viernes, 31 de agosto de 2012

Política




El Partido de Masas y de Ideas de Mariátegui

Eduardo Ibarra


I

En 1929, José Carlos Mariátegui recordó: “Mariátegui regresa en este tiempo de Europa [1923] con el propósito de trabajar por la organización de un partido de clase” (1). En los Acuerdos de la Reunión de Barranco, redactados por él mismo, se puede leer: “La lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas. De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (2). En los Principios programáticos del Partido Socialista, sostuvo: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (3). En carta a Moisés Arroyo Posadas del 30 de julio de 1929, escribió: “Todos los elementos responsables y autorizados de nuestra tendencia ideológica, están con nosotros, en el trabajo de dar vida a una agrupación definida, realista, de masas” (4). En carta a César Vallejo del 14 de octubre del mismo año, señaló sobre su proyecto de partido: “… no cejaré en el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas, el primer gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana” (5). En la reunión del CC del 1º de marzo de 1930, se aprobó una moción en la que se lee: “El P.S. es un partido de clase y por consiguiente repudia toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de las otras clases. Condena como oportunista toda política que plantee la renuncia momentánea del proletariado a su independencia de programa y de acción, que en todo momento debe mantenerse íntegramente” (6). En el artículo Al margen del nuevo curso de la política mexicana, 19 de marzo de 1930, mantuvo: “El socialismo no puede ser actuado sino por un partido de clase…” (7). Entonces, ¿qué es el partido de clase de Mariátegui? ¿Qué es su partido de masas? Es claro que el maestro no consideraba los conceptos de partido de clase y de partido de masas como si fueran antagónicos absolutos, sino como interconectados y formando una unidad en determinadas circunstancias concretas: por su adhesión al marxismo-leninismo, el partido siempre es de clase, pero, según sean las condiciones objetivas donde desenvuelve su actividad, puede aparecer bajo la forma de partido de masas o partido de cuadros. En el curso de la lucha de clases en la sociedad capitalista, se presentan dos situaciones tipo: dictadura democrática y dictadura abierta de la burguesía. Por consiguiente, se entiende que en condiciones de legalidad burguesa el partido de clase puede y debe aparecer bajo la forma de partido de masas, y que, en condiciones de dictadura abierta (y mientras la lucha de clases no haya alcanzado su forma superior), puede y debe aparecer bajo la forma de partido de cuadros. Así pues, mientras el carácter de clase del partido del proletariado está determinado por un factor interno: su adhesión al marxismo-leninismo, su forma, de masas o de cuadros, está determinado por un factor externo: las condiciones objetivas de operatividad.


Pues bien, en las condiciones del Perú de los años veinte, Mariátegui concibió correctamente al PSP como UN PARTIDO DE CLASE BAJO LA FORMA DE PARTIDO DE MASAS.

Este proyecto de partido, singularmente avanzado en lo ideológico-teórico y no consumado plenamente en lo político-orgánico por la temprana muerte de su fundador, puede valorarse en los cuatro aspectos de su contenido. Veamos.
En lo ideológico. Como se sabe, Mariátegui fundamentó la línea ideológica del Partido. En julio de 1928, escribió: “Lenin aparece, incontestablemente, en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista, cualesquiera que sean las dudas que a este respecto desgarren al desilusionado autor de Más allá del Marxismo. La revolución rusa constituye, acéptenlo o no los reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo contemporáneo. Es en ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista” (8). Y en octubre de 1928, dejó programáticamente sentado: “El capitalismo se encuentra en su estadio imperialista. Es el capitalismo de los monopolios, del capital financiero, de las guerras imperialistas por el acaparamiento de los mercados y de las fuentes de materias brutas. La praxis del socialismo marxista en este período es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (9). Por eso, en mayo de 1929, se ratificó en su adhesión al marxismo-leninismo: “La posición marxista, para el intelectual contemporáneo, no utopista, es la única posición que le ofrece una vía de libertad y de avance”. “Lenin nos prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable de una revolución, que el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx” (10). Y, esta adhesión al marxismo-leninismo, se concretó en lucha contra el revisionismo, como precisamente lo testimonia el libro Defensa del Marxismo.
 
En lo teórico. En julio de 1925, Mariátegui llamó a aplicar “un método científico al examen de los problemas peruanos” (11). Y, en carta a la redacción del Boletín de la UPGP, enero 1927, ya sin recurrir al lenguaje esópico, renovó su llamado: “Hace año y medio propuse la organización de una especie de seminario de estudios económicos y sociológicos, que se proponga en primer término la aplicación del método marxista al conocimiento y definición de los problemas del Perú. Hoy renuevo mi propósito” (12). Pero ya en julio de 1925, había puntualizado “Que hay que empezar por estudiar y definir la realidad peruana. Y que hay que buscar la realidad profunda: no la realidad superficial” (13). Y que de lo que se trata no es de obtener “interesantes y variados retazos de la realidad nacional”, sino de construir “un cuadro de la realidad entera” (14), es decir, una teoría de la realidad peruana, una teoría de la revolución peruana. El pensamiento de Mariátegui es, precisamente, en su centro, sobre todo una teoría de la realidad peruana, una teoría de la revolución peruana. En noviembre de 1924 señaló: “El Perú es un fragmento de un mundo que sigue una trayectoria solidaria”. “Ninguna idea que fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una idea exótica” (15). En efecto, el desarrollo de las sociedades americanas se ajusta a las leyes universales que conducen al socialismo, cuya realización, en el plano de los factores ideológicos, depende del pensamiento marxista, fructificado en nuestro país por Mariátegui precisamente. El pensamiento marxista recibe en nuestro medio el nombre de Pensamiento de Mariátegui o Creación Heroica de Mariátegui. Así pues, en este pensamiento, en esta Creación Heroica, se da la unidad de lo particular y lo universal. En consecuencia, la verdad universal del marxismo-leninismo, no es algo ajeno a nuestra realidad, con la cual tenemos que relacionarnos mecánicamente desde nuestra realidad particular, sino algo propio de nuestra particularidad, algo inherente a ella bajo una forma específica. Esta unidad de lo particular y lo universal es el contenido de la Creación Heroica de Mariátegui, del Socialismo Peruano, y el contenido central del Camino de Mariátegui, y, por esto, la base del desarrollo de lo que, por tanto, legítimamente se llama MARXISMO PERUANO (léase marxismo-leninismo peruano). Por eso nuestro método específico de interpretación-transformación de nuestra realidad es el siguiente: TOMAR LA VERDAD UNIVERSAL DEL MARXISMO-LENINISMO COMO GUÍA, EL PENSAMIENTO DE MARIÁTEGUI COMO BASE Y NUESTRA REALIDAD CONCRETA ACTUAL COMO CENTRO.
 
En lo político. Mariátegui tenía una concepción estratégica de la revolución peruana, pero, en el estrecho marco del presente artículo, nos limitaremos a señalar un solo elemento fundamental de dicha concepción. Tempranamente, en abril de 1920, el maestro observó: “En virtud de una orden del día de Serrati, el partido declaró su adhesión a la Internacional de Moscú y, en consideración al programa de Génova superado por los acontecimientos y por las condiciones internacionales creadas por la guerra, introdujo en él varias reformas. Conforme a estas reformas, el partido conceptúa que los instrumentos de dominación del estado burgués no pueden en ninguna forma transformarse en órganos de liberación del proletariado. Que a ellos deben ser opuestos nuevos órganos proletarios -consejos de obreros, de campesinos, etc.-, que, funcionando por ahora bajo la dominación burguesa como instrumentos de lucha, serán mañana los órganos de transformación social y económica del orden de cosas comunista. Que el régimen transitorio de la dictadura del proletariado debe marcar el paso del poder de la burguesía a los trabajadores” (16). En agosto de 1921, anotó: “Turati y su fracción observan que dos son las concepciones socialistas de la actualidad, basadas naturalmente en una diversa apreciación del instante histórico. La primera es la concepción maximalista de que frente a la crisis burguesa, la acción socialista debe ser exclusivamente insurreccional y revolucionaria. Y la segunda es la concepción evolucionista de que la acción socialista debe ser constructiva y no debe despreocuparse de los problemas de la crisis sino, más bien, trabajar porque aboquen a soluciones socialistas o semisocialistas. En suma, que el socialismo debe preparar dentro de la sociedad actual las bases de la sociedad futura” (17). Por eso, el 13 de febrero de 1925, señaló: “… los cauces legales no pueden contener una acción revolucionaria” (18). Por eso, en julio de 1928, dejó sentado: “la praxis marxista… propone precisamente la conquista del poder político como base de la socialización de la riqueza” (19). Estos apuntes del Mariátegui marxista-leninista, dan cuenta de su concepción revolucionaria, no evolucionista, que tenía del proceso de preparación pacífica de la revolución.

En lo orgánico. En setiembre de 1928, Mariátegui señaló que la revolución rusa “ha producido un tipo de hombre pensante y operante” (20). Esta fue la concepción de Mariátegui del tipo de militante que requiere el Partido. En octubre del mismo año, escribió: “La organización de los obreros y campesinos con carácter netamente clasista constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda, y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional” (21). Esta concepción de la composición social del Partido era nueva en el movimiento comunista internacional, y constituye uno de los dos aspectos de la concepción mariateguiana del partido de clase bajo la forma de partido de masas. En el mismo mes, agregó el maestro: “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (22). Este es el otro aspecto de su concepción de dicho partido. Mariátegui propuso el nombre de Socialista para el Partido, en primer lugar, porque en el Perú de su tiempo no se había producido aún la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo, como ya había ocurrido en Europa y en algunos países de América Latina, y, por tanto, la palabra Socialismo no designaba entonces aquí una especial posición oportunista, y, en segundo lugar, porque dicho nombre facilitaba la fundación pública, legal, de la organización política del proletariado. En otras palabras, Mariátegui propuso el nombre de Socialista, porque entendió que este nombre obraba como sinónimo de Comunista. Por eso estableció el marxismo-leninismo como la base de unidad partidaria y acordó la moción de su afiliación a la Internacional Comunista. El Partido de Mariátegui era, pues, un partido doctrinariamente homogéneo (23). De los cuatro acuerdos tomados por la Reunión de la Herradura, realizada el 16 de setiembre de 1928, uno de ellos decía: “3º- El Comité Ejecutivo del Partido Socialista estará formado por la ‘célula secreta de los siete’” (24). La mención de una “célula secreta de los siete”, ha suscitado, a lo largo del tiempo, distintas interpretaciones, entre las cuales destaca aquella que quiere ver en dicha célula un compartimiento especial permanente, encargado de mantener los principios marxistas en el seno de un partido con una militancia ideológicamente heterogénea. Esta idea es incorrecta. La “célula de los siete” se explica por el hecho de que las circunstancias obligaron en un principio a sostener la estabilidad del proyecto mariateguiano en el grupo de elementos entre los cuales se habían forjado especiales lazos de recíproca confianza (25). Por eso, para la Reunión de la Herradura, “Fueron escogidos con detenida escrupulosidad los compañeros de más solvencia, de más responsabilidad, capaces de imprimir, desde el primer momento, una buena dirección al Partido que se trataba de fundar” (26). Y no hay razones para dudar de la veracidad de estas palabras. Así pues, la “célula de los siete” sólo tuvo como propósito asegurar la estabilidad del proyecto mariateguiano, consistente en construir un partido marxista-leninista, es decir, un partido doctrinariamente homogéneo (27). En consecuencia, el carácter temporal de la “célula secreta de los siete” es un hecho. Por eso, en los acuerdos de la Reunión de la Herradura, esta célula es mencionada en relación al grupo dirigente a elegirse. Precisamente esta relación quedó evidenciada en la reunión del 7 de octubre de 1928, conocida como la Reunión de Barranco: Mariátegui fue nombrado Secretario General; Portocarrero Secretario Sindical; Martínez Secretario de Propaganda; Regman Tesorero; y Navarro e Hinojosa fueron agregados a la Secretaría Sindical. En sus Apuntes, Martínez no menciona que Borja fuera elegido para algún cargo. De hecho, con esta reunión empezó a cesar poco a poco la razón de ser de la “célula secreta de los siete”. Por consiguiente, no es admisible la idea según la cual Mariátegui planteó un compartimiento especial permanente, secreto, como parte de la estructura del Partido, que debía reproducirse secretamente en todas las instancias orgánicas, es decir, prácticamente como un partido secreto dentro de otro partido legal (28). UNA IDEA ASÍ ESTÁ EN ABSOLUTA CONTRADICCIÓN CON LA LITERATURA DE MARIÁTEGUI SOBRE EL PARTIDO; CON SU POSICIÓN CONTRARIA A LA FUNDACIÓN DE UN PARTIDO CON “TODOS LOS ELEMENTOS CAPACES DE RECLAMARSE DEL SOCIALISMO” (29); CON SU PROYECTO DE UN PARTIDO IDEOLÓGICAMENTE DEFINIDO, TEÓRICAMENTE REALISTA Y SOCIALMENTE DE MASAS, ES DECIR, DE UN PARTIDO DE CLASE BAJO LA FORMA DE PARTIDO DE MASAS (“DE MASAS Y DE IDEAS”); Y, FINALMENTE, CON EL CARÁCTER MARXISTA-LENINISTA DEL PARTIDO SOCIALISTA DEL PERÚ. El Partido de Mariátegui fue, pues, un partido doctrinariamente homogéneo. Por eso, en la polémica con Haya, el maestro anticipó: “Los elementos de izquierda que en el Perú concurrimos a su formación, constituimos de hecho -y organizaremos formalmente- un grupo o Partido Socialista, DE FILIACIÓN Y ORIENTACIÓN DEFINIDAS” (30). Por eso la Reunión de Barranco aprobó la moción, en la cual, entre otras cosas, se sostiene: “3º- La lucha política exige la creación de UN PARTIDO DE CLASE, en cuya formación y orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas” (31). A solicitud de esta reunión, en la que, además de “los siete”, participaron dos nuevos elementos, Castillo y Chávez, Mariátegui redactó los Principios programáticos del Partido Socialista, en los que claramente sostuvo el marxismo-leninismo como la base de su unidad. Es sumamente expresivo el hecho de que esos Principios Programáticos “fueron remitidos a las células del país y del extranjero” (32), pues ello demuestra que fueron circulados en toda la extensión del Partido, y no en el estrecho marco de la “célula secreta de los siete”. El Partido de Mariátegui fue, pues, un partido doctrinariamente homogéneo. Pero la discusión habida en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana entre la delegación peruana y el resto de delegaciones a propósito del Partido Socialista del Perú, dio lugar a la leyenda de un doble compartimiento en el proyecto mariateguiano. Como es de conocimiento general, dicha discusión comprendió un amplio círculo de problemas: oportunidad de la fundación, nombre, doctrina, composición social, programa, ligazón con las masas y estatus. Veamos cada una de estas cuestiones.

II

En cuanto a la oportunidad de la fundación, el maestro señaló: “‘Se constituye el Comité [de Propaganda y Organización Socialistas] con la adhesión de Del Barzo y algunos obreros próximos a él y de los dos grupos de estudiantes… que han tomado parte hasta entonces en la agitación obrera. El grupo tiende a asimilarse a todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo, sin exceptuar aquellos que provienen del radicalismo gonzales-pradista y se conservan fuera de los partidos políticos. Una parte de los elementos que lo componen, dirigida por Luis Ulloa, se propone la inmediata transformación del grupo en partido; la otra parte, en la que se cuentan precisamente los iniciadores de su fundación, sostienen que debe ser mantenido como Comité de Propaganda y Organización Socialistas, mientras su presencia no tenga arraigo en las masas. El período no es propio para la organización socialista; algunos de los elementos del comité redactan un periódico: ‘Germinal’, que adhiere al movimiento leguiísta; Mariátegui, Falcón y sus compañeros se separan, finalmente, del grupo que acuerda su aparición como partido el 1º de Mayo de 1919” (33). Por su parte, Julio Portocarrero, uno de los dos delegados peruanos a la mencionada Conferencia, afirmó: “Sabemos que con su constitución [del Partido] corremos riesgo, pero ello es un proceso largo, que tiene su historia, que ya ha venido elaborándose” (34) Pero el delegado estadounidense, Simons, dijo que “Un Partido Comunista se constituye sobre la base del programa de la Internacional Comunista y con los elementos que están de acuerdo con este programa, aunque agrupe solamente una parte del proletariado. Es un error considerar que no se puede formar el Partido porque no todo el proletariado adherirá al mismo” (35).
 
En cuanto al nombre, Mariátegui señaló que “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva su grandeza” (36). Pero Portocarrero afirmó: “Dejo constancia, compañeros, que el partido socialista es solamente una táctica”. “Queremos constituir el partido socialista para polarizar una serie de elementos que pueden actuar entre las masas” (37). Y el delegado de la Internacional Comunista, Luis, dijo que “Nuestros camaradas deben esforzarse por modificar sus planes concernientes a la creación de un Partido Socialista” (38).
 
En cuanto a la doctrina, Mariátegui señaló: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (39). Pero Portocarrero afirmó: “¿El Partido Socialista es la expresión de nuestro pensamiento, de nuestra línea? El partido socialista lo hemos constituido como táctica, como medida de ligazón con las masas. No venimos a decir que el partido socialista es la expresión profunda de los que luchamos por los intereses del proletariado” (40). Y el delegado argentino, Codovilla, dijo: “En un principio, los compañeros sostenían que el partido socialista no sería bolchevique, que tendría programa máximo y mínimo, y que sería un partido amplio, justamente para impedir que los reformistas tomaran la iniciativa de su creación y pudieran hacer de él un partido de oposición burguesa”. “Ellos quieren impregnarlo de la ideología marxista” (41).
 
En cuanto a la composición social, Mariátegui señaló: “1º- La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional” (42). Pero Portocarrero afirmó que “hemos creído conveniente constituir un partido socialista que abarque la gran masa del artesanado, campesinado pobre, obreros agrícolas, proletariado y algunos intelectuales honestos” (43). Y el delegado Luis dijo que “El proletariado debe tener un partido, pero no un partido compuesto por tres clases” (44).
 
En cuanto al programa, Mariátegui señaló que “El programa debe ser una declaración doctrinal” y, después de fundamentar los principios doctrinarios y de establecer las Reivindicaciones Inmediatas, agregó que “Los grupos estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo, por medio de este manifiesto, asumen resueltamente, con la conciencia de un deber y una responsabilidad histórica, la misión de defender y propagar sus principios y mantener y acrecentar su organización, a costa de cualquier sacrificio. Y las masas trabajadoras de la ciudad, el campo y las minas y el campesinado, cuyos intereses y aspiraciones representamos en la lucha política, sabrán apropiarse de estas reivindicaciones y de esta doctrina, combatir perseverante y esforzadamente por ellas y encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo” (45). Pero los delegados peruanos, en lugar de presentar a la Conferencia los Principios Programáticos del Partido Socialista, redactados por Mariátegui, presentaron el programa de la célula de París, redactado por Ravines (46). Y el delegado Codovilla dijo que “Al proletariado se le educa diciéndole claramente lo que nos proponemos, demostrándole que toda nuestra acción, por pequeña que sea, tiende siempre a un solo fin: a la revolución. Para eso no se precisan ni programas máximos ni mínimos; basta el programa comunista que es el de la revolución social” (47).
 
En cuanto a la estructura, Mariátegui señaló que “El Comité procederá a la organización de comités en toda la república y de células en todos los centros de trabajo, con relaciones estrictamente disciplinadas” (48). Pero Portocarrero afirmó que “El partido socialista se basa en nuestro Grupo, el cual es enteramente afín con la ideología de la Internacional Comunista” (49). Y el delegado Luis afirmó que “Si el Partido Socialista no es más que una máscara legal para el Partido Comunista, podemos encarar este método, pero para nuestros camaradas no es lo mismo. Quieren formar y desarrollar paralelamente dos partidos proletarios. Uno secreto, ilegal, reservado para los iniciados al pequeño grupo seleccionado de comunistas ya conscientes; otro, público, legal, ampliamente abierto a los elementos intelectuales, que no serían admitidos en el Partido Comunista, es decir, a los elementos simpatizantes de la pequeña burguesía, cuya ideología no es comunista, que no ofrecerían garantía para el progreso del Partido Comunista. No se trata, pues, de una máscara legal del Partido Comunista, sino de un segundo partido proletario cuya base social será algo más amplia que la del Partido Comunista y cuyo programa algo menos completo, menos revolucionario, más reformista, o por lo menos, más confuso. Y nuestros compañeros esperan controlar el segundo partido mediante el primero” (50).
 
En cuanto a la ligazón con las masas, Mariátegui escribió que “… el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas” (51). Pero Portocarrero dijo que “Si con nuestro grupo podemos controlar el partido y dirigir sus acciones, ¿no es acaso un medio bueno de ligazón con las masas?” (52). Y el delegado Luis dijo que “Nuestros camaradas deben… plantearse el problema de la ligazón con las masas, sobre la forma de un bloque obrero y campesino” (53).
 
En cuanto al estatus del partido, Mariátegui señaló que “La libertad del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin restricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación” (54). Pero Portocarrero dijo que “Dejo constancia, compañeros, que el partido socialista es solamente una táctica; eso no quita que nosotros no hagamos el intento de aprovechar la situación de semilegalidad en el momento electoral” (55). Y el delegado de la Internacional Juvenil Comunista, Peters, dijo que “Nuestros camaradas del Perú proponen la creación de un ‘partido socialista’ y argumentan diciendo que este partido no será más que la máscara legal del Partido Comunista, pero los mismos camaradas del Perú se refutan, cuando nos dicen que ese partido socialista tendrá una composición social amplia, que será formado por obreros, campesinos, pequeño burgueses, etc. En suma, no se trata de ‘una máscara legal’, sino de otro partido político más ‘accesible’, como dicen los mismos camaradas peruanos”. “Cread, a pesar de todas las dificultades, un partido comunista ilegal… que podrá, también estudiar los medios legales para la creación de organizaciones auxiliares de masas” (56).
 
Pues bien, la totalidad de estas cuestiones discutidas en la Primera Conferencia Comunista de Buenos Aires, demuestra, en primer lugar, que los delegados peruanos plantearon cualquier cosa menos el proyecto mariateguiano de un partido de clase bajo la forma de partido de masas, y, en segundo lugar, que, como consecuencia de ello, los delegados de los otros partidos no criticaron otra cosa que los argumentos de circunstancia presentados por los delegados peruanos.
 
Por consiguiente, la idea según la cual el proyecto de partido de Mariátegui comprendía dos compartimientos, dos niveles, prácticamente dos partidos, ES UNA IDEA EN ABSOLUTA CONTRADICCIÓN CON LA LITERATURA DE MARIÁTEGUI SOBRE EL PARTIDO; CON SU POSICIÓN ADVERSA A LA FUNDACIÓN DE UN PARTIDO CON “TODOS LOS ELEMENTOS CAPACES DE RECLAMARSE DEL SOCIALISMO”; CON SU PROYECTO DE UN PARTIDO IDEOLÓGICAMENTE DEFINIDO, TEÓRICAMENTE REALISTA Y SOCIALMENTE DE MASAS, ES DECIR, DE UN PARTIDO DE CLASE BAJO LA FORMA DE PARTIDO DE MASAS (“DE MASAS Y DE IDEAS”); Y, FINALMENTE, CON EL CARÁCTER MARXISTA-LENINISTA DEL PARTIDO SOCIALISTA DEL PERÚ.
 
III
 
Pero ocurre que, algunas personas demasiado desenvueltas, pretenden ignorar ahora la concepción mariateguiana del Partido Socialista del Perú y, a título de seguirla, plantean, sin embargo, una concepción distinta. Veamos esto.
 
En lo ideológico. En el artículo El partido de Mariátegui, Ramón García plantea que “los ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista. Basta uno solo para abarcar con él a todos los maestros universales habidos y por haber”. De esta manera la adhesión a la verdad universal se formula como marxismo y nada más que como marxismo. Pero esto es erróneo en sí mismo, pues deja en la sombra el desarrollo de la teoría proletaria, y, además, está en abierta oposición al planteamiento de Mariátegui, que, consciente de que “Lenin aparece, incontestablemente, en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista”, de que es en la revolución rusa “donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista”, de que “Lenin nos prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable de una revolución, que el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx”, llegó a la conclusión irrecusable de que “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios”, por lo que programáticamente estableció que “El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”. Es claro entonces que la formulación de nuestra adhesión a la verdad universal constituye una necesidad de expresión del desarrollo del marxismo y de nuestras fundamentales diferencias en concepción y métodos con las diversas corrientes del oportunismo y el revisionismo, y, por tanto, formular esa adhesión con la sola palabra marxismo constituye de hecho una puerta abierta para el confusionismo ideológico y una base para viabilizar un partido-amalgama. El partido del proletariado no sólo tiene que ser un partido adherido al marxismo en todo su desarrollo, sino que, además, debe expresar debidamente esta adhesión. Dejar en la sombra el desarrollo del marxismo es negar el método de Mariátegui.
 
En lo teórico. En este terreno es necesario señalar que, no obstante algunos aciertos en cuestiones específicas, García ha procedido a tergiversar cuestiones fundamentales relativas a Mariátegui y su obra (57). Entre esas cuestiones está el concepto de Creación Heroica del Mariátegui y el concepto de Socialismo Peruano. Para García la Creación Heroica de Mariátegui no es su Creación Marxista sino algo que incluye su inicial etapa de político no marxista, y el Socialismo Peruano no tiene su punto de partida en el Socialismo Marxista de Mariátegui sino en su inicial socialismo reformista. De esta forma, pues, diluye la Creación Heroica de Mariátegui en su producción en general y el Socialismo Peruano en el socialismo en general. Es decir, amalgama socialismo marxista y socialismo no marxista. Esta mixtificación explica por qué pretende celebrar el centenario del socialismo reformista en 2018, Y NO EL CENTENARIO DEL SOCIALISMO MARXISTA EN 2021. Así, diluye el marxismo-leninismo fructificado en nuestra realidad particular bajo la forma de Creación Heroica de Mariátegui, y el socialismo marxista en el socialismo en general. DE ESTA FORMA SOCABA EL MARXISMO PERUANO (léase el marxismo-leninismo peruano).
 
En lo político. Como se sabe, García propone un municipio que tiene “que ser una corporación de trabajo, Legislativa y Ejecutiva a la vez”, y que, además, “tiene que planificar su economía, asumiendo sus funciones de producción, administración y gobierno. En síntesis, tiene que ser la célula económica de la nueva sociedad” (58). Pero esta última frase no se condice con aquella otra que aparece en el mismo lugar y, según la cual, “el nuevo municipio es el ‘por dónde empezar’ de la lucha por el cambio social” (59), pues, en la medida en que así se le concibe, entonces lo que se propone de hecho es que “el nuevo municipio” tiene que ser la célula económica de la sociedad capitalista. (60). Por eso hay quienes plantean que organizar municipios con las características anotadas, es construir “los gérmenes del socialismo”. Además, los pretendidos “nuevos municipios”, están ligados a estas pretendidas “reivindicaciones inmediatas”: “derecho al trabajo” (61), “derecho a la vida digna material y espiritual”, “derecho al cambio social”. Pero ocurre que levantar el “derecho al trabajo” puede tener eficacia como elemento de agitación, mas, por cuanto este derecho no puede ser cumplido en los marcos de la sociedad capitalista, levantarlo tal como se lo levanta es, de hecho, crear ilusiones en las masas trabajadoras y embellecer al capitalismo. Y así como el “derecho al trabajo” no es realizable en el capitalismo (incluso el país capitalista más desarrollado, EUA, tiene actualmente varios millones de parados), tampoco es posible “la vida digna material y espiritual”, sencillamente porque en el capitalismo el trabajo ES TRABAJO ALIENADO. En otras palabras, los nuevos municipios y la vida digna material y espiritual son posibles únicamente en el socialismo. Finalmente, levantar el “derecho al cambio social” (62) sirve nada más como elemento de propaganda, pues la revolución no es una cuestión de derecho sino de situación revolucionaria y acción dirigente de la vanguardia. En resumidas cuentas, el planteamiento de “nuevos municipios” y de “reivindicaciones inmediatas” (que en realidad son reivindicaciones máximas), es completamente contrario a la justa observación mariateguiana de que “los cauces legales no pueden contener una acción revolucionaria”, de que “la praxis marxista… propone precisamente la conquista del poder político como base de la socialización de la riqueza”.
 
En lo orgánico. El material humano con el que cuenta el grupo de García no es precisamente “pensante y operante”, sencillamente porque a lo largo de los años ha demostrado un evidente seguidismo y hasta servilismo, que, como se ha visto en los últimos tiempos, sus cultores tratan de encubrir con un criollo juego de palabras. Como es de conocimiento general, García es clamorosamente inoperante desde su deserción de las filas partidarias en 1975, y sus seguidores son no pensantes desde que se asimilaron a su grupo. García ha escrito que “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas de toda nuestra historia republicana’” (63). Pero ocurre que decir que el primer nivel es una “facción orgánica y doctrinariamente homogénea”, equivale a decir que el segundo nivel no es orgánica y doctrinariamente homogéneo. Y un partido que no es doctrinariamente homogéneo tanto vertical como horizontalmente, es un partido doctrinariamente heterogéneo, es decir, no es ni puede ser la materialización del marxismo-leninismo. En otras palabras, dicha falsa interpretación de la concepción mariateguiana del PSP reduce lo doctrinariamente homogéneo a un nivel secreto, limitado (doctrinariamente homogéneo en el sentido específico de que estaría formado por “marxistas” no leninistas), y lo masivo aparece como un nivel formado por militantes doctrinariamente heterogéneos. Esta falsa interpretación niega el hecho histórico de que el proyecto de Mariátegui era construir un partido ideológicamente definido, teóricamente realista y socialmente de masas, es decir, un partido de clase bajo la forma de partido de masas (“partido de masas y de ideas”), tal como ha quedado demostrado en el primer apartado del presente artículo. Con esta falsa interpretación del Partido de Mariátegui, García pretende la fundación de una organización con “todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo, sin excluir” a toda suerte de tendencias oportunistas y revisionistas. Pero ocurre que el partido del proletariado es doctrinariamente excluyente: acuerda el marxismo-leninismo como el aspecto general de su base de unidad, porque rechaza toda suerte de oportunismo y revisionismo. Por eso la moción de afiliación a la Tercera Internacional, presentada por Mariátegui a la reunión del 1 de marzo y aprobada en la reunión del 4 del mismo mes de 1930, señala: “El C.C. del partido adhiere a la Tercera Internacional y ACUERDA TRABAJAR POR OBTENER ESTA MISMA ADHESIÓN DE LOS DEMÁS GRUPOS QUE INTEGRAN EL PARTIDO” (64). Y, por tanto, organizativamente, también es excluyente. Por eso la misma moción señala: “El P.S. es un partido de clase y por consiguiente REPUDIA TODA TENDENCIA QUE SIGNIFIQUE FUSIÓN CON LAS FUERZAS U ORGANISMOS POLÍTICOS DE LAS OTRAS CLASES” (65). En resumen, la mixtificación de la Creación Heroica de Mariátegui y del Socialismo Peruano se materializa en el proyecto de un partido doctrinariamente heterogéneo. Así, García termina negando en redondo la concepción mariateguiana del Partido Socialista del Perú.
 
García ha escrito también: “no es el nombre lo que caracteriza a un partido proletario, sino su Programa” (66). Y, extendiendo la pretendida validez de su falsa interpretación del Partido de Mariátegui, ha escrito que “El problema que enfrentó Mariátegui es el mismo que el proletariado enfrenta desde hace más de un siglo: cómo relacionar la teoría (Programa Socialista) con la práctica (Partido-Frente). Este es el gran dilema entre disolución (desintegración) o dilución (integración), que enfrenta todo partido proletario en el mundo entero”. “Si el Programa de acción está ligado al Programa Prospectivo, de hecho se logra la dilución” (67).
 
Sí, pues, lo que caracteriza a un partido proletario no es el nombre, sino su programa, pero sólo en primera instancia, pues lo que en definitiva caracteriza a un partido proletario es su PRÁCTICA (68). Y como lo que se pretende es un partido con dos niveles: uno secreto, orgánica y doctrinariamente homogéneo (marxismo sin leninismo), y otro masivo, orgánica y doctrinariamente heterogéneo (de variopinta composición doctrinaria), se sobreentiende que, en un partido así, la aplicación del programa no estaría garantizada. Mariátegui solucionó el problema del Partido de un modo muy distinto a como se imagina García. Esto ya ha quedado claro. Pero la afirmación de que el problema implicado en “la relación teoría-práctica” es uno que “enfrenta el proletariado desde hace más de un siglo”, encierra, ni más ni menos, la peregrina idea de que un partido doctrinariamente heterogéneo es la solución de este problema, y encierra, por tanto, al mismo tiempo, la completa negación de la concepción leninista del partido proletario, magistralmente sustentada en el ¿Qué hacer? (libro que existe “desde hace más de un siglo”). Como es de conocimiento general, en este libro Lenin dio solución a tres problemas fundamentales, a saber: 1) la relación entre la espontaneidad de las masas y la conciencia comunista; 2) entre la política tradeunionista y la política comunista, y 3) entre los métodos artesanos de trabajo y la organización revolucionaria. De este modo el jefe de la revolución rusa proporcionó al proletariado internacional la concepción del partido de clase como un partido doctrinariamente homogéneo, y, por tanto, como un como un partido-vanguardia, como un partido-dirigente. Esta concepción leninista del partido proletario tiene un valor universal. Y está vigente, no obstante la sibilina pretensión de negarla.
 
Pero además, la dilución de la organización del Partido (que no del partido en el gran sentido histórico de la palabra) no está determinada por un partido doctrinariamente heterogéneo. En octubre de 1885, Engels señaló: “Hoy, el proletariado alemán ya no necesita de ninguna organización oficial, ni pública, ni secreta; basta con la simple y natural cohesión que da la conciencia del interés de clase, para conmover a todo el imperio alemán, sin necesidad de estatutos, de comités, de acuerdos ni de otras formas tangibles” (69). Evidentemente, el cofundador del marxismo se equivocó, pues, en las condiciones del capitalismo, el proletariado alemán (como el proletariado de cualquier otro país) tenía y tiene todavía necesidad de una organización política. Pero si la aserción de Engels no es válida para la sociedad capitalista, en cambio sí lo es para la sociedad socialista. En efecto, en las condiciones del socialismo, la organización del partido no es ya necesaria, basta con la simple y natural cohesión que da la conciencia del interés de clase para que el partido, en el gran sentido histórico de la palabra, pueda dirigir la lucha por la realización del comunismo. Por tanto, la dilución de la organización del partido está determinada por las particulares condiciones del socialismo, y, así, hay que entenderla como desconcentración orgánica y participación de sus elementos en el movimiento revolucionario de masas (70). Por otro lado, en la medida en que la aplicación del programa depende absolutamente de la práctica de la militancia, un partido doctrinariamente heterogéneo como el que pretende García, es decir, un partido con una militancia mayoritariamente heterogénea en lo doctrinario, no es ni puede ser garantía de ligazón entre el Programa Mínimo y el Programa Máximo.
 
IV
 
De la contrastación entre las posiciones de Mariátegui y los argumentos esgrimidos por la delegación peruana en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, lo central, lo esencial, lo fundamental, lo decisivo, es la constatación de que, mientras el maestro dejó sentado que “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”, Portocarrero afirmó: “¿El Partido Socialista es la expresión de nuestro pensamiento, de nuestra línea? El partido socialista lo hemos constituido como táctica, como medida de ligazón con las masas. No venimos a decir que el partido socialista es la expresión profunda de los que luchamos por los intereses del proletariado”. “El partido socialista se basa en nuestro Grupo, el cual es enteramente afín con la ideología de la Internacional Comunista”. Es decir, mientras Mariátegui afirmaba el carácter marxista-leninista del PSP, Portocarrero sostenía que este carácter solamente lo tenía el “Grupo” secreto, y no la entera militancia. En otras palabras, mientras Mariátegui postulaba un partido orgánica y doctrinariamente homogéneo, Portocarrero postulaba un partido con dos compartimientos, con dos niveles: uno secreto, orgánica y doctrinariamente homogéneo, y otro masivo, orgánica y doctrinariamente heterogéneo, es decir, postulaba un partido doctrinariamente heterogéneo. Es precisamente esta concepción de Portocarrero (y de Hugo Pesce), la que García, con palabras más palabras menos, pretende hacer pasar como si fuera de Mariátegui, como si fuera la solución al problema “que el proletariado enfrenta desde hace más de un siglo”.
 
Así pues, esa versión antojadiza del Partido de Mariátegui, basada en torpes especulaciones, aderezada ahora por García, circula libremente, no obstante que hay publicada abundante documentación propia de Mariátegui que demuestra lo contrario: EL PSP FUE UN PARTIDO DE CLASE Y NO UN PARTIDO DE “TODOS LOS ELEMENTOS CAPACES DE RECLAMARSE DEL SOCIALISMO”; FUE UN PARTIDO MARXISTA-LENINISTA Y NO UN PARTIDO MARXISTA NO LENINISTA; FUE UN PARTIDO ORGÁNICA Y DOCTRINARIAMENTE HOMOGÉNEO Y NO UN PARTIDO ORGÁNICA Y DOCTRINARIAMENTE HETEROGÉNEO.
 
Y, esa concepción del partido de Portocarrero-Pesce, reciclada por García: 1) niega la teoría leninista del partido; 2) niega la concepción mariateguiana del partido de clase bajo la forma de partido de masas; 3) niega la exigencia leninista de sacarse la camisa sucia y ponerse ropa limpia; 4) niega la exigencia mariateguiana de demarcar netamente los campos con respecto al oportunismo.
 
Por tanto, la frase “reivindicar el Partido Socialista” no quiere decir en modo alguno reivindicar el Partido de Mariátegui, sino nada más que utilizar el rótulo de Socialista para hacer posible un partido doctrinariamente heterogéneo, un partido de “todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo”, un partido a lo Portocarrero-Pesce.
 
ASÍ PUES, EL PARTIDO SOCIALISTA DE MARIÁTEGUI FUE UNA COSA Y EL PARTIDO SOCIALISTA DE GARCÍA SERÁ OTRA COSA. ESTO HA QUEDADO ABSOLUTAMENTE CLARO.
 
En conclusión, y para decirlo de una vez por todas, plantear un partido doctrinariamente heterogéneo, con una dirección secreta marxista no leninista, ES REVISIONISMO EN CUESTIONES DE ORGANIZACIÓN.
 
Notas:

[1] T.13, p.100. Las negritas son nuestras.
[2] Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación de historia social del Perú, Lima, 1972, t.II, p.398. Las negritas son nuestras. En adelante este libro será mencionado como Apuntes.
[3] T.13, p.160. Las negritas son nuestras.
[4] Correspondencia, t.II, p.611. Las negritas son nuestras.
[5] Anuario Mariateguiano, Nº1, 1989, p.15. Las negritas son nuestras
[6] Martínez, Apuntes, t.II, pp.511-512. Las negritas son nuestras.
[7] T.12, p.69. Las negritas son nuestras.
[8] Defensa del marxismo, pp.21-22. Las últimas negritas son nuestras. La afirmación de Mariátegui no deja margen a dudas acerca de su convicción de que el leninismo es un desarrollo de valor universal del marxismo, cualquiera que sean las falacias a las que pueda recurrir cualquier malintencionado para negar esta sencilla verdad: “Es en ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista”. Este concepto fue escrito el 7 de julio de 1928. En octubre del mismo año, el maestro definió el marxismo-leninismo como base de unidad del PSP, ni más ni menos que en el documento Principios programáticos del Partido Socialista, que, como lo reconoce todo marxista honrado, definió no sólo el carácter doctrinal de dicho partido, sino también la identidad doctrinal del propio Mariátegui. Sin embargo, desde hace casi treinta años, hay quienes utilizan el perverso truco de tergiversar una afirmación de Mariátegui para negar otra, y, así por ejemplo, en el artículo La formación socialista revolucionaria italiana de Mariátegui y la ortodoxia socialista rusa, Gustavo Pérez falsea la verdad de esta afirmación mariateguiana: "Lenin no es un ideólogo sino un realizador. El ideólogo, el creador de una doctrina carece, generalmente, de sagacidad, de perspicacia y de elasticidad para realizarla. Toda doctrina tiene, por eso sus teóricos y sus políticos. Lenin es un político: no es un teórico". Esta afirmación se encuentra en el artículo Lenin, publicado originalmente en la revista Variedades, el 22 de setiembre de 1923, y aparece reproducida en el libro Mariátegui y la Revolución de Octubre. Escritos 1917-1930, de César Lévano, p.73. Ciertamente quienquiera que lea la cita movido, no por la intención premeditada de tergiversarla, sino por la pasión de encontrar la verdad, tiene que darse cuenta que, en su contexto específico, los términos ideólogo y teórico no son utilizados en su acepción habitual, sino en un sentido especial: designando a quien es “creador de una doctrina”. Así pues, en dicho contexto, Marx, obviamente, es el ideólogo (“el creador de una doctrina”) y Lenin es, también obviamente, el político (el realizador de la doctrina). La afirmación mariateguiana encierra, pues, una verdad elemental: Marx fue el creador de la doctrina comunista, mientras Lenin fue un continuador de la misma. Pero, ¿acaso Marx no fue también un político? Y, ¿acaso Lenin no fue también un teórico? Entonces, la comprensión correcta, objetiva, honrada de la afirmación mariateguiana, no niega que, en el marco del sentido habitual de los términos teórico y político, Marx aparece como político y Lenin como teórico. Obras del valor de Materialismo y empiriocriticismo, Cuadernos filosóficos, El imperialismo, fase superior del capitalismo, ¿Qué Hacer?, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, entre otras, prueban que Lenin desarrolló el marxismo, justamente realizando la doctrina de Marx. Esto también es una verdad elemental, por lo que dudamos que alguien pueda no entenderla. Ahora bien, la interpretación dolosa de la afirmación mariateguiana, tiene por destino manifiesto negar el leninismo, negar que el leninismo es “la nueva etapa marxista”, negar que “el marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios”. Este dolo es, pues, un caso –entre otros muchos– en que Mariátegui es utilizado como coartada para negar precisamente alguna afirmación suya. La tergiversación que nos ocupa tiene un doble fondo: negar el marxismo-leninismo como verdad universal (revisionismo), y, al mismo tiempo, como verdad particular (oportunismo). Negarlo como verdad particular es negar el carácter marxista-leninista de la Creación Heroica de Mariátegui, que, así, queda desnaturalizada en su identidad doctrinal y permeable a incrustaciones de otra índole. Y es un intento de sentar una base para sustentar un partido doctrinariamente heterogéneo: “marxista” no leninista en su “nivel secreto”, y doctrinalmente variopinto en su nivel público. Para terminar: hay quienes al truco anterior agregan otro más: acusan a los defensores del marxismo-leninismo de “dogmatismo”. Pero este viejo truco, utilizado por el revisionismo de la Segunda Internacional y el revisionismo jruschoviano contra los marxista-leninistas, es, por un lado, un intento inútil de descalificar la defensa del marxismo-leninismo, y, por otro, una cortina de humo con la que los revisionistas procuran cubrirse. Lo que tendrían que hacer estos elementos es demostrar que Lenin no concretó un desarrollo del marxismo de valor universal, pero, como es de conocimiento común, en más de veinte años no han sido capaces de demostrar absolutamente nada. Cabe agregar, finalmente, que la acusación de dogmatismo que hacen los revisionistas a los defensores del marxismo-leninismo, es un golpe bajo al propio Mariátegui, por la sencilla razón de que, no obstante el disparate de presentarlo como marxista no leninista, la verdad de su adhesión al marxismo-leninismo se yergue como una montaña ineludible. Si tuvieran un adarme de honestidad, tendrían que partir por reconocer que Mariátegui y el PSP fueron marxista-leninistas, y, por tanto, para sostener su negación del marxismo-leninismo, tendrían que tener el coraje de sostener que el maestro se equivocó. Pero, su necesidad de utilizar a Mariátegui como coartada, les impide proceder de esa manera.
[9] T.13, p.160. Las negritas son nuestras.
[10] Defensa del marxismo, pp.125 y 126.
[11] T.11, p.55.
[12] Martínez, Apuntes, t.II, p.272.
[13] T.11, p.56.
[14] Ibídem, p.55.
[15] T.11, pp.27 y 28.
[16] T.15, p.71-72. Las negritas son nuestras.
[17] Ibídem, p.189. Las negritas son nuestras.
[18] T. 12, P.143.
[19] Defensa del marxismo, p.26. La elipsis es nuestra.
[20] Ibídem, p.44.
[21] Martínez, Apuntes, p.397.
[22] Ibídem, pp.398.
[23] Para captar cabalmente lo afirmado, es necesario tener en cuenta lo que sigue. En Aniversario y Balance, setiembre 1928, Mariátegui escribió: “El trabajo de definición ideológica nos parece cumplido. (…) Para ser fiel a la Revolución, le basta [a Amauta] ser una revista socialista” (t.13, p.247. La elipsis es nuestra). Y en su tesis Antecedentes y desarrollo de la acción clasista, precisó: “‘Amauta’, en su Nº17, el de su segundo aniversario, declara cumplido el proceso de ‘definición ideológica’, afirmándose, categóricamente, marxista” (ibídem, p.104. Las negritas son nuestras). Es decir, el socialismo del que habla Mariátegui, es el socialismo marxista, y no el socialismo en general, así como el marxismo de que habla es el marxismo-leninismo, y no el marxismo a secas de la Segunda Internacional. Por tanto, la palabra Socialista como nombre del Partido encerraba en Mariátegui un concepto idéntico al de Comunista. Pero el socialismo que pretende vender ahora el grupo revisionista de Ramón García es un socialismo aderezado con oportunismo y revisionismo, así como su marxismo a secas es un “marxismo” sin leninismo.
[24] Martínez, Apuntes, t.II, p.397.
[25] Como se sabe, no pocas veces la fundación de un partido proletario ha implicado basar inicialmente las relaciones orgánicas en los lazos de confianza recíproca desarrollados en el trabajo común.
[26] Martínez, Apuntes, T.II, p.397.
[27] En la carta colectiva de junio de 1928, Mariátegui anotó: “no podemos, en virtud del sentido mismo de nuestra cooperación, entender el Apra como partido, esto es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea” (ibídem, p.300). Este fue, pues, el concepto que el maestro tenía de un partido, del partido proletario, del Partido a fundarse. ESTA FUE LA CONCEPCIÓN DEL PARTIDO DE CLASE QUE PLASMÓ EN EL PARTIDO SOCIALISTA DEL PERÚ.
[28] Mariátegui era un observador demasiado zahorí como para que se le hubiera podido pasar la lección del fracaso de algunas tentativas de formar un partido con dos compartimientos, con dos niveles, es decir, de formar partidos doctrinariamente heterogéneos, como se había intentado en Panamá, Bolivia, Ecuador, Brasil y Colombia.
[29] T.13, p.99. El lector puede fijar su atención en el hecho de que, con la frase citada, Mariátegui quiere puntualizar el carácter subjetivo del reclamo, es decir que cualquiera que se declarase socialista podía hacerse miembro del Comité de Propaganda y Organización Socialistas, como que así fue efectivamente. No existía un criterio objetivo, una base de unidad que hubiera podido cernir la militancia del Comité. No es casual que hoy el grupo revisionista de García apele también a la misma frase, “que se reclamen” (ver convocatoria a su cuarto seminario), es decir, al mismo criterio subjetivo que Mariátegui criticó. Que dicho grupo diga “que se reclamen del Socialismo Peruano”, no le resta un ápice de subjetivismo a la frase, pues ya se sabe que el “socialismo peruano” de Ramón García no es el Socialismo Peruano de Mariátegui. Mientras este era un socialismo marxista, proletario, revolucionario, aquel es un socialismo que no distingue socialismo marxista de socialismo no marxista, que deliberadamente mete en un mismo saco a uno y otro. Esta realidad se comprueba de un modo irrefutable en dos hechos: en el propósito de celebrar el centenario del socialismo reformista (1918-2018), y no el Centenario del Socialismo Marxista (1921-2021); y en el proyecto de un partido doctrinariamente heterogéneo, o sea, de un partido no de clase.
[30] Martínez, Apuntes, t.II, p.301. Las mayúsculas son nuestras.
[31] Ibídem, p.398. En el lenguaje ortodoxo (para decirlo de alguna manera), la expresión partido de clase quiere decir partido proletario, carácter que se deriva no del origen social de sus militantes, sino de la doctrina marxista-leninista que lo unifica orgánicamente. Por tanto, es claro que con este concepto está en flagrante contradicción con cualquier concepción de un partido con un nivel doctrinariamente homogéneo y otro nivel doctrinariamente heterogéneo.
[32] Martínez, Apuntes, p.398.
[33] T.13, p.99.
[34] Martínez, Apuntes, t.II, p.423.
[35] Ibídem.
[36] T.13, p, 249.
[37] Martínez: Apuntes, t.II pp.423 y 422.
[38] Ibídem, p.425.
[39] T.13, p.160.
[40] Martínez: Apuntes, t.II, p.422.
[41] Ibídem, pp.427-428 y 429.
[42] Martínez: Apuntes, t.II, p.397.
[43] Ibídem, p.420.
[44] Ibídem, p.432.
[45] T.13, pp.159 y 164.
[46] En una carta del 25 de junio de 1929 dirigida al grupo de París informando del estado de las labores en la Conferencia de Buenos Aires, Hugo Pesce confesaba que, “Con respecto al programa, hemos leído a los compañeros el Proyecto de Programa enviado por Ud. en fecha 29 de Diciembre próximo pasado. Ha sido aprobado en su contenido, con unas cuantas modificaciones formales. Sin embargo, hemos acordado redactarlo en forma más amplia, contemplando otras particularidades” (Martínez, Apuntes, tomo II, p.484). Las Tesis sobre la acción por desarrollar en el Perú (de las que formaba parte el aludido programa), “no fueron aceptadas en su totalidad por el grupo de Lima” (ibídem, p.335). Estos antecedentes en relación a la Conferencia de Buenos Aires da la medida de la inconsecuencia de la delegación peruana.
[47] Martínez, Apuntes, T.II, p.430.
[48] Ibídem, p.398. A esta declaración, hay que agregar esta otra del propio Mariátegui, que repetimos con las disculpas del lector: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”, sencillamente porque así queda claro que, en el Partido de Mariátegui, la organización aparecía como la materialización de la doctrina. Ahora puede entenderse por qué Mariátegui afirmaba que la organización partidaria se basa en “relaciones estrictamente disciplinadas”. La disciplina en el partido proletario es una disciplina ideológica, que se materializa en ciertas normas orgánicas.
[49] Ibídem, p.423.
[50] Ibídem, p.424.
[51] Ibídem, p.398.
[52] Ibídem, p.422.
[53] Ibídem, p.425. La elipsis es nuestra.
[54] T.13, p.164.
[55] Martínez, Apuntes, t.II, p.423.
[56] Ibídem, pp.425 y 426.
[57] Puede verse a este respecto los artículos Una aclaración necesaria, ¿Mariátegui contra Mariátegui?, Notas sobre la creación heroica de Mariátegui, Mariátegui y la base de unidad del partido, Un comentario indispensable y Defensa de una verdad mariateguiana, del suscrito, y el artículo Mariátegui y la gratuidad de la enseñanza, de César Risso, todos los cuales examinan cuestiones distintas a las analizadas en el presente trabajo.
[58] Municipio y estado, mimeo.
[59] Ibídem. Subrayado en el original.
[60] En Polémica, año II, Nº4, marzo-mayo, 2002, pp.14-15, apareció publicado el artículo que comento, pero bajo la firma de Germán Vulcano. En esta publicación, se puede ver que, en lugar de decirse que el “nuevo municipio” “tiene que ser la célula económica de la nueva sociedad”, se dice que “tiene que ser la célula económica de la sociedad”, es decir, no se dice “de la nueva sociedad”. ¿Error de la revista? ¿Modificación del autor? Sea como fuere, lo cierto es que la versión de Polémica expresa con más exactitud la verdadera idea de García que se revela en toda su desnudez en la frase “el nuevo municipio es el por ‘dónde empezar’ de la lucha por el cambio social”, pues, sin discusión, esta frase quiere decir que, en opinión de su autor, “el nuevo municipio” debe empezar por ser la célula económica de la sociedad actual (lo que se evita decir francamente) para después serlo de la nueva sociedad.
[61] En el artículo Plan de publicación, aparecido en Polémica, año II, Nº5, p.20, García no plantea el derecho al trabajo a secas, sino que, indirectamente, plantea el derecho al trabajo emancipado, pues este planteamiento lo hace precisamente bajo el subtítulo Frente unido. Reivindicaciones básicas, es decir, reivindicaciones inmediatas. En consecuencia, es menester recordar que el trabajo en la sociedad capitalista es TRABAJO ALIENADO, y, por tanto, plantear el derecho al trabajo emancipado como una reivindicación básica, inmediata, es llevar las cosas demasiado lejos, pues equivale a plantear que el trabajo emancipado es posible en la sociedad capitalista. ¡Ni más ni menos!
[62] Los conceptos de “cambio social”, “cambio”, “cambios estructurales” y “proceso de cambios”, son utilizados profusamente tanto por el reformismo como por la propia burguesía (Bolivia, Ecuador, Venezuela, etc.). Por eso es necesario precisar que la teoría marxista del desarrollo histórico comprende el concepto de revolución para designar la ruptura con las relaciones de producción caducas, es decir, para designar el desplazamiento en el poder político de una clase por otra, el paso de una formación social a otra superior. En el prólogo a su Contribución a la crítica de la economía política, Marx escribió: “En un estadio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o -lo cual sólo constituye una expresión jurídica de lo mismo- con las relaciones de producción dentro de las cuales se habían estado moviendo hasta ese momento. Esas relaciones se transforman de formas de desarrollo de las fuerzas productivas en ataduras de las mismas. Se inicia entonces una época de REVOLUCIÓN SOCIAL” (las mayúsculas son nuestras). Contra este concepto, en 1923 el sociólogo positivista Ogburn introdujo el concepto de “cambio social”. El III Congreso Sociológico Internacional, realizado en 1956, fue especialmente dedicado al tema de “cambios sociales”, y escenario de un particular ensalzamiento del concepto de “cambio social” por parte del sociólogo alemán L. von Wise, quien argumentó que el mencionado concepto presupone “una estimación más prudente y escéptica de los cambios vitales y sociales en la vida de la humanidad y de las diferencias entre generaciones”. La Alianza para el Progreso levantó el “cambio social” en los países de América Latina al objeto de oponerse al ejemplo de la Revolución Cubana. Y el reformismo representado por la CEPAL levantó también el mismo concepto para distraer a las masas. Así, el concepto de “cambio social” ha hecho carrera en la literatura burguesa, así como también sus parientes “cambio”, “cambios estructurales” y “proceso de cambios”. Desde hace un par de décadas por lo menos, el grupo revisionista de García ha levantado el término “cambio social”, con el ánimo de hacer accesible a las masas populares la idea de la transformación revolucionaria de la sociedad. Por tanto, es necesario señalar que el concepto de “cambio social” tiene un carácter neutro y que, por esto, no es científico. Así pues, quienes lo utilizan deberían saber por lo menos que, rigurosamente hablando, dicho concepto no es intercambiable con el concepto científico de “revolución”. Pero, por cierto, muchos no lo saben y, en consecuencia, en relación al término “cambio social”, es menester recordar esta aserción mariateguiana: “a Haya no le importa el lenguaje; a mí sí; y no por preocupación literaria sino ideológica y moral” (Correspondencia, t.II, p.491). El tratamiento de los conceptos de “cambio social” y de “revolución” se encuentra en nuestro artículo inédito Reivindicación de la palabra revolución.
[63] Aniversario 80 (5).
[64] Martínez: Apuntes, t.II, p.512. Las mayúsculas son nuestras.
[65] Ibídem, pp.511-512. Las mayúsculas son nuestras.
[66] Aniversario 80 (5). Pero esto no es un absoluto. ¿Podríamos denominarnos actualmente Partido Laborista o Partido Socialdemócrata? Evidentemente que no. Como tampoco sería correcto denominarnos Partido Socialista. En consecuencia, no es el nombre lo que caracteriza a un partido proletario, pero, como se ve, de todos modos tiene una evidente importancia política y, por esto, cuando no es posible utilizar el nombre científicamente exacto que le corresponde, el nombre elegido debe servir para diferenciarnos suficientemente del oportunismo.
[67] Aniversario 80 (5). Subrayado en el original.
[68] Criticando al oportunismo de la Segunda Internacional, Stalin señalaba, con toda razón, que “las resoluciones y las consignas no valen nada si no están respaldadas por los hechos”. Esto vale también para los programas.
[69] Marx-Engels: Obras Escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1980, t.III, p.201.
[70] Por tanto, el Estado socialista, es decir, el Estado en extinción, aparece como un Estado-Partido y el movimiento revolucionario de las masas aparece como un Partido-Movimiento. Y tanto en el primer caso como en el segundo, el Partido aparece como un partido en exti
Polémica



Carlos Marx vs. Martha Hildebrandt


Julio Carmona


Releyendo un texto de Marx, al que mucho se recurre por ser una magistral síntesis de sus ideas en varios tópicos, especialmente el económico –por cierto–, rescaté la siguiente cita, más que nada por su perfección formal, casi casi prosa poética: “La pólvora continúa siendo pólvora, indistintamente de que se la emplee para herir a un hombre o para restañar sus heridas”. Y me sirve ahora para cotejarla con otra lectura del libro de la lingüista Martha Hildebrandt, 1000 palabras y frases peruanas . Ahí la autora –con esa pedantería proverbial que la personaliza– dice de la palabra ‘restañar’ que “no puede referirse –ni siquiera en sentido figurado– a una herida: se restaña la sangre de una herida, no la herida misma”.(p. 285. Cursiva mía.).

Pero la soberbia congénita que –decíamos– personaliza a la doctora Hildebrandt, hace que desbarre en más de una oportunidad al tratar del sentido figurado de algunos de los artículo que recopila, pues lo característico de éste es la desnaturalización del concepto o la idea en su acepción primigenia, recta, específica, ceñida a lo etimológico. Y, en el caso referido, si el DRAE y la etimología señalan –como lo precisa la lingüista– que ‘restañar’ es “detener una hemorragia o el derrame de otro líquido”, pues –dice– “viene del latín restagnare ‘inundar’ o ‘estancar’, referido al agua que se desborda y forma lagunas o estanques”, entonces, precisamente, el sentido figurado (por ejemplo, la metonimia) estaría asumiendo al continente (herida) por el contenido (sangre) ; por lo tanto, sí se puede usar en sentido figurado la frase “restañar sus heridas”, contrariando lo dicho por la lingüista, amén de que ella misma se contradice, pues es suya la tesis de que es el “mal uso” (si este fuera el caso, y no lo es) el que se impone en materia lingüística. En tal sentido, si el uso de ‘restañar’ no es sólo del habla vulgar sino del “habla culta del Perú y de otros países de América” (como ella lo afirma al iniciar su comentario del artículo aludido),ese supuesto mal usoes el que se impone; ergo, éste le da carta de ciudadanía.
Pero en el libro citado hay otras muestras de la limitada sagacidad que manifiesta la autora respecto del uso figurado. Veamos. Al tratar el artículo “bobo”, ella misma dice que viene del latín balbus ‘tartamudo’ (p. 46), y precisa que “en el habla popular peruana se ha extendido modernamente un uso sustantivo de bobo que designa el ‘reloj de pulsera’ y el ‘corazón’ .” Pero, de inmediato acota lo siguiente: “La relación entre el tic tac del reloj y los latidos del corazón es entendible; no así la que pudiera existir entre tonto y reloj o corazón, documentada en gran parte de Sudamérica”. Y sobre el particular se debe decir que, si ella misma proporciona la etimología, en su acepción de “tartamudo”, esta connotación es perfectamente transferible a los casos aludidos (es decir, que tonto, reloj y corazón, sí, se condicen con bobo), en sentido figurado, considerando que ese sonido tartamudeante, repetitivo, atosigante, bien puede relacionarse con una acción tonta o boba. Llama, pues, la atención que la lingüista se sorprenda con ese nexo de sonoridades, negándole pertinencia (dice que ‘no es entendible’) a pesar de que sí la admite en otro caso (aunque también le parece sorprendente). Veamos:

“Chanfainita. Este diminutivo de chanfaina (que en el Perú puede significar ‘desorden’) designa entre nosotros un guiso preparado a base de bofe de vacuno . Chanfaina viene del catalán sanfaina, equivalente de nuestra chanfainita. Y sanfaina viene, a su vez, del latín simphŏnĭa, es decir: ‘sinfonía’. Chanfainase documenta en castellano desde el siglo XVII ya con el sentido de ‘guisado de bofes’.” Pero agrega la peculiar lingüista: “Sorprendente ejemplo de íntima relación entre un modesto guiso y la más excelsa expresión de la música culta.” (p. 74). Con lo que ella misma desautoriza su anterior observación de bobo atribuido a tonto y corazón. Y en el caso específico de chanfaina, cabe preguntarse: ¿Por qué se sorprende la célebre lingüista de esa hibridación de “lo culto” con lo popular?, si bien se sabe que ese comercio es fluido. Pero, al parecer–para la lingüista Hildebrandt– lo es por el atrevimiento del pueblo de degenerar al habla culta. El refinado oído de la lingüista no admite mezclar ciertos sonidos –también refinados– con otros más pedestres o “de a pie”; en el caso de la chanfainita: el sonido bastante estridente de la fritanga y la armonía sinfónica.

Sin embargo, hay otras opiniones de la misma lingüista que explican esa deficiencia interpretativa; por ejemplo, en el artículo referido a la frase “De color de hormiga” (p. 117), dice: “Esta locución adjetiva se usa en el Perú y en otros países de América para expresar que una situación ha empeorado o se ha hecho crítica; de color de hormiga se emplea con verbos como ponerse o estar.” Hasta aquí la explicación denotativa; pero luego viene la interpretación (en el plano connotativo) de la Dra. Hildebrandt, que es donde desbarra. Dice: “La alusión al color negro del insecto mencionado es clara como símbolo de peligro o gravedad, pues se basa en la inmemorial asociación del color negro con la desgracia y en los seculares usos negativos de ese adjetivo.” Y, en principio, en la frase misma no hay ninguna alusión al color negro, porque no todas las hormigas son de ese color. Es como si al emplearse la siguiente frase: “Del color de África”, también se dijera que se está aludiendo al color negro, cuando bien se sabe que no todos los africanos lo son. En todo caso, la alusión a la hormiga podría referirse a su pequeñez que es poco distinguible a simple vista, y no a su color.

Y la explicación de sus falencias hermenéuticas–sí aludida– está en su precaria capacidad interpretativa, al extremo que –cuando se da por vencida– opta por la evasión o –para usar una frase cara a don Antonio Machado– por “saltársela a la torera”. Veamos un ejemplo:“Como la mona. Esta locución adverbial peruana y rioplatense significa ‘muy mal’, generalmente en respuesta a preguntas sobre la condición de personas o asuntos. Verbos como estar, resultar, salir o andar, antecedidos por el interrogativo ¿cómo?, son usuales: –¿Cómo va el negocio? –Como la mona.–¿Cómo estás de tu alergia? –Como la mona.” Y concluye la ilustre lingüista: “Queda en el aire qué relación puede tener la hembra del mono con graves situaciones de problemas.”(p. 96). Y una posible interpretación es la que se desprende de la forma como hace quedar su interpretación la señora Hildebrandt: “en el aire”, es decir, quedarse colgado del aire, en situación difícil en la copa de un árbol para el caso de la mona, es lo que se podría atribuir a la frase para encontrarle la pertinencia que la afamada lingüista no es capaz de intuir.

Sobre estas disquisiciones lingüísticas, para terminar, lo hacemos como al comenzar, citando a Marx que –en carta dirigida a Engels– dice: “¿Qué diría el viejo Hegel si en el otro mundo se enterase de que general (Allgemeine) no significa entre los pueblos germanos y escandinavos otra cosa que la tierra comunal y que lo particular (Sundre, Besondre) no es sino la propiedad privada (Sondereigen) segregada de esta tierra comunal? ¡Maldición! Resulta que las categorías lógicas, a pesar de todo, se desprenden directamente de ‘nuestras relaciones’.” (Correspondencia, Barcelona: Ediciones Grijalbo, 1976, p. 80).Y, finalmente, el mismo Marx diría de la señora Hildebrandt lo mismo que dijo de Proudhon: “En el trabajo-mercancía, que es de una realidad que espanta, no ve más que una elipsis gramatical. Luego toda la sociedad actual, fundada sobre el trabajo-mercancía, se halla en adelante basada en una licencia poética, en una expresión figurada. La sociedad desea ‘eliminar todos los inconvenientes’ que le atormentan; ¡pues bien!, que elimine los términos malsonantes, que cambie de lenguaje, y para esto no tiene más que dirigirse a la Academia para pedirle una nueva edición de su diccionario.” (Miseria de la filosofía, México, Editora Nacional, 1961, pp. 288-289).







Literatura




Las Dimensiones de la Realidad:
El Surrealismo en el Mundo

(Cuarta Parte)


Jorge Oshiro


El suprarrealismo de Frank

¿Por qué considera Mariátegui al autor de «Our America» un suprarrealista? Porque según el autor peruano Frank da en este libro una versión aventurera, temeraria,

"...que no retrocede antes ninguna hipótesis ni ante ninguna conjetura; versión de un espíritu nómade...mesiánico y ecuménico, que rebasa a cada instante la realidad para descubrir sus contornos extremos y sus dimensiones inmateriales" (Subr.JO)

Aquí está la clave para el entendimiento del concepto mariateguiano del suprarrealismo. «Our América» es en su núcleo íntimo un libro suprarrealista, como lo son también la «España Virgen» y «Rahab», otros libros importantes del norteamericano, porque es en primera línea un libro de creación artística. Frank es un artista , es un poeta. Y su dominio no es la contabilización de la realidad sino su creación. Frank insistía en que:

"Nosotros creemos ser los verdaderos realistas, nosotros que insistimos en que el ideal es la esencia de toda realidad".

Frank es un verdadero suprarrealista porque no describe la realidad «tal como es», sino que la interpreta a partir de sus ideales, y no solamente a partir de sus fantasías. La realidad que trata Frank en su libro «no existe», si se entiende por existencia el simple «estar-allí». En este sentido escribe el ensayista norteamericano:

«Para nosotros de la nueva generación, América es una promesa y un sueño» («Our America»1919:8.Introductory).

"Pero este idealismo" se apresura a aclarar Mariátegui, "no empaña su mirada con ninguna bruma metafísica ni retórica cuando escruta el panorama de la historia de los Estados Unidos" (1950:187).

Es en esta perspectiva abierta por Frank, de una realidad «como promesa y sueño» que hay que entender la reiterada fórmula mariateguiana: "El Perú es todavía una nacionalidad en formación" y que es uno de los pilares conceptuales de «Los Siete Ensayos de la Realidad Nacional».

El corto análisis que hace Mariátegui sobre «Nuestra América» y «España Virgen» será tratado en el próximo capítulo dentro del contexto de los <
El «Descubrimiento del Nuevo Mundo»

En un artículo de diciembre de 1929 escribe Mariátegui:

"Contra mi hábito quiero comenzar este artículo con una nota de intención autobiográfica"(1950:192).

Y continúa diciendo que la admiración por el autor norteamericano se ha agrandado y que ha leído con interés excepcional cuanto de él ha llegado a sus manos.

"Lo que más me ha aproximado a Waldo Frank es cierta semejanza de trayectoria y de experiencia. La razón íntima, personal, de mi simpatía por Waldo Frank reside en que, en parte hemos hecho el mismo camino" (op.cit.).

Aclara el crítico peruano que no hablará de las discrepancias entre ellos, que como se verá en su lugar oportuno, son muchos y mayores, sino solamente de sus afinidades. Mariátegui:

"Diré de qué modo Waldo Frank es para mi un hermano mayor".

Ya hemos comentado anteriormente otra confesión autobiográfica de Mariátegui al referirse al poeta peruano Alcides Spelucín, a quien consideraba «el buen hermano» . En el mismo sentido escribe Mariátegui:

"Como él, yo me sentí americano sino en Europa. Por los caminos de Europa, encontré el país de América que yo había dejado y en el que había vivido casi extraño y ausente" .

Aquí «americano» no significa «iberoamericano», «latinoamericano», sino más bien «Nuevo Mundo», que encierra tanto los países del norte centro y sur de América. En este sentido decía Waldo Frank:

"La tarea de crear los valores del nuevo mundo necesita de cada una de las naciones en ambas Américas. Cada potencialidad de nuestros varios pasados étnicos debe tener su lugar en este nuevo mundo. No debe haber una cristalización en una forma que excluya memoria alguna, racial, blanca, roja o negra; que excluya ninguna tradición nacional de las miriadas que han creado el vasto y fértil caos américano".

Mariátegui se expresa con una fórmula parecida:

"Europa me reveló hasta qué punto pertenecía yo a un mundo primitivo y caótico.

Las palabras «primitivo y caótico» tiene el significado de la palabra de Frank: «fértil caos americano». Por esto añadirá nuestro autor en la siguiente frase:

"Y al mismo tiempo me impuso, me esclareció el deber de una tarea americana".

En el texto anterior hablando de Alcides Spelucín escribía Mariátegui: "Partimos al extranjero en busca no del secreto de los otros sino en busca del secreto de nosotros mismo" (1928:274). Estos dos pasajes se complementan y se profundizan. Europa es el espejo descubridor tanto de la dimensión interior como de la realidad con la cual esa «interioridad» forma una indisoluble unidad dialéctica. El «fértil caos americano», por lo tanto no era solamente una realidad exterior, correspondía también al resultado de un examen introspectivo.

La experiencia europea de Mariátegui le había posibilitado a descubrir una realidad que pensaba ya conocida, pero que en el fondo se le escapaba. Pero dice el autor peruano, que aún no se había detenido a analizar este complejo proceso de reintegración.

"Fue al leer en agosto de 1926, en «Europe», las bellas páginas en que Waldo Frank explicaba la función de su experiencia Europa en su descubrimiento del Nuevo Mundo, que medité en mi propio caso" (1950:192-193).

El crítico peruano hace un corto semblante del pensador norteamericano, habla de la niñez y juventud holgada de Frank, de su familia de origen judío y de posición acomodada, de la cultura musical que gozó el joven Frank en su juventud, de su viaje a Europa, de sus estudios en la universidad de Yale, de su carrera de periodista y escritor. Pero los Estados Unidos no satisfacían las íntimas búsqueda de este pensador. Lo creyó encontrar en París. Pero después de un cierto tiempo en pleno gozo de la existencia en la capital francesa, Frank decide regresar a su patria.

La conciencia de la propia necesidad

París satisfacía las necesidades culturales y artísticas de Frank, vivía cómodamente y era reconocido por su calidad literaria. Pero,

"A su fuerza creadora", dice Mariátegui, "a su equilibrio sentimental, no bastaba el goce fácil de Europa"

"Yo era feliz -escribía Frank-; yo no era necesario.(subr.en el original) Me nutría de lo que otros, en el curso de los siglos, habían creado. Vivía en parásito; éste es al menos el efecto que yo me hacía" (1950:193)
Mariátegui comenta el pasaje:

"En esta frase profunda, exacta, terriblemente cierta: «yo no era necesario»(subr. en el orig.) Frank expresa el sentimiento íntimo del emigrado al que Europa no puede retener"(op.cit.).

Para Mariátegui la vida del fácil placer, de la satisfacción de los más exquisitos deseos no era la cúspide del existir humano. La existencia era en su núcleo más íntimo, tensión, lucha, «agonía» y «violencia». Era la vida confrontada con su limitación absoluta, la muerte, era lucha contra ella.

Y el sentimiento de la superación de la muerte lo encuentra Mariátegui, como Waldo Frank, en el sentimiento de la necesidad de la propia existencia. Waldo Frank escribió en 1958 en su libro de apunte:

"Siempre me he sentido como un extraño, ávido, luchando por entrar. En mi propio hogar ... en Francia (más tarde en España, en Los Estado Unidos literarios (7 Arts, Our America y los años 20), en la Revolución ... Nunca lo logré,..."

Este sentimiento «de-estar-fuera», es decir de un estar «desraizado», es el intenso deseo de pertenencia a una comunidad y alcanzar el sentimiento de necesidad dentro de esta comunidad.

Pero Frank no buscaba ni anhelaba una comunidad cualquiera. Esta búsqueda estaba enlazada con otra búsqueda: la del Absoluto. En este sentido el desarrollo de estas dos biografías se desenvuelven paralelamente:

"Mi alma había desde muy temprano en busca de Dios", decía el peruano en una entrevista ya reiterada anteriormente( 1955:154).

Frank, por su lado, escribirá en uno de sus primeros libros de apuntes que "Todos los libros que escriba serán pruebas de Dios" (1975:59).

En ambos hay una temprana conciencia de la necesidad de la búsqueda de sí mismo a la par de la búsqueda del Absoluto pero que este «sí-mismo» no podía ser alcanzado en la abstracción del individualismo, sino en la integración de una unidad mayor: las multitudes en Mariátegui, el «Cosmos» en Waldo Frank. Este absoluto imperativo de integración en un «individuo-colectivo» lo va expresar Mariátegui en el siguiente pasaje:
"El hombre ha menester, para el empleo gozoso de sus energías, para alcanzar su plenitud, de sentirse necesario"(1950:193).

Y este sentimiento de necesidad es un sentimiento dentro del colectivo de personas y expresa una elevada conciencia del sentimiento de comunidad adleriana.

El individuo aislado es un ser abstracto, por lo tanto incapaz de alcanzar esta plenitud solamente realizable dentro del contexto de la colectividad. ¿Hubiera podido Frank o Mariátegui encontrar plenitud en Europa? Ambos responderán que no, porque Europa está en un proceso de decadencia y que frente a esta decadencia el «Nuevo Mundo» representaba para estos dos pensadores el principio de la Esperanza. Mariátegui escribe:

"El americano, al que no sean suficientes espiritualmente el refinamiento y la cultura de Europa, se reconocerá, en París, Berlín, Roma extraño, diverso, inacabado".

Aquí ocurre un proceso dialéctivo significativo: cuanto más se adentre en el seno de la cultura europea, en el deleite de sus refinamientos,

"...más imperiosamente sentirá su deber, su destino, su vocación de cumplir en el caos, en la germinación del Nuevo Mundo, la faena que los europeos de la Antigüedad, del Medioevo, del Renacimiento, de la Modernidad nos invita y nos enseña a realizar" (op.cit.).

La dialéctica del Viejo y el Nuevo Mundo

Lo que produce la lectura del artículo de Waldo Frank es la toma de conciencia de una dialéctica tan simple y a la vez complicada del «Viejo y el Nuevo Mundo». En los trabajos anteriores a esta fecha hay en los escritos de Mariátegui un análisis amplio, profundo y multifacético de Europa Occidental, de un mundo en franca decadencia. Lo que le trae la lectura y meditación de los escritos de Frank es la polarización consciente y dialéctica entre lo «Viejo» y lo «Nuevo».

Digo a la vez simple y complicado, pues el descubrimiento del Nuevo Mundo no podía ser logrado sin un estudio a profundidad del Viejo Mundo, cosa que ambos hacen con seriedad y consecuencia. Una clave del futuro americano estaba en el pasado europeo y no solamente en el estudio de su presente. La prueba la traía Frank en sus tres libros que Mariátegui conocía: «Nuestra América», «España virgen» y «El redescubrimiento de América», que la revista de Mariátegui había traducido y publicado.

La simple oposición mecánica entre el Viejo y el Nuevo Mundo no era naturalmente nada original. Lo original y novedoso era el contenido revolucionario y profético de esta oposición. En este sentido va escribir el pensador y ensayista mexicano A. Reyes:

"Los escritores de esta generación americana - Waldo y yo somos contemporáneos estrictos - nunca nos hemos resignado, ni en uno ni en otro lado de la frontera lingüística, a considerar el mundo americano como un acaso de la historia y de la geografía, sino que le hemos encontrado un sentido en cierto modo profético".

A. Reyes y W. Frank concebían la creación de América no como un mero producto histórico del azar. El «Nuevo Mundo» era más bien

"...aspiración prefigurada ya en la fantasía de los humanistas, los poetas y los navegantes desde antes del Descubrimiento, y proyectada hacia el futuro como una promesa de síntesis mejor, como sueño de una tierra más propicia para la familia de Adán" (op.cit.).

El paralelo entre estos dos pensadores no se da solamente a causa de una experiencia parecida, el descubrimiento de la propia realidad a través de Europa. Lo que hace verdaderamente interesante este acercamiento entre Frank y Mariátegui es el fondo filosófico de sus pensamientos respectivos.

Habíamos analizado la importancia de dos concepto para la comprensión del pensamiento filosófico de Mariátegui: el «mito» y la «agonía». Hemos dilucidado dentro de este contexto el terreno teórico en el cual se mueve el pensador peruano: el conatus spinoziano.

Es este concepto la base teórica de la teoría del mito y de la agonía. Es el determinismo de lo viviente; es la perspectiva de la concepción de una Naturaleza viviente, única, inmanente; es la diferencia entre la realidad «real» y modal; es la moral de la perseverancia que va a dar a la intuición mariateguiana una estructura teórica coherente. Es en el terreno spinoziano que el peruano puede hacer la síntesis creadora entre la pasión y el pensamiento, entre la ciencia y la religión. A través de estos fundamentos la revolución, desde la perspectiva de Mariátegui, es a la vez científica y religiosa.

Notas finales

El Surrealismo tuvo una influencia trascendental en la búsqueda de la identidad cultural latinoamericana, tal como se ha visto en el desarrollo del pensamiento mariateguiano, y luego en la novela de Carpentier como en la filosofía del poeta mexicano Octavio Paz.

Como rebelión (Octavio Paz) o como insurreción (Mariátegui) el movimiento inspirado por Breton fue una brecha profunda al cartesianismo racionalista, positivista y mecanicista dominante en el pensamiento europeo.

A través del surrealismo la «nueva generación» post-bélica europea, presintiendo el «alma matinal» que aparecía en el horizonte hace una radical autocrítica de la propia cultura decadente y este movimiento será una fuente de inspiración importante a los pensadores de la nueva generación latinoamericana que empieza a desarrollarse en los años veinte.

Será en Europa (surrealista) que pensadores como Waldo Frank, Mariátegui y poco después Carpentier van a descubrir «el vasto y fértil caos americano» (W.Frank) y es dentro de esta corriente renovadora que ellos van a sentir el imperativo del retorno a la patria para cumplir «la tarea americana» (Mariátegui).

El descubrimiento del Subconsciente, de la Sexualidad, del Deseo, del Sentimiento en una palabra, el descubrimiento de la «subjetividad del cuerpo» implicaba el descubrimiento de «los campos magnéticos», es decir de una visión de la Naturaleza como Potencia, como Sujeto, o mejor, como Individuo (Spinoza).

Esto era redescubrir la Naturaleza tal como lo había comprendido el pensamiento mítico y por lo tanto significaba redescubrir el mismo pensamiento mítico y de reivindicarlo.

El Surrealismo desvelaba la propia infancia y buscaba afanosamente la «reconquista de la inocencia del amor». Este retorno a los orígenes venía polarizado al mismo tiempo con la búsqueda del futuro: ver hacia atrás para percibir mejor el futuro, o bien buscando un nuevo camino hacia el futuro se retornaba hacia los comienzos.

Superar el capitalismo implicaba por tal redescubrir y revalorar aquello que la triada del «logos-mercado-escritura» había desplazado y reprimido para imponer su propio horizonte capitalista-burgués. Contra el Logos se reivindicaba el discurso del Deseo y contra la Escritura el Lenguaje oral viviente y contra el «horizonte de utensilio» (mercado), «los campos magnéticos» y contra la «triada de la soledad», «la poesía colectiva».

Así coincidían las tesis esenciales de los surrealistas con las que traía Mariátegui en su diálogo abierto con Unamuno y Sorel, entre otros. El revolucionario peruano encontraba en los surrealistas una amplia ratificación de sus intuiciones iniciales.

Había que reivindicar con fuerza y revalorizar aquello que el «accionismo productivo» capitalista (W.Frank) había desconocido y despreciado. Había que volver a revalorizar los Mitos, la Religiosidad y la Metafísica para comprender mejor las limitaciones intrínsecas del capitalismo-burgués y poder superarlo dialécticamente.

Pero esta voluntad de revalorizar lo original no era para él un volver mecánico hacía formas ya muertas, pues Mariátegui se había cansado de repetir que todo retorno al pasado era infructuoso, ahistórico. Su crítica al fascismo fue contundente al respecto.

El re-descubrimiento del Mitos si no quería ser un mecánico retornar al pasado necesitaba de una nueva racionalidad; de una racionalidad que permitiera al mismo tiempo que reconquistar los valores desplazados y reprimidos por la triada del logos, y al mismo tiempo conservar las contribuciones considerables aportadas por el desarrollo científico y tecnológico del pensamiento lógico-matemático.

En otras palabras se requería reconquistar el Sentimiento sin rechazar el Pensamiento, es decir, sin caer en el irracionalismo, tal como había pasado con Sorel y Unamuno, francos tiradores en el mundo decadente prebélico europeo y precursores de la «Nueva Generación».

Para esto era necesario, siguiendo a Sorel y Unamuno volver al pasado, poner en cuestión el punto de partida del pensamiento tecnológico y científico moderno (Descartes) y buscar una alternativa racional a él. Y este punto de partida era (es) Spinoza, la única alternativa posible al racionalismo cartesiano.

Así lo había entendido el mismo Hegel, así lo había comprendido Labriola, y entre los pensadores de la «nueva generación», el Surrealismo implícitamente y Waldo Frank de forma explícita. La cercanía teórica de Mariátegui al Surrealismo y a Waldo Frank, «el hermano mayor», la coincidencia en la crítica y en la afirmación descansa en la misma intuición spinoziana de la Naturaleza y del Hombre. Era insuficiente, como lo decía Waldo Frank retornar a Spinoza directamente, era necesario redescubrir a Spinoza a través de Marx y comprender a Marx a través de Spinoza tal como lo había hecho Labriola en su momento respectivo.

Había que complementar este horizonte con los aportes de Freud, afirmaba Waldo Frank, y en los análisis anteriores se ha visto que a los aportes del fundador del Psicoanálisis (que como dice Mariátegui ha sido primeramente una intuición colectiva) había que agregar los aportes de la Psicología Individual de Alfred Adler y su concepto de «Sentimiento de Comunidad», piedra angular en el pensamiento mariateguiano.

Todos estos aportes permitía a Mariátegui revalorar el Mito sin caer en el irracionalismo. Pero había aún otro elemento decisivo: Mariátegui no necesitaba revivir el pasado como el fascismo pretendía retornar al medioevo. Los Mitos en Latinoamérica y muy especialmente en el Perú era (es) una realidad viviente y actual, pues era (es) la visión y sentimiento del mundo de la gran mayoría de peruanos explotados y olvidados, los Indios.

Así la cuestión del Mito era una cuestión actual que era necesario replantear. Así entramos en la antesala de la obra capital mariateguiana, «Los Siete Ensayos».






CREACIÓN HEROICA