo activo, como principio activo.

        Tendencia de considerar al hombre como centro del universo (antropocentrismo) con la idea que él forma un imperio dentro de un imperio y que la Naturaleza está  a su disposición.

        La crítica al cartesianismo mecanicista e anti-dialéctico lo hemos expuesto en nuestro primer capítulo a través de Spinoza y Labriola. Sin embargo reiteremos lo siguiente:

        La filosofía spinozista dentro de este contexto es una respuesta a estas posiciones racionalistas:

        La realidad es irreducible a conocimientos, pues el pensamiento es solamente un atributo de la sustancia total.

        Naturaleza o Dios es infinitamente más rica que el conocimiento. La Naturaleza es Totalidad; y esta Totalidad es Ser y Potencia (Actividad). El rechazo de la Naturaleza como Pasividad y su redescubrimiento como Totalidad hace del spinozismo el primer pensamiento ecológico de la historia europea.

        La res extens (cuerpo) es otra expresión de la sustancia. Ella no es de menor valía o jerarquía que el pensamiento. El cuerpo es tan importante que el espíritu. En este sentido el spinozismo es el primer intento de reivindicación de los fueros del cuerpo frente a la razón en la filosofía moderna.

        La instancia original no es la ratio sino el conatus (deseo, persistencia, esfuerzo); el esfuerzo por permanecer en la existencia, la persistencia por mantenerse en el ser.

        El Conatus envuelve a la ratio, es anterior a ella. Y ésta es una expresión específica de aquél. El conatus es Potencia y el esfuerzo, la persistencia es expresión específica de esta potencia.
  
        Mariátegui hace descansar su pensamiento no en la Razón sino en el Conatus, en la Potencia. El hombre para Mariátegui es un ser que lucha, que agoniza, y esta "agonía" es expresión de su Potencia. La Potencia es lucha porque el individuo no está  aislado, está  siempre dentro de una totalidad de individuos con fines semejantes o contradictorios pero con el denominador común de que cada individuo persiste, se esfuerza, insiste en la permanencia.[2]

        En otras palabras: todo individuo quiere vivir. El hombre que le sirve a Mariátegui de modelo para su reflexión filosófica es el trabajador fabril con conciencia de clase, el revolucionario.[3] Es decir el hombre para él es siempre hombre dentro-de-la-multitud.

        El pensamiento de Mariátegui es una clara reivindicación de los fueros del cuerpo: el deseo, la voluntad, el sentimiento, la pasión, el gozo, la fantasía, la fe, el mito, y en su profunda intensidad, la mística; todo dentro del cuadro filosófico del conatus.

        Este conatus se expresa particularmente en la tensión entre los polos (vida-muerte; presente-futuro; necesario-contingente; lo absoluto-relativo, etc.) En este sentido la filosofía de Mariátegui es una filosofía de la intensidad de vivir, de luchar, de gozar, de sufrir, de creer. Y la consecuencia necesaria de esta filosofía de la persistencia y de la intensidad es el misticismo revolucionario.

Notas:
[1] Se aprecia detrás de este análisis el sentimiento de comunidad adleriana.
[2] Este conflicto original entre los hombres es denominado por Spinoza como "Estado natural"
[3] Recordemos que para Labriola el conatus no era otra cosa que el trabajo. No es sorprendente que Mariátegui haga representar al hombre como el trabajador fabril.

CREACIÓN HEROICA